La sirvienta me enseñó el camino.

De pronto Rita volteó a ver a Luis y le pidió que se la metiera por el culo – Anda papi ahora por el culo…como si fuera tu noviecito – y Luis no se hizo del rogar, con gran habilidad sacó su pene del coño de Rita y comenzó a pasarlo por toda la rajada que separaba las nalgas de la chica hasta que...

Tenía 16 años cuando Rita llegó a la casa. Recuerdo que ese día Luis y Yo estábamos en la sala de mi casa en una deliciosa sesión de besos y caricias que se tuvo que interrumpir cuando llamaron a la puerta. Como pudimos nos acomodamos la ropa y fui a abrir la puerta. Ahí estaba ella, una joven morena de 20 años, vistiendo una blusa exageradamente escotada que le permitía lucir sus abundantes senos y una minifalda que mostraba sus piernas bien torneadas.

  • Hola, buenas tardes, ¿está el señor Ricardo? – me preguntó ella con una gran sonrisa.

  • No, no está, pero ¿qué se le ofrece? – le pregunté curioso.

Es que me entrevisté con él en su oficina para trabajar aquí como sirvienta y me dijo que me presentara desde hoy, y aquí estoy, me llamo Rita – me explicó mientras yo la invitaba a pasar.

  • Puedes esperarlo en la salita que está junto a las escaleras – le indiqué y regresé con Luis.

  • ¿Y esa vieja quien es? Está bien buena – me dijo Luis mientras la miraba caminar - ¿le viste las tetas? Se le ven deliciosas y ese meneo de nalgas ¡uf!

  • Ya, que sea menos ¿o acaso estoy pintado? – le dije y lo besé para reiniciar nuestro encuentro mientras lo llevaba a mi cuarto.

Los besos y las caricias se hicieron más intensos y sin importarnos que a unos metros estuviera aquella muchacha comenzamos a despojarnos de la ropa prenda por prenda. Me encantaba hacerlo despacio, ir descubriendo su cuerpo atlético y dejarlo en calzoncillos para ver como el enorme pene lo desbordaba, quedando en libertad. Pronto tuve en mi boca el delicioso caramelo que tanto me gustaba. Luis no decía nada, sólo se dejaba llevar. La calentura poco a poco me fue llevando a pedirle que me cogiera, pero justo cuando nos estábamos acomodando una voz alterada se escuchó tras nosotros en la puerta de mi habitación.

  • ¡Qué jijos haces, imbécil! ¡Cómo te atreves a hacer tus cochinadas en mi casa! – gritaba mi padre mientras Luis y Yo tratábamos de vestirnos lo antes posible.

  • Pero papá no es… - traté de decir algo pero una bofetada me obligó a guardar silencio.

  • Y Tú lárgate si no quieres que le hable a tus padres y les diga lo que estabas haciendo… vete y no te acerques a mi hijo – le dijo mi padre a Luis jalándolo del brazo y sacándolo de la casa.

Después de eso me encerré en mi cuarto durante una semana. El odio que sentía era demasiado. No podía ver a Luis y lo deseaba con todas mis ganas. Haber probado ese delicioso y enorme pene que poseía me hacía extrañar aún más su ausencia. En cambio, mi padre parecía haber encontrado en Rita una compañera sexual pues a los dos días de su llegada los encontré en la cocina completamente desnudos.

Ella estaba arrodillada a los pies de mi padre mamándole la verga. Era una escena excitante. Jamás había visto el pene de mi padre completamente erguido y realmente tenía dimensiones enormes. Lo comparé mentalmente con el de Luis y no me cabía la menor duda: la verga de mi padre lo superaba con facilidad. Cuando mi padre la colocó contra la mesa y le separó las nalgas para clavarle su vigoroso miembro sentí el deseo de ser yo quien ocupara la posición de Rita y disfrutara aquel pene. La morena gimió con razón al sentir como la ensartaban y ver a mi padre metiéndole su vergota por el culo me hacía perder la razón. Comencé a masturbarme por encima del calzoncillo mientras ellos cogían a un ritmo evidentemente sabroso. Pero finalmente opté por retirarme, me sentí culpable por desear la verga de mi padre y pensé nuevamente en Luis.

Después de aquel encuentro que tuvieron Rita y mi padre comencé a poner más atención en su trato, hasta que finalmente me di cuenta que Rita dejó de dormir en su cama, pues cada noche podía escuchar con claridad los gemidos que provenían de la habitación de mi padre. Eso me facilitó volver a ver a Luis, pues sabía en qué momento podría meterlo a mi cuarto sin que se dieran cuenta y así lo hice.

Un viernes invité a Luis después de la media noche que era cuando Rita y mi padre acostumbraban encerrarse en su cuarto. Sin hacer ruido nos metimos en mi habitación y comenzamos a recuperar el tiempo perdido. En unos instantes lo único que se interponía entre nuestras vergas eran los calzoncillos.

  • Hoy si te va a tocar verga hasta por las orejas, bebé – me dijo él mientras continuaba cachondeándome.

  • Pues eso quiero papacito… que me estrenes el culito… mmmm – le supliqué mientras me arrodillaba frente a él, Yo ya no era virgen pero no se lo iba a decir.

Comencé a mamarle la verga con gran deleite y pronto conseguí que se le pusiera tan dura que parecía iba a reventar. El siguiente era el paso que tanto había anhelado, entregarme a él por completo, ofrecerle mi estrecho agujerito trasero para que me hiciera suyo, así que comencé a untar lubricante en mi culito y en su verga. Él me miraba con un destello de lujuria que me hacía temerle un poco y entonces él tomó la iniciativa, me colocó boca abajo y separó mis piernas lo mas que pudo, se arrodilló entre ellas y comenzó a pasar su vergota entre mis nalgas presionando algunas veces la cabezota contra mi indefenso agujerito haciéndome estremecer de placer.

Así que quieres que te rompa el culo… ¡pídemelo! – me ordenó mientras su verga presionaba con más fuerza mi culito.

  • ¡Házlo! ¡Métemela ya! Ahhh… - gemí al sentir como aquel pene se iba deslizando en mis entrañas, mordí la almohada para ahogar mis gritos de dolor y de placer.

Por fin era mío, el delicioso miembro de Luis estaba totalmente incrustado en mi agujerito y a pesar del dolor me gustaba sentirlo dentro de mi. Lo malo fue que Luis tampoco aguantó mucho, pues a la quinta embestida sentí como respingaba su verga y me llenaba el culo con su leche tibia y viscosa.

Esa fue la primera de muchas cogidas que me dio Luis y poco a poco fuimos adquiriendo experiencia, la experiencia que se adquiere en los videos porno, pero experiencia al fin y al cabo. Luis era todo para mi, era mi amigo y mi amante.

Después de algunos meses de relación clandestina mi padre me volvió a descubrir en compañía de Luis mientras estábamos fajando en un parque cercano a la casa. Me puso una tremenda regañada y me prohibió volver a ver a Luis, para ello le ordenó a Rita que fuera por mi a la escuela y que no dejara que me acercara a mi adorado semental.

Rita comenzó a pasar más tiempo cerca de mi. Me vigilaba y al menor intento de que Luis se me acercara me amenazaba con decirle a mi padre. Al principio la odiaba pero después la convivencia provocó que comenzáramos a entrar en confianza, al grado que terminé contándole todo lo que hacía con Luis y ella me contaba todo lo que hacía con mi padre, sin embargo, ella seguía obedeciendo las instrucciones de mi padre sobre Luis.

Yo no sabía ya que hacer para conseguir nuevos encuentros con Luis, porque la vigilancia de Rita continuaba siendo de lo más estricta. Sin embargo, Rita comenzó a hacerme ciertas sugerencias, insinuándose un poco. Era frecuente que cuando estábamos solos en la casa ella andaba casi sin ropa, usando solamente minúsculos calzoncitos y sostenes de media copa que poco dejaban a la imaginación. Incluso con frecuencia me preguntaba si se veía bien, si me gustaba como mujer y si no me gustaría tocarla o hacerle lo que le hacía mi padre, pero mis respuestas siempre eran de rechazo, pues mi deseo por Luis era más fuerte. Fue entonces que ella comenzó a interrogarme sobre mi adorado semental y yo le conté hasta el más mínimo detalle de lo que me hacía Luis, lo rico que me cogía y la cantidad de veces que lo hacía, y ella incluso se acariciaba el coñito por encima del calzoncito mientras me escuchaba narrar mis experiencias sexuales. Hasta que en cierta ocasión, que ya tenía empapado el calzoncito, me hizo una propuesta inesperada:

  • Todo eso que dices de Luis es increíble… y he pensado que podemos llegar a un acuerdo Tú y Yo para que puedas volver a estar con Luis – me dijo mientras yo me le quedaba viendo con gran interés y concluyó la propuesta – quiero que Luis me haga todo eso que te hace a ti y a cambio podría dejar que él te vea ciertos días.

Al oir aquello sentí un poco de celos pero era la única manera de volver a ver a Luis, así que terminé aceptando. Llamé a Luis y de inmediato concertamos una cita en la casa en un horario que sabíamos no estaría mi padre. Le expliqué lo que quería que hiciera y noté con cierto desagrado que a Luis le excitaba la idea de disfrutar los encantos de Rita. El día de la cita, Luis llegó ansioso y casi de inmediato entró al cuarto de Rita. Al principio me metí a mi cuarto para esperar a que terminaran de hacer lo que iban a hacer, pero se escuchaban algunos gemidos y la curiosidad pudo más que Yo, así que fui a asomarme al cuarto de Rita.

La escena era increíble, Rita estaba empinadita ofreciéndole sus hermosas nalgas a Luis, quien se encontraba arrodillado detrás de ella metiendo y sacando su vergota sin parar, haciendo que el rostro de Rita se hundiera entre las almohadas y sus gemidos se ahogaran. Me excitaba mucho ver a Luis gozando de esa manera, pero también me excitaba ver las nalgas de Rita recibiendo aquel delicioso pene. De pronto Rita volteó a ver a Luis y le pidió que se la metiera por el culo – Anda papi ahora por el culo… como si fuera tu noviecito – y Luis no se hizo del rogar, con gran habilidad sacó su pene del coño de Rita y comenzó a pasarlo por toda la rajada que separaba las nalgas de la chica hasta que sintió que estaba lista y ¡zaz! Se la dejó ir hasta el fondo haciendo que la pobre Rita se arqueara mientras comenzaban a sodomizarla. El meneo de su cadera era más acelerado que cuando la ví cogiendo con mi padre, parecía que se acoplaba más al vigor y ritmo de las embestidas de Luis. Sin darme cuenta, ya me estaba masturbando al mirar la escena, pero decidí regresar a mi habitación, yo sabía que Luis se tardaría bastante, era todo un semental y tenía que dejar a Rita satisfecha para que pudiera volver a cogerme. Pasaron casi tres horas hasta que Luis entró a mi cuarto sólo en calzoncillos y con una cara de satisfacción que no podía con ella.

  • Misión cumplida bebé… dejé a Rita dormidita y escurriendo de leche por todos su agujeritos jejeje – me dijo Luis mientras se acostaba a mi lado.

  • ¿Y qué tal? ¿Te gustó? – le dije mientras hurgaba bajo su calzoncillo y acariciaba su pene pegajoso.

  • Claro… está bien rica… esa tetas están deliciosas… las nalguitas… aunque su culito no está tan apretadito como el tuyo, se ve que se ha comido cosas mas grandes por ahí -  me dijo mientras me acariciaba las nalgas.

  • Eso es cierto, mi padre se la coge por “Detroit” casi a diario y la verdad es que calza más grande que Tú – le dije mientras notaba que su verga seguía fláccida.

  • ¿A poco tu papá está más vergón que Yo? – me interrogó demostrando gran interés y me abrazó por la espalda.

  • Pues sólo se la he visto una vez bien parada y se veía más larga y gorda que la tuya… yo creo que por eso el culito de Rita no está tan apretadito… - le dije y apretándole su aún fláccida verga le pregunté - ¿y cuándo me va a tocar a mi?

  • Pues yo creo que miércoles y sábado… porque a mi me toca los lunes jajaja – se oyó la voz de Rita desde la puerta que estaba ya vestida y con la ropa de Luis en las manos – pero es hora de que te vayas Luis, el papá de tu novio ya va a llegar.

De inmediato Luis se separó de mi y se vistió. Rita lo acompañó a la puerta y así fue como inició mi pacto con Rita y una relación poco usual en la que Ella y Yo compartíamos al mismo hombre en tanto que Luis y mi padre, sin saberlo, compartían a la misma mujer. Así transcurrió el primer mes del pacto todos estábamos satisfechos excepto Rita, quien parecía que necesitaba más sexo, pues no estaba contenta sólo con tener a mi padre y a Luis sino que sus insinuaciones hacia mi se hacían cada vez más frecuentes, incluso ya no se conformaba con hacerlas cuando estábamos solos, sino que aún estando Luis o mi padre las hacía sin que hubiera alguna molestia de parte de ellos.

Fue entonces que Rita pasó de la insinuación a los hechos. Cierto día me estaba bañando y aprovechando que dejé la puerta sin seguro Rita se coló al interior del baño vistiendo sólo una pequeña tanga que apenas cubría su coñito y que por detrás se perdía casi por completo entre sus redondas y hermosas nalgas.

  • ¿Qué estás haciendo? No ves que me estoy bañando – le reclamé asomándome por un lado de la cortina de la regadera, pero ella sólo sonrió y de golpe abrió la cortina.

  • Vaya pero qué crecidito estás… - me dijo mirando directamente hacia mi pene - ¿cómo se verá ya paradito?

  • No estés jugando… ya déjame terminar – le dije e intenté cerrar la cortina pero ella lo impidió.

  • Sólo quiero verla paradita – me respondió y se apretó las tetas añadiendo - ¿a poco no te gusta lo que ves?

  • No… bueno, se ven lindas pero no… - le contesté pero ella se metió conmigo bajo la regadera.

La cercanía de ese cuerpo produjo una reacción inesperada en mi, sobretodo cuando ella guió mis manos hasta esas tetas turgentes y tibias, no podía creer lo que me pasaba hasta que sentí su mano acariciándome la verga.

  • ¿Qué… qué haces? – le pregunté mientras veía como mi pene se iba endureciendo.

  • Tú relájate y disfruta – me dijo y entonces ocurrió.

Ella se arrodilló delante de mi y llevó sus labios hasta mi verga que de inmediato respingó ante tal caricia. Comenzó a lamer desde la base hasta la cabeza y pronto mi pene se encontraba dentro de su boca. Era la primera vez que estaba en una situación así, Rita realmente sabía lo que hacía, nunca me la habían mamado de esa manera, sobretodo ella había conseguido llevarme al máximo. Mi verga entraba y salía de su boca al tiempo que un par de sus dedos entraban y salían de mi culito. Poco a poco perdí el control hasta que por fin llegué al clímax, mi leche inundó su boca una y otra vez mientras ella me clavaba un tercer dedo en el culito.

  • Vaya, vaya… creo que se te va a hacer tarde para llegar a la escuela – me dijo y me dio un beso en la boca, dejándome en los labios el sabor de mi propia leche.

No lo podía creer, realmente había disfrutado lo que había hecho con Rita y eso me sacaba de onda. En la escuela se lo comenté a Luis y sólo se rió diciéndome – esa Rita es toda una mamadora jejeje.

Pasó el tiempo y despertar con los labios de Rita en mi verga se fue haciendo costumbre, una costumbre muy agradable por cierto. Pero al mismo tiempo el deseo de Luis hacia mi disminuyó, seguíamos cogiendo muy rico pero era evidente que ya no había la misma pasión. Incluso cuando se lo comenté a Rita ella me dijo que sentía lo mismo, Luis la seguía haciendo gozar pero que había veces que sólo le “echaba un palo” y ya. Peor aún, Rita me comentó que mi padre ya no se la cogía con la misma frecuencia, que ella necesitaba “macho”, por eso me insistía tanto en que me animara a acostarme con ella y varias ocasiones estuve a punto de ceder, pero lo que sentía por Luis era algo mas que deseo y por ello me contenía.

Sin embargo ocurrió algo que jamás hubiera imaginado. Un domingo Rita me invitó a su pueblo y mi padre me dio permiso para acompañarla, nos levantamos temprano pero justo ese día estaba cerrada la carretera y al llegar a la estación nos dijeron que los camiones estarían saliendo demorados por varias horas, por lo cual tuvimos que regresar. Hicimos una escala para desayunar y como a las 11 íbamos llegando a la casa, entramos sin hacer ruido porque ese día mi padre acostumbraba levantarse más tarde. Pero al dirigirnos a mi habitación escuchamos unos gemidos muy fuertes. Rita y Yo nos miramos y nos dirigimos hacia el lugar del que provenían, y era la habitación de mi padre, sin embargo no era su voz la que se escuchaba, era la de Luis, sí, nuestro Luis era el que gemía y suplicaba – así papito… métela toda… ayyy… que rica… mas… - era lo que decía. Y aprovechando que la puerta estaba abierta nos asomamos y sí, ahí estaban los dos, Luis tendido boca arriba y con las piernas sobre los hombros de mi padre quien lo ensartaba con su descomunal miembro una y otra vez.

Rita me tomó de la mano y haciéndome la seña de que guardáramos silencio salimos de la casa. Caminamos un rato tratando de analizar lo que había ocurrido. Para mi era bastante difícil aceptar que Luis se acostara con Rita, pero la sola imagen de Luis siendo sodomizado por mi padre me generaba una enorme confusión. Para Rita quedaba clarísimo todo, comprendía porqué mi padre ya no le cumplía como antes y porqué Luis había perdido ese vigor a la hora de cogernos. En esa caminata llegamos a un hotel y Rita me preguntó - ¿Cómo ves? ¿Ahora si te animas? Verás que te va a gustar.

Y así fue que entramos al hotel. Rita se fue quitando la ropa hasta quedar en calzoncitos e hizo lo mismo conmigo, así que ambos estábamos listos para la acción. Decidí tomar la iniciativa y comencé a acariciar sus tetas, la sensación de esa piel suave y tibia me encantaba. Ella sonreía y se dejaba hacer todo. Busqué sus labios para enroscar mi lengua como solía hacerlo con Luis al tiempo que mis manos recorrían su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, el calzoncito estaba húmedo y yo era el causante, así que decidí hacer algo que jamás había hecho, me acomodé entre sus piernas y le hice a un lado el calzoncito, descubriendo un lindo coñito depilado. Comencé a acariciarla con los dedos y después con la lengua. Los gemidos de Rita no se hicieron esperar, esa caricia le agradaba e impulsaba su cadera hacia mis labios buscando que le metiera la lengua y yo no sólo le metí la lengua en su coñito, sino también le clavé un par de dedos por el culito caliente, al tiempo que me quitaba los calzones y giraba para dejar mi verga a la altura de su boca para formar un “69” delicioso. Ambos estábamos excitados al máximo mamándonos mutuamente hasta que llegó el momento que tanto había esperado. Me acomodé entre sus piernas y comencé a pasar la cabeza de mi verga por encima de su rajita humedeciéndola aún más.

  • Ya… no me hagas esperar mas… demuéstrame que eres un “machito”… métemela ya… por favor… ayyyy – gimió ella al sentir como mi verga se deslizaba poco a poco en su interior.

La sensación era diferente, sentía como mi verga era devorada por aquel coñito ardiente y comprendí lo placentero que era meter y sacar de sus entrañas mi pene, era un roce delicioso y el instinto hizo que nos acopláramos a la perfección. Pero la falta de experiencia y el placer que me producía hizo que fuera inevitable alcanzar el orgasmo. Descargué mi leche en las entrañas de aquella hermosa chica. Nos abrazamos y así nos quedamos algunos instantes, sin decir palabra alguna y acariciándonos, hasta que ella rompió el silencio.

  • Fue delicioso el inicio, pero creo que falta lo mejor – y al decir esto me empujó para quedar ella encima de mi y aprovechando que aún tenía mi verga en su interior comenzó a cabalgar sobre mi, meneando sus nalgas mientras yo impulsaba mi cuerpo hacia arriba tratando de llegar lo más profundo posible.

Repetimos un par de veces mas pero teníamos que afrontar lo que habíamos visto en la casa, así que regresamos y nos encontramos a Luis y a mi padre semidesnudos en su habitación. Al vernos, ambos intentaron cubrirse pero no era necesario ocultar lo evidente.

  • Por eso ya no me cumple, ¿verdad, señor? – le dijo Rita a mi padre.

  • No es lo que ustedes creen – respondió mi padre.

  • Por mi no te preocupes papá… no te juzgo, sólo quiero que si vuelvo a tener novio no me lo vayas a robar – le interrumpí y añadí – y Tú Luis, recuerda que tenemos un trato y lo tienes que seguir cumpliendo jajaja.

  • Este… es que Yo… bueno… - no supo que responder Luis y se retiró.

Todo estaba al descubierto y el trato entre todos mejoró. Sobretodo el mío con Rita quien me enseñó todo lo que sabia hasta que se regresó a su pueblo para casarse con su novio quien imaginó que se casaba con una chica virgen y jamás pasó por su mente la despedida de soltera que le dimos entre mi padre, Luis y Yo a la escultural y cachonda Rita.