La Sustitución (3)

Un chico cuida la casa de su ex-novia, recibe un llamado que la invita a salir, y se disparan mil cosas maravillosas.

I – El Placer de conocerlo a Guillermo, conociendo el placer con Guillermo

Salí de casa muy decidida y excitada, pero al llegar a la planta baja, me quedé helada sin poder abrir la puerta del ascensor. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba si Guillermo se daba cuenta? ¿Y si yo no me animaba a todo lo que me había imaginado? En un ataque de pánico, estaba por mandar el ascensor de vuelta para arriba y escaparme corriendo por la azotea, cuando me asaltaron todas las sensaciones que acumulé durante la semana y me empezaron a temblar las piernas de la emoción. Mirándome en el espejo, veía una mina super diosa, con unas piernas largas enfundadas en unas botas de cuero negras, de taco alto, medias sedosas, una mini de cuero muy cortita y ajustada que marcaba la bombacha, y una blusa con transparencias que dejaban ver un corpiño negro divino y unas tetas tremendas. Esta mina pedía a gritos salir al público, mostrarle a todos lo diosa que era, ser la estrella de la fiesta, y devorarse a Guillermo. Esta perspectiva me gustó mucho más, le sonreí a la diosa en el espejo, di una última revisada, me bajé un poco la mini y fui al encuentro de Guillermo, mirándolo fijamente a los ojos, moviendo las caderas y el lomo lo más sexy que pude.

La mirada y la sonrisa de Guillermo eran aprobadoras, y me recibió con un sonoro beso en la mejilla. En ese momento caí que era el primer beso que recibía de un hombre, y aunque fuera en la mejilla desencadenó un montón de sensaciones, se me hizo un nudo en el estómago y, no sé porqué, tuve la absoluta seguridad de que todo iba a salir bien. Guillermo no tenía ni idea de la noche que le esperaba, yo tampoco, pero estaba segura de que nunca la iba a olvidar. Tranquila, entré al auto, y me acomodé en el asiento con las piernas muy apretaditas, con cuidado que no se suba la mini, y con una enorme sonrisa me di vuelta para mirarlo a Guillermo mientras entraba al auto.

Te acordaba distinta. – Me dijo

Es que yo soy distinta ... Pero qué pasa? No te gusta lo que ves?

Estás loca, me gusta. Y mucho

Bueno, vamos YA!

El viaje al boliche pasó entre charlas intrascendentes. Varias veces lo pesqué mirándome las piernas, por lo que me esforcé en que no se me suba la mini, no me gustaba que muestre el final de las medias ... ya lo iba a encontrar más tarde.

Dejamos el auto en el estacionamiento y enfilamos para la disco, Guillermo me agarró de la mano y me impuso un paso que apenas podía seguir con mis tacos, así que iba como pegando saltitos atrás suyo. Su brazo firme me llevaba y me sentí una típica minita cuando nos mezclamos con la gente que entraba al boliche. Evidentemente Guillermo era un habitué del lugar, porque abriéndose paso en la atestada escalera, saludó al enorme patovica que bloqueaba la entrada y mientras éste porque sí dejaba afuera a casi todos, corrió de mal modo a dos parejas que pugnaban por entrar y nos abrió la puerta. Mientras subíamos la escalera, mecánicamente puse una mano en el vuelo de la mini, no quería que se me viera todo. Al hacerlo sentí la bombacha y el movimiento de mis glúteos, mi excitación era enorme, y el cosquilleo en la panza insoportable.

Ni bien entramos, nos asaltó el volumen de la música y nos rodeó el clima de descontrol del lugar. En ese boliche hay de todo, pero la consigna general es que cualquier cosa puede pasar, es un verdadero descontrol, tiene tres pistas, cuatro barras siempre atestadas, un VIP muy exclusivo y varias salas con sillones, privados y rincones en los que se pueden ver de todo. Era un poco temprano, por lo que todavía quedaba mucha marcha por delante, y para matar el tiempo Guillermo buscó un par de tragos de una de las barras y me llevó a un privado en el VIP, al que yo nunca antes había podido entrar.

Guillermo se sentó junto a mí. Entre charla y charla nos fuimos juntando cada vez más, me pasó un brazo por la espalda y me atraía con fuerza por la cintura. Mi calentura aumentaba de a segundos. Quería que pase algo, pero Guillermo estaba más concentrado en mirar la gente que iba cayendo que en otra cosa. Me molestó cómo miró y saludó a un par de putones que entraron a los gritos y lo miré con cara ofendida, se dio cuenta. En un momento se hizo un silencio entre nosotros, apoyé suavemente mi cabeza en su hombro, y le di un mordisquito en el lóbulo de su oreja, y cuando se dio vuelta con cara de sorpresa le metí mi lengua hasta el fondo de su boca. Le costó un segundo reaccionar, pero al instante estábamos entrelazados en un beso caliente y jugoso, que me estaba poniendo loca. Guillermo me atrajo sobre él, me sentó sobre sus piernas mientras seguía besándome con intensidad y me empezó a tocar las gomas. Qué placer! Yo no paraba de acariciarlo y extasiarme en esta nueva sensación de sentir un hombre a mis pies. Sentí el bulto bajo su pantalón y apreté mi cola contra su entrepierna, como queriendo atraparlo. En un momento me tuve que acomodar un poco porque la mini se me había levantado ya demasiado, y un tarado que estaba por ahí no me despegaba los ojos de las piernas y la bombacha. Le puse cara de orto mientras me colgaba del cuello de Guillermo, y me apoyé sobre él. Guillermo metió su mano en mi espalda, entre la mini y la bombacha, y me hacía mimos, me encantaron. Me quedé callada pensando en todo lo que había pasado en sólo una semana. Hace pocos días, yo era el baboso que miraba a las minitas que se apretaban los demás, y hoy era uno de esos putones, deseada, mirada, fuertísima, en los brazos de su macho que la manoseaba. Me mojaba de sólo pensarlo. Lo que estaba viviendo me estaba gustando mucho, y a juzgar por el bulto de Guillermo, a él también.

Mis pensamientos se cortaron abruptamente cuando siento la mano de Guillermo subir por mi entrepierna, y cuando estaba por tocarme la bombacha, resistiendo la tentación y la excitación, lo paré diciendo:

Pará Guillermo, si seguís no te va a gustar – Como me miró con cara de no entender, continué – Estoy en esos días, y soy de largar mucho, tengo tantas cosas ahí abajo que parezco un macho ...

Guillermo rápido lo interpretó como que esa noche no había sexo, y por su cara, no le gustó nada, así que le contesté - Quedate tranquilo que algo se nos va a ocurrir – Al tiempo que le dí otro beso de lengua bien hasta el fondo, y con mi mano le hice una caricia sobre el pantalón. Bruscamente, como enojado, me agarró de la nuca y mantuvo mi mano en su entrepierna, así que lo acaricié con gusto por un rato, sintiendo su bulto crecer, y así seguimos charlando y besándonos.

El boliche se fue llenando, la marcha aumentó, en el VIP no dejaban entrar a más gente, mientras que en las pistas la gente ya bailaba a mil. Nosotros, entre trago y trago estábamos más mareados y más amigos todavía. Nos besamos mucho y varias veces más tuve que pararlo a Guillermo que me quería acariciar a pesar de lo que le había dicho. La verdad que la idea de que me acaricie me excitaba muchísimo, y de hecho mi pija pedía a gritos una descarga, casi me voy al baño para hacer algo, pero me dio cagaso no saber cómo reaccionar una vez en el baño de mujeres, así que me quedé. Guillermo se recostó contra el fondo del privado, y yo me recosté cruzada sobre él, cuidándome de que no se me viera todo, lo que ya a esa altura era medio difícil ... En una sesión de besos más intensa que otras, me descuidé y la mano de Guillermo ya estaba tocándome la bombacha. Casi me muero de miedo!! Muy rápida lo paré, y traté de sacarle la mano, pero mientras me besaba, me dio a entender que no pensaba sacar la mano de ahí, así que mirándolo a los ojos le pedí que me dejara acompañarlo, y que tenía que parar cuando yo dijera. No me contestó, pero me metió la mano hasta el fondo, casi tengo un orgasmo instantáneo, entrelacé sus dedos con los míos, y suavemente empecé a acariciarme sobre la bombachita. Estaba en el cielo, sentía los dedos grandotes de Guillermo que querían hurgar en mi entrepierna, y yo que lo guiaba y tranquilizaba, haciendo rítmicos mimos. Sabía que a los varones nada les gusta más que una mina se pajee, así que le dí a entender a Guillermo que él me estaba haciendo una paja, y supe que Guillermo también estaba por las nubes. Por suerte la toallita y la bombacha super ajustada escondían de alguna manera la pija, y me las ingenié para que mis dedos entorpecieran sus exploraciones. No aguanté más, y mirándolo a los ojos le dije que me estaba matando, que iba a acabar y que quería su mano en mi entrepierna. Apreté las piernas todo lo que pude, lo abracé fuerte y con el chupón más largo que pude acabé en el sillón de la disco, ante la atónita mirada del tarado que me miraba la bombacha. Me quedé quietita por un momento, dejando salir mis flujos, mojándome la bombacha, y reteniendo la mano de Guillermo, para que se de cuenta. Guillermo me miró a los ojos y me dijo "Sos una putita de mierda ...", a lo que le contesté con un agradecido beso de lengua.

Evidentemente algo iba a tener que hacer con Guillermo, porque a pesar de cómo había planeado la noche, hasta ahora la que se llevaba la mejor parte era yo y él estaba con la calentura al taco. Las alternativas que borrosamente me imaginaba me daban bastante miedo, porque no tenía experiencia con ninguna de ellas, pero ... algo se nos iba a ocurrir. Desde el VIP en el que estábamos se veían las pistas ya explotando, y esta minita infernal quería ir a bailar y comerse la pista igual que se estaba comiendo a Guillermo.

II. El Baile

Lo agarré a Guillermo de la mano, y lo forcé a que me siga a la pista. Siempre me gustó bailar, y no soy nada mala bailando, pero si un varón baila bien, todos lo miran como puto, y si una minita baila bien, es una diosa. A los saltos y empujones llevé a Guillermo hasta el medio de la pista más caliente, que pasaban música electrónica con mucho ritmo, con los bajos muy marcados. Resultó que Guillermo no bailaba mucho y que tampoco le gustaba mucho bailar, pero a mi me empezó a gustar esto de sentirme estrella y nadie me sacaba de la pista.

Empecé a sentir el ritmo, el calor, el mareo del alcohol, y me dejé llevar por la música. Movía las piernas, las caderas y las gomas como una diosa, y cada vez que podía lo atrapaba del cuello a Guillermo, y me le acercaba contoneando las caderas, apoyando mi vientre y restregándole mi pecho según el ritmo de la música pero él no se veía muy entusiasmado con el baile, así que empecé a darle menos bola, y concentrarme en bailar, bailar y sólo bailar.

Mi pelo, que para ese momento ya estaba todo transpirado, se movía para todos lados, mojando a los que estaban alrededor. En eso, una minita tan diosa como yo se sube a uno de los enormes parlantes y se pone a bailar desenfrenada. No pasó ni un minuto que yo estaba a su lado, bailando al mismo ritmo que ella. Al principio me miró con mala cara y trató de bajarme con un par de empujones bien disimulados, pero yo estaba gozando como loca ahí arriba, y si quería bajarme iba a tener que matarme. Empezamos a coordinar el ritmo, y en poco tiempo estábamos haciendo pasitos juntas, meneando las caderas, moviendo el culo, juntando nuestras espaldas, enredando nuestros pelos mojados o apoyándonos los pechos, según el pasito que hacíamos. En un momento, ella se pone en mi espalda y sentí como si me apoyara, pero duró sólo un instante y siguió bailando como si nada. Otra vez me tomó de la cintura, me enfrentó y nuestras miradas se cruzaron por un instante, calientes y desafiantes. A ver quién era la más diosa ahí! Abajo las parejas nos miraban y trataban de copiar nuestros pasitos, y más de un baboso intentó mirarnos por debajo de las polleras ... qué pajeros! Pero igual me gustó, porque era lo que estábamos buscando. Vi que Guillermo se iba a una barra y en el camino se encontró con alguien, pero yo no me pensaba bajar de ahí, estaba en el cielo. Al rato, por el pasito que estábamos haciendo ella apoyó su espalda en mi pecho, no pude contenerme en apoyarla un poquito con las caderas, y la envolví con mis brazos, acariciando muy suavemente su figura y su cintura con movimientos rítmicos, con mis caricias sentí sus pezones erectos en sus tetas sin corpiño. Yo estaba cada vez más loca y más caliente. La bombacha húmeda me recordaba que hacía un rato nomás Guillermo me había pajeado por sobre la bombacha, y ya estaba al palo con esta minita. Me pareció que estaba perdiendo el control, así que paré un poco, me bajé del parlante, y como me estaba meando encima me fui al baño a descargarme.

Me encantó entrar al baño de mujeres. Había chicas frente al espejo, arreglándose y retocándose. Había una que estaba acomodándose las gomas mientras otra se acomodaba la bombacha, con la pollera subida por la cintura. Mierda, cuántas sensaciones, qué lindas son las minitas ... pero cuando se liberó uno de los excusados, me metí rápido antes de que se meta otra. Hice pis, me arreglé un poco para salir, y abrí la puerta apuntando al espejo para terminar de arreglarme y buscarlo a Guillermo. Pero en la puerta estaba la minita del parlante, que con sus ojos negros me miraba fijo. Me había seguido y me estaba buscando, me empujó muy fuerte adentro otra vez. No entendí nada, y me dio un poco de miedo. Me acorraló contra la pared, y antes de que pueda gritar ni hacer nada me estampó un beso de lengua que me hizo temblar las piernas y casi me tira al suelo. Me tuve que abrazar fuerte de ella para no caerme, mientras intentaba mantener el beso, su lengua y su calentura todo lo pegado a mí que podía. La empecé a besar con frenesí, mientras nuestras manos buscaban desesperadamente nuestros cuerpos y nuestros vientres chatos se refregaban sin control. Como no podía dejar que descubra mis anormalidades, en un segundo le agarré el culo con una mano, y metí la otra debajo de su pollera, empezando a acariciarla. Estaba empapada, caliente y abierta. Enseguida me arrodillé, le bajé la bombacha, y le empecé a meter la lengua todo lo que pude. Me agarró de la nuca, y la chupe con fruición, juntando todos sus jugos con enorme placer. Estaría muy caliente, porque se corrió rápidamente, desbordando de jugos y gemidos mientras con mis manos le apretaba esas gomas espectaculares que tenía. Sentí que ahora las piernas le temblaban de placer a ella, y en ese momento cerré muy fuerte mis piernas y dejé salir mis flujos una vez más, mojando todavía más mi bombacha, que me acariciaba mi culito divinamente. Me quedé con mi cara en su entrepierna, lamiéndola amorosamente mientras se calmaba, le acomodé la bombacha y la mini, y le di un beso enorme que confundió sus jugos con su saliva. Ella se bajó para hacerme lo mismo a mí, pero por señas le dije que hoy no se podía. Le di otro beso caliente en los labios, abrí la puerta del excusado y sin decirle ni una palabra me fui al espejo para terminar lo que iba a hacer.

Frente al espejo no podía creer lo que veía. Ahí estaba yo, cada vez más mina, cada vez más puta y cada vez más insaciable. Acababa de tener sexo con Guillermo y con esta minita de quien ni siquiera sabía el nombre, y sin embargo quería más y más sexo. Me arreglé un poco el pelo, me acomodé la bombacha, la mini y también las gomas, me puse lápiz labial de la chica que estaba al lado, más oscuro y gatuno que el que yo tenía, y me fui a buscar a Guillermo, porque si yo quería más sexo, sabía dónde lo iba a encontrar. Esta noche ya era increíble, pero algo me decía que la iba a terminar mejor todavía.

Lo encontré a Guillermo en la barra, tomando otra copa y hablando con un flaco. Lo agarré de la mano, lo dí vuelta hacia mí y le dí un beso caliente con gusto a los jugos que acababa de chupar. Lo miré fijamente y le dije: "Vámonos". No le dí ninguna opción, lo arrastré a la salida, moviendo el culo todo lo que pude, decidida a terminar la noche de la mejor manera posible. En el estacionamiento me recosté contra el auto, lo atraje hacia mi todo lo que pude, y mientras metía una mano en su entrepierna le dije, "Amor, si querés terminar bien esta noche llevame a casa". Ni lerdo ni perezoso prendió el auto y hacia allá nos fuimos.

Una vez en casa prendí una sola luz, muy tenue, puse algo de música romántica y de un empujón lo senté en el sillón. Le prepararé un trago en el barcito, haciendo todo lo posible para mostrarle el culo cada vez que podía. Le llevé su trago y sin más palabras me arrodillé enfrente suyo, le bajé cierre del pantalón y le saqué la pija. El tamaño me asustó un poco, la toqué y estaba muy caliente. Sin dudarlo ni un instante me acerqué despacito y mirándolo a los ojos le empecé a dar besitos muy suaves. De las distintas calenturas de la noche, estaba húmeda y largando líquido, que de a poquito fui lamiendo, al principio con la puntita de la lengua y después con mucha fruición. En pocos minutos más estaba con toda su pijaza en la boca, entrando y saliendo como una profesional.

Mierda, qué escena. Ahí estaba yo, de rodillas, con la mini casi en la cintura, la bombacha y el culo al aire, haciendo gozar a mi macho. Hace unos pocos días esa escena me hubiera dado asco, pero hoy la estaba disfrutando al máximo y quería que durara toda la noche.

Guillermo también la estaba pasando muy muy bien, pero yo no quería que terminara todavía. Me paré, lo hice parar, me puse detrás de él y mientras con mis manos seguía pajeándolo, me apreté fuertemente a su espalda, con mi vientre totalmente pegado a su culo. A Guillermo le gustó, se pegó contra mí, y refregó su culo contra mí. Yo estaba a mil, y esto de refregarle la pija en el culo de Guillermo me estaba enfermando, así que me di vuelta y le ofrecí mi culo. Le agarré una mano y me la puse directamente en el culo, él me agarró la tirita de la bombacha y la tiraba, causándome un placer indescriptible. Le agarré la pija, grandota, parada y dura, y me la puse entre los cachetes, mientras movía el culo cada vez más fuerte. Su pija se acomodó en mi agujerito, y casi me muero del placer de sólo sentirla. Me quedé quietita y le dije: "Amor, me querés hacer la colita?" No hizo falta que me contestara nada, sentí una descarga eléctrica que venía de su cuerpo, y apretándome muy fuerte contra él, me dio un tremendo beso que casi me llega hasta la garganta. Lo aparté un poco, lo llevé hasta mi cama, crucé un almohadón y luego de acostarlo muy dulcemente, fui rápido al baño a ponerme algo de vaselina en el agujerito.

Volví a la cama. Así vestida como estaba me puse en cuatro sin siquiera sacarme las botas, mi culo quedó totalmente expuesto a Guillermo que en un segundo se puso atrás mío. Todas las fantasías de la semana pasada se estaban cumpliendo. Estaba sintiendo el peso y la excitación de Guillermo sobre mi culo. Desesperada, me corrí apenas la bombacha empapada, le agarré la pija y la guié una vez más hasta mi culito deseoso y con muchísimo cuidado empecé a empujar. A pesar de que me dolió muchísimo cuando entró su glande, empecé a metérmela toda adentro con movimientos rítmicos hasta que sentí su vientre contra mi culo. Casi desfalleciendo de una mezcla de dolor y placer me dejé caer sobre la cama sintiendo su pija caliente adentro mío. No puedo describir las sensaciones que me inundaban en ese momento, vértigo, placer, dolor, todo junto, y quería más. Apretaba el culito como para que Guillermo me entrara más adentro y me encontré gritándole "Matame guacho, partime toda!" y cosas por el estilo. Guillermo no daba más, temblaba de excitación y placer, lo sentí venirse y una vez más esa noche tuve un orgasmo yo también. No sé qué es lo que me gustó más, si sentir mi propio orgasmo y semen mojándome otra vez, o los espasmos de Guillermo en mi culo desvirgado, sintiendo su leche que se derramaba dentro mío. Quería mantener ese momento hasta el infinito. No paré los movimientos sino hasta que sentí que la pija de Guillermo salía de mi culo chorreando semen y flujos. Me acomodé un poco la bombacha y la pollera, le limpié la pija a Guillermo con mi propia boca y me hice chiquita a su lado, mientras él se quedaba dormido después del polvo, como todos los machos hacen.

El culo me ardía pero no se comparaba con el placer que había sentido. Mientras Guillermo dormía repasé la noche que había pasado y las sensaciones que había sentido. Primero Guillermo me había hecho una paja en público y a la vista de todo el mundo, después seduje a la minita sin nombre con quien tuve un orgasmo compartido en un baño público, luego le chupé la pija a Guillermo y finalmente me rompió el culo de la manera más sensacional que me podía imaginar. Con todas esas emociones a cuestas, me miraba en la cama, con mi infartante vestimenta, mis tetas sobresalientes, y casi sin querer me encontré acariciándome sobre la bombachita una vez más. Cagada de miedo por si se despertaba Guillermo, pero justamente más excitada por eso, saqué la pija debajo de la bombachita y me hice una última paja, mirando cómo este putón infernal podía tener una pija en su bombacha. Cuando tuve el orgasmo casi no me salió semen, pero sí tuve tiempo de meterme hasta el fondo a mi amigo el cepillo, porque a esta altura los polvos no eran lo mismo si no los ayudaba por ese lado.

Lo desperté a Guillermo y lo despedí de una manera un tanto grosera diciéndole que al día siguiente tenía cosas que hacer temprano. Borracha de excitación y placer me fui bamboleando al cuarto y me desplomé en la cama sin siquiera cambiarme. Me dormí sucia y llena de semen, pero con una enorme sonrisa en mi cara, que reflejaba sinceramente lo feliz que estaba. Me sentía una máquina del sexo. Definitivamente nunca iba a olvidar esta noche y Silvina había llegado para quedarse. ¿Qué iba a hacer mañana? No sé, no tenía ni la menor idea, pero eso lo íbamos a averiguar mañana.