La sirvienta
Nunca se imaginó que un trabajo de sirvienta pudiera tener tantas obligaciones.
La sirvienta
Esperanza era una joven de unos 18 años y sin muchos estudios. Los había dejado por estar con su novio, pero este se fue cuando vio que ella quería algo mas que paseos a la luz de la luna.
Sus padres cuidaron de ella hasta que fue mayor de edad, pero al cumplir los dieciocho, le dijeron que ya era mayorcita y que o se ganaba el sustento o no hacia falta que volviera a entrar por la puerta de casa.
Esperanza, sin estudios y sin saber lo que era trabajar, se puso a buscar trabajo.
En la sección de ofertas de un periódico local, encontró algo que podría hacer.
SE NECESITA JOVEN,
PARA LA LIMPIEZA.
SE OFRECE SUELDO,
MANUTENCIÓN Y
ROPA DE TRABAJO.
INTERESADAS CONTACTEN
CON VICTOR.
Esperanza como no encontró nada y sus posibilidades eran muy limitadas llamó.
Le atendió un joven muy bien dispuesto y muy amable, rogándole que si estaba interesada se personara en una casa de las afueras de su ciudad.
Como no estaba muy lejos quedaron en que iría esa misma tarde.
Después de comer, Esperanza cogió el bus sin comentar nada a su familia y se dirigió a la dirección que le dio el joven. Esperanza creía que ese joven seria alguien del servicio, por su voz joven.
Cuando llegó salió ha abrir un joven y se imaginó que seria el mayordomo o algo parecido y le pidió de ver al señor Víctor.
El joven rió y le dijo que Víctor era él, que pasara.
Esperanza estaba muy avergonzada, solo llegar y ya había metido la pata.
Víctor la condujo hasta un enorme despacho y le indicó una butaca para que se sentara.
Esperanza no podía ni levantar la vista del suelo.
Víctor le pidió que se tranquilizara y que le contara que era lo que sabia hacer.
Entonces le contó que vivía con sus padres, pero que colaboraba en las labores del hogar, y que las sabia hacer todas. Le dijo que era una excelente cocinera. Y le dijo que si no hacia las cosas como el queria siempre podria echarla o enseñarle, pero que le diera una oportunidad.
El señor Víctor al ver la buena disposición de la chiquilla le preguntó que cuando podía empezar.
Esperanza estaba contentísima, casi le saltaban las lagrimas y le dijo que cuando el quisiera.
Entonces Víctor, le enseñó cual seria su habitación, el uniforme que debía llevar y le dijo que puesto que sabia cocinar, le preparara una buena cena, que quería comprobarlo.
Esperanza no se hizo de rogar y se dirigió a la cocina, a ver que encontraba.
Estuvo de suerte, encontró un filete, un trozo de queso, algo de leche y un poco de ensalada. No seria un festín pero seria apetitoso.
Vestida con el uniforme, que no era muy provocativo, pero si se agachaba un poco se le podía ver la tanguita que llevaba.
Se puso el mandil y se puso a la labor.
Víctor, intrigado por su nueva sirvienta, pasaba aposta por la puerta de la cocina para ver lo que hacia. Los movimientos de esta cada vez lo estaban calentando más.
Se agachaba para buscar una sartén.
Se agachaba porque con los nervios le caían las verduras de las manos.
Movía las manos con gran soltura.
Poco a poco se fue imaginando lo que podrían hacer esas manos en ciertas partes de su cuerpo.
Se puso tan caliente, que no pudo mas que ir al baño y hacerse una paja en su honor.
No era cuestión de asustarla el primer día.
La cena fue buenísima, pero el verla ir y venir de la cocina, con su contoneo, lo tenía otra vez en pie.
Aquella noche iba a ser muy larga.
Esperanza cuando terminó de servir la cena le dijo que tenia que ir a su casa a por sus cosas y a decirle a sus padres que se venia a trabajar con él.
Eran las doce de la noche y él se ofreció a llevarla, a aquellas horas no iba a encontrar ningún bus.
El viaje no le sirvió para calmarle, mas al contrario, los pantalones ajustados y el top de Esperanza no ayudaron mucho.
Ya de nuevo en la casa se despidieron hasta la mañana siguiente.
Esperanza se levantó pronto después de una noche de insomnio por los nervios, y por que negarlo el señor Víctor era joven y apuesto y también había pensado en él.
Empezó a prepararle el desayuno, para que pudiera ir a trabajar.
Al poco rato bajó el señor Víctor y le contó que él trabajaba en casa pero que grácias y que hiciera como si él no estuviera.
Esperanza así lo hizo y empezó ha hacer sus tareas.
Al poco rato el señor Víctor fue al baño, y la vio haciendo su cama.
Con la faldita casi hasta la cintura y en cuatro para poder agarrar la sabana del otro lado de la cama.
Aquello iba a ser insoportable.
Casi sin quererlo, se acercó a ella sigilosamente y desde detrás le dijo si necesitaba ayuda.
Esperanza se asustó y cayó en la cama con sus ojos fijos en los del señor.
Aquella imagen era demasiado tentadora.
Tenia que tenerla.
El señor Víctor, alargó su mano hasta uno de los pechos de Esperanza.
El corazón le latía a cien por hora, pero lo deseaba.
Esperanza sin apartar la vista de los ojos de su señor, alargó la mano hacia la entrepierna de este.
Todo tiene un límite y el del señor Víctor se acababa aquí.
Sin poder controlarse le arrancó la blusa blanca del uniforme de un solo tirón y hundió su boca en los pechos de Esperanza.
Lamió, chupó y mordió hasta que a esta se le escaparon gritos de dolor y de placer.
Estaba muy mojada.
El señor Víctor sin ningún miramiento, metió sus dedos en su concha jugosa.
Buscó su clítoris, y después introdujo un dedo en su interior.
Esperanza se arqueó de placer.
Quería más.
El señor Víctor, estaba apunto de reventar así que se quitó el pantalón y el slip y se fue directo hacia aquella húmeda cueva. Esperanza le recibió con un grito de placer.
Arqueó su cuerpo al máximo, para permitir que la penetrara hasta el fondo.
El señor Víctor, viendo que era tan bien recibido, y notando como Esperanza se corría ya por enésima vez, se corrió en gran cantidad, parecía que no podía parar.
Se quedaron los dos tumbados en la cama, todavía muy juntos hasta que recuperaron el aliento.
A esto que el señor Víctor, le dijo:
-Pequeña, después de esto no me conformaré con que quites el polvo. Vas ha tener que echar unos pocos.
Esperanza, todavía muy excitada respondió:
-Todo lo que usted ordene, mi amo.