La sumisión de Laura (1)

Relato resubido.

Ya estaba harto de que le insultarán y le pegarán. No aguantaba ni un minuto más, pero tampoco podía revelarse. Ellos eran muchos y él solo uno. Ellos eran más fuertes y él mucho más débil.

-Dejalo ya, tío, no creo que aguante ni uno más.

Aún así le dio un puñetazo más en el estómago solo por gusto.

-Esto se está volviendo aburrido. Creo que deberíamos hacer algo diferente.

-¿Algo diferente? ¿Cómo qué? ¿En qué piensas? ¿En dejarlo en paz?

-No, no es eso. Estoy pensando en su hermana, ¿Cómo se llama? ¿Laura?

A Oscar le dio un vuelco el corazón cuando escuchó al macarra pronunciar el nombre de su querida hermana.

-Piénsalo, está bien buena, y seguro que nos podemos divertir mucho con ella. Solo tenemos que convencer a este despojo humano para que nos la traiga, y bueno, seguro que nos la chupa encantada.

El chico sonrió ante la idea de su amigo. Sí, conocía a Laura, sabía de lo buena que estaba y solo pensar en la idea de tenerla arrodillada delante de él comiéndole la polla era suficiente para empalmarlo.

-¿Has oído Oscar? Tienes hasta mañana por la tarde para convencer a Laura de que venga aquí. Si por un casual no lo haces, te daremos la paliza de tu vida.

-Joder, nos lo vamos a pasar de puta madre - Dijo uno de los cinco chicos que estaban allí.

Oscar tardó un buen rato en levantarse. Le habían dado bien está vez. No en la cara, pero tenía el resto del cuerpo aporreado.

Llevaba tres años aguantando palizas y humillaciones de la manada y ya no aguantaba ni un minuto más, ¿Pero qué podía hacer él? Nada en realidad. Nadie le había ayudado nunca. Y ahora debía involucrar a su hermana en todo esto.

Laura era todo lo contrario a él. Era un año y medio mayor que él, estudiante modelo y también la chica con la que todos los tíos se la cascaban en el instituto. Él no era ninguna excepción. Quizás era también la razón por la que abusaban de él. Pero la quería, más que nada en el mundo.

Esa noche, después de que se durmieran sus padres, se acercó a su habitación. Sabía que Laura siempre se quedaba un rato estudiando.

-¿Puedo pasar?

Deseó que su hermana le dijera que no, pero esta no tardó en abrir la puerta de su habitación.

Llevaba puesto unas zapatillas rosas y un pijama de unicornios, sin sostén. Estaba adorable.

-¿Qué quieres? - preguntó cuando su hermano entró dentro.

-No deberías abrirme la puerta estando así.

-Eres mi hermano - replicó ella.

-Ya, pero soy un hombre también.

¿Un hombre? Se preguntó si su hermana le había visto alguna vez como tal.

Ella dio unos pasos en su dirección.

-¿Y qué quiere este hombre de mi?

Oscar pensó en ese momento que a la mierda los otros chicos. Si alguien se la iba a follar, ese iba a ser él.

Se puso de puntillas y la besó.

El movimiento fue tan audaz que pilló desprevenida a su hermana. Esta levantó su mano para abofetearlo, pero su hermano era todo un hombre. Que los otros chicos fueran más fuertes que él no significaba que su hermano no fuera más fuerte que ella.

Y tras agarrar su mano, volvió a besarla.

La arrojó contra la cama.

Oscar sabía muy bien lo que deseaba. Quería verle el coño. Nunca había visto uno en vivo, solo en la pantalla, y se moría de ganas de tener uno delante de él.

Llevó sus manos a las caderas de su hermana y comenzó a bajarle los pantalones y las bragas sin que ella se resistiera.

Dejó que ambas prendas se deslizaran por sus muslos hasta los tobillos para luego quitarlas.

No le fue difícil abrirla de piernas, separar sus rodillas hasta que su hermana no dio más de sí. No lo había hecho suavemente, pero tampoco necesito mucha fuerza para hacerlo.

Le decepcionó ver que su hermana llevara el coño salvaje, sin arreglar. Esperaba uno limpio y depilado, como estaba acostumbrado a verlo en las cientos de pelis porno que había visto.

Aún así pudo notar que su hermana estaba húmeda, lista y preparada para ser follada.

-Sácate las tetas.

Su hermana no tardó en obedecer ya que había notado la decepción en su voz, y se quitó el pijama quedando completamente desnuda.

Notó las manos de su hermano subiendo por sus muslos, la boca de su hermano chupándole un pezón y finalmente, la polla de su hermano clavándose en ella.

Oscar se la estaba follando todo lo duro que podía. Nada ni nadie le había enseñado a follar suave o dulcemente. Creía firmemente en que debía darlo todo en cada penetración, como si su vida dependiera de ello.

Para ello, había agarrado fuertemente a su hermana por sus caderas.

Tardó un rato en notar la corrida grande y espesa de su hermano dentro de ella. Pero este no había terminado aún.

-Mírame.

Laura giró la cabeza solo para ver como su hermano se había subido a la cama y avanzaba a gatas hacía ella.

Se detuvo cuando su polla, aún dura y erecta, estuvo a la altura de su cara.

Podía olerla y casi saborearla. Tenía un olor muy fuerte. A sudor, a semen, a hombre, a ella.

Oscar comenzó rebozando la punta de su polla por toda la cara de su hermana, restregándole todo el semen y los jugos vaginales que tenía pegados, logrando que la cara de su hermana brillara a la luz de la habitación, y tras agarrar la cabeza de su hermana con ambas manos, se la introdujo  en su boca.

Se la había metido hasta el fondo, hasta que su vello púbico se había aplastado contra la cara de la hembra, solo para probar que podía hacerlo. Había entendido hacía tiempo que Laura estaba completamente sometida a los deseos de su macho.

Dejó su polla dentro un momento, sin moverla, lo suficiente para que su hermana se acostumbrara a tener una polla dentro de su boca.

Tenía una sensación de poder increíble, como nunca antes había experimentado en su vida.

Una parte de él decía que esto estaba mal, pero joder como lo estaba disfrutando.

Comenzó a follarse duramente la boca de su hermana.

Le gustó los ojos que ponía esta al fijarse la polla que entraba y salía sin parar de boquita, y luego mirándole como suplicando que se parase pero sin hacer nada para que se este se detuviera, y luego mirando de nuevo la polla que no paraba de entrar y salir de su boquita.

Porque Oscar no pensaba parar hasta que no explotará dentro de ella, hasta que no le diese a su hermana de probar su leche de hombre.

Cuando al fin notó que se venía apretó contra su cuerpo la cabeza de su hermana obligando a esta a tragarse todo.

Al sacarla volvió a restregar una polla llena de babas y restos de semen por la carita de su hermana. Solo porque podía y le divertía.

-Si quieres ser mi perra, depílate.

Cuando Laura se quedó a solas en su habitación, intentó racionalizar lo que había pasado.

¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho?

Había gastado una broma tonta a su hermano pequeño y había terminado cediendo a todos sus deseos. Lo peor es que le había gustado como su hermano había jugado con ella y la había utilizado.

Tenía que vestirse. Y lavarse. Y lavarse los dientes.

No podía creer que se hubiera tragado el semen así como así, con el asco que le daba cuando lo veía en vídeo.

Se incorporó como pudo, pues su coño aún ardía solo para mirarse en el espejo.

Estaba hecha un asco.

Su reflejo tenía pegotes de semen aquí y allá fruto de una última corrida cuando su hermano restregaba su polla en su cara.

Tenía un fuerte chupetón en su pecho y tenía los muslos manchados de sangre y semen.

Pero lo que más vergüenza le dio fue la mata de pelo que tenía entre sus piernas.

Nunca se había preocupado por eso. Depilado era de furcias y llevarlo bonito lo dejaba para cuando tuviera que enseñárselo a alguien especial.

A alguien especial…

La decisión ya estaba tomada. Tomó unas tijeras y comenzó a cortarlo para afeitarlo a continuación.

Y ahora pensó hacer algo que no creía que haría nunca.

Desnuda como estaba, salió de su habitación y comenzó a caminar hacía la habitación de su hermano y llamó a la puerta.

Este no tardó en abrir.

Lejos de rechazarla, le dio la mano para entrar.

Hacía mucho que no entraba en la habitación de su hermano. Era la habitación de un chico, pero también la habitación de un hombre.

Su hombre.

Se había tumbado en la cama, con los pies pisando el suelo. Era la misma posición que había adoptado en su propia habitación.

Esta vez apareció un coño limpio.

Oscar sentía que no tenía fuerzas para follarlo, pero no tenía porqué hacerlo.

Cogió el móvil, enfocó y tiró fotos.

Lo tocó, lo sobó, lo abrió con sus dedos, incluso introdujo en él uno y hasta dos dedos mientras su hermana disfrutaba como la perra en la que se había convertido.

Una vez limpia y bañada, Laura volvió a esa misma habitación. Durmieron juntos. Ambos sabían que sus padres no se iban a enterar pues tenían que irse bien temprano por la mañana.

Solo cuando los sintió salir, Oscar se decidió a contar su secreto.

Se lo contó todo mientras Laura se abrazaba fuertemente a él

-Lo peor es que no se van a detener aquí. Si se la chupas hoy, mañana querrán follarte y pasado darte por culo.

Laura pudo notar como el miedo y la frustración estaban comiendo a su hermano. Este se había levantado de la cama y daba vueltas por la habitación.

Y se fue de la misma.

Laura tardó un momento en saltar de la cama y entrar en el cuarto de baño.

-Yo… lo haré.

-¿Qué?

-Soy tu perra. Si quieres que me tire a esos chicos, lo haré.

-Yo no…

-Es para lo que sirven las perras.

Sin que nadie le dijera nada, Laura se arrodilló delante de su hermano. Cogió su polla con las manos y se la metió en la boca.

Sabía que su hermano estaba a punto de orinar, pero no le importaba. Quería demostrarle hasta que punto estaba dispuesta a llegar por él.

Sin poder evitarlo, Oscar comenzó a mear mientras Laura se lo tragaba todo.

-¿Y bien, chico? ¿Tienes algo que contarme?

-Lo hará. Pero solo os la chupará hoy, nunca más.

-Me vale - respondió este.

El líder de la manada llevó a Oscar hasta el descampado de costumbre. Se habían reunido un montón de chicos y solo faltaba la protagonista femenina.

Cuando Oscar miró a su abusador, este solo se encogió de hombros.

-No he podido tener la boca cerrada.

Laura no tardó mucho en llegar.

Estaba bellísima y encantadora, como siempre.

Tiritó por dentro cuando comprendió que la esperaba.

-Bien, aquí estás. Vamos allí.

Agarró a Laura del culo y la condujo hasta un servicio público cercano entre los vítores de los chicos reunidos.

Una vez dentro del retrete, ordenó a la chica desnudarse y que se arrodillara.

Enormes chorros de semen caliente y espeso inundaron la cara de la chica.

-Joder.

-Tios… La chupa como una profesional - aseguró mientras salía - me he corrido con solo sentir su lengua.

Al segundo que entró le hizo gracia ver a Laura con una gran corrida en la cara.

Él decidió correrse en su pelo.

Los demás también entendieron que era mucho mejor humillarla que tener simplemente sexo. Era lo mejor para no meterse en líos.

Uno detrás de otro los chicos iban pasando de uno en uno solo para pajearse y correrse encima de ella.

De su cara, de su cabello, sobre su cuerpo, en su boca…

Cuando pasó unas horas, Laura no estaba muy segura de cuánto semen se había tragado o de cuánto semen habían derramado sobre ella.

Porque los chicos, al menos un par de docenas, habían repetido varias veces.

Entendió que todo había terminado cuando entró su hermano.

Se avergonzó de sí misma y no pudo mirarlo.

Estaba sentada sobre un charco de semen y meados, y una masa blanquecina y pringosa inundaba todo su cuerpo.

Y aún así, Oscar sacó su móvil y se puso a hacer fotos.

Esa misma mañana había interpretado la verdadera naturaleza de su hermana.

Se trataba de una perra masoquista y así era como debía tratarla.

Solo él sabía que su hermana sólo tenía semen y meados en el estómago desde esa mañana porque así se lo había ordenado. Una simple prueba de su lealtad.

Le ordenó ponerse a cuatro patas, así como lamer el charco del suelo mientras lo grababa.

Y luego le pidió que abriese la puta boca para mearse dentro de ella.

Mearse en su boca era una manera de reforzar su dominio sobre ella, de recordarle cual era su posición, la que ella había escogido libremente, o al menos, así lo entendía.

Y su posición en el mundo era ser una perra esclava.

Su hermano sacó de una bolsa un collar de perra, de cuero negro con una argolla, y un anillo de esclava que había comprado mientras se realizaba la orgía.

Colocarle ambas piezas fue una demostración más de la sumisión de su hermana hacía él.

-¿Puedes levantarte?

Laura asintió con la cabeza y comenzó a caminar detrás de su amo.

Salieron fuera, al exterior. No iba completamente desnuda, pues su hermano le había dejado ponerse una chaqueta que apenas le cubría el pecho y el culo que llevaba agarrada con ambas manos y unas zapatillas.

No sabía a dónde se dirigían. Quizás a algún sitio donde pudiera limpiarse y lavarse un poco.

¿Pero quería lavarse de verdad?

En realidad no lo sabía.

Ni siquiera sabía si quería cruzarse con alguien o no. Por supuesto era consciente de su estado, pero por otro lado le excitaba pensar que pudieran verla así.

Por el camino se cruzó con una chica que estaba haciendo deporte.

No había sentido nunca antes tanta vergüenza en su vida.

La chica, incrédula ante lo que estaba viendo, no pudo más que mirar a Laura con la boca abierta. Una cosa es oír hablar de las esclavas sexuales y otra muy diferente, ver a una en acción. A una más joven que ella.

-Qué asco das - soltó antes de seguir con lo suyo.

-¿Y tú qué sabrás? - respondió Laura con un susurro de voz.

Sin más contratiempos, su hermano la condujo hasta el parking de un motel cercano.

Ató el extremo de la correa en la barra para dejar atadas a las mascotas. Por ahora tenía suerte, allí no había nadie.

Su amo no tardó en salir acompañado de un viejo.

-Tienes una perra muy sucia - dijo este.

-En cuanto se lave, verá que es de primera. Es joven, bonita, está sana y es muy obediente. Perra, quítate la chaqueta y bésame los pies.

Obedeciendo de la mejor manera, Laura se abrió la chaqueta, se colocó a cuatro patas y avanzó por el asfalto hasta donde se encontraba su amo para lamer sus zapatos.

-Esta bien. Aquí tienes la llave de la habitación. Cuando este limpia, me la mandas.

El agua caliente de la ducha la sentó de maravilla. Toda la suciedad que tenía encima desapareció sin dejar rastro.

Cuando acabó, se miró en el espejo. El collar negro resaltaba mucho en contraste con su piel. No sabía si se lo podía quitar y no sabía cómo contárselo a sus padres.

Salió desnuda del baño.

-¿Qué quieres que haga? Con el encargado…

-Le he dicho que puede hacer contigo lo que quiera, salvo besarte y darte por el culo.

Laura no dijo nada. La idea de entregarse a un desconocido la excitaba tanto como la ponía nerviosa.

-Pero antes…

Oscar señaló la cama a su hermana y le ordenó colocarse a cuatro patas encima de ella.

Ahora limpia y aseada se la folló como la perra que era hasta  venirse dentro de su coño.

Laura disfrutó muchísimo de esta follada. Sí, la habían hecho cosas muy denigrantes, cosas que a cualquier otra chica le parecerían una locura. Pero no se la habían follado ni había recibido ningún tipo de placer, más allá de sentimientos muy contradictorios.

Ahora sí, estaba disfrutando de que su hermano le estuviera rompiendo el coño a pollazos.

Una vez satisfechas sus necesidades, le dio a su hermana el uniforme del insti, pero nada de ropa interior.

Los metros que le separaban de la habitación del encargado se le hicieron muy largos.

Más o menos sabía que esperar de los chicos, o incluso de su amo. Pero no sabía que esperar de un hombre al que mandaban una puta.

-Pero mírate, que joven y que guapa eres. Adelante.

Laura se sentó en sus rodillas y notó como la mano del hombre comenzó a acariciar sus muslos. Luego notó sus dedos en su delicado coño.

Le clavo un par de dedos hasta el fondo un par de veces.

-Te gusta, ¿Eh?

Sacó los dedos pringados de semen y sonrió. Los acercó a la boca de la guarra y está comenzó a chuparlos.

-Así, así…

Lo siguiente fue quitarle la camisa y magrear sus pechos.

Pechos firmes, jóvenes, naturales y bonitos.

El hombre se los tocaba con fuerza y seguridad, de forma bastante ruda.

A continuación, metió su cabeza en las tetas de la chica y comenzó a chuparlos y morder sus pezones.

Pero ya tocaba que se la chupará.  Laura se arrodilló delante de él y se fijó en el gran trozo de carne que tenía delante de ella.

-No te esperabas esto, ¿Eh?

Ni siquiera le cabía en la boca. Se la metió hasta donde pudo y comenzó a lamer y a moverse.

Al contrario que con su hermano o los chicos, esta vez estaba sudando para que el hombre se corriera.

-Hola, buenas. Queremos una habitación, por favor.

Laura se sobresaltó al escuchar hablar a un hombre. Laura miró para arriba solo para encontrarse con una pareja de negros.

-Tranquila, perra. Mis clientes están acostumbrados a todo. Tú perra, sigue a lo tuyo.

Quizá la pareja lo estaba, pero ella no estaba acostumbrada a que la vieran con una polla en la boca. Muerta de vergüenza, se concentró en lo que estaba haciendo.

-Es muy novata aún - dijo el conserje. - Son 20 euros

-Aquí tiene. ¿Y cuánto por ella?

-¿Para hacer sus cosas? Otros 20 y no creo que su amo suponga ningún problema.

-Bien.

El anciano aún tardó un buen rato en correrse. Una corrida larga y profunda que inundó la boca de Laura de semen. Esta por supuesto se lo tragó todo.

Todavía con fuerzas suficientes, levantó a la perra, la colocó de espaldas con el torso apoyado en la mesa, y comenzó a embestirla desde atrás.

Follaba muy fuerte, mucho más que su hermano, y con un instrumento mucho más grande.

Le dolía, pero también disfrutaba con cada embestida.

-Menuda joya de coño que tienes, perra.

Otra pareja llegó mientras ambos mantenían relaciones.

-Vaya, veo que te lo pasas bien.

-Hay quien prefiere pagar en especies. Serán 20.

-Sí, ya lo sé. Toma. ¿Y qué hay que hacer para que la mandes?

-Hay una pareja antes. Pero serán otros 20.

-En fin, si se puede, se puede, y si no, otro día.

Tras acabar de complacer al anciano, Laura se dirigió de nuevo a la habitación de su hermano y le contó lo de la pareja.

Según le había contado, al parecer a la negra le gustaba que una blanca le comiera el coño después de la gran corrida de su amante dentro de ella.

Por supuesto su hermano no tuvo problema en ello.

La pareja de negros le estaba esperando. Ellos ya habían terminado con el sexo. La mujer estaba tumbada en la cama fumando y el hombre fumaba desnudo dentro de la habitación.

Tenía un coño peludo, de mujer adulta. El hombre sacó un billete de 20 de la cartera y se lo dio.

-Toma, tu pago.

Meter su lengua en el coño de una mujer era algo que nunca había imaginado hacer.

Después de descalzarse, se había subido a la cama y acercado su cara hasta el coño de su clienta.

Podía sentir su vello púbico restregándose en su cara.

Metió su lengua. Pudo saborear el semen pegado en la vagina así como otras cosas.

El hombre la metió al culo. Eso no estaba previsto.

-Tranquila, perra, sigue a lo tuyo.

Llevó su mano hasta su coño y comenzó a acariciarlo. Laura había abierto sus piernas de forma inconsciente para dejarse.

Luego llevó su mano pringada de jugos hasta su ano.

Laura entendió lo que iba a pasar a continuación.

La mujer la agarró fuertemente de la cabeza mientras su amante se la clavó en el único agujero virgen que quedaba en su cuerpo.

Fue una penetración brutal, sin casi preparación.

Pero Laura no gritó.

Resistió como pudo el brutal sexo anal al que la estaban sometiendo.

El dolor se mezclaba con el placer y ambas sensaciones juntas se retroalimentaban y se intensificaban, no sabiendo Laura si quería que todo terminase o que no parase jamás.

-Te has portado muy bien, perra. Si alguna vez tu amo no te da lo quieres, ven con nosotros.

Con el culo roto, volvió con su amo. Este demostró que sabía que había pasado, incluso le mostró el vídeo.

Laura simplemente no podía creerlo.

Ya de vuelta en su casa, en su habitación, meditó sobre lo que había ocurrido. Siempre había tenido fantasías de dominación y sado, pero era muy duro, demasiado duro. No estaba nada segura de si podía aguantar un día más.

Entró en la habitación de su hermano decidida a dejarlo.

-Que sean 10…

-Tío, 10 es mucho.

-Pero hay gastos. Tengo que llevar a la perra a limpiarse a un motel y no veas como clavan. 10 euros por mamada.

-Esta bien, esta bien. 10 euros por mamada.

-Bien,  -y colgó el teléfono.- Bueno, ya has oído. Los chicos quieren repetir mañana. Solo mamadas.

-Solo mamadas - dijo ella.

-Por cierto, he guardado tu collar aquí. Solo te lo pondrás cuando estemos con esto, pero el anillo lo llevarás siempre.

-Sí, claro, lo que tu digas amo.

-Y siento lo de…

-No, lo sientas - dijo ella - Los amos no tienen porque disculparse.

-Arrodíllate - mencionó este.

Mearse en la boca de su perra era el método con el que su hermano reforzaba su posición sobre ella.