La subasta

La sumisa decie que no se conforma con ser sometida en sesiones esporadicas aunque sean continuadas sino que acepta ser subastada cuando su amo se lo propone pero sin pujas economicas, descubrir en que consisten las pujas.

LA SUBASTA

Amaneció un nuevo día, desde hace unos cuantos Amaia estaba distraída. No lograba concentrarse demasiado. Había tomado una decisión que parte de su cuerpo le encantaba pero que su cabeza a veces dudaba de si era algo acertado. Había aceptado ser subastada por su Amo para disfrute de el Amo o la Ama que mas puje por ella. La cesión sería por un mes. Lo había aceptado y le habían asegurado que todos los que se presentaban era gente de fiar, incluso algun@s con una buena posición social y una situación económica desahogada.

Esa tarde tenia que estar a las seis de la tarde desnuda y esperar con los ojos tapados de pies en mitad del salón, las manos en la cabeza y las piernas abiertas.

Llegaron las seis de la tarde e hizo lo que la habían ordenado. Pero pasó un tiempo que a ella le pareció eterno y oyó la llave en la puerta. Su Amo tenía la llave. Lo siguiente que oyó fueron unos pasos y los ruidos de plásticos y papeles. La persona era mujer, los tacones la delataban. De repente oyó como esa mujer sacaba cosas de las bolsas y las dejaba sobre la mesa de cristal. Se acercó a ella. La revisó entera, luego la perfumó con un perfume, unas gotas en el cuello, otras en las muñecas, en los tobillos, en el pubis y en los pezones. La mujer la estaba admirando. Amaia era una mujer rubia, estatura media, grandes ojos almendrados marrones, pechos generosos pero firmes rematados por unos pezones color café claro.

El pubis se lo había tenido que rasurar entero. La mujer que la inspeccionaba era una mujer cuyo cuerpo se había parado en la veintena pero cuyo cuerpo ya estaba en la cuarentena. La hizo ponerse unas braguitas rojas de encaje. Luego la colocó una capa con capucha. La instruyó para que la sujetase de tal forma que tapase todo su cuerpo. Sus pies los enfundó en unas sandalias sin tacón. Con los ojos tapados la acompañó fuera de la casa. Se introdujeron en el ascensor. Bajaron al parking. Amaia, de repente notó un azote. La mujer, secamente, la ordenó al oído.

Perra, nadie te ha dicho que te excites.

Los pezones eran los que la habían traicionado. Llegaron al parking y allí la condujo hasta una de las parcelas y ella se introdujo en la limusina. Y antes de entrar la quitó el antifaz que la impedía la visión. Amaia pudo ver que los cristales traseros eran tintados. Entró y vió que iba a estar sola. No se movió en todo el camino hasta que el coche se detuvo. Antes de bajar, le fue indicado que se volviera a tapar con el antifaz y la capucha. Cuando salió fue conducida por un camino de grava hasta una puerta y de allí a una pequeña habitación. Se le despojó de la capa y del antifaz. Delante sentado en un sillón estaba su Amo. Ella se postró y besó con un delicado beso la punta del dedo gordo del pìe derecho. Luego se incorporó y bajando la cabeza y levantado sus brazos hasta poner sus cuidadas manos en la nuca se quedó quieta. Su Amo vió que todo estaba conforme a sus ordenes y ni siquiera la desnudó, solo la acarició a través de la poca tela que llevaba.

Ahora le fue colocado de nuevo el antifaz, un collar en el cuello con una plaquita con su nick de esclava Zoraida y le fueron puestos tapones en los oídos. Sin escuchar nada fue conducida por un largo pasillo y se le hizo descender unos escalones. Sin que ella lo sintiera fue introducida en una habitación enorme. En dicha habitación se había colocado una pequeña tarima. Sobre la tarima dos columnas en color negro de las cuales colgaba cuatro lazos de raso rojo. Allí fue colocada Zoraida. Fue desposeída de la capa roja y atada. Cada muñeca en uno de los lazos rojos y cada tobillo también. Solo llevaba las braguitas rojas. También le fueron retirados el antifaz y los tapones de los oídos. A su lado estaba la mujer que la había visitado en casa y la había llevado a donde ahora se encontraba.

En la habitación pudo ver como en diversos sillones se encontraban varios Amos y Amas, algunos incluso por parejas, Cada Dominante o pareja de Dominantes pudo ver que poseían mínimo dos esclav@s. Su coño se humedeció un poco pero enseguida hizo esfuerzos por no mojarse porque no disponía de permiso y aparte de ser castigada su Amo se averguenzaría de ella. Tod@s l@s Am@s se fueron acercando y acariciándola, sobandola etc fueron comprobando la mercancía, incluso alguno cogía una de las fustas y la daba un par de azotes para comprobar su resistencia pero siempre no muy fuertes para no enrojecer su piel.

Todos fueron elogios a su belleza y a su sumisa disposición. Las pujas consistirían no en pujas económicas sino en pujas de puntos. Antes de llegar ella se había elegido a un jurado de tres mujeres que habían establecido un baremo convirtiendo cada sumiso o sumisa que aportaba cada Dominante en puntos, lo mismo si ese Dominante aportaba algún piso, casa o local donde celebrar alguna fiesta como cualquier otra cosa o servicio que aportara incluso cosas de lo más inocentes como hacer de camareros ellos o sus sumisos en fiestas, todo había sido transformado en puntos.

La subasta se desarrolló con normalidad. Había numerosas pujas hasta que por fin se la adjudicó un Amo. Era un hombre joven de aspecto imponente. Moreno de piel ya que el pelo lo tenía absolutamente rasurado en lo que se podía ver ya que sus genitales los cubría con un bóxer negro. Su torso estaba muy bien definido. Había acudido con un sumiso y una sumisa absolutamente preciosos los dos. Había tenido suerte en ser adjudicado a El. Cuando el jurado adjudicó su uso durante ese fin de semana y ella oyó el nombre, se estremeció. Sabía que era un Amo muy respetado, querido, admirado pero también temido.

El Amo se acercó a ella y antes de desatarla hizo una seña a la sumisa que se acercó completamente desnuda y la colocó unos piercings en los pezones pero sin atravesar la carne. Eran como unas pequeñas joyas que pinzaban el pezón no produciendo el dolor que causarían unas pinzas ni la herida de unos pendientes. La misma sumisa la besó en la boca y la acarició a la vez que el sumiso colocándose a su espalda la cortó la braguita dejando expuesto su culo y por delante justo la abertura de su vulva pero sin descubrir el pubis.

El Amo escogió una fusta entre todas las fustas y látigos de varias colas que se le ofrecían y cruzó el aire con ella produciendo un sonido que hizo encogerse a Zoraida. La segunda vez que el aire fue agredido por semejante objeto, su fugaz viaje acabó en la tersa piel de las nalgas de la perrita. La sumisa gritó pero su grito quedó ahogado en la boca de la otra sumisa que atrapaba su boca con sus labios. Fueron 20 azotes de intensidad creciente.

La piel le ardía. La sumisa le aplicó una crema para que no se le pusiera demasiado roja y fue llevada un cepo donde fue colocada de tal forma que sus dos agujeros quedaran expuestos a las miradas de cualquiera y que cualquiera tuviera acceso a ellos. De repente, notó como una polla se introducía en su coño y era follada por ella. En un espejo que situaron delante pudo ver que era la polla del Amo que la había ganado en la subasta. La sumisa de ese Amo se arrodilló a su lado. El sumiso se acercó con la polla completamente dura y erecta y se la introdujo a Zoraida en la boca follandosela con ella hasta que eyaculó en su boca. Luego la otra sumisa limpió con la lengua cualquier resto de semen que quedara en ella. Posteriormente ella tuvo que mamar todas las pollas de Amos y sumisos que hubiera en la sala. Los Amos eyaculaban en su cuerpo y los sumisos en el cuerpo de la otra sumisa.

El Amo la estaba follando alternativamente coño y culo cada vez más fuerte y cada vez más rápido hasta que sintió que el orgasmo estaba cerca y la llenó el culo de semen. Ahora fue desatada y conducida por la otra sumisa a un enorme baño con una gran pileta llena de agua y espuma donde fue completamente lavada hasta quedar limpia y perfumada. Luego fue conducida ésta vez por el sumiso a un dormitorio en el medio del cual había una cama con dosel y en las paredes fustas, látigos, dildos y otra serie de objetos. El sumiso le comentó que la otra sumisa serviría ese fin de semana a su Amo a la vez que ella era usada por quien le había ganado en tal sugerente subasta.

Este es un relato imaginario pero si queréis más podéis escribirme a picante100@hotmail.com