La Sombra de Lilith

LA SOMBRA DE LILITH es la 2ºparte de LILIT ES UN NOMBRE TRANSGRESOR, en ella presento alguna de mis amigas y a una persona muy especial en mi vida, mi primo Miguel. De su mano conocí un sexo más allá de lo convencional y aun hoy seguimos descubriendo que para mantener vivo el sexo no hay nada mejor que la imaginación y las fantasias. Un Beso. Lilith

Lilithes un Nombre Transgresor

Escritora: Lilith Mórrigan

CAPÍTULO SEGUNDO

La sombra de Lilith

DEDICATORIA

Quiero dedicar este Relato a Mariana Martins por sus confidencias y su Amistad y la animo a que descubra el regalo que le he dejado escrito en él.

Poco se conoce de Lilith y aun menos se ha escrito de ella, casi siempre para demonizarla injustificadamente, sin embargo su sombra ha permanecido hasta nuestros días perpetuándose en sus hijas materializada en el inconformismo femenino que una y otra vez a combatido frontalmente al adanismo arcaico. Mientras que las descendientes de Eva saltaban a la luz con seductoras pinturas y vestidos de colores, las de Lilith permanecían en las sombras acumulando fuerza y moviendo los hilos del poder, porque aquello que se desconoce no se puede combatir y día a día se vuelve más fuerte. Muchos miles de años han pasado desde que fueron creadas compartiendo el mundo con Adán y mientras, la sombra de Lilith se ha ido extendiendo penetrando el mundo femenino de Eva, volviendo a ésta cada vez más inconformista y reivindicativa y un arma poderosa que erosiona sin pausa el mundo hedonista vanidoso y egoísta del macho

Mi padre me dice que soy una autentica descendiente de Lilith, e igualmente me explica que cuando se quiere algo podemos hacer dos cosas; quedarnos quietos esperando que una serie de acontecimientos se generen solos, con lo que dejamos nuestras vidas en manos del azar, o generar las circunstancias nosotros mismos para que resulte lo que deseamos.

  • Tu Lilith eres de estas últimas, se puede ver en tus ojos hay determinación en ellos, tu eres de los que manipulan las circunstancias para conseguir un fin. Y recuerda esto "Sólo el ingenuo desdeña la amenaza porque no la ve, solo el ignorante se enfrenta al peligro por que no lo entiende, solo el arrogante desprecia al enemigo por que es pequeño, solo el incauto da la espalda al desconocido en plena batalla". Pregúntate siempre si ese amigo de toda la vida lo conoces bien, si esa persona con la que hablas todos los días es lo que dice ser, si por que todo parece tranquilo nada te acecha, pero sobre todo ten especial cuidado con lo que parezca insignificante, porque las peores batallas son las que se dan por ganadas.

Siempre he tenido presente los consejos de mi padre, pero la primera vez que los puse en practica fue cuando mi primo Miguel por motivos de trabajo vino a vivir a nuestra ciudad. Miguel me lleva quince años y sólo lo había visto en alguna ocasión en reuniones familiares, era un chico delgado y alto aunque nada guapo, quizá tuviera mucho que ver su cara llena de granos y a un aspecto desgarbado que junto con su pelo moreno y lacio peinado a raya hacia un lado, le daba una imagen poco agraciada. Lo recordaba como simpático y bromista aunque conmigo casi no había hablado, en fin que cuando una mañana desayunando mis padres comentaron que le habían encontrado un apartamento cerca de nuestro piso, no presté mucha atención. Fuimos toda la familia a recibirlo al aeropuerto y cuando lo vi casi me desmayo, ¿donde estaba aquel niño desgarbado y con granos en la cara?. Fui la primera y la última en besarle pero sin soltarle en ningún momento la mano, el me la había ofrecido y yo se la cogí, eso sí, después de descerrajarle un montón de besos allí donde alcancé. Luego vinieron los demás, mi madre, mi padre y mi hermano Alberto, pero la mano era mía y no estaba dispuesta a soltarla, también es verdad que nadie oso disputármela.

Todo marchaba de maravilla hasta que un Domingo que vino a comer no se presentó solo.

-Hola familia os presento a Émili.

La tal Émili podía perfectamente llamarse Barbie, era casi tan alta como mi primo, con cara de Barbie, tetas de Barbie y cintura de Barbie y desde ese mismo momento, mi peor enemiga.

Toda teoría parte de una premisa, si la premisa es correcta tarde o temprano podremos desarrollar una teoría. Partiendo de la premisa de que las Barbies no tienen cerebro -yo misma lo vi en una de mis muñecas- podemos llegar a la conclusión de que son tontas, pero no olvidemos que también toda regla tiene su excepción y Émili era la excepción que confirma la regla. Licenciada en Económicas hablaba tres idiomas y además gestionaba su propia empresa, vamos que no le faltaba de nada a la niña. Y ahí estaba yo, al lado de mi primo compartiendo la mesa cuando lo que yo quería compartir era su vida.

Miguel me lleva quince años y cercano a los treinta es lo más guapo que una se pueda imaginar. Conoció a Émili en la facultad y se hicieron novios, se separaron al terminar la carrera pero ahora mi primo había venido para estar con ella. ¿Y yo que?. Yo sencillamente no estaba en el juego, hasta ahora.

Todo enemigo por muy fuerte y poderoso que sea tiene algún punto débil y Émili lo tenía, era celosa hasta un grado casi patológico. Ella misma lo confesó mientras comíamos, y a mí se me iluminó la cara. La tenía, o mejor dicho lo tenía a él, bueno quizá no, pero al menos tenía una oportunidad.

La señorita Barbie no compartía el apartamento con mi primo, ella vivía con sus padres como manda las buenas costumbres, y yo durante un tiempo estuve estudiando el terreno. Mi padre siempre me dice que una batalla se puede perder por desconocerlo y que en ocasiones una simple batalla determina una guerra. Todos los días al salir de clase asaltaba la casa de mi primo con un montón de amigas, lo volvíamos loco revoloteando de aquí para allá, parloteando y revolviendolo todo, él para mantenernos ocupadas en lo posible, nos daba de merendar y acababa jugando con nosotras a lo que se terciara, el Monopoli, el Parchís, etc, al final acabó aceptándolo y hasta disfrutaba con unas niñas locas que no conseguía despegarse ni con agua caliente.

Yo no hacía nada, sólo observaba esperando encontrar una grieta en la muralla para atacar. La grieta apareció uno de los días que estábamos mis amigas y yo en su casa. Había ido con cuatro amigas -todas loquitamente enamoradas de mi primo- y cuando estábamos merendando sonó el teléfono, al principio Miguel intentó hablar sin levantarse de la mesa, pero como el comedor parecía un gallinero al final se levantó y marchó al salón. Como pasaban los minutos y no volvía me levanté para ver que ocurría, en cuanto salí del comedor le oí que hablaba más alto de lo normal y parecía enfadado.

-¡Es mi prima y es una cría!

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-¡Por Dios son sus amigas y también son unas crías!

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-¡Pues claro que gritan y ríen, son jóvenes y se divierten!

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-¿Cómo que con qué se divierten?, ¡Pues ahora mismo comiendo unas pizzas!

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-¡Es mi prima y sería una grosería por no decir una actitud infantil prohibirle venir a mi casa!

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-¡Émili no he dicho que tu actitud sea infantil, pero debes reconocer al menos que no es muy adulta!

Sólo había podido oír a mi primo, pero no había que ser muy lista para imaginarse lo que había dicho Émili, y por la cara de Miguel le había colgado el teléfono. Volví rápidamente al comedor comentando que venía del servicio, al poco se nos sumó Miguel disimulando su enfado.

Habían pasado unas semanas y todo seguía con la misma rutina, al salir de clase marchábamos mis amigas y yo a casa de mi primo, si algún día no podía me llamaba para decírmelo, pero era fácil observar que se lo pasaba bien con nosotras y hacía lo posible para que fuésemos todos los días. En mi mente se había ido formando un plan y la manera de llevarlo a cabo. En unos días cumplía años mi amiga Ana, era la mayor de todas nos llevaba casi un año, pero daba la impresión de llevarnos cuatro. Totalmente desarrollada tenía unas tetas por las que todas suspirábamos, era alta y aunque no era una belleza lo suplía su simpatía. Las convencí a todas para celebrar el cumpleaños en casa de mi primo, el plan era pedirle a Miguel que nos llevase a mi y a tres amigas más a casa de una de ellas, por lo que nos reuniríamos en su casa. A punto de salir una de nosotras llamaría por teléfono para decir que había surgido un contratiempo y no podíamos ir; con todo preparado le rogaríamos a mi primo celebrarlo en su casa, y las restantes amigas se nos unirían al fin allí. El plan era totalmente maquiavélico, yo sabía que los fines de semana mi primo y la Barbie lo aprovechaban para estar juntos, ese viernes por la tarde intentaría reventarselo.

-Ya sabéis chicas, unas llevan la comida y otras las bebidas, que no se nos olvide llevar banderitas y serpentinas para ambientar y sobre todo, nos tenemos que vestir para la ocasión, para la más golfilla hay premio.

Pedirle a mis amigas que se vistan para ligar es arriesgarse a que las detengan en la calle por incitar a la prostitución, yo las animé prometiendo un premio a la más atrevida y añadí otro a la que le diese el beso más cerca de la boca.

-Chicas recordar no os paséis, nada de lengua, solo un beso casto y puro con los labios cerrados, eso sí, para que sea válido tenéis que dejarle la marca de carmín en la cara, el jurado seremos todas y este día sin que sirva de precedente, podéis tontear con él todo lo que queráis.

Se me quedaron mirando como si me hubiese vuelto loca, a ninguna se le escapaba que estaba coladita por Miguel, y de pronto daba barra libre para que se lo comieran. La sorpresa apenes duró unos segundos, enseguida comenzaron a relamerse como lo haría un gato cuando sabe que tiene atrapado al ratón. Comenzaron a hablar todas a la vez, la excitación las obligaba a dar saltitos y agarrarse unas a otras preguntándose como se iban a vestir. Mi cerebro se desconectó de la algarabía y siguió maquinando el plan, no tenía que dejar nada a la improvisación, todo tenía que estar perfectamente planeado. Mi padre me dice, que ningún plan por bueno que sea resiste a las primeras escaramuzas en el campo de batalla.

-Tienes que tener dispuestas diferentes alternativas, si no quieres que te superen los acontecimientos. No es tan importante tener un segundo plan, como anticiparte a las diferentes circunstancias que se puedan dar. Imagínate una partida de ajedrez, el buen jugador no espera a ver mover a su rival para pensar su siguiente movimiento si no que se anticipa a él teniendo en cuenta todos los movimientos posibles que puede realizar su oponente. Si quieres ganar una batalla debes tener en cuenta todo lo que puede ocurrir, y estar preparada para hacer frente a lo que ni habías imaginado.

Yo quería ganar aquella batalla, a si que me puse a estudiarlo todo y no dejar nada al azar.

A media tarde comenzaron a llegar las primeras amigas, hacía unos días le había dicho a Miguel que Ana cumplía años y que lo celebrábamos en casa de otra amiga, pero que no teníamos quien nos llevara. Después de ponerle unos morritos, decirle unos porfa y todo ello aderezado con caritas de niñas buenas accedió a llevarnos a cuatro. En realidad no le suponía un gran contratiempo, hasta dos horas más tarde no había quedado con Émili en una cafetería del centro, con lo que le sobraba una hora. ¡Genial! Tendríamos que representar una gran obra para cuando llegara Émili.

Inés y Carla llegaron juntas, cuando llamaron a la puerta yo me desentendí y dejé que fuera a abrir Miguel. La impresión debió de ser muy fuerte porque cuando entró en el salón aun no se le había borrado totalmente de la cara. Las dos zorras habían dejado la marca de dos pinta labios en las comisuras de los labios. Difícil de superar, pensé, a partir de aquí sólo queda la violación. Mi primo no sé lo que pensaba, se había quedado totalmente mudo observando las vestimentas de mis amigas, o mejor sería decir, las no vestimentas por que aquello tapaba bien poco.

Inés llevaba una faldita color rosa que probablemente se la hubiera hecho con alguna corbata de su padre, las medias rosa palo estaban coronadas por un ribete de puntilla en un rosa más intenso muy elaborado, de unos cuatro centímetros de ancho que imitaban a ligueros, y calzaba unas parisinas rosa crema; conjuntaba todo ello con un top transparente también rosa, no más ancho que el diámetro de sus tetas, coño y que tetas, ¿de donde las había sacado? Inés no tenía eso ni en sueños, el relleno era seguro y el resultado asegurado. Había elegido un sujetador de perlé rosa fresa que hacía juego con las bragas que enseñaba sin ningún recato con sus continuos saltitos o agachándose para coger o dejar algo. A Inés la llamábamos la ratita rosa, lo primero porque era muy presumida y lo segundo porque era su color favorito, la verdad había que reconocer que ese color en particular la favorecía, aunque cualquier persona hubiera dicho que en su caso el color era lo de menos. Era sin duda la más guapa de todas nosotras, delgada, alta y esbelta tenía un cuerpo precioso, por eso hoy lo llevaba casi al descubierto, aunque lo que más la caracterizaba era su nariz, muy recta y un poco larga, que lejos de afearla la hacía más atractiva. La muy zorra babeaba lujuria por cada poro de su piel. Cuando la miré sonrió y cuando nadie nos miraba se arrimó a mi para hablarme.

-Me debes una -me dijo- no veas lo que he tenido que hacer para salir así, y todo para que puedas llevarte a tu primo al huerto.

-Inés si a ti no hay que animarte mucho, eres una zorrona de por sí y cualquier excusa te vale para sacarlo a relucir.

-Já, no me hagas reír y por cierto, creo que he ganado el premio a la mejor vestimenta.

-Querrás decir a la mejor desnudez, coño si no has dejado nada a la imaginación.

-¿Que no?, ¿que no?, ¿que se lo pregunten a tu primo que no consigue apartar los ojos.

-Los ojos te los voy a sacar yo, so guarra-. Y le di un besito en la cara.

Inés sonrió orgullosa y siguió con sus cosas mientras yo posaba mis ojos en Carla, Carla era rubia y de constitución más fuerte; los ojos grandes hipnóticos, los pintaba de negro para que le resaltasen aun más, parecía una sacerdotisa griega bailando en el templo de Afrodita. Había elegido un vestido verde sin mangas totalmente transparente, que dejaban ver unas braguitas del mismo color que no conjuntaban con ningún sujetador por que no lo llevaba, de hecho no llevaba nada más, ni medias ni zapatos ni ningún otro abalorio, totalmente salvaje correteaba por la casa de un sitio para otro dando saltos y bailando al son de la música que sonaba atronadoramente. Parecía cosa de magia que aquel vestido se mantuviese sujeto y no acabase en los tobillos, aunque para magia, toda ella. Carla tenía un cuerpo rotundo, aunque mejor sería decir que en ella todo era rotundo; sus piernas largas con muslos fuertes armonizaban una cadera ancha con un culo duro y respingón y su cuerpo grácil y musculoso enmarcaba unos pechos ahora al desnudo totalmente cónicos y en punta que daban la sensación que iban a salir disparados en cualquier momento. Mientras bailaba con absoluta candidez, solamente se cimbreaban un poco, aunque no quedaba claro si lo que se movía eran los pechos o el vestido. A su cuerpo por separado se le podía sacar algún defecto pero en su conjunto era perfecto. De haberla visto alguna de las Diosas griegas se hubieran puesto celosas. Yo lo estaba.

Sonó el timbre de la puerta y nadie pareció oírlo, después de varios timbrazos Miguel se decidió a abrir. Parecía no haber salido de su asombro, en los quince o veinte minutos que llevábamos en su casa dando saltos, había permanecido observandonos en silencio y haciendo esfuerzos para no dejar la boca abierta. No sé si le había dado tiempo de hacerse preguntas pero sin duda se las acabaría haciendo, Miguel era inteligente y sin duda acabaría preguntándose como unas niñas dulces y candorosas se habían convertido en unas golfillas busconas y libertinas. Al girar la cabeza vi a Ana y la que se quedó con la boca abierta fui yo. Miguel tardó varios minutos en aparecer, cuando lo hizo llevaba unos labios totalmente rojos cruzando los suyos. ¡Joder con las amigas! Si seguían por ese camino lo mataban de un infarto. El bulto que se le apreciaba a Miguel en los pantalones corroboraba mis sospechas, y viendo a Ana no era para menos.

Ana era la mayor del grupo, nos sacaba casi un año y más de diez centímetros de altura. Cuando iba vestida de colegio, parecía una adolescente, pero con dos kilos de maquillaje encima hubiera pasado por una chica de veinte. Y hoy encima venía vestida para matar. Era la única que llevaba su cuerpo cubierto - a excepción de un generoso escote que dejaba entrever bastante más que el canalillo de las tetas-, pero cubierta por un pantalón negro tan ceñido que se le notaba tanto la raja del coño como la del culo, también se le notaba que no llevaba bragas. El suéter negro lo llevaba tan ceñido como los pantalones, y no supe adivinar de que estaban hechos pero daba la sensación de que iba desnuda, como si se hubiera pintado el cuerpo de pintura negra. Hablar de sujetador era subestimarla, se le podían apreciar las tetas como si las llevase al aire, como al aire parecía ir ella con sus tacones de quince centímetros en sus botas de cuero negras. Conocía a Ana desde siempre, habíamos sido compañeras de colegio desde parbulitos y jamás me la hubiera imaginado así. Aparecía ante mi como una desconocida, más que una adolescente parecía una modelo de pasarela, aunque vestida así se asemejaba más a una dominanta de cualquier burdel. Joder con las amigas las muy zorras se habían esmerado.

Se plantó en medio del salón y se puso a bailar con las otras, estaban en su salsa.

-¿cuando nos vamos? Gritó una de ellas.

  • Cuando queramos - respondí yo. Y en ese momento sonó un móvil.

Era la supuesta amiga que supuestamente me decía que no podíamos ir a su casa por que había surgido un problema, que lo sentía mucho y bla, bla, bla. Que ya había informado a las demás y que me llamarían enseguida para saber que decidíamos. Con cara seria me acerqué al equipo de música y lo apagué. Todas reaccionaron a la vez preguntando que si ya nos marchábamos y yo las informé de los acontecimientos. Como si lo hubieran ensayado durante toda la semana se pusieron a representar su papel.

  • ¡Pues yo no me quedo sin fiesta de cumpleaños! -Comenzó a decir Ana.

  • Pues ya me contarás - respondió Inés.

Carla optó por hacer pucheritos con la boca.

  • Jolín si tenemos todo comprado, ¿y ahora que vamos a hacer?.

El barullo que montamos fue monumental, mi primo se mantenía al margen sin atreverse a intervenir. Yo ya tenía ese franco cubierto y había tomado las medidas oportunas. Mi hermano había venido del colegio sintiéndose mal y mi madre después de comprobar que no tenía fiebre lo había metido a la cama esperando que se le pasase. A mi me había costado una semana de paga, que es lo que le había dado a mi hermano por la representación, podía habérmelo hecho gratis, pero aquello que se paga se reconoce y nada mejor que reconocerle el trabajo a un adolescente para que no te falle. Me acerqué a Miguel poniendo cara de preocupación.

  • ¿Que vamos a hacer primo?, tenemos la merienda comprada y los refrescos y además sólo hay que ver como se han preparado estas para darse cuenta de lo ilusionadas que estaban.

Se encontraban las tres sentadas en el butacón con las caras serias y haciendo pucheritos como si estuvieran a punto de llorar. La más afectada parecía Ana, estaba derrumbada mientras Inés y Carla intentaban animarla. Salió de él, como no podía ser de otra manera. Ofreció su piso para que celebráramos el cumpleaños, él se marchaba con Émili y no volvería hasta la noche.

  • De ninguna manera, primo, jamás encerraría aquí a quince amigas si tu no estás. A ti te respetan y aunque se desmadren un poco las puedes meter al redil sin problemas, si tu no estás, son capaces de asaltar tu mueble bar y liarla parda. No te preocupes ya lo celebraremos la semana que viene. Yo las llevaría a mi casa, pero ya sabes que Alberto ha venido enfermo del colegio y no podemos hacer ruido.

Se le veía debatirse y casi se podía oír el ruido de su cerebro al pensar. Comenzaron a sonar los móviles de todas, y todas comenzamos a hablar a la vez. Dábamos voces mientras gesticulábamos sobre-actuando con frases incompletas.

-¡Sí, sí, se suspende el cumple, no tenemos donde ir.- decía Inés.

-¡Lo que más siento es el disgusto que tiene Ana!- Gritaba Carla.

  • ¿Y para qué me he preparado yo?- gimoteaba Ana.

Aguantó lo que pudo, hay que reconocer que fue un valiente pero la tensión que habíamos creado era insostenible para cualquier persona con un poco de corazón. Y a Miguel había que reconocérselo, aunque también se le reconocía el bulto que asomaba por el pantalón. Haciendo gestos para que no colgáramos nos dijo que podían venir nuestras amigas, que las llamásemos a todas que él llamaría a Émili para explicarle la situación. Todas comenzamos a gritar y saltar mientras dábamos el mensaje a las amigas diciendolas que llamasen a las otras para comunicarles el nuevo plan. En realidad estaban cerca de allí esperando a que las llamásemos. Cuando colgamos nos abalanzamos a él como si fuera el que nos hubiera salvado del patíbulo. Si quedó alguna parte de su piel visible sin marcas de carmín, fue porque se nos había borrado de los labios de tanto besarle. No sólo le habíamos marcado la cara y las manos, se podían ver labios rojos por toda la camisa blanca y por el cuello. Después de tanta efusividad pusimos la música todo lo alto que se podía, mientras colgábamos rápidamente las banderitas y serpentinas, también desenrollamos un cartel grande que ponía "FELIZ CUMPLEAÑOS ANA". No había pasado ni quince minutos y comenzaron a llegar las que faltaban, las muy descerebradas llegaban todas juntas sin tener en cuenta de llegar en grupos de tres o cuatro que son la que entran en un coche, joder, se supone que las traían su padres. Es igual nadie pareció darse cuenta y lo cierto es que no se podía saber como iban llagando.

Eran once amigas más, nadie se quiso perder el acontecimiento. Según iban llegando nos saludaban a todas y le arreaban un morreo a mi primo, que llegados a aquellas alturas ya no comprendía nada, eso sí, estaba en el cielo. Quince adolescentes semi desnudas y vestidas de busconas, pintarrajeadas con maquillaje y carmín, bailando y gritando, dando saltos y carreras por toda la casa y agasajandole a él como si fuera el que cumplía años, podía volver loco a cualquiera. Sólo habíamos paramos de bailar mientras comíamos la tarta, pero sin bajar los decibelios. Miguel se había unido al baile como una más, cuando alguien debió oír el timbre de la puerta y la abrió y Émili asomó la cabeza en el salón.

Al de unos minutos Émili salió del dormitorio de mi primo y se marchó, al de un rato salió él y al verme se quedo parado en la puerta . Se le había olvidado llamarla para decirle el cambio de planes, tampoco había oído el móvil que lo había dejado en el dormitorio. Las marcas de carmín y los vestidos de mis amigas no ayudaban en nada y al verme a mí vestida de lolita la había acabado de sacar de sus casillas. Mi primo se había tomado lo de lolita como un insulto, poco menos que si me hubiera llamado puta, y no tuvo otra idea que recriminárselo. El portazo se oyó en todo el vecindario. Lo agarré de una mano y lo metí en el dormitorio, sin pensármelo eché el pestillo.

Todo fue muy rápido, se desarrollo de una forma irracional, totalmente animal. El detonante fue un beso. Se lo dí yo mientras le daba las gracias por defenderme.

-Gracias primo, no sé como agradecerte lo que has hecho por mi y te quiero.

Me puse de puntillas y le dí un beso, mi intención era ir acercando posiciones, no imaginaba que todo se precipitaría de aquella manera. Cuando me abalancé para darle el beso el me agarró, yole besé y el me abrazó y al contacto de sus labios los dos abrimos la boca y juntamos nuestras lenguas. Como si ese fuese el pistoletazo de salida para alguna competición, comenzamos a quitarnos la ropa, casi nos la arrancábamos. Yo tenía poco que quitarme, una faldita escocesa de cuadros verdes, una camisa blanca con un lacito a modo de corbata y unas braguitas tan pequeñas que sólo tapaban los labios vaginales, también me quité los zapatos de charol negro y sólo me dejé puestos los calcetines blancos. A Miguel tampoco le costó mucho desprenderse de los pantalones y la camisa blanca, en menos de medio minuto habíamos saltado encima de la cama, Miguel debajo y yo encima. Le agarré la verga y me la introduje de golpe; mientras me ayudaba con las rodillas para que mi cuerpo resbalase por su miembro con mi boca me anclé a él, aquella boca por la que tanto suspiraba ahora era mía y yo me agarraba a ella con desesperación y glotonería. En pocos minutos se vació en mi. Noté como me llenaba con su semen mientras acomodaba el ritmo con sus manos en mis caderas, cuando note que me paraba dejé caer mi cuerpo sobre el suyo y retiré mi boca para que pudiese respirar, quedamos abrazados yo sintiendo su miembro palpitando dentro de mi, él intentando recuperarse llenando sus pulmones de aire.

Tenía que tomar la iniciativa, cuando ganas una batalla tienes que reorganizar rápidamente las tropas y tomar la iniciativa antes de que lo haga las circunstancias. No podía permitir que a Miguel le diese un ataque de culpabilidad ahora que había hecho lo más difícil. Comencé a darle besitos al rededor de la oreja y a mordérsela y aproveché la cercanía para hablarle antes de que se recuperase. Le dije que le amaba y que todo iba a salir bien, que a partir de hoy ya no iba a traer a mis amigas a su casa, al menos no todos los días y que así podía decirle a Émili que ya no tenía de que preocuparse. Miguel no me escuchaba estaba preocupado por haberse corrido dentro de mi y avergonzado por haberlo hecho en tan sólo dos minutos sin pensar en mi. Le resté importancia a ese hecho y le dije que ya tendría ocasión más tarde cuando se hubieran marchado mis amigas, en cuanto a lo de correrse dentro de mi, esperaba que lo hiciera siempre, pues yo ya tomaba precauciones. Aun así quiso darme explicaciones. En las relaciones entre Émili y él no entraba el sexo, Émili era muy convencional y no concebía el sexo antes del matrimonio y él la quería y se veía obligado a respetar su parecer. Por eso ahora se había ido tan rápido.

-No importa Miguel, yo no te quiero yo te Amo, el querer implica posesión y el Amor libertad, yo te Amo y no me importa compartirte con Émili, ella te puede dar una familia e hijos, con migo tienes Amor, sexo y complicidad. Nunca te pediré explicaciones y siempre me tendrás dispuesta.

Cuando le dije que siempre me tendría dispuesta noté como se volvía a excitar, le di un beso y le recordé que había catorce adolescentes corriendo por su casa, nos vestimos y yo tuve que ponerme un pañuelo entre mis braguitas a modo de compresa para evitar que me resbalase el semen por los muslos.

Primero salí yo y me integré con las que bailaban en el salón, nadie me había echado en falta, no era nada raro, había grupos bailando también en la cocina y en el comedor. El revuelo era total y el jaleo monumental, las músicas se mezclaban en el pasillo con los gritos y risas de todas nosotras. La fiesta estaba siendo un éxito -pensé- lo había planificado bien, pero había que reconocer que la suerte había jugado a mi favor, al rato vi a mi primo que se unía a nosotras.

La tarde estaba avanzada y poco a poco se iban marchando mis amigas, se despedían de todas y de una forma especial de mi primo. Entre mua, mua, eres un sol; mua, mua a sido genia; mua, mua chao nos vemos, le iban arreando todas varios besazos en las labios sin cortarse un pelo. Al fin quedamos solos en mitad del campo de batalla, porque eso parecía la casa entera; haría falta dedicale varias horas para limpiar todo aquello. Tendría que ser otro día, mi primo estaba preparando la bañera mientras yo llamaba a mis padres para decirles que me quedaba en su casa. Fue un baño con caricias incluidas y muchos, muchos besos, también hubo confidencias sobre todo por su parte, yo me limitaba a escuchar o animarle a seguir hablando con más preguntas. A sí supe que jamás se había acostado con Émili, sólo insinuarselo era tomado como un insulto. Desde ¿crees que soy una puta? a ¡ya tendremos tiempo cuando nos casemos!. Lo cierto es que ni tan siquiera se habían besado y de caricias, ni hablamos. Una cosa lleva a la otra -decía- yo también quiero, pero cuando nos casemos. En varias ocasiones había pensado en dejarla, pero siempre había ido postergándolo. El vivir cada uno en una ciudad había ayudado, pero ahora viviendo en la misma había suscitado tensiones. Un día le había comentado de quedar en el apartamento y ella se la tomó como un insulto.

-¿Para que quieres que vaya? -respondió- ¡si además ya lo tienes todos los días lleno de mujeres!. Hacerle ver que en realidad eran niñas y amigas tuyas, no ayudó en nada, la bronca fue monumental.

-¿Tu me ves como a una niña? -pregunté yo mientras le miraba a los ojos con una sonrisa.

  • hasta ahora sí, pero está claro que tendré que reconsiderar mi opinión.

El segundo asalto fue diferente incluso para mi experiencia. Nunca imaginé que con la lengua se pudieran hacer tantas cosas. Se tumbó encima de mi y comenzó pasándomela por el cuello y las orejas metiéndome la lengua dentro de ellas haciéndome como que las limpiaba. Con una mano agarró fuertemente las mías y las llevó hacia atrás, pasó la lengua por los sobacos una y otra vez repitiendo la operación en ambos y de hay a los pechos. Me lamió enterita, los ojos, la cara, la tripa, los muslos. Bajó hasta los dedos de los pies y lo chupó uno a uno, sin prisa, untándolos bien de saliva. Subió hasta mi sexo y después de chuparlo al rededor, lo besó y me dio la vuelta. Se tumbó encima y volvió a repetir la operación. Primero las orejas y el cuello, después de besarme la cabeza me pasó la lengua de arriba a bajo por toda la columna, repitiendolo varias veces. Decir que estaba a punto de enloquecer, sería decir poco, las emociones, así como las sensaciones, se iban agolpando casi sin darme tiempo a asimilarlas. Cuando comenzó a darme mordisquitos en el culo, ya no podía reprimir los gemidos, pero cuando deslizó la lengua a través de la raja, creí enloquecer. Comenzó a besar mi ano, primero suavemente haciendo circulitos sobre él, para seguir con su periplo a través de la raja del culo. A llegar al ano volvía a repetir la operación pero deteniéndose cada vez más y realizando pequeñas presiones. Una de las veces al llegar al centro del agujero, lo penetró con la lengua; la sensación fue que me metió medio metro de lengua dentro y yo creí morir, fue sólo unos segundos, enseguida comenzó a mover la lengua dentro arrancándome gritos de placer. No parecía tener prisa, quería limpiar su nombre por la premura de la primera sesión y estaba dispuesto a demostrarme que podía y sabía hacerlo mejor. ¿Cómo decirle que a mi me había gustado muchísimo? ¿Cómo explicarle que el hecho de sentirme inundada con su semen me había hecho la mujer más feliz de universo?. Miguel era muy buen amante y estaba dispuesto a que no quedase ninguna duda. No puedo recordar si morí cien veces o fueron mil, yo gritaba y el no aceleraba en su tortura. Primero penetró con su lengua mi ano y luego mi sexo. Pasaba de uno a otro siguiendo un ritmo sistemático. Me penetraba una y otra vez, sólo con la lengua. Cuando observó que ya no podía más metió sus dedos en mi sexo mientras penetraba por completo mi ano con su lengua. Rompí en un fuerte orgasmo moviendo mis piernas y mis brazos sin control, mi tripa daba saltos en la cama mientras con otra de sus mano me aplastaba el culo contra ella. Sujeta como estaba sólo podía patalear y gritar y seguro de sí mismo y de su fuerza mantuvo la presa hasta que notó que bajaba la intensidad de mis orgasmos. Me dio la vuelta y me penetró, podía notar la punta de su verga rozando mi matriz, golpeando la entrada del útero una y otra vez. Yo aferrada a su culo como sólo puede aferrarse un naufrago a un salvavidas lejos de intentar amortiguar sus golpes, lo atraía hacía mi intentando que me penetrara aun más. En pleno frenesí se corrió, yo hacía tiempo que no sentía nada, mi cerebro se había sobre saturado y en plena locura solo quería morir. Morir reventada por él. Morir empalada por él. Morir soldada a él y que nada en el mundo pudiera separarnos. Primero sentí como la lava ardiendo me penetraba entera hasta llenarme toda y luego como una montaña me aplastaba hundiéndome en el colchón hasta desaparecer en él. No podía hablar, ni moverme, ni tan siquiera respirar y cuando ya no me quedaba aire en los pulmones alivió la presión sujetando su cuerpo con las rodillas y los brazos. Tardé un rato en recuperar la respiración y él en hablar y cuando lo hizo fue para decirme que me Amaba. Había aprendido la lección, Amar era compartir y sin duda él también tendría que compartirme.

¿Y la Barbie? ¡A quien le importaba la Barbie!.yo sabía que no tenían cerebro, una vez le miré la cabeza a una de mis muñecas, no se me ocurrió seguir buscando, haber si tenían corazón y sexo. De lo primero quizá sí, de lo segundo estaba segura que no.

CONTINUARÁ

NOTA: Quiero daros las Gracias por todos los correos que me habéis mandado, como veis he cumplido mi palabra y he respondido a todos. También quiero daros las Gracias por dejarme vuestros comentarios cuando leéis mis Relatos, no se os olvide seguir haciéndolo, es lo que me motiva a seguir escribiendo. Os mando muchos Besos y distribuirlos como queráis. Con Amor Lilith