La sumisión de una veinteañera por sus jefes

El trabajo como economista en la casa de un matrimonio adinerado lleva a esta chica a una sumisión total con su jefa y con su jefe (historia real)

Una amiga llamada Carmen me ha contado esta historia real que le sucedió en su anterior trabajo para que la disfruten los lectores:

Me llamo Carmen, tengo 29 años, vivo en un pequeño pueblo cerca de una hermosa gran ciudad de la costa y tengo a mi pareja con la que convivo desde hace 5 años. He estudiado económicas lo que me facilitó el acceso al anuncio que había leído en una mañana de domingo en el periódico. Solicitaban una economista con un buen dominio de inglés. Al día siguiente descolgué el teléfono, llamé y me citaron para una entrevista.

Era un martes del mes de Junio cuando llegué al lugar en el cual me habían citado. Era una casa de 2 plantas en los aledaños de la ciudad con un aspecto muy lujoso. Observé el jardín mientras me bajaba del coche y colocaba mi ropa para que mi aspecto fuese envidiable. Soy una chica de 1,62 de estatura,  64 kilos de peso, morena, con melena larga, de aspecto normal pero agradable, con unos pechos que usan una 95A por lo que es fácil exprimir esta virtud cuando quieres resultar sexi y unas caderas y muslos rellenitos pero que mantienen sus curvas para realzarlas cuando la ocasión lo requiere. Disfruto calzando  zapatos de tacón alto por lo que para la ocasión llevaba uno de mis pares negros favoritos, acompañados de una falda recta negra a la altura de la rodilla y una camisa blanca de corte ajustado. Me puse mi chaqueta para taparme de la brisa norteña que llegaba del mar en aquella brumosa mañana de principios de verano y me dirigí a la puerta.

Se abrió la puerta y apareció una chica realmente hermosa. Era Sonia, 26 años, alta, estilizada, sobre 1,72 de altura, pelo liso con mechas rubias cayendo por encima de sus hombros, piernas largas con caderas bien torneadas...una belleza de mujer. Se presentó como la secretaria personal del Sr. Abel. Me hizo esperar en un salón decorado lujosamente mientras ella contoneando todo su cuerpo se dirigía a una puerta situada al fondo de la estancia.

Sonia me hizo pasar tras diez minutos de nerviosa espera. Se levantó de su silla para recibirme el que a partir de esa entrevista sería mi jefe. Era un hombre de mi misma estatura al que en ese momento sobrepasaba con mis tacones. De aspecto muy amable, enérgico, que desprendía dulzura en su cara y que acababa de cumplir 56 años según confesó. Mi trabajo a partir de ese momento sería el controlar las operaciones contables y me ocuparía también de contactar con clientes europeos para exportación de los productos de su compañía. Mientras mi compañera seguiría controlando su agenda, solucionando otras gestiones y viajando con él en sus habituales desplazamientos de negocios.

Comencé con mi ritmo habitual de trabajo con jornada intensiva, terminando mi trabajo todos los días a las 5, con un espacio para la comida. Al ser en su propia casa, disponían de personal para las labores diarias y que a la vez me suministraban el menú para comer. Era un trabajo intenso pero  a la vez muy variado por lo que las horas pasaban rápidamente. En algunas jornadas contaba con la compañía de Sonia e incluso mi jefe y otras estaba totalmente sola en aquel amplio despacho preparado también para tener reuniones de un buen número de personas.

De todas formas como en todos los trabajos había cosas positivas pero alguna también muy negativa. De esta última debo explicar que la relación con Sonia no resultaba fluida. Su egocentrismo, prepotencia, malas respuestas, resultaban muchas veces humillantes. Eso sí, delante de nuestro jefe resultaba espléndida pero en solitario o por teléfono era totalmente despótica conmigo. Era como si tuviese miedo de mi competencia profesional. Por el lado positivo estaba Lucía, la mujer de mi jefe, era adorable. Ella se dedicaba a su propio negocio de ventas a través de internet y a sus actividades de ocio. Por estos motivos pasaba mucho tiempo en casa y cuando estaba sola comenzó a visitarme con asiduidad. Me traía un café con unas pastas o me invitaba al término de la jornada a tomarme un refresco con ella en el jardín de la casa. Por ello nuestra confianza fue yendo en aumento.

Lucía era una mujer elegantísima ya que su situación económica hacía que pudiese permitirse todo tipo de lujos debido al boyante negocio de su marido y sus propios ingresos. Era cálida en el trato, educada, sensible, amable, agradable y a la vez de fácil conversación. Era de mi estatura, sin tener una belleza extraordinaria resultaba atractiva la expresión de su cara. Tenías unos pechos medianos pero muy bien torneados, una ligera barriguita  que apenas destacaba por sus horas de bicicleta y lo realmente atractivo eran sus piernas y su culito un poquito respingón. Con sus 53 años y viéndola de espaldas pensaríamos que estaríamos admirando a una mujer de 30 años. Tenía una piel extremadamente suave, cuidada que mantenía su tersura.

Nuestra confianza iba en aumento por lo que una tarde de un calor sofocante mientras tomábamos café en su jardín comenzó a relatarme intimidades de su relación. Abel estaba de viaje en París con Sonia en un certamen que duraría 4 días. Lucía estaba nerviosa, ansiosa, intranquila y me dijo que necesitaba conversar conmigo. Como otras veces me mostré gustosa de escucharle. Había discutido con su marido y su cara mostraba su disgusto. Me comentaba que él había sido una persona muy cariñosa y atenta con ella pero desde que había contratado a Sonia se había distanciado. Explicó que ambos mantenían una relación más allá del trabajo y la suya se había enfriado. Ella quería recuperar otra vez al marido que había conocido pero lo veía siempre con su mente ida. Yo le comenté que mi relación tampoco pasaba por su mejor momento ya que mi pareja entre su trabajo y sus actividades deportivas semi-profesionales tampoco me dedicaba demasiado tiempo.

Fue cayendo el atardecer y nuestra conversación era cada vez más sincera y cercana. Reímos por momentos, se deslizaba una lágrima por nuestras mejillas en otros. Juan, el jardinero nos observaba tímidamente. Era un joven muy discreto y parco en palabras. Un tipo fortachón con sus músculos forjados a base de mucho trabajo en el campo pero con poco atractivo en las expresiones de su cara. Se acercó a nosotras para indicarle a la jefa que había llegado el final de la jornada y que se marchaba. Me di cuenta que Lucía había recorrido con la mirada el desfile de Juan ante nosotras. Minutos antes, Mercedes la encargada de cocina y  limpieza también le había anunciado su salida.

Lucía agarró mis manos y me llevó hacia el salón indicándome que hoy cenaría con ella. Confesó que había avisado a Mercedes con anterioridad de que tendría una invitada y que preparara un menú con diferentes delicatesen. Me sentí halagada por la invitación y no podía rechazarla. Mi pareja trabajaba en la recepción de un hostal por las noches por lo que lo avisaría para que no esperara por mí antes de que se incorporara a su trabajo. Dado la desdejada situación afectiva que vivíamos últimamente tampoco me echaría demasiado de menos.

Esperé en el salón a que mi anfitriona me avisara para incorporarme a la mesa según me indico para que fuese todo sorpresa. Me sentía realmente relajada con aquella mujer, ella me comprendía y yo a ella, me trataba con un calor y cariño que hacía tiempo no sentía. Me había abrazado y me había sentido totalmente protegida por ella.

Apareció ante mí de nuevo. Me quedé estupefacta. Se había cambiado de ropa y estaba hermosa. Llevaba un vestido de raso fucsia de una diseñadora de nuestra tierra a juego con unos zapatos de tacón alto. El vestido dejaba desnuda su espalda y sus hombros. Me sentía hasta nerviosa ante una dama tan elegante. Se acercó hasta mí y me dijo: La ocasión merece que haya sacado lo mejor de mi fondo de armario. Pasando un brazo por mi cintura me llevo hasta el comedor. Estaba maravillosamente decorado con todo lujo de detalles pero sobre la mesa destacaban los pétalos de rosas. Había gran variedad de platos con pequeñas porciones, caviar ruso, salmón, langosta, sushi…y por supuesto no faltaban 2 botellas de Dom Pérignon para acompañar dichas viandas. Descorchó una de las botellas llenando con  su contenido las copas y alzándolas en su mano me entregó una para brindar. Escuché susurrando muy cercano un “por nuestros sentimientos juntas”. Sorbimos mirándonos a los ojos. Me sentí nerviosa con esa mirada tan penetrante pero mis piernas si temblaron cuando acercó sus labios a los míos y rozándolos levemente dejó caer un dulce beso en los mismos. Me invitó a sentarme y degustar los manjares. Por su naturalidad dándome aquel beso no quería darle importancia, había sido un gesto de amiga cercana, pero yo me sentía tan embelesada por la situación que reparé en que había sido la primera mujer que había rozado sus labios con los míos y que deseaba hubiese sido más intenso. Lo único que nos iluminaban eran dos velas, una a cada extremo de la mesa. Admiraba la educación, sencillez y elegancia de aquella madura mujer y a la vez me sentía atraída en aquel momento por su dulzura, por su sensualidad mirándome, por como rozaban sus manos las mías, por la delicadeza con que había limpiado con sus dedos una hueva de caviar que se había quedado atrapada en la comisura de mis labios y por como por debajo de la mesa y sin perder en ningún momento la compostura había ido atrapando mis piernas entre las suyas. Ella jugueteaba con un ritmo natural, con su copa cerca de sus labios con insinuación sin perder mi mirada y  deslizaba  su piel descalzo desde mi tobillo hasta mi rodilla. Volvía a iniciar el movimiento desde mi pie mientras me ofrecía delicadamente un trocito de langosta mojada en una salsa acitronada,  lo llevaba por entre mi falda por el medio de mis muslos. Sin apenas apreciar mi gesto, me di cuenta que había abierto mis piernas dejando acercarse más hacia el interior aquel pie desnudo. Estaba totalmente alterada en mi interior y a la vez no acostumbrada a aquel juego seductor que me estaba infringiendo esta mujer pero quería seguir guardando mi apariencia relajada. ¡Era imposible! Sus dedos jugaban con la telilla de mi braguita y amenazaban con separarla. Notaba que estaba empapada y hasta me sonrojé un poco con ese sentimiento que sin duda ella estaba notando. Separó ligeramente su silla hacia atrás para poder manejarse mejor y sin duda que lo hizo. Comencé a sentir el dedo gordo de su pie paseando por la entrada de mi vagina. No pude reprimirme y solté un suspiro mientras inclinaba mi cabeza hacia atrás y abría mis piernas un poco más. Nunca me había sentido penetrada con un dedo de un pie pero la maestría con la que lo hacía lo convertía en una sensación deliciosa. No pude soportarlo y bajé una de mis manos para acariciar su pie y a la vez insertar mejor su dedo.

A continuación y con naturalidad se calzó de nuevo, cogió su copa de champán en una mano y con la otra asió la mía. Me levanté y me indicó que tomaríamos el postre en otra estancia de la  casa. Me dejaba hacer sin saber porque, pero una nube esponjosa me transportaba adonde ella decía. Abrió otra puerta del otro lado del salón y apareció una sala con decorado totalmente oriental a los lados y con un tatami cubierto de una manta de terciopelo en el medio. Se sentó en la misma tirando de mi mano para que lo hiciese a su lado. Me recostó en la alfombra y abriendo un botón de mi camisa derramó un poco de champán sobre el inicio de mis pechos. Mirándome dirigió sus labios para sorberlo. Lancé otro gemido al notar su boca y su lengua en mi piel. Lo hacía delicadamente pero a la vez avanzaba con su lengua sin perder un segundo. Abrió 2 botones más, pasó una mano por debajo de mi espalda, desabrochó mi prenda interior y vertió otro poco de aquel líquido sobre mis pechos que ahora si estaban al aire. Mis pezones estaban totalmente endurecidos y no dudó en poner uno entre sus labios. Había llevado mi mano a su espalda totalmente desnuda y la acariciaba y empujaba hacia mí. Se incorporó, dejó caer su vestido y se deshizo de su ropa interior dejando solo sus zapatos puestos. Hasta desnuda era elegante. Se agachó de nuevo y mirándome terminó de abrir mi camisa sacándomela de inmediato, deslizó mi falda hacia abajo arrastrando con ella mi braguita. Estaba  desnuda y deseosa que continuase. Cogió de nuevo mi copa y la vertió toda sobre mi cuerpo. El champán se deslizaba hacia mi sexo y ella situó su lengua rozándolo mientras llegaban las gotas que se deslizaban por mis muslos hacia él. Me moví deseosa que atacara duramente mi coñito, necesitaba sentirla. Entendió mi gesto y dejó caer su lengua sobre mi clítoris dilatado. Aquella madurita me estaba volviendo loca en mi primera experiencia lésbica. No imaginaba pudiese ser tan maravilloso aquello. Su lengua recorría mis agujeritos dilatándolos al máximo y volvía a entretenerse en mi clítoris. Tenía ganas de estallar pero percibía que ella controlaba la situación para disminuir su movimiento según me veía más agitada. De repente giró su cuerpo abriendo sus piernas y sentándose a horcajadas acopló su sexo muy cerca de mi boca. Percibía la calentura del mismo. Tenía unos bonitos labios exteriores que aunque sería la primera vez que lo hiciese, estaba deseando probarlos. Saqué mi lengua y le rocé lentamente desde arriba hasta abajo mientras ella seguía trabajando en mí. ¡Qué maravilla de 69!. Me empeñe en sentir toda su humedad en mi cara y ella notando mi implicación se dejó caer un poco más quedando prácticamente encajonada mi cara dentro de ella. Se movía rítmicamente alrededor mojando completamente mis labios, mejillas, mi nariz se introducía dentro por momentos. Notaba como ella se había concentrado más en el disfrute que yo le daba y eso me encendía todavía más.

Se giró y me dijo: Ahora tengo una sorpresa para las dos.

No sabía que más podía esperar en mi primera experiencia en esa casa pero cogió un interfono que había en la habitación y que comunicaba con cualquiera de los que había en el resto de la casa y dijo: Ven

¿A quién le había hablado?. Me dijo: Es mi placer personal desde que mi marido se dedica a su secretaria. Súbitamente se abrió la puerta y apareció Juan, el jardinero. ¡No se había ido como yo había creído!. Se presentó completamente desnudo ante nosotras y ella me dijo: Úsalo conmigo si lo deseas.

Le di un beso en la mejilla y sonreí aceptando la invitación. Lucia había sabido prepararme para el momento y yo deseaba explotar de placer. Además la imagen de Juan, totalmente desnudo, dejaba ver una musculatura trabajada en el jardín excelente. Además su polla, no muy larga pero si gordita y totalmente excitada amenazaba a escasos centímetros de mi con destrozar mi cuerpo. Lucía agarró aquel pene en su mano y lo acarició ofreciéndolo con la mirada para mis labios. Estaba tan deseosa que aparté su mano y la engullí dentro de mi boca saboreándola con pasión. Lucía comentó: Juan es un poco rudo y no se para mucho en detalles pero follando es íncreible. Aquel comentario hizo que me encendiese más, sino lo estaba ya del todo, y sacase mi lengua con más vicio para recorrer toda la tranca de adelante hacia atrás. Ella saboreaba y palpaba mientras todo mi cuerpo con su boca y sus manos. Aquel chico joven y yo con aquella viciosa madura. Era una imagen caliente y perversa.

En un instante y sin más prolegómenos, Juan decidió que era hora de llenarme. Apartó mi cara y tal y como estaba de rodillas se situó detrás echando mi espalda hacia adelante y me empaló con total exactitud. Agarró mis nalgas con fuerza y comenzó un ritmo frenético. Era un salvaje totalmente desbocado. Notaba su gordo pene entrar y salir sin descanso. Solamente paraba cuando Lucía ofrecía sus labios a la salida de mi agujerito para darle una intensa chupada. Sino, él seguía mientras ella continuaba dilatando mi culito. Mis gemidos comenzaron a ser muy intensos debido al excelente orgasmo que estaba alcanzando. Él, continuaba a su ritmo sin parar sin reparar en mis gritos de placer. Pero decidió sin dudar que cambiaría de agujero que ya estaba bien dilatado con los lengüetazos que me había proporcionaba Lucía. El anal me encantaba, hacía que me sintiese sometida y me causaba mucha excitación. Entro suavemente pero en cuanto estuvo insertado dentro de mi volvió a decidir que partiría mi culo en dos dándome unas embestidas que me hacían enloquecer. Lucía había decidido tenderse en el suelo con las piernas bien abiertas y no dejaba de penetrarse con sus dedos totalmente empapados. Aquella visión de su coñito totalmente abierto y verla tan viciosa mientras apretaba sus tetas hizo que volviese a explotar de nuevo de una forma brutal.

Juan se salió de mí con su instrumento endurecido al límite y me apartó a un lado. Lucía se acercó me preguntó si había disfrutado y según le confirmé con mi mirada que sí, me indicó que le dejase a solas con él. Me sentí en ese momento un poco decepcionada pero después de haber disfrutado tampoco podía tener nada que objetar.

Me fui a mi casa y no dejé de pensar en la experiencia hasta que me quedé dormida. Al día siguiente, pensé que aquello había sido algo ocasional y me dirigí como todos los días a mi trabajo. A media mañana pasó Lucía por el despacho y dándome un cariñoso beso me invitó a tomar un café con ella en una salita que tenía preparada para su hobby de pintura. Hablamos un poco de la experiencia del día anterior. Yo le confesé que había disfrutado mucho y ella se mostró satisfecha de que hubiera sido así. Me comentó con toda naturalidad que su marido ya había sabido por sus propias palabras, en una de sus discusiones, su aventura con Juan. Eran un matrimonio con total poderío económico pero con una lamentable situación personal. Pero añadió poniendo una mirada inquieta que había llegado el momento de recuperar su relación y de sacarse de en medio a Sonia. Ingenua de mí, le pregunté cómo lo conseguiría. Ella me respondió mientras rozaba mi pierna con sus dedos: Contigo. Me quedé desconcertada y en mi mirada se notaba, por lo que ella prosiguió hablando expresando así sus palabras:

-      Mi marido y yo siempre habíamos tenido una relación personal muy satisfactoria. Habíamos educado a nuestros hijos y dedicado nuestro tiempo a ellos, a nuestras empresas, a viajar...pero nuestra relación sexual que había sido en su tiempo buena, había ido decayendo en intensidad y seducción. Hace unos años mi marido me propuso introducir una nueva persona en nuestra relación para avivar nuestro sexo pero yo le contesté con mi orgullo herido si se había vuelto loco ó si yo ya no era suficiente. Él me respondió que me adoraba pero que necesitaba a nivel sexual alguna cosa que volviese a despertar pasión para los dos. Decía que una cosa era el amor que sentía por mí y otra la parte sexual. No lo entendí y lo que conseguí fue que él tuviese sus relaciones íntimas con Sonia y yo por mi parte con Juan. Pero, después de examinar mi aventura y Abel la suya creemos que no es realmente lo que queremos, y si  disfrutar en común  con alguna persona que nos sea grata a ambos.

Hizo una pausa, sorbió un poco de café y siguió elaborando su alocución mientras mis ojos estaban totalmente abiertos:

-      Te contaré un secreto: Hemos hablado de esto y hemos hablado de ti. A mí me has resultado muy seductora como has visto ayer y él está encantado y atraído por ti para compartirte desde que entraste a trabajar aquí, según me dijo. Ayer quería ver cómo te comportarías conmigo y con otro hombre y he visto que eres la persona perfecta para nosotros.

Tembló mi voz pero me atreví a preguntar porque la persona elegida no era Sonia ó Juan y ella prosiguió contestando:

-      Habían sido dos personas para sus métodos de evasión individual pero ninguna de las dos les resultaban a ambos totalmente atractivas. Juan me ha dado placer pero no disfruto completamente con él ya que le falta sensibilidad, imaginación, juego. Y según me confesó mi marido, su secretaria, tampoco cumplía las premisas que a él le gustaban.

Continuó sin dejarme intervenir mientras entrelazaba una de mis manos entre las suyas.

-      En cambio tu eres dulce, sexy, perversa, sensual, sensible…Hemos follado el pasado fin de semana pensando en ti y hemos disfrutado como hacía tiempo no lo hacíamos. Hemos tenido una fantasía que queremos que sea una realidad continua.

Me quedó mirando cariñosamente mientras seguía acariciando mi mano.

Estuve unos segundo pensando mientras observaba agradablemente sus dedos recorrer mi mano. Pero una cosa era haber tenido una aventura un día con ella porque me había seducido fantásticamente y otra compartir con ella a su marido. Nunca me había planteado este tipo de aventuras y con una vez había sido suficiente. Se lo expliqué con mis temblorosas palabras. Había disfrutado una noche pero no quería repetir y menos intervenir entre ella y Abel. Además me había seducido y utilizado con Juan porque así lo habían decidido su pareja y ella. Mis últimas palabras fueron: Lo siento pero no puede ser.

Ella se levantó lentamente y paseó unos segundos como meditando mientras no apartaba la mirada de mí. Abrió un cajón del mueble rinconera que adornaba la estancia y cogió algo diminuto que no pude adivinar que era. Dirigió sus pasos hacia el respaldo de mi silla y se situó tras él. Pasó las yemas de sus dedos sobre mis hombros y mi cuello. Acercó sus labios a mi oreja y con voz susurrante me dijo: No tienes elección, será como nosotros digamos.

Cerré los ojos, repasando lo que había escuchado y levantándome enfadada contesté: No, no acepto esta proposición. Se acercó de nuevo y trató de convencerme dándome algunas caricias en mi cara que ahora eran rechazadas por mí. En mi interior me seguía atrayendo ella al igual que el día anterior pero no quería ser la habitual de ellos y menos establecer una relación continua con ella. Una aventura había sido suficiente. Además tenía a mi pareja.

Agarró mi cara con fuerza con una mano acercando la suya y me dijo: Te queremos y te tendremos para nosotros pero además serás bien recompensada en tu trabajo por ello.

Me asusté un poco con su actitud pero más cuando abrió su otra mano y depositó en la mía lo que había cogido en el cajón. Era un pendrive rosa. Y mirándome me indicó: Pues ver en tu ordenador lo que has hecho ayer y si lo ves positivo le podemos enviar la filmación a tu pareja. Me quedé perpleja mirándola. Como había podido filmarme para coaccionarme. Pensé en llamar inmediatamente a la policía. Pensaban que con su riqueza tenían acceso a todo. Pero a la vez reconocía mi interior que aquello en las manos de mi pareja sería una locura familiar inadmisible. Pero aún así y enfurecida tiré el pendrive al suelo. Ella con total pasividad me dijo: Pasado mañana llega Abel y me gustaría darle una agradable sorpresa de bienvenida. Además te diré como quiero que te vistas para nosotros. Y, dando un portazo se fue.

Al día siguiente mi jefa depositó una importante cantidad de dinero encima de mi mesa y me enseño lo que debía ponerme sin apenas saludarme. Me pasé el día entero pensando pero tengo que confesar que llegada la noche en mi casa y pensando en la situación conseguí una masturbación maravillosa.

El día X, Abel había llegado de viaje a eso de las 13 horas y me indicó algunas sugerencias de mi trabajo. No le noté nada extraño. Sonia preparaba algunos documentos y yo intentaba concentrarme en lo que me había ordenado mi jefe. Por un momento mi vista se fijó en Abel. Me resultaba muy amable pero nunca lo había visto como objeto sexual y tampoco era capaz en aquel momento de visualizarlo de esa manera. Pero a la vez pensé en cómo se follaría a mi compañera Sonia. Ella se acercó a mi lado a hacer una fotocopia y deseé preguntarle si disfrutaba con él.

Había terminado mi jornada y mi jefe había salido. Sonia recogió sus cosas y también se marchó. Y en ese momento sonó el interfono de la oficina. Contesté y era Lucía. Ese día antes de ir a la oficina me había ido a comprar la ropa ordenada y se la había entregado a ella a mi llegada. Me dijo que la acompañara en el gran jacuzzi que tenían en una de las habitaciones. Desde el día de la conversación ella se mostraba fría conmigo y aunque le había entregado la ropa en la mañana como gesto de aceptación de sus condiciones tampoco había mostrado demasiada expresión en su cara.

Abrí la puerta de la habitación del jacuzzi y un vapor muy denso lleno mi cara. Había una pequeña luz indirecta en una esquina y apenas podía ver a Lucía. Ella estaba totalmente relajada metida dentro y con mucha espuma a su alrededor. Habló muy suave diciendo que me desnudase y me metiese con ella que había que preparar la sorpresa para Abel. Me desnudé y me introduje a su lado. Cogió una esponja y empezó a pasarla por mi cuerpo mi despacio. La verdad que a su lado me seguía sintiendo muy relajada pero no sabía cómo sería después con su marido. Mientras empezó a susurrarme frases:

-      Quiero que tengas un buen aroma en todo tu cuerpo para él.

-      Después te pondré crema en todo tu cuerpo para que estés muy suave.

-      Nos harás disfrutar muchísimo

-      A partir de ahora estarás cuidada por nosotros pero tu obligación será darnos placer cuando lo necesitemos

No paraba de tocarme y yo disfrutaba con esa sensación y a decir verdad me estaba poniendo caliente.

Salimos del jacuzzi y me acostó en una camilla cubriendo mi cuerpo totalmente con crema. Me sentía como una reina tratada. Paseaba sus manos por mi cuerpo y yo desearía en ese momento hacerle lo mismo a ella. Lanzó una observación: Esta será la única vez que te preparo yo para mi marido. A partir de ahora quiero que esté todos los días muy presentable y con un muy buen aroma y suavidad en tu cuerpo.  Diciendo esto abrió mis piernas y llevando sus manos a mi sexo comentó que había que eliminar esos restos de pelo. Lo tenía semirasurado pero ella dijo que a él le gustaría totalmente afeitado y con mis prominentes labios muy a la vista. Me afeitó con total delicadeza y de nuevo untó sus manos en crema para aplicarla en esa zona. Mi calentura iba en aumento acorde con la preparación que estaba recibiendo. Cuando acabamos me explicó donde los esperaría vestida tal y como había decidido.

Allí estaba sentada en aquel amplio sofá de piel rojo recostada. Contrastaba con mi ropa que aunque toda de piel, era en negro. No llevaba ropa interior según me ordenó Lucía. Cazadora negra, corta, muy ajustada a mi cuerpo, con la cremallera semiabierta que parecía que mis pechos quisieran salir hacia afuera, falda muy corta, medias de rejillas negra, botas de tacón alto con la caña por encima de la rodilla, y mis manos enfundadas también en unos guantes negros de piel muy suave. Me sentía muy sexi y perversa. Creo que aunque un poco en tensión esperando la llegada de la pareja, también ansiaba explotar mi aspecto y ser una putita para ellos. Solo iluminaban la estancia un par de preciosos candelabros negros situados en dos esquinas opuestas.

Escuche pasos acercarse y mi corazón latía con fuerza. Entro Lucía. Se dio un paseo acercándose y haciéndome una señal con el dedo de que permaneciese en silencio. Estaba embutida en un traje-media  de arriba abajo y llevaba unos zapatos de tacón, todo en negro. Hizo despertar mi instinto al verla así vestida y le guiñé un ojo de complicidad. Me sentó en dirección a la puerta con las piernas muy abiertas por lo que mi coñito quedaba completamente desnudo para observarlo perfectamente cuando entrase Abel. Cogió de un rincón una capucha también en piel y me la puso en mi cabeza.  Quedaban mis ojos, mi nariz y mi boca al aire pero aquello de que no me reconociese en principio incrementó mi perversión.

Sentí sus pasos dirigirse a la puerta de nuevo y escuché estas palabras: Cariño ya puedes venir que tu regalo está perfectamente preparado. Vi entrar a mi jefe solo vestido con un bóxer. Quedó petrificado. Pero ella le hizo reaccionar mientras vi como su polla se endurecía inmediatamente bajo su prenda y le dijo: Cabrón ahora si tendrás el juego que siempre has deseado!!!

Quítate el bóxer y ponte de rodillas le ordenó. Al momento fijó a su cuello una correa de piel para perros y azotó su culo con una fusta que había asido perfectamente en su mano derecha.

Prosiguió con sus ordenes:

-      Vete acercándote y huele todos los rincones de nuestra pieza.

Yo nunca había estado en una situación similar y tampoco nadie me había contado haber vivido algo parecido. Pero me estaba enloqueciendo ver a aquella dama así enaltecida dando sus órdenes a mi querido jefe. Él se acercó de rodillas mientras ella marcaba la distancia tirando del collar de su cabeza para que no me tocase. Olisqueaba todos mis rincones según ella le iba orientando. Lo dejo largo rato con su nariz cerca de mi coñito y yo deseaba que sacase la lengua y lo rozase pero ella no se lo permitía. Le preguntó: ¿Te gusta su aroma?. Él respondió: Si mi ama me encanta!!!.

Ahora su segunda orden: Saca tu lengua y pásala por sus botas y ropa de piel.

Le dio un fuerte tirón a la cadena que dirigió su cara hacia mis botas. Yo permanecía impasible pero mis ganas de tocarme iban en aumento por el morbo de lo que estaba viendo. Sacó su lengua y lentamente fue avanzando por las botas desde el tacón, siguiendo toda la longitud que alcanzaban por encima de la rodilla. Después lo dirigió hacia mi falda y cazadora y mientras me ordenó: Vete tocándote para que el vea lo que se perderá sino se comporta adecuadamente. Yo necesitaba lanzar mis dedos en mi rajita y así lo hice inmediatamente. El lamía y mordía mi cazadora con ardor por encima de mis tetas. Notaba su deseo en sus formas y su mirada. Además veía su falo totalmente levantado. Él disfrutaba con la aventura y yo más. Llevó su lengua a mi capucha. Notaba su ansiedad en su respiración. Noté su roce en mi nariz y boca descubiertas pero sin su ama dejarle detenerse en ellas.

Habló de nuevo Lucía: Ahora coge tu polla y rózala con la piel de su capucha.

Como una animal en celo se subió al sofá y asiendo su polla con una mano comenzó a rozarla. La notaba palpitar y deseaba mientras seguía masturbándome que la dejara delante de mis labios para poder saborearla. Me estaba convirtiendo en una zorra deseosa. El mismo deseo tenía él, por lo que dejó acercó su gorda punta a la entrada libre que dejaba la capucha. Pero, un fuerte latigazo de la fusta cayó sobre su pene. El lanzó un gemido de dolor bajando del sofá inmediatamente.

Le advirtió: Si vuelves a intentar algo así te castigaré con dureza.

El asintió con su cabeza.

Lo dejó separado, a un metro de mí. Ella repentinamente deslizó la cremallera de mi cazadora hasta el final y mis pechos quedaron al aire. Los tanteó con su fusta y pegando en uno de ellos con más fuerza exclamó: Todavía quiero esos pezones más duros. Sentándose en el sofá y abriendo sus piernas dijo: Ven y rózalos con mi coñito. Quiero sentir tus pezones mojados en mí. Me arrodillé delante de ella y así lo hice. Su rajita estaba empapada y mis pechos resbalaban alternativamente en ella. Mi culo quedaba en pompa mientras permanecía así de rodillas y estaba muy cerca de la cara de nuestro “perrito”, por lo que ella dijo: Cabrón deja caer tu saliva en el culito de esta zorra. Noté que el escupía mi culito. Yo lo elevé más para dejarlo más a la vista de él. Ella disfrutaba con la masturbación con mis pezones pero no dejaba de controlar que él no me rozase de nuevo con su lengua. De vez en cuando dejaba caer su fusta en mis nalgas como apercibiéndolo de que si me rozaba caería en su rostro.

Estaba disfrutando nuestra ama con nosotros pero quería hacerlo más. Por este motivo cogió un vibrador que había dejado a su alcance antes de iniciar la sesión y separando mis tetas lo introdujo en su coñito caliente. Me ordenó que la parte posterior la metiese en mi boca y comenzase a follarle con él. Me gritaba: Dame placer furcia y dejaba explotar de nuevo la fusta en mis nalgas. Yo me ponía más caliente con aquellas palabras y viéndola gozar. Movía su pelvis cada vez más rápido hasta que vi que agarraba sus tetas con sus manos, estrujándolas y gritando como una posesa que se corría.

Se levantó nos susurró: Como habéis sido buenos os concederé un premio.

Pronto supe a que se refería. Cogió un gel y comenzó a untarnos nuestros culitos con el mismo a la vez que agarraba un doble falo de látex en su mano. Giró tirando de la correa a su marido dejando su trasero a escasos centímetros del mío. Y, comenzó a encularnos a los dos con aquel doble pene. Comenzamos ambos un movimiento rítmico y bien sincronizado como sino fuese nuestra primera vez. Ella mientras se situó bajo nuestros cuerpos y mientras introducía una de mis tetas en su boca le ordenaba a él que chupara su coñito de nuevo.

El soltaba algún gemido mientras lamía aquel agujero de su ama-esposa y yo estaba disfrutando como una loca con los empujes que el me daba. Ella agarró con una de sus manos aquella doble polla y comenzó a moverla con más ímpetu mientras mordía con pasión uno de mis pezones. Noté por como apretó sus labios y sus gemidos que volvía a correrse de nuevo.

Nos separó y me empujó para ponerme boca arriba en el suelo. A él lo situó delante de mí y le dijo: ¿ Tienes ganas de correrte encima del coñito de nuestra putita?. El asintió con la polla muy excitada entre sus manos. Y a mí me dijo: Tú mastúrbate hasta el orgasmo con tus manos mientras notas como cae su leche encima de ti. Pero antes quítate la capucha para que vea encima de la zorra que se va a correr.

Saqué mi capucha y vi como él al descubrirme se ponía todavía más cachondo comenzando una intensa masturbación para estallar dejando escapar toda su leche caliente encima de mi húmedo sexo. Notando su leche entre mis dedos y mi coñito estallé en un magnífico orgasmo que me hizo jadear de locura.

A partir de ese momento me convertí en la más fiel secretaría. Cumplíamos ambos las reglas que nos marcaba nuestra ama disfrutando al límite en muchas ocasiones. Mi compañera Sonia pasó a permanecer todo el día en la oficina, siendo yo la que acompañaba a Abel en todos sus desplazamientos pero cumpliendo a rajatabla todas las órdenes de Lucía las cuales comentaré en otro relato.

Gracias  a los lectores

Dannyx