La sumisión de Rocío (X)

Capítulo final. Duro.

El confinamiento terminó aquí en España, y con él, poco a poco, se fue diluyendo mi dominio sobre Rocío. Después de terminar el estado de alarma ya no pude seguirla reteniendo en casa mediante ningún tipo de chantaje, y solo accedió a venir a diario a hacerme una mamada. Esa era su última oferta, y yo la tomaba o la dejaba. Me expuso la situación claramente, se había dado cuenta de que le haría más daño a su hijo siendo mi puta -y pronto la de él- y soportando aquellas vejaciones que parándome los pies, aún sabiendo que eso implicaba que Iván se quedaría conmigo. Por otra parte, tampoco podía usar aquel vídeo o cualquier otro tipo de chantaje contra ella, pues a este respecto había sido muy clara: "mis mamadas se harán virales en la red, pero tú te vas a la cárcel a poner el culo". En resumen, me tenía cogido por los cojones.

Al principio, aquella "nueva normalidad" consistente en venir a diario a ver a su hijo y de paso hacerme una mamada me pareció muy poca cosa, pues no en vano había sido el dueño absoluto de aquella hembra y estaba acostumbrado a disponer de su cuerpo a mi antojo no menos de cuatro veces diarias; pero pronto no tuve ni eso, pues a principios de junio Rocío encontró un empleo, y ya liberada en el plano económico, se limitó a venir una vez por semana a casa. Ella sabía que venir a verme era el único modo de mantener el contacto con su hijo, quien además había cumplido en esas fechas los dieciocho y sobre el cual ya no tenía potestad alguna, pero prefería verlo solo una vez a la semana con tal de someterse lo mínimo posible a mis deseos.

Las semanas pasaban y yo estaba cada vez más obsesionado con Rocío. No podía olvidar hasta qué punto había sido mía, y me mataba a pajas pensando en ella y viendo el vídeo que habíamos grabado. Cuando llegaba el viernes, día en que venía a ver a su hijo y en consecuencia a chupármela, yo la tenía a reventar desde primera hora de la mañana, y cuando al fin la tenía ante mi con sus tetazas, las cuales ya no me pertenecían y ella exhibía con desproporcionados escotes, cuando la tenía en cuclillas ante mi miembro, apenas era capaz de aguantar un par de minutos antes de correrme. Ese era mi goce semanal, el goce de quien un día lo había tenido TODO, dos tristes minutos de placer.

Rocío, además de venir con ropa entallada marcando tetazas y culo para joderme bien ahora que solo tenía derecho a su boca de mamona, se mofaba de mí a la primera oportunidad. Se burlaba de lo rápido que me corría y de que después de follármela a pelo durante todas aquellas semanas no hubiese sido capaz de preñarla. Me llamaba "buey" y "picha rápida", y yo tenía que joderme si no quería perder lo poco que me quedaba ya de su disfrute. Hubiera podido recordarle todo cuanto le había hecho, preguntarle si todavía le dolía el culo y si le gustaba su nuevo corte de pelo, pero era mejor callar y recibir sus labios de chupapollas en mi glande. Poco después no tendría ni tan siquiera eso, puesto que las dos últimas veces que vino solo accedía a pajearme. Llegaba, me bajaba la bragueta, sacaba mi polla y la machacaba durante un par de minutos, hasta que yo me corría en el suelo. Después se lavaba las manos e iba a charlar un rato con su hijo.

Intenté, por supuesto, encontrar la manera de revertir la situación. De hecho, no pensaba en todo el día en otra cosa. Tenía la baza de Iván, y el chico estaba totalmente de mi parte, pero no había manera de conseguir utilizarlo para que su madre volviese a ser mi puta. Es más, cada vez tenía más claro que a Rocío le tiraba más el dinero que su propio hijo, pues justamente desde que había conseguido aquel nuevo empleo, había empezado a venir con cada vez menos frecuencia. Encima, mi situación económica no era nada buena, y ella seguramente no tardaría en empezar a follarse al dueño de la empresa alimentaria para la que ahora trabajaba como secretaria, con lo que mis opciones de recuperar el control sobre ella eran casi nulas.

Cuando finalmente a principios de esta semana me anunció que vendría solo una vez al mes, y tras amenazarla con no dejar que viese a su hijo y no conseguir reacción alguna por su parte, decidí hacer un último intento a la desesperada. Resolví quemar mis naves, y concebí un plan que era en sí una locura, pero también la única posibilidad de volver a gozar de sus tetas, su culo y su boca.

Aquel plan podía llevarme a prisión, y lo sabía, y sabía perfectamente lo que allí me esperaría y que no podría soportarlo. Yo no soy un hombre fuerte, y la cárcel no tardaría demasiado en acabar conmigo. Pero en base a mi plan, si yo iba a la cárcel Iván también iría. El chico era ya un adulto, y si íbamos a someter a su madre contra su voluntad los dos juntos, ninguno se libraría de ir a prisión si ella nos denunciaba. Claro que podía ser que ella solo me denunciase a mí, por lo que habría que poner de nuevo la cámara a grabar. Debía quedar constancia de que todo lo habíamos hecho entre los dos, y ella debía saberlo, pues solo así me aseguraría evitar su denuncia por el bien de su hijo. ¿Podía ser que nos denunciase igual, a sabiendas de mandar también a Iván a prisión? Sí, pero era un riesgo que había que correr.

Convencer al muchacho no fue difícil, pues pienso que el cuerpo de su madre lo obsesionaba tanto como a mí. Además, le había comido la cabeza haciéndole creer que tenía pruebas de que su madre había conseguido el nuevo empleo a base de comer rabos. "Ya ves, chico, tu madre se la ha mamado a la ciudad entera, solo a ti te tiene vetado. Para ella tu desahogo no significaría gran cosa y para ti lo es todo, pero a ella eso no le importa. Si hubieses visto las fotos que me enseñó aquel detective... debí llevarte conmigo a verle. Es increíble, pues tu madre no solo se tira a su jefe, sino que se trabaja a los mejores clientes. Cuando un empresario del sector hace un gran pedido, tu madre le da su bonificación en carne." En este contexto, no era de extrañar que Iván ni lo dudase cuando le expliqué mi plan.

Como digo, el lunes de esta semana fue el día crucial, el día en que decidí cruzar otra línea roja, y el día convenido para cruzarla era hoy. Llamé a Rocío y le dije que Iván había decidido plantar sus estudios -el muchacho había suspendido la selectividad hacía pocos días y ella lo sabía-, que no pensaba presentarse en septiembre y que yo estaba de acuerdo. Aquello la enfureció y quiso hablar con él al momento. "A saber que nuevas ideas le estás metiendo en la cabeza, gilipollas", me dijo. Total, que empleando la psicología inversa y poniendo mil y una trabas para que viniese a verlo, conseguí que, tal y como había planeado, se presentase aquí esta mañana antes de ir al trabajo. ¡Y cómo iba vestida para ir al trabajo! Por un momento, dudé si con lo que le había contado a Iván de cómo su madre había logrado conseguir ese empleo no me quedaría corto. Rocío entró por la puerta con un top de ombligo descubierto, uno de esos que se atan al cuello y a la espalda completamente ceñidos y el cual llevaba sin sujetador. No solo sus descomunales tetas estaban a punto de destrozar las costuras de aquella exigua tela, sino que sus enormes pezones se marcaban completamente. Cualquier clientes que entrase en su oficina al ver aquello tendría para pajearse un año entero. Por si esto fuese poco, la muy puerca llevaba una microfalda blanca completamente ceñida a sus glúteos, la cual le marcaba claramente el tanga. Para terminar, unos taconazos negros que realzaban sus eternas piernas. Hasta aquel corte de pelo todavía al dos o al tres le quedaba bien, dándole un aire "guerrero".

-Aparta, imbécil -me dijo al entrar, mientras se quitaba la mascarilla y la metía en el bolso-. ¡A ver! -continuó-, ¿dónde está mi hijo?

-Estoy aquí, mamá -dijo Iván a su espalda, y acto seguido le puso el largo cuchillo en el cuello.

-¿Lo recuerdas? -intervine yo-, es el que me pusiste aquella vez en los cojones.

-¡Qué coño haces, Iván! ¡Deja eso, joder!

-Lo dejará en un momento, puerca; primero voy a esposarte. -Así lo hice, esposándola con las manos a la espalda y tirándola de un empujón contra el sofá, pasé a leerle la cartilla-: Mira que eres guarra, Rocío -le dije-, ¿tú crees que se puede ir así por la calle? Eres una furcia y una calientapollas, y por eso te pasan estas cosas.

-Suéltame, cabrón, o te juro que al salir de aquí me voy directa a comisaria.

-Mamá -dijo Iván alejándose hacia el armario en que guardábamos la cámara y el trípode-, si denuncias a papá tendrás que hacerlo también conmigo -ya montaba el aparato-, pues vamos a participar los dos de todo y los vamos a grabar como prueba.

-¡Estáis locos! ¡Estáis como putas cabras! ¡¡¡Os denunciaré a los dos si hace falta, os lo juro!!!

-Cálmate, putita -dije acercándome a ella y empezando a magrearle las tetas por encima del top. ¡Qué gozada! Ya no recordaba lo que era amasar esos tetones; la muy zorra se retorcía intentando zafarse, esposada como estaba-. Cálmate -continué-, será mejor para ti. La última vez te rape el pelo, y hoy estoy dispuesto a marcarte la cara con ese cuchillo como no te comportes. ¿Te imaginas? Seguro que aun así muchos querrían seguir disfrutando de tu cuerpo, pero tu rostro quedaría marcado de por vida. A ti no te tembló la mano cuando estuviste a segundos de cortarme los cojones, y a mí tampoco me va a temblar si tengo que marcarte.

-¡Iván! -gritó entre lágrimas-, ¿estás oyendo a este psicópata? ¡No irás a permitirlo!

-Papá no quiere recurrir a eso -dijo el chico, en tono sereno-, pero si tú no te comportas lo habrás obligado.

Seguí magreando las tetas de Rocío un poco más, hasta que decidí que era el turno de Iván. El muchacho empezó a sobar a su madre también por encima de aquel top, mientras yo me sacaba la polla.

-Lo primero que harás será chupárnosla -la levanté del sofá por la fuerza y la arrodillé en el suelo, Iván también se sacó la polla-, dado que no puedesusar las manos, irás pasando de una polla a otra alternativamente. Y ojo con hacer ninguna tontería o ya sabes lo que te espera.

-Eres un hijo de puta -me dijo, intentando no sollozar más-, pero me las vas a pagar. ¡Te lo juro! No pararé hasta que pague por lo que me has hecho a mí y a mi hijo, por esto para él tam...glupppp -la metí en su boca de improviso.

-Venga, no nos pongamos sentimentales. Come y calla, puerca.

Agarré a Rocío de las orejas y me follé su boca como un animal. Después de siete u ocho embestidas, la saqué para que respirase.

-Ahhhhhh -tomó aire-, eres... eres un hijo de... plaaaaassss- le crucé la cara con la polla.

-Venga, a chupársela a Iván, ¡vamos!

Sin más opción, Rocío empezó a trabajar con sus gruesos labios de mamona el miembro de su hijo. El muchacho ponía los ojos en blanco, se veía que aquella mamada lo estaba enloqueciendo. Dejé que se la chupase un minuto entero, y después la obligué a pasar a mi polla de nuevo. Fuimos alternándo nuestros rabos en su boca unos minutos, hasta que Iván me pidió permiso para liberar las tetas de su madre. Le desató aquel top y sus tetazas quedaron libres y expuestas ante nosotros. Iván empezó a devorarlas, pasando de un pezón a otro como un loco. Mientras tanto, yo le pasaba a Rocío la polla por la cara y le recordaba lo cerda que era. Al fin, como poseído, Iván metió la polla entre las tetas de su madre y con las manos las agarró para aprisionarla y poder follárselas. La polla del chaval ni se veía entre aquellas ubres. La embistió diciéndole todo tipo de guarradas durante treinta segundos, hasta que la sacó y se corrió sobre ellas, apuntando alternativamente de una a la otra y dejándolas llenas de lefa. Yo estaba también a punto de correrme y lo hice en su cara. Mi lefada le caía por el mentón como una barba blanca y gelatinosa.

Mientras nos recuperábamos, Iván fue a por unas cervezas, las cuales nos bebimos de un par de tragos. Estábamos como locos por seguir disfrutando de Rocío, y lo que venía ahora era algo especial.

-Seguro que hay pocas cosas que una puerca como tú, Rocío, no haya hecho aún el terreno sexual -comencé-, pero la que viene ahora quizá sea una de ellas.

-Escucha, Juan Luis, por favor... -empezó ella, conciliadora y en un tono mucho más apropiado. Parecía que habíamos logrado domesticarla-, ya os la he chupado, y puedo volver a hacerlo... puedo mamárosla mucho mejor... no es necesario hacer ninguna otra...

-¡Calla y escucha a mi padre, putón! -la atajó Iván.

-¡Bien dicho, muchacho! -aprobé-, como te decía, lo de ahora quizá no lo hayas probado, pues vamos a follarte los dos a la vez, uno por delante y otro por detrás.

-¡No, por favor! -suplicó.

-Sí, sí -continué-, y además, lo haremos del siguiente modo: Iván te follará el coño y yo el ojete. De esa forma el se desvirga, y yo que la tengo mucho más gorda te rompo el culo para que el marica de tu jefe sepa que no eres kilómetro cero precisamente.

De poco le sirvió a Rocío suplicar primero y amenazar de nuevo después. Entre los dos, y esposada como estaba, la sometimos con facilidad. Hubo de tumbarse sobre Iván, quien la penetró perdiendo el virgo con su propia madre, y lo cabalgó con la propia inercia de mis embestidas desde atrás. Yo la montaba y le taladraba el ojete con insistencia, con mucho más aguante ahora que ya me había corrido instantes antes. Al cabo de unos minutos Iván anunció que se corría, de lo que yo deduje que no quería hacerlo en el coño de su madre. Preferí no forzar la situación y nos intercambiamos. Así el pudo catar el ojete perforado de su madre, en el cual so polla casi podía bailar, y tras entrar en dos ocasiones en ese nuevo agujero, se corrió en él sin más demora. Yo, entre tanto, obligué a Rocío a cabalgarme. La azotaba en el culo desde mi posición y la animaba a darme lo mío.

-¡Vamos, yegua! ¡Cabalga mi polla, pedazo de puta!

-Hijo de puta, cabrón... te juro que...

-No jures tanto, perra, o te pongo otra vez mirando a Cuenca.

Ver sus tetas saltar de arriba abajo era una auténtica gozada, y no tardé mucho en correrme. Lo hice de nuevo en su coño, deseando preñarla de una vez por todas y demostrarle lo macho que era. Después Iván trajo otras dos cervezas y nos sentamos a bebérnoslas mientras ella, arrodillada, nos la chupaba de nuevo. Aquello duró un buen rato, pues nuestras pollas empezaban a acusar el esfuerzo. Rocío la mamaba con calma, pasando de una a otra y ya sin protestar, lo que yo interpreté como un acto de rendición.

Y así fue como me confié y comí un error fatal. Rocío nos trabajaba las pollas sin prisa, lamiendo los troncos y envolviendo nuestros glandes con sus carnosos labios. Iba de una polla a otra sin prisas. Después de un buen rato así, empezó a comerle los huevos a su propio hijo. Se los metía en la boca y los paladeaba, primero uno a uno y después los dos juntos. Yo quise hacerme el gallito.

-Cómete los míos, Rocío, a ver si te caben mis dos cojones en la boca como los del crío.

Supongo que era algo así lo que ella estaba esperando que sucediese, imagino que por eso mismo se empezó a comer los huevos de Iván por iniciativa propia. Y así fue como pasó a mis cojones, y empezó a comérselos también uno a uno. Yo me mofaba de ella y se los ponía en la cara. Mis dos enormes cojones colgaban a ambos lados de su nariz y después ella volvía a echar la cabeza hacia atrás para comérselos. Iván me reía las gracias. Rocío se los comía los dos juntos. Mis dos huevazos le cabían a la vez en su gran boca de chupapollas. Todo iba bien hasta que de repente sentí un dolor inmenso en esa zona. La muy puta me había mordido con todas sus fuerzas, teniendo mis cojones en la boca, y me los había arrancado de cuajo.

Después me desmayé. Al final Rocío había consumado su más cruel venganza.

Gracias por leerme. Os espero en nuevas sagas.