La Sombra Blanca y Rosa Pálida 3

Un jefe de Mafia desea fervientemente el cuerpo de una joven fiera para poder domarla, quiera ella... O NO. Una historia de poder, obsesión, violación y sumisión. #anal #felacion

Les entrego la continuación

Este relato es de mi autoría. Hace 3 años lo escribí, y hoy lo vuelvo a leer y re-escribir para mi placer y para el de ustedes.

Para mi es importante la historia tanto como el sexo.

Antes que nada, este relato esta contado desde varios puntos de vista, y en distintas líneas de tiempo. Voy a ir especificando, para que vayan entendiendo.

Por favor puntuen y comenten!

Gracias!

---------------------------------------RELATO MILENKO--------------------------------

Tengo cabos sueltos que controlar. Suficiente distracción. Una y otra vez repasaba los sucesos de esa noche en mi mente, tratando de recordar los detalles, una pista, algo que me indique lo que sucedió. Pero cada vez que intentaba, su rostro, bajo la lluvia volvia a mi mente.

Una vez más, me dije a mi mismo, concéntrate. Estaba escapando, una redada en uno de los depósitos… si, la policía habría recibido información interna de donde estaba y en que momento preciso YO iba a estar ahí, asi me vinculaban con los hechos. Por poco estaba escapando. Recuerdo el arma en mis manos, recuerdo estar detrás de un contenedor esperando un pase libre para escapar de allí. Gire, y antes de que pudiera, recibí un golpe la cabeza. Todo es fragmentos de memoria desde allí. No vi a mi atacante, se marcho enseguida, esperando que esté allí inconsciente, pero vivo. Desgraciado, quería  que la policía me atraparan allí, no me quería muerto, me quería preso.

Este fue un trabajo interno. Estoy seguro. Luego recobre fuerzas y pude escapar de allí. Estaba lloviendo con intensidad, y eso ayudo a escabullirme entre las construcciones vecinas. Cada vez veía menos. Me costaba respirar, mi andar se hacía pesado, hasta que caí. Estaba conciente, mas mi cuerpo, no reaccionaba, es todo como un sueño borroso, lleno de sensaciones. Escuche los rayos. Me decía a mi mismo que este podría ser mi final. Un final lejos de ser glorioso.

Sumergido en mi perdición, lleno de posibles finales y consecuencias. Deje de sentir por un segundo la lluvia en mi rostro y una mano se posó en mi mejilla, pequeña y de toque suave. Definitivamente estaba delirando. Es así como viene la muerte a llevarme. Junte las pocas fuerzas que me quedaban y abrí una fracción de segundo mis ojos y vi el rostro de una mujer. Después de eso, no recuerdo más nada hasta la mañana siguiente.

Repase una y otra vez en mi cabeza esa noche, pero siempre me distraía con lo último que recordaba. Una caricia. El peso de su mano, el calor de ella, su cabello tocando mi rostro, su mirada de compasión y la sensación de que ella me llevaría la paz de un mas alla, si eso existiera. Si, eso es… un angel suave de la muerte. Eso era ella. Y eso seguía siendo.

-      Tengo el presentimiento que me vas a llevar a la muerte- susurre a su oído, mientras ella parecía dormir entre mis brazos.

Fue una noche larga. Ahora ya comprendes a quien perteneces. Prometo cuidar de ti y atesorarte, siempre y cuando seas mía. Sí, eso es, no voy a compartirte más. Pero debes entender tu rol, y cumplirlo. Si no puedo tenerte bajo tu voluntad… igual serás mía, no importa cuántas veces tenga que enseñarte.

Desperté de un largo sueño. Todo cansancio había desaparecido. Abrí mis ojos y estabas allí, mirándome fijamente, inexpresiva. Giraste tu rostro, apartando tu mirada. Con una mano tome tu mentón, volviendo a redirigir tu mirada a mis ojos.

Una lágrima se escapó de tus ojos, abriéndose camino a tus cachetes. Cerraste con delicadeza tus parpados. Parecías en tanto dolor, pero un dolor no físico, algún pesar mucho más antiguo y  grande. Acerque mis labios a donde quedó estancada esa pequeña gota y con un beso, retire de su lugar.

-No te entiendo- dijo Ciel en todo muy bajo- porque eres delicado ahora conmigo- abrió sus ojos y fijo su mirada en mi.

No necesito responder a sus preguntas… Y menos a las que yo mismo me hago. Me levante de la cama, completamente desnudo, aun de la noche anterior. Note a Ciel envuelta en las sabanas, cubriendo tu cuerpo. Di la vuelta a la cama y me coloque de su lado, parado de frente. Nuevamente extendí mi mano.  Reflexiono dubitativa y extendió su mano hasta alcanzar la mía. De un tirón  y con fuerza la levante de la cama, y la sujete contra mi cuerpo.

-Voy a dejarte algo en claro- dije susurrándole al oído- Lo único que debes saber es tu responsabilidad conmigo-

Ella recostó su rostro en mi pecho, comenzando a lagrimear.

-Acaso no sentiste placer anoche?- le pregunte, manoseando su cuerpo- Acaso no hubo un segundo donde hayas disfrutado?- dijo abriendo sus nalgas- Podrías sentirte mejor, si te entregaras- insistí, mientras retiraba la sabana que nos separaba. Sentí como las lágrimas de Ciel se deslizaban hacia mi pecho, pero ella no ponía resistencia física- Te lo voy a mostrar- La tome de su mentón  y la bese con intensidad.

Volví a tomar sus nalgas, y sin dejar de besarla, la alce y puso sus piernas alrededor mío. La puse contra la pared y ella dejo de besarme y me miro a los ojos. Me sentí incomodo, como que me juzgara. Solté su cuerpo, dejándole parada y la voltee. Aparte su cabello de su nuca. Abrí sus piernas y empecé a manosear su sexo. Sentí la humedad, estaba más excitada de lo que mostraba, su cuerpo reaccionaba a mis manos.

Ella seguía llorando.

-Vamos, al menos se honesta contigo misma- Dije murmurando a su oído.

Con sus dos manos tomo mi muñeca y se apartó de mí.

NO soy responsable de mis actos cuando me tratan así.

-Ciel. VUELVE ACA DE INMEDIATO- ordene apuntando a que vuelva donde estábamos.

Se quedó callada, mirándome.  Nuevamente ese rostro. Labios fruncidos, mirada de odio intenso. Mi fiera.

Me acerque rápidamente a ella, y antes de que tuviera oportunidad de ir muy lejos la tome de la cadera y la arrastre hasta la cama. La tire boca para abajo, trepando sobre ella a nivel de su trasero y tome sus dos brazos, uno ataje sobre su cabeza y  el otro lo trabe en su espalda, imposibilitando que se mueva.

-      Quieres esto por las malas?- grite mientras la agitaba- Acaso te excita el dolor Ciel?- apreté su brazo detrás de su espalda y escuche como soltó un gemido de angustia y dolor. Eso me excito demasiado.

Mi miembro estaba erecto. Me urgía perforarla hasta que grite, mucho no me importo si ella quisiera o no. Junte sus dos manos sobre su cabeza para que no se moviera y con mi otra mano metí mis dedos en su vagina.

-Está muy húmeda para alguien que no está disfrutando- saque mis dedos empapados y me dispuse a abrir sus nalgas- Pero no es ahí donde me urge penetrarte-.

Vi como giro su cabeza y sentí su desesperación. SI eso era, si ella no cumple mis órdenes, yo la castigare. Con su propio lubricante vaginal, me dispuse a acariciar su ano. Pude observar en ella sus ojos aterrorizados cuando sintió mis dedos con el que yo amenazaba el esfínter que resguardaba su orgullo. Me recosté sobre ella, depositando mi verga entre sus glúteos, para que constatara mis medidas a través del tacto de lo que se le venía encima.

  • Esto que sientes en tu culo no es una verga- comente mientras movía mi pelvis- es el camino al placer más absoluto o al dolor más lacerante. Tú eliges, como desde el principio. Yo quiero verte sufrir el placer, pero si aprietas el culo, si no me dejas entrar bien, te dolerá, sangrarás como una cerda destripada y no podrás volver a sentarte sin acordarte de mí.

Tome el cinto de mi pantalón que seguía en la cama y ate sus manos al cabezal de la cama. En todo momento, mi fiera lanzaba gemidos, como rogando, pero cuando empecé a lamer su ano para relajárselo estos gemidos se interrumpían por breves segundos de incredulidad.

Su trasero carecía de olor, valía la pena notar como se relajaba poco a poco. Pero perdí la paciencia, mi verga palpitante me pedía más. Le esparcí una buena cantidad de saliva en el culo, y me dediqué a extendérselo por fuera y por dentro, con un par de dedos traviesos. Cuando mis dedos entraron en el cuerpo de mi pobre fiera, Ciel se puso a llorar. Me lubriqué la verga sin más dilación con sus líquidos vaginales y deposité la cabeza en su ano.

  • Ahora es cuando tienes que dejarme darte placer.- le dije recostando mi torso contra su espalda.

Cuando me separé de Ciel para dirigir mejor la maniobra de violación, noté como nuestros sudores se mezclaron. El de mi pecho y el de su espalda. De su cuerpo manaba un olor que me excitaba y me ponía furioso. Era su miedo, su pánico.

Mientras, Ciel atajaba con fuerzas el cinturón de cuero que mantenían sus manos juntas, y mordía la sabana, para no darme el placer de escucharla gritar.  Su cara se enrojecía. Se resistía.

  • Ablanda el culo o entraré de un golpe y te partiré en dos.- le advertí.

Soltó la sabana que estaba mordiendo y empezó a respirar por su boca fuertemente, como tratando de tranquilizarse. Rindió su culo.

  • Así...- le informé.- La cabeza ya está dentro.

Mi fiera soltó el aire, tras el esfuerzo inicial.

Enterré mi verga centímetro a centímetro. Mi fiera gemía ya gritos de dolor entonces yo detenía el paso y volvía a clavar cuando notaba que se acostumbraba. El lubricante de saliva no hizo más fáciles las cosas. A mis ganas de hacerle gozar, se contraponía mi deseo animal de imponerme a aquella niña y consagrar con mi semen su virginidad anal. Quería ver entrar y salir mi polla de su culo, ungida en sangre y semen, con gritos de dolor aplaudiendo mi faena. Pero muy poco común de mi parte, me contuve, y poco a poco atravesé completamente el cuerpo de Ciel.

Finalmente inicié la follada. Empecé a embestirle con rapidez, horadándola con movimientos ligeramente rotatorios. Pero mi fiera seguía gimiendo y mordiendo mis sabanas como si la estuvieran destripando, así que pasé a movimientos largos y empujes contundentes, que hacían que mi fiera se sacudiera al recibir todo el impacto y sus músculos temblasen brevemente en cada embestida.  Poco a poco, Ciel encontró un ritmo en la respiración acorde con mis esfuerzos y no tardé en reconocer en la forma en que se arqueaba su cuello y su espalda. Incluso su culo ascendió para que mis idas y venidas llegaran más cómodas y profundamente al lugar en el que su dolor se hacía tolerable y casi deseable.

Me tumbé sobre su espalda para que sintiera mi aliento de macho en celo en sus hombros. En su hermosa cara, los rasgos de fiera indomable que me habían despertado este deseo animal, con convertían en sumisos, obedientes, sin fuerzas de resistir. SU rostro se oprimían en una mueca de dolor, pero su boca permanecía cerrada, y de sus párpados cerrados manaban lágrimas. Separé un poco más sus piernas con uno de mis pies y la embestí de nuevo, un poco más profundamente. Esta vez se le escapó un gemido.

Con impaciencia, metí una mano bajo su cuerpo. Recorrí su vientre plano y sensual, cubierto por una película de sudor, y descendí hasta su entrepierna donde me esperaba mi premio.

Comencé a masajear su concha con brutalidad y al ritmo que la estaba bombeando. Sentí como sus piernas se retorcían y su cuerpo se estremecía. Ciel había regresado al corazón de su conciencia, su estado de animal, de fiera; ávida de sensaciones, cuyo único lenguaje eran unos jadeos cortos y potentes que se imponían incluso a mis gemidos viriles.  A los pocos segundos de escucharla gemir, mi voluntad quedó anulada por el placer y me enterré en ella como un puñal en su víctima. La rellené de semen entre convulsiones pélvicas que me quitaron el aliento durante un par de segundos. Mi miembro perdió parte de su agresividad y me retiré lentamente de las entrañas de mi bella fiera.

Mi verga dejó el ano del Ciel muy abierto y rojo, pero no parecía roto como temía. Súbitamente, del ano desencajado de mi fiera, brotó mi semen en gruesos chorros blancos. Esa hermosa visión me hipnotizó, y solo me despertó el lloriqueo sordo de ciel.

Ella cerró sus ojos, que le volvían a llorar. Su cuerpo le había traicionado. Todavía entre convulsiones post orgásmicas, su rostro reconocía al fin el placer. Su cuerpo se rendía al fin a mis regalos. Solté sus manos, y nuevamente acostados, arrime su cuerpo contra el mío para descansar.

---------------------------------------RELATO CIEL----------------------------------------

Abrí mis ojos. Una sensación de mareo y nauseas me invadió. Me ardía el culo, mi concha  y me dolía todo mi cuerpo. Sentí algo pesado que me rodeaba, un brazo sujetaba mi cuerpo desnudo. Recordé donde estaba y que había pasado.

Solté unas lágrimas de resignación. ¿Sería el resto de mi vida tener sexo con Milenko? Desperdiciaría mi vida como aquella prostituta?  Yo no soy asi. Mi voluntad no es asi, pero no estoy viendo una salida a todo esto.

Me sentía sucia. No podía evitar repasar mentalmente una y otra vez como me maltrataba. Qué tipo de monstruo era el, quien decía que me iba a dar placer y luego violarme a su disfrute. Que monstruo era el, quien era amable y cariñoso un segundo y egoísta manipulador al otro. Que monstruo era el…. Quien pudo hacer que el dolor… mi dolor… sea placer.

Trate en vano deslizar su mano de mi cuerpo. Pero como consecuencia, logre que Milenko me sujete más fuerte y se arrimara más.  Debí haberlo despertado tratando de moverme. Sentí como giraba hacia mi cuerpo. Yo estaba a espaldas a él, me daba pavor volver a mirarlo. Con su otra mano se dispuso a acomodar mi cabellera. Sentía su respiración en mi nuca. Poso sus labios en mi espalda y me dio un beso. Empecé a llorar nuevamente.

-Tranquila- dijo mientras se arrimaba.

Nuevamente volvió a pasar sus dedos en cada una de mis heridas. El latigazo en mi espalda, mis nalgas amoretonadas, mi ano destrozado por su verga y  mi cuello morado por la correa.

-lo siento- dijo suavemente mientras tocaba mi cuello.

Yo no respondía a nada.

-Vente, vamos a la ducha- dijo incorporándose.

Me levante con él, pero cubriendo mi cuerpo con la sabana. Me dirigió al baño de la habitación. Encendió la ducha. Antes que diga nada, estiro con brutalidad mis sabanas, dejando mi cuerpo al descubierto. Trate de cubrirme con las manos. Me sentía impotente.

Me tomo del hombro y me dirigió a la ducha, donde entro conmigo.

-Después de todo…vas a seguir luchando verdad?- dijo tomándome fuertemente del brazo. Me miro directo a los ojos esperando una respuesta, pero estaba muda…- ¿No me vas a responder?- dijo agitándome como esperando que reaccionara- Una testaruda atrevida…

Sentía como el agua caliente corría por nuestros cuerpos. El tomo mis manos apartando de mis partes íntimas, dejándome al descubierto. Se acercó, y tomándome por el culo, me apretó contra su cuerpo. Tomo el jabón, y así juntitos los dos, empezó a pasármelo por el cuerpo. Lentamente cubrió mi espalda, bajo por mis nalgas. Separó su cuerpo y empezó a enjabonar mis tetas, mi cuello, mi abdomen, bajando hasta mi pubis, donde se esmeró en dejar limpio, enjabonándolo hasta casi masturbarme. Soltó el jabón, y  acariciándome el clítoris, sujeto mi cabello y con brutalidad, empezó a besarme.

Saco su mano de mi clítoris y agarro una de mis manos y la dirigió hasta su miembro que estaba parado y me indico que lo masturbe también. Accedí, movía torpemente mi mano y de tanto en tanto me corregía, en presión y velocidad. Sentía el calor en mi cuerpo, lo bien que se sentía dejarse llevar…pero sabía que no era correcto.

Paro de besarme. Poso su mano sobre mi cabeza, ejerció presión como para que me arrodillara. El miedo me invadió.

-Por favor, No me hagas esto- suplique con la voz quebrada a punto de llorar.

Hizo caso omiso a mi suplica. Me arrodillé. Me presentó orgulloso su erección bruñida bajo su torso empapado por el agua de la ducha, todavía con los restos de su espesa corrida. Su verga olía semen y un aura de calor lo rodeaba. Me cogió de la cabeza y me atravesó por la boca con su rabo.

Esta vez fue diferente. Sostuvo quietecita mi cabeza con sus dos manos y fue él quien se movía. Al comienzo lo hizo lento y metía solo parte de su miembro. Pero parte de él perdió la compasión y se dejó llevar por su instinto animal, aumentando el ritmo y metiendo su miembro como si estuviera follando. Me embestía con furia. Su verga me hizo tener arcadas un par de veces. Me ahogaba. Casi vomito una vez. Él se dio cuenta y me mantuvo al borde de la asfixia todo el rato. No le importo. En un momento sentía que iba  a desmayarme, era demasiado para mi. Lagrimeaba hasta más no poder. Luego de un rato, la metió casi completa y la dejo allí y volví a sentir como algo caliente se deslizaba por mi garganta. Me soltó y caí rendida a los chorros de la ducha que seguía corriendo.

Escupí lo que pude. Milenko me miraba con cara de desaprobación.

-Levántate, no eres invalida ni estas muerta- dijo despectivo- Vamos.

Me incorpore mientras él cerraba la ducha. Salió el primero y se dirigió a la habitación. Creí que no regresaría. Así que volví a encender la ducha y quede unos minutos allí, tratando de limpiar mi cuerpo. Veía como mi cuerpo se volvía sucio, y que el agua no podía limpiarme. Estas manchas nunca las iba a poder limpiar.

Milenko regreso. Abrio la cortina de la ducha y me tomo del brazo haciéndome salir de la ducha. Tomo una toalla y me envolvió con delicadeza.

-No confió en ti-me dijo señalándome a que me siente sobre la tapa del W.C.

Saco una cuchilla de afeitar y crema.

Le mire unos segundos sin comprender y luego procedí.

-Que me haras?- dije mientras me sentaba, confundida.

-Te voy a dejar perfecta niña…- se arrodillo frente AL WC y abrió mis piernas.

Con miedo cerré mis ojos. No quería ver. Sentí como me puso la crema y pasaba suavemente la cuchilla, una y otra y otra vez. Sentía las cosquillas cuando abría mis labios y pasaba las cuchillas, así también cuando llego a la zona de la entrada de mi vagina.

-Enjuágate- ordeno y así lo hice, admirando si sexo donde ni un pelo se asomaba, había llegado a todos los rincones.

Me tomo del codo y me arrastro mojada hasta la cama. Trajo nuevamente una toalla seca, y empezó a pasármelo por todo el cuerpo, secándolo. Nuevamente se comportaba como si fuera su muñeca de porcelana. La delicadeza con la que me tocaba me desconcertaba.

-      Ciel… porque me has salvado?- volvió a expresar sin dejar de hacer lo suyo.

Por qué lo había salvado? No era eso acaso lo que yo hacía, rescatar una inocencia que necesite de mi ayuda…

Suspire profundamente. Ni yo sabía bien la respuesta a eso.

Retiro la toalla de mi cuerpo y se quedó mirándome. Note su rostro y lejos de ser la de un animal, o ser fría y calculadora, o de la dichosa sombra blanca… vi un rosa pálido en su pómulos. Acaricio mi cabello húmedo y beso mi frente con ternura irreconocible.

Tomo sus pertenencias y en toalla, se marchó de la habitación.

Esa tarde quede sola en allí. Mi corazón palpitaba con fuerza cada vez que recordaba ese último beso en mi frente,  que lejos de ser lujuria… me cautivo.