La sumisa secretaria (3)
El jefe de Laura le propone trabajar en su casa por las tardes, lo que ella no sabe es que no será sólo para limpiar y cocinar, tendrá que hacer alguna cosilla más. -Día de limpieza-
Capítulo 3
El sol empezaba a entrar por su ventana pero él seguía tumbado en su cama. Sabía que podría haberse follado a su secretaria la noche anterior, pero no lo hizo y no fue por falta de ganas, había tenido que contenerse para no poner a su asistente a veinte uñas.
No quería un sólo polvo de una noche, quería una esclava a sus órdenes para poder desfogarse cuando él lo encontrara conveniente y como quisiera.
Antes de salir de su habitación se masturbo pensando los planes que tenía para el domingo. Lo hizo para saciar su sed de sexo y así poder seguir haciéndose el duro, si no sería salir de la habitación y abalanzarse encima de su secretaria para follar como salvajes en el suelo. Él no tenía ninguna duda de que ella seguiría allí y dispuesta a firmar el contrato que la transformaría de su secretaría a su esclava.
Laura se había levantado temprano para empezar con sus trabajos.
Sé había maquillado para quien iba a ser su amo. Llevaba los labios pintados con un ardiente rojo y iba vestida con su uniforme de asistenta.
Vio como su jefe entraba por la puerta del comedor, pero no pudo dirigirle ninguna palabra porque según el contrato ella no podía hablar primero.
Punto 26:
No puedo hablar sin que mi amo me haya dirigido primero la palabra.
Su jefe se sentó en el sofá y se puso a observar como trabajaba su asistente.
Ella seguía muy caliente pues no había podido desahogarse la noche anterior, así que limpiaba contoneándose delante de él para intentar excitarle y que le metiera esa dura polla que ya había probado con su boca.
Dejó el mocho a un lado y cogió un trapo para fregar el suelo arrodillada. En esta posición se exhibía más, porque su vestido se subía dejando ver parte de su culo y con cada movimiento de sus brazos sus tetas se bamboleaban hacía delante y hacía atrás, pues no llevaba sujetador. Siguió moviéndose, cada vez más rápido, imaginando que detrás de ella estaba su amo, moviendo el culo hacía atrás, lo que hacía que cada vez su falda estuviera más levantada, pero también hacía que su coño estuviera más húmedo.
En un momento él pudo observar que Laura no llevaba ropa interior y vio su rosada parte íntima. Hacía rato que había visto lo que intentaba hacer su secretaria, pero sabía que realmente ella se estaba excitando igual o más que él.
-Quédate quieta así como estas.-Se quedó inmovil como una estatua, arrodillada, con el vestido subido hasta casi su cintura y los brazos hacía delante.
Escuchó por sus pasos como se situaba detrás de ella y notó como su mano acariciaba suavemente su coño. Lo había conseguido, por fin iba a tener a su amo dentro e iba a alcanzar el ansiado orgasmo. Notó como algo frío entraba a su coño y apoyó su cabeza contra el suelo mientras un suspiro escapaba de su boca.
Al tocar el coño de su secretaria notó lo mojada que estaba y por lo tanto seguía excitada y no le iba a hacer falta ningún lubricante para meterle las bolas chinas.
Fue introduciéndolas lentamente, escuchando un gemido por parte de Laura cada vez que una bola entraba completa en su coño.
-Ahora sigue con tu trabajo-Le dijo cuando tuvo ya las dos bolas metidas.
Siguió pasando el trapo por el suelo, pero a cada movimiento las bolas se movían en su coño y le hacían retorcerse de placer. Estaba ya muy sensible y no aguantaba más, pero continuó con su trabajo mientras su jefe la miraba con una sonrisa en su boca, sabiendo el sufrimiento que le estaba proporcionando.
-Cuando termines con tu trabajo, preséntate en mi habitación aún con ese regalito que te he dejado en tu interior.
Cuando término las tareas designadas fue a la habitación de su jefe. A cada paso que daba estaba más cachonda, por una parte gracias a las bolas, pero por otra por el misterio y la duda al no saber que iba a ocurrir en esa habitación.
Llamó golpeando dos veces a la puerta pero no hubo ninguna respuesta. Espero allí en la puerta, dócil y sin atreverse a abrir.
A los cinco minutos obtuvo respuesta y permiso para entrar.
Su jefe se encontraba sentado en un sofá, vestía unos cómodos vaqueros y una camisa. Un look que no tenía nada que ver con el que ella estaba acostumbrada a verle en su despacho.
-Así que quieres seguir con tu trabajo, ¿verdad?
Ella asintió con su cabeza.
-Lo que no sé es sin estas preparada, de momento he visto que eres obediente y ayer ya me demostraste que haces unas buenas mamadas.
-Por favor señor, déjeme demostrarle que puedo ser su sirvienta, su esclava.
-Mi putita en casa y mi secretaria sumisa en la oficina. Dime putita, ¿tienes novio?
-No señor.
-Alguna vez has sido la esclava de alguien?
-No, amo, mis relaciones siempre han sido muy convencionales.
-Pues vas a descubrir un mundo nuevo y no me llames aún amo porque no lo soy, aún no te he aceptado como mi esclava. Quiero saber si vales la pena.
-Desnúdate.
Ella fue despojándose lentamente del vestido intentando ser muy sensual para su hombre. Mientras él se sirvió una copa de whisky. Se quedó sólo con los zapatos de tacón, que hacían que tuviera más levantado el culo.
Por primera vez se encontraba completamente desnuda enfrente de él. Quien estuvo observando todas sus curvas.
-Date la vuelta y ábrete de piernas. Ahora quiero ver como te sacas las bolas de tu coño.-No le costó mucho sacarlas pues estaba ya muy bien lubricada.
Una vez las tuvo fuera sintió un gran vacío en su coño, el cual tenía ganas d volver a llenar pero con la polla de su jefe.
Se puso detrás de ella y fue acariciando todo su cuerpo, centrándose en sus tetas y también en la parte interior de sus muslos. La esposo con las manos detrás de la espalda y le puso un antifaz para que no pudiera ver nada.
-Desnúdame perrita.-De espaldas a él fue palpando su entrepierna y desabrochó el botón de su pantalón no sin cierta dificultad, ya que tenía las manos inmovilizadas. Bajó su cremallera y se dio la vuelta. Al tocar su torso notó que ya había quitado la camisa para facilitarle el trabajo. Ya sólo quedaba la ropa interior. Sé arrodilló delante de él y bajo sus boxer con la boca, sin poder evitar recordar la mamada que le había dado el día anterior.
Una vez estuvieron los dos complétamente desnudos, la cogió con cierta dureza y la puso contra la pared.
-Dime esclava,¿Qué es lo que quieres?-Le susurro en el oído.
-Fóllame.-Dijo, mientras sentía alegría pues era la primera vez que se dirigía a ella como su esclava.
-Creo que esa no es la forma de pedirlo.
-Fóllese a esta putita.-Dijo a la vez que se inclinaba con la cara apoyada contra la pared echando el culo hacia atrás hasta obtener contacto con la polla que deseaba tanto tener dentro.
-Por favor amo, su putita tiene ganas de sentir su polla dentro y que pueda disfruta por primera vez del coño de su sirvienta.
-No te he escuchado.
-Fólleme por favor.-Dijo ella casi gritando y con cierta desesperación en la voz. Llevaba desde la tarde anterior siendo excitada.
-Ve a la cama.
-Ella se subió a la cama de rodillas y se inclinó reposando su cabeza sobre la almohada. Era la misma posición que había adoptado un rato antes mientras limpiaba el suelo.
Su jefe se situó detrás y pasó su polla lentamente por la rajita de su esclava, la cual estaba en tensión esperando ese regalo.
Finalmente le clavo la polla entera de una sola embestida.
Ella no tardó mucho en obtener su primer orgasmo, mientras notaba como su amo entraba y salía de su coño y como chocaban sus huevos contra su culo.
Sus tetas se balanceaban con cada embestida, estaba justo como se había imaginado un rato antes, pero nunca podría haber imaginado que obtendría tanto placer. Se sentía casi al borde del desmayo y quería sentir de una vez como su amo se corría dentro de ella. Quería sentir ese esposo líquido golpear en su interior y sentirse así completamente de su propiedad. Se tomaba la píldora, así que no pasaba nada.
Pero nada de eso ocurrió, cuando él estuvo a punto de terminar, se la sacó y se corrió sobre su espalda y sobre su culo.
Ella quedó un poco decepcionada, se preguntó si le había gustado a su amo y si sería digna de ser su esclava.
Su jefe se marchó de la habitación después de quitarle el antifaz y la dejó allí extasiada y aún esposada.
Estuvo a punto de llorar al pensar que su jefe estaba decepcionada con ella, pero al girarse encontró en la mesita las llaves de las esposas y una carta.
Continuará
La esclava os lee en los comentarios, así que podéis dejarle mensajes o órdenes que tal vez cumpla en próximos capítulos.