LA SUMISA - Realidad de una mujer dominada
Vivencia real de una mujer que se entrega humillada por el amor a su "amo"
Una buena amiga me pidió que recreara, en forma de relato, su historia real de dominación y amor hacia el hombre que amaba. No es un tema sobre el que jamás hubiera escrito pero, por ella he dado este paso. No hay fantasía por medio. Solo es la primera vivencia real de su protagosnista: Loli
Loli permanecía inmóvil y dubitativa delante de la puerta de la habitación 625 del hotel donde había quedado con su "amo" y a quien por fin iba a conocer más allá de la relación telefónica y virtual que hacía tiempo estaban manteniendo.
No sabe a ciencia cierta que se va a encontrar dentro. No sabe que le espera. La única consigna fue: "Entra sin llamar y confío que vengas vestida de puta de 100 € y con actitud de tal" .
Nunca había visto en persona a su "amo", pero sabía cómo se las gastaba cuando sus órdenes no eran cumplidas con la pulcritud y exactitud con que las imponía.
Con su mano apoyada en el pomo de esa puerta temía que una de las frases más recurrentes que él usaba cuando algo no era hecho a su gusto: "Si te tuviera delante, de la hostia que te daba se te saltaban las lágrimas, perra inútil" . Esas lágrimas que, sin recibir ese castigo físico real que la distancia evitaba, si brotaban de sus ojos, más que por el daño que le provocaba la actitud de Lucho hacia ella, eran por saberse consciente que le había fallado. Que no había sabido o podido cumplir con su obligación de sumisa al 100%. No importaba que hubiera tardado más de la cuenta en responder al deseo de su "amo", por la circunstancia o el motivo que fuera. Él no quería excusas.
Qué no lo hubiera dejado satisfecho al no realizar el mandato de él, de la forma y manera que él se lo había ordenado. Era lo que más le dolía internamente. Haberle fallado le resultaba imperdonable y sabía que, si eso se repetía muchas veces, Loli lo perdería para siempre y él no tenía ningún reparo en advertirle que si su puta sumisa no sabía actuar como lo debería hacer, otras estaban deseando ocupar ese lugar. Su dolor no solo era que, como persona entregada y fiel, se quedara sin el amo que la mantenía viva, era también por perder a la persona que amaba y que no se imaginaba ya su vida sin él.
Por fin, tras una larga inspiración, se decidió a girar ese pomo y abrir la puerta de manera sigilosa.
Él, su amo, la estaba esperando.
Sentado de manera relajada y placentera en el sillón de la habitación, no hizo ningún gesto, ninguna mueca. No se levantó para recibirla o saludarla ni tan siquiera siendo esta la primera vez que se veían cara a cara.
"Perdóneme, señor" , le imploró Loli, "he llegado un poco tarde" .
Lucho se levantó sin ninguna prisa de su acomodo y solo le dijo: "No te preocupes, solo han sido dos minutos sobre la hora que te dije que tenías que estar" . Y mirándola de cerca, casi de manera amenazadora, mientras colocaba entre su sujetador, visible en su más que generoso escote y su pecho, cinco billetes de 20 €, "los dos minutos que has estado agarrando el pomo de la puerta dudando en entrar".
En ese momento, Loli agachó la cabeza a modo de perdón, temiendo, no que Lucho la castigara físicamente, si no algo que le hubiera dolida más, que le dijera que se marchara de allí, como él le había asegurado si llegaba tarde.
Lucho se separó unos metros de Loli para pedirle: "Desnúdate despacio" .
Loli, empezó a quitarse pausadamente el vestido negro de raso, escotadísimo y que permitía que parte del sujetador, también negro quedara a la vista y sin disimular sus enormes pechos.
Lo soltó y la prenda se deslizó suavemente por todo su cuerpo para caer al suelo.
Su sujetador, ya visible del todo, dejaba entrever unos abultados pezones en medio de unas aureolas de un tamaño generoso.
Su cuerpo, elevado sobre los exagerados tacones de unos elegantes zapatos de salón, se veía atractivamente estilizado. Un cuerpo nada delgado, pero que acompañado de una más sugerente lencería y la altura del calzado que había elegido, daban perfectamente el rol de puta de 100 € que Lucho le había exigido para su primer encuentro real.
Pero algo no estaba bien y Loli lo notó en el gesto desencajado de su "amo".
El impacto de la palma de la mano de Lucho sobre su mejilla fue de tal fuerza que, a la vez que toda su cabeza se giraba al lado contrario, las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos.
"Te dije, prenda por prenda, como tenías que venir vestida y me has fallado" , le decía mientras se acercaba a ella y extrayendo los billetes que Loli aún mantenía entre el sujetador y su pecho, quitaba dos de ellos y volvía a colocar los otros tres en el mismo lugar. Mientras lloraba en silencio asumía que su "amo" le había rebajado la categoría de puta al pagarle solo con 60 €.
Loli, en ese momento, se apercibió donde había incumplido los deseos ornamentales de Lucho.
"¿Qué no entendiste cuando te pedí que vinieras con medias negras de rejilla?" , mientras la miraba sin ningún atisbo de lástima.
Balbuceando, sabiendo que había errado, Loli se atrevió a responder: "Señor, pensé que, aunque sean pantys, son más sexys que unas medias de rejilla. Tienen un estampado muy bonito".
"Tú no estás aquí para pensar. Tú única obligación es obedecerme en todo" , y a continuación zanjó el problema con un: "Te pensaba follar sin que te quitaras las medias. Quítatelas y déjate puestos solo los zapatos, ¡puta desobediente!".
Una vez ella quedó en mitad del cuarto, desnuda y
con el calzado como única indumentaria, con su mirada clavada en el suelo y los brazos a lo largo de su cuerpo. En su mano derecha mantenía aferrados los tres billetes de 20 €. Él comenzó a desnudarse mientras no le quitaba la vista de encima.
Tras despojarse de todas sus prendas, Lucho se acercó a Loli y tomándola de sus rubios rizos, la acercó sin ninguna suavidad hacia la cama, obligándola a ponerse en cuatro, con las rodillas en el borde.
Su erección ya era desorbitada y no iba a caer en juegos preliminares. Tomándola de las caderas, las empujó hacia abajo para que su coño quedará a la altura de su polla.
La cabeza de Loli se fue totalmente hacia atrás debido a la fuerza de la estirada que su "amo" imprimía tirándole del pelo. Ella lo asumía. No quería volver a fallar en esa primera y tan deseada cita.
El pene de Lucho entró sin ninguna piedad en su coño y fuertes embestidas se producían una y otra vez de manera enérgica.
Loli no sentía nada. No quería sentir nada. No debía sentir nada. Ella estaba para darle placer a él. Primero era su "amo". Sin embargo, notaba como sus flujos salían de su sexo y resbalaban por sus muslos. Temía la reacción de Lucho.
Tras varios minutos en los que únicamente se escuchaba el sonido de la polla de él rebotando sobre su encharcado coño, Loli notó la fuerte palmada que su "amo" le propinó en una de sus nalgas. No se atrevió a emitir ningún quejido. Se daba cuenta que, de manera inconsciente, estaba fallándole de nuevo.
"¡Mierda de puta! Estás tan mojada que no siento mi polla dentro de tu coño gordo" , le recriminó bruscamente Lucho y sabiendo ella que era perfectamente cierto.
Por más que había intentado apartar su mente del momento tan deseado que estaba viviendo. Por más que había controlado el placer, por muy duro que le fuera, su coño le había jugado una mala pasada. Ahora sabía que le esperaba, pero se sentía humillada consigo misma. No por el hombre, por el "amo" al que amaba.
Lucho se separó de Loli. No lo veía. Continuaba sobre la cama con las rodillas y las manos apoyadas en ella. Sus lágrimas de pura rabia, iban directamente de sus ojos a las sábanas. Intuía, con absoluta certeza, que estaba haciendo el a sus espaldas. Y no se equivocaba.
Lucho se colocó un condón. El objetivo de su polla había cambiado. Sus dedos se introducían en el coño de su "sierva sumisa". Se empapaban de los líquidos que lo mantenían aún encharcado y iban directamente a lubricar el preservativo. No pensaba usar crema. Ese líquido suave y viscoso iba a hacer la misma función.
Se agachó para colocar su cabeza a escasos centímetros de su generoso culo. La parte de ella que más excitación le provocaba. Separó sus grandes nalgas y Loli esta vez tampoco imaginó el nuevo castigo que, en forma de dolor, le esperaba, pero que sabía tenía que asumir.
Evitó gritar, pero, sobre todo, no hizo nada por moverse. Los dientes de Lucho se clavaron fieramente en la cara interior de una de sus nalgas, a escasa distancia de su ano. Sabía que no se podría liberar ya que esos dientes permanecían aferrados a su carne como las garras de un águila atrapan a su presa. Pasada la primera sorpresa, el dolor se fue transformando hasta tal punto que de nuevo, de su coño empezaron a brotar finos hilos de viscosidad. Lucho lo notó y de nuevo empapó su condón con ese líquido. Ya sí estaba dispuesto a satisfacer su deseo.
"¿Estás preparada, zorra?" , le preguntó sin importarle demasiado la respuesta.
"Si señor, estoy lista para recibir su pene en mi otro agujero" y gimoteando, solo añadió "en él podrá disfrutar como usted se merece, mi amo".
Lucho colocó su enorme polla, la parte que su sumisa más adoraba y la fue introduciendo poco a poco, sin brusquedad excesiva, pero sin detenerse en ningún momento cuando le llegaban los sollozos que Loli emitía mezcla de dolor y de placer.
El movimiento era continuo y sin cambios de ritmo. Él con una mano, azotaba una de sus nalgas y con la otra estiraba de la melena de Loli con energía. Ambos detalles, que en otra situación hubieran podido parecer humillantes, provocaban en Loli una indescriptible sensación de placer y manteniéndose apoyada con una sola mano usaba la otra para acercar uno de sus enormes pechos a la boca y morder con saña el hinchado pezón. La mezcla sincronizada de todos esos elementos de dolor le estaba haciendo elevar su excitación al máximo, pero sabía que no podía llegar a más ya que su "amo" le había advertido, antes del encuentro, que ella debía mantener el orgasmo alejado hasta que él tuviera el suyo. Y no podía fallar.
De repente Loli sintió que la polla de Lucho ya no retrocedía. La notaba toda dentro de su ano y su pubis totalmente apretado contra sus nalgas. Las uñas de Lucho, clavadas en su espalda y su respiración fatigada y entrecortada, eran la prueba más evidente de que su "amo" se acababa de correr y la felicidad hizo que mordiera su pezón con más agresividad si cabe.
Instantes después, Lucho salió de ella. Se extrajo el preservativo y la apartó sin dulzura para recostarse en la cama.
Ella, desde su posición lo miraba satisfecha del efecto que había conseguido de placer en su amado, en su "amo" y esperaba la nueva orden que no tardó en llegar.
"Límpiame la polla" , fue la consigna. Loli sabía que tenía que hacer y no era una limpieza con papel. Era una satisfacción para ella usar su boca para dejar la polla de Lucho limpia de sus restos de semen.
Él abrió sus piernas y su sumisa se colocó, de rodillas, entre ellas, dispuesta a culminar la nueva tarea que se le había encomendado.
"Señor ¿me permite
masturbarme mientras lo limpio?" , imploró ella.
"Si, perra" , fue la escueta respuesta, a modo de favor por los servicios prestados, que le otorgaba.
Loli se inclinó hacia el pubis de su amo y introdujo su pene, que ya empezaba a perder su vigor y como quien lame un caramelo, lo fue dejando impoluto, de manera muy lenta. Recreándose, relamiéndose, con lo que le había sido encomendado. Mientras, sus dedos hurgaban en su coño y profundizaban totalmente en él. Ligeros gemidos escapaban de su garganta.
Lucho, como quien agradece a su perra su fidelidad y su compañía, acariciaba cariñosamente el pelo de Loli, mientras esta actuaba sin prisas en su pene y con agresividad en su coño.
Una vez ella emitió un pequeño grito, evidenciando que había tenido su merecido orgasmo, sin apenas levantar la cabeza, lo miró dócilmente, mientras que con su lengua relamía las comisuras de sus labios para atraer hacia si, los escasos restos del semen de su "amo" que se habían escapado de su boca.
"Aparta, zorra, voy al baño" , le inquirió él bruscamente.
Estaba ya en pie cuando ella, totalmente humillada y con la vista baja, le suplicó: "Señor, por favor, déjeme ir con usted. Siempre me dijo que me concedería ese deseo si me portaba bien" .
"Además de una puta, eres una guarra" , le dijo en su máxima expresión de macho dominante, para, tomándola fuertemente del brazo, añadir: "Venga, ven. No aguanto más" .
Loli entró en la ducha y tras ponerse de rodillas encaminó su cabeza hacía el pubis de Lucho y esperó que su macho descargara toda su orina sobre su cara y su pecho. "Si abres la boca te meteré una hostia, zorra" , le advirtió él.
Loli apretaba los labios satisfecha al sentir en su rostro, el calor de la micción de su "amo". Se tuvo que reprimir para no abrir solo un poco la boca y sentirlo también entrar en ella, pero no quería contradecirlo de nuevo.
Cuando terminó de orinar y con Loli todavía de rodillas en la ducha, le demostró de nuevo, su cariño acariciando su cabeza, de nuevo como al perro fiel, como premio por su comportamiento. Ella desde su posición, lo miró con ojos de ternura y agradecimiento.
Lucho, entró en la ducha y tomándola suavemente esta ver de los brazos, la ayudó a ponerse de pie. Puso el agua tibia en marcha y la mojó para quitarle los restos de la humedad de su orina que aun resbalaban por la cara y el cuerpo de Loli. Cuando ya estaba seguro que estaba totalmente limpia, él también se colocó debajo del agua y acercó su boca a la de ella. Lucho dejó de ser en ese momento el macho dominante y sin ningún escrúpulo.
En ese momento, los roles de "macho" y de "sumisa" dejaban paso al de una pareja de amantes que iban a disfrutar de su primer encuentro, en igualdad de condiciones y de sensaciones
Él la besaba con auténtica pasión y devoción, mientras ella apretaba su cuerpo fuertemente contra el de él. Clavaba sus uñas en las nalgas de su amante y restregaba su pubis contra su pene.
El efecto no tardó en aparecer y poco a poco, su coño empezó a verse taladrado por la enorme verga de su amante, del hombre que amada con locura. Ese hombre que, sin dejar de besarla, elevó una de sus piernas para que su penetración fuera más profunda y más efectiva, hasta que esta vez sí, un grito al unísono fue la mejor prueba de la culminación de su primer encuentro y las miradas que ambos se regalaron, mientras el agua seguía cayendo sobre ellos, la demostración de que, por encima del juego de la dominación, estaba el del amor del uno por el otro, que ya no podían abandonar.
"Te amo" , fueron las palabras que se dijeron al unísono antes de volver juntos, de la mano, a la cama.