La subdirectora

Te sufría todos los días en el trabajo, tus ojos y tu sonrisa me tenían hipnotizado. El aire acondicionado sobre tu pecho era mi peor enemigo.

Mi jefa

Te sufría todos los días en el trabajo, tus ojos y tu sonrisa me tenían hipnotizado. Estoy convencido que te habías dado cuenta, la sonrisa de idota que se me ponía me tenía que delatar. Un día tras otro te iba viendo y me ibas hechizando. Tus vestidos de tela fina se pegaban a tu cuerpo dejando ver tus curvas. El aire acondicionado sobre tu pecho era mi peor enemigo. La luz de la calle que entraba en tu despacho hacía que tus vestidos no pudieran esconder tu cuerpo de ensueño. Ojos verdes, piel morena, pechos ingrávidos, vientre liso, piernas atléticas y tu culo que se adivinaba duro. Un cuerpo de ensueño y en sueños sería en el único lugar donde lo tendría. ¿Cómo iba a acercarse el becario a la subdirectora? Pasabas a mi lado y tenía la sensación que ni me veías.

Una tarde que quedábamos solo los dos en la oficina, saliste de tu despacho cual diosa buscando un informático que te ayudara. Buscaste y me viste detrás de mi ordenador. Me sonreíste, te acercaste y llamándome por mi nombre, me pediste que te ayudara. Sorprendido porque supieras quien era te seguí hasta tu despacho. No tenías conexión, así que, me metí debajo de la mesa a mirar si el cable estaba suelto. Estaba temblando, tenía tus piernas a escasos centímetros de mi cara y tuve que contenerme para no besarlas. Recorrí con la mirada cada centímetro de ellas incluido debajo tu minifalda. Parecía que se te había olvidado algo. No sé si era un sueño o una pesadilla por no poder tocarte. "Encuentras lo que buscas" me dijiste, a la vez que tus rodillas se separaban y pude comprobar que efectivamente, no llevabas ropa interior. Agaché la cabeza avergonzado y comencé a seguir el cable para encontrar el otro extremo. Estaba suelto. "Lo encuentras" y tus piernas como hipnotizadas por esas palabras, se separaron más. "Creo que sí, que ya lo tengo" te dije, "creo que no" y moviendo tus caderas te sentaste en el borde de la silla. No podía ser verdad. Puse mi mano en tu tobillo y recorrí tu pierna hacía tu muslo. Con la otra mano hice lo mismo y las dos a la vez subían hasta tu minifalda. Al llegar a la altura de los muslos, los separé un poco más y tú, te apoyaste más en el borde. Mis manos se juntaron sin tocarte, tus caderas las buscaban. Dejé que las encontrarán y noté como tu cuerpo se estremecía. Mis manos jugaban sobre ti, tu cuerpo se movía con ellas. Mientras con una acariciaba tu sexo ya húmedo, con la otra apoyada en tu pubis, jugaba con mis dedos que caían sobre ti. Puse tus piernas sobre mis hombros y me acerqué a ti. Mi lengua recorría el interior de tu muslo, todo menos la zona donde debería haber estado tu ropa interior. Tu cuerpo suplicaba que te besara ya, tanto que la final eran tus riñones los que se apoyaban en la silla sobre el vestido arrugado. Te ayudé y te sujeté desde abajo, no me había equivocado, era durísimo y más cuando lo apretabas para acercarte a mi boca. El asiento totalmente inclinado hacía que por debajo de la mesa, pudiera ver como todo tu cuerpo se estremecía y como tus manos se acercaban a tus pechos sin atreverse a tocarlos. Metí mi mano bajo tu vestido y recorrí tu piel hasta encontrar tus pechos. Rígidos y excitados los acaricié. Recibiste mi mano con un gemido de placer, tu cuerpo se encorvó, hasta quedar apoyado solamente por la cabeza. Buscaste una postura más cómoda y al sentarte, liberaste la mano con la que te sujetaba, así que, mientras te acariciaba el pecho, mi lengua se dejó atrapar por el movimiento de tus caderas y estuvo quieta mientras ellas se movían y mi mano liberada se junto con ellas y con mi boca.

Intenté recobrar el aliento y asimilar lo que ocurría y me retiré. Mi mano siguió el ritmo de tus caderas y yo me deleitaba con la danza erótica de tu cuerpo medio desnudo. Mi boca volvió a colarse entre tus piernas. Mi mano, con los dedos empapados recorría lo que mi boca dejaba libre. El movimiento de tus caderas, hizo que tu cuerpo descendiera unos centímetros liberando y mostrándome las antípodas, mi mano no pudo evitarlo y comenzó a acariciar la zona liberada. Tu cuerpo hizo un movimiento extraño al notar mi mano, continué sin saber bien lo que sentías, pero tus caderas aumentaron su movimiento. Yo apenas me movía, tú lo estabas haciendo todo. Cansado de estar bajo la mesa, empujé tu silla, me quedé frente a ti de rodillas entre tus piernas. Bajé los tirantes que sujetaban tu vestido y este se quedó sujeto por tus pechos. Con movimientos horizontales recorría la costura superior de tu vestido haciendo que este fuera cayendo poco a poco y mostrando cada vez un poco más de tu pecho que se estiraba a la vez que tu espalda se encorvaba buscando mis manos. Tu espalda liberó el vestido que aprisionaba contra la silla y cayó hasta tu cintura dejando tu cuerpo desnudo frente a mí. Era aún mejor de lo que me había imaginado.

Acaricié tus pechos mientras tu cerrabas los ojos, me recreaba en ver mi manos sobre tu piel, sobre tus pechos, en como ahora era dueño de tu cuerpo ya que se movía al ritmo que mis manos te acariciaban. Traje la silla hacía mí y hasta dejar mi boca junto a mis manos. Mientras recorría tu piel, mi lengua rozó la parte más oscura de tus pechos. Un gemido salió de tu boca y volví a hacerlo. Volviste a gemir. Lo repetí hasta que lo atrapé con mi boca. Besándolos, mis manos desabrocharon mi pantalón y ayudado por el movimiento que las ruedas de tu silla te traje hasta que mi miembro quedó apoyado sobre tu pubis. Me moví suavemente hasta que quedé frente a ti, entonces, tus pies fueron hacía detrás lo justo para que tus piernas me abrazaran y me apretaran contra ti hasta quedar dentro. Mis manos volvieron sobre tus pechos y los acariciaban mientras tus piernas me apretaban y soltaban en un ritmo infernal que me llevaría enseguida al clímax si no parábamos pronto y no quería que esto acabara.

Te debió pasar lo mismo, porque empujaste la silla para quedarte frente a mí. Me desabrochabas la camisa a la vez que yo me ponía de pié y mientras yo me la quitaba, Tus manos empezaron a acariciar mi miembro, una a cada lado. Apenas me estabas tocando y eso me volvía loco e hiciste lo mismo con tu boca hasta que lo besaste con fuerza. Sentía tu calor. No podía más, iba a explotar. Te aparte mientras intentaba recuperarme entre otras cosas de mi asombro que fue en aumento al ver como tus rodillas se apoyaban en el asiento mientras tus manos agarraban el respaldo. Lo agarraste con más fuerza cuando tomándote por las caderas volví a entrar en ti. Aparté tu pelo y mi boca se hizo dueña de tu cuello, tu cuerpo bajo mis manos se erizaba y se movía. Me erguí para poder ver como, atrapada por mis manos, tus caderas se movían y tu cuerpo chocaba contra el mío.

En un rápido movimiento, dejaste libre la silla, me senté en ella y tú en mí. Una locura de placer cuando tus pies se pusieron sobre mis piernas y mis manos en tu pecho. Tu cuerpo se movía sobre el mío rozando tu piel con la mía. Bajaste los pies superada por el momento, apoyaste los brazos sobre tu mesa, yo me deshice de la silla. Todo tu cuerpo descansaba sobre los papeles. Sujetando mis caderas con tu mano me separaste de ti y te sentaste sobre la mesa. Te abracé y nos volvimos a hacer uno. Notaba tus pechos contra mi cuerpo como se movían con nosotros. Su movimiento paró cuando el nuestro aceleró y nuestros cuerpos se unían con más fuerza. Mis manos en tu espalda te apretaban contra mí, mientras las tuyas, un poco más abajo hacían lo mismo. Tus manos me apretaron más fuerte y mi ritmo aceleró, entonces las subiste hasta juntar tus brazos a mi cuerpo y el mío contra el tuyo. Nuestros cuerpos se pusieron de acuerdo para bailar una danza incontrolada que nuestras caderas bailaban con gran celeridad haciendo que nuestros pubis chocaran con fuerza. Gritamos en mitad de unos espasmos enormes. Nuestros cuerpos se fueron relajando y nuestros ojos quedaron enfrentados y me diste un leve primer beso. "Gracias, ya pongo yo el cable."