La sombra
Una jornada agotadora de trabajo, llegar a casa... ¿descansar?
La jornada ha sido agotadora, cada día más clientes y casi todos ellos enfadados por los problemas de suministro que estaba sufriendo la empresa, discusión con el jefe, tensión con Rosa la compañera lameculos... en fin un día más de trabajo, menos mal que ya estaba en casa.
Cierra la puerta tras de si y de pronto un estremecimiento, se le erizan los pelos y siente un cosquilleo en la nuca... ¿Ese olor?, olor de hombre... No, no puede ser, hace más de dos meses que no pasa un hombre a esta casa... La silla, ¿la dejé ahí cuando me marché esta mañana?, basta ya, me estoy volviendo loca... Necesito una ducha.
La ropa cae prenda a prenda al cesto de la ropa sucia... La toalla, siempre me la dejo en el tendedero, que cabeza la mía... Al acercar la mano al picaporte de la puerta otra vez ese estremecimiento, abre y se asoma antes de salir al pasillo... Vamos ya, me estoy volviendo paranoica.
El tendedero de interior está situado en el pequeño cuarto de estar de la casa, se acerca a él y en el momento que extiende los brazos para coger la toalla una sombra se aproxima veloz y silenciosa a su espalda, en el último instante lo presiente, en el fondo todo el tiempo ha sabido que estaba allí, de algún modo lo sabía, pero tarde. Sin tiempo para reaccionar un cuerpo se pega al suyo por la espalda, un brazo le sujeta la cintura con fuerza mientras una mano le tapa la boca. Se resiste, pero sus movimientos están muy limitados, no consigue librarse de la presa, la sombra no se mueve, se mantiene firme como una estatua... Su olor, sí, ese olor es el que notó al llegar a casa, tan nuevo, tan conocido...
Debería sentir miedo, pánico. Su mente, su educación, la sociedad, los instintos de supervivencia más primarios, todo, le indica que debería estar asustada, gritar, pedir ayuda, defenderse... Pero su cuerpo... no reacciona como se esperaba. Sus pezones desnudos se ponen duros, erectos, desafiantes a toda lógica... El vello de sus brazos se eriza... Su espalda es atravesada por un cosquilleo frío, excitante... Y su entrepierna... Lo nota, siente como una humedad va invadiendo sus rincones más íntimos, sin verlo, imagina el brillo que debe coronar sus labios depilados...
Del modo más extraño posible, sus sentidos se liberan, donde debería haber bloqueo sensorial, parálisis por el miedo, descubre un mundo nuevo de sensaciones que todo su cuerpo está dispuesto a captar sin dejar escapar nada: el tacto cálido del brazo de la sombra en contacto con su piel desnuda, la presión de la mano contra su boca, la fuerza que le empuja contra la cadera del extraño, la dureza de la polla a través del pantalón... Y su olor, sobre todo su olor, la emborracha, la aturde, la arrastra a otro lugar, a otra época de su vida...
De pronto la estatua deja de ser estatua, se mueve, el brazo que sujeta su cintura se desplaza lentamente, sin prisa, sin aliviar la presión que ejerce sobre su cuerpo... Hacia arriba, hasta llegar a su pecho izquierdo, lo rodea con sus dedos, lo afianza con toda su mano y lo aprieta, los dedos colaboran en la maniobra buscando y encontrando el pezón, lo pellizcan en un pellizco firme, suave al principio... No sabría decir cuando dejó de ser suave para ser intenso, cuando de ser placentero para ser doloroso... o quizá era las dos cosas al mismo tiempo...
Su cuerpo reacciona... acercando, apretando su cadera contra las del extraño, necesitando sentir el bulto de sus pantalones lo más cerca de su cuerpo. La mano que comprime la boca también se mueve, libera la presa para agarrar el cuello en una caricia lenta, suave, placentera... Es el momento, ahora puede gritar, poner sobre aviso a los vecinos... Y gime... de su garganta brota un suspiro desde lo más profundo de su alma, calentado en el horno de su cuerpo... Y en ese momento se da cuenta... pertenece a ese extraño... hoy sí.
La sombra se mueve a su espalda, unos labios besan su nuca, unos dientes la mordisquean y un aliento cálido recorre la parte posterior de su cuello... Su cuerpo se encoge, siempre ha sido ése su punto débil, lo que la desarma, lo que la entrega a las manos de los amantes más hábiles... Y nunca había estado tan entregada como ahora...
Vuelve a gemir... ¿cuando ha llegado esa mano ahí?... Unos dedos exploran su coño, juegan con sus labios mayores, los acarician de derecha a izquierda, de abajo a arriba, pero sin traspasar esa frontera... Pero ella si que quiere, sus labios menores, su clítoris, su vagina también... Pero no es su voluntad la que maneja la situación...
Un empujón brusco, violento y cae sobre el sofá de rodillas con el tiempo justo de poner las manos sobre el respaldo para no golpearse la cabeza, se incorpora... o por lo menos lo intenta, unas manos fuertes como tenazas agarran sus muñecas y las llevan contra la pared donde quedan inmovilizadas con una sola de las manos de la sombra... ¿Dónde está la otra mano?... No tarda en hallar la respuesta... Unas uñas recorren despacio su columna, bajan desde la nuca a un ritmo que es un placer, que es un suplicio... Llegan al culo, la mano se gira paseando la palma por la raja de sus glúteos, el dedo corazón recorre el valle, el resto de los dedos las nalgas... Un pozo, un agujero, la yema del dedo del extraño se entretiene presionando, jugando, acariciando el esfínter... La respuesta: otro gemido... el cuerpo, más atrás exponiendo la zona más a su asaltante... Pero las normas no las pone ella, y la mano continúa su camino... El dedo índice y el anular separan los labios, descubriendo la humedad, estremeciendo el cuerpo, facilitando el camino... Y el dedo invasor no deja escapar la oportunidad, se introduce en la vagina, que lo recibe sin resistencia, esperándolo, cerrándose en torno a él... Cada movimiento del dedo se ve acompañado de un gemido, cada gemido provoca una nueva embestida...
La mano se retira, su cuerpo se siente vacío... Oye el sonido característico de la ropa cayendo al suelo, la sombra se está desnudando... Nadie la está sujetando contra la pared... ¿Por qué no se aparta?, sabe la respuesta... Y se inclina más, baja la cabeza, sube las caderas... Expone su sexo... su cuerpo... su alma...
Presión... La nota en la entrada de su vagina, se demora unos instantes... Él no empuja... Ella no busca... Comienza el avance, entra en ella, llenándola, dándole calor, haciéndole estremecer... Unas manos agarran sus caderas y acompañan los movimientos de ambos... Todos los gestos se coordinan como si de una orquesta se tratara: las embestidas de él, los estirones de sus brazos, los gemidos de ella... ¿Cuanto tiempo llevan?, ¿horas?, ¿o tan sólo unos segundos?... No sabría decirlo, sólo desea que no acabe nunca... pero al mismo tiempo quiere terminar ya, llegar a ese clímax que su cuerpo le lleva pidiendo desde que sintió el olor del hombre...
El ritmo aumenta, los golpes de cadera son cada vez más fuertes contra su culo, más rápidos... Nota su propia humedad recorriendo la cara interna de sus muslos... De pronto brota... Desde lo más interno de su cuerpo, como una explosión, desplazándose por toda su anatomía, por toda su piel... Un orgasmo intenso, que la hace gritar, que la hace temblar, que la hace estremecerse, que la hace fuerte y débil, y que la hace sobre todo suya...
El hombre se tensa, la agarra con más fuerza si cabe y la aprieta contra él, impidiendo que se separen los cuerpos... es lo último que quisiera ella: separarse... Y se vacía dentro de ella... el semen invade sus entrañas, se mezcla con su propia humedad como momentos antes han hecho sus cuerpos...
Permanecen así, quietos disfrutando los últimos coletazos de ambos orgasmos... el cuerpo del hombre se derrumba encima del suyo, siente su peso, su calor... su amor. La abraza, la besa...
-Buenas noches cariño, se me olvidó comunicarte que terminamos el proyecto una semana antes de lo previsto- dijo la voz
-Y ¿también se te olvidó decirme que tu avión llegaba hoy?...