La sospecha

Susana desconfiaba de su futuro marido.

  • ¿Qué quieres que haga queeeeeeeeeee?. ¿Tú te has vuelto loca?-

  • No Carmen, no me he vuelto loca, aunque estoy apunto de hacerlo por los celos.

  • Pero, ¿tú de verdad has pensado lo que me estás pidiendo?.

  • Te aseguro que lo he pensado... y mucho. Así no puedo casarme. Tengo que saberlo.

  • Pero... es absurdo, no me lo puedo creer, de verdad, no sé que decir.

  • Carmen, tengo que saberlo antes de la boda, ¿no lo entiendes?, no puedo vivir con esa sospecha. ¡Tengo que saberlo!. Tú eres mi amiga, por favor, te lo pido como el favor más grande que puedes hacerme.

  • ¡No me chantajees con nuestra amistad!. Te lo digo de verdad, yo nunca he visto a tu novio mirarme, yo creo que ni se fija en mi... son imaginaciones tuyas.

  • Puede que si, y eso es lo que quiero averiguar. No te pido nada más que te insinúes, simplemente eso... ponte a tiro, que él lo vea posible. Sólo quiero ver su reacción. Si de verdad me quiere y me es fiel, no va a pasar nada.... pero si no es así, me habrás ayudado a no cometer el peor error de mi vida. Tienes que hacerlo.

  • Dios... esto no me lo voy a perdonar nunca. No me puedo creer lo que voy a hacer. Te juro que si alguna vez me echas en cara algo no te vuelvo a hablar en la vida.

Dando un portazo, Carmen abandonó la habitación de Susana y, saliendo a la calle, tomó su coche y regresó a casa. Bajó la ventanilla para que aire refrescara su cara y, de paso, se llevara todos esos pensamientos que aporreaban su cerebro provocándola la mayor jaqueca de su vida. Susana quería que intentara acostarse con su novio, ¡precisamente ella!. Era increíble. Claro que ella había notado las miradas de Carlos, Claro que había sentido muchas veces como tonteaba con ella, pero eso era normal en un hombre. Ella era atractiva, lo sabía, pero de ahí a que Carlos quisiera engañar a su novia, a dos semanas de su boda...

Comenzó a desplegar su estrategia de seducción al día siguiente. Llamó a Carlos y escudándose en un supuesto desplazamiento de trabajo le preguntó si quería comer con ella. Tenía que ser discreta, tampoco quería que Carlos pensara el resto de su vida que era una puta intentando tirarse al novio de su mejor amiga en vísperas de su boda. Quedaron en un restaurante y se saludaron normalmente. Pudo notar como Carlos echaba una mirada a sus muslos cuando se sentó en la mesa, algo normal por la minifalda que llevaba puesta.

  • Bueno Carletes, ¡qué poco te queda!... en dos semanas serás un "Señor Marido".

  • Si, ¡cómo pasa el tiempo!.

  • Estarás nervioso, ¿no?.

  • Un poco, bueno, Susana lo está mucho más, quiere que salga todo perfecto, ya sabes como es.

  • Si, ya sé como es, ¡jajaja!. La verdad, te llevas una joyita, ¿eh?.

  • Si, no me puedo quejar.

  • Claro que ella tampoco. Se lleva un hombre guapo, sexy, inteligente... creo que es ella la que sale ganando.

Carlos se quedó callado y colorado al oir esto. Sinceramente, no se esperaba oir algo asi de Carmen. Carmen era una chica preciosa, morena de ojos azules, con un cuerpo de escándalo. No era muy alta, apenas 1'60, pero tenía unos pechos que se adivinaban enormes, redondos y firmes, y un culito redondo y respingón. Habían coincidido un día en la piscina y había podido comprobar que tenía un cuerpo de escándalo, y con esa carita. No es que estuviera enamorado de ella, él quería a su novia, pero eso no impedía que se fijara en la hermosa mujer con la que ahora estaba comiendo, aunque estaba claro que una mujer asi estaba fuera de su alcance.

  • En serio, me alegro un montón por Susana. Se lleva el mejor hombre que conozco, la pena es que no tengas hermanos gemelos.

Carlos se puso aún más colorado por la vergüenza, dió las gracias por el piropo y dirigió un furtivo miramiento al escote de Carmen, donde la tela dejaba ver el comienzo de aquellos dos enormes senos redondos.

  • Seguro que tú también encuentras novio algún día, es imposible que tú te quedes soltera, eres preciosa y muy divertida. Vamos, que si no te has casado es porque no quieres.

  • O porque las amigas se me adelantan.

Carlos comenzó a sentirse incómodo. Si eso no era acoso... ¿qué le pasaba a Carmen?. ¿Sería cierto eso de que cuando un hombre está comprometido atrae más a las otras mujeres?. Porque, aunque no quería pensar mal, le estaba tirando los trastos. Terminaron de comer sin volver a sacar el tema, pero al despedirse, Carmen le besó. No tendría nada de raro si no fuera porque al hacerlo le dió un fuerte abrazo, de manera que él pudo sentir sus pechos clavándose en su torso. Además, prolongó los besos mucho tiempo y uno de ellos fue demasiado cercano a su boca, no en la mejilla. ¿Se estaba volviendo loco?.

Esa noche, ya en la cama, se masturbó pensando en Carmen.

La extrañeza de Carlos aumentó al día siguiente cuando nuevamente recibió una llamada de Carmen.

  • Hola. Verás, estaba pensando en comprarme un reproductor de MP3 para cuando hago footing, pero no tengo ni idea ¿te vienes esta tarde y me ayudas?.

  • Si, claro, ya sabes que todos esos juguetitos electrónicos me encantan.

Lo dijo casi sin pensar, porque tenía la mente ocupada con la imagen de Carmen corriendo con un sujetador ajustado, y sus enormes pechos botando. Quedaron en la puerta de los grandes almacenes. Carmen venía vestida con unos vaqueros ajustados que se pegaban a sus piernas como una segunda piel, realzando su perfecto culito, sus caderas y sus muslos. Traía un top con el ombligo de su plano vientre al aire, ajustado a los dos enormes melones. Sonrió para sus adentros cuando vió a varios hombres volverse para mirarla el culo. Se saludaron con un beso en las mejillas, esta vez normal y Carlos comenzó el vano intento de espantar sus fantasías sexuales con Carmen. "Estás a 12 días de tu boda y estas pensando en tirarte a la mejor amiga de tu novia... ¿te parece normal?", se repetía insistintemente como pueril método de autoconvicción. Pero no podía evitar que sus ojos se fueran clavando en la anatomía de Carmen, perdiéndose en sus curvas y en sus preciosos ojos azules.

Carlos ya no dudaba que pasaba algo raro con Carmen. Nuevas insinuaciones, roces, palabras, gestos... parecía que intentaba coquetear con él. Se mantenía prudente y distante, o al menos lo intentaba. ¿Por qué ahora?. ¿de verdad le gustaba a ella?.

Carmen puso excusas para verse durante toda la semana, se insinuó, provocó y excitó a Carlos, pero este se mantenía firme.

  • Susana, yo creo que ya vale, Carlos no ha intentado nada... puedes estar tranquila. Yo creo que ya es suficiente.

  • ¡No!... no me extraña que no haya caído, has sido demasiado blanda. Ni un salido te hubiera pedido algo siendo tan discreta. Tienes que ponerle de verdad en un aprieto.

  • ¡Joder!.. ¿qué quieres que haga, que me plante en su casa desnuda y le pida que me folle?.

  • Tanto no... pero ponle en una situación que de verdad le ponga a prueba. Por favor, hazlo.. y date prisa, la boda es dentro de 6 días, no tenemos tiempo.

  • Madre mía, en que hora aceptaría yo hacer esto.

Carlos recibió una nueva llamada de Carmen esa misma noche.

  • Oye, acabo de intentar entrar en internet y resulta que el ordenador no funciona. ¡Creo que he cogido un virus!. Dioossss, y tengo que preparar un informe para mañana. Por favor, ¿puedes venir a ayudarme?.

  • ¿Ahora?... son casi las 10. ¿No puedes ir a un sitio de esos que alquilan ordenadores y están abiertos 24 horas?.

  • Tengo todos los informes en mi PC, por favor, Carlos, al menos ven a intentarlo.

  • Vale, vale... pero me debes un buen favor.

  • Eso por descontado... y te lo cobras como quieras.

La última frase le dejó estupefacto. Casi estuvo apunto de no ir a casa de Carmen, presintiendo algo. Pero lo hizo.

Carmen le recibió con unas mallas azules ajustadas, elásticas. Dibujaban cada curva de sus piernas, su trasero se veía perfectamente perfilado... y entre sus muslos, los labios de su vagina quedaban clavados en la tela. Un sujetador deportivo trataba inutilmente de contener sus pechos, que rebosaban por la parte superior, marcando dos pezones. Estaba para comérsela. Comenzó a sudar cuando entró en la casa, a pesar de que el aire acondicionado estaba puesto.

  • Estaba haciendo aerobic mientras venías, ven, el ordenador está en el despacho.

Carlos fué detrás de ella sin despegar los ojos de su culo, que se bamboleaba mientras ella caminaba, con los dos cachetes redondos marcados en las mallas.

  • Mira, he intentado arrancarlo pero me dice "Non system Disk" o algo asi. Sientáte e inténtalo tú.

  • Pero mujer, eso es que has dejado metido un diskette... no es ningún virus.

  • ¡Anda!.. .pensarás que soy tonta.

  • No, tonta no. Pienso que eres la mujer más increíble que he conocido en mi vida, pienso que te deseo desde el primer momento en que te ví y pienso que a no ser que me lo impidas, voy a hacértelo ahora mismo.

Carmen se quedó sin habla cuando Carlos le dijo estas palabras. No supo reaccionar, ni siquiera cuando se levantó de la silla y se puso a su lado. Puso una mano en su cintura y atrajo a Carmen hacia si, besándola en la boca. Carmen no protestó, ni se intentó quitar... su mente la bombardeaba con remordimientos, pero un extraño calor invadía su cuerpo. Movió su lengua al compás de la de Carlos cuando la notó entrar en su boca. Recibió áquel beso con ganas y, poco a poco, fué aumentando la pasión, hasta hacerlo salvaje, furioso, con las lenguas luchando por entrar en la boca del otro. Carmen sintió un escalofrío al notar los dedos de él recorriendo su rajita, por encima de las mallas, ya mojadas por su húmedad y por no llevar braguitas. Mientras Carlos sobaba su raja, dirigió la otra mano a uno de sus pechos. ¡Por fin!... podía tocar sus pechos, estrujarlos, apretarlos como globos, pellizcar sus pezones. Levantó el sujetador para liberarlos de su prisión y los miró con deleite, enormes, con un gran pezón, tal y como los había imaginado. No puedo resistirse y se lanzó a por ellos, succionando el pezón, recorriéndolos con la lengua, lamiéndolos y dejándolos cubiertos de saliva. Su mano paró de sobar el coño de Carmen para dirigirse a su trasero, que estrujó y sobó.

Ella comenzó a besarle por el cuelo mientras gemía de placer, desabrochádole la camisa. Una vez se la hubo quitado, besó su torso, mordisqueó sus pezones, bajó por su vientre hasta ponerse de rodillas. Mirándole a los ojos con cara de deseo desabrochó su pantalón, sacando su ya duro miembro. Lo lamió de arriba a abajo, sacando la lengua exageradamente, y nuevamente bajó hasta sus testículos, donde trazó húmedos círculos. Carlos no pudo más y gimiendo suplicó

-Metétela en la boca, por favor, chúpala.

Con sus ojos azules clavados en los suyos, Carlos notó como su polla entraba en la boca de Carmen, milímetro a milíemtro, con su dulce lengua esperando para acariciar la punta, con sus labios apretados para darle más placer. Con una mano agarrándola de la base, Carmen se introdujo su pene hasta casi el final, haciéndole doblarse de gusto. Chupaba como una experta, moviendo la cabeza atrás y adelante sin dejar de apretar los labios y sin dejar de mirarle, lanzando ambos gemidos de placer, pues con la mano libre ella se estaba acariciando su coño. Carlos estaba en el cielo cuando contempló aquella dulce carita de ojos azules comiéndose su verga y, por debajo de esa cara, sus dos enormes pechos moviéndose al compás y, por debajo de estos, su mano masturbándose.

Carmen estuvo mamando hasta que el deseo le impidió seguir. Se separó de Carlos con restos de saliva en la comisura de sus labios. Se quitó el sujetador, lavantando los brazos y haciendo que se izaran su pechos, ocasión que Carlos aprovechó para sobarlos de nuevo. Se bajó las mallas elásticas lentamente, dejando ver su pubis completamente depilado. Se sentó en la silla y abriendo sus piernas las colocó sobre los reposabrazos. Con cara de deseo, apretándose uno de sus pechos con una mano mientras con la otra se masturbaba el clítoris, le susurró.

  • Ven...cómemelo, quiero que me lo chupes.

Carlos se desnudó completamente y se arrodilló delante de ella. Observó sus suaves muslos, su vientre, su vagina y se sintió el hombre más afortunado del mundo. Comenzó lamiendo el ombligo de Carmen, apenas rozándolo con la punta de la lengua. Ella sintió un escalofrío al sentir la caricia de tan húmeda amiga, que aumentó cuando se dirigió a sus muslos, que recorrió turnándose y terminó cuando le indicó con las manos que se dirigiera a su rajita. Primero pasó la lengua, apenas un roce, a lo largo de sus labios vaginales. Carmen se estremeció con el roce, levantando su culo de la silla para forzar el contacto de aquella lengua con su coño. Por fin comenzó a jugar con su clítoris, lamiendo suavamente para depués hacerlo más fuerte, trazando círculos, deleitándose con él. Pronto los lametones pasaron a mayores, siendo sustituidos con besos, caricias de toda la boca, succiones e, incluso, mordisquitos suaves, que hacían a Carmen convulsionarse de gusto. Sin dejar de chupar el clítoris, introdujo el dedo índice en aquella vagina, muy mojada ya. Carmen sentía áquel dedo entrar, dilatando, rozando las paredes de su vagina, estimulando cada nervio, mientras la lengua no paraba quieta sobre su clítoris. Sus gemidos de placer se transformaron en gritos cuando con el dedo corazón rozó su ano para, con mucha suavidad, introducirse hasta el nudillo lentamente. Siguió lamiendo e introduciendo los dos dedos, en principio suavemente, pero luego cada vez más deprisa y más profundos a medida que los gemidos de Carmen se hacían más profundos y sentía como su orgasmo se aproximaba.

Y el orgasmo llegó, profundo, intenso, haciéndola gritar de gusto, apretando la cabeza de Carlos contra su pubis para acentuar las sensaciones, estremeciéndose de placer, soltando jugos sobre la boca de él, que saboreaba como el más rico de los manjares. Siguió chupando hasta que las sacudidas de Carmen cesaron. Se levantó y la besó en los labios, para que ella notara su propio sabor. Suavemente la levantó y apartó la silla. La puso de espaldas e inclinó su cuerpo sobre la mesa, haciendo que su cabeza quedara sobre el tablero, en el que también apoyó sus brazos. Separó ligeramente sus piernas, los suficiente para que su coñito quedara a la vista entre los muslos. Sus pechos quedaban colgando, pareciendo, si cabe, más grandes aún de lo que eran. Colocó una de sus manos sobre uno de aquellos pechos, sujetándolo firmemente. Tenía una espalda preciosa y suave, la acarició desde su nuca hasta la raja de su culo, que sobó hasta colocar la mano en sus caderas, doden agarró fuerte. Dirigió la punta de su verga a la entrada de su vagina y de un solo empujón la metió hasta el fondo, hasta que su vientre chocó con áquel culo. Ella gimió al notar aquella polla entrar tan bruscamente, no de dolor, pues estaba bien lubricada por el orgasmo anterior, si no de gusto al sentirse al fin poseída.

Comenzó a follarse a Carmen, sin soltar su pecho, ayudándose de la mano en la cadera para atraerla hacia si cada vez que empujaba su vientre para introducir hasta el último centímetro de su pene. Ella gemía y se retorcía de gusto y él hacía lo mismo.

  • Dios, como me gusta tu coño y tu culo. ¿Te gusta que te folle?.

  • Si, si, por favor, no pares, metémela toda, la quiero entera dentro, metémela.

Siguieron follando así hasta que él retiró la mano de su cadera y agarró la melena de Carmen, tirando de ella lo justo para provocarle un ínfimo dolor, acompañado del placer de verse asi, poseída, a manos de Carlos, que la manejaba a su antojo.

Nunca antes había estado tan excitada ni había gozado tanto con un hombre, asi que no tardó en sentir que el orgasmo estaba próximo. Por eso le pidió que parara y se sentara en la silla. Carlos obedeció y se sentó, ella pasó ambas piernas por los lados, sujetándose a la nuca de él y se dejó caer sobre su polla, que entró hasta el último rincón de su vagina, llenándola. El agarró su culo con ambas manos, para ayudarla en sus movimeintos. Con sus manos en áquel suave culito ayudaba los movimintnos que ella hacía para levantarse sobre su polla, sin llegar a sacarla del todo, para dejarla caer completamente sobre su verga, que volvía a entrar hasta el fondo. Se besaban como podían, pues ambos gemían de gusto, gritaban, se mordían los labios, se lamían los cuellos. El podía observar además los hermosos pechos de ella subiendo y bajando aplastados contra su torso. Sin soltar su culo, deslizó su dedo índice en el ano de ella, que lo recibió con un gemido de aprobación

  • Dioooss, como me gusta tu pollaaaaa. ¿La puta de tu novia no te folla asi, verdad?.

  • Noooo, tú lo haces mejor,

  • ¿Me quieres más a mi, verdad?

  • Si, Dioooos, siiiii, te quierooooo, si.....

Siguieron un rato en esta postura, cada vez moviéndose con más furia, más bruscamente, hasta que ella tuvo el mejor orgasmo de su vida, saltando como una poseída sobre la verga de Carlos, que a duras penas aguantaba sin correrse por el gusto que le daba Carmen metiéndose su polla en la estrecha vagina. Carmen gritó y gimió profundamente, con los ojos en blanco de placer, abrazándose fuertemente a él mientras se corría, sintiendo como cada centimétro de su piel se mezclaba con la de él.

Una vez hubo acabado de sentir los últimos escalofríos de su orgasmo, se bajó de la silla y se arrodilló delante de él. Comenzó de nuevo a chupar su verga, mojada con sus jugos, aunque esta vez acompañaba sus movimientos de cabeza con una mano, mientras el gemía próximo al orgasmo. Entre gemidos advirtió a Carmen que acababa, por lo que ella sacó su verga de la boca y, sin dejar de masturbarle, apuntar hacia sus pechos. Él comenzó a lanzar chorros de semen espeso y blanco, que manchaban sus hermosas tetas, en los pezones, en la grieta que las separaba, en su pecho... largos chorros quedaban decorándolos. Siguió masturbando mientras el acababa su orgasmo, bestial, incontenible. Cuando notó que él había acabado, se introdujo el pene de nuevo en la boca, para limpiar una última gota que de quedaba colgando, haciendo que Carlos se estremeciera de nuevo.

Pasaron el resto de la noche juntos, haciendo el amor en mil posturas, riéndose y besándose, enamorados. Hasta que amaneció y Carlos se marchó a casa para ir a trabajar.

  • Susana, hola, soy Carmen.

  • Hola... estuve esperando tu llamada anoche... ¿hiciste algo más con él?.

  • Pue si, volví a intentarlo.

  • ¿Y.. qué pasó, dímelo, quiero saber la verdad?.

  • Pues.. tengo que felicitarte sinceramente.

  • ¿De verdad?. ¿Tan bien se portó?

  • Pues si, la verdad es que se portó muy, muy bien...

  • ¿SIIIIIII?... ¿De veraaaas?

  • Si, de verdad, nunca me habían follado tan bien.

  • ¿Q-Q-Qué diceees?.

  • Pues eso, que tengo que felicitarte por haberte estado tirando a semejante semental durante estos años. Claro que... ya me ha contado que tú en la cama no le sacabas rendimiento. Una lástima, chica, tenías un diamante en bruto y no has sabido aprovecharlo.

  • Pero... Carmen... ¿qué estas diciendo?

  • Lo que oyes. Que tu novio es una delicia y que... si no te importa, me lo quedo yo. Lo siento pero tú te lo buscaste. Por cierto, que sabe lo de nuestro jueguecito y creo que no quiere vovlerte a ver nunca más. Chao frígida.