La sorpresa en mi cumpleaños

Yo era la putita de mis maestros y ellos querían de mí mucho más.

Hace mucho tiempo que no publico nada, pero eso no quiere decir que no haya escrito. Han de saber que me mantuve muy ocupada. Tener que terminar la universidad es difícil, pero lo es más hacerlo bajo las circunstancias en las que me vi envuelta.

Como recordarán, me volví la putita de mis dos maestros. Eso no fue ningún problema puesto que me encantaba ser usada por ellos y que me hicieran lo que quisieran. La verga me encantaba, pero las de esos dos hombres me ponía más caliente de lo que jamás me había sentido. Definitivamente yo vivía esperando que me llamara alguno de los dos o ambos, para que me metieran lo que quisieran por el donde que quisieran. Esa era mi vida y esa era yo: la puta de mis dos maestros.

Mi cumpleaños cayó justo el último día de clases antes de las vacaciones de primavera. Ese dia sólo recibí un mensaje en mi celular, que contenía lugar y hora para que estuviera yo ahí. De sobra está decir que me pasé el día entero con las bragas mojadas.

Esperé a que dieran treinta minutos antes de la hora pactada y tomé mis cosas, le dije a una de mis amigas que me sentía mal y me salí de la uni; me salté cuatro clases ese día. Pronto van a saber porqué tengo ese día tan marcado en mi mente.

Tomé un taxi, le di la dirección que recibí y me llevó a un edificio en el centro de la ciudad, un edificio viejo, nada llamativo. Subí tres pisos por las escaleras y llegué al departamento 25. Toqué y me abrió Antonio, mi otro maestro. Lo saludé y me causó extrañeza que sólo me dijera que pasara cuando él solo al verme, me besaba apasionadamente. Yo pensaba que me quería. Su actitud en ese momento me hizo dudar. Dudé un poco más cuando me hizo sentar en un sofá y me dijo que esperaríamos a Andrés, que venía en camino y traía algo para mi.

No le recordé que era mi cumpleaños, no esperaba que ninguno de los dos se acordara, lo único que quería era que me la metieran y me hicieran sentir como siempre que estaba con ellos, como la perra en celo que los ponía locos. Ahí sentada me las ingenié para que Antonio viera que no tenía bragas y comenzara algo de calentamiento en lo que llegaba Andrés. Pero no me hizo caso. Eso me calentó mas, tengo que admitirlo. Y no esperé mucho tiempo, a los cinco minutos entró Andrés con una bolsa en la mano y oliendo mis bragas. Me dio la bolsa y me mandó a una habitación pidiéndome que usara lo que estaba dentro.

Antes de abrir la bolsa, yo ya estaba desnuda, me toqué los pechos y sentí mi piel arder. Yo ya estaba lista y ellos seguían demostrando esa indiferencia inusual hacia mí. Pero les seguí el juego. La bolsa contenía un camisón transparente con un tanga de hilo a juego

y una cadena con clips para los pezones. De todo lo que había en la bolsa, lo único que me extrañó ver fue la cadena con los clips; porque nunca me habían pedido usar algo así. Una cosa eran los vibradores y que pellizcaran y mordieran cada parte de mí; pero llevar unas pinzas en los pezones no era algo común.

Usé todo, menos la dichosa cadenita. Me hice una coleta alta y salí así vestida,

con los clips en la mano. En cuanto me vieron, sé que se les puso muy dura la verga porque ya conocía sus reacciones. Andrés volteó a ver a Antonio y le dijo “te aposté a que no la usaría”. Antonio lo miró, se me acercó, me quitó la cadena de la mano y comenzó a toquetear mis pechos, bajó el camisón, se dio a la tarea de pasar la palma de la mano sobre mis pezones y ponerlos duros. Los lamió, chupó y mordió; cuando los tuvo lo suficientemente endurecidos, puso una pinza en cada uno y volvió a colocar el camisón en su lugar.

-Ahora recuéstate en el sofá. Y ábrete de piernas.

Hice lo que me pidieron, me tomaron cada uno de una pierna, me deslizaron a una altura que consideraron adecuada y ataron mis piernas de manera que no quedaran muy tirantes pero tampoco muy sueltas. De todas formas mis brazos estaban libres. Andrés se me acercó ya desnudo, masturbándose y con la firme intención que se la chupara. No lo hice esperar y comencé a mamarle esa verga tan suculenta como si en ello se me fuera la vida.

Antonio me chupaba a mí el coño. Mordisqueaba mi clítoris, metía la lengua en mi coño ya de por sí mojado y jugaba con mis jugos entre mi ano y mi coño. Ya no me extrañaba, hacía tiempo que ellos habían hecho de mi culo su propiedad y a mí me gustaba mucho que lo llenaran, me ponía a mil que me metieran una verga en el culo y otro en la panocha.

Muchas veces en esas cogidas me dejaron muy en claro que no les hacía nada de gracia pensar que un día yo les saliera con mi domingo siete, así que era yo muy cuidadosa de tomar mis pastillas a diario y a la misma hora. No me puse el implante porque soy muy llorona para las jeringas y por esa misma razón rechacé la inyección.

Yo seguía mamando y disfrutando esos mordisqueos que sentía en mi clítoris. Estaba a nada de tener mi primer orgasmo porque había pasado casi toda la mañana caliente y sin calzones, esperando este momento; pero ellos no me dejaron llegar. Se detuvieron, me jalaron hacia la orilla del sofá y me acomodaron de manera que pudiera quedar a horcajadas sobre uno y empotrada desde atrás por el otro. Antonio quedó debajo de mí, arrancó la tanga y me dijo que yo sola debía ensartarme como la puta que era y así lo hice, me monté de un solo golpe sobre esa verga oscura y gruesa, grité de gusto, de placer y un poco de dolor. Comencé a saltar como desesperada, buscando venirme. Mientras tanto, Andrés me daba nalgadas, tomaba lo que salía de mi vagina y lo frotaba en mi ano, es obvio que me la iba a meter por ahí y eso me hacía excitar más, mojarme más y saltar más sobre la verga que me estaba dando tanto placer por la vagina. Impresionante fue cuando Andrés tomó la cadena que unía los clips de mis pezones y tiró de ella. Sentí tal dolor y tanto placer, que empecé a estremecerme con mi primer orgasmo. No tenía idea de que me sentiría así con ese tipo de cosas.

En cuanto terminé de correrme, Antonio me jaló hacia el, Andrés sobaba mi ano con una mezcla de mis jugos, su saliva y algo de lubricante. Puso la punta de su verga en mi culo y comenzó a llenarme mientras Antonio jalaba suavemente de la cadena para mantenerme pegada a él, por fin me besó como siempre hacía y con ello me relajaba para que esa otra gran verga entrara en mí. Cuando por fin estuvo dentro, ellos dos sintiendo mi interior y llenándolo de carne caliente; comenzaron a moverse a un ritmo lento, que me ponía más y más caliente y me hacía moverme más rápido para llegar más pronto

de nuevo al orgasmo. No me dejaron. De repente uno de ellos me sujetaba contra él y el otro se movía y de repente era a la inversa. Yo no tenía idea de si aguantaría algo así, les gritaba que me dieran duro, que me dieran más. Exigía más verga y acabé yo sola arrancándome parte del camisón que sólo habían hecho a un lado. Comenzaron un ritmo intenso, sofocante, me apretaban uno contra el otro y sentía golpear sus huevos contra mí.

Comencé a gritar como loca, desesperada por venirme, por sentir cómo terminaban ellos dos. Efectivamente, ellos comenzaron a venirse. Primero Andrés, dejó salir un chorro intenso y caliente de semen en mi culo, dejándome llena por ese lado y garantizando lubricación para una siguiente penetración. Estaba en medio de mi propio orgasmo, cuando comencé a sentir los testículos de Antonio contraerse, se estaba viniendo y sentí, además de sus espasmos en todo el cuerpo, la misma sensación caliente y profunda que cuando Andrés se vino dentro de mi culo.

Eso me sorprendió. Cortó el último de mis espasmos y me separé de ellos o al menos lo intenté. Los vi y confirmé que ninguno de los dos había usado un condón como les había pedido. Esta vez y las dos anteriores en este mismo mes, les hice saber que más les valía usar condón porque las pastillas me habían provocado alergia y mi ginecólogo me había cambiado de marca, pero como estaba en pleno desajuste de ciclo, no era completamente efectiva. Creo que esta vez les había valido madres lo que les dije. Los miré, pregunté qué estaba pasando y me explicaron amablemente que querían cogerse a una mujer embarazada, que no iban a irse con cualquiera y que habían quedado en preñarme entre los dos. Ambos se harían cargo de mis gastos hasta que naciera el niño y supieran por el adn quién de los dos era el padre y de todas maneras el otro seguiría al pendiente de mí y mi hijo o hija. Me puse como una fiera. Cómo decidían algo así sin consultarme? Y lo más importante, porqué en pleno cambio de semestre, cuando estaba yo tan cerca de graduarme. Ellos me respondieron que el departamento estaba rentado para mí, que si tenía problemas con mis padres por el embarazo, ahí es donde yo viviría y de todas maneras querían que me mudara ahí si nada sucedía, para poder cogerse a la perra preñada cuando se les antojara.

Básicamente, me iban a convertir en su amante e iba a ser mantenida por ellos.

Les hice ver que el hijo seguro sería de Antonio puesto que era el quien se vino dentro de mi vagina y me dijeron que esa noche aún no acababa, que esperaban seguirme cogiendo y llenando de semen todas las veces que fueran necesarias para asegurarse que quedara embarazada de uno de los dos. Era una ruleta rusa de semen.

Mientras hablaban, continuaban excitándome. Tocándome y manteniendo mi mente lo suficientemente nublada para no protestar. No recuerdo haber dicho sí, no recuerdo haber dicho no; sólo se que esa noche me cogieron como y cuanto quisieron, me llenaron de semen la boca, la vagina, las tetas, el ano, la espalda. Me bañaron, me acostaron y me dormí. Desperté unas tres horas después, sintiendo una verga entre mis piernas y la otra en mi boca, esa noche fui usada más que cualquier otra.

La tarde de ese día pensé en usar la pastilla del día siguiente, hacerles la jugada de no darles el gusto de conseguir de mí lo que querían. Que supieran que no todo se puede tener en la vida. Pero me encontré pensando en lo diferente que sería coger estando embarazada, que sí deseaba tener un hijo y eso y la calentura me ganaron.

Nueve meses después, cuando ya tenía yo unos meses de haberme graduado, con panza y todo; nació Camila, mi hija. Resultó que ninguno de los dos quiso hacerle el adn y ambos son los padres de mi hija. Me compraron el departamento donde vivía y ahí me visitaban. Si sus esposas supieron de mí, de mi hija o de lo que hacíamos en ese lugar, no tengo idea, ellos nunca dejaron que sus respetables señoras me molestaran.

De las veces que me cogieron estando preñada, les platico después.