La Sustitución (2)
Un chico cuida la casa de su ex-novio, recibe un llamado que la invita a salir, y se disparan mil cosas maravillosas.
[Esta es la continuación de un relato que no escribí, titulado " La Sustitución ". Como el relato originario y la historia que empezaba me pareció excelente, y la saga no apareció, la terminé continuando yo. Espero que el autor originario no se ofenda, y espero que esta saga les parezca a la altura de la primera historia. Estén atentas porque va a continuar.]
Desde el momento que colgué el teléfono, un intenso cosquilleo me atacó, me sentí super excitada, y así como estaba tirada en la cama empecé a acariciarme por arriba de la bombachita, y me imaginaba que era Guillermo el que me tocaba el culo, que me subía la mini, me acariciaba las gomas, me besaba ... me imaginé acariciando su pecho, bajando por su abdomen y llegando a su entrepierna, acariciándolo por encima del pantalón. La bombacha se me metió en la raya y tocó mi agujero, y acabé como nunca antes lo había hecho. Me sentí tan puta como Silvina, y me quedé pensando en cómo la iba a sustituir, en las cosas que tenía que hacer y preparar. Al acariciarme de vuelta sobre la bombacha sentí que estaba toda mojada, y me encantó, cerré fuerte las piernas y sentí la humedad.
Me levanté y enseguida fui a probarme más ropa. Me cambié la bombacha, me puse otra limpia, blanca, con puntillas adelante, que me marcaba bien la cola, me la acomodé atrás, estirando con dos dedos los elásticos laterales, y al soltarlas hicieron ese chasquido tan particular, que siempre me volvió loco, y de puro placer lo volví a hacer varias veces más, sintiendo crecer mi excitación cada vez más. Me probé pantalones ajustadísimos, algunos no me entraron y otros tuve problemas para cerrarlos. Me miraba al espejo y la minita que veía me gustaba mucho. Qué culo! No me gustaba que se viera la bombacha en la cintura del pantalón, así que me la cambié por otra de tiro más bajo, y al final me quedé con unos jeans celestes de tiro bajo, muy ajustados, que me hacían un culo bestial. Me lo acariciaba con fuerza y me imaginaba que era Guillermo, la pija me dolía atrapada en el pantalón y la bombacha, pero me fijé muy especialmente que no se notara mucho el bulto, me dejó conforme. Con la depiladora que había usado antes rasuré el bello del vientre y el estómago, para que quede bien femenino, y me puse una remera corta blanca, en la que se marcaba el corpiño, muy sexy todo. Me calcé unas botas cortas con taco con las que más o menos podía caminar sin matarme.
Como no sabía maquillarme, así vestida intenté aprender algo, al principio no me salió muy bien, pero de a poco fui agarrando la mano. Mis labios quedaron bárbaros, grandotes, carnosos y queriendo un macho, me pinté los ojos, cejas y pestañas tratando de copiar las modelos de las revistas femeninas de Silvina. La verdad que quedé muy buena, un tanto puta, pero definitivamente cogible. Me miré al espejo y pensé qué ganas de cojerme esa minita! Mientras, me acariciaba la pija debajo del pantalón ajustado y me miraba frente al espejo.
Ordené la casa que estaba a esa altura bastante desordenada, regué las plantas, y me di cuenta que estaba haciendo las cosas que las minas hacen, movía cosas de lugar, las volvía a poner donde estaban, repasaba distraídamente una repisa con un trapo, y al final prendí la tele y me quedé viendo en Fashion TV un desfile de modelos y el backstage, cómo se arreglaban, vestían, se mostraban, caminaban, miraban a los hombres, y yo trataba de copiarlas caminando por la sala, moviendo el culo y las caderas, al principio muy toscamente, pero luego fue saliendo más fluido, suave y femenino. Cada vez me gustaba más ser una minita. Volví al ropero, me saqué los vaqueros, sin razón alguna, y me probé una mini negra de cuero, muy corta y muy ajustada, me puse unas medias de lycra super suaves y perfumadas, y arriba una blusa también corta. De perfil, miré si el bulto se notaba, pero estaba tan apretado por la bombacha y las pantys que no sobresalía, así que mi vientre estaba chato como el de una minita. Volví a desfilar frente al espejo, con mi nuevo modo suave y gatuno. Sentir el aire entre mis piernas, la bombacha en el culo, la pija apretada bajo la bombacha de lycra super suave, el rozar de las medias al caminar, la presión del corpiño en las axilas, el bamboleo de las gomas que me había puesto, la inestabilidad de los tacos ... todas sensaciones nuevas que me parecieron super sexys, me hicieron poner a mil, así que de vuelta me tiré en la cama y entre suaves pero frenéticas caricias otra vez me lo imaginé a Guillermo toqueteándome, deseándome y yo también a él, y terminé acabando otra vez entre mis piernas, dejándome la bombacha toda mojada, y yo super feliz, super sexy y muy tranquila.
Así se me pasó el tiempo, pensando en el desafío que significaba sustituir a mi ex novia, pensando en los detalles que tenía que arreglar, la voz, cómo caminar, qué hacer con Guillermo, cómo iba a reaccionar frente a él, cómo bailar, en fin, un montón de cosas. Se hizo de noche y me estaba por ir a mi casa, cuando pensé para qué me iba a ir, si tenía lo de Silvina a mi disposición. Me di un baño de inmersión largo y vaporoso, usando las sales de baño de Silvina, que me dejaron muy somnolienta, suave y perfumada. Elegí un camisón que apenas me tapaba la bombachita que había elegido, otra vez blanca y de lycra, muy ajustada y que se me metía todo el tiempo en la raya, por lo que la tenía que acomodar todo el tiempo. Me até el pelo en una colita, me lo arreglé un poco y así me fui a acostar, muy consciente de lo sexy que estaba. Me dormí viendo otra vez el Fashion TV, estaban pasando una entrevista a una modelito rubia divina, que le hacían la nota en su casa, presentaba a su novio, con el que franeleaba todo el tiempo, y mostraba su casa, su perro y su jardín con esa forma puta y sexy que tienen las modelos cuando están en la tele, y yo trataba de tomar nota entre sueños de cómo tenía que ser para pasar por una minita infernal.
Me desperté a la mañana siguiente, y demoré un poco en caer en lo que pasaba. En el calorcito de la cama sentía las caricias del camisón cuando me movía y la bombacha totalmente metida en el culo por los movimientos de la noche. Recordé feliz el día anterior y mi nueva condición de mujer, y remoloneando aproveché para acariciarme un poco más. Decidí que como no tenía nada urgente que hacer en esos días me iba a quedar en lo de Silvina hasta el sábado, completando mi transformación, para llegar a mil a la salida con Guillermo. Tomé la decisión de que esa iba a ser la noche de mi vida, y que Guillermo no tenía que darse cuenta ni en un instante de que en realidad estaba con un varón. Un varón? Ya para ese momento me sentía toda una mina, pensaba en femenino, yo era Silvina, y mi perspectiva de las cosas había cambiado en un instante. Me asustó pensar que hace sólo un día jamás habría pensado en algo así, y lo mucho que me estaba gustando esto, pero me duró apenas un instante, antes de ponerme a pensar qué me iba a poner hoy. Me levanté, fui al baño, me miré en el espejo al pasar, y me senté en el inodoro. Sólo cuando ya estaba haciendo pis, con la bombacha enredada en las piernas y el camisón levantado para no mojarlo me dí cuenta de lo que había hecho. Me puso contenta, porque en definitiva había pensado y actuando como una minita.
Tenía algunas cosas que resolver, como el timbre de mi voz, y el pánico a salir a la calle. Me puse a practicar la voz, tratando de llegar a un tono femenino parecido a la voz de Silvina, y después de un largo rato terminé conforme con lo que tenía. Se me ocurrió llamar por teléfono a alguien, para ver cómo me iba, y lo llamé a Carlos, un amigo con el que hacía unos pocos días habíamos ido de boliche.
Hola?
Hola, Carlos?
Si, soy yo, quién es?
Silvina, te acordás de mí?
Ehh ... Silvina? ... no sé ...
Soy la piba que te quisiste tranzar los otros días en el boliche. (Era mentira, pero sabía que Carlos nunca iba a dejar pasar una oportunidad de levante así)
Ah! Ahora sí, cómo estás?
Y ... más o menos, estoy en cama, con un poco de gripe y algo afónica, no se me nota?
Un poquito, no mucho.
Pero no tengo una voz muy rara? A mí me parece que parezco un chabón!
Bueno, sí, un poquito, pero nunca diría que sos un pibe!
Eso me dio confianza, y decidí seguir con el jueguito, histeriqueándole. Estuvimos hablando un buen rato, yo me empecé a calentar y acariciarme, la conversación se puso caliente, y al final le tuve que cortar porque no daba más por hacerme una paja. Mi plan había resultado, ya estaba segura con la voz que había sacado, y después de descargar mi excitación, decidí encarar el segundo problema, salir a la calle.
Pensé mucho en qué me iba a poner para salir. Siendo la primera vez, no quería salir muy puta, pero a la vez tampoco una piltrafa. Terminé eligiendo unos vaqueros apretados, con dibujos en los bolsillos traseros, una camisa y un suéter a tono muy peludo y femenino. Las botas con taco me estilizaron el culo y quedé diosa. Me puse las lolas, me maquillé muy poquito, me arreglé el pelo, practiqué la voz. Antes de salir me miré una vez más al espejo, me arreglé un poco, y al mirarme de atrás me encantó verme el culo, hermoso, apretado por los pantalones, la bombacha levemente marcada y el pelo cayendo en la espalda. Junté valor y salí a comprar cigarrillos, porque aunque yo no fumaba, Silvina sí.
Me sentí un poco ridícula al principio, pero a medida que caminaba por el barrio y la gente simplemente me ignoraba como a cualquier otra, me quedé más tranquila, y me di cuenta que mis pasos eran muy elásticos, suaves y femeninos. Me encantó el ruidito de los tacos en la vereda, y todas las sensaciones nuevas que estaba sintiendo. Un par de chicos me pescaron cuando los miraba, me miraron y uno de ellos hasta creo que me dijo algo con una sonrisita lasciva, pero por los nervios no lo pude escuchar. Mi corazón galopó por un instante, y pensé que era una estúpida, pero no pasó nada, así que seguí caminando como si nada. En una de esas me enganché mirándole las tetas a una mina que pasaba, se dio cuenta, y me miró con cara de orto. Me dije, Silvi, vos estás loca! Al final llegué al kiosco y pedí unos cigarrillos, me atendió un chico que estaba de lo más bien, me empezó a dar charla y al principio me pareció un pesado, pero me quedé charlando igual. Encendí un pucho y lo empecé a pitar displicentemente, como sólo lo saben hacer las minas. El muy baboso se me empezó a acercar, y sin darme cuenta en dos minutos el tipo estaba al lado mío, hablándome con una carita muy simpática, seguimos hablando y me pasó un brazo por la cintura. Me asusté un poco, pero pensé que podía ser una buena práctica para el sábado, así que seguí charlando, pero le puse mi brazo entre los dos, haciendo palanca en su pecho para mantenerlo a distancia prudente. En un instante más siento que su mano baja y me toca el culo. La verdad que casi tengo un orgasmo en ese mismo instante. Un hombre me estaba tocando el culo! Y encima me gustó mucho!! Yo estaba loca, puta, desbocada. Me pude recomponer del susto y la emoción, lo aparté rápida y brusca, y con la mejor cara de orto que pude poner le tiré el humo de una pitada en la cara, y me fui taconeando y moviendo el culo todo lo que pude, y a los diez metros me di vuelta y le hice un fuck you!. Que se quede caliente y se haga la paja conmigo!!
Llegué a casa excitadísima y a mil, fui corriendo a la cama, y me empecé a refregar, sintiendo la chatura de mi vientre contra la cama, tocándome el culo como me lo había tocado el baboso ese, y acabé con grandes espasmos al poco tiempo más. Guillermo iba a tener una noche increíble el sábado, pero antes que eso nadie me iba a tocar un pelo.
Mi plan iba a la perfección, ya me sentía segura con el maquillaje y con el tono de mi voz. Después de lo que había pasado recién, por lo visto podía engañar también a los varones, y no sólo eso, sino que por lo visto en más de uno había despertado una reacción. Mientras lavaba las cosas del desayuno me fumé otro puchito, y después acomodé la cantidad de ropa que había desparramada por toda la casa, lavé algunas bombachas, a mano, como sabía que lo hacía Silvina (la otra Silvina, porque ahora Silvina era yo!) y las colgué en el barral de la ducha. Me quedé un rato viendo Fashion TV y algunas novelas que daban a esa hora, todas bastante embolantes. Tenía que pasar un rato al menos por mi casa, así que de muy mala gana me saqué los pantalones, la bombacha, blusa, corpiño y suéter, y después de limpiarme un poco el maquillaje de la cara, me puse las ropas que había traído el día anterior y me fui para casa. Qué cagada, sentir los calzoncillos, los pantalones de lona, la camisa que rozaba mis pezones sin corpiño ... pensé en qué suertudas las mujeres que pueden usar toda esa ropa sexy todo el tiempo. Ni bien hiciera las cosas que tenía que hacer en casa me volvía para ser Silvina.
Volví a lo de Silvina tarde y cansada, así que sólo me tomé un relajante baño de inmersión mientras pensaba en las cosas que podía hacer hasta el sábado. Tenía que decidir qué me iba a poner el sábado, salir a la calle para ganar más confianza, cuidarle la casa a Silvina, pero por sobre todo asegurarme que la del sábado era LA noche.
En esos días que siguieron salí varias veces, a veces sólo por salir y a veces por necesidad. Fui a shoppings, miré vidrieras, me probé mil cosas, y hasta entré a un local de lencería para probarme un conjuntito Caro Cuore realmente divino, negro, de lycra, con un corpiño armado y de puntilla que me vendría buenísimo para seducirlo a Guillermo. También me compré unos rellenos de siliconas que hacían un efecto muy real, se sentían muy reales, y me hacían unas tetas increíbles. Ninguna de las vendedoras advirtió nada raro en mí, y para esa altura yo era realmente una minita más. Pensaba en minita, actuaba en minita, me movía como una minita, miraba los flacos como una minita, y criticaba a las demás minas como una minita. Me sentía Silvina, y ERA Silvina. Las sensaciones y la excitación explotaban a cada rato, en todas partes. Una vez en un taxi pesqué al taxista mirándome las piernas por el espejito, y haciéndome la distraida empecé a acariciarme la entrepierna, me subí la mini un poquito más, dejando ver la bombachita y abriendo las piernas, el taxista casi choca, y cuando me pareció que me iba a hacer alguna proposición, así como empecé terminé mi show y me quedé quieta y callada hasta que me bajé, lo dejé recaliente.
El viernes a la noche, mientras descansaba viendo la tele sonó el teléfono. Di un respingo porque en los últimos días no había sonado nunca, pero atendí muy tranquila. Era Guillermo!! Me corrió un escalofrío por el cuerpo, el estómago se me hizo un nudo y de inmediato me excité como nunca hasta entonces. La pija pedía a gritos salir de debajo de la bombacha, me subí la mini y me empecé a acariciar casi mecánicamente al escuchar su voz, sólo que ahora me acariciaba más abajo, en la entrepierna y trataba de llegar hasta el agujero del culo, que me pedía a gritos algo ahí.
Hola Guillermo!
Hola Silvina, cómo estás? Te acordás que mañana salimos, no?
Sí! Va a estar buenísimo, toda esta semana estuve en mil cosas, y estoy esperando salir para reventarme la cabeza y pasarla bien.
Si, yo también. Te pensaba invitar a Big One, es un tanto descontrolado, pero tiene toda la onda.
Yo sabía que ese lugar era un antro del descontrol en el que cualquier cosa podía pasar. Como toda chica normal, me asustó un poco pensar en qué intenciones tendría Guillermo, pero al toque me di cuenta que mis intenciones tampoco eran muy normales, y que tampoco soy ninguna chica normal, así que le seguí el juego. Seguimos charlando un poco de boludeces, yo seguía acariciándome la entrepierna y el culo, metiéndome un dedito ensalivado cada vez que podía, me estaba gustando mucho. Tuve que parar por miedo a acabar con Guillermo en el teléfono, y al cabo de un rato cortamos, con la promesa de que mañana me pasaba a buscar para llevarme al boliche. Ni bien cortamos me tiré sobre la cama, y en el camino agarré un cepillo, que inmediatamente fue a parar entre mis piernas. Me frotaba contra la cama y el cepillo me apoyaba, mientras me imaginaba que era la pija de Guillermo. Qué linda sensación, me sentí totalmente deseada y libidinosa. Poco a poco y muy suavemente me imaginé que Guillermo me bajaba las medias, la bombacha, acerqué el mango del cepillo a mi agujero, y de a poquito empecé a empujar. Me tuve que poner un poco más de saliva en el culo para que corra un poco más, y con mucho dolor, de a poquito, empezó a entrar. Me dolió mucho hasta que estuvo todo adentro, y ahí empecé a relajarme y moverme con movimientos rítmicos. Qué lindo sentirlo en mi culito hasta entonces virgen. Nuevas sensaciones me invadieron, y entre la ropa super sexy que tenía, la conversación con Guillermo y todas las emociones de esa semana, terminé acabando en el mejor orgasmo hasta esa noche. Tremendamente saciada, sintiéndome cada vez más mujer y más sexy, me fui a dormir con mi camisón preferido.
El sábado se me pasó muy rápido entre que me arreglaba, me probaba ropa, me cambiaba y demás. Al final decidí ponerme una mini negra, muy ajustada y cortita, unas medias de ligas, negras muy suaves y sedosas, con su portaliga, la bombacha del conjuntito nuevo, que se me marcaba un poco bajo la mini, pero no me importó. Me calcé el corpiño, las lolas de relleno, y una blusa de transparencias negras, que lucían las puntillas del corpiño y mis nuevas gomas de una manera brutal. En los pies unas botas de taco que completaban el look gatuno que quería tener. Si no lo seducía a Guillermo con estas armas, es porque era puto, porque yo estaba muy muy cogible. Puse mucho cuidado en que el maquillaje fuera femenino y agresivo a la vez, y le di vuelo a mi pelo, arreglándolo del modo más salvaje que pude. Para evitar incómodos bultos, me empecé a acariciar frente al espejo, de pié, mirando a ese putón infernal que era Silvina, y mientras mi amigo el cepillo me cojía por atrás, me hice una lindísima paja que me dejaría la pija tranquila por al menos un tiempito. También me puse una toallita en la entrepierna, por las dudas, porque eso de tener la bombacha mojada toda la noche no me parecía muy femenino que digamos.
La ansiedad me estaba matando, ya no sabía qué hacer, prendía la tele pero no podía concentrarme en nada, me miraba al espejo y siempre me arreglaba algo, me fumé como medio paquete, y pasada la medianoche sonó el timbre de calle. Me asomé por la ventana con cuidado que no me vean, y lo veo a Guillermo. Las piernas me temblaban de nervios y excitación. Lo que vi me gustó, y mucho. Guillermo era alto, de buen lomo, rubio de pelo hasta los hombros, estaba con una remera que le marcaba el cuerpo y un chaleco arriba, con un típico jean, aunque un tanto ajustado. Apagué el pucho que estaba fumando, pegué un par de tacazos en el piso, me tranquilicé un poco y atendí el portero eléctrico.
Hola?
Silvina? Soy Guillermo!
Ahora bajo.
Agarré la cartera, me miré al espejo, me acomodé la bombacha que se me había metido en el culo, provocando ese chasquido que tanto me gusta, me retoqué los labios, me tiré un beso, y pensando que me gustaría cojerme a mí misma, bajé a la calle al encuentro de Guillermo.
No dejen de leer cómo resultó la salida de Silvina. Pueden enviar sus comentarios a caro_cuore2000@yahoo.com.ar