La suegra de Marta - 1
A mí realmente me apetecía hacérmelo con la nuera, pero...
1
Todo nació de una fantasía. Marta me atraía como a todos los tíos de la oficina pero las posibilidades de éxito eran más bien pocas y no era porque fuera veinte años más joven que yo sino que ella me tenía como su protector y yo mismo me consideraba y ejercía de tal, para mí Marta era como 'hija'. Sin embargo, su cuerpo delicioso, su cara preciosa y su carácter divertido la habían convertido en eso: protagonista de mis fantasías sin esperanza alguna de que se hicieran realidad.
Pasábamos mucho tiempo juntos, y no solo trabajando, por lo que había pocos secretos de ella que yo no conociera. Sabía que la relación con su marido no era perfecta lo cual no me extrañaba nada porque él era un gañan y Marta, aunque al entrar a trabajar con nosotros es verdad que era un poco basta, con el tiempo se había 'civilizado'. Era habitual que Marta se quedara con el grupo a tomar una copa al salir del trabajo, una o varias, a veces tantas que la tuve que llevar a casa porque no estaba en condiciones de conducir.
Un viernes a la noche se quedó más tiempo del habitual porque su marido estaría fuera todo el fin de semana. Además de sola estaba algo borracha, la situación ideal para que cualquier desaprensivo se la intentara ligar pero yo era un caballero... un estúpido caballero.
Con voz pastosa me contó que su suegra estaba durmiendo aprovechando que había obras en su casa y su suegro estaba de caza con su hijo.
— ¿Y sabes lo divertido? —me dijo con esa voz imprecisa y entre risas—, mi suegra me pone como no te haces idea. ¿Te lo imaginas?
Evidentemente no me lo imaginaba y la miré divertido esperando que me diera más detalles sobre aquella locura.
— La muy cabrona tendrá diez años más que tú —continuó y sentí que me estaba llamando viejo—, pero te puedo asegurar que la muy puta le puede poner caliente a cualquiera.
"Me aparece la muy jodida todas las mañanas —siguió contando— vestida como si quisiera seducirme. No te haces idea de qué tipo de camisones es capaz de usar la muy puta y es que sabe que todavía está de buen ver. Normalmente suele vestir provocando pero ahora que su marido y el mío están de viaje parece como si quisiera avisar a todos que tiene las patas abiertas", terminó entre risas.
No recordaba haber visto nunca a su suegra pero la sola historia, junto con las copas que yo también había tomado, me hizo ponerme fácilmente en la situación de imaginarme a la buena señora mostrándole las tetas a la nuera para seducirla.
— ¿Es tortillera? —fue lo único que se me ocurrió preguntar.
— Yo creo que no —respondió mirándome seriamente—, más bien parece que estuviera necesitada de un buen revolcón. El marido la debe tener a pan y agua y la pobre debe ir chorreando a todas partes —sentenció entre carcajadas.
Pese a la confianza que tenía con Marta jamás habíamos llegado a mantener una conversación de ese tipo pero supongo que el alcohol la deshinibió y le animó a exagerar una situación que de seguro no era tan caliente. Pero a mí, realidad o no me estaba poniendo recaliente.
Cuando nos metimos en el coche camino de su casa ella siguió hablando del tema.
— Y lo bueno del caso es que alguna vez me han dado ganas de echarle un tiento y meterle mano en las bragas, ¿te imaginas?
¡Oh, sí! Mi calenturienta mente si me permitía imaginarme a mi inocente Martita buscando las bragas de su suegra debajo de la falda así que me animé a continuar.
— ¿Y le has echado un tiento al coño? —dicho en voz alta me sonó mucho más soez que cuando lo imaginé en la mente.
Me miró divertida.
— Estoy segura de que no me hubiera rechazado.
Cuando llegamos a su casa, la despedí con un casto beso en la mejilla pero sin poder evitar decirle:
— Si está la suegra despierta, a ver si hay suerte y te das un revolcón con ella.
Ella me miró con una sonrisa picarona en la cara.
— ¿Te gustaría ver como seduzco a mi suegra?
Miré el reloj de mi muñeca: eran las dos pasadas de la madrugada.
— No te preocupes por la hora, ella estará despierta. Siempre me espera despierta. Creo que está deseando lucirse ante mí con sus camisones de puta.
— ¿No le extrañará verte subir con un hombre?
— Le he hablado de ti muchas veces, tú no eres un hombre, eres como mi padre en la empresa.
No supe si debía sentirme ofendido por menosprecio a mi hombría o vanagloriado porque hablara de mí en casa, así que no dije nada y dejé que me sacara del coche y nos dirigiéramos a su piso.
Cuando entramos en la casa todo estaba en silencio. Evidentemente la suegra se había ido a la cama, sin embargo cuando llegábamos al salón oímos voces procedentes de la televisión y allí estaba, efectivamente, su suegra viendo la televisión con la luz apagada.
Me sorprendió encontrarme con una mujer realmente guapa que rondaría los sesenta años pero lo que más me sorprendió es que, efectivamente, llevaba un camisón poco acorde con sus años y me pareció de lo más sugerente pese a que, sentada como estaba, apenas podía verla a gusto pero ella no tuvo el más mínimo reparo en ponerse de pie y acercarse a mí para darme un beso en la mejilla. Entonces sí pude vislumbrar unos grandes pechos aunque no pude apreciar el color y la forma de sus pezones perol, por contra, la braga sí era perfectamente visible. Mi polla creció protestando por la estrechez del pantalón.
En una cosa Marta tenía razón, aquella puta le gustaba exhibirse.
Marta se abrazó a ella y con voz pastosa por el alcohol la saludó dándole largos besos en las mejillas mientras me la presentaba.
— Tomás, esta es mi deliciosa suegra. Suegra este es mi querido Tomás.
La situación era de lo más extraña porque aquella mujer medio desnuda no dejaba de ser la madre de su marido y se tenía que estar preguntando que hacía su nuera acompañada a esas horas por un hombre que, por su edad, más bien debería estar acompañándola a ella. Pero si lo pensó nada dijo y tomándonos de la mano nos guió hasta el sofá donde nos hizo sentar.
— Supongo que ya venís cargaditos pero a lo mejor os apetece una última copa.
Yo no quería bajo ningún concepto que aquella escena acabara así que estaba a dispuesto a beberme una botella entera si con eso podía regalarme con la visión de sus esplendidas nalgas camino del mueble bar.
— ¿Tenía yo razón cuando te dije que tengo una suegra de lo más sexy? —me dijo Marta sin ningún tipo de disimulo.
Supongo que la suegra sabía que venía pasada de copas y por eso le disculpó la frescura pero no parecía muy ofendida, al contrario, se volvió hacia donde nosotros la mirábamos sin perder detalle y sonriendo añadió.
— ¡Uhy, Martita, que vienes con muchas copas! No me digas esas cosas que sabes que en seguida me lo creo.
Marta se levantó de un tirón y se dirigió hacia ella.
— No es broma —dijo pasándole la mano por el trasero como perfilando la forma de las bragas—. Bien sabes que estás para comerte.
La buena mujer no protestó y, es más, juraría que empinó ligeramente el trasero como ofreciéndolo para sus caricias. Ni que decir tiene que aproveché aquel momento en que ambas estaban a lo suyo para colocarme la polla dentro del pantalón porque sentía que se me iba a quebrar por la mitad.
Cuando la suegra terminó de preparar tres copas se encaminó de nuevo hacia el sofá donde yo las esperaba. Marta le pasó el brazo por los hombros y su mano quedó descansando, como quién no quiere la cosa, sobre una de sus enormes tetas.
— La lástima es que seas tan recatada —dijo riendo aunque parecía querer que sonara seria.
¿Recatada? Aquella puta estaba medio en pelotas frente a un desconocido. ¿A donde quería llegar Marta? No lo sabía pero pronto lo adiviné.
— Suegra, con unas tetas como las tuyas —le dijo poniéndose frente a ella y tomándola cada ubre con una mano—, deberías llevar escotes más grandes.
Y, ni corta ni perezosa, le abrió el frontal del camisón hasta dejarle prácticamente las tetas al aire. Marta me había dicho que no había llegado a nada con su suegra, que todo eran fantasías que se montaba con ella pero aquello a mi me pareció, cuando menos, que existía una confianza mayor de la que me había hablado. La buena mujer con los tres vasos en la mano no se podía defender e impotente solo pudo ver como su nuera le abría el escote dejándole las tetas al aire. No contenta con ello, Marta se inclinó sobre una de ellas y empezó a lamer uno de los pezones.
Pero, para mi desgracia, en ese momento Marta lanzó una especie de eructo y todo el encanto de la escena se fue a tomar por culo. Su suegra, adivinando que Marta le iba a soltar la pota encima la tomó en volandas y presurosa la llevó hasta el baño donde la hizo arrodillarse frente al retrete justo en el momento en que empezaba a devolver. Yo las seguí sin saber muy bien que hacer y la escena me pareció patética. Su suegra me miraba con una tibia sonrisa como disculpando a la niña. Luego la puso en pie y le lavó la cara en el lavamanos. Cuando estuvo segura de que no nos iba a sorprender con más sustancias vomitivas me pidió que le ayudara a llevarla a la cama.
Entre los dos la transportamos hasta el dormitorio y la dejamos caer sobre la cama de matrimonio. Cuando yo estaba dispuesto a salir de la habitación me pidió que le ayudara a desnudarla. ¡A su nuera!, ¿que le ayudara a desnudar a la mujer de su hijo? No me lo podía creer pero tímidamente me puse en el borde de la cama sin saber qué se esperaba de mí. Ella me indicó que le levantara el torso mientras le desabrochaba la blusa y con mi ayuda consiguió quitarle la camisa. Marta usaba un sostén de fino encaje donde eran bien visibles sus jodidos pezones. No contenta con eso, la buena suegra manipuló el cierre de la falda y con mi ayuda se la bajó por las piernas hasta quitárselas por completo. Como era de esperar, las bragas eran totalmente trasparentes y su coño depilado quedaba ostensiblemente a la vista.
— Estas jovencitas de ahora —me sorprendió la suegra hablando aunque sin molestarse en mirarme—, mira que les gusta llevar el coño afeitado...
— Con lo delicioso que es un coño como dios manda, con sus pelos y todo... como usted lo debe... —dije yo sin darme cuenta de lo que decía aunque, cuando las palabras salieron de mi boca, supe que me iba a ganar una hostia de campeonato.
Aterrado miré a la señora esperando su colérica reacción que me había ganado a pulso pero ella me sonrió divertida.
— Como yo lo debo tener, quieres decir.
— No, perdón, no era eso... es que yo —balbucí como un imbécil.
— ¿Que te hace pensar que yo no me depilo también el coño?
Bueno, por su comentario anterior era evidente que no lo hacía pero no supe qué decir. Cualquier cosa que dijera me iba a hacer ganarme una bofetada así que la miré confuso.
— ¿A ti como te gustan? —preguntó con voz inocente mientras empujaba a su nuera debajo de las sábanas y la cubría con éstas.
— Bueno, lo importante es la mujer no el coño —en maldito momento me salía la vena romántica—. Quiero decir que a unas mujeres les pega el coño con pelos y a otras sin ellos.
— ¿Y a mí, cómo me pega llevar el coño?
— De cualquier manera —aduje rápidamente.
Marta empezó a roncar quedamente.
— ¿Te gustaría comprobarlo?
Tenía la polla a punto de romper la cremallera y ¿me preguntaba aquello? ¡Era demasiado! No pude evitar mirarle las bragas a través del camisón intentando obtener una pista sobre lo que allí se ocultaba y ella también lo hizo siguiendo mi mirada. Había zonas oscuras en la entrepierna pero igual podía ser el color de su pelo vaginal como un efecto de las luces.
Absorto en observar su entrepierna, me quedé atónito cuando la buena señora, sin más ruegos ni juegos se levantó el borde del camisón y ofreció para mi observación la braga sin sedas que las distrajeran. ¡Dios, aquello era demasiado! Estaba buena la muy jodida y esos muslos casi perfectos sin apenas huellas de celulitis por la edad así lo corroboraban.
— Con esas bragas no crea que me hago mucha idea —dije bromeando—, si fueran como las de su Nuera bien que podría.
Ambos al unísono miramos a la durmiente Marta y ella de un tirón la destapó de las sábanas. Sin el menor recato, tomó las bragas de su nuera y de un tirón se la bajó hasta medio muslo dejando su vagina depilada frente a nosotros. No era una depilación perfecta y se podía comprobar que algunos pelillos comenzaban a nacer de nuevo. Inconscientemente pensé en la delicia que debía provocar el lamer aquella piel suave pero que debía raspar por los pelos naciendo.
No entendí a que coño venía quitarle las bragas a su nuera pero yo no iba a protestar.
— ¿Le gustaría que lo llevara así? —dijo señalando la vagina de Marta.
— No sé que decirle, antes tendría que comprobar como está ahora... para poder comprobar quiero decir.
Se dirigió hacia mí con el camisón aún levantado. Se abrazó a mí y comenzó a comerme la boca no sin antes avisarme.
— Mete tu mismo la manita y comprueba cuanto quiera como llevo el coño.
Sin dejar de jugar con mi lengua en su boca, lancé mi mano hacia su entrepierna y ella se separó ligeramente, lo suficiente para dejar espacio entre nuestros cuerpos para que mi mano reptara dentro de la braga. ¡Oh, sí! Aquel era un señor coño bien peludo. No me dediqué mucho tiempo a indagar tersura y longitud de la mata de pelo porque ansioso por ver su estado lancé las yemas de mis dedos a comprobar el estado de su agujero. Aquella zorra estaba caliente de verdad y su coño era puro flujo. ¡Dios, que placer tocar aquella crema sugerente!
Como una desvergonzada, la buena señora se abrió ligeramente de muslos para facilitarme la tarea y mis dedos entraron hasta donde la incómoda posición en la que estábamos lo permitió. Con dulzura pero firmemente la hice tumbarse en la cama junto a su nuera y sin ningún pudor ella misma levantó las piernas para facilitar que le pudiera quitar las bragas. Cuando hundí mi cara entre sus muslos lo último que ví fue como la buena señora tentaba con su mano el cuerpo de su nuera buscando su coño afeitado.
Uno ha leído mucho sobre el tema y sabe que para las tías los preliminares son cruciales pero a mi me dio la impresión de que aquella zorra tenía los preliminares más que sabidos y lo que estaba deseando de verdad es que me la follara de una puta vez. Cuando dejé por un instante de comerme aquel delicioso conejo para buscar uno de los condones que llevo en la cartera, ella se quejó por la interrupción.
— ¿Que haces? —medio gritó enfadada de verdad.
Le intenté explicar que buscaba un condón y ella levantó la cabeza para mirarme asombrada.
— ¡Déjate de condones! Con la de tiempo que hace que no echo un polvo es difícil que tenga una enfermedad. ¡Y sigue comiéndome el chocho que estoy a punto de correrme, cabrón!
Ella misma había empezado a masturbarse con furia y, ahora sí, pude ver claramente como seguía con sus dedos jugando en el coño de su nuera.
Sumiso y obediente me volví a meter entre sus piernas. Comer aquel coño húmedo me producía un placer enorme y como pude me desabroché el pantalón para anticiparle a mi amiguito los placeres que le esperaban. Con delicadeza la forcé a levantar las piernas para que las dejara al aire y bien abiertas. En ésta postura su coño me era accesible en su totalidad pero además podía acceder a su ano que es una de las cosas que más me satisfacen. Con un gruñido le metí un dedo por el culo y con un gemido ella aceptó mi intromisión. Casi ninguna tía me deja practicar el sexo anal pero pocas se niegas a que le masturbes el ano mientras le comes el coño.
Yo tenía mojados los morros empapados por sus jugos y, de vez en cuando, me los secaba en sus muslos haciendo que le lamía su zona interna. Comerme aquel coño me estaba volviendo loco pero más aún oír los gemidos que la buena señora lanzaba. De vez en cuando comprobaba como seguía masturbando a su dormida nuera y como ésta, inconsciente pero firme, respondía abriendo y cerrando las piernas y con una respiración entrecortada que demostraba que también ella se lo estaba pasando de puta madre aunque no lo supiera.
Cuando la suegra se corrió atrapó mi cabeza entre sus piernas y apretó de forma tal que por un momento pensé que la quería estallar. Divertido me apliqué con más ahínco aún hasta conseguir que la puta se corriera como una virgen desflorada. ¡Parecía cierto que aquella tía llevaba tiempo sin que la comieran el coño!
Cuando noté que se relajaba y empezaba a respirar más sosegada supe que era mi momento, ¡por fin mi olvidada polla podía hacer su trabajo! Sin esperar instrucciones me puse en pie y ante la atenta mirada de la suegra me desnudé por completo y le mostré mi cipote en un estado memorable. Ella intentó atraparlo con la mano pero no la dejé: yo no necesitaba de putos preámbulos y lo que quería de una vez era follármela como dios manda.
Fue un polvo delicioso. Su coño se amoldó a mi polla como guante de latex a mano de cirujano y sentí que no iba a necesitar de mucho esfuerzo para correrme dentro de ella. Pero ella volvió a demostrarme con sus gemidos que estaba dispuesta a correrse conmigo dentro así que tuve que hacer el esfuerzo de controlarme hasta que ella alcanzara el climax.
Susurraba incoherencias que yo apenas entendía salvo una que dijo bien claro cuando me pidió que le metiera un dedo por el ano. No necesitó repetírmelo y con sus muslos rodeando mi cuerpo lancé mis dedos a indagar en su tenebroso agujero. Nada más sentir mi dedo entrando en su culo se corrió entre gritos pidiendo que apretara más, que lo hiciera más rápido, que fuera más violento... yo que sé, tantas instrucciones que decidí no hacerla caso y me corrí en su interior vaciándome por completo.