La sumisión de Rocío (III)

Rocío, hembra de primera, continúa emputeciéndose para salvar su empleo y mantener a su hijo. Recomiendo leer los dos anteriores para comprender el carácter de Rocío y el avance de la trama.

Aquella noche, la primera desde que Rocío se mudase a mi casa en esta cuarentena, me prometí no forzar la máquina. Durante el día, tras lo ocurrido a la hora de comer, ella había estado sumamente fría y distante, y yo, de habitual tímido, me había sentido cohibido. Por la noche, después de una larga tarde de trabajo en el ordenador (currando en la contabilidad de una empresa que no existe), le dije a Rocío que bajase a cenar a solas con su hijo, pues quería regalarle un poco de intimidad. Así lo hizo, y aunque respondió con un escueto "gracias", sé que valoró aquel detalle. Yo me quedé haciendo números, calculando cuánto tiempo podría mantener el sueldo ficticio de Rocío y así disfrutar de sus favores, que era lo único que me obsesionaba en aquel momento. Cuando escuché que Iván se iba a su cuarto, bajé a ver qué hacía Rocío. La encontré en la sala, viendo un rato las noticias.

-Es terrible, ¿verdad? -le dije, sentándome a su lado.

-Sí -contestó, monosilábica.

-Escucha, Rocío, creo que piensas que me excedí este mediodía. Pero has de reconocer que no me lo pones fácil.

-Ya, porque tú quieres una putita sumisa, y yo no he nacido para eso. Soy una mujer con dignidad, y no me las vas a quitar tan fácilmente. Algunos hombres os creéis que porque os la chupemos u os corráis en nuestras caras nos tenéis sometidas, pero de eso nada. Como te dije desde el primer día, tengo mis límites. Nunca me arrodillaré de nuevo ante ningún hombre... lo hice con uno hace tiempo y de nada me arrepiento más.

-¿Tu ex? -inquirí.

-El mismo. El muy cabrón me utilizó como quiso, y luego nos abandonó. Yo siempre lo había complacido en todo. Le era fiel, eso por supuesto, y en la cama hacía todo lo que él me pedía.

-Bueno, seguro que algún límite le ponías.

-No, a él no. Por eso ahora tengo tan claras ciertas cosas. Me folló sin condón desde el inicio, y así fue que me quedé embarazada de Iván con solo 21 años. Cuando nació, mi ex cambió por completo. Decía que yo solo me preocupaba por el crío, y que ya no lo atendía a él como antes. Hice de todo para demostrarle que eso no era cierto. Es verdad que Iván era y es lo primero para mí, pero mi ex no podía tener queja de mi conducta.

-¿Seguías siendo activa en la cama?

-Ya sé lo que estarás pensando, que dejé de darle lo que necesitaba y por eso lo buscó fuera. Pues no solo no fue así, sino que casi te diría que fue al contrario. El muy cerdo -Rocío hacía esfuerzos por no emocionarse, intentando mostrarse como una mujer fuerte en todo momento-, el muy cerdo no quiso volver a usar mi coño desde que nació Iván. Decía que no iba a tener más hijos y que no pensaba rebajarse a usar condón con su propia mujer.

-¿La píldora?

-¡La píldora! ¡Siempre con la píldora! ¡No podía tomarla! No podía ni puedo, soy alérgica. Tampoco puedo tomar la del día después.

Ahora yo empezaba a entender muchas cosas...

-Pero entonces... ¿no follabais?

-Me lo hacía por detrás. Mi ex se pasó los dos años siguientes al nacimiento de Iván dándome por el culo cada puto día -aquí ya no logró reprimir el llanto-. Joder, me sentía utilizada como un puto pedazo de carne. El cabrón llegaba del trabajo, cenaba lo que yo le había preparado, le daba un beso al niño y después tocaba lo de siempre: darme por culo. Me daba la vuelta, me apartaba el tanga, me escupía en el ojete y me montaba. Ni un solo polvo mirándonos a los ojos en dos años, ni un solo te quiero mientras hacíamos el amor. Todo era montarme como a una jodida yegua que solo sirve como recipiente para la polla de su semental.

-¿Te dolía mucho?

-No, no me dolía apenas. Estaba acostumbrada, y además mi ex la tenía pequeña. Nada que ver con tu aparato, si no me habría destrozado. Pero me dolía sentirme tratada así. ¿Yo valgo para más que para ser montada, sabes? El cabrón me follaba el culo, se corría en él, me desmontaba, se guardaba la polla y se ponía a leer un rato el periódico para ver cómo iban en bolsa sus acciones antes de dormir. Yo iba al baño y lloraba; así cada día durante dos años. Así que si me dejó fue porque encontró otra yegua que embestir, no porque yo no accediese a todas sus preferencias sexuales a diario.

El relato de Rocío me había dejado helado. Por una parte, era imposible no empatizar con el dolor de esa mujer, entenderla y, al fin y al cabo, sentirme más mierda todavía por lo que le estaba haciendo; pero tampoco podría negar que me excité mucho con su narración. Yo jamás la habría abandonado. Aquel hombre podía hacer uso a diario de todos los agujeros de una hembra impresionante, y el muy cabrón la había cambiado por otra. Yo en cambio había tenido que matarme a pajas toda la vida, y conformarme con algún encuentro sexual con mujeres que no valían demasiado físicamente. Aquello era muy injusto, y ahora era también mi oportunidad. Pensé, para calmar mi conciencia, que tal vez podría hacer uso de Rocío sin necesidad de tratarla como aquel hijo de puta de su ex... pero para ello sería imprescindible que ella colaborase, y no parecía por la labor.

-Escucha, Rocío. Yo no tendría inconveniente en follar sin condón contigo cada día, y si te preñase... pues me haría cargo del niño siempre. Por una mujer como tú a mi lado haría lo que fuese; créeme que nunca te faltaría de nada.

-Mira, Luis... la verdad es que no sé cómo tomarme tus palabras. Al final todos queréis lo mismo de mí, me veis como un puto objeto para vuestra satisfacción sexual. Aprecio que estés dispuesto a darme a cambio lo que mi ex no me dio, pero no es lo que quiero para mi vida. Yo voy a cumplir mi parte del trato, y mientras dure esta cuarentena te daré todo el placer sexual que quieras, pero no voy a ir más allá.

-¿Entonces?

-Entonces, solo te pido dos cosas: que respetes que no quiera arrodillarme y que entiendas que no puedo tomar la píldora.

-Pero...

-Déjame terminar, Luis. Creo que en el fondo eres un buen tío, y sé que no sería justo obligarte a usar condón después de contarte que mi marido se negaba. No voy a esperar que, ahora que sabes que durante dos años de mi vida entregué el culo a diario, tú me lo respetes. Puedes follarme por detrás siempre que lo desees, de ese modo dejamos zanjado el problema de la píldora.

Mi excitación no tenía límites y era equiparable únicamente a mi sorpresa. ¿Iba a poder follarme ESE CULO siempre que quisiese? Pero no podía olvidar que todo esto duraría solo lo que la cuarentena y que, además, debía asegurarme de que Rocío no sospechase nada de lo del cierre de la empresa. Mientras estaba perdido en estos pensamientos, vi que Rocío se ponía en pie.

-Vamos a la cama, Luis -me tomó de la mano y, con ese gesto, me invitó a levantarme y acompañarla-. Ya sé lo que vas a querer ahora, y prefiero hacerlo cuanto antes para echarme a descansar.

-De acuerdo -dije, y la seguí escaleras arriba.

Ya en la habitación empezó a quitarse la ropa. Como le pidiera yo al mediodía, se quedó solo con el tanga puesto. A contnuación rebuscó en la maleta y sacó de ella unos tacones de aguja de por lo menos 12 centímetros. Con ellos, y pese a mi altura, ella me rebasaba. Eso me excitó sobre manera. Empecé a desabrocharme el cinturón, y ella, como si sobrasen las indicaciones por mi parte, se dio la vuelta y se apoyó, de pie como estaba, en el respaldo de una silla, arqueando la espalda y ofreciéndome su culo.

-Por favor, Luis, lubrícalo bien. Con tu polla me vas a destrozar, y no sabría qué excusa ponerle mañana a Iván cuando viese que su madre apenas es capaz de sentarse.

Pero yo en ese momento estaba ya tan excitado que nuevamente mi polla pensaba por mí. Mi lado humano quedaba en segundo plano, y el morbo se apoderaba de mis pensamientos. Esa imagen de Rocío caminando con dificultad, intentando disimular ante su hijo el boquete que le habían hecho en el culo, me transformó.

-Lo siento, Rocío. No tengo vaselina. Sé que esto te va a doler, pero es lo que hay. GGjpusshhh -escupí en su ojete y apoyé en él la cabeza palpitante de mi miembro, erecto como nunca-, si no fueses tan calientapollas y no te comprases este tipo de uuuhmmm -intenté introducirla- pantalones, seguramente no tendrías que pasar por esto.

-¡Eres un cerdo! Sois todos iguales -dijo, muerta de rabia.

-Shhh, no grites, no te vaya a escuchar Iván. Deberías saber -continué, mientras empujaba poco a poco con mi miembro el borde de su orificio anal-, deberías uuuhm ohj saber que con un culo y unas piernas como tú te gastas uhhm -la apoyé de nuevo, con algo más de fuerza-, con ese cuerpo, digo, usar cierta ropa para calentar a los hombres... oohhgj para que tipejos como yo se tengan que matar a pajas en soledad... en fin, qué te voy a contar, una de cada diez mil veces eso tiene sus consecuencias, y te ha tocado a... ti UUUUUUUUHGJJJM -empujé de golpe y la penetré, rompiendo su culo en ese preciso instante.

-¡AAAHHHhhhhh -ahogó el grito mordiéndose en una mano- Eres un cabrón -susurró casi entre lágrimas por la embestida.

-Debiste uuhhh ahhhhg mmmm uhhh debiste empezar por chupármela. La habrías uhh joder ahh, la habrías lubricado más y también ooohhh joder, qué ojete, ohhh, también tardaría menos en correrme.

Rocío soportaba cada embestida como podía. La estaba montando como un animal, le estaba follando el culo con toda mi rabia. Y estaba tan cachondo que le dije unas cuantas cosas de las que luego sabía que me arrepentiría.

-¿Te gusta tomar por culo, verdad? uhmm, ohhh, ahhhm -yo sudaba, empotrando a mi jaca- eso es, el jefe te está rompiendo el ojete, zorra.

-Cerdo de mmmie ¡AAAahhhhhhh!

-No insultes uhhm, ogfdgh, joder, no insultes, uhmhf, o te la clavo hasta el fondo, puerca. Quiero oír cómo me suplicas que deje de montarte, que me reconozcas lo calientapollas uhhh que oooh que eres y que te lo tienes merecido.

-¡Ni en sueños...! Eres un...

-¡TOMAAAA! MHUGGM

-¡AuuuhhgGGG!

-Eres muy orgullosa, pero al fin y al cabo uuhhhm -yo estaba a punto de correrme- ahhhh, al fin y al cabo no eres más que una putilla.

-¡Y tú eres un acomple aahahhah, ¡cabrón!, eres un acomplejado que se ha matado a pajas toda laaaaa vidaa, porque no lo tocaban ni con un palooo!

Aquelló hirió en lo más profundo mi orgullo, y reaccioné desproporcionadamente.

-Ahora uhhhgmgm, ahora verás oohh ahhh lo que este acomplejado hace con OOOHHH -casi me corría, no aguantaba más- las putillas desagradecidas  como tú: ¡TOMAAAAA, ZORRA!

Acto seguido saqué mi polla de su taladrado ojete, la agarré por el pelo y la sometí, arrodillándola con todas mis fuerzas. Logré que ese mujerón que con tacones frisaba el metro noventa se arrodillase ante mí, y descargué sobre su cara toda mi lefada.

-¡¡¡¡¡¡¡OHHHHH OHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, JODERRRRR, ZORRAAAAAA, TOMAAAAAAAAA!!!!!!!

La dejé en el suelo, con el rostro cubierto de mi semen, destruída. En ese instante, seguramente alertado por el ruido que sin duda habíamos hecho, su hijo Iván apareció en el umbral de la puerta, la cual no habíamos cerrado desde dentro.

-¡Fuera, Iván! -gritó Rocío- ¡Qué cojones haces entrando sin llamar!

El chaval, con los ojos enrojecidos, se dio la vuelta y se fue a su cuarto, cerrando de un portazo.

-Rocío -me aproveché-, ahora las cartas están sobre la mesa. Tu hijo puede creer que estamos juntos y que eres muy zorra en la cama, o darse cuenta de que realmente has hecho todo esto por dinero y por tanto eres solo una puta. Piensa lo que más te conviene: en un caso lárgate ahora mismo con él y despídete del trato; y en el otro ve a asearte y vuelve para dormir con tu macho, ahora que lo has dejado satisfecho.

Rocío se levantó, el odio que brillaba en sus ojos apuntaba directamente al suelo, pues no era capaz de alzar la vista y mirarme a la cara. Se había abierto ante mí apenas una hora antes, contándome las penurias de su matrimonio y cómo la habían marcado y, ahora, se iba al baño con un boquete en el ojete, sin ser capaz de cerrar las piernas al caminar, sufriendo probablemente una humillación mayor que cualquiera de las que me había relatado.

Era evidente para ambos que, desde el momento en que ella había rechazado ser mi amante, puede que hasta la madre de mis hijos si hubiese jugado bien sus cartas, se habían terminado sus prerrogativas. Desde ahora la trataría como la puta que, en el fondo, había demostrado ser.

Espero vuestros comentarios. Recordad que los votos positivos me motivan a continuar la saga.

Un millón de gracias por leerme.