La sustitución

Un joven sustituye a su ex novia que se encuentra de viaje aprovechando que ella le dejo las llaves de su casa.

LA SUSTITUCIÓN 1

Mi ex novia Silvia me pidió que me ocupara de cuidar su departamento durante un mes en el que ella tenía que viajar por estudios al exterior.

Yo todavía no me había repuesto de la ruptura de nuestra relación, pero ella evidentemente sí, a tal punto que según me contaron, desde entonces ya la habían visto flirteando con varios hombres.

Es que ella era una rubia despampanante de 19 años con un privilegiado cuerpo y una sensualidad poco comunes que le permitían conquistar al más atractivo varón con solo decidirlo..

Ella adoraba vestir provocativa para perturbar a los varones, y en más de una oportunidad la pesqué seduciendo a algún hombre, pese a encontrarse en mi compañía..

A Silvia le gustaba tanto excitar a los hombres que finalmente me abandonó para poder tener relaciones sexuales con quien quisiera sin remordimientos.

Como quedamos a pesar de todo, en buenos términos, me pidió que me ocupara de regar sus plantas hasta su regreso que no ocurriría antes de los 30 días entregándome para ello las llaves de su departamento.

Allí estaba yo entonces entrando en su casa para cumplir con la encomienda.

Al poco tiempo de estar allí, me picó el bicho de la curiosidad.

Quería saber que tan sexis eran las nuevas ropas que se había comprado desde que me dejó y fui a su armario a fisgonear.

Pues bien, me encontré con un sinnúmero de minifaldas cortisimas, vestiditos, tacones y ropa interior que serían la envidia de cualquier modelo femenina.

Evidentemente estaba muy fogosa y buscaba ser rapidamente satisfecha sexualmente para lo cual se vestía como una ramera.

Tenía allí a mi disposición las prendas que cualquier hombre desearía vistiera su chica.

Mecánicamente empecé a sacar algunas del armario y a acariciarlas y no se porque, a imaginarme como me quedarían, hasta que sentí la necesidad de desvestirme para probármelas.

En el fondo creo que siempre quise usarle la ropa y cuando la veía vestida para matar, sentía cierta envidia y soñaba con ser yo esa impresionante mujer que los hombres miraban derritiéndose de deseo...

Primero me puse un conjunto de ropa interior blanca muy ajustada y cavada que me levantaba la cola y me formaba un pequeño busto que incrementé con un relleno de algodón.

Cuando me ví en el espejo, me sentí absurdo vistiendo esas sensuales prendas con vello en mis pernas.

Entonces busqué en el botiquín de su baño la típica rasuradora que guardan todas las mujeres para salir de apuros, me enjaboné y me afeité todo el cuerpo hasta dejarlo muy suave..

Luego me unte esa crema con brillitos que Silvia solía usar en las piernas y que les daba una textura sedosa.

Ya mi estética había mejorado significativamente, como soy bastante flaco y estilizado, la ropa interior femenina en mi cuerpo depilado no sentaba nada mal.

Entonces saqué del armario una minifalda de jean muy corta y ajustada y me la calcé imaginándome que Silvia les debía cortar la respiración a los hombres al pasearse con esa minúscula prenda..

Me miraba en los espejos de la casa y no lo podía creer, me quedaba preciosa, me redondeaba la cola de la cual permitía imaginar el inicio de los glúteos y me calzaba como si siempre hubiera sido mía.

Para rematar, me puse una blusa gris de mangas cortas muy escotada que me marcaba el busto dándome una imagen sinuosa y muy provocativa.

Entre todos los zapatos que tenía Silvia, elegí una sandalias blancas de tacón que me iban perfectas.

Fue entonces que caí en la cuenta de que yo tenía el mismo talle que Silvia y eso me excitó muchísimo, porque me imaginé que podría usar todas sus prendas e imaginarme que yo era ella.

En un indescriptible éxtasis me arrojé así vestido, boca abajo en la cama de Silvia y comencé a frotarme contra su colchón.

Cada tanto me miraba en un espejo que se encontraba situado al costado y veía mi cola subir y bajar enfundada en esa corta minifalda que permitía ver el comienzo de mis glúteos y me imaginaba que yo era Silvia que estaba siendo "apoyada" por un hombre.

Acabé copiosamente, me sentía en paz conmigo mismo, había descubierto que me causaba un enorme placer vestirme de mujer, y en ese espacio, podía hacerlo a mis anchas luciendo las ropas más provocativas que pudieren existir, dado que nadie me molestaría, su dueña se encontraba a miles de kilómetros..

En eso, sonó el teléfono.

No sabía que hacer, si atender o mejor dejarlo, pero la curiosidad me decidió por levantar la bocina.

Para decir "hola" por las dudas, imité la voz de Silvia, lo cual no fue muy difícil dado que pese a su femineidad tenía un timbre bastante grave.

Del otro lado escuché: hola Silvia, te habla Guillermo, te acuerdas de mí nos conocimos en la discoteca..

Queriendo ver a donde derivaba la conversación, le dije que sí y seguimos conversando un rato.

El me decía que se había quedado fascinado conmigo (o mejor dicho con ella) y que quería invitarme a salir.

No pude con mi genio, accedí a su invitación, pero la pospuse para el sábado de la próxima semana, alegando estar muy ocupada.

Cuando colgué la bocina, me palpitaba el corazón aceleradamente, tenía tan solo siete días para verme exactamente igual que Silvia y que este muchacho no notara la diferencia.

Me apasionaba la idea, sabía que me jugaba a favor el hecho de que solo la conoció en su aspecto exterior y en la oscuridad de una discoteca, y según pude colegir de la conversación que había mantenido con él, no habían aún pasado a mayores.

No tenía tiempo que perder, en una semana tenía que estar transformado en Silvia.

(continuará)