La subasta

Vika “subasta” su virginidad a la idea más excitante con el hombre más atractivo.

La subasta

Lunes

Luppo seguía durmiendo cuando sonó el timbre de su estudio. La mezcla de somníferos y cocaína había conseguido regularizar su ritmo circadiano, pasando de un extremo a otro. La insistencia de Mar despertó al fotógrafo bipolar. Luppo abrió la puerta vestido con sus calzoncillos de Calvin Klein y su torso de musculatura marcada y vello abundante. Al abrir la puerta y ver la cara de muñeca de la preciosa Mar vestida con una sonrisa angelical, una cascada de imágenes de la sesión fotográfica del día anterior inundó su mente depravada y sonrió también con un gesto olvidado. La recordó atada a la cruz de San Andrés con su culo respingón suplicando un azote, con su jugosa vulva abierta y depilada y sus extremidades estiradas y atadas a las argollas del suelo, arrodillada ante la cruz ofreciendo la fusta, sujetando el collar de perra y ofrendándolo a un amo imaginario.

-¡Buenos días, primor! -mostró alegría el fotógrafo.

-¡Buenos días! Ayer me olvidé el móvil después de la sesión de fotos. Tal vez me alteré demasiado y se me fue la cabeza -respondió Mar expresando picardía con la mirada y mordiéndose un labio al terminar la frase.

-Enseguida te lo traigo -respondió Luppo y fue ágil hacia su dormitorio con renovada juventud contagiada por ese ángel de ojos azules. Aprovechando el descuido de la modelo, había usado su móvil para contactar con la ingenua Vika y sonsacarle sobre sus deseos más oscuros simulando ser la modelo durante la noche anterior. No se preocupó por el rastro dejado en el historial de conversaciones de Instagram del móvil, intuía que Mar sería comprensiva con su pequeña travesura.

Al entregarle el móvil en la puerta, Mar se hizo la perezosa y con una timidez injustificada explicó en voz baja el motivo real de su visita:

-Digo yo que ya que hoy estoy aquí y ayer me dijiste que hoy no tendrías mucho trabajo, podríamos... sesionar. Hace seis meses que me abandonó Marc y ya lo necesito.

Luppo agradeció a la vida el regalo que le estaba ofreciendo. Miró de arriba a abajo con ojos lujuriosos ese cuerpo hecho para el pecado, sus muslos torneados, sus glúteos sobresalientes, su abdomen plano, sus pechos grandes y firmes, sus labios gruesos, su piel blanca y sus ojos azules que contrastaban con su pelo negro y rizado. Sus abuelos granadinos le habían combinado la mejor mezcla genética entre árabes y godos, entre celtas e íberos, entre romanos y griegos, entre judíos y fenicios. Mar había elegido su vestuario para garantizar una respuesta positiva a su proposición deshonesta: unos pantaloncillos negros ceñidos y una camisa blanca con cuatro botones divorciados de sus ojales y su escote mostrando su sincero ofrecimiento desnudo. La ausencia de bragas o tanga era fácil de intuir por la redondez perfecta de su trasero embutido en los ajustados mini-shorts.

El cuerpo de Mar estaba acostumbrado a sesionar dos veces por semana mientras pertenecía a su anterior amo, Marc. Su ex era un hombre casado que disponía de cuatro horas los lunes y tres los miércoles. Ese horario de sesiones estaba marcado con corazones en un calendario en la cocina del apartamento de Mar. Las glándulas de la modelo salivaban quince minutos antes de cada encuentro, desde que recibía el mensaje en su móvil y sabía que tenía que esperar desnuda y arrodillada junto a la puerta levemente entornada con el corazón acelerado. Pese a su aparente escasa dedicación, había sido muy estricto con el adiestramiento de la joven. Aunque solo disponía de ese cuerpo dos días por semana, Marc procuraba que la mente de su esclava siempre estuviera ocupada por él y controlaba lo que ella hacía en cada momento del día y de la noche gracias a las redes sociales, el móvil y el correo electrónico, incluso debía compartirle la ubicación. El día que Marc decidió liberarla, Mar se sintió absolutamente vacía pese a no tener que volver a preocuparse por la batería del teléfono. Pasó de saber lo que tenía que hacer en cada instante de su vida a ser libre de decidir por ella misma dónde conducir su propia zozobra. Durante dos semanas decidió llorar a jornada completa y después poco a poco superó la pérdida y fue recobrando su independencia. Ahora lo que más añoraba eran las sesiones de BDSM intensas donde entraba en el subespacio y sus orgasmos consecutivos se sucedían incesantemente.

Marc había traspasado cada frontera que Mar había imaginado: ser usada analmente, ser usada como retrete, ser azotada hasta ir marcada de forma semipermanente, anillar su clítoris, ser castigada sin motivo, ser entregada a varios amos y a un ama, compartir a su amo con otras sumisas, buscar y preparar a otra sumisa para entregársela a su amo sin derecho siquiera a observar, visionar arrodillada junto a su amo una grabación donde él disfrutaba de otra sumisa sin tener ella derecho a llorar, solo a excitarse, limpiar los restos de una sesión anterior con otra sumisa,... Nunca entendió por qué una vez que era la esclava perfecta, su amo se deshizo de ella. Las razones habría que buscarlas dentro del matrimonio en peligro de Marc, pero el amo ni siquiera se molestó en explicarle a la atractiva muñeca sus verdaderos motivos.

La adiestradísima Mar entraba en su subespacio una vez que reconocía a un amo como tal, bien porque se lo hubiera indicado su anterior amo, bien porque lo hubiera reconocido ella por algún motivo. La sesión fotográfica del día anterior había bastado para convencer a la famélica sexual de que Luppo sería un buen castigador para sesionar y se levantó dispuesta a entregarse a él sin posibilidad de ser rechazada.

Luppo dió un paso hacia atrás para permitir el paso de la sumisa y le comentó que iba al baño. Mar se arrodilló en el centro del estudio fotográfico e invitó a Luppo:

-Mejor méeme, orine sobre mí. Yo lo limpiaré todo después. Puede usarme como desee. Seré su retrete, su sirvienta, su perra, su esclava, su sumisa, su coño, su culo, su boca, su cenicero,...

Cuando Mar entraba en el subespacio siempre trataba de usted a sus amos, aunque fueran temporales. Luppo no estaba acostumbrado a esa entrega absoluta y se sorprendió de la esclava que se le ofrecía. Empalmado, con la vejiga llena y con la cabeza revolucionada, fue a por algo de cocaína para acelerar su cerebro e intentar asimilar la situación. Abrió el cajón de la mesa del despacho, se sirvió un par de rayas y aspiró con fuerza.

-Desnúdate, perra -ordenó Luppo, más vigoroso gracias al alcaloide. La servicial Mar se quitó sus dos prendas y permaneció arrodillada con la boca abierta y la lengua suplicante fuera de su cálido y húmedo hogar. No tardó en notar un chorro caliente y ella bebió con ansia la orina de Luppo como estaba enseñada. Terminó duchada por el líquido amarillo y sus pezones se erizaron. Ella permanecía quieta expectante a las órdenes de su amo y el fotógrafo la cogió de su melena rizada y marcó el movimiento de su boca. Mar engulló aquel miembro erecto y disfrutó de sentirse usada de nuevo sin contemplaciones. Luppo no tardó en correrse en su boca y ella se esforzó en limpiar los restos de semen entre el glande y el prepucio.

Gracias al polvo colombiano, la erección se mantuvo intacta durante un buen rato en el que Mar veneró ese miembro que deseaba dentro de ella. Nunca Luppo había sentido tanto poder sobre una chica y sabía que podría hacer con ella lo que quisiera. No supo por qué, pero decidió arrastrarla de los rizos hasta que la mejilla de Mar se posó sobre el charco amarillento del suelo. En esa postura pisó la cara de Mar apoyando todo el pie en el cálido moflete para evitar pisar su propia orina y con palmadas fue indicando al culo de la morena que se le acercase y ofreciera. Fue aumentando el ritmo y fuerza de las palmadas hasta que Mar dijo en trance:

-¡Gracias por los azotes! Si lo desea, puede mejor azotarme con el látigo o la fusta, estoy acostumbrada.

-Yo decido, zorra deslenguada. Tráeme esa fusta…¡con la boca! - ordenó Luppo asumiendo su papel de dominante y liberó la cara de porcelana que mostraba una sorprendente sonrisa. Para reforzar la inmediatez exigida, le dio una patada en el trasero para que la esclava voluntaria acelerase la marcha. Gateando con la espalda arqueada para ofrecer mejor su ano, como le había enseñado Marc, fue a recoger la fusta. La atrapó con su boca y se la entregó al fotógrafo simulando que era una cachorrita que iba moviendo la cola contenta cuando le devolvía a su amo los juguetes que le tiraba. Al coger la fusta de las inocentes fauces, la mano de Luppo sintió unos besos agradecidos de una perra que suplicaba por ser fustigada hasta quedar marcada.

Los azotes de Luppo se repartieron entre sus piernas, su bonito trasero y su blanca espalda. Mar permanecía impávida e inmóvil durante el castigo. Luppo no sabía de dónde procedía esa crueldad con ese ángel que solo había sido generoso con el tipo más egoísta del Raval y solo le mostraba agradecimiento, pero sospechó que el despecho que sentía por el abandono de Maui podía estar detrás de la fuerza desmedida que impulsaba su mano implacable. Las líneas rojas en la hasta hace poco inmaculada espalda de Mar la hacían aún más deseable y sintió el deseo irrefrenable de penetrarla. Agarró las crines morenas y embistió con energía en esa vagina empapada y chorreante. Desde que la cara de Mar había sentido la orina en su mejilla izquierda y el pie de Luppo en la derecha, su vagina no había parado de inundarse de flujos. Los azotes solo habían aumentado la salivación de sus glándulas vaginales. Marc ya no estaba, pero la educación que había escrito a golpes en su piel y en sus glándulas no se borraba fácilmente. Siempre se mostraba agradecida ante cualquier amo despiadado.

La humillación, los azotes y un pene erecto taladrándola hicieron que Mar se viera obligada a suplicar permiso para correrse. Luppo no tenía hábito de dominar hasta ese punto el cuerpo de sus amantes y la autorizó displicente. Con el tiempo, aprendería a negarle los orgasmos y controlar mejor el sinuoso cuerpo de Mar, pero era su primera sesión con esa esclava entregada que ya venía domesticada por un amo mucho más estricto. Notar las contracciones de la vagina de Mar abrazando su pene erecto fue un momento de intensa alegría para Luppo, pero aún se encontraba lejos de su segunda corrida. Continuó cabalgándola, pero la abundancia de flujos hacía casi imposible sentir alguna presión sobre su glande que nadaba dentro de ese mar salado.

-Prepara tu culo, perra -ordenó el drogadicto y una nueva sonrisa apareció en la cara de Mar. La esclava separó ambos cachetes con las palmas de sus manos y ofreció una vista descarada al asombrado Luppo. Con las dos manos en su trasero, solo podía apoyar su cara en el suelo mojado para mantener un precario equilibrio, pero la obediencia absoluta era algo que había aprendido hacía tiempo cuando estaba sesionando y cada nueva humillación la hundía más en el subespacio donde cada ultraje la enardecía más y más. Ninguna expresión de desagrado podía apreciarse en esa morena entregada con el pelo levemente mojado, solo agradecimiento, ternura, deseo y obediencia. Luppo no se había sentido tan poderoso en su vida como penetrando ese ano dilatado. Cuando sintió que el semen pedía paso, agarró la cabeza del suelo y la llevó a que lamiese su progenie desperdiciada. Mar limpió con veneración ese mástil masculino.

Cuando Luppo sintió que no extraía más placer de aquella boca y que su miembro terminaría irremediablemente fláccido, anunció a su sirvienta:

-Ahora límpialo todo y recoge con cuidado, después haré una inspección y suelo castigar a las que no saben hacer bien su trabajo. Yo ahora me vuelvo a la cama. Cuando termines, si estás limpia, puedes venir y acostarte a mi lado en la cama.

Marc no solía ser tan tierno y el plan de terminar acurrucada junto a su amante le pareció muy romántico. Mar sin perder tiempo se puso a fregar el suelo, aunque recordó alguna vez que Marc le había obligado primero a lamerlo en una situación parecida o tal vez lo secó con su pelo arrastrándola por los pies, ya empezaba a olvidar aquellas escenas salvajes donde su juicio se nublaba. Nunca volvería a tener una amo tan estricto como Marc, se lamentó la sumisa devota, pero sonrió al imaginarse ya en la cama acariciada por el retratista. Al terminar se dio una ducha larga con agua caliente que hizo que todas las marcas de su piel se hicieran aún más visibles. Fue sigilosa al dormitorio de donde procedían los ronquidos y encontró el largo cuerpo de su amante extendido en la gran cama. Ella gateó hasta que su cuerpo quedó junto al suyo y se pegó hasta sentir su piel en la espalda. Adormilado, Luppo acarició ese cuerpo hecho para el vicio y cuyo aroma le hizo pensar que tocaba a Maui..

Unos sonidos como gotas de agua cayendo despertaron algo nervioso a Luppo que con un zarpazo cogió el móvil de Mar. Era Vika comentando por Instagram que volvía a casa en Galicia y que le esperaban dos días de coche, porque habían salido tarde y dormirían en Burgos. Mar se sorprendió de que Luppo le hubiera arrebatado el móvil, pero Marc ya la había acostumbrado a sentirse invadida en su intimidad impunemente. aun así, exigió una explicación y Luppo se vio obligado a dársela:

-Es Vika, una amiga de la zorra de Muriel, la perra que envenenó a Maui para abandonarme. Nunca me fie de ella, siempre quiso ir de listilla. El caso es que creo que gracias a Vika, si tú me ayudas, voy a poder vengarme de Muriel y ganar bastante dinero.

-Ya, pero estás usando mi móvil. ¿Qué tengo yo que ver en esto? -respondió Mar mostrándose todo lo enfadada que sabía mostrarse, que tampoco era tanto.

-Esta chiquilla, Vika, quiere subastar su virgo. Yo creo que podemos ayudarla y llevarnos nuestro porcentaje. Si me ayudas, tú también llevarás tu parte.

-¿Es legal lo que pretendes?

--Solo pretendo ganar dinero y vengarme de Maui, no soy una ONG. Lo importante es irnos ganando la confianza de la chica. Vamos a contestarle.

En la pantalla del móvil de Mar apareció este diálogo y ambos amantes pensaron con complicidad cada respuesta y respondieron al unísono, Luppo dictaba y Mar escribía:

Yo: Es una buena ocasión para disfrutar de la noche y conocer chicos. Seguro que muchos querrán desvirgarte.

Vika: No creo. Para muchos soy demasiado joven, además no creo que Muriel quiera que salgamos. Además, tampoco quiero que me desvirgue el primero que pase, quiero que sea algo especial. Por si fuera poco, yo nunca he salido de noche y no bebo alcohol..

Yo: Nunca es tarde para empezar. No tienes que beber o en cualquier caso, bebe poco si sales de noche con Muriel. Si quieres parecer mayor, maquíllate y enseña escote, tus pechos están muy desarrollados.

Vika: Es buena idea. Muriel suele llevar los labios y los ojos maquillados, si salimos le pediré ayuda.

Yo: Si sales, mañana me cuentas.

Al llegar a Burgos, la pareja femenina se alojó en el hotel cuya habitación había reservado Muriel por la mañana, justo antes de salir del club ecuestre. El hotel estaba al norte del río Arlanzón y cerca de la catedral, en pleno centro de Burgos. Ya por la avenida que seguía el río, Vika apreció la impresionante catedral y le pidió a Muriel:

-Esta noche iremos a ver esa iglesia, ¿no?

-De acuerdo, pero estará cerrada. Solo la veremos por fuera. Una vuelta corta y a la cama, mañana nos espera un viaje tan largo como el de hoy.

Ambas se ducharon y arreglaron para cenar. Muriel se sorprendió al ver la ropa elegida por Vika: unos pantalones rosas muy cortos y una camiseta a rayas con una cremallera delantera que Vika dejó bastante abierta para que asomara su provocador canalillo, aunque para aquellos pechos cualquier diminutivo era paradójico. Imitando a Muriel, tampoco se puso ropa interior, ni bragas, ni sujetador. Sus turgentes pechos vencían la gravedad por novedosos mientras que el roce de las costuras del pantalón en el clítoris de la joven, provocaba una sonrisa cuando caminaba.

Por suerte el verano había llegado incluso a Burgos. Muriel se sorprendió aún más cuando esa mujer tan provocativa le pidió su pintalabios y le suplicó que le pintara la raya de los ojos de un negro intenso.

-Solo vamos a cenar y dar una vuelta, Vika, no hace falta que te arregles tanto -aclaró Muriel.

-Pero me apetece. Por favor, ayúdame -suplicó Vika y Muriel no pudo resistirse a esa mirada de cachorra indefensa.

Se dieron una vuelta por el centro de Burgos y tapearon en una terraza. Todos los viandantes masculinos detenían su mirada en el escote de Vika quien descubría como esa parte recién estrenada de su anatomía dibujaba una sonrisa depravada en todos los hombres heterosexuales. Al terminar, rodearon toda la catedral y Vika preguntaba quién era el guerrero de la estatua. Muriel no supo bien qué versión de la historia contar y optó por no responder a la pregunta. Al pasar bajo un arco, encontraron un pub con mucho ruido y con un grupo de guiris. Celebraban un reencuentro de estudiantes Erasmus del curso anterior. Vika miró con interés y Muriel le preguntó:

-¿Quieres que entremos?

-Sií -respondió entusiasmada.

Muriel convenció a Vika para probar una Coronita y la chiquilla imitó a su nueva amiga exprimiendo el trocito de limón e introduciéndolo en la botella. Mientras, el grupo de ex erasmus bebían de grandes vasos de cerveza y algunos combinados con bebidas espirituosas. La mayoría procedían de Francia e Italia, aunque dos esbeltas polacas movían las cruces sujetas a las cadenas de sus cuellos en la improvisada pista de baile. Vika y Muriel decidieron bailar junto a las blondynki. Sonaban conocidas canciones de reggaeton y electrolatino, que bailaron las dos de forma provocativa. Muriel se puso detrás de Vika y frotó sus caderas contra el contoneo del culo adolescente apenas contenido en aquellos minipantalones, siguiendo las normas estrictas del perreo: todo vale para conseguir que todos los hombres del local se empalmen. Viendo como los guiños de los cachetes de Vika, que asomaban bajo la tela rosa y les robaban las escasas miradas que escapaban del escote de la ucraniana, auténtica dancing queen de aquella noche, las dos rubias empezaron a bailar de forma más provocativa y a sonreír cada vez que alguna pupila masculina se detenía en cualquier parte de sus anatomías.

No tardó una nube de italianos en rodear a las cuatro féminas. Ambas polacas se mostraron especialmente amables con sendos transalpinos y mostraban sus dientes nacarados enmarcados en rojas carcajadas. Vika decidió intercambiarse con Muriel y ser ella misma la que apretase sus caderas contra el trasero de la artista. Al poco tiempo, un ineludible francés arrimó su sexo a la joven ucraniana. La chica notó divertida cómo el miembro galo crecía dentro del pantalón. Incluso dio un paso hacia atrás para apreciar mejor la evolución de la erección mientras movía sus caderas a izquierda y derecha. El francés sin mediar más palabras intentó besarla, pero Muriel, que estaba atenta, se intercambió a tiempo de evitar malentendidos y se llevó a Vika de la mano a otro lado del local.

Se acercaron a la barra y el camarero les sonrió y les sirvió otras dos coronitas sin pedirlas. Vika repitió el gesto de exprimir el limón, meterlo en la botella y chupar la botella rodeando el gollete con sus labios. Muchos imaginaron su propio glande en el lugar del gollete mientras miraban beber a la leopolitana. El camarero, al ver a Muriel abstraída deslizando descuidadamente sus dedos arriba y abajo en el cuerpo de la botella bromeó:

-¿Pensando en tu ex novio?

Y ante la cara de extrañeza de la más joven, colocó completo el conocido chiste:

-Es por una chica que estaba como Muriel acariciando así el cuerpo del botellín y el novio le pregunta: “¿qué piensas?” y ella le responde: “En Fernando...”, y él al darse cuenta que se refería al anterior novio le pregunta: “¿Y nunca piensas en mí?” y ella empieza a acariciar el estrecho cuello de la botella -y el camarero repitió el gesto con los dedos muy juntos, simulando masturbar verticalmente la picha de un niño.

Vika se rió con sonoridad y Muriel fingió una sonrisa. Al presentarse, se descubrió que el camarero se llamaba Fernando. Continuó el interrogatorio preguntando de dónde eran, qué hacían en Burgos,... Muriel inventó una historia: Vika estaba estudiando filología hispánica en Malmö e iría al curso siguiente a hacer su curso Erasmus. Ella era su prima, también sueca, pero criada en Barcelona. Habían ido a buscar piso. Eran morenas porque en realidad eran nietas de español, su abuelo era un cantaor de flamenco que había hecho una gira por Suecia en los años setenta y tuvo varios hijos que no conoció nunca. Las carcajadas de Vika no sorprendieron a nadie, parecía achispada por el alcohol. Fernando se comprometió a darle trabajo en el bar a Vika en cuanto volviese para el curso.

Las dos primas sueco-españolas volvieron a la pista de baile, las dos polacas ya mantenían una conversación animada demasiado próximas a sus contertulios italianos que contaban interminables anécdotas mezcladas con imposibles piropos en inglés de Lombardía, como si las polacas entendieran todo lo que ellos les contaban con sus lenguas incansables.

Sin previo aviso, un cubano que acababa de entrar empezó a bailar provocativamente con Vika, que no pudo evitar seguir su ritmo. El cubano se aproximaba lo justo, la hacía girar y, sobre todo, sonreía. Nadie podía decir que no estuviera dispuesto a beberse hasta la última gota de vida de la cría, pero solo obtenía miradas de envidia y admiración. Al poco, el torbellino caribeño estaba besándose con Vika en plena pista de baile. Fue el primer beso que Vika dio a un hombre y realmente lo estaba disfrutando.

El habanero arrastró a Vika detrás de una columna y empezó a acariciar su cuerpo. No tardó en detenerse en la entrepierna juvenil, Vika abrió un poco las piernas y empezó a frotarse con los dedos que se habían detenido donde ella deseaba. El cubano no tardó en notar cómo se mojaba la tela rosa. Con cierta duda por el exceso de humedad, se llevó un segundo el dedo a su nariz para comprobar que la criatura no se había meado. Al olerlo, una sonrisa triunfante lo delató y volvió a rozar esa tela  cuya humedad delataba el ardor interno. Siguió apretando con fuerza aquella costura y un orgasmo sobrevino a Vika. Vika quiso parar un rato el tiempo, disfrutó del instante y encontró de nuevo la cara de Muriel buscándola. Para ella había sido una noche de demasiadas emociones y ya quería irse. Se alejó un poco del cubano y se pegó a su amiga y le dijo que se fueran a dormir.

Por el camino al hotel comenzaron una animada conversación. Vika necesitaba compartir su agitación por haber besado a un hombre por primera vez y Muriel comentó:

-A juzgar por tu pantalón, parece que te lo has pasado muy bien -y miró descaradamente la mancha que se veía en la entrepierna del pantaloncito rosa.

Vika se miró en el espejo de un escaparate y se sonrojó. Finalmente comentó:

-Ha sido mi primer beso con un hombre. Ha sido muy intenso.

-¿No querías continuar?

-Sí y no. Por esta noche ha sido suficiente. Necesitaba parar, tomar aire, descansar, contártelo. Me ha gustado cuando me ha llevado con decisión tirando de mi mano detrás de la columna y ha empezado a acariciarme por encima del pantalón. En ese momento, hubiera hecho lo que me hubiera pedido. Después empezó a acariciarme por encima del pantalón y no paró hasta que me corrí.

-Para ser un primer beso, no ha estado nada mal. Además, bailaba muy bien.

-Sí. Me lo he pasado genial esta noche. Quiero volver a salir de noche contigo, por favor.

-No te emociones. Cuando vayas al instituto, harás una pandilla de tu edad y seguro que te lo pasas mejor.

-La verdad es que ha sido un viaje muy intenso. Recoger a tu amiga, que estaba tan alterada, ir al club ecuestre, conocer a Marina y a Toni, montar a caballo… Ver el desvirgamiento de esas dos chicas. Besar a un cubano. Han ocurrido más cosas en una semana en España que en toda mi vida en Ucrania - resumió Vika acelerada.

-No siempre será así, pero es cierto que en España se ama la VIDA con mayúsculas.

-¿Cómo te anillaste el clítoris? -preguntó sin previo aviso Vika, que tenía especial interés por este tema.

-Me obligó el Amo -Muriel siempre se refería así a mí, nunca me llamaba por mi nombre. -Le gustaban mis pezones anillados y quería algo más fuerte que me uniera a él. Decidió que anillándome el prepucio del clítoris, pensaría en él cada vez que me excitase. Además, fueron las anillas de mis pezones lo que nos unió, nuestra primera conversación fue sobre eso. Fue muy romántico. Fuimos los dos al local de piercings y tattoos. Me acompañó todo el rato, me cogió la mano cuando la aguja atravesó mi piel. Entonces vivíamos separados, él en Galicia y yo en Barcelona. Él vino a verme una semana y el último día fuimos a anillarme. Después de anillarme, no podía tener sexo durante una semana, por eso lo hizo el último día.

Al llegar al hotel, las dos chicas se acostaron desnudas en la cama doble. En el hotel se habían equivocado y les habían dado una cama de matrimonio en lugar de dos individuales, pero Muriel no exigió el cambio al llegar y a Vika no le importaba nada ese exceso de intimidad. Muriel cayó rendida al poco. Vika seguía muy excitada y antes de dormirse, se masturbó ella misma recordando al cubano, su mano llevándola a una cuadra y desvirgándola como si fuera una Marta con el clítoris anillado.

Martes

Al día siguiente, toda la discografía de Rosalía fue repitiéndose en el Caprio desde Burgos hasta nuestra casa. Muriel era admiradora suya desde que la veía por los pasillos del instituto. Para Vika fue un descubrimiento y repitió la canción Di mi nombre hasta que consiguió aprenderse la letra verso a verso. Le costaba entender que “atá” era atada, pero Muriel se lo explicó. Las conversaciones entre Vika y Muriel siempre terminaban inevitablemente en BDSM y el descubrimiento de la sexualidad, incluso cuando hablaban de música. En un momento, Vika preguntó a bocajarro, como solo hacen los niños y los borrachos:

-¿Por qué te trata el novio de mi madre como una perra?

-Porque decidimos que así fuera nuestra relación. Él me adiestra y puede castigarme como quiera y cuando quiera. Yo le obedezco como amo. Yo soy su perra y él puede hacer conmigo lo que desee. Los dos somos felices así, para mí es la relación ideal y para él es la más excitante.

Vika retorció sus piernas para calmar el ardor de su lúbrica vulva al oír estas frases.

En casa, Katia aprovechó la mañana para terminar tareas pendientes, ordenar y preparar la comida. Como ese día yo trabajaría 24 horas en el hospital, aprovechó el tiempo para rellenar un diario. Siempre le ha gustado plasmar unas preciosas letras cirílicas en su diario de papel, ella adquirió esa costumbre con 12 años y prefiere escribir en papel que en una fría pantalla. Se sentía más libre sabiendo que solo ella leería lo que escribía. También la ayudaba para aclarar sus ideas. Esa mañana escribió sobre sus sensaciones del día anterior, especialmente lo que había sentido al ser atada por sorpresa a la mesa y ser azotada en el clítoris, en lugar de ser atada a la cruz de San Andrés y azotada en el trasero y la espalda como había imaginado previamente. Cómo ese castigo se transformó en preludio de sus orgasmos en lugar de demostración de su sumisión a mí, como había previsto. Intentó explicarse a sí misma cómo al ser sorprendida por los mordiscos del látigo en su corazón genital su lubricidad había alcanzado cotas desconocidas. Su sexo se entregaba a mí mucho mejor después de ese castigo y se reconocía más mía que nunca.

La experiencia con el vibrador en el restaurante controlado por mí era solo una demostración más de que sus orgasmos me pertenecían y que ella era feliz por el control absoluto que yo ejercía sobre su placer y su dolor. Por ahora yo le había dado mucho más placer que dolor, pero lo cierto es que ella no tenía control alguno sobre qué decidía yo proporcionarle. aun así percibía que recibía más placer de mí cuanto más obediente era y, aunque se percataba que era una sutil forma de adiestramiento, la hacía feliz. Le gustaba que ese camino placentero la llevara a convertirse en la mujer que yo siempre había deseado, aunque la realidad era que no había que cambiarla en absoluto para ser mi mujer perfecta.

Katia estaba enredada en esos pensamientos cuando recibió el mensaje de whatsapp de Vika comunicándole que llegarían sobre las cinco de la tarde, como le había indicado Muriel que informara. Al mirar su móvil, Vika también observó que tenía un mensaje en Instagram de Mar.

Mar: ¿Qué tal anoche?

Y se decidió a contestar.

Yo: Genial. Salí con Muriel y besé a un cubano. Bailamos y me llevó detrás de una columna y me besó. Al besarme me sujetó las manos encima de mi cabeza y me encantó cuando lo hizo. Se dio cuenta de cómo me ponía eso y me masturbó por encima de la ropa con las manos sujetas sobre la cabeza y apretándolas contra la columna. Yo había salido sin ropa interior y estaba a cien antes de empezar.

Mar: ¿Y pasó algo más?

Yo: Solo besos y me acarició el clítoris por encima de la ropa. Yo me corrí y después me fui. Para mí fue suficiente.

Mar: Buena chica.

Luppo negociaba con Mar cada mensaje a Vika. Por un segundo temió que se le estropease el negocio. Para él era muy importante que se mantuviera virgen, en la subasta que tenía en mente se pondría mucho más dinero en juego si se subastaba la virginidad de Vika que solo un polvo juvenil. aun así vio que tendrían que actuar rápido, esta chica tenía una sexualidad que estaba despertando muy rápido y no podrían detenerla, era mejor conducirla hacia donde estaba el dinero fresco y el sexo temprano.

Mar: ¿Sigues con la idea de hacer una subasta para que te desvirguen a la mejor idea?

Yo: No sé. No creo que sea capaz de organizarla.

Mar: Yo puedo ayudarte. Si quieres, puedo pedirle a algunos grandes amantes que conozco que te escriban contándote cómo lo harían ellos y si alguno te convence, tú decides.

Yo: ¿Harías eso por mí? Me encantaría recibir las ofertas. No sé si aceptaría a alguno, pero al menos leer cómo lo harían me gustaría. ¿Crees que anillándome el clítoris sentiré más placer?

Mar: Seguro. Otro día hablamos.

Al terminar de leer esa conversación en el móvil de Mar, Luppo se decidió a actuar rápido. Decidió contactar con el comisario para ir moviendo la subasta. Llamó por Telegram cifrado, como el comisario le había exigido, aunque no le gustaban mucho las llamadas.

-¡Hola, comisario! Muchas gracias por recomendarme a Mar como modelo. Es una chica fantástica, siempre aciertas -aduló el fotógrafo.

-Sabía que no te iba a defraudar.

Mar al oír la grave voz del policía, no pudo evitar sonreír y apretarse más contra Luppo, ansiosa por saber lo que discurría.

-El caso es que no te llamaba por Mar, ni por los otros asuntillos pendientes. Quería proponerte un negocio y tal vez sería mejor que lo hablásemos en persona. Es sobre una chica joven que quiere subastar su virgo.

-No seré yo quien se dedique a esos negocios, lo sabes bien. Pero podemos quedar para hablar de los demás temas pendientes -contestó babeando el policía siempre receloso de las escuchas.

No pasaron dos horas y el comisario ya estaba apretando el botón del timbre de la casa de Luppo.

-¡Explícame en detalle la subasta de la virgen, viciosete! -demandó el policía al poco de traspasar el umbral de la puerta de la casa de Luppo. Mar permanecía sentada en una silla y callada. Al ver entrar al cincuentón de cabeza afeitada que tanto le recordaba a su padre, le dedicó una amable sonrisa y solícita le ofreció:

-¿Desea algo para tomar? -haciendo gala de una educación desconocida en aquellas cuatro paredes.

-Ponme un escocés con hielo, guapa. Si este no tiene, ponme aunque sea un segoviano- respondió el mando del cuerpo armado.

Diligente Mar fue hacia la cocina. Sabía que las pupilas del comisario seguirían el movimiento oscilante de sus leggings de Calzedonia, que simulaban un short negro con unas medias de rejilla, pero que en realidad eran de una sola pieza. El comisario le recordaba demasiado a su padre y le encantaba complacerle.

Luppo comenzó a explicar su plan:

-¿Te acuerdas de la zorra de Muriel? La puta que convenció a Maui para que me abandonase. Vino a por Muriel con una cría. La busqué por Instagram y me hice su follower con el perfil de Mar. Ella lo sabe todo -en ese momento, Mar asintió con un güiski en la mano y se lo acercó al policía agachándose lo suficiente para que las pupilas del funcionario se desviasen en dirección a su generoso escote-. El caso es que poco a poco hemos ido sonsacándole y resulta que quiere que la desvirguen. Ha pensado en subastar su virgo a la idea que más cachonda la ponga. Hemos estado la Mar y yo averiguando lo que le gusta y parece que es una viciosa de mucho cuidado, además de una monada. Estoy seguro que hay un montón de millonarios dispuestos a pagar una fortuna por estrenar a esta chica. Para mí sería una forma fácil de ganar dinero y de vengarme de Muriel a la vez. Quiero que la desvirguen de forma muy cruel, pero ella seguro que ayuda, parece que tiene unas fantasías muy retorcidas.

-Es como quitarle un caramelo a un niño. Yo empezaría por contactar a Ígor Zhukov. Estuvo en la fiesta del jeque donde tu Maui hizo de mesa y puta para todos y creo que estaría dispuesto a pagar bastante.

-La idea es que parezca que es la chica la que elige. El ruso tendría que describirle una fantasía que la satisfaga plenamente.

-De eso no te preocupes. Vosotros id calentando esa mente inocente y se la vamos vendiendo al ruso que la compra seguro. Voy a hacer las gestiones pertinentes, socio. Ayudaría tener vídeos y fotos de la cría -guiñó el ojo el comisario dando a entender que cobraría su comisión antes de despedirse. Mar lo acompañó a la puerta y el comisario no se despidió sin pellizcarle el culo.

Miércoles

La noche anterior le había indicado a Muriel que durmiera en su dormitorio, estaba seguro que estaba cansada y me gusta que esté en plenitud de forma física para servirme, aunque alguna vez también me gusta someterla a un estresante maratón de sumisión sin descanso. Tal vez la presencia de la encantadora Katia hacía que no abusase tanto de Muriel y también valoraba positivamente lo bien que había congeniado con Vika, pese a la diferencia de edad.

Al amanecer, la renovada Muriel se esforzó en preparar y servirme mi desayuno desnuda, mientras Katia aún remoloneaba en la cama. Reconozco que orinar sobre ella en la ducha al levantarme es uno de nuestros rituales diarios favoritos, especialmente cuando su boca busca mi sexo hasta que consigue hacerlo crecer y aprecio como inunda toda su cavidad oral. Siempre lo consigue y nunca le importa si huele o sabe al sexo de otra, como ocurría aquella mañana. Al despedirme me preguntó:

-¿Recuerda que hoy puede castigarme? Antes de irme a Barcelona me dijo que necesitaba un correctivo por interferir en su doma de Katia.

-A Katia no la estoy domando, pero sin duda mereces un castigo…. - Aquella frase dibujó una sonrisa picarona en su enigmático semblante.

Vika al despertarse buscó antes a Muriel que a su madre, pero la artista ya estaba trabajando en su estudio. Así que desayunaron madre e hija después de unos días de separación. La madre se sorprendió al ver la deslumbrante sonrisa que iluminaba el rostro de la púber, pero no preguntó demasiado. Finalmente Katia salió a realizar más gestiones de su nueva residencia y Vika quedó sola en la casa con su móvil como única compañía. Se decidió a explorar su nuevo hogar después de arreglar su habitación como estaba acostumbrada. Recorrió el ático con su enorme terraza, miró la piscina desde arriba y casi le apetecía tirarse. Le encantaba esa chimenea situada en el enorme salón superior y ansiaba que llegara el invierno para acurrucarse junto al fuego.

Bajó a la segunda planta y se coló en nuestro dormitorio. Revisó mi armario y observó mi ropa interior, no solía husmear en la ropa de su padre, pero recordaba que él siempre usaba slips ajustados y pequeños. Le gustaron mis bóxers negros de microfibra de Intimissimmi, e incluso se atrevió a olerlos. Los del cajón olían a ropa limpia. Después cogería otros recién echados a la lavar y repetiría el gesto para buscar el olor de mi sexo.

Revolviendo en nuestro armario, encontró un bonito cuaderno garabateado en ucraniano. Nunca hubiera imaginado que su madre escribía un diario. Empezó a leer algunas frases sueltas, algunos comentarios sobre mí de hacía varios años, todos muy positivos. Disipó sus dudas de que yo pudiera ser su padre biológico. La vergüenza de invadir nuestra intimidad y el miedo a ser atrapada in fraganti aceleraron su corazón, pero no impidieron que quedase absorta y enganchada a la lectura invasiva. Saltó a las últimas páginas y encontró lo que había hecho su madre en los días de su ausencia.

Leía cómo su Katia se contaba a sí misma todas las sensaciones que había sentido al encontrarse atada sobre una mesa mientras su sexo era azotado por mí. Aquella escena la sorprendió, pero lejos de horrorizarle, la inflamó sobremanera. Seguía descifrando cómo los azotes mordían en el glande femenino y Vika no pudo evitar empezar a pellizcarse los pezones, tocarse el clítoris y notarse excitada. Cuando las letras dibujaron en su mente cómo yo lamía el sexo ardiente por el castigo, Vika estaba sentada en el suelo y masturbándose sin parar. Leyó cómo su madre escribía que me había dicho “я твоя” mientras se corría. Esa imagen le regaló el primer orgasmo provocado por ese diario que olía a mí. Susurró mientras se corría mi frase favorita del ucraniano ”я твоя”.

No podía dejar de leer y tocarse a la vez. Se imaginó suplantando a su madre y corriéndose mientras yo la penetraba atada a la mesa con los pies suspendidos en el aire, cómo introducía un vibrador en su vagina durante la cena y controlaba sus orgasmos y su comida, cómo controlaba cada una de sus sensaciones. En ese momento imaginó cómo la dirigía con un mando a distancia que me permitía que se corriese a mi voluntad y ella se convertía en mi juguete. Se corrió varias veces imaginándome a mí como un videogamer experto ganando puntos con sus descargas sexuales. Soñó convertirse en mi juguete, en la máquina que se corre cuando yo ordeno. Algo cansada y sospechando que su madre podría aparecer en cualquier momento, ordenó nuestro dormitorio y se fue a duchar. Antes de meterse en la ducha, introdujo un dedo en su sexo y después se lo llevó a su boca, quería saborear sus propio jugos y recordó una frase escrita por su madre cuando yo le llevaba mi dedo mojado en su sexo a su boca: “¡Límpialo!”. Cada imperativo mío que recordaba, volvía a hacerla entrar en ignición.

Seguía haciendo calor, pero a la sombra, la temperatura era agradable. Cuando llegué a mediodía, le ordené a Muriel que dispusiera la mesa en el jardín, junto a la piscina. Vika se sentó a la mesa con el bikini aún mojado y las gotitas de agua que resbalaban por su piel reverberaban los rayos de sol de verano. Su débil vello se erizó en su piel blanca. En ese momento admiré ese cuerpo tan voluptuoso.

Me encantaba cuando Muriel terminaba de disponer la mesa y se arrodillaba a mis pies para que le diese de comer lo que yo quisiera. A menudo le ofrecía mi pie y ella se frotaba como una perra en celo, aunque delante de Vika solíamos contenernos. Vika miró a Muriel y se imaginó sustituyéndola, o mejor aún, acompañándola. La idea de ser otra mascota junto a Muriel le atraía aún más que imaginarse como mi única perra. Ensimismada en sus pensamientos, Vika empezó a morderse las uñas. Finalmente su madre, sentada a mi lado, le regañó. Vika se había adaptado perfectamente a esta extraña familia. Notaba que Vika me miraba a menudo y me sonreía cada vez que se cruzaban nuestras miradas, lo que no imaginaba es que ella se estaba imaginando desnuda, azotada y atada por mí o arrodillada frotando su sexo contra el pie que le dejaba libre Muriel..

La conversación fluía conscientes Muriel, Katia y yo que esa tarde Muriel sería castigada especialmente. Katia no tenía claro qué hacer con Vika y estaba algo nerviosa. Finalmente Muriel comentó a Vika:

-¿Recuerdas los chicos de la playa? Me dieron su teléfono y dicen que esta tarde van otra vez. ¿Querrías ir con ellos? Yo esta tarde estaré ocupada, pero puedes quedar. ¿Te paso su teléfono?

-¿Por qué no? -aceptó Vika indiferente, consciente de que algo tramábamos y que sería una fiesta exclusiva para los mayores a la que querría colarse aunque fuera de espectadora.

Nunca habían tenido tanto uso los escuetos bikinis de Vika. Katia en la mesa pensó en el que se pondría esta tarde y en lo arriesgado que era dejar que su hija se fuera con unos desconocidos jóvenes en coche. Estaba madurando demasiado rápido en España. “Tal vez será el clima que todo lo madura demasiado rápido” pensó para sus adentros.

No eran las cinco de la tarde cuando recogieron a Vika sus nuevos amigos de la playa. Esta vez irían a una playa cercana y más concurrida. Una vez que se fue Vika, la tensión creció. Muriel estaba nerviosa por ser castigada y Katia no tenía claro si quería ser testigo de ese castigo del que se sentía culpable. Podría haber decidido no castigar a Muriel y dejarla sola en la indiferencia, pero reconozco que me gusta azotarla y ver cómo las marcas de mi poder se dibujan en su piel. Cada línea roja en sus pechos blancos me recuerda que puedo escribir mi nombre en su piel para demostrar que es mía. Cada moratón al día siguiente me recuerda que puedo hacer con ella lo que quiera.

Muriel vestía solo su collar de perra en verano por la casa. Me dirigí hacia el sótano y le ordené a Katia:

-¡Trae a la perra al sótano tirando de su collar!.

Katia no estaba acostumbrada a ese lenguaje, pero fue a por Muriel obediente. Yo empecé a ordenar los utensilios de tortura y esperé que apareciera mi ángel tirando de mi mascota humana. Katia llevaba un leve camisón negro de lycra de tirantes bastante corto y Muriel a gatas la seguía. Me gustaba la idea de que Katia participara en el castigo de Muriel, era algo que nunca habíamos hecho ninguno de los tres y estábamos traspasando todos una nueva frontera. Katia se dejó llevar por la sucesión de los acontecimientos, por un lado estaba intrigada de cómo trataría a Muriel y por otro estaba asombrada de la obediencia que siempre mostraba mi esclava. Por un lado la envidiaba por su capacidad infinita de sumisión, pero por otro lado empezaba a temerme. No sabía si ella sería capaz de mantener sus propios límites ante mí. aun así no sabía por qué cuando Muriel la obedecía a ella, aunque fuera simplemente porque transmitía una orden mía, ella misma se excitaba también. No sabía si porque Muriel la obedecía a ella o porque sabía que me satisfacía a mí, pero tampoco quería analizarlo.

Katia bajó las escaleras y aparecieron ambas de pie, primero mi enamorada y siguiéndola mi loba domesticada. Miré a Katia y entendió mi mensaje telepático, me bastó mirar el collar y el suelo. Una nueva sensación se apoderó de Katia al hacer acatar a Muriel mis órdenes, se transmutó en una extensión de mi cuerpo que me obedecía como mi mano. Tiró con fuerza del collar y Muriel cayó al suelo y se vio obligada a continuar de nuevo gateando. La concesión que le había hecho Katia de bajar las escaleras de pie había sido muy generosa y no había contado con mi aprobación. Al llegar junto a mí, mi Amor me entregó el collar de mi perra. La tela de mis vaqueros reaccionó perfilando mi sexo creciente ante ese nuevo gesto de Amor. Yo tiré con fuerza de la hembra que se me ofrecía y la conduje hacia la cruz de San Andrés. Tirando del collar la obligué a incorporarse e inmovilicé sus muñecas y sus tobillos con su cara contra la pared.

Reconozco que el culo de Muriel es un imán para mi mano y no retuve a mi diestra que quería azotarlo. Mis cinco dedos dibujaron una sombra roja en su cachete derecho anunciando marcas mucho más permanentes.

Atraje a Katia hacia mí y le susurré al oído:

-Tráeme aquella venda y después tráeme a Gregor.

Katia recordó aquella tarde a solas, cuando su clítoris se sorprendió disfrutando de ser azotado. Después del castigo le enseñé todos los látigos y fustas que teníamos y cómo los llamábamos. Puede que no se acordase de todos, pero sabía que el cruel Gregor cuyos nudos dejaban marcas que duraban más tiempo en la piel era el que producía un dolor más intenso en cada latigazo. Ella aún no lo había probado y sintió un escalofrío al cogerlo. Por un lado se sentía cruel al colaborar con el castigo de la joven modelo, pero por otro lado, se sentía más unida a mí por hacerlo. Mis órdenes concisas y lacónicas no le dejaban mucho espacio para la duda filosófica y su naturaleza obediente hacía el resto.

Vendé los ojos a Muriel y le puse unos tapones en sus oídos. Me aparté un rato para hablar con Katia en susurros. Quería describirle el castigo primero a mi Amor y ver su cara de horror y deseo. La perra jadeaba, pero permanecía expectante y aislada, no percibía imágenes ni sonidos y solo sentía el palpitar de su corazón desbocado y el olor de su lujuria lubricante.

Algo retirados le expliqué a Katia:

-Hoy voy a demostrarte hasta dónde puedo llegar con Muriel. Ella nunca suplica que pare y hoy voy a conseguirlo, le azotaré primero su culo y su espalda. Durante todo el castigo tendrá pinzados sus pezones y su clítoris. Cuando le de la vuelta, tú tirarás de la cadena y le arrancarás las pinzas de los pezones y azotaré sus pechos. Su pechos son más sensibles que su culo y nunca los he azotado con Gregor. Si empieza a llorar, puedes lamer su sexo, pero siempre atenta a lo que yo te ordene. Quiero que permanezcas arrodillada junto a mí, aunque podrás consolarla.

-Por mí no tienes que castigarla, yo no me he ofendido con nada de lo que ella ha dicho o hecho. Realmente me gusta hacerte feliz como tú desees.

Me acerqué a Muriel y le acerqué mi mano que seguía empuñando el látigo. No lo había dejado desde que me lo había dado Katia, sabía que mi torso desnudo y mi mano empuñando el látigo era una imagen suficientemente turbadora en la mente de mi Amor. La perra Muriel distinguió el aroma del cuero en mi mano y una rápida sinapsis llevó esa información a sus glándulas vestibulares. Lubricaron como siempre que olían a Gregor. Recorrí su cuerpo desnudo con el látigo y ordené a Katia:

-Trae las pinzas metálicas. Las tres que están sujetas por una cadena.

Los labios de perra se apretaron cuando sintió el mordisco plateado. No era una sonrisa precisamente, pero el movimiento de sus músculos faciales fue parecido. Las pinzas estaban reguladas para apretar al máximo y por supuesto las anillas de los pezones continuaban allí. Las cadenas que unían las tres pinzas colgaban, así tiré de ellas para que llegase justo hasta la boca.

-¡Muerde, perra!

Muriel abrió la boca y sintió el sabor metálico en su boca. Las cadenas se tensaron y la mordedura de las pinzas en sus pezones y su clítoris se volvió más intensa, pero ninguna pinza sintió la tentación de soltar a su presa, solo estiraban con fuerza la piel que apresaban.

-No puedes soltar la cadena de tu boca salvo que yo te lo indique y después tendrás que limpiar todo lo que estás babeando, perra -le comuniqué a mi cachorra cachonda. No solo babeaba su boca, un líquido salado y pegajoso recorría sus muslos con origen en su entrepierna.

La tensión se respiraba en los jadeos de Muriel, en la inquietud de Katia, en mi ansia por ver esa piel marcada. Dejé que transcurrieran unos instantes para que las palpitaciones de Muriel fueran acelerándose, sabía que la espera privada de sensaciones haría más intenso el dolor de su primer latigazo. Ella no sabía si relajar sus músculos o ponerlos en tensión, la primera mordedura del látigo sería igualmente intensa. El primer impacto golpeó en su muslo izquierdo. Me desplacé levemente hacia mi derecha y el segundo quedó más centrado. Dibujó una única línea roja en su muslo derecho escrita con dolor y picor. La tercera línea roja fue paralela a la anterior pero un poco más alta. Muriel sabía que iría subiendo y sentía la necesidad de proteger su sexo. Involuntariamente hizo el gesto de juntar sus rodillas en un movimiento imposible, estaba perfectamente inmovilizada. La sonrisa que dibujé en la parte baja de su cachete sonreía a la arrodillada Katia que asistía impávida al castigo.

Continúe azotando a mi perra, me sabía con derecho de darle un castigo que necesitaba, mientras Katia permanecía arrodillada junto a mí. Cuando las líneas rojas en la espalda, el culo y los muslos superaban las treinta, acaricié las rugosidades de esa piel castigada. Recorrí cada marca y mis yemas apreciaban cómo se elevaba la piel inflamada donde Gregor había querido marcarla. Mientras mi mano acariciaba el culo enrojecido, Katia se acercó caminando de rodillas. Su boca se aproximó a mi mano y la besó mientras acariciaba las marcas de Muriel. Me empalmé como nunca al ver cómo Katia apreciaba mi dominio sobre ambas. Le quité los tapones de los oídos a Muriel, para que pudiera oír bien lo que iba a pasar. Me bajé el pantalón y guíe la cabeza de Katia para follarme su boca. Muriel podía oír bien cómo mi polla golpeaba la garganta de Katia y ella quería liberarse para compartirla. Nunca me había sentido tan poderoso y al derramar mi semen en aquella boca perfecta, le indiqué a Katia:

-Trágatelo todo, no dejes nada para la perra envidiosa.

No poder compartir mi semen fue el castigo más duro para Muriel esa tarde, que luchaba por liberarse para poder satisfacerme.

Los azotes y el orgasmo me dejaron exhausto y me dirigí al sillón. Katia me siguió y se desnudó antes de arrodillarse a mi lado. Muriel permanecía en silencio, pero estaba enfadada por no haberle negado la opción de darme placer. Me apetecía dejarla un rato sin derecho a hablar, ni a moverse, antes de castigar la parte anterior de su cuerpo. Además tener a Katia arrodillada a mis pies y aun así esforzándose por lamer mi sexo, me hacía no querer cambiar de posición por un tiempo. Busqué su sexo con mi pie y ella decidió calmarse con su ayuda. Frotó su sexo contra mi pie como había visto hacer a Muriel y no paró hasta que se corrió. Muriel pudo oír los suspiros de placer de Katia sin saber cómo se los había proporcionado. Al terminar, sentí los pechos desnudos de Katia en mis muslos y una sonrisa me dijo:

-¡Gracias!

Los dos nos mantuvimos un rato descansando mientras Muriel se retorcía atada. Su natural rebeldía estaba volviendo para suplicar ser domada. Cuando recobré todas mis fuerzas volví  a valorar de nuevo las marcas con las yemas de mis dedos. Katia se acercó y le indiqué con la mano que me ayudase a desatar a mi cachorra en celo. Aunque sabía que no huiría de su castigo, mientras Katia volvía a sujetarla después de haberla volteado, la mantuve sujeta del cuello. Aprecié el pulso acelerado de la hembra fustigada. Muriel respiraba entrecortadamente y necesitaba demostrarme que era capaz de satisfacerme, pero en ese momento quería que me complaciera siendo castigada y permaneciendo callada y lo más inmóvil posible.

En el sótano de la casa, no nos dimos cuenta de que había caído un aguacero, el día de playa de los jóvenes se había fastidiado. No sabían muy bien qué hacer y decidieron volver cada uno a su casa. Vika entró sin hacer ruido. Oyó algún grito de Muriel y decidió bajar suponiendo lo que se encontraría después de haber leído el diario de su madre. Sigilosamente encontró un escondite en el taller detrás de un sillón y pudo contemplarnos cómodamente. Volvió a sentirse como en la monta de las dos jóvenes catalanas, excitada por observar y algo envidiosa de las siervas. Sin duda, mucho mejor que cualquier escena porno de internet. Sabía que todo lo que estaba ocurriendo era real y ninguna protagonista iba maquillada. aun así echó en falta las cámaras de la cuadra con las que podía ampliar cada plano del club de equitación.

Yo me acerqué a Muriel y recorrí toda su piel desnuda con Gregor. Muriel hiperventilaba. Ahora quería que viese mi cara mientras descargaba toda mi fuerza contra su sexo, así que le quité la venda y los tapones de los oídos. Muriel recobraba la plenitud de sus sentidos, pero permanecía inmovilizada y de poco le valdría saber hacia dónde se estaba dirigiendo nuestro látigo favorito porque no podría evitar el golpe. Así vió como los primeros azotes de esta segunda tanda iban hacia sus pechos. A ella le costaba soportar este castigo, pero con las pinzas apretadas al máximo, no consiguió contener una pequeña lágrima. En ese momento le indiqué a Katia que tirase de la cadena para arrancarle las pinzas. Fue la primera vez que oí una súplica durante un castigo a Muriel:

-¡No! ¡Por favor, pare!

Los pulmones caninos jadeaban hasta que dejaron a la esclava pronunciar una disculpa:

-Perdone. Sabe que puede castigarme como desee. Siga si quiere.

Un latigazo certero golpeó la última pinza que todavía se abrazaba a su clítoris y que saltó en ese instante por los aires y se reunió con sus compañeras metálicas en el suelo. Muriel sintió una extraña descarga en su cuerpo, no sabía si era un orgasmo o un dolor intenso, pero lo agradeció. Continué azotándola en los pechos y el clítoris hasta que Katia se acercó a mí y me suplicó que le permitiese calmarla lamiéndole su sexo.

Vika se había pasado toda la escena del castigo a Muriel tocándose su pepita mágica y pellizcándola con fuerza y cuando vio cómo el látigo golpeaba la perla del placer de Muriel, se corrió irremediablemente. No sabía si estaba loca o no, pero no estaba psicoanalizándose, solo disfrutando del placer culpable de excitarse al ver cómo castigaban a Muriel e imaginándose ser ella misma la perra obediente.

Muriel sucumbió pronto a la atención que le prestaba la lengua de Katia y parecía que iba correrse de un momento a otro. Interpuse mi mano entre el sexo ardiente de mi perra y la hábil lengua de mi enamorada. Le hablé a Katia para que escuchase Muriel:

-El castigo no sería completo si dejara que hoy se corriese. Hoy tendrá prohibido correrse y tocar su sexo.

Vika en su escondite oyó cómo decidía sobre los orgasmos de Muriel y el imaginarse que un hombre podría controlar así su cuerpo le provocó un nuevo orgasmo. Se imaginó corriéndose o no según las órdenes que yo le diese y saber que podrían prohibirle tener orgasmos le provocó una excitación renovada.

Dirigí los generosos labios eslavos a mi glande que se aplicó con dedicación a extraer hasta la última gota de mi semen. Quería ver la preciosa cara de porcelana de Katia manchada con mi semen y saqué mi sexo justo antes de correrme para echar mi leche en su cara. Con mi dedo fui recogiendo aquellas lágrimas de placer nacaradas e introduciéndoselas en su boca. Una pequeña gota se cayó al suelo y Muriel la siguió con la mirada.

  • Ahora te dejaremos un rato atada y vendremos solo para que recojas todo e indicarte que nos sirvas la cena. Esta noche dormirás sola en tu dormitorio y no podrás ni tocarte, ni cruzar las piernas, ni masturbarte, no importa lo caliente que te encuentres.

  • Amo… -susurró Muriel -. ¿Me autoriza a que cuando me desaten, pueda lamer la gota de semen que ha derramado Katia?

Sonreí involuntariamente al apreciar cómo Muriel quería demostrar que ella era la mejor y más devota esclava que poseía y hasta cierto punto quería demostrar su entrega superior frente a Katia.

  • Por favor…- suplicó un poco -. También quiero que me disculpe por haberme atrevido a pedirle que parase el castigo cuando Katia me arrancó las pinzas, en ese momento sentí que me arrancaba también los pezones y sentí miedo -. Esa frase me pareció terriblemente conmovedora y no pude evitar besarla en la mejilla. Le acerqué la mano que la había azotado y la besó entregada como siempre hacía después de un castigo.

-Por supuesto, debes lamer la gota de mi semen demarrada -sentencié y vi esbozarse una sonrisa cómplice en Muriel.

Katia y yo fuimos a la planta superior a asearnos y dejamos inmovilizada a Muriel. Vika esperó a que todo se calmase y salió de su escondite. Sabía que podía hablar con la perra de todo lo que quisiera. Se acercó a ella y la besó en la mejilla en señal de apoyo. Sin embargo le preguntó directamente:

-¿Tu amo puede controlar tus orgasmos? ¿Cómo puedes no correrte si estás a punto?

-Habla bajo. No creo que tu madre quiera saber que has visto mi castigo. Lo cierto es que fue un aprendizaje. Al principio no podía reprimir mis orgasmos y a día de hoy, a veces se me escapan, pero a menudo él decide cuándo me corro, él controla mis orgasmos y debo pedirle permiso siempre antes de correrme.

-¡Cómo me he puesto cuando te prohibió correrte! Te envidio -expuso la joven.

-Me di cuenta que estabas hace rato. ¿Te has masturbado mirando?

-¿Cómo evitarlo? Tampoco tengo ningún amo que me lo prohíba -proclamó su libertad indeseada Vika -. ¿Quieres que te desate?

-Nooo - negó rotunda Muriel -. Es el castigo designado por mi amo y yo lo acepto. Ahora deberías simular que acabas de entrar para que no sospechen.

Vika aprobó el plan de Muriel y la dejó sola en nuestra mazmorra. Salió por la puerta del jardín, rodeó la casa y volvió a entrar por la puerta principal. Saludó con un sonoro hola para que supiéramos que acababa de llegar. Katia bajó rápidamente a interesarse cómo le había ido con sus nuevos amigos, pero las escuetas respuestas con monosílabos acabaron pronto con la conversación. En unos minutos, Vika permanecía de nuevo encerrada en su dormitorio con el móvil como principal conexión con el mundo. Decidió grabarse bailando de forma sugerente una canción que repetía insistentemente “quiero, quiero, quiero, quiero ya yo,....” y sujetando una botella de agua en la cabeza. La gracia del reto era que todo el mundo apreciase su gracia moviendo el trasero. Subió el video a Tik Tok y de nuevo se asombró de la cantidad de seguidores que ganaba. Todos sus nuevos amigos vieron el video, hablaron poco esa tarde, pero todos querían sus perfiles. Alguno le puso algún comentario levemente gracioso, pero Vika no entabló ninguna conversación.

Al poco Mar comenzó a chatear con ella. Necesitaba contarle a alguien lo que había visto esa tarde y Mar estaba lo suficientemente lejos como para poder confiarle sus intimidades. Curiosamente no sería capaz de compartirlo con Irina, su amiga íntima de Lviv, en cambio podía contárselo a una casi desconocida que solo conocía por internet. Las fotos de su perfil no dejaban lugar a dudas de que disfrutaba siendo dominada y castigada y que era una devota practicante del BDSM. Las recientes fotos subidas por Luppo eran aún más explícitas, aunque no mostraran marcas en su piel.

Estas fueron las letras que leyó Katia unos días después:

Mar: Me ha encantado tu reto bailando con la botella en la cabeza.

Yo: Fue idea de Eva, la novia de un chico con los que he quedado esta tarde. Aquí es muy popular. Fue Eva la que me enseñó a bailar así.

Mar: Está muy bien. Yo recuerdo haber grabado un video haciendo un strip tease para Marc, mi anterior amo. Lo valoró mucho.

Yo: ¿Qué canción elegiste?

Mar: Elegí “Earned it” de The Weeknd. Salía en 50 Sombras de Grey y me gustó la idea.

Yo: Voy a escucharla. Quería hacerte otra pregunta.

Mar: Vale. Pregunta.

Yo: Algún amo te ha controlado los orgasmos.

Mar: Siiií. Marc era muy estricto. Podía hacer que me corriese veinte veces seguidas o tenerme dos o tres semanas sin correrme solo con ordenármelo. Mi cuerpo hacía lo que él le pedía. Le costó un poco adiestrar a mi coño, pero aún ahora necesito imaginar su voz autorizándome a correrme antes de hacerlo.

La conversación duró poco más, pero la semilla fue creciendo en la mente de Vika, cuyo aburrimiento era abono perfecto para fomentar su imaginación, se recreó imaginándose como se desnudaba ante mí mientras bailaba. Era importante para ella la mirada de deseo de un hombre lascivo enfrente de su danza. En ese momento, su madre la llamó para cenar. Bajó al comedor, donde Muriel había dispuesto la mesa  y permanecía arrodillada junto a mí.

Al terminar de cenar, Katia se sentó en mis rodillas y dejó que Muriel recogiera la mesa. Le comuniqué a Muriel que tenía que levantarse y recoger con una leve patada en su culo que siempre entendía. Vika se decidió a ayudar a Muriel, le encantaba imitarla. En la cocina le preguntó entre susurros si alguna vez había hecho un strip tease para el amo. Ella confesó que los había hecho para mí y para otros novios que había tenido. Incluso su anterior novio, Manuel, también se había desnudado para ella al ritmo de la música.

Cuando terminaron de lavar la vajilla, Vika se dirigió a su cuarto. Tenía la idea de grabarse mientras se desnudaba al ritmo de la música. No sabía a quién se lo enviaría, pero quería ver cómo quedaba. Vio varios stripteases en Youtube, el de Demi Moore en la película homónima, el de Kim Bassinger en 9 ½ weeks, la coreografía de Sheryl Murakami con la canción que le indicó Mar. Al principio pensó en varias canciones, pero al final tuvo que reconocer que la canción que había elegido Mar era la que más le gustaba para hacerlo y se inspiró en los pasos de la coreógrafa californiana. Tenía un ritmo definido y varios cortes bruscos que facilitaban expulsar las prendas de su cuerpo. Decidió utilizar la silla de su dormitorio, que solo había utilizado para dejar la ropa hasta entonces. En España no había tenido aún que estudiar o hacer deberes, ¡le encantaba este país!

Dispuso la silla en el centro de la habitación, el móvil justo enfrente a la altura de su ombligo y se vistió solo con unas bragas pequeñas, unas medias, el sujetador y una camiseta ceñida de lycra. Todas las prendas negras. No necesitaba mucha ropa. Empezó a contonearse al ritmo de la música. Mientras bailaba fue capaz de quitarse grácilmente la camiseta negra. Prosiguió con unos pasos algo más sofisticados y se dejó caer hacia atrás después de sentarse en el borde de la silla. Se giró para ofrecer la espalda a su cámara y con bastante gracia se quitó el sujetador, ofreciendo a cámara solo su espalda desnuda y su braga sonriente. Le pareció buena idea mover su culo a un lado y otro casi desnuda. Finalmente apoyó su pie izquierdo en el asiento de la silla y con su rodilla elevada fue bajando la media izquierda. Cruzó la silla de espaldas a la cámara y continuó sin mostrar sus pechos desnudos. Elevó la pierna derecha y repitió los gestos anteriores en espejo hasta que se deshizo de la otra media. Solo le quedaban las minúsculas braguitas.

Finalmente se giró haciendo un movimiento de rotación de sus hombros y mostró sus enormes y turgentes pechos a cámara mientras su cadera permanecía levemente ladeada. Con las manos en sus caderas continuó unos movimientos sinuosos. Le robó todo el protagonismo a la silla y se situó justo enfrente de la cámara. Dio unos pasitos hacia la cámara deslizando las tiras laterales de la única prenda que le quedaba. Las estiraba y las deslizaba hacia abajo, pero no terminaba de bajarlas del todo. Finalmente las bajó mientras se inclinaba hacia delante mostrando la plenitud de sus pechos. Juntó las piernas y la gravedad hizo el resto del trabajo. Recogió las bragas rápidamente y se mostró bailando desnuda ante la cámara. Finalmente, caminó hacia la silla de espaldas a la cámara e hizo un alarde de elasticidad subiendo la pierna muy por encima de su cabeza con ayuda de la mano izquierda mientras apoyaba la mano derecha en la silla. El coño más bonito del mundo se ofrecía a la cámara para deleite de sus posibles admiradores imaginarios.

Se dedicó parte de la noche a editar el video hasta que consiguió un resultado casi profesional. Al poco, Mar le contactó por Telegram. No solía hacerlo y le extrañó. Tras unas frases intrascendentes, Vika confesó:

Yo: He grabado un video haciendo un striptease. No sería capaz de enseñárselo a nadie, pero me he divertido haciéndolo.

Mar: Eso es lo importante, divertirse. Si quieres, instala esta extensión de Telegram

Y le envío un enlace.

Mar: Te hará más rápida la edición de video y si quieres subir un video, también tardarás menos.

La conversación terminó en breves segundos. En realidad, esa noche ya era Luppo quien tecleaba en el terminal de Mar, aunque la mirada azulada de Mar revisaba cada palabra y acariciaba con su cálida respiración la oreja de Luppo. Mar veía normal instalar software para controlar  a una chica, Marc le había instalado todo tipo de aplicaciones para controlarla, con o sin su permiso y nunca pensó que estuviera abusando de ella. Si dejaba que Marc le instalase un nuevo sistema operativo en su cerebro hasta convertirla en un robot que hacía todo lo que le pedía, ¿qué le iban a importar unas aplicaciones en su móvil? Ahora era cuestión de tiempo que Luppo tuviera acceso a toda la galería y las conversaciones de ese móvil.

En el dormitorio de al lado, dormía Muriel con las manos atadas a la espalda y el móvil en modo vibración pegado a su piel con una cinta adherente. Sus manos estaban atadas porque sabía que el castigo vespertino había avivado demasiado su sexo como para confiar en dejarla sola con sus manos libres. A media noche notó las vibraciones del móvil. Sabía que le indicaban que tenía que venir a servirme a mi dormitorio. Al atravesar el umbral de la puerta, solo recibió una orden:

-Límpiame.

Katia permanecía adormecida junto a mí después de un maratón sexual. Mi sexo permanecía entre la excitación y el agotamiento y retenía el calor del cálido sexo de Katia. Muriel se arrodilló junto a la cama con sus manos atadas a la espalda y abrillantó mi falo con su lengua. Lamió cada resto de semen mío y de flujo de Katia. Al terminar le dio un cariñoso beso a su amado dueño que se engrandeció en ese momento. Le acerqué mi mano para que la besase.

-Estoy orgulloso de ti. Ponte de pie y date la vuelta. Que desate tus manos no quiere decir que sean libres para tocar tu sexo cuyo acceso sigue prohibido para ellas. Mañana Katia y yo pasaremos la tarde solos, organiza un plan con Vika. ¡Buenas noches, primor! -. Estas fueron mis últimas palabras de ese día y mis ojos vislumbraron las líneas rojas que decoraban los muslos y la espalda de mi perra justo antes de cerrarse durante toda una noche.

Jueves

Luppo no se levantó muy tarde al día siguiente. Le esperaba un día de arduo trabajo. Lo primero que hizo fue descargar en su ordenador todas las imágenes, vídeos y conversaciones de Vika de las últimas semanas. Guardó como oro en paño el último reto de tik tok donde contoneaba su culo con una botella de agua en la cabeza, el video del striptease e infinidad de fotografías, especialmente selfies que se solía hacer cuando se veía especialmente guapa o sexy. Le hubiera gustado que posara para él como modelo, pero podía hacer un buen catálogo para sus propósitos solo con el material que le había proporcionado sin saberlo. Después releyó sus conversaciones con sus amigos y amigas más jóvenes y pudo apreciar que la sexualidad de esta chica estaba a punto de estallar. Se convenció a sí mismo de actuar cuanto antes. Marcó el número que le permitía contactar con el comisario y concertó una cita para esa misma tarde.

Al final de la mañana tenía un video completo de las imágenes más voluptuosas de Vika que levantaría los ánimos a un nonagenario. El comisario llegó a la hora del café, se llevó las imágenes y al poco empezó a distribuirlas discretamente por sus círculos. La subasta se haría de forma muy reservada y exclusiva.

Durante el almuerzo, Katia me informó que Vika iría esa tarde con Muriel a la playa y volveríamos a tener la tarde para nosotros solos. Me suplicó que le permitiera a Vika invitar a sus nuevos amigos a casa al día siguiente. El plan no me agradaba demasiado, pero comenté con magnanimidad:

-Al menos espero que invite también a alguna amiga. Me gusta ver chicas jóvenes en bikini en mi piscina, o mejor aún, haciendo topless.

La madre y mi perra me dirigieron una mirada de reproche algo celosas, pero Vika tomó nota mental, sus nuevos objetivos eran satisfacerme en todos mis deseos, sin saber por qué. Tal vez por imitación y competencia con las otras dos hembras de la casa. A las cuatro se fueron en coche con poca ropa y mucha crema protectora a la misma playa del primer día. Katia untó el cuerpo desnudo de Vika antes de salir y le encomendó a Muriel que repasara la espalda de la adolescente cada vez que saliera del agua. Cada vez que veía a su hija desnuda, se asombraba de cómo le habían crecido los pechos en tan poco tiempo.

Vinieron los tres chicos de la vez anterior: Erik, Iago y Xan y Eva, la novia de Erik. Vika habló bastante con Eva, quería ganarse su confianza. Eva y Vika hicieron topless, Muriel hizo nudismo en un aparte y los chicos solían estar en bañador, aunque no mostraban mucho pudor cuando se cambiaban. La tarde fue bastante divertida y la rutina cansina del verano hizo que acogieran con entusiasmo la propuesta de una tarde de fiesta en la casa de Vika para el día siguiente. Mentalmente habían hecho el reparto y Iago eligió por el método tradicional de la chica con pechos más generosos y se asignó a sí mismo a Vika y dejó que Xan concentrase sus ataques y esfuerzos en Muriel. No sabían que la perra era mía y que Vika me admiraba hasta creerse enamorada.

Llegaron a casa las dos jóvenes cansadas y hambrientas. Vika había vuelto a nadar demasiado e incluso jugó en el agua con Iago y Xan. Muriel preparó una cena abundante para la adolescente y cenamos los cuatro como una familia bien avenida.

Al terminar de cenar, Vika corrió hacia su dormitorio. Las tardes de sol, los apolíneos cuerpos de los adolescentes, las escenas de entrega de Muriel y el castigo del día anterior eran la suma perfecta para humedecer la cavidad vaginal de Vika. En lugar de satisfacerse inmediatamente con su dedo, decidió ver videos pornográficos de Sex and Submission, como había comentado Toni. Empezó a ver un video en el que una chica era presentada ante un público ansioso desnuda y arrastrada de una cadena de perra por otra chica, también desnuda. Parecía que iba a ser entregada a una sucesión de hombres que jaleaban. La chica que tiraba de la cadena de perra, metió la cabeza de la chica sumisa en una caja de madera donde había una cámara. Frente a ella, una pantalla proyectaban el semblante y las expresiones faciales de la sumisa, que no podía saber lo que ocurría a su alrededor. Una sucesión de hombres fue usando su coño o su culo a su antojo, a veces azotándola, a veces solo penetrándola sin descanso y divirtiéndose viendo cómo cambiaba la cara de la chica, entre el miedo, el estupor y la lascivia.

Este video, aunque le resultó excitante, solo le facilitó dos orgasmos, pero su cuerpo pedía más. Entre un link y otro, terminó viendo un video de PureTaboo, en el que Gia Derza interpretaba a una chica que vivía con el nuevo marido de su madre. Llegaba tarde a casa y el hombre le regañaba por llevar una vida desordenada y le exponía las reglas de la casa: “¡My house, my rules!!!”. Vika me imaginó como el nuevo marido de su madre y diciéndole que en mi casa se cumplían mis reglas, que en la cabeza de Vika no podían ser otras que las mismas reglas de Muriel: obedecerme en todo y poder ser castigada a mi antojo.

La siguiente escena consistía en el hombre atrapando a la chica y poniéndola en su regazo, con el culo hacia arriba. Visionando la intensa azotaina, Vika tuvo el primer orgasmo que le regaló este video y el tercero de la noche. El décimo llegaría con el actor desvirgando el culo de la joven que gritaba incansable “¡Fuck my ass!!” con la cabeza hundida en el sofá. Después del esfuerzo, Vika quedó adormilada con su móvil en la mano.

Este video terminaría en la selección de páginas webs favoritas de su móvil y cuando lo vi camino de Barcelona, no lo comenté con su madre. Del mismo día que se agregó ese video a favoritos, encontré esta conversación en el historial de Telegram entre Mar y Vika.

Mar: ¡Hola, Vika! ¿Cómo te va?

Yo: Disculpa, me quedé dormida. He estado viendo videos…

Mar: ¿Videos porno?

Yo: ¿Cómo lo sabes?

Mar: Es lo que todas hacemos. cuando no tenemos pareja para quedarnos dormidas. Nada mejor que unos buenos orgasmos para desconectar del día y el porno a veces ayuda.

Yo: ¿Tú también ves porno? Yo he visto muy pocos videos. He empezado por alguno de SexAndSubmission y otro de PureTaboo. Ha sido la primera vez que he visto un video porno durante tanto tiempo, claro que estos eran de BDSM. ¿Tú qué páginas ves?

Mar: SexAndSubmission me gusta mucho, pero también Training of O, Upper Floor, Brutal GangBangs,....

Yo: Tomo nota. En el primer vídeo, presentaban a una chica desnuda ante una multitud de hombres. La llevaba otra chica tirando de un collar de perra. Puff… Me puse…. Pusieron su cabeza en una caja para que no pudiera ver y se la fueron follando por turnos.

Mar: Desde luego un plan muy caliente. A mí alguna vez Marc me llevó a una fiesta con otros amos y todos me usaron como quisieron. Yo tampoco podía verlos.

Yo: Wow.

Mar: Hay que reconocer que lo pasé bien aquella noche.

Yo: No sé si me gustaría algo así. Tal vez sea muy fuerte para empezar.

Mar: Si quieres, podemos ver qué podemos organizar. Tal vez que te posean tantos a la vez, no, pero ¿te importaría si otros miran?

Yo: Me da miedo, pero reconozco que la idea me pone.

Mar: Siempre podrás echarte atrás. Yo estaría contigo. También puede ser algo más íntimo, solo con un hombre. Yo te llevo desnuda hasta el chico que elijas, te pongo la cabeza en la caja y estoy allí por si quieres dejarlo.

Yo: ¿De verdad harías eso? ¿Estarías conmigo?

Mar: Claro, si tú quieres.

Yo: Creo que es mejor solo uno, sería mi primera vez. Solo un amante elegido por mí estaría bien.

Mar: Es tu primera vez, tienes derecho a elegir cada detalle.

Yo: Estoy muy cansada y muy excitada a la vez. Me encanta la idea de que me acompañes con mi primer amante y me lleves desnuda ante él.

Mar: Si quieres, lo organizamos, mañana intento pasarte los perfiles de unos cuántos chicos que sé que son grandes amantes.

Yo: Gracias.

Aquella noche el dedo corazón de Vika durmió acariciando su clítoris y allí estaba por la mañana.

Viernes

La perfeccionista Katia se tomó en serio la fiesta para los nuevos amigos de Vika. Quería que se integrase en España de la mejor manera posible. Por la mañana fue al supermercado para preparar aperitivos e incluso hizo un bizcocho para la merienda.

Vika en cambio se levantó tarde y pasó la mañana algo apática. Estos chicos no le caían mal y Eva era bastante simpática, aunque algo alocada, pero preferiría estar a solas con Muriel o conmigo. Yo llegué después de comer, cuando los jóvenes jugueteaban en la piscina. Me acerqué a Katia que los observaba divertida desde la terraza del ático. Cuando llegué, Vika y Eva seguían en el agua. Vika se percató que las observaba desde las alturas. Desde ese momento se esforzó por ofrecerme imágenes sexies con Eva. La hizo dar volteretas en el agua y cuando sabía que yo estaba atento, detenía el giro con solo el trasero de Eva sobresaliendo del agua. Al salir del agua, la abrazó, consciente de que yo miraba cómo el pezón de cada chica sentía el palpitar del corazón de la otra. Al rato, Eva y Vika se tumbaron en sendas tumbonas a retozar con sus pechos al aire. Era una bonita imagen, ambas adolescentes desinhibidas ante sus amigos. Vika propuso empezar a hacer un directo en Instagram. Cuando apreciaron que estaban haciendo topless, sus amigos de Lviv empezaron a conectarse masivamente. Todos apreciaban las novedades del cuerpo de Vika con agrado.

Al cabo de un rato, se unió Luppo disfrazado de Mar como miranda del directo. Le encantaba mirar a Vika retozando al sol y bromeando con la otra joven. Ambas se giraron para ofrecer sus espaldas al astro rey. El sol se entretuvo en aspirar cada gota de agua que resbalaba por aquellas pieles perfectas. Las chanclas junto a las tumbonas invitaron a Iago a empuñarlas y azotar levemente el provocador trasero de Vika, que se asombró de su exceso de confianza.

-¿Qué haces, Iago? -regañó Eva a su amigo.

El chat del privado se animó. Luppo con el nick de Mar escribió:

Mar: ¡Dale más fuerte! Le gusta

Vika se sonrojó y rió nerviosa. Iago, indeciso, no supo qué hacer. No sabía si había metido la pata del todo, si había hecho una broma afortunada o si realmente le había gustado a Vika. Nadie le explicó los matices y dejó la chancla junto a la tumbona.

Erik se acercó al poco y se puso sobre Eva. Eva apreció la erección de la parte favorita de su novio con su culo y Erik le susurró al oído al saber lo que estaba notando:

-Tendremos que darle una solución a esto -Eva sonrió y dejó que Erik la guiase llevándola de la mano. Cuando Erik vio que Eva se dejaba llevar, aceleró el paso hacia el baño del sótano-taller-mazmorra. Una cortina impedía la vista directa de la mazmorra para que las visitas no se sintieran incómodas. El corazón de Eva iba acelerado desde que Erik la cogió de la mano. No era la primera vez que se desbocaba su pasión en casa ajena, pero siempre se calentaban demasiado en esas situaciones.

Al llegar al baño, Erik cerró apresuradamente la puerta con el pestillo y con su mano derecha sobre el hombro de Eva le indicó que se arrodillase. No transcurrió un segundo cuando ya tenía la polla del adolescente invadiendo su boca. La sensación de que los padres de Vika pudieran sospechar algo y pudieran invadir la escasa intimidad de aquel baño, excitaba especialmente a Eva, que siempre tuvo algo de exhibicionista. Ella ya había notado mis ojos clavados en sus pechos. Erik no dejó de controlar cada movimiento de Eva desde que introdujo su falo en su boca hasta que su semen se derramó en su boca. Eva corrió a enjuagarse la boca en el lavabo y Erik la dejó hacer.

Volvieron con el grupo al poco rato, Erik mucho más calmado y Eva satisfecha de haber calmado a su novio. En el ínterin, Iago estuvo hablando especialmente con Vika. Procuraba que la conversación siempre girase en torno al sexo, ante los ojos perplejos de Xan, que no había entendido por qué había azotado con la chancla los redondos glúteos rutenos. Cada vez Xan sentía más vergüenza ajena y se apartaba mirando la pantalla de su móvil.

Cuando llegaron la pareja feliz, Iago los interrogó:

-¿De dónde venís?

-Eva tenía hambre y le he dado lo que traía -sonrió triunfante Erik.

-Cuidado con lo que hacéis que cuando te invitan a una casa una cosa es hacer el amor con la anfitriona -explicó Iago sonriente y guiño un ojo a Vika- y otra muy diferente limpiarse una paja en las cortinas del salón.

La ocurrencia ni siquiera era de Iago, era de un tío suyo muy socarrón.

-Yo nunca he manchado una casa ajena y si mancho algo, lo limpio -zanjó Eva orgullosa.

-¿Queréis merendar? -propuso Vika. Su madre le había enseñado que dar de comer a los invitados era la mejor manera de que las discusiones no elevaran el tono.

Fue a la cocina y trajo zumos, limonada casera y el bizcocho que había hecho su madre por la mañana. Iago se ofreció a ayudarla, forzando cada ocasión para estar a solas con ella.

-¿Puedo hacerme un café, anfitriona? -preguntó Iago al ver la cafetera de cápsulas y se echó su largo flequillo hacia atrás. Hoy no se había hecho su habitual coleta para estar más cómodo en la piscina, a cambio, tenía que retirarse a menudo el cabello de su cara.

-Si sabes cómo funciona, sí. Yo nunca la he manejado -contestó Vika sin reparar en la referencia a su propia broma, pero mirando su pelo largo, rizado y oscuro. El pelo de Iago le llamaba especialmente la atención, no era frecuente en Ucrania ver a un chico moreno con pelo largo y rizado.

Los dos jóvenes llevaron la merienda a sus amigos. La limonada con los limones de casa fue lo primero que se agotó. A Katia le encantó ver que en el jardín de mi casa había limoneros y naranjos. Las naranjas son una fruta muy apreciada en Ucrania, aunque el sol gallego no las hacía tan dulces como en Valencia. Vika recordó los comentarios de su madre al llegar a casa.

-¿Queréis más limonada? -ofreció la joven anfitriona y marchó hacia la cocina con la jarra.

Iago volvió a seguir ese culo que lo volvía loco. Vika se decidió a extraer el zumo de un limón con la exprimidora. Sus manos pequeñas apretaron el limón, pero dejaron gran parte de la pulpa intacta.

-Rapaza, aprieta más fuerte, que dejas medio limón -y puso su mano sobre la de Vika y apretó fuerte. Ese instante en el que notó cómo el cuerpo de Iago se apretaba contra el suyo mientras presionaba su mano derecha, sintió un cálido bienestar. Con el fuerte apretón de Iago, el limón extrajo sus últimos jugos.

-Lo hacemos mucho mejor los dos juntos. Ahora podrías hacerme una mamada como Eva a Erik. Yo también tengo un problema que solucionar -explicó Iago y apretó su pene erecto bajo su bañador contra el trasero de la chica.

-No nos conocemos tanto, tal vez otro día -dio largas Vika, a quien nunca le gustaba dar un no rotundo por respuesta.

Vika terminó de preparar la limonada y volvieron ambos sonriendo. La tarde transcurrió sin que hicieran mucho más de interés hasta que Xan insistió en irse. Finalmente todos los invitados se marcharon y Vika dio un equívoco beso en los labios, el tradicional pico, a Iago, que se fue con una sonrisa triunfante a casa.

A esas mismas horas tuvo lugar una extraña reunión en casa de Luppo. El comisario, vino con Alina, una de las amantes de Ígor Zhukov, el ex novio de esta chica: Darek, Mar y Luppo. Finalmente el ruso había aceptado pagar diez mil euros por desvirgar a Vika si no le daban mucho trabajo y en esa cantidad incluía todos los gastos de organización. A cambio, les prestaba los servicios de Alina y él solo quería ser el primero, así que podrían encontrar a otros candidatos que pagasen por ser segundos o terceros. A su edad, rara vez conseguía echar el segundo polvo, así que no iba a pagar por lo que no iba a disfrutar.

Costó un poco explicar el plan a la ex pareja extranjera. Ellos habían venido juntos a España, Darek era jugador de balonmano y ambos quería dejar su país. El deporte les habría muchas puertas y conocieron a muchos famosos. Al cabo de un tiempo, los dos decidieron usar su físico para ganarse la vida en España, lo que no era muy compatible con su relación de pareja. Darek llegó a salir con alguna actriz en declive que había destacado en el candelero español hacía dos décadas. Darek exigía cobrar mil euros por este trabajo, Alina colaboraba en todas las empresas de jefe.

De aquella tormenta de ideas, quedó claro que Mar debía pasarle el perfil de Instagram de Darek, que figuraría como primera opción como gran amante. Darek debía presentarse como un amo dominante. Sería conveniente que en el perfil de Darek hubiera un video donde bailase un striptease y mostrase todos sus abdominales. Todas estas ideas pudimos intuirlas en esta conversación entre Vika y Mar que quedó grabada en el historial de whatsapp del móvil de Vika:

Mar: ¡Hola, preciosa! ¿Qué tal te ha ido hoy?

Yo: Muy bien. Hemos organizado una reunión en mi nueva casa con unos amigos de la playa.

Mar: ¿Y qué tal? ¿algún chico interesante?

Yo: Hay un chico de pelo largo al que creo que le gusto. Me ha pedido que le haga una mamada.

Mar: ¿Y se la has hecho?

Yo: Ni loca. No tiene la autoridad necesaria para exigirme que haga lo que él quiera. Si me lo hubiera pedido el novio de mi madre… no sé, tal vez no hubiera sido capaz de negarme. Pero a este chico no le veo autoridad para exigirme nada.

Mar: De lo que habíamos hablado, quería pasarte un perfil: darek_biel84. Míralo en Instagram. Fue novio de una amiga mía y ha tenido más de quinientas amantes.

Yo: Wow. ¡Está buenísimo! ¿Has visto la foto sin camiseta? Mira los videos. En este se quita la ropa. Pufff. Es el tío más cachondo que he visto en mi vida.

Mar: Quieres que le diga que te diga algo. Ahora mismo está conectado.

Yo: Nooooo. Me moriría de vergüenza.

Mar: Es amigo mío. No tienes que preocuparte. Ya le hablé un poco de ti.

Yo: ¿Qué le has contado?

Mar. Apenas nada. Que eres una chica joven que le gustaría venir a Barcelona unos días y si él podría acompañarnos a las tres a conocer la ciudad. Él vio tu perfil y comentó que eras muy guapa.

Yo: ¿En serio? ¿Dijo que yo era muy guapa?

Mar: Es que lo eres. Es normal que lo dijera. Le voy a dar tu Instagram.

La conversación entre ellos estaba en ruso y me la tradujo unos días más tarde su madre, camino de Barcelona. Volver a mantener una conversación en una de sus lenguas maternas, le hizo sentirse más próxima al guapo deportista. Era extraño un eslavo que piropease tanto a una mujer, pero a Vika le encantó oír esos piropos exagerados.

En la soledad de su cama, Vika se encontraba bastante excitada. Miró todas las fotos del perfil de Instagram de Darek y se asombró de ese cuerpo en el que cada músculo estaba perfectamente dibujado en su piel. Sus dedos terminaron acariciando su clítoris, pero prefería volver a visionar imágenes más sexuales. Volvió a encontrar un vídeo de SexAndSubmission en el que una rubia necesitada de dinero era contratada como sirvienta sexual por un hombre depravado. La rubia era la actriz Dahlia Sky. El tipo la obligaba a vestirse con un uniforme muy corto que duraba poco tiempo en su cuerpo. Verla arrodillada en la cocina y ver cómo su amo le escupía en la boca antes de obligarla a lamer su sexo fueron imágenes suficientemente fuertes como para provocarle el orgasmo por el que su coño llevaba tiempo  implorando. En ese momento sintió que para ella podía ser más romántico que le escupieran en la cara mientras esperaba recibir el sexo triunfante de un amo estricto, que ser besada en la boca apasionadamente por Iago o por otro chico joven.

Sábado

El sábado fue un día intenso para Luppo. No estaba dispuesto a ganar menos de cinco mil euros y visto cómo se estaban disparando los gastos, pensó que tenía que buscar más candidatos para el estreno de Vika. La información que le transmitían Darek, Mar y Alina era que hasta tres hombres más podrían usarla esa noche. El comisario y Luppo contactaron con todos los viciosos pudientes que conocían y parece que tuvieron cierto éxito en sus gestiones.

Durante la comida en mi casa, Vika tomó la palabra:

-Mamá, Iago y los demás están organizando un viaje a Lisboa. Me han dicho si quería ir. A mí me hace mucha ilusión. Saldríamos el martes. ¿Podría ir?

-No sé. Apenas los conozco. Podría hablar con sus padres -respondió Katia preocupada.

-Supongo. Esta tarde le pido el teléfono.

Aquella tarde Katia habló con una voz que le pareció algo joven para ser la madre de Iago, pero aún no era capaz de distinguir los acentos. Además Mar nunca tuvo demasiado acento catalán y bien podría parecer de cualquier sitio al norte de Madrid, aunque era capaz de hablar andaluz también. Katia pensó en volver a hacer la maleta de Vika, aunque fuera solo para cinco días.

Martes

El martes por la mañana, Iago vino en coche a recoger a Vika. Todo su equipaje estaba preparado. Katia se despidió de ella con cierta emoción, la veía madurar por días. En lugar de ir hacia el sur continuamente, Iago cogió el desvío al aeropuerto. Vika se despidió del joven con estas palabras:

-Te debo una. Intentaré agradecértelo a la vuelta como te mereces -prometió Vika y se despidió de nuevo con un equívoco beso en los labios, que nunca supo si indicaba amistad o deseo. En aquel momento, él pensaba que indicaba deseo.

Continuará….

Nota del autor: Este relato es continuación de mis tres relatos de ficción, que son los tres anteriores (Perra, Amor, Amo; Viólame y El semental). Es cierto que las sumisas que me los han ido inspirando son diferentes y como podéis imaginar, se escribe más cuando se rompe una relación que cuando se está disfrutando. Tal vez por eso han pasado 5 meses desde el último relato. También creo que estoy escribiendo este largo relato porque es la novela erótica que me gustaría leer a mí mismo y porque considero que los personajes ya se me han rebelado y tienen vida propia. A esto se añade que sumando todos los relatos tendré más de ciento veinte mil lecturas y si supongo que una de cada treinta lecturas se ha traducido en un orgasmo para una lectora, habría ayudado a producir unos 4000 orgasmos desde que escribo.  Creo sinceramente que es un número a la baja porque estos relatos no están escritos para llegar al corazón precisamente y probablemente sea mucho mayor. Así que es mi manera hacer un mundo más feliz. Si por otro lado, estás interesada en saber más de mí, tienes tres opciones:

1) Leer mi primer relato (Presentación de un Amo)

2) Escribirme a mi correo ( sirstephe@gmail.com )

3) Contactarme en los sitios que sugiere mi perfil de todorelatos.

Si te decides a contactarme, exijo que me trates de usted (yo te tutearé en mi respuesta) y que seas mayor de edad