La sumisión de Rocío (IX)

Nueva entrega de las desventuras de la tetona rubia, episodio duro.

El momento en que Iván se pajeó viendo cómo me follaba las tetas de su madre fue un punto de no retorno en mi relación con Rocío. Al principio ella quedó destruída, pero no tardó en rehacerse y plantearme que no solo se iría de mi casa, sino que dejaría de satisfacerme sexualmente. Me advirtió, además, que iría a la policía si yo intentaba cualquier tipo de chantaje con el vídeo en mi poder. El Juan Luis de hace dos meses habría reculado al instante, queriendo echar tierra al asunto y pasar página sin más consecuencias. Pero en la situación actual, para mí era ya impensable una vida sin los placeres sexuales que Rocío me otorgaba. Estaba sumamente enganchado a ella, a sus tetazas revienta-blusas, a sus piernas interminables, a su culo bien formado, a su boca de mamona y a su coño bravo; pues Rocío, salvaje como era, tenía un coño bien bravo. Decidí que debía ir hasta las últimas consecuencias, y resolví también que mi única baza era Iván, pues el vídeo, toda vez que ella había dejado claro que no iba a aceptar el chantaje, sería más perjudicial que beneficioso para mis intereses. Al fin y al cabo, con el vídeo podía demostrar que Rocío era una auténtica guarra y que, lejos de haber sufrido abuso alguno por mi parte, era ella quien pedía más y más; pero eso no me eximía de responsabilidad penal en el caso de difundir la grabación. En resumen, tras estudiarlo detenidamente, concluí que el vídeo era muy útil para defenderme de posibles acusaciones, pero no me servía como medida de presión para que Rocío siguiese sometida, al declarar ella -y de un modo más que convincente- que no aceptaría chantaje alguno y acudiría a la policía al instante.

Como digo, resolví que iría hasta el final con esto, e Iván era mi única baza: pero no una baza cualquiera, sino la GRAN baza. Hice entender a Rocío, quien pretendía largarse de inmediato, que Iván no se iría con ella -cosa a estas alturas evidente- y que en unos días, al cumplir el chico los 18, ya no la necesitaríamos para autorizar la adopción. "En unos días se iniciarán los trámites para que legalmente pase a ser su padre, pero lo más importante es que desde entonces él será libre de no verte jamás y de quedarse conmigo para siempre". Tras decírselo así de claro, Rocío se replanteó la situación. Decidió quedarse mientras valoraba cómo actuar para recuperar a su hijo a quien, me dijo no falta de razón, yo había lavado el cerebro. Pero -oh, desgracia- me advirtió que yo no le pondría un dedo encima en ese período. Así las cosas, se abrió un statu quo en el cual, durante el par de días que duró, Rocío no se atrevía a irse de mi casa por miedo a perder a su hijo, y yo no podía forzarla a hacer nada sexual, ya que, fuese mediante la fuerza o mediante chantaje, estaba claro que acudiría a la comisaría más cercana, y lo último que yo quería era acabar en la cárcel sodomizado a diario como un vil violador.

Aquellos dos días fueron un infierno. La muy puta, pues no hay otra palabra para definirla, se vestía con la ropa que sabía que más dura me la ponía, paseándose por la casa con aires altivos. Yo no aguantaba más. Me pajeaba a todas horas pensando en una mujer a la que hasta hace nada había poseído por cada orificio, y quien, si no actuaba con celeridad y precisión, podría escapárseme entre los dedos para siempre. Me costaba pensar, pero acabé por encontrar una solución. Solución que, por supuesto, pasaba por la ayuda inestimable de mi fiel Iván.

El chico se había quedado muy tocado tras lo del otro día. Al fin y al cabo, lo que había llegado a hacer era tremendo y los remordimientos lo asediaban. Por otra parte, yo sabía que estaba en una situación similar a la mía, pues traspasadas ciertas líneas uno no puede pensar en volverse atrás y tan solo quiere continuar hacia el abismo. Yo sabía que Iván deseaba más que nada el cuerpo de su madre, podía ver el fuego en sus ojos y la erección bajo su pantalón cada vez que la puerca de Rocío se nos acercaba mientras jugábamos a la play station. Pero, claro, tenía que ir con tacto, ya que el chico no iba a aceptar así como así que lo que le estaba sucediendo era real y mucho menos normal.

Entre partida y partida continué comiéndole la cabeza sobre su madre. Ella me lo ponía fácil, en cierto modo, con esas ropas que se ponía para castigarme. "Es una guarra, chico, ya lo ves. Me duele ser yo quien te lo diga, pero ya ves que desde que te vio pajeándote no hace más que calentarte", él todavía me miraba ingenuo, "tú crees que lo hace por eso...", "claro, muchacho, sabe que nunca podrás poseerla y te ataca donde más te duele por ponerte de mi lado. Créeme, tu madre no tiene techo en su manera de conseguir lo que quiere gracias a su cuerpo". Y así fue como le dije también que seguramente su padre biológico no había sido el malo de la película y que había hecho lo que había podido para no enloquecer con Rocío, y que si se había ido sin querer saber nada de ellos era por culpa de su madre. También le dije que ella había conseguido entrar en mi empresa gracias a ofrecerme sus favores sexuales, y que yo había tenido que mandar al paro a dos empleadas con hijos solo porque a ella le caían mal. El chico se lo creía todo, e incluso diría que aquello le encajaba con la verdad que él mismo quería creer. La verdad que explicaba por qué había sido abandonado por su padre, algo que él no soportaba, y la verdad que lo legitimaba para codiciar un escarmiento sexual hacia su madre.

Cociné a fuego lento al muchacho durante dos días enteros, hasta que él mismo me confesó lo que yo tanto ansiaba oír: quería tener sexo con su madre; necesitaba, al menos -dijo suplicante-, tocarle las tetas con la polla. Se estaba volviendo loco, me dijo. Le dije que era totalmente normal, e incluso más que eso. Nadie podía convivir con semejantes tetas sin desearlas, y tal y como su madre se servía de ellas a su antojo para dominar a hombres hechos y derechos como su padre o como yo, ¿qué no iba a pasarle a un pobre e inexperto muchacho de 18 años? Además, me confesó sumamente avergonzado, todavía era virgen. Lo escuché, lo comprendí, lo azucé... hice todo y todo lo hice en el momento y la cantidad exacta; la receta iba de maravilla. Al fin pude urdir un plan definitivo que sometería de nuevo a Rocío y contárselo sin temor a una reacción adversa.

Todo ocurrió al tercer día, y ni pintado, pues Rocío me habría enloquecido definitivamente con su indumentaria de aquel día, y yo probablemente habría acabado en comisaría de no acceder ella por voluntad propia a su sumisión. Os diré como iba, y quiero que sepáis que no exagero ni un solo rasgo en lo más mínimo. Rocío se vistió aquel día con un top blanco en el que a duras penas cabían sus tetazas. Si Rocío tuviese media talla más de sujetador -cosa bastante difícil, por otra parte- habría hecho saltar por los aires las costuras de aquella prenda de guarra. De acompañamiento llevaba una minifalda blanca, elástica, increíblemente ajustada, bajo la cual se le marcaba un culo de DIOSA que, por momentos, le hacía a uno olvidar sus tetas. La falda traslucía un exquisito tanga, el mejor de su armario, el más morboso, también de color claro. Y para rematar la faena, unos taconazos negros de aguja que la hacían rebasarme en altura -¡tenía que mirarla desde abajo!- y sus labios de chupapollas bien marcados. La muy puerca se contoneaba a cada paso, meneado sus caderas al compás impuesto por sus kilométricas piernas, y marcando sus glúteos de manera enloquecedora. Aquella hembra iba a acabar con mi polla, pues si no la sodomizaba pronto terminaría por destrozármela a pajas. Nunca deseé tanto un culo, ni siquiera el de Rocío, como aquel día. Sentía que necesitaba introducir mi miembro en aquel orificio y embestir como un cavernícola hasta el fin de mis días. Rocío lo sabía, sin duda, y se contoneaba altiva ante mí, creyéndose libre de todo peligro y haciéndome sufrir de un continuo dolor de huevos. Cuando se lo dije, me espetó: "¿te duelen los cojones?, pues te jodes, más me dolió a mi el ojete la semana pasada".

Mi polla hervía, y sabía que la de Iván estaría igual, por lo que decidí que el momento había llegado. La guarra de Rocío me las pagaría; esta vez no tendría compasión alguna, ni habría remordimientos que pesasen sobre mi conciencia, impidiéndome ir más lejos aún con mis actos: solo quería liberar mis huevos en ella y humillarla, destruirla como antes nunca, que se acordase toda su vida de que era mala idea ser una guarra calientapollas cuando topabas con el hombre equivocado. Aquellos pensamientos me infundían valor, retroalimentaban mi deseo sexual, me hacían sentir poderoso.

-Iván, ha llegado la hora. Debemos someter a tu madre, pero para ello necesitaré que hagas exactamente lo que te digo.

-Sabes que puedes contar conmigo, papá.

-Eso espero, porque esta vez vamos a traspasar todos los límites y es importante no venirse abajo. Debes entender que tu padre puede acabar en la cárcel por esto -dudó, pero al momento dijo-:

-Papá, hagas lo que hagas, estaré a tu lado y te ayudaré. No necesito entender los motivos, pues me has demostrado que todo lo has hecho siempre por mi bien, y mi madre... bueno, ella me ha demostrado que nada le importo y lo guarra que es, nada más.

-Bien, me dejas más tranquilo. Pero insisto, lo que va a pasar es muy serio, y estaremos muy cachondos y es probable que se nos vaya de las manos, por eso necesito saber que no me fallarás. No podría sopotarlo.

Iván tragó saliva nuevamente, me miró, yo veía la duda en sus ojos, o eso me parecía. Al fin habló:

-Papá, me mataría antes que causarte algún daño. Eres la única persona que de verdad me ha comprendido y... querido. Confía en mí.

Nos abrazamos. Nos dimos un largo y sentido abrazo.

-Ahora prepara tu polla, chaval, vamos a hacer justicia.

Un minuto después fuimos a la cocina, donde Rocío se estaba comiendo un helado. La muy puta se comía un Calippo, mientras desatendía las tareas domésticas por completo. Al vernos llegar su cara cambió de repente. Que yo me pasease en calzoncillos era algo normal, pero no lo era que su hijo me acompañase de esa guisa en su busca.

-¿Qué significa esto? -Se levantó, indignada, en dirección a nosotros y precedida por sus descomunales tetas.

-Significa que venimos a restablecer el orden natural de las cosas -dije-, venimos a darte por culo, para que aprendas, guarra.

Rocío debió percibir algo insano en nuestras miradas, pues se acobardó y retrocedió hasta topar con la encimera. A un gesto mío Iván, que tenía una erección impresionante para un miembro más bien discreto como el suyo, se abalanzó sobre ella y la giró a la fuerza, quedando con la cintura sobre la encimera y su culo hacia nosotros.

-¡Iván! ¡Me haces daño, joder! ¡Suéltame!

-¡Como no te estés quieta te rompo el brazo! -le retorció más la muñeca.

-¡Eso es, chico! -intervine-, ¡demuéstrale quién manda a esa guarra!

Iván le ató con unas cuerdas las muñecas por la espalda, y en cuanto lo hizo se sacó la polla y, como un poseso, le levantó la minifalda, que se adhería a sus glúteos. Ya le había apartado el tanga y se disponía a penetrarla cuando intervine. Iván tenía el glande sobre la base del coño de su madre, ella se retorcía intentando inútilmente ganar espacio a la encimera de mármol.

-¡Espera, muchacho! No tan deprisa. Démosle una oportunidad a tu madre.

Rocío chillaba y chillaba cosas incomprensibles. Continué:

-Supongo que no denunciarías a tu propio hijo por violación, y solo de mí depende que no te la clave ahora mismo. Solo yo tengo autoridad sobre él, ¿no es cierto, Iván? -El chico, con un empalme de caballo, asintió.- Si te sometes a mí como es debido evitaré que puedas terminar preñada por tu propio hijo, aberración que por otra parte merecería una guarra sin escrúpulos de tu calibre.

-¡¡Lo que sea, pero quítamelo de encima!! -gritaba de manera desgarradora.

-Bien -hice un gesto a Iván, que la soltó-, ahora tendrás una única oportunidad de someterte de verdad. Será una sumisión completa y solo terminará cuando yo esté satisfecho o cuando incumplas con un solo gesto o palabra y seas follada por tu hijo.

-Lo... lo que sea... -dijo, entrecortadamente y recobrándose tras el susto de verse ya empalada por su propio hijo.

-De rodillas.

Rocío se arrodilló de inmediato intentando, con las manos atadas a la espalda, volver a ajustarse la minifalda que llevaba casi por cinturón.

-Libera mi miembro.

Diligente como nunca, Rocío mordió con sus dientes la goma de mi boxer y lo bajó, tirando de él hasta que llegó a mis rodillas.

-Hasta los tobillos, puerca. Y habla algo.

-Sí, por supuesto. Per... perdón.

Yo nunca la había visto así de sumisa, era obvio que no quería arriesgarse lo más mínimo a mi incestuoso castigo. Entre tanto, Iván se pajeaba. Le pedí que dejase de hacerlo, pues sabía que cuando el chico se corriese le vendría la culpa y yo perdería a mi indispensable aliado. Tenía que mantener a Iván caliente todo el tiempo, bajo la expectativa de probar el cuerpo de su madre, como yo le había prometido minutos antes de entrar a la cocina. Con mi miembro erecto frente al rostro de mi furcia, la interrogué:

-¿Nombre?

-Rocío.

-¿Profesión?

-En paro.

-Negativo. Te daré otra oportunidad -pareció entender.

-Prostituta.

-Muy bien, puerca. Vas aprendiendo. Ahora empieza a trabajar mi polla, si no quieres tener que trabajar la de tu hijo.

Rocío envolvió mi glande con sus gruesos labios de chupapollas y, pese a estar atada con las manos a su espalda, empezó a trabajar mi miembro como una auténtica profesional. Se estaba comiendo literalmente mi capullo, para recorrer después el tronco de mi rabo de arriba abajo con devoción.

-Sluuuuuurp, chuaaap, smuuuuaaaash...

-Joder, guarra, se nota que hoy te estás esforzando -la agarré del pelo con fuerza y le restregué la polla por la cara-. ¿Ves? Esto es para lo único que sirves, jodida zorra, pero al menos cumples bien tu función -la introduje de nuevo en su boca.

-Chuuuap, slurpppp...

-Tantos aires de grandeza y mírate, Rocío, arrodillada, vestida como una furcia y chupando pollas que te restriegan por la cara.

-Chuuuap, slurrrppppp...

-¿No tienes nada qué decir?

-Chuapppp, solo sirvo para chuparte la polla, slurpppp...

-Bien, hagamos una pausa. No quiero correrme tan rápido. Como te dije, piensa bien hasta qué punto acatar o no tu sumisión, pues el rabo de tu hijo está ahí presto para preñarte. ¿No es así, Iván?

-Sí, papá. Así es -El chico sudaba, empalmado como estaba, completamente salido.

-¿Quieres desvirgarte con mamá? Ivancito es virgen, Rocío. Tú a su edad ya te habías follado a medio instituto, seguramente, pero él no tiene tu cuerpazo y le toca matarse a pajas. ¿No crees que es muy injusto? -dudó- ¡Contesta!

-Lo es...

-¿Y no crees que es muy injusto que la puerca de su madre le caliente la polla a diario en esas circunstancias?

-Yo no... es decir... yo no pretendo...

-¡Ojo con lo que dices!

-Es decir, soy una calientapollas y una cerda, pero no buscaba calentarlo a él...

-Claro, claro. Siempre con excusas. Iván, ve a por mi máquina de afeitar -el muchacho obedeció de inmediato, sin cuestionar la orden-. Mira, Rocío, tu hijo está deseando perder el virgo y está muy caliente -dije mientras él no estaba-, me ha confesado que daría cualquier cosa por follarte. Parece claro que con tu actitud de puerca lo has dejado traumatizado, porque esas ideas no son muy normales. Ahora mismo yo soy el único que puede evitar que se desvirgue con tu coño, así que tenlo muy claro cuando regrese con esa maquinilla.

-Luis, por favor, haré lo que quieras -lloraba-, seré tu puta de por vida, te limpiaré la casa y la polla de rodillas el resto de mis días... pero por favor no permitas que... -se calló, justo al tiempo que Iván regresaba con mi afeitadora eléctrica.

-Rocío, ahora voy a raparte.

-(Llanto).

-Voy a raparte el pelo al cero, igual que como llevas el coño. Desde ahora llevarás la cabeza igual que el coño, para que cada vez que te mires al espejo recuerdes que eres una putilla y para que cuando tus amigas te pregunten por el cambio de look tengas que mentir para no reconocerles que eres una guarra que de tanto retocarse el coño para abrirse de piernas con cualquiera, pues al final acabaron por retocarle también la cabeza.

Encendí la maquinilla y empecé a trasquilar su rubia melena, todavía empalmado como estaba, mientras la humillaba verbalmente. Cuando acabé, le permití ponerse en pie, la desaté y la mandé a por una escoba para barrerlo todo. El verla caminar con esa minifalda marcando glúteos me encendió de nuevo, estaba loco por encularla.

-Muy bien, putita. Ahora pareces una bola de billar. ¿Sabes qué voy a hacer ahora? Voy a darte por culo. Voy a romperte el ojete para que te pases otra semanita sin poder sentarte, y te lo has buscado tú solita vistiéndote así. ¿No es cierto?

-Sí.

-¿Sí, qué más? Échale imaginación o tu hijo entra en faena.

-Sí... sí, me merezco que me rompas el culo por vestir con una minifalda como esta.

-Date la vuelta -obedeció-, súbete la falda -lo hizo al momento, estirándola hacia arriba con las dos manos y dejando ante mis ojos su voluptuoso culo entangado-. Joder, qué culo tiene la muy cerda, ¿eh, Iván?

-Joder... sin duda. ¿Me dejas pajearme un poco, papá?

-Pero solo un poco, no quiero que te corras aún -le guiñé un ojo, él sabía que le convenía esperar.

Separé el tanga de Rocío y apoyé mi enorme glande sobre su ya no tan estrecho ojete. Empujé con fuerza y la entroduje de un golpe. Rocío no pudo evitar que se le escapase un ahogado grito de dolor.

-¿Qué pasa -pregunté mientras la embestía como un toro bravo que monta a su hembra-, no te gusta como te doy por culo?

-Sí... ahahahh... sí... mee men me encantaa -apenas podía hablar reprimiendo el dolor. La estaba taladrando.

-Mira como te doy por culo, zorra -le arranqué el tanga de un tirón, pues se entrometía en el camino de mi verga-, tu macho te está enculando bien, ¿no es cierto?

-Sí, aaahh... mi machoo mee... ahhhh... ayyyy... me encula ayyyy, joderrr, me encula como a unaa furciaaa.

-Iván, deja de pajearte -dije-, o te correrás antes de tiempo. Yo también haré un descanso.

Desmonté a Rocío, que cayó desfallecida en el suelo, junto a la pared. Tenía el culo literalmente roto.

-Rocío, levántate y desfila hasta tu hijo. Ve hacia él meneando bien las caderas, como hacías estos días para calentarme, y más te vale no rechistar.

Se levantó como pudo, se bajó la falda intentando taparse el coño, y fue contoneándose como podía, pues a duras penas cerraba las piernas, hasta llegar a su hijo.

-Ahora quítate el top y el sujetador y dáselos.

-Pero...

-¡Ni se te ocurra rechistar o ya sabes lo que toca! -obedeció, quedándose en tetas ante su hijo.

-Iván, manoséalas cuanto quieras.

El chico empezó a magrear las enormes berzas de su madre, con la polla tiesa apuntando a la cintura de esta, mientras Rocío hipaba desconsoladamente.

-¡Compórtate, guarra! -le exigí- Venga, Iván, es suficiente.

El muchacho se hizo a un lado y Rocío se volvió hacia mí, esperando mi siguiente orden.

-Acércate, fulana.

En tetas, únicamente con una minifalda que apenas tapaba sus vergüenzas y sobre esos taconazos, sin apenas poder cerrar las piernas, calva y con el rimel corrido, la cerda de Rocío no tenía nada que ver con aquella mujer altiva que horas antes se enorgullecía del dolor de huevos que me había provocado. Su sumisión era ya casi completa, pero yo quería más, y más, y más.

-Ya me la has mamado, te he dado por culo... habrá que hacer algo con ese coño, ¿no?

-Sí... -dijo, tímidamente como una autómata.

-Bien, porque van siendo horas de que te quedes preñada. ¿No te estarás tomando la píldora a escondidas, no, guarrilla?

-Sabes... es decir, mi macho sabe que soy alérgica y no puedo tomarla...

-Ya, ya. Pues a ver si te hago un bombo de una vez y formamos una familia como Dios manda. ¡Venga, cabálgame!

Rocío se subió a horcajadas sobre mí, con cuidado, pues era evidente que el culo le molestaba una barbaridad; y yo, sentado cómodamente en el sofá, no tuve más que ver cómo esa hembra de tetas descomunales se sentaba en mi capullo y empezaba a cabalgarme. A los pocos segundos sentí que me iba, que se me nublaba la vista y que me iba a correr. Descargué en su coño un buen chorrazo de lefa que le debió llegar hasta las mismas entrañas. Después hubo de desmontarme y, de rodillas, dejar mi polla reluciente con sus gruesos labios de mamona. Cuando mi polla quedó casi flácida, le pedí que me pajease, pues no quería perder la excitación y necesitaba recuperar mi erección para seguir siendo aquel monstruo capaz de destruirla. Me la machacó a dos manos primero y después con sus enormes melones de pezones descomunales. Mi polla estaba de nuevo a rebentar.

-Iván, ¿te has comido alguna vez unas tetas?

-No...

-¡Pues te vas a estrenar con unas de categoría! ¡Vas a probar a los 17 las mejores que yo he probado en toda mi vida!

-Por favor... -musitó Rocío.

-Mujer, no te pongas así, el chico tiene hambre. Mejor esto que una follada, ¿no? ¡Venga, pídele que te coma las tetas! Pídeselo como una puta de verdad, como la cerda que eres, o le doy permiso para follarte ahora mismo cuanto quiera.

-Iván, ven -dijo sin dejar de sollozar-, cómete las tetas de la cerda de tu madre.

El muchacho empezó a comerse esos colosales pezones como si en verdad estuviese hambriento. Mientras lo hacía, le hice una recomendación a Rocío.

-Esto no es una orden, pero yo que tú aprovecharía para pajearlo. Mejor que se corra en tu mano...

Rocío agachó la cabeza y, mientras su hijo devoraba sus tetazas, puso su temblorosa mano derecha en el miembro del chico. Empezó a pajearlo rápido. Se la machacaba a toda velocidad, buscando que se corriese lo antes posible.

-Ahh, uuh, ohhh, joder... -el chico a duras penas aguantaba.

-¡Vamos, Iván, no te cortes, dile a tu madre todo lo que quieras! -lo animé.

-Uhh, eso es, joder, jodida puta de mierda, pajéame, ¡vamos! Uahhhh, joder... ¡Venga cerda asquerosa, quiero que me la chupes como se la has chupado a todo el barrio!

Rocío me miró, interrogante. Era obvio que estaba dispuesta a llegar a ese límite con tal de no ser follada por su hijo. Vi en sus ojos que si yo quisiera podría provocar que el semen de Iván fuese a parar al estómago de su madre. Pero aquello no debía ocurrir aún; yo lo sabía. Que Rocío siguiese en mi poder dependía de apretar lo suficiente sin llegar a ahogarla.

-El trato era una paja y correrte en sus tetas, Iván. -Le recordé. El muchacho, obediente, agarró entonces su polla y la metió entre las tetas de su madre. La discreta polla de Iván apenas se distinguía entre semejantes tetazas. ¡Muy bien, chico, fóllatelas!

Iván se las folló apenas treinta segundos antes de correrse entre gemidos desatados. Los lefazos inundaron las tetas de Rocío, y uno de ellos fue a parar directo a su rostro.

-Muy bien, chico. Ahora vete al baño a asearte. Tu padre está orgulloso, y puede que el fin de semana te deje descargar de nuevo en las tetas de tu madre. Ahora date una ducha y después nos echamos una partida a la videoconsola.

Cuando se fue al baño, me dirigí a Rocío, quien estaba sentada en una esquina del sofá, totalmente destruida, reducida a la nada más absoluta como ser humano. Le meé en la cara y ni se inmutó, recibiendo mi meada con los ojos, eso sí, apretados y cerrados, con una leve mueca de asco.

-Ahora tendrás que adecentarte tú y adecentar todo esto. Después nos haces la cena. Desde mañana, cada vez que rechistes en un solo comentario tendrás que pasar por lo mismo, o directamente ser follada por tu hijo. Ya ves que él lo está deseando, y si después lo quieres denunciar, a mí me trae sin cuidado. ¿Está claro?

-Está claro, Luis.

-Bien, pues lo dicho, da gracias a que te evité mamársela, pero recuerda que lo que hoy te concedo, mañana te lo puedo quitar.

-Lo sé -dijo desde aquel sofá, meado como ella misma lo estaba-, eres mi macho y yo no soy más que tu cerda. Ya te dije que limpiaré tu casa y tu polla cuanto sea necesario con tal de que no me... no me hagas pasar por ciertas cosas. He comprendido que no puedo ganar esta guerra, que haga lo que haga llevo las de perder. Solo quiero llevar una vida lo más normal posible. Seré tu puta absoluta, tu chacha, tu mujer florero. Pero, por favor, mantén a Iván fuera de esto.

Rocío sonaba convincente, y de nuevo estaba en mi poder, ahora más que nunca. La perspectiva era muy atractiva, pero yo sabía que no podía confiarme, pues una vez, la confianza, casi me había costado las pelotas.

CONTINUARÁ...

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