LA SRA. MONTSE Y LOS GITANILLOS (y4)
Continúan las "aventuras" de la Sra.Montse, después de ser follada en propiedad por el gitanillo aparecen en su casa sus mayores, hacen de ella y con ella lo que quieren.
Me desperté a media mañana, tenía el cuerpo dolorido, como si me hubiera pasado todo el día anterior haciendo ejercicio. El gitanillo continuaba dormido a mi lado, boca arriba y pude ver que tenía el pene casi en erección.
No me preguntéis porque, ni yo misma lo sé, pero el caso es que me vi incorporada a su lado y metiéndome su todavía flácido pene en la boca. El continuaba profundamente dormido mientras yo seguía con su pene en mi boca, que de flácido ya no tenía nada, me la saque de la profundidad de mi boca y me dedique a chupar con deleite su glande, mientras lo masturbaba a la vez con mi mano, mire su glande y pude ver como empezaba a rezumar líquido seminal, me metí otra vez el glande, solo el glande en mi boca y lo succionaba, mientras continuaba masturbándolo, cuando noté su primera descarga de semen, lejos de sacármelo de la boca, lo mantuve allí, como si lo estuviera besando, sintiendo una a una sus descargas en mi boca, notaba en mi mano las convulsiones de su pene mientras lo hacía. Intente no perder ni una gota de su semen, todo y el asco que me daba, mientras lo ordeñaba y aunque su pene ya mostraba síntomas de flacidez aun lo mantuve en mi boca hasta que note que no parecía salir ni una gota más.
Él continuaba profundamente dormido, así que me levante y me fui al baño, me mire en el espejo y pude ver restos del semen del muchacho por mi boca, resbalando por mi barbilla.
Me metí en la dicha poniendo el agua todo lo caliente que poda soportar, me lave el pelo y enjabone todo mi cuerpo, al pasar por mi vagina la note mojada y abierta, no solo por el agua caliente y el jabón con el que me estaba frotando, las caricias se hacían cada vez más intensas y profundas y casi sin darme cuenta me estaba introduciendo un par de dedos dentro de mí. Los metía y sacaba y movía dentro de mí, pero no me parecía suficiente, Salí de la ducha y fui corriendo a la cocina, busque en la nevera un pepino de un tamaño considerable y volví a la ducha, lo moje un buen rato con agua caliente para que tomara temperatura, estaba muy frio, y separando mis labios con una mano me lo fui metiendo poco a poco, me sorprendió la facilidad con la que entraba, quería verlo, así que pare el agua y salí otra vez a buscar un espejo de aumento que utilizo para maquillarme, lo deje en el suelo enfocando mi vagina y repetí la operación, en el espejo podía ver el pepino como entraba en mi vagina sin ninguna dificultad, la veía dilatada, abrazando aquel “pene” verde, me lo metía y sacaba mientras a la vez me estimulaba el clítoris, volví a accionar el agua caliente y así, con el potente chorro de agua y el pepino en mi vagina empecé a correrme, las piernas me fallaban, me apoye en la pared y poco a poco, mientras me corría me fui sentando en el plato de ducha, quede con el culo en el plato, abierta de piernas, todavía con el pepino en mi vagina y el fuerte chorro de agua cayendo sobre mí.
No sé el tiempo que pude estar así, hasta que me saqué el pepino, cerré el agua y salí de la ducha, me puse el albornoz y empecé a secarme el pelo cuando escuché golpes en la puerta, fui hacia ella y vi por la mirilla un hombre golpeando la puerta con un palo o un bastón y gritando
-Heredia, abre la puerta, sé que estás ahí.
Asustada fui a buscar al gitanillo, lo desperté y le dije que había alguien en la puerta preguntando por él.
Se levantó de un salto y fue corriendo hacia ella, escuche como la abría y cerraba.
-Buenos días Tío Manolo.- Escuche saludaba el gitanillo.
-¿Así que aquí es donde te escondes, te pensabas que podías engañarme, tener tu propia putilla y que yo no la catara?.- Le respondía alguien.
-No, yo Tío Pepe, te la iba a presentar hoy mismo.- Balbuceaba esta vez el gitanillo.
Yo estaba en la habitación escuchando aterrorizada la conversación cuando dos hombres malcarados entraron en ella, me cogieron fuertemente de los brazos y casi me arrastraron al comedor.
En el comedor había dos hombres más y el que había visto por la mirilla dando golpes en la puerta, aparentaba unos sesenta años, con una gran barriga, un bigotito “adornaba” su cara, todo rematado con un gorro y un bastón.
El gitanillo estaba sentado en una silla, muy modesto ahora, mirando al suelo con las manos cruzadas.
-Así que esta es tu putilla.- Le dijo el hombre.- mientras corría las cortinas.
-No queremos que vean las aficiones que tiene una Sra. Tan respetable, ¿verdad?
-Me dijo Manolo el del club que era muy buena y que tenía mucho aguante.-siguió- habrá que comprobarlo, ¿no?, a ver si podemos ponerla a trabajar.
Los hombres me continuaban sujetando y él daba vueltas a mí alrededor tocándome con el bastón, bastón que en el puño, era un nudo de madera, redondo, del tamaño de una pelota de tenis, el hombre acariciaba mis mejillas con él hasta que lo puso en mi boca, apretó para que la abriera, lo hice lo más que pude, pero me era imposible metérmelo todo en la boca.
-Chúpalo, putita, que vea como lo haces.- Me ordeno.
Saque la lengua y empecé a lamer aquella bola de madera, tenía miedo, mucho miedo, aquellos no eran chicos, eran hombres, maduros y estaba muy asustada.
Intentaba hacerlo lo mejor que podía, cuando a una señal del hombre me quitaron el albornoz, con los chicos había sentido rabia y enfado la primera vez que me quede desnuda antes ellos, pero ahora la sensación era diferente, era de miedo.
El hombre me miraba como si estuviera examinando ganado, de arriba abajo.
-No está muy buena, está un poco gorda y tiene poca teta.- Decía mientras giraba a mi alrededor.
-¿Al menos follara bien, no?.-Le pregunto al gitanillo que seguía sentado en la silla sin decir ni mu.
Una nueva señal del hombre y sus esbirros me llevaron hasta la mesa, yo gritaba forcejeaba, intentaba liberarme, aunque no sé dónde hubiera ido, pero los hombres me arrastraron con facilidad hasta la mesa, tiraron al suelo todo lo que había encima y me colocaron sobre ella, dos hombres me sujetaban por los hombros y los otros dos me mantenía abiertas las piernas todo lo que podían.
El hombre se colocó entre mis espatarradas piernas, frotando el puño del bastón entre mis labios vaginales, se entretenía con el bastón entre mis labios, lo apretaba con clara intención de meterme el puño dentro. Apretaba con ganas y me estaba haciendo daño, empecé a gemir y a quejarme, pero eso solo parecía darle más ganas de forzarme.
No podía ver lo que hacía el hombre, me mantenían fuertemente sujeta y solo podía ver la cara de los dos que me sujetaban por los hombros, pero escuche el sonido de una bragueta al bajarse y el rumor de unos pantalones al resbalar por las piernas del hombre para de inmediato notar un glande separándome los labios vaginales y frotarse entre ellos. No me dio tiempo ni a prepararme, se cogió a mis muslos y de un solo golpe me la clavo en la vagina, yo estaba completamente seca, acababa de masturbarme con el pepino y la situación me tenía bloqueada, así que lo que sentí fue un agudo dolor en ella, lance un grito de dolor que retumbo en el comedor.
-Pues sí que es estrecha.- Exclamo el hombre, a la vez que notaba como la sacaba un poco, pero fue solo para dar un fuerte empujón que esta vez sí me la hundió completamente dentro de mí, lance un alarido, parecía que me desgarraba la vagina y más cuando empezó a meterla y sacarla a toda velocidad, con cada empujón daba un grito de dolor, me estaban violando en mi propia casa y no podía hacer nada.
-¿Y esta es la que aguanta tanto?.-Preguntó el hombre.
Note como me la sacaba y se agachaba entre mis piernas
-Meterle esto en la boca, no quiero oírla más.- Decía mientras sus sucios calzoncillos caían sobre mi cara.
Uno de los hombres que me sujetaba me los metió en la boca, hasta mi nariz me llegaba el olor a rancio y sudado de los calzoncillos, pero me volvió a penetrar y ya no note nada más que el dolor en mis entrañas.
El hombre se agarraba con fuerza a mis muslos, clavándome los dedos, me estaba dando unos pellizcos increíbles acompañados por las envestidas en mi vagina me estaba haciendo ver la estrellas, las lágrimas volvían, una vez más, a aflorar en mis ojos resbalando por mis mejillas. Además el hombre no parecía poder correrse y eso solo hacia aumentar mi dolor.
-Joder, no me hace ni correr.- exclamo el hombre mientras me la sacaba.
-Claro, con esa mata de pelo en el coño no hay quien pueda.- se excusaba
No llevaba el pubis depilado, pero siempre procuraba llevar al menos las ingles depilado, pero algo frondoso si lo llevaba.
-Heredia!!!.-grito el hombre al gitanillo que todo el tiempo había estado sentado en la silla sin moverse.- tu que conoces la casa, tráeme los trastos de afeitar, que le vamos a dejar a esta puta el coño como se merece.
Lo vi pasar de reojo dirigiéndose al baño, ni siquiera me miro, mientras volvía los hombres me continuaban sujetando y el que me había violado se dedicaba a jugar con mi todavía dolorida vagina, notaba como me introducía un dedo o acariciaba mi clítoris, con lo que mi vagina empezaba a notar otra cosa más que dolor.
Al momento llego el chico con los útiles para mi “suerte” mi marido, clásico él en todo, todavía se afeita con brocha y cuchilla.
-Perfecto.- dijo el hombre.
El gitanillo había traído también un bol con agua caliente y al momento note como la mano del hombre empapaba mi pubis con ella, también sobre mis labios vaginales externos; el agua caliente, las caricias del hombre al aplicarla…, estaban empezando a hacerme reaccionar, pero lo peor fue cuando empezó a ponerme el jabón con la brocha, primero lo hizo sobre mi pubis, para poco después empezar a aplicarla sobre mi clítoris.
El hombre se dio cuenta de que me estaba empezando a excitar y le dijo a uno de sus secuaces que me sacara los calzoncillos de la boca.
Cuando lo hizo exhale aire con todas mis fuerzas, a la vez que un suspiro se escapó por ella.
-Parece que esto si le gusta a la zorra.- dijo el tal Tío Pepe
El hombre froto entonces la brocha entre mis labios vaginales, presionando en ellos, repitiendo la operación varias veces, arriba y abajo, llevando la brocha desde el clítoris al ano, el dolor de mi vagina se estaba empezando a convertir en placer, intentaba hacer todo lo posible para que aquellos hombres no me vieran disfrutando de la situación, pero cada vez me costaba más, estaba claro que hacía rato que debía tener el pubis lleno de espuma, pero él continuaba frotando con la brocha, ahora ya me la metía dentro de mí y yo empezaba a retorcerme sobre la mesa en la que me sujetaban.
Note como el hombre me introducía dos dedos en mí ya ahora mojada vagina y empezaba a moverlos dentro de mí y al unísono sentí el frio de la navaja deslizarse por mi pubis.
-Ni te muevas ahora, putita.- Me dijo
Escuchaba el “siiff-siff” de la hoja deslizándose por mi pubis y de reojo podía ver como la limpiaba de la espuma y mi vello antes de volver a mi pubis y eso siempre con los dos dedos del hombre moviéndose dentro de mí como gusanos. Me estaba encontrando otra vez con esa sensación que tanto odiaba, miedo, vergüenza, humillación, no querer hacerlo y sin embargo no poder parar de gozar y desearlo.
Me saco entonces los dedos de dentro y chupándolos les dijo a los demás.
-Lo que sí que es es una calentorra de cuidado, la puta se está mojando.
Y esta vez sentí como la cuchilla se deslizaba por mis labios vaginales, una y otra vez, solo veía como limpiaba la navaja y volvía a repetir la operación.
-Listos chicos.-Les dijo.- como el coño de una principiante.- rieron los cinco a gusto.
-A mí no me sirve, pero a ver que os parece a vosotros, chicos.-Les soltó a los hombres.
-Y tú, Heredia, a ver si me sirves de algo, lo grabas todo, que estas pelis tienen buena salida y todavía haremos algún dinero.-Le ordeno al gitanillo.
Fue como dar un pistoletazo de salida, los hombres me levantaron y me llevaron por los aires hasta mi habitación, yo gritaba, pataleaba, suplicaba, les insultaba, pero de nada servía, me lanzaron sobre la cama, intente escapar a gatas, pero uno me estiro de un tobillo cayendo otra vez sobre ella, de inmediato note el peso de uno de ellos que se había sentado sobre mi espalda, dejándome completamente inmóvil, clavada al colchón.
-No te resistas, que sabemos que te va a gustar y nos vas a dejar sin una gota de leche.- Me decía mientras había empezado a meterme dedos en la vagina, moviéndolos dentro de mí, metiéndolos y sacándolos.
-Mira que mojadas estas, cacho puta.
Y era verdad, me sentía otra vez excitada, desnuda en mi cama de matrimonio, rodeada de cuatro hombres que se iban desnudando a toda velocidad. Ya podía verles el pene erguido a alguno de ellos, amenazantes, duros….
El hombre me separo las nalgas y me metió un dedo en el culo, lo rotaba para dilatarme el ano, lo saco un poco me metió dos, haciendo lo mismo, los metía y sacaba y les daba un movimiento de rotación dentro de mi ano.
Me los saco nuevamente y me dio una fuerte palmada en la nalga, seguido de otra mientras se levantaba. Me ardía el culo.
-Ponte de rodillas.-Me ordeno
Así lo hice, había quedado con la cabeza a los pies de la cama y en cuanto estuve de rodillas uno de los hombres que estaba de pie delante de mí me cogió la cabeza y me metió el pene en la boca, ¿en la boca?, me lo metió entero, hasta la garganta, me dio una arcada, pero el hombre me sujetaba la cabeza por la nuca y no me dejaba sacármela de la boca, además empezó a moverse adelante y atrás, como si fuera una vagina, follandome la boca, como decían.
Me daban arcadas y las babas me caían de la boca, pero no podía hacer nada, me tuve que agarrar a las desnudas nalgas del hombre para tener un punto de apoyo y no caer hacia delante. Los chicos me habían hecho chupársela muchas veces, pero ninguno de ellos lo había hecho así.
Me mantenía la cabeza fuertemente sujeta por la nuca de manera que no podía hacer nada más que mantener la boca abierta y dejarle hacer.
Entre arcadas y babear note como una verga hurgaba entre mi vagina para encontrarla mojada y deseando tenerla dentro de mí, se agarró a mis caderas y poco a poco pero de un tirón me la clavo entera, sentía sus testículos frotarse entre mis piernas. Hubiera suspirado de placer si no hubiera tenido la boca tan ocupada, además, ahora me había empotrado contra el pubis del otro hombre y tenía mi cara completamente pegada al peludo pubis del que se la estaba chupando.
Note las contracciones de que se iba a correr, pero no podía hacer nada por evitarlo a sacármela de la boca, así que sentí como el primer chorro me iba directamente al fondo de la garganta, intente sacármela de la boca, pero el hombre no lo permitía, así que uno tras otro todo su semen me fue a parar al estómago, todo menos el que junto con mis babas caían sobre las sabanas, y todavía se la escurrió sin sacármela de la boca.
Cuando lo hizo apoye la cara sobre la sabana, notando como todavía me resbalaba el semen y las babas por la boca, intentando limpiarme como podía con ellas, mientras él de mi vagina continuaba taladrándome sin parar, no lo hacía con fuerza, lo hacía con una cadencia lenta pero constante, lo que hacía que mi placer fuera todavía más grande.
Se agarraba con mucha fuerza a mis muslos, hasta hacerme daño, pero continuaba con su mete saca, como una taladradora, sin parar, podía ver a mi alrededor a los otros hombres como se masturbaban esperando su turno y al gitanillo, completamente vestido, con su móvil en la mano no perdiéndose un plano, grabándolo todo.
La verdad es que el hombre era todo un experto, no la debía tener muy grande, pero como no dilato demasiado me sentía muy llena, y me corrí, me mordía los labios para que aquellos hombres no lo notaran, pero los suspiros y gemidos eran más que evidentes y las contracciones de mi vagina hicieron que Él no aguantara más y se corrió dentro de mí, me dio tres o cuatro golpes de riñón, para acabar de vaciarse y se retiró, dejándome la vagina abierta, palpitante y chorreante de su semen.
Como siempre que he disfrutado de estos orgasmos tan intensos, quede casi inconsciente así que no note que uno de los hombres se había estirado al lado de mí.
Entre dos de ellos me levantaron, yo intentaba incorporarme, pero parecía una muñeca rota, me dolía todo el cuerpo, especialmente de cintura para abajo y me fallaban las piernas.
Me sentaron sobre él, mi espalda sobre su pecho, me incorpore sobre mis brazos y pude verme el pubis completamente rasurado, uno de los hombres estaba sujetando el pene del que estaba en la cama y me lo estaba frotando entre los labios, poco a poco pude ver, hipnotizada, cómo iba entrando en mí, veía como el glande se abría paso entre mis labios y centímetro a centímetro todo el pene se clavó en mi interior.
El hombre había entrelazado sus piernas con las mías y me las mantenía completamente abiertas y entonces vi como el que había estado haciendo de mamporrero se situaba entre ellas y apuntaba su pene hacia mí ya ocupada vagina, como digo estaba como hipnotizada contemplando y disfrutando de aquella penetración, era la primera vez que veía como un pene entraba en mí, ni con mi marido lo había visto y también sabía que cualquier protesta o suplica iba a ser inútil.
Veía como intentaba meterme el glande en la vagina, pero le era del todo imposible, se le resbalaba la punta y no conseguía meter ni la punta.
Entonces el que ya la tenía dentro la saco casi por entero, dejando solo la punta de su glande dentro, el otro, volvió a hacer de mamporrero y colocando la suya encima de esta, las cogió las dos con la mano y volvió a apuntarlas a la entrada de mi vagina, las frotaba arriba y abajo mientras notaba la presión que me iban dando en la vagina.
Y mi vagina se abrió, se abrió como una flor y pude ver, todavía apoyada en mis codos, como los dos glandes desaparecían en ella y siguiendo empujando ambos troncos entraron completamente en ella.
Me dolía, parecía que me iban a desgarrar, pero a la vez el placer era intensísimo, con esa mezcla, que había descubierto, de placer y dolor.
Me derrumbe sobre el pecho del hombre y me deje llevar por el placer, como ellos no se podían mover, me estaban estimulando el clítoris, lo que hacía que yo si me moviera lo poco que podía, sentía sus penes dentro de mí, reventándome de placer.
Mi cabeza descansaba al lado de la del hombre y de pronto me vi besándolo con pasión, me metía la lengua todo lo dentro de la boca que podía, recorriendo mis encías, nuestras lenguas se enroscaba en ella como serpientes.
Alguien me giro la cabeza con brusquedad y me encontré el pene del tal Tío Manuel junto a mi cara, en completa erección, sin necesidad de que me indicara nada me lo metí en la boca. Me la metía y sacaba de la boca, la apretaba con mis labios, la succionaba… mientras continuaba sintiendo la presión de los dos penes en mi vagina y los estremecimientos de placer por las caricias que continuaban aplicándole a mi clítoris.
Me sacaron uno de los penes que me estaba penetrando y al momento note el calor del semen derramándose sobre mi vagina y pubis, sin duda se estaba corriendo sobre mí, así que en ese momento solo tenía un pene dentro de ella y otra en la boca, -¿”solo”?, hacia unas semanas solo conocía la de mi marido y ahora hasta dos a la vez me parecía poco-.
El Tío Manolo ya no aguantaba más, note como se iba a correr, pero en vez de hacerlo en mi boca, me la saco y lo hizo sobre mi cara y pechos, dejándome completamente pringada de su semen, eso sí, cuando acabo me la volvió a meter en la boca para que como me dijo:
-Déjamela como los chorros del oro-
Y eso hice, lamí el glande hasta no dejar ni una gota.
Y entonces el que todavía me estaba penetrando empezó a correrse, me apretaba los pechos como si quisiera hacérmelos estallar mientras me daba fuertes golpes de riñón hasta que note el calor de su eyaculación en mi interior. Estuvo unos momentos más dentro de mí y sacándoseme de encima de malas maneras se levantó de la cama.
Yo no me había podido correr, lo había hecho dos veces en lo que llevábamos de día y una tercera me iba a costar mucho, pero me habían dejado con aquella sensación de quedarte en las puertas, con la vagina abierta, hoy muchísima más, palpitante y como a punto de correrme.
-Restriégate nuestra lefa por el cuerpo, guarra.- Escuche que me ordenaban.
Y yo, sin dudarlo, empecé a acariciarme el cuerpo con el semen de aquellos hombres, me frotaba por los pechos, la barriga…..
-Por la cara, cerda, métetelo en la boca.-Seguían ordenando.
Pude ver como el gitanillo seguía grabando, sin duda no se había perdido ni un ápice de todo lo que había pasado y yo, mirando a la cámara, recogí los restos de semen que tenía por la cara y me los metí en la boca, sin necesidad de que nadie me dijera nada, lleve mi mano hasta mi vagina y recogí de ella los restos de semen y lamí la mano dejándola limpia.
-Es una guarra, una puta guarra.- Escuche.
Los hombres se habían ido poco a poco de la habitación y cuando me quise dar cuenta estaba yo sola en ella. Me quede boca arriba, sintiendo como poco a poco se me iba retirando el orgasmo, no escuchaba nada en el piso y como pude me levante.
Me fallaban las piernas, parecía que me hubieran dado una paliza. Salí al comedor y no había nadie, los hombres habían desaparecido.
Fui como pude hasta el baño, necesitaba una ducha, me mire en el espejo de cuerpo entero que tenemos en él y lo que vi me dejo colapsada.
Tenía la vagina completamente depilada, el interior de los muslos y los pechos amoratados, restos de semen por todo el cuerpo, recogí el espejo de maquillarme del suelo y separando las piernas me mire directamente la vagina, estaba completamente abierta, los labios vaginales rojos, casi también amoratados, era todo un espectáculo.
Me metí en la ducha y no se el tiempo que pase bajo ella……
Han pasado varias semanas desde esto, esa noche mi marido volvió del viaje, había retirado y tirado a la basura las sabanas, durante un tiempo me puse el pijama en el cuarto de baño para que no me viera como estaba.
Mi vida ha vuelto a la rutina, afortunadamente me vino la regla sin problemas y mi rutina vuelve a ser la de mi marido poniéndose sobre mí los sábados por la noche, darme tres empujoncitos, siempre con condón claro, hasta correrse él.
Lo que él no sabe es que el gitanillo me envió al teléfono el video de ese último día, me lo pase a mi Tablet y de vez en cuando lo miro mientras me masturbo con el gran consolador que me compre, hasta correrme como un animal, recordando aquellos días en los que descubrí la mujer que llevo dentro.