La sumisa secretaria (1)
El jefe de Laura le propone trabajar en su casa por las tardes, lo que ella no sabe es que no será sólo para limpiar y cocinar, tendrá que hacer alguna cosilla más.
Capítulo 1
Se encontraba sentado en su despacho, detrás de su firme mesa de madera de cerezo sobre la que había un contrato bien examinado y retocado durante largas horas.
Vestía un elegante traje oscuro con una corbata roja que ahora mismo reposaba que sobre su mesa ya que seguía ultimando los recovecos finales del preciado contrato.
Una vez terminado llamó por el interfono a su secretaria.
-Senorita Laura, acuda inmediatamente a mi despacho.
La joven se dio prisa en llegar, ya que su jefe le infundaba mucho respeto y no le quería hacer enfadar.
Llamo a la puerta y no pasó hasta que le fue concedido el permiso.
Llevaba una falda negra que le llegaba hasta las rodilllss y una blusa blanca que dejaba vislumbrar un poco el color negro de su sujetador.
-Puede sentarse.-Dijo él en un tono más cercano a la orden que a la proposición.
Siempre que hablaba con él se sentía un poco cohibida e incapaz de mirarle directamente a los ojos.
-¿Le apetece un café? El mio con dos cucharadas de azúcar.
Casi sin haberse llegado a sentar se tuvo que volver a levantar y fue a por dos cafés a la mesa de la izquierda. Seguía sin saber porque la habían llamado.
Al levantarse tiró sin querer con la mano uno de los bolígrafos que se encontraban en la mesa. Lo recogió rápidamente dejando ver a su jefe como se marcaba su trasero bajo la fina tela de la falda. Al darse cuenta se ruborizo.
Llego a la mesa con los dos cafés.
-Quiere un poco de leche?-No hubo respuesta por su parte porque él ya estaba vertiendo el lacteo en su café. Él estaba cogiendo las riendas e intentando desconcertarla.
-Le apetece una galleta?-
-Si por favor. Dijo ella intentando coger el mando y sabiendo que negarse no iba a sevir para nada.
-Vaya, que error, no me quedan galletas.
-Bueno, a lo que íbamos, quería preguntarle si le gustaría ganarse un dinero extra. Necesito una asistenta en casa, ya sabe, mantener limpia la casa, cocinar la cena y otros quehaceres domésticos. -Esto ultimo lo dijo con una leve sonrisa, o eso le pareció a ella.
-No se preocupe que le pagaría bien-dijo al ver en la cara de Laura una mueca que expresaba cierta duda -además al encontrarse mi casa en una residencia fuera de la ciudad, lo mejor seríaa que se quedase allí en la habitación de invitados por lo que puede dejar de seguir pagando el alquiler.
-No me vendría nada mal ese dinero extra..
-Mire eeehm
-Laura, mi nombre es Laura-Dijo con una tímida voz.
-Si quiere puede venir unos días de prueba y luego ya me dice si quiere el trabajo.
Ya en su humilde apartamento estuvo dándole vueltas al asunto. Con él se sentía um poco incomoda, pero a la vez excitada. Se tuvo que masturbar en la cama para poder conciliar el sueño. En su fantasía imaginaba como él la subía a la mesa de su despacho y le hacia el amor suavemente mientras la llenaba de besos.
Al día siguiente era sábado y como no tenía que ir a su trabajo habitual se pasaría el fin de semana en casa de su jefe como su servíl y dócil sirvienta.
-Llegas muy puntual, me gustan las chicas obedientes.-Dijo él con una pícara sonrisa.
Laura pasó dentro de la casa sin atreverse a saludar a su jefe con un par de besos. Se limito a esbozar una ligera sonrisa y un saludo algo nervioso.
-Tu habitación esta arriba, hoy solo descansa y desaz tus maletas. Te he dejado tu uniforme encima de la cama.
No había pensado en ningún momento que tendría que llevar un uniforme durante sus tareas. Al entrar en la habitación fue lo primero que vio. Se trataba de un vestido negro bastante corto y con un pronunciado escote que no dejaba mucho a la imaginación en caso de inclinarse hacia delante, lo que también hacía que se le levantara la falda por detrás y se pudieran ver levemente sus tersas nalgas. En su pecho llevaba un lazo blanco como si fuera envuelta en papel de regalo.
El uniforme era tan ajustado que se le marcaba la ropa interior, así que se la quito para verse mejor en el espejo. Estaba excitada de estar así vestida y en casa de su jefe.
Después fue a guardar su ropa intima en un cajón, pero encontró algo que hizo que su entrepierna se mojase al instante. En el cajón habían consoladores de todo tipo, bolas chinas, antifaces, mascaras y unas esposas con las llaves para abrirlas.
Siempre había sentido curiosidad por estar esposada y a merced de un hombre, sus relaciones sexuales habían sido hasta el momento muy convencionales y poco morbosas.
Cogió las esposas y se las probó con los brazos por delante de su cuerpo.
Se miro en el espejo, la imagen era muy excitante, pero tenia que seguir deshaciendo las maletas. Recogió las llaves y fue a abrir las esposas.
No había manera, ¿Qué estaba pasando? Resulta que las llaves no eran de esas esposas, su jefe lo tenía todo muy bien planeado. Qué tonta había sido poniéndoselas sin comprobar nada antes.
El nerviosismo invadió su cuerpo. ¿Qué podía hacer ahora? Pensó en salir corriendo y no volver nunca mas a esa casa, pero en ese momento se abrió la puerta.
Vaya vaya, ¿Qué es lo que tenemos aquí?
Continuará
Podéis dejar en los comentarios ideas y experiencias para continuar la historia.