La sumisión de Rocío (VII)

Iván -el hijo de la tetona- y yo vamos estrechando nuestros vínculos.

En los siguientes días me fui aproximando cada vez más al chico. Intentaba pasar tiempo con él, ya fuese jugando a la videoconsola o ayudándole con las tareas que le mandaban por mail desde el instituto. Aprovechaba para hacer que se sintiese escuchado y comprendido, comportándome con él como un verdadero padre. Incluso más que eso, pues además era su confesor y confidente. Nada de lo que el chico me contaba recibía censura por mi parte, más bien todo lo contrario. Cuando me contó cómo se había sentido cuando la calientapollas de la clase le había mandado unas fotos semidesnuda para después dejarlo en la friendzone, aproveché para contarle cuántas otras veces yo me había sentido humillado por las mujeres.

-¿Son todas así, papá?

-Todas las que se lo pueden permitir. Cuando una mujer se sabe una hembra poderosa, siempre aprovecha las armas de su atractivo. Por eso tu padre tiene que follarse a mamá por el culo; de esa manera ella va comprendiendo cuál es su lugar.

-Tranquilo, papá, sé que solo buscas lo mejor para esta familia.

Como digo, cada día que pasaba nuestro vínculo crecía. El muchacho me lo contaba todo, e incluso habíamos empezado a ver juntos alguna peli porno. No fui tan torpe como para ponerle una de amor filial ya de primera, pero en cambio sí le presté algún libro de Freud con un par de capítulos reseñados, para que pudiese comprobar que el haberse excitado sexualmente con su madre no era nada de lo que avergonzarse.

-Los hombres siempre nos sentimos atraídos por nuestras madres, basta con ver la cantidad de escenas madre-hijo que ruedan las productoras más destacadas del porno internacional -le dije en una ocasión.

-¿Entonces, tú no crees que deba sentirme culpable si alguna vez me excito pensando, por ejemplo, en las tetas de mi madre?

-¡Claro que no! Mira, muchacho, es algo universal. Ya lo dijo Freud hace muchos años. ¡Y encima con la madre que tú tienes! Si no te sintieses excitado cuando la ves en acción, como te ocurrió el otro día, sería que algo no va bien ahí bajo tus pantalones.

-Gracias, papá. De verdad, no sabes lo mucho que me alivia siempre hablar contigo de cualquier tema que me preocupa. Ojalá -se detuvo un instante, como haciendo acopio de fuerzas para completar la frase-, ojalá fueses mi padre de verdad.

-Bueno, Iván, no soy tu padre biológico, pero eso no quita que no me puedas considerar tu padre. Yo incluso estaría dispuesto a darte mis apellidos, si tu quisieses. Vas a cumplir los dieciocho el mes que viene, ¿no es cierto?

-Así es, papá.

-Bien, pues en ese momento no necesitaremos del consentimiento de tu madre para que te dé legalmente mi apellido, siempre que tú quieras, claro.

-¿Lo dices en serio? -Preguntó, con los ojos húmedos de emoción.

-¡Por supuesto!

-¡No sabes cuánto valoro todo lo que haces por mí! ¡Nunca podré agradecerte todo esto, papá!

-Oh, bueno, no olvides que si sigo teniendo mis huevos aquí colgando ha sido gracias a ti.

Mi relación con Iván, y mis actitudes manipuladoras anteriormente descritas, no respondían solo a un deseo de humillar a Rocío del modo más doloroso por querer castrarme. No era solo eso, como digo, pues también existía en mí un deseo de redención. ¿Por qué no podría yo ser el padre que ese muchacho no había tenido? Tal vez saliese algo bueno de todo esto, pensaba; quizá tendría una oportunidad de demostrarme a mí mismo que no era el monstruo que últimamente aparentaba.

Pero nuevamente el conflicto surgía en mi interior pues, finalmente, sabía que mi sed de venganza me obligaría a servirme del chico para mis planes, lo cual retornaba a mí aquel amargo sentimiento de culpa. Entre tanto su madre estaba bastante nerviosa, pues no se le escapaba que me estaba ganando la confianza del chaval. Se mostraba servicial conmigo en la cama, fundamentalmente porque sabía que no tenía otra opción, pero se resistía a llamarme "amo" o "señor" cada vez que se le cruzaban los cables. Además, tuve que poner férreas normas para cubrirme de otro intento contra mi persona, pues incluso teniendo aquel vídeo como as en la manga no podía descartar que Rocío, indomable como era, atentase contra mi persona. Así, le hice saber que todo lo que cocinase para mí lo comería también su hijo, amén de otro tipo de precauciones.

En los días siguientes a la grabación del vídeo, me abstuve de tener sexo con Rocío delante de Iván. Por un lado, no quería apretar tanto a Rocío mientras no fuese necesario, pues podía volverse en mi contra; y por otro, tenía que estar seguro de que Iván estaba de mi lado al 100% antes de dar un nuevo paso. No obstante, en la intimidad no dejaba pasar oportunidad alguna de emputecer a Rocío. La muy guarra se sabía ya todas mi preferencias, y con tal de que no descargase en su coño me hacía una y mil maravillas con su boca, tetas e incluso con el ojete, el cual meneaba bastante bien.

Un nuevo problema apareció cuando Rocío se enteró de que la empresa había cerrado. Yo daba por sentado que, en vista de la situación actual, poco importaba ya que supiese aquello, y si bien no me molesté en decírselo, tampoco me preocupó que lo sospechase. De ese modo, dejé de pedirle que dedicase tiempo al trabajo, y pudo comprobar que yo mismo jamás subía ya a la oficina. Fue entonces cuando se le ocurrió llamar a Miguel, mi gestor, sin siquiera consultármelo, para preguntarle por las cifras de la empresa. Esa zorra no solo no acababa de someterse por completo, sino que se tomaba incluso licencias de esta índole. No conforme, al corroborar sus sospechas, bajó a formarme un escándalo. Que si le había mentido, que si la había utilizado, etc. Le pregunté, lo más tranquilamente que pude, si no tenía bastante con ocuparse de su situación actual como para seguir obsesionada con el dinero.

-¡Pero es que así no voy a cobrar ni el ERTE! ¡Me ha dicho Miguel que la empresa está finiquitada, y que no tengo prestación alguna más allá de unos meses de paro!

En ese momento Iván, que ya me tenía acostumbrado a ayudarme con el trabajo sucio sin necesidad de pedírselo, intervino:

-¡Joder! ¡Mira que eres rata, mamá! ¡Solo te importa el puto dinero!

-¡Tú a callar, Iván! -le dijo ella.

-¡Tú no me mandas callar! ¡Digo lo que me sale de los huevos! Si alguien tiene que decirme si hablo o no ese es papá, que para eso nos mantiene. ¡Tú ponte a fregar y a hacerle la comida, y ya verás que no te falta de nada!

Rocío se puso echa una fiera y se abalanzó contra mí, poniendo su cara a escasos centímetros de la mía en cara actitud de desafío.

-¡Mira lo que estás consiguiendo, hijo de puta, Iván nunca me había hablado así! ¡Te juro que...!

-¿Qué? ¿Qué piensas hacerme, Rocío? Todavía no entiendes tu situación. No hay manera de meterte en esa cabecita quién tiene la sartén por el mango -decidí poner las cartas boca arriba-. He estado hablando con Iván, y voy a formalizar su adopción el mes que viene.

-¡¿CÓMOOOO?!

-¡Lo que oyes, mamá! -Intervino él-, ¡y no podrás impedirlo, pues tendré los dieciocho!

Aquello encolerizó más aún a aquella portentosa rubia, que se me encaraba roja de ira, separados solo porla distancia que entre nosotros interponían sus tetazas. La muy puta me agarró por los cojones:

-¡Cómo me quites a mi hijo te arranco los huevos, cabrón!

Instintivamente, y a la par que soltaba un grito de dolor, la empujé con fuerza contra el sofá para zafarme de ella.

-¡Maldita puta! -acerté a decir, doliéndome de los huevos y llevándome la mano a la entrepierna.

-¿Estás bien, papá?

-Sí, Iván. No te preocupes. Tu padre -dije mientras me desabrochaba el cinturón- tiene que darle un buen escarmiento a mamá, espero que lo entiendas.

-Sí... -dijo, como si lo asaltasen ciertas dudas-, sí, claro... -pero se rehízo-: Por supuesto, papá -dijo al fin con firmeza.

-Sabes que solo quiero lo mejor para todos.

-Lo sé, papá.

-Y a esta guarra hay que educarla con mano dura -enrollé un extremo del cinturón en mi mano.

-Estoy contigo, papá, sabes que te apoyo en todo.

Rocío seguía en el sofá, mirándome con una mezcla de miedo y asco en los ojos. Me acerqué a ella, la agarré del cabello con fuerza y la volteé, aprisionando su cara contra el sofá.

-Ahora, puta, quiero que te bajes los pantalones: te voy a encular delante de nuestro hijo, pues tienes que aprender a comportarte.

Rocío no obedeció. Entonces descargué mi cinturón contrá su trasero: aquel latigazo zumbó en el ambiente unos segundos, entremezclado con el grito de dolor de Rocío.

-¿He de repetirlo, puta?

Rocío, sumisa, empezó a desabrocharse los pantalones, bajándoselos como pudo hasta casi las rodillas en aquella incómoda posición contra el sofá. Aparté su tanga, escupí en su ojete, apoyé en él la cabeza de mi tieso miembro y empecé a embestir. La ensarté como un animal y la enculé como nunca. La monté de un modo feroz, y ella gritaba como una puerca. Al cabo de cinco minutos de fornicarla de ese modo salvaje, vi que me corría de manera inminente. Saqué mi polla de su ojete y, veloz como el rayo, la metí en su coño: mi leche explotó en su interior. La cubría sosteniéndola del cabello, como si fuesen las riendas de mi yegua. Cuando la desmonté, la miré con desprecio y le dije que fuese a buscarme una cerveza. Lo hizo, apenas podía juntar las piernas mientras caminaba.

-Iván, chico, lo siento. En fin, es lo que hay. Es una zorra desobediente -me encojí de hombros.

-Lo sé, papá. No te excuses.

-¿Se te ha puesto muy gorda esta vez?

-Bueno, un poco. Ya sabes.

-Mamá tiene buen culo, ¿a que sí?

-...

-¡Qué no te dé vergüenza, muchacho! Mira, ahí viene. ¿Quieres tú también una cerveza?

-De acuerdo papá, gracias.

-Venga, rubia. ¡Ya has oído al muchacho!

Rocío volvió a la cocina, de nuevo moviendo las caderas a duras penas. Iván y yo nos bebimos las birras jugando una partida al FIFA, mientras Rocío subía a ponerse un bikini, tal y como le había ordenado. Cuando bajó, estaba increíble. Aquel bikini le realzaba las tetas de un modo bestial, y en la parte de abajo era tanga. Además, llevaba puestos unos tacones de aguja, tal y como le había dicho que lo hiciera.

-¡Menudos bikinis te compras! Joder, ir con eso a la playa es como ir pidiendo que te peten el cacas.

-...

-Contesta, zorra, o te enculo de nuevo.

-Sí.

-¿Sí, qué?

-Sí, ir con un bikini así es como ir pidiendo que de follen el culo.

-Muy bien. Bueno, creo que van siendo horas de alegrarle la cuarentena al vecindario. Ve al jardín y paséate un rato, que te vean bien los vecinos mientras el chaval y yo acabamos la partida. Eso sí, intenta cerrar las piernas al caminar, o se darán cuenta de que vienes de tomar por el culo.

-Hijo de... -masculló entre dientes.

-¿Perdón? ¿Decías algo?

-No, nada. Que voy al jardín un rato, a tomar el sol.

Jugamos un rato a la play, y cuando perdí por cuarta vez me acerqué a la ventana, a ver qué hacía la guarra de Rocío. Vi que estaba en una esquina, por lo que le pedí que se colocase más hacia el centro del jardín:

-Y quítate la parte de arriba, o no te cogerá bien el sol.

-Cabrón...

-¿Cómo dices? ¿Que quieres hacer algo de ejercicio? ¡Perfecto, da dos vueltas al jardín! Correr un poco te sentará bien.

Estaba tan sexy como ridícula, medio en pelotas, con semejantes tetazas botando de un lado a otro bajo aquellas manos que a duras penas escondían algo más que sus pezones, corriendo a trompicones sobre aquellos taconazos. Yo me puse tan caliente que, deseoso de gozarla de otra vez, me acerqué a la puerta y la dejé entrar.

-Vamos, Rocío -dije, ya con la polla fuera y en todo su esplendor-. es la hora de merendar. Haz que me corra en menos de cinco minutos o volveré a descargar en tu coño, a ver si te preño de una vez.

Rocío se puso en cuclillas y empezó a chuparla. Me la mamó con ganas durante un minuto. Me estaba llevando al cielo, pero por joderla yo reprimía todos mis gemidos. Ella, agobiada al ver que el tiempo corría, cambió de estrategia y empezó a regalarme una cubana con sus enormes berzas. La situación de verla trabajar mi polla con semejante empeño me otorgaba un plus de excitación, y empezaba a pensar que los cinco minutos se me harían mucho ante semejante hembra.

-Quedannn ohohhohhm, quedannn, joder, quedan dos minutos, puta.

-¡No me agobies, cerdo! -le salió del alma.

-Esa uhfff, esa ohh -yo apenas daba hablado, pues había vuelto a comérmela, esta vez con mayor fruición si cabe-, esa boca de chup... joder, esa boca de chupapollas te ohhhHHH te va a costar un disgusto.

-Dame un chuuuup, sluuurlp, minuto más, smuaaaah, venga, por favor.

-Si lo quieres tendrás que ufff que decirme lo puta que eres.

-¡Que te den! Chuuuuuuuuap, smuuuuuah, sluuuuuurp -aceleró la marcha de la mamada, pero casi no le quedaba tiempo.

-¡Medio minuto mmmm, joder, putaaa!

Consciente de que necesitaba tiempo extra, accedió a mostrarse sumisa:

-Soy muy puta -dijo, escuetamente.

-¿Perdón?

-Digo que soy muy puta.

-¿Cuánto de puta?

-Mucho, muchísimo, ¡una maldita zorra!, ¡es eso lo que quieres oír, verdad! -se arrodilló-, ¡mira, aquí tienes de rodillas a tu puta chupapollas particular! ¡Es lo que te pone cachondo, verdad cerdo?

-No es suficiente, pero te daré una última oportunidad: ¿culo o coño?

-¿Cómo? Joderrr -pareció entender-: ¡mi culo no resiste otra embestida!

-Por el coño, entonces.

-¡NOOOO, ESPERA!

-Dime, guarra.

-Por favor, mi culo no resiste otra follada con ese pollón, me destrozarías.

-Es probable, pero una puerca que se compra esos bikinis-tanga debe saber a lo que se expone.

-Escucha, no quiero quedarme embarazada,  pero no puedo soportar que me sodomices de nuevo. Te la chuparé, haré lo que sea, pero dame un respiro hasta que mi culo se recupere un mínimo.

-Estamos perdiendo mucho tiempo, y mi polla empieza a impacientarse.

-Tengo una boca de chupapollas estupenda, y sé cómo usarla; unas tetas enormes, mira -me las ofreció-. Puedes satisfacerte conmigo de muchas maneras, joder, no uses mi culo ni mi coño, Juan Luis, por favor.

-Rocío, ¿dónde se ha visto que una simple puta le vete dos de sus agujeros a su macho?

-Por favor. Te lo pido de rodillas.

-Haremos lo siguiente, pero no quiero que el chico vea esto, sígueme.

Iván, que había seguido atento la mamada de su madre, se quedó un tanto desconcertado. ¿Qué iría a hacer yo con su madre que el no hubiese visto ya? Subimos al baño de la segunda planta, y allí le di una sola oportunidad a Rocío, advirtiéndola que una sola queja en su negativa y volvería a rebertarle el culo, así le doliese un mes al cagar.

-Haré lo que sea con tal de que respetes mi coño y no me destroces el culo.

La metí en su boca, tras restregarla un poco por su cara de puta, y me follé esos labios de furcia durante unos minutos. Cuando me corrí lo hice en su boca, y Rocío, que no entendía que tenía todo aquello de extraordinario, tragó mi leche con cara de felicidad. Sin decirle yo nada, limpió mi polla hasta dejarla impecable. En ese instante me separé unos centímetros, y me agarré la polla ya prácticamente flácida. Pareció entender.

-¡Eso ni se te ocurra! ¡Eso no, Luis!

-¿El culo, entonces? Acabo de correrme, con lo que aguantaré un buen rato fornicándotelo.

Tragó saliva.

-Está bien -dijo, y cerró los ojos.

Apunté a su rostro y le mee en la cara.

CONTINUARÁ...

Espero vuestro comentarios y vuestros votos.

Gracias por leerme.