La sorpresa de negrita dumon
Un viernes de diciembre un acontecimiento único se apoderó de todos nosotros. Somos un grupo de cuatro matrimonios y aquí les voy a contar lo que nos sucedió aquella tarde lluviosa y fría. (Con todo mi afecto para Suhelem, Eduardo, Paola, Carlos, Ingrid, Josué, Aída y Fran.)
LA SORPRESA DE NEGRITA DUMON
Con todo cariño quiero dedicar este relato a Suhelem, Eduardo, Paola, Carlos, Ingrid, Josué, Aída y Fran.
Estaba en mi portal junto a mi mujer. Eran las 5 de la tarde de un viernes de primeros de diciembre. Teníamos frío. El termómetro marcaba 5 grados y estaba lloviendo. Suhelem no paraba de quejarse del tiempo que hacía. No quería salir aquella tarde de perros. Yo trataba de aplacar sus ánimos. Habíamos quedado en merendar con un grupo de amigos y luego, iríamos en casa de Fran y Aída. Ellos eran recién casados y habían comprado una casa cerca de nuestro domicilio. La mudanza había llevado más tiempo del previsto. Pero al fin, ya tenían su casa arreglada y querían invitarnos a unas copas con el fin de inaugurarla.
Estábamos esperando que vinieran a recogernos con su coche Carlos y Paola. Ellos tenían un vehículo de esos de 9 plazas. Después iríamos a recoger a Josué e Ingrid.
Divisé un coche al final de la calle. Eran ellos. Carlos y Paola. Nos saludamos con los besos consabidos y me senté junto a Carlos. Su mujer pasó a los asientos de atrás junto con Suhelem.
No tardamos mucho en recoger a Josué e Ingrid. Tampoco vivían lejos de nuestro domicilio. Los seis a bordo del vehículo, nos dirigimos a lugar donde habíamos quedado con Fran y Aída. La puerta de un bingo del centro de la ciudad de Madrid.
Una vez reunidos todos, decidímos el plan para aquella tarde inhóspita. Jugar un rato al bingo, después iríamos a un pub a merendar y terminaríamos en casa de Fran y Aída. Donde ellos lucirían su casa.
Según bajábamos las escaleras del bingo, observé como Carlos y Fran llevaban un traje parecido al mío. Me sonreí. Me fijé en ellas, con sus zapatos de tacón, sus medias, sus vestidos estaban realmente bellas. Al entrar en la sala del bingo me sorprendí gratamente al comprobar que el premio de bingo se pagaba a 1500 euros aproximadamente. Decidímos tomar asiento y pedir unas bebidas. Cada matrimonio puso 50 euros para jugar.
El la primera jugada no hubo suerte. Ni en la segunda. Pero sí en la tercera. Ingrid completó un cartón premiado con 1432 euros. Después de dejar los 32 euros de propina al muchacho que nos trajo el dinero, optamos por marcharnos con las ganancias. E hicimos bien, de lo contrario hubiéramos perdido parte del dinero ganado. No hay nada mejor que retirarse a tiempo. Un golpe de suerte siempre hay que aprovecharle.
Nos repartimos 250 euros cada pareja y dejamos un fondo de 400 euros para los gastos de aquella tarde que se prometía beneficiosa. Todos juntos nos fuimos a un pub cercano. El silencio. Ese era el nombre del pub. No había duda del porqué del nombre. Al entrar sólo se percibía un ligero siseo. Nos recibió un ambiente agradable, con música relajante y una decoración tradicional.
Ocho cafés irlandeses perfectamente alineados sobre la mesa, nos reconfortaron de aquel frío madrileño. Hablábamos de donde ir después. El grupo de las mujeres se mostraba interesado en acudir a un local cercano donde se representaba un striptis masculino. Nosotros para seguir con la onda, queríamos uno femenino. Pero antes habíamos de ir a comer algo. Y lo hicimos en un restaurante con buena presencia y mejor género. Unas cañas y unas raciones nos aplacaron el apetito, más voraz después de nuestra buena suerte.
Nos habían dado las 10 de la noche. Llevábamos casi cinco horas juntos. Suhelem, Paola, Ingrid y Aída se mostraban muy risueñas y alegres. Tal vez lo consumido en los distintos lugares donde estuvimos las desinhibió un poco. Por estas casualidades de la vida encontré una Guía del ocio tirada en el suelo. La recogí y eché un vistazo. En páginas interiores anunciaban un local nuevo en Madrid. Se llamaba SORPRESA. Naturalmente era un local dedicado a espectáculos porno. Y era para parejas. Al comentarles mi descubrimiento, ellas no dudaron ni un instante. Querían ir allí. Nos pareció bien la idea y allá nos fuimos. Andando. Para no variar.
Llegamos en poco menos de media hora. Por suerte estaba cerca de donde habíamos dejado estacionado el coche de Carlos. Suhelem se acercó a mi oído y me dijo "Eduardo no sé si esto es buena idea". Asentí envalentonado por la nueva situación que se presentaba, pero hice un comentario en voz alta para que todos lo escucharan.
-Cuando salgamos de aquí nosotros nos iremos a nuestra casa. Se nos va a hacer muy tarde para ir a la vuestra. Dije mirando a Fran y Aída.
-Por nada del mundo, replicó Aída. De aquí nos vamos a mi casa. He preparado unos canapés y estoy muy ilusionada en que veáis como nos ha quedado nuestra nueva casa. Mañana es sábado y ninguno tenemos prisa. Son las 10,30 nada más. En un par de horas estamos en mi casa y allí nos quedaremos hasta que queramos. Y además os podéis quedar a dormir. Ya sabéis que hay sitio para todos.
La idea de quedarme a dormir no me gustaba. Viviendo todos en el mismo barrio, no veía el porqué nos habíamos de quedar a dormir allí.
Sin darnos cuenta apenas apareció un neón delante de nosotros. SORPRESA. En letras rosas. Una puerta cerrada y un portero delante de ella, refugiado de la fina lluvia que comenzaba a caer nuevamente, nos recibió. Pagué con el dinero del fondo. 200 euros la entrada de los ocho. A 25 por cabeza. Eso sí, con derecho a dos consumiciones cada uno y a guardarropa.
Una vez instalados en dos mesas, nos trajeron unas bebidas. El camarero me comentó que a las 11,30 comenzaba un espectáculo muy especial para las mujeres. Así se lo hice saber a ellas. Noté, mientras bebía de mi copa, como el grupo se había enrarecido. Carlos y Paola estaban algo enfadados entre ellos. Josué e Ingrid un poco pasados de copas. Fran y Aída muy enteros y probablemente deseando acabase aquella historia para irnos a su casa, que era donde realmente les apetecía estar junto a nosotros. Mi mujer, Suhelem, seguía el rollo del grupo.
A las 11,30 en punto apareció un presentador en el centro de una pista, que hasta entonces había servido para que algunos de los allí presentes bailasen un poco, y con micrófono en mano dijo que iba a comenzar un espectáculo llamado "Gorras negras". Aparecieron en la pista cinco mujeres jóvenes. Todas vestidas con pantalones y chalecos de cuero negros. No hace falta que mencione que sobre sus cabezas llevaban unas gorras de plato también negras.
Nuestra primera copa tocaba a su fin y llamé al camarero levantando mi brazo. Acudió presto y nos sirvió lo mismo. Nuestra segunda copa. Ahí me di cuenta que Paola estaba algo bebida. Y me di cuenta que su marido, Carlos, estaba enfadado con ella por ese motivo. Josué e Ingrid, la liberal de Ingrid sobre todo, tampoco les iban a la zaga. Era una auténtica consumidora de bebidas fuertes, pero sin llegar a haberla visto nunca borracha.
El espectáculo comenzó. Las chicas, después de bailar extravagantemente por la pista, se despojaron de sus chalecos dejando sus hermosos pechos descubiertos. Aquello se ponía interesante. Sobre todo para nosotros, los hombres. No tardaron mucho en quitarse los pantalones y quedar totalmente desnudas. Excepto la gorra, la cual mantenían en sus cabezas. Nuestra sorpresa vino poco después, cuando de una caja que llevó un chico hasta el medio de la pista, ellas sacaron cinco esplendorosos consoladores. El juego con esos artilugios fue muy excitante. Fingían que lamían aquellas pollas de látex mientras bailaban y arqueaban sus espaldas. Y luego vino lo fuerte. Se sentaron en el suelo con sus piernas en alto y allí nos ofrecieron un lustroso e ilustrado espectáculo con los penes de látex en la mano. La punta de aquellos juguetes se paseó por las rajas depiladas de ellas provocando una exclamación enfervorizada de los hombres asistentes. Observé a mi grupo. Mi mujer, Suhelem, no decía nada. Estaba impasible. Aída reía al ver el alborozo de los hombres. Ingrid y Paola hablaban de nosotros. No les gustaba que nos gustara aquello que presenciábamos. Se sentían en inferioridad. Carlos se dirigió a Paola para recriminarle su actitud y emprendieron una pequeña discusión que rápidamente aplacó Fran llamándoles la atención. Josué estaba apoyado en el hombro de su mujer. Ingrid no parecía hacerle demasiado caso. Ella estaba más pendiente de la conversación con Paola. Y llegó el no va más.
Las chicas lazaron sus gorras al público. Lógicamente la gente hizo lo posible por tomarlas en sus manos. Una gorra fue a impactar en plena cara de Carlos. El la tomó en sus manos sonriendo, pues un foco le alumbraba directamente. Era un ganador.
Con la mano en alto, sosteniendo la gorra por la visera, llamó la atención de que portaba una gorra. Una de las cinco chicas se acercó hasta donde estábamos sentados y le invitó a acompañarla a la pista. Carlos, ni corto ni perezoso, salió tras la mesa y se fue de la mano con ella. A Paola la invadió una ola de rabia y quizá vergüenza. Nosotros nos reíamos y aplaudíamos. Otros cuatro caballeretes fueron reclutados por las otras cuatro chicas desnudas. La verdad, cuando se acercó aquella chica a nuestra mesa a recoger su gorra, no perdí un instante en mirar fijamente esa raja depilada. Mi mujer lo advirtió y me lanzó una mirada de reproche. Ni me di por aludido. Habíamos ido a eso, a disfrutar del espectáculo.
Una vez les hubieron guiado hasta el centro de la pista, comenzó el espectáculo del cual iba salir una noche totalmente inesperada para ninguno de los ocho que aquella tarde nos reunimos.
Sentaron a los cinco hombres en unas sillas que entre dos camareros habían instalado en el centro de la pista. Ellas no tardaron en sentarse a horcajadas sobre las piernas de ellos. Simulaban con sus movimientos una cabalgada sobre cada uno de los cinco. Los pechos de ellas fueron literalmente metidos en las caras de los alucinados invitados al espectáculo. Yo me reía y Fran me miraba riendo también. Josué asistía con cara de embobado a lo que allí se representaba. Ingrid y Paola hablaban muy ofuscadas. Y muy borrachas quizás. Suhelen y Aída reían como nosotros. Yo no podía prestar atención a la conversación que mantenían Ingrid y Paola, pero se les notaba muy enfadadas. Especialmente a Paola, pues su marido estaba siendo objeto de todas las "atenciones" posibles por aquellas mujeres.
No puedo decir que lo vi todo. Mentiría. Pero estoy seguro que pasó. Arrodilladas delante de los cinco hombres, desabrocharon los pantalones de ellos. Eso lo vi perfectamente. Luego sus cabezas se agacharon al unísono de un gong y . ¿comenzaron a lamer sus pollas? Tal vez. Aunque yo estoy seguro de ello. La cara de Carlos reflejaba un algo más que yo no alcancé a ver. Tampoco lo vio Josué ni su mujer, Ingrid. Ni probablemente lo viera Suhelem. Quien si lo vio fueron Aída y Fran. Ellos vieron como una de las chicas, la que le había tocado en suerte a Carlos, le hacía una felación en toda regla allí mismo. En un principio no dijeron nada. Actuaron como si no hubiera pasado nada. Pero Paola, quizá algo embriagada ya, montó en cólera. Y si no la sujeta Ingrid del brazo, hubiera salido en medio de la pista y hubiera montado alguna muy gorda. Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio. Sin duda. Y precipitarse no es bueno. Nunca lo fue.
Terminada aquella representación de felaciones en grupo, las chicas abandonaron la pista mostrando sus encantos nuevamente y Carlos y los otros cuatro regresaron a sus lugares ovacionados por los aplausos del resto de asistentes en la sala. Carlos venía desencajado. Luego me enteraría que se había corrido producto de la felación que acababa de gozar. Pero yo aún no sabía ese detalle.
El maestro de ceremonias tomó el micrófono nuevamente y nos pidió silencio. Sus palabras fueron claras y concisas.
"El siguiente numero tendrá lugar dentro de una hora. Exactamente a las 12,30. Nuestro espectáculo estrella, más conocido por SORPRESA, se desarrollará como todos los viernes y sábados. Nuestros queridísimos stripers Los Boys Horse, darán una agradable sorpresa . a cinco señoras de esta sala. No quedarán defraudadas. Como ya viene siendo habitual desde que hemos abierto nuestro querido local, advertimos de la trascendencia de dicho espectáculo, y recomendamos encarecidamente a los asistentes a nuestra sala sean receptivos a tomar parte del mismo ..si la suerte así lo depara. Muchas gracias y ahora pueden tomar una copa o bailar en nuestra pista si lo desean."
Yo no tenía ni idea de qué iba ese espectáculo, pues era la primera vez que asistíamos a ese local. Pero era fuerte. Ya lo creo que era fuerte. Mientas esperábamos que llegaran las 12,30 se originó una discusión tremenda entre nuestro grupo. Hubo gentes que se lanzaron a la pista a bailar como posesos, más inducidos por la bebida que por las ganas de mover sus cuerpos. Pero en nuestro círculo se desarrolló una conversación que casi acaba con todos en la calle y con un enfado monumental entre los matrimonios.
Paola recriminaba a su marido que hubiera salido a la pista y se hubiera dejado chupar la polla por la chica. El se justificaba diciendo que no le habían hecho nada. Que sólo le habían desabrochado el pantalón. Ingrid y su marido, Josué, metían caña diciendo que se la habían chupado. Fran y Aída, que lo habían visto todo, callaban. Suhelem y yo tratábamos de imponer orden y que las aguas se remansaran de nuevo. Pero nada. Era imposible. Paola estaba hecha un basilisco. Y entre copa y copa llegó el súper espectáculo llamado Sorpresa. Eso por fin nos acalló. Y tal vez calmó los ánimos un poco. Al menos de momento.
El tipo ceremonioso apareció nuevamente en el centro de la pista. Dijo que iba a dar comienzo el espectáculo estrella y presentó a Los Boys Horse.
Salieron al centro de la pista cinco tipos que vestían igual que las chicas que habían actuado anteriormente. No tardaron mucho en quedarse con un tanga y sus gorras sobre su cabeza. Hicieron lo mismo que ellas. Bailar y exhibirse delante de las mesas. Al rato un de ellos, micrófono en mano, solicitó la presencia de cinco mujeres en la pista.
Sorpresa se llamaba el espectáculo y SORPRESA en mayúsculas la que nos llevamos todos nosotros. Paola levantó su mano y uno de ellos se acercó a por ella. La tomó de la mano y la sacó al centro de la pista. Los otros cuatro hicieron lo mismo con otras tantas voluntarias. De no ser por Paola, yo hubiera dicho que aquello estaba preparado de antemano. Lo que vino después jamás lo había visto en sitio alguno.
Los tipos las rodearon y comenzaron a bailar delante de ellas encerrándolas en un círculo. Ellas reían. Sobre todo Paola. Estaba un poco borracha. Sin duda. La reacción de Carlos fue tremenda. Tuve que sujetarle para que no saliera a la pista a rescatar a su mujer del grupo de stripers. Ingrid metía caña diciendo que él había actuado de igual forma hacía un rato. Su marido, Josué, murmuraba algo. Fran y Aída, secundados por Suhelem, trataban de quitar importancia a la presencia de Paola en la pista. Aquello tomó unos tintes un tanto violentos, pues hasta un camarero nos llamó la atención y nos pidió silencio. Nos centramos en el espectáculo como pudimos.
Lo que desde ese instante observamos los 7 allí sentados es lo que relato a continuación. Comenzaron a bailar con ellas pasándoselas de mano en mano. Cada uno de ellos hacía ademán de algo, así uno imitaba que levantaba el vestido a alguna mujer, otro ponía la mano en su trasero, otro amagaba con un beso Paola estaba siendo la protagonista de aquél espectáculo. Y todo porque ella se había metido de lleno en el juego. Lo vivía como si fuera la reina de la noche. Seguían intercambiándose mujeres de mano en mano hasta que uno de ellos levantó el vestido de Paola y nos dejó al descubierto sus piernas forradas con sus medias y parte de sus glúteos. Observamos todos que llevaba unas bragas oscuras. Carlos se mareaba. Le entraban sudores y en una de esas tomó mi copa y de un trago terminó con ella. Al presenciar el resto de mujeres lo que hacían con Paola, se fueron de la pista disimuladamente ante los gestos desaprobatorios de los demás componentes del grupo Boys Horse. Y con un aplauso hacia las chicas que se alejaban a sus correspondientes asientos, se centraron en Paola. El espectáculo debía continuar. Un striper besó a Paola en los labios y como ella correspondió, fue aplaudida por la sala entera. Otro de los stripers bajó un tirante de su vestido y luego el otro y comenzaron a vislumbrarse el nacimiento de sus pechos. Paola no llevaba sujetador lamentablemente. Alguien del grupo, probablemente Fran, pidió más copas. Todos, y digo bien, teníamos nuestras bocas secas ante lo que estábamos presenciando. Nadie imaginaba a Paola así de libertina. Cuando volví a fijarme en el centro de la pista y el grupo, observé atónito como Paola ya no tenía su vestido puesto. Sus pechos eran perfectamente visibles a la vista de todos. Carlos estaba borracho y quieto como una estatua. Estaba pálido. Yo no decía nada. Ni nadie. Seguían magreándola uno a uno. Poco a poco todos nos estábamos preocupando por el cariz de los acontecimientos. La cubrieron con sus cuerpos pero aún así, todos pudimos verla en bragas. En nuestro grupo se comenzó a comentar, entre las mujeres especialmente, que si llevaba las bragas o se las habrían quitado. Fran les dijo que aún las tenía puestas. Por poco tiempo.
Al poco nos mostraron a Paola desnuda completamente. Su cuerpo sólo era cubierto por sus medias. Ahí confieso que nos excitamos todos. Me dieron ganas de salir a rescatarla de allí, pero no lo hice. Ella parecía muy dispuesta y más cuando le acercaron un consolador y la invitaron a mostrar sus cualidades en el arte de la felación. Ella, ni corta ni perezosa, tomó aquél artilugio en sus manos y lo lamió ante el Ohhhhh generalizado de todos los presentes en la sala. Las luces se fueron atenuando poco a poco. Costaba ver lo que se representaba en la pista. Josué y Carlos no paraban de beber. Ingrid y Aída hablaban y Suhelem y Fran también comentaban algo. Yo no perdía detalle de lo que pasaba allí. El punto fuerte de la noche llegó cuando ellos se quitaron los tangas y dejaron sus pollas al descubierto.
Paola se sentía como en su casa. Aquello la emocionó sobremanera y comenzó a moverse con más frenesí al ritmo loco de la música. Supuse por aquel entonces que eso fue lo que provocó el aplauso del resto del público de la sala. Carlos enfermaba por momentos. Ver a su mujer desnuda entre cinco pollas flácidas bailando alrededor de su cuerpo, casi le provoca un infarto. Un striper se sentó en el suelo y comenzó a meneársela delante mismo de Paola. Afirmo que Paola fue sometida a tocamientos por donde quisieron y cuantas veces desearon los cinco Boys Horse. Lo vi perfectamente. Vi como hurgaban en su coño y en sus pechos. Y ella tan feliz .y tan borracha.
El espectáculo terminó cuando una chica salió tras una cortina con una bata de raso y cubrió el cuerpo de Paola mientras los Boys recogían sus ropas y se las entregaban a ella. La chica la acompañó tras el escenario y allí Paola supongo que fue donde se vistió.
El grupo, una vez reunidos todos, y con el sabor extraño que nos había dejado lo presenciado, como si de una orden del más allá se tratara, se puso en pie. Poco a poco nos fuimos acercando a la barra. Carlos daba tumbos, al igual que Josué al que su mujer llevaba agarrado del brazo para evitar que tropezara con alguien o se cayera victima de su borrachera. Mi mujer, Suhelem, y Aída junto con Ingrid, llevaban en volandas a Paola, cuya borrachera también parecía seria. Pedí la cuenta y pagué las consumiciones bebidas. Sólo así pude enterarme, si no nos cobraron más, que cada uno nos habíamos tomado cinco copas en aquella sala. Todos íbamos tocados, unos más y otros menos.
Al salir a la calle optamos por tomar dos taxis y dejar el coche de Carlos donde estaba. Ninguno podíamos conducir con la ingesta de alcohol que llevábamos en nuestros cuerpos. Y ellas tampoco.
Cuando entramos en la casa de Fran y Aída, el calor se agradeció. Nos tiramos encima de los sillones y Aída, ayudada por Suhelem, nos trajo más alcohol. Y dos jarras de agua fresca. Miré el reloj y marcaba las 3 de la madrugada. Observé como pude los rostros de todos nosotros. Carlos había caído. Dormía en un sillón con su cabeza vencida hacia un lado. Paola aguantaba el tipo bebiendo más. Josué e Ingrid estaban muy borrachos. Ante tal situación Aída tomó la determinación de acostar a Carlos. Entre Fran y yo lo tomamos por los brazos echándolos sobre nuestros hombros, y nos lo llevamos a la habitación que nos indicó Aída, y dejándolo encima de una cama, regresamos todos al salón.
Estuvimos en silencio un rato. Nadie decía nada. Fran, en vista de cómo nos encontrábamos todos, dijo que nos quedábamos a dormir en su casa. A la mañana siguiente recogeríamos el coche de Carlos y cada uno a su casa. Aída se mostró entusiasmada. A mí no me hacía gracia aquello. Yo quería irme a mi casa. Pero Suhelem también estaba por la labor de quedarse. Respecto a Paola, la gran triunfadora de la noche, dijo que se quedaba. Su marido ya estaba roncando. Y en cuanto a Josué e Ingrid aceptaron lo que dijo la mayoría.
Poco tiempo después Ingrid sacó la conversación de lo que había pasado en la sala SORPRESA. Eso nos despabiló un poco e iniciamos una conversación animada en la cual cada uno daba su punto de vista. Como no quiero liarles con lo que allí se dijo, baste decir que se llegó a la conclusión de que a Carlos se la habían chupado. Aquello encendió a Paola, recriminada por Aída y por mí, pues ambos la dijimos que si a Carlos le habían "regalado" un rato de placer, ella no había sido menos, pues se había ofrecido voluntaria a salir a la pista y la habían desnudado delante de toda la gente.
Las opiniones se vertían sin control ni orden. Hablábamos todos a la vez y así era imposible entenderse. Cada uno daba su versión de lo que había sucedido con Paola en la pista. Me quedo con la pregunta final de Fran. No en vano desencadenó aquella última sorpresa.
-¿Cómo era ese baile que te marcaste en la pista junto a los stripers? ¿No sentiste vergüenza?
-No, no me dio vergüenza. Me lo quise pasar bien. Eso fue todo. El tonto de Carlos se enfadó. Siempre está enfadado. Pero yo lo pasé bien.
-Te desnudaron delante de todo el mundo. Dijo de nuevo Fran.
-Me lo preguntaron antes. Les dije que adelante. No hicieron nada que yo no quisiera.
-¡Vaya Paola! Exclamo Aída. No pensé que tú .
-Supongo. Pero así son las cosas. Fui un poco ligera, pero habíamos ido a eso, a disfrutar del espectáculo y si yo participé en el .era lo lógico. No como las otras cuatro bobas, que en cuanto sospecharon lo que las iban a hacer, se fueron de la pista corriendo al lado de sus mariditos. Además yo estaba un poquito desinhibida.
-Borracha querrás decir ..Aseveró Ingrid.
-No. Tanto como para no saber lo que pasaba, no. Es como ahora, estoy puesta pero se lo que estamos hablando. ¿Qué pasa porque tocaran mi cuerpo?
-Desde luego Paola, no desentonaste lo más mínimo. Dije ante la atenta mirada de Suhelem.
-¿A que te gustó? Me preguntó Paola.
-No lo dudes. Dije.
-Si, estoy de acuerdo con Eduardo. De no ser porque sabíamos que eras tú quien estaba allí, cualquiera de las personas podría haber pensado que eras una profesional y que aquello estaba preparado. Dijo Josué.
-Pero . ¿Cómo lo hiciste?
Aquella pregunta de Fran no iba más allá. El quiso preguntar lo que creí que todos habíamos entendido. Con esa pregunta Fran se refería no a como lo hizo físicamente, si no a como había aceptado hacerlo. Al menos yo lo entendí así. Pero Paola, quizás por esa desinhibición de la que hacía gala, quizás por el alcohol consumido, se puso en pie y comenzó a bailar un baile sensual y provocativo. La música que emergía de la cadena de música de Fran, no desentonaba con el baile de Paola. Ella seguía moviéndose como una culebra. Llamó con su dedo corazón doblado a Fran. Este se levantó y la acompañó en el centro del salón. También bailaba a su compás. Me pareció una bobada la presencia de Fran al lado de Paola. Cuando vi que ella misma escurría un tirante de su vestido por su hombro, mientras bobeaba con Fran, supuse que estaba más borracha de la cuenta. Pero no lo estaba. Estaba desinhibida como había dicho antes.
-¡Paola! Exclamó Suhelem cuando el segundo tirante del vestido de Paola llevó el mismo camino que su compañero y nos dejó ver sus pechos.
Ella rió y componía gestos con su cara como si estuviera viviendo el baile a fondo. Como si nos estuviera representando un striptis. Animó a las otras a acompañarla en el centro del salón. Aída, tal vez porque su marido ya estaba bailando con Paola, se animó de inmediato y se unió al grupo. Extraño pues acababa de llamarla la atención. Yo reía y Josué animaba a Ingrid a unirse a ellas. Suhelem alucinaba al ver de nuevo a Paola sin vestido. De nuevo en bragas. Ingrid mientras tanto se había unido al grupo para mayor regocijo de su marido. Suhelem movía la cabeza haciendo signos de negación .pero sonriendo. Ella misma, como poseída por un estado de euforia, se levantó y se incorporó al grupo. Ingrid estaba desabrochando el pantalón a su marido. Miré a Fran que estaba embobado viendo aquella escena. Tomé un sorbo de mi copa y en mi cara debieron reflejarse los nervios al ver que tanto Ingrid como Suhelem también se quitaban sus vestidos y los lanzaban encima de los sillones. Miré a Fran de nuevo.
-¡Están borrachas! Dije.
No obtuve respuesta. Pero cuando vio a Josué con los pantalones caídos y ellas se agacharon a bajarle los calzoncillos, se puso en pie y se unió a ellos. Las risas nerviosas sonaban más que la música. Aída me tendió su mano y abandoné el cigarrillo en el cenicero y me uní a ese grupo que se movía a no sé muy bien que ritmo. Naturalmente Paola no se iba a quedar en bragas. Se las quitó. Aquello pudo conmigo. Y supongo que con Fran, que ayudado por su mujer, también se bajó los pantalones. Me reí de lo lindo al ver desnudos sus dos penes semi erectos. Bueno el de Fran ya había tomado unas dimensiones más que aceptables. Y como se trataba de eso, de quedarse desnudos, yo mismo me bajé mis pantalones y me saqué los calzoncillos. Mi pene estaba normal. Pero despertó cuando vi a mi mujer largar sus bragas al sillón que había ocupado antes. Con todos los cuerpos desnudos la música cesó. Fran, al parecer más interesado en que aquello no decayera, se acercó a un extremo del salón para poner otro CD. Debió equivocarse de CD, pues la música que sonó no era rítmica. El primer corte de aquel CD lo interpretaba Sandro Giacobbe y el tema era "El jardín prohibido", canción que gustaba mucho a las chicas. Todas las luces del salón fueron testigos del acoplamiento de los cuerpos de Josué y Paola. Sus cuerpos se unieron mediante sus brazos y comenzaron a bailar lento. Desnudos. Mientras yo miraba como rozaba la polla de Josué en el vientre de Paola, los brazos de Aída se apoyaron en mis hombros. Mi pene no tocaba en su vientre. Ni la hubiera rozado si ella no lo hubiera querido. Ante la postura forzada que yo mantenía precisamente para no rozarla, ella apretó mi cuerpo al suyo y así pude notar el calor de su vientre y el roce de sus vellos. Desvié la mirada para no encontrarme con la suya y vi a Fran que bailaba con Suhelem e Ingrid a la vez. Los tres habían formado un círculo y giraban lentamente al compás de la música. La verdad es que la letra de la canción, conocida por todos, tenía similitud con lo que allí estaba ocurriendo.
Me sorprendió ver a Paola con el miembro de Josué en la mano. Todas las luces estaban encendidas y todo era perfectamente visible cuando la perspectiva lo permitía. Miré a mi querida Suhelem. Las manos de Fran se apoyaban, una en las nalgas de Suhelem, y otra en las de Ingrid. Su mujer, Aída, no perdía el tiempo. Los pechos de nuestra anfitriona estaban clavados en mi tórax. Me daban excesivo calor y mi pene no era ajeno a ello. Noté como su mano se aferraba a mi verga y rozaba con las yemas de los dedos mi glande, lo que hizo mi erección mas tensa. Nos miramos a los ojos como queriendo penetrar más allá de nuestras miradas. Ella giró la cabeza invitándome a ver lo que hacían Paola y Josué. Se besaban. Se acariciaban. Luego miramos al grupo de tres. Ellas subían y bajaban sus manos por los glúteos de Fran que con su cipote curvado quería más. Me encontré con los ojos fríos de Suhelem. Eran ojos deseosos. Como los míos. ¿Pero quien iba a dar el primer paso de lo que yo creía que se tendría que producir? Paola. ¿Quien si no? Tomó a Josué de la mano y se lo llevó al sillón donde se sentaron para continuar con el beso. Ingrid lo vio, y como para no quedarse atrás, besó a Fran en los labios. Yo acariciaba la espalda de Aída. Suhelem me miraba tal vez complacida. Todo me daba vueltas. Y me dio más vueltas cuando vi la mano de Fran en la entrepierna de mi mujer. El tercer corte del CD acababa de comenzar a sonar. Y los primeros compases fueron el pistoletazo de salida para que Paola engullera en su boca el pene de Josué. Vi como Ingrid le miraba sonriente y complaciente ante lo que estaba viendo. Ella misma se agachó y se metió la lanza de Fran en la boca. Aída y yo nos sentamos en otro sillón y mientras trataba de encenderme un cigarro la lengua caliente de ella me lubricó la total longitud de mi pene ya erecto. Y miré a mi mujer. Y no sé si lo que vi me gustaba, pero ni quise analizarlo. Fran hurgaba con sus dedos dentro de la vagina de ella a la vez que la besaba y era mamado por Ingrid. La orgía estaba en marcha. ¿Qué hubiera dicho o hecho Carlos si se hubiera levantado y nos hubiera sorprendido de esa guisa en el salón? Por fortuna para el o para nosotros, dormía plácidamente los sueños del alcohol. Paola no tardó en sentarse encima de las piernas de Josué para ser penetrada por el. Lo mismo hizo Aída conmigo. Sentí que me estremecía al notar el calor de su vagina. Animada por aquella visión, Ingrid se agachó en pompa y permitió que Fran la penetrara por detrás ante la atenta mirada de mi mujer. Quizás al quinto o sexto corte del CD lo que más se escuchaba en el salón recién estrenado de Aída y Fran eran los jadeos de los siete. Nos sentimos protagonista de una película porno y como actores expertos y consumados, follábamos como poseídos. Después de atender un rato a Ingrid, Fran acercó a mi mujer hasta el sillón y allí se introdujo en ella. No ofreció resistencia. Creo que lo estaba deseando.
Paola y Josué desaparecieron del salón. Nadie los echó de menos. Nadie menos yo. Una de las cinco habitaciones de aquella casa recibió sus cuerpos para que continuaran con su particular orgía. Aída me llevó a su habitación y me tumbó en su cama. Mi mujer y Fran, acompañados de Ingrid se quedaron en el salón.
Al rato de estar en la habitación con Aída, se presentaron Suhelem, Ingrid y Fran. Nos pillaron en plena faena. Aída me cabalgaba con suavidad. Se sentaron en los bordes de la cama y permanecieron unos minutos quietos contemplando el polvo que estábamos echando. No tardaron en unirse a la fiesta. Fran se situó tras su mujer y acariciaba sus pechos mientras ella me cabalgaba. Suhelem se inclinó y me besó con respeto y ternura. Ingrid manipulaba con su mano en mis testículos. Luego Fran nos dijo que hiciéramos sitio en aquella cama. Se tumbó y mi mujer se le subió encima. Vi perfectamente como tomaba el cipote de Fran y lo conducía hasta su abertura. Luego se dejó caer encima de el.
No sé que sensación me causó ver a mi mujer metiéndose la polla de otro hombre dentro de su coño. Y aún hoy, con el paso del tiempo, sigo sin saberlo.
Las manos de Fran se aferraron al culo de Suhelem y acompañaban sus movimientos arriba y abajo. Aída puso su espalda recta y la tomé del pelo a la vez que la vencía hacia atrás. En esa postura clavé mi aguijón con energía. Esa postura facilitaba el roce de su clítoris y no tardó en dar muestras de lo que se avecinaba. Su orgasmo. Ingrid nos acariciaba en silencio. Probablemente pensó en su marido, en Josué. Paola se estaría encargando de él.
Aída se corrió y paró en sus movimientos sin conseguir de mí que expulsara ni una gota de semen. Con la valentía propia de alguien que ve con poderío para dar más, llamé a Ingrid para que ocupara el lugar dejado por Aída. Ella gateó entre los cuerpos y se dejó caer en la cama. El acople entre sus piernas fue perfecto. Con mi pene aún mojado de los flujos de Aída, me deslicé dentro de Ingrid. Tomé su culo con mis manos y lo apreté contra mi pelvis. El chorro de semen no se hizo esperar, pero por fortuna coincidió con el orgasmo de Ingrid.
A la mañana siguiente unas manos me despertaron. Mi mujer me acariciaba el pecho. Abrí mis ojos y ella se inclinó para recibirme con un beso. Los demás cuerpos se fueron moviendo. Nadie dijo nada a parte de los buenos días de rigor. Parecía como si a todos nos diera vergüenza lo que había pasado. La habitación olía a sexo. Tomé de la mano Suhelem y nos fuimos al salón. Me senté y encendí un cigarro. Me supo a rayos. Mi resaca era muy fuerte. Busqué mis ropas entre todas las prendas. Una figura en la puerta del salón llamó nuestra atención. Carlos. Había vuelto de la destilería. Pero también estaba desnudo. Exhibía un pene colgando y flácido. Nos dio los buenos días con cara de sueño y se sentó al lado del cuerpo desnudo de mi mujer. Ella lo miró sorprendida.
-¿Y Paola? Pregunté.
-Ahora vienen. Se han quedado en la habitación un rato. Contestó el.
No supe como interpretar aquello. Pero luego me enteré de todo. Paola y Josué se habían ido a una habitación. Al rato de estar follando, Paola dijo de ir en busca de Carlos. Lograron despertarle. Paola le explicó lo sucedido en el salón y le contó lo que había pasado. Al parecer este había aceptado de buen agrado lo sucedido. Quizás su borrachera no le hizo valorar en la justa medida lo que le contaba su mujer. Pero sea como fuere, ella se las apañó para que tanto Josué como Carlos dispusieran de su cuerpo a su antojo. Más tarde me enteraría que tanto Paola como Carlos ya habían participado en un intercambio en un club swinger. Otra sorpresa más.
Y otra sorpresa más que me llevé, cuando una vez reunidos todos, decidieron que tanto Paola como Carlos nos iban a llevar a ese club de intercambios la próxima semana.
Aquella visita a aquél club se produjo como estaba prevista. Allí pude ver a Carlos follando con mi mujer. Y pude gozar de Paola por fin. Ahora no hacemos nada separados. Todos los fines de semana estamos juntos. En una casa o en otra. Da igual. Siempre es lo mismo. Siempre follamos. Y al parecer nos gusta lo que hacemos. Ya no sé con quien follo más, si con Paola, con Aída con Ingrid o con mi mujer. Esto acabará. Seguro. Pero de momento continúa. Y amigos míos, nos va muy bien.
Coronelwinston