La sopa

Jamás volvería a probar aquella horrenda sopa...

Con los codos sobre la mesa y sin ningún entusiasmo, miraba el líquido blancuzco del plato. Tanteé con la cuchara los fideos y los tropezones de carne y verdura, sin decidirme a comer. ¡Qué poco me gustaba aquella porquería!

  • ¡Ana, por favor, cómete de una vez la sopa!

  • ¿Por qué tenemos que comer siempre la asquerosa sopa?

  • ¡Porque no tenemos dinero para caprichos! ¡No me pongas nerviosa y come!

Pero yo no quería y sólo la comí con amenazas y a disgusto. Pero entonces decidí que, cuando fuese mayor, jamás volvería a comerla. Haría lo que fuese para no ser pobre como mis padres, pero nunca más tendría que comer aquella horrible sopa.


  • ¿Qué estás pensando? – me preguntó él, y su voz me devolvió a la realidad. El miedo y los nervios me habían hecho revivir un capítulo de mi vida, pero ya no era una niña... Ese olor tan peculiar a sudor, piel y feromonas me había embriagado hasta llevarme a mi infancia... Ese olor me hacía recordar tantas cosas... Pero ahora yo tenía a un hombre delante de mí y me había pagado... Nunca volvería a ser pobre ni a comer sopa, jamás. Aunque tuviera que chupar y chupar y tragar y tragar y volver a tragar...

Y tragué: creía que mi boca era pequeña pero pasó como pasarían todas las demás que tendría que tragarme, una detrás de otra y a lo largo de los años, y llenó todo el espacio entre mi lengua y mi paladar. Él me empujaba la cabeza para que se la engulliese aún más y al final, su polla se agitó, derramando un abundante líquido viscoso en mi boca. Lo saboreé y entonces me sonreí. Tuve que hacer un esfuerzo para no reírme, o llorar quizás, y mi cabeza se estremeció ligeramente. ¡Era increíble, el destino se había vengado de mí! ¡La primera vez que lo tragaba y resultaba que el semen sabía igual que mi sopa!


Agradeceré y contestaré con gusto vuestros comentarios y críticas.

Un saludo cordial. Solharis.


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