La suegra de Marta - 2
Continuación de La suegra de Marta 1
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Derrengado me dejé caer sobre el cuerpo de la suegra de Marta. ¡Dios, había sido un polvo increíble! No me podía creer que con una mujer tan mayor hubiera logrado ese éxtasis. Caí con mi cara cerca de la suya y pude ver sus ojos claros que parecían sonreír al mirarme. Con parsimonia, sin hablar, nos dimos varios besos que hasta parecían tiernos después de la agresividad que habíamos vivido. Me pude fijar que pequeñas arrugas circundaban su boca y sus ojos. Supongo que ella vería lo mismo en mi cara. Me sonrió abiertamente.
— Ha sido maravilloso.
No dije nada y le acaricié el coño sintiendo como mi semen escurría por sus muslos. De repente caí en la cuenta que estábamos desnudos en la cama de Marta que seguía durmiendo su borrachera sin enterarse de nada.
— ¿Qué vamos a hacer con ella? —pregunté inocentemente.
— ¿Te la quieres follar también a ella?
Me reí.
— No. Contigo me basta. No me refería a eso. Pregunto sobre qué le vamos a explicar cuando se despierte. Te recuerdo que eres su suegra, has follado con un amigo suyo y le has comido el coño. Por cierto, ¿que te pasa con ella?, ¿estás deseando comerla el coño?
— Porqué no —se río suavemente—, o que ella me lo coma a mí.
— Pues aprovecha ahora, no creo que se despierte aún.
— ¿Te gustaría verlo?
Me encogí de hombros dándole a entender que no me importaba. Se levantó y se arrodilló entre las piernas de Marta. Antes de que su cara se perdiera en su entrepierna la detuve y le hice quitarse el camisón. Acaricié sus enormes tetas y una sonrisa de satisfacción le cubrió la cara. Sus ojos me miraban intrigados mientras busqué con la mano la entrada de su coño. Se abrió de muslos para permitirme meter dos dedos en su cavidad y frunció la boca a la vez que cerraba los ojos.
— ¡Debo ser una zorra, pero, dios, como me gusta!
La hice darse la vuelta y nuevamente quedó arrodillada entre las piernas de su nuera. Encaminó su cara hacia el coño de Marta y cuando la boca ya estaba próxima a su objetivo no pude menos que fijarme en sus enormes nalgas que quedaron abiertas frente a mí. Con parsimonia empecé a pasar los dedos por encima de su ano. De vez en cuando le metía uno y ella misma se abrió las nalgas para facilitar mi labor.
— ¿Me dejarías follarte el culo?
Sin dejar de comerle el coño a Marta un seco ¡no! me aguó la fiesta. Me tuve que contentar con masturbarle el ano con los dedos de una mano mientras con los de la otra hacía lo mismo con el coño. Ella seguía a lo suyo en el agujero de Marta pero, por sus gemidos, supe que no era insensible a mis caricias.
Dado que no había otra cosa me dispuse a follarla por vía natural pero sin sacar un dedo de su ano.
— ¡Fóllame despacio, cariño!
Sospeché que en realidad lo que quería era que los vaivenes no le impidieran comerse el coño de su nuera. Me sorprendía que Marta ni se hubiera enterado de nada. Es verdad que llevaba una borrachera de mil pares de cojones pero...
Cuando descansábamos del segundo lance, abrazados desnudos junto al cuerpo inerte de Marta, volví a la carga.
— ¿Qué vamos a hacer con ella?
— ¿Otra vez?
— No, me refiero a qué coño le vamos a contar sobre lo ocurrido. ¿Crees que no se acordará de nada?
— No se entera de nada. Está borracha perdida. ¿Te quedas a dormir conmigo?
No hizo falta contestar porque nos pusimos de pie y llevándome ella atrapado por la polla me llevó hasta su alcoba donde nos metimos en la cama para seguir la juerga.
Me tuvo toda la noche empalmado. Puedo decir que el refrán "gallina vieja, hace buen caldo" era totalmente cierto en el caso de la viciosa suegra. Por cierto, la seguía llamando así porque no tenía ni puta idea de su nombre.
Amanecimos abrazados el uno al otro y nuevamente exigió de mí un esfuerzo.
— Tengo el coño en carne viva pero necesito que me folles una vez más.
También a mí me costaba mantener la erección pero aquella zorra me había imbuido en una especie de priapismo como si hubiera tomado una caja de Viagra. Hacía años que no follaba tanto y tan seguido. Quién me iba a decir que aquello ocurriría con una madurita de tetas grandes.
— Volviendo a tu nuera, ¿que vamos a hacer con ella? Y no me digas si me la quieres follar, me refiero a qué coño le vamos a contar de todo esto.
— ¿No te la quieres follar? —respondió divertida.
— Y dale… sí, me la quiero follar pero antes deberemos explicarle lo que pasó anoche.
— No hay nada que explicar, que tengo unas tetas maravillosas, una boca viciosa, un culo prodigioso y que estás enamorado de mi coño… ¿qué más quieres explicarla?
— Sí, claro, pero ¿no le extrañará que le pongas los cuernos a tu marido conmigo precisamente?
Encogió los hombros y me empujó fuera de la cama.
— Vamos a darnos una ducha y ya veremos qué le decimos.
Tras la ducha, supusimos que Marta seguiría durmiendo su resaca por lo que me mandó a la cocina a preparar café mientras ella se echaba aceites y mierdas de esas por todo el cuerpo.
Pero no, Marta no estaba durmiendo y me miró asombrada entrar en la cocina. Yo tampoco supe qué decir así que pregunté si había café más que nada por ganar tiempo. Me senté frente a ella en la mesa con una taza y ambos sorbíamos el café mirándonos a los ojos. Ella llevaba una bata liviana y no pude adivinar si debajo iba desnuda o no.
De repente, me sonrió.
— Me desnudaste tú anoche —no supe si era una pregunta o una afirmación.
Me encogí de hombros. Que pensara lo que quisiera, total, a mí ya todo me daba igual. Eran ella y su suegra las que deberían estar violentas con la situación y no yo.
— Lo que me pregunto es —continuó sin dejar de mirarme fijamente—, ¿como es posible que tuviera las bragas a medio poner?
Levanté las cejas como si no creyera lo que oía. ¿Qué coño podía decir? Oí un ruido ligero a mi espalda y supe que venía la suegra a tomar café. Que ella le explicara todo. Sin embargo cuando vi el asombro en la cara de Marta supe que algo no andaba bien.
Efectivamente algo no andaba bien, porque apareció en la cocina totalmente desnuda. La muy zorra no parecía nada incómoda. Se acercó sinuosa hasta Marta y le dio dos besos en las mejillas, luego se acercó hasta mí y me besó en la boca metiéndome la lengua hasta el esófago sin pudor alguno.
— ¿Preguntabas que quién te bajó las bragas? —dijo aparentando pura inocencia. Marta afirmó tímidamente con la cabeza—, te las bajamos nosotros. Queríamos ver como tenías el coño depilado —luego caminó hasta ponerse detrás de ella—. Por cierto, el sostén no te lo quitamos, ¿quieres que te lo quitemos también? —dijo mientras le abría la bata y la hacía inclinarse ligeramente hacia delante para desabrocharle la prenda.
Yo miraba atónito como aquella zorra le acariciaba las tetas jugando sobretodo con sus pezones y como Marta se dejaba hacer sin quitarme la vista de encima con los ojos abiertos de par en par y ruborizada por la vergüenza.
— ¿No me decías ayer que te gustaría comerle el coño a tu suegra? —le pregunté con sorna.
— ¿Eso decías, cariño?, ¿de verdad te gustaría comerme el coño?
La hizo ponerse en pié y tumbarse sobre la mesa donde desayunábamos.
— Pero antes te comeré un poquito yo.
La hizo abrir las piernas y dejar su coño imberbe al alcance de su boca. Cuando Marta se corrió entre gritos yo me puse en pié como un rayo y me paré junto a ella con los pantalones bajados y la polla dispuesta a entrar en acción.
La suegra me miró con cariño y por señas me indicó la entrepierna de mi Marta querida.
— Fóllatela, cariño. Además, seguro que Martita si te deja que le des por el culo.
Todo había nacido de una fantasía y dicen que nunca se cumplen. Eso dicen…