La sumisa secretaria (6) - Sorpresas en el baño

Otro día más en la oficina como esclava de su jefe, pero hoy tendrá alguna sorpresa más. Primera experiencia lésbica de Laura.

Capítulo 1: http://www.todorelatos.com/relato/79668/

Capítulo 2: http://www.todorelatos.com/relato/79685/

Capítulo 3: http://www.todorelatos.com/relato/79710/

Capítulo 4 - Ritual de iniciación: http://www.todorelatos.com/relato/79772/

Capítulo 5 - Vuelta a la oficina: http://todorelatos.com/relato/79826/

Han pasado unos meses desde que publique la parte 5 del relato, esa parte y la que ahora os adjunto están bastante relacionadas, así que os aconsejo leer de nuevo el capítulo 5.

Capítulo 6 - Sorpresas en el baño.

Un día más Laura volvía a subir en el ascensor junto a su amo, eran las 8 de la mañana y empezaba su doble jornada laboral, la primera como secretaria y la segunda como esclava.

El día anterior su amo había colgado una fotocopia de su tanga en un tablón de la oficina y ahora era uno de los temas que más comentaban sus compañeros, pero nadie sabía quien era la mujer que se iba quitando las bragas mientras trabajaba.

Él le metió una mano por debajo de la minifalda de su empleada, comprobando que no llevaba ropa interior, acarició su terso trasero y introdujo suavemente un dedo en el coño de su sumisa. Luego le puso el dedo en la boca y ella lo limpió rápido antes de que se abrieran las puertas.

Se sentó en la silla de su pequeña sala, después de ponerse un huevo vibrador, no le costó mucho introducirlo porque esta nueva situación la mantenía en constante excitación. La puerta de la sala no se podía abrir desde dentro, era otra manera de estar a merced de su amo, quien sólo podía abrir la puerta utilizando un botón de un mando a distancia que a la vez que abría la puerta activaba el huevo vibrador que Laura tenía en su interior, así se aseguraba que su sirvienta estuviera caliente cuando él la necesitaba.

A media mañana notó como vibraba su coño y se dirigió rápidamente al despacho de su amo.

Se quedó de pie esperando órdenes, con la mirada baja, su vista se posó sobre la blusa blanca en la que se marcaban sus duros pezones.

-Ven aquí, acércate a cuatro patas. -Le ordenó su dueño mientras se iba bajando los pantalones. -Quiero que me hagas una cubana con esas preciosas tetas.

Ella se fue acercando a gatas y al llegar donde estaba sentado su jefe se fue desabotonando la blusa. Cubrió su polla con sus pechos y empezó el trabajito que su amo le había ordenado.

-Será mejor que también juegues un poco con tu lengua, cuando antes hagas que me corra creo que será mejor para ti. Desde mi ordenador he configurado los ordenadores de la oficina para que dentro de 10 minutos se active un salvapantallas con fotos tuyas. Fotos algo subidas de tono en las que sales en ropa interior, casualmente en las fotos llevas el tanga que todo el mundo conoce en la oficina, el que está colgado en una fotocopia en el tablón de anuncios de la sala principal.

Se metió la punta en la boca mientras continuaba masturbándole con sus pechos. Tenía que hacerlo bien y deprisa o toda la oficina la vería medio desnuda. Pasaba la lengua suavemente por la punta y apretaba bien sus pechos contra aquel mástil bien duro.

Cuando su amo notó que iba a correrse se la sacó de la boca y echó todo el semen sobre los senos de su esclava. Luego se la volvió a meter en la boca para que se la dejara bien limpia y reluciente.

-Amo, ¿puedo limpiarme con un pañuelo?

-No, mejor límpiate con esto y luego te lo pones para que ese coño no pase frío y se resfrie. -Le dijo mientras le devolvía la famosa pieza de ropa interior.

Se puso el tanga, estaba empapado en el semen de su amo, el cual se mezcló con su flujo vaginal, fruto de la orden que terminaba de cumplir.

-Ahora quiero que te metas estas bolas chinas en coño y mientras te voy a explicar que es lo que quiero que hagas ahora. Vas a ir al mismo baño en el que te follé ayer, te quitarás toda la ropa menos el tanga y te volverás a esposar a la tubería.

Al pasar entre sus compañeros se sentía incómoda, como si todos supieran que llevaba el tanga manchado por el semen de su jefe.

Cuando vió que no había nadie volvió a meterse en el baño masculino y fue diréctamente al tercer cubículo, no tenía permitido cerrar la puerta, así que se fue desnudando con el miedo a que alguien pudiera entrar y la descubriera. Metió su ropa dentro del bolso, se puso un antifaz para no poder ver nada, una mordaza para no poder hablar ni gritar y unas esposas para quedar inmovilizada a la tubería, con el culo dirigido hacía la puerta y a quien la abriera.

Escuchó abrirse la puerta del baño y unos pasos que se dirigían hacía donde ella se encontraba.

El ruido venía de unos tacones, pero ¿como podía ser? Ella se encontraba en los baños masculinos. Recordó que el día anterior, mientras estaba siendo follada por su dueño, escuchó como una mujer meaba en el retrete contiguo.

Finalmente la puerta en la que ella se encontraba se abrió.

-Vaya vaya, que es lo que tenemos aquí? ¡La nueva putita de la oficina! -Exclamo mientras acariciaba el pelo de Laura. -Así me gusta, que muevas el culito, no es necesario que forcejees, conozco esas esposas y no te vas a poder soltar así. Será mejor que te estés quietecita.

Laura sentía miedo al no saber quien era esa desconocida ni que iba a hacerle.

-Lo primero será indicar bien claro que es lo que eres, así no habrá ninguna confusión.

Sacó un pintalabios y fue escribiendo en letras bien grandes y en mayúscula la palabra “PUTA” en la espalda de Laura. Luego se pintó sus labios y dio un beso al lado de la inscripción, dejando la marca rosada en la piel de su presa.

-Y este es el tanga que tan famoso se ha vuelto por aquí. -Se lo fue bajando, dejando a Laura complétamente desnuda. -¿Y estas marcas blancas? Parece que hace poco alguien ha estado jugando por aquí.

Atada como estaba no podía hacer nada.

-No quiero que grites o será peor. -Dijo la desconocida mientras quitaba a Laura la mordaza. -Abre la boca.

Le metió el tanga y luego puso cinta aislante para que no pudiera escupirlo. Ella se limitaba a obedecer, estaba asustada y le temblaban las piernas.

-Vamos a ver la gama de colores de tu trasero. No te preocupes que nadie va a entrar en este baño, he puesto un cartel en la puerta en el que pone que estamos desinfectando, para que no entre nadie. Voy a desinfectarte estas nalgas a mano abierta.

Cuando cayó el primer manotazo ya dejó la marca roja de la mano de esa mujer, pero antes de que ese color rojizo desapareciera de la nalga derecha, otra palmada volvió a caer.

Las lágrimas empezaron a empapar en antifaz, mientras un azote tras otro iba cambiando el color de la suave piel del culo de la sumisa.

-Hace un año yo estaba en tu misma posición, pero ese cerdo se cansó de mí, me echó de su casa, de su vida y dejé de ser su secretaría. Ahora simplemente soy la mujer de la limpieza. Le gusta verme degrada así, limpiando los baños y pasando la escoba por su despacho. Si sigues, tú terminarás igual. -Dicho esto le dio la última palmada en el culo, el cual estaba ya complétamente rojo, pero no apartó la mano, bajo entre sus nalgas hasta tocar el hilo que sobresalía del coño de Laura. -No sabía que tenías esto dentro de ti, no te preocupes, ahora las saco.

De un tirón saco de golpe las bolas y la esclava gimió de dolor, habría sido un grito de no estar amordazada.

-Estas muy mojada, menuda puta estas echa. No te preocupes, que hoy también serás follada, pero por mí.

La desconocida se fue desnudando de cintura para abajo y se puso un arnés que llevaba dos consoladores, uno más pequeño que ella se introdujo en el coño y el otro bastante más grande que apuntaba hacía Laura.

Se fue acercando al coño de Laura, reposó la punta del consolador entre sus labios y fue empujando con sus caderas para ir introduciéndolo. Empujó fuerte y sin contemplaciones hasta que estuvo todo dentro.

A Laura le dolía mucho, nunca había entrado algo tan grande en sus profundidades.

-Cuando vi la fotocopia del tanga supe que ya se había buscado una nueva esclava. Así que ayer cuando él entró al baño le seguí y entre aquí al lado, fue entonces cuando escuché tus gemidos mientras eras follada. Intentabas que no saliera ningún ruido, pero no sabes mantenerte en silencio, hoy lo estoy comprobando.

Mientras contaba esta historia seguía con el vaivén y aquel consolador enorme entraba y salía de la esclava.

-Cuando termine contigo no vas a poder follar ni sentarte en una semana.-La continuó follando mientras estiraba de su pelo. -Yo siempre hice lo que él quiso, no puede ser que te prefiera a ti antes que a mí.

En cada embestida Laura sentía doble dolor, primero por el objeto que entraba y salía de su cuerpo y segundo cuando la intrusa chocaba contra la sensible piel rojiza de sus nalgas.

La mujer del pene de goma seguía taladrando a Laura sin piedad, mientras clavaba sus uñas en la espalda de su cachorrita. Estuvo torturándola de esta manera hasta que creyó que ya había sido suciente. Se quitó el arnés pero no sacó el consolador del interior de Laura.

La intrusa se sentó en el inodoro, delante de Laura y le puso unas pinzas en los pezones.

-¿Duele, verdad? Pues si quieres que te libere tendrás que arrodillarte delante de mí y pedírmelo con tu lengua entre mis piernas.

Laura quería que toda aquella tortura terminara de una vez, así que sin pensárselo dos veces se abalanzó a lamer el coño de aquella mujer. Las pinzas le dolían demasiado, así que lamió con rapidez buscando dar un rápido orgasmo.

Finalmente aquella desconocida llegó al clímax mientras Laura lamía sus flujos vaginales. En su boca tenía el sabor de la derrota, la vergüenza y la rabia.

-Me marcho porque él estará a punto de llegar, creo que con esto habrás tenido suficiente. No quiero volver a verte por aquí y si volvemos a vernos no voy a ser tan buena.

Le quito la cinta aislante de un fuerte tirón y Laura escupió el tanga bañado en su saliva. No tuvo mucho tiempo la boca libre ya que la anterior mordaza volvió rápidamente a impedir que saliera su voz.

-Esto me lo llevo yo y no creo que quieras que nadie sepa quien es la propietaria. Así que ya sabes, mantén el coño cerrado cuando estés en la oficina.

Se fue dejando a Laura aún esposada a la cañería, amordazada, con un consolador enorme en su interior y llorando por la impotencia y el dolor. Las pinzas aún seguían apretando fuerte en sus pezones, aquella mujer no se las había quitado y eso que había cumplido haciéndole sexo oral. Sentía asco de sí misma y además aquel sabor no desaparecía de su boca.

-Veo que has conocido a Sandra.-Dijo su amo cuando abrió la puerta en la que se encontraba su esclava.

Le quitó las esposas y acarició la espalda de su esclava donde aún se podía leer la palabra “puta” escrita con pintalabios.

-No llores, no te preocupes que podrás vengarte por lo que hoy ha pasado aquí. -Dijo mientras sacaba el consolador del coño que le pertenecia. -Arréglate y ven a mi despacho.

Laura se tomó un tiempo hasta que dejó de llorar, se limpió las lágrimas con un pañuelo, aunque sus ojos hinchados aún relataban su desgracia.

Volvió a vestirse, pero otra vez sin tanga. El roce de la falda causaba dolor en la sensible piel de sus nalgas.

Continuará.

Gracias a todos y todas los que me habéis mandado correos pidiendo que siguiera la historia y dando idéas. Pero sobretodo gracias a la mujer que me mandó una foto del tanga que le gustaría que estuviera colgado en una fotocopia en su oficina.

htylerdurden@gmail.com