La sumisa de Internet (Parte 2)
En esta ocasión llevaré a Ana a una mazmorra en la que sus tetas serán duramente castigadas.
El mismo martes en el que habíamos vuelto a quedar Ana y yo, le mandé un mensaje avisando que no viniera a mi casa, si no que le iría a buscar en mi coche e iriamos a una mazmorra que había alquilado. Todo con el objetivo de tener más privacidad, puesto que el hecho de escuchar gritos en mi casa cada día podría extrañar e incomodar a los vecinos.
Fuí a buscarla en coche a la hora acordada y en cuanto me vio se subió rápidamente. Le noté un poco nerviosa así que decidí preguntar si pasaba algo.
- Esque… Mucha gente me conoce por esta zona y a mi marido… Y no quiero que me vean subirme en el coche de un chico desconocido.
- En ese caso bésame ahora mismo.
- No puedo…
- O lo haces ahora mismo o se acaba todo esto, para siempre.
Tras unos pocos segundos me besó, tímida al principio pero no tardó en animarse. Metí mi mano debajo de su vestido y empecé a masturbarla, lo cual le hizo gemir ligeramente. Varias personas que pasaron se quedaron mirando, no les culpo sinceramente. Si quería ocultar sus gustos ante la gente de su barrio, ya no sería posible.
Cuando creí que era suficiente la aparte de mi y arranqué de camino a la mazmorra que se encontraba en las afueras de Madrid.
Llegamos al lugar unos 20 minutos después. Ana quedó un poco impactada al ver los equipamientos de los que disponía aquel lugar, se notaba que nunca había estado en una.
-D eja todas tus cosas, incluida la ropa en aquella mesa
- Por supuesto, Señor.
- Nuncas has estado en un lugar como este ¿Cierto?
-C ierto, la verdad es que impone bastante.
- ¿Te impone solo con verlo? Si supieras todo lo que tengo pensado hacer contigo… imponer sería una palabra que se quedaría corta.
Le agarré del pelo y la lleve hasta una Cruz de San Andrés que preside la sala. La até lo más fuerte que pude en ella dejándola totalmente a mi merced.
- Con esto me aseguraré de que nada te “imponga” dema
siado.
Saqué una pequeña venda y se la puse alrededor de los ojos para evitar que viera nada de lo que le esperaba y una mordaza de bola para evitar que pudiera gritar excesivamente alto.
-A hora sí que podemos empezar, perra.
Todo aquello provocó que se humedeciera mucho. Fue un indicativo de que aquello le estaba gustando realmente por lo que lo que venía le iba a dar un gran placer. Prepare unos pocos instrumentos en una mesa, entre ellos diversas pinzas, cuerdas y un “gato”. Con eso sería suficiente para empezar.
- Los pechos son una parte muy sensible del cuerpo ¿Sabes? Pueden causar un gran placer… -Dije mientras se los acariciaba suavemente y de golpe cuando llegue a los pezones los pellizque y retorcí fuertemente- …pero también un gran dolor
Ella gritó pero se enmudeció por la bola que impedía que emitiera ruidos demasiado fuertes, aquello fue música para mis oídos en aquel momento. Seguí retorciéndose un rato, no paraba de quejarse como podía pero le era difícil articular queja alguna con la mordaza. Solté los pezones y pude notar un suspiro de alivio por su parte, pero eso solo había sido el comienzo.
Cogí unas cuantas pinzas y empecé a decorar sus pechos con ellas pero sin tocar los pezones. Cada una que colocaba le obligaba a emitir un ligero grito de dolor. Acabé con dos pinzas que estaban conectadas por una cadena, cada extremo para un pezón y cuando ella menos lo esperaba sujete la cadena y di un fuerte tirón que arrancó las pinzas de golpe. Dió un fuerte grito en el que se mezclaban dolor y placer que ni siquiera la mordaza pudo enmudecer.
Arranque todas las pinzas una a una hasta dejar las tetas otras vez sin artilugios pero en esta ocasión totalmente rojas. Las rodeé con una cuerda ejerciendo bastante fuerza hasta dejarlas más rojas aun por la acumulación de sangre que no podía fluir bien.
- Ahora tus tetas son mucho más bonita, zorra. Tranquila que podrás notar el cariño que les estoy dando cuando las veas
Sujete el gato lo más fuerte que pude y golpee sus pechos todo lo fuerte que pude. Seguí por unos 10 latigazos. Ella intentaba suplicar piedad por mi parte como podía pero yo simple humillaba y me burlaba de cada súplica que daba.
Me dirigí al armario y saqué un vibrador de tamaño medio. Se lo metí por el coño y lo encendí, sus gemidos fueron tan intensos que pude intuir que se corrió por lo menos 3 veces seguidas en cuanto se lo puse. Me aseguré de que ese consolador no se saliera ni un centímetro de su coño con cinta americana.
- Seguirás con ese vibrador en el coño un rato mientras voy a hacer un par de cosas, nos vemos luego zorrita.
Quiero agradecer a todos los que valoraron y comentaron la primera parte.