La sinceridad ante todo
Siguiendo los consejos de mi abuelo José, quien siempre me inculcó decir la verdad sin medir las consecuencias, el mismo día que le propuse matrimonio a Mariela desnudé para ella mis más ocultos secretos respecto a mi sexualidad
Hacía varios días que Mariela y yo no nos veíamos. Se trataba de un breve distanciamiento por simples asuntos laborales, cuestiones de agenda, diferentes compromisos, nada importante pero, como siempre me había sucedido a lo largo de mi vida, a medida que pasaban los días la falta de sexo me iba transformando hasta convertirme en alguien diferente, alguien que ni siquiera yo reconocería. Siguiendo los consejos de mi abuelo José, quien siempre me inculcó decir la verdad sin medir las consecuencias, sobre todo cuando se trata de situaciones trascendentes en la vida de las personas, el mismo día que le propuse matrimonio a Mariela desnudé para ella mis más ocultos secretos respecto a mis inclinaciones o desvíos sexuales, corriendo el riesgo de perderla en caso de que no estuviese dispuesta a engancharse con un tío como yo.
Lo que le pedí a continuación de la propuesta matrimonial, que ella se apresuró a aceptar encantada, fue que no me mal entendiera, no le estaba proponiendo nada, solo le explicaba cómo era yo íntimamente. Le expliqué que lo que estaba a punto de revelarle era la más cruda realidad acerca de mi persona en lo que se refiere a mi manera de ser, sentir y pensar el sexo. Pálido y tembloroso por la angustia que me provocaba sincerarme, no ante mi novia sino ante un ser humano cualquiera, por primera vez en mi vida, le advertí que lo hacía por nuestro bien y que creía que muy mal haría yo en no dejar entrever mis más íntimos pensamientos ante ella, ahora que todavía estaba a tiempo de librarse de mí. Intrigada y diría yo que algo asustada me pidió que fuera al grano, que no diera mas vueltas y que le dijera lo que le tenía preparado cuanto antes, y eso hice.
- Te pido por favor que no me interrumpas, comencé. Verás, amor, yo soy como dos personas al mismo tiempo…
Hizo un gesto de no entender pero con otro gesto le pedí silencio y que me dejara explicar.
- Es como te digo, pero esto me ocurre exclusivamente con mi vida sexual.
- Por favor dime, me dijo definitivamente interesada mientras encendía un cigarrillo.
Inesperadamente para mí de pronto me sentí sereno, dispuesto a contarle todos mis secretos, confiado. Estaba seguro de que me entendería.
- Lo que me pasa es que yo soy de una manera cuando tengo relaciones sexuales con frecuencia y otra muy distinta cuando el sexo comienza a escasear. Te explicaré:
Si tengo descargas sexuales cada día o día por medio soy el que conoces, un tipo normal, atento, gentil, heterosexual sin ninguna duda y por sobre todas las cosas fiel, pero al tercero o cuarto día de abstinencia comienzo a fantasear con otras mujeres.
- Si ese es tu problema tendremos sexo a diario, no te preocupes, sabes bien cuanto me gusta, además no dejaré que te fijes en nadie que no sea yo, dijo ella muy segura.
- Está bien, te creo, contesté, pero quisiera que sepas que a partir del quinto día mis pensamientos o fantasías, como quieras llamarles, se dirigen en otros rumbos incluyendo pensamientos de sumisión, fetichistas y hasta homosexuales y se van agravando con el correr de los días, corriendo el riesgo de provocar que dejen de ser meras fantasías para impulsarme a buscar la manera de convertirlas en realidades. No sé a qué se debe, se me ocurre que quizás sea provocado por alguna hormona que aumenta su concentración ante la falta de descarga sexual.
A esta altura de la conversación yo no solo me sentía tranquilo sino que me entusiasmaba continuar con el tema sintiéndome ligeramente excitado, dicho brutalmente: sincerarme me calentaba. Mariela en cambio reflejaba en su cara un asombro que me costaba bastante adivinar en qué terminaría.
- ¿Podrías explicarme mejor?
- Claro. Por ejemplo: si han pasado cuatro días sin descargas me empiezan a gustar todas las mujeres, incluso aquellas en las que jamás me hubiera fijado, pero no me imagino follándolas sino sometiéndome a sus manos, por ejemplo en una sesión de masajes. Con el correr del tiempo puedo llegar a imaginar que estas mujeres además me acarician el pene, los testículos y especialmente el culo metiéndome sus dedos bien adentro, si sigue la abstinencia disfruto pensando, peor aún, deseando, que me vistan con sus medias de lycra y sus tangas. Si todavía pasa más tiempo puedo llegar a desear que las manos sean las de un hombre con todo lo que puedas imaginarte que seguiría.
- ¿Me estás diciendo que te gusta que te den por el culo mientras te vistes de mujer?, me cuestionó horrorizada, a punto de comenzar a llorisquear.
- No dije eso amor. He dicho que en casos de abstinencia sexual mis pensamientos se dirigen en esa dirección y me pareció decente revelártelo antes de que tomes cualquier decisión. Ten en cuenta que no es a propósito, me sucede.
- ¿Te gusta ponerte tangas de mujer?
- A veces si, pero lo que de verdad me gustaría sería que en esas circunstancias me las pusieras tú.
- ¿Por qué te gustan las medias?
- Son muy suaves y la sensación que me provocan al contactar con mi piel es inigualable.
- ¿Ya las has probado?
- Si.
- ¿Te gusta que te acaricien el culo?
- Si
- ¿Y que te metan dedos bien adentro?
- No siempre, pero en general, si.
- También lo has experimentado…
- No con otras personas, pero lo he deseado intensamente y me lo he hecho yo solo.
- ¿Te gusta que te follen los hombres? ¿Eres gay?
- No. De ninguna manera. No me gustan los hombres, pero no puedo evitar en casos extremos incluirlos en mis fantasías.
- Me estás destruyendo con lo que me dices.
- No es mi intención lastimarte. Solo intento abrirme ante ti para que luego no te sorprendas. En realidad considero que mi actitud es valiente porque la verdad es que te amo, que quisiera pasar el resto de mis días contigo y estoy convencido de que haría muy mal en no decirte ahora como soy, aun a riesgo de perderte.
- ¿Me amas?
- Mucho, con toda mi alma.
Luego de este breve intercambio se hizo un silencio y ninguno de los dos tuvo ya nada que decir. Mariela revolvía su café, que ni siquiera probó, fumaba y pensaba. Yo esperaba su reacción o que me dijera algo pero no pronunció palabra alguna por más de veinte minutos hasta que por fin dijo:
- ¿Te enojaría darme unos días para pensar?
- No, respondí, me parece lógico. Me avisarás cuando tengas algo para decirme.
- Si, no temas, te llamaré y te diré mis conclusiones.
- Entonces nos vamos.
- Si. Necesito estar sola.
- Bien.
Pedí la cuenta, nos besamos en las mejillas, muy poco para una pareja que decide su matrimonio, y antes de separarnos, tomando mi mano con firmeza me dijo:
- Gracias por tu sinceridad, yo también te amo.
Pasaron dos largos días sin tener noticias hasta que por la mañana del tercero sonó el teléfono y era mi novia. La atendí disminuido, temía escucharla, en estos dos días había comenzado a arrepentirme de lo dicho, la preocupación había anulado el deseo sexual, y me asustaba la idea de perderla. La encontré de buen ánimo y cariñosa, lo que me reconfortó. Me dijo:
- Te llamo para hacerte un par de preguntas.
- Dime, respondí poniéndome a su disposición.
- ¿Tú me lo has confesado todo?
- Creo que sí. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque me da la sensación de que falta algo.
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, ¿no se te da por la pornografía?
- Si, al segundo o tercer día de abstinencia comienzo a mirar pelis.
- ¿Y no te masturbas?
- Si, con las pelis y pensando en ti.
- ¿Pensando en mí de qué manera?
Me sentí atrapado y en falta por que si bien había tenido el coraje de confesarle a mi novia mis más íntimas fantasías no me había alcanzado el valor para contarle lo que pasaba por mi cabeza cuando ella estaba involucrada. Ante mi silencio insistió:
- Dime amor, ¿cómo me imaginas cuando piensas en mí y te masturbas?
- ¿No te enfadarás?
- Tú empezaste esto, asúmelo.
- Te imagino exhibiéndote.
Hizo una pausa que me pareció eterna pero respeté su momento de reflexión, era evidente que necesitaba tiempo para pensar. Por fin habló…
- ¿Me exhibo yo o tú me exhibes?
- Ambas situaciones.
- ¿Y qué más?
Con el escaso coraje que me quedaba, con un nudo en la garganta, casi a punto de desfallecer, jugué mi resto:
- Te imagino follando con otros tíos, es lo que más me calienta.
Dije esto y se me doblaron las rodillas. No había previsto que mis confesiones llegaran tan lejos, pero no estaba haciendo otra cosa que decir la verdad. Esta vez no precisó ningún tiempo, espetó a boca de jarro sin perder un segundo
- ¿Te gustaría ser cornudo?
- Esa palabra es muy fuerte pero creo que sí, creo que me gustaría ser cornudo solo cuando estoy muy caliente por falta de sexo; aunque yo lo llamaría de otra manera, diría que me gustaría componer un matrimonio de mentes abiertas, liberal.
- ¿Y eso como se entiende?
- Ver a mi mujer mientras la follan otros hombres debe ser una situación muy humillante y creo que solo soportaría la humillación en estado de excitación extrema, no después. Por otro lado creo que un cornudo es un hombre engañado y yo, al proponer esta situación, lejos estaría de ser engañado, todo sucedería siempre con mi conocimiento y consentimiento.
- ¿Te sientes en situación de imponer condiciones?
- Si
- ¿Por qué?
- Porque he hablado antes y te he dado la oportunidad de que puedas aceptar o rechazar libremente mi manera de ser.
- Es una buena respuesta. De todos modos me parece que aunque no te guste serías un cornudo consciente.
- Si te da placer puedes calificarme así.
- Te llamaré, besos, te amo.
La situación era irreversible, ya no había retroceso, había desnudado completamente mi psiquis quedando indefenso y a disposición de lo que decidiera mi novia. Al día siguiente volvió a llamar.
- Hola
- Hola
- Dime
- Si
- Y de las mujeres, qué
- ¿Qué pasa con las mujeres?
- Que si me has imaginado follando con mujeres así como me imaginas haciéndolo con hombres.
- No, con mujeres no te he imaginado.
- Pero ¿podrías imaginarme?
- No sé, creo que sí.
- La última: ¿deseas que llevemos todas tus fantasías a la realidad?
Sabido es que quien calla otorga por lo que ante mi silencio no preguntó más nada y solo dijo:
- Bien. Te llamaré.
Veinticuatro horas después me llamó nuevamente pero ya no preguntó nada, me pidió una cita para el día siguiente para vernos y charlar largamente de nuestras cosas, esas fueron sus palabras.
Nos encontramos por la tarde, poco antes de que anocheciera y fuimos a tomar un café a un lugar tranquilo en donde se reúnen muchas personas para el after office. Nos saludamos amorosamente, nos sentamos a una mesa bastante aislada y por lo tanto discreta y nos dispusimos a conversar.
- ¿Cómo has estado? Preguntó, rompiendo de esa manera el hielo.
- Muy ansioso y nervioso, todavía no entiendo como fue que me animé a contarte lo que te conté. Te entenderé perfectamente si has decidido no verme más.
- Tranquilo que no he decidido nada, aunque reconozco que me ha costado bastante entenderte y aceptarlo. Además valoro mucho tu gesto.
- Gracias
- No hay de qué. Debo decirte que tus confesiones me obligan a hacer las mías. No es que crea que esto sea imprescindible, en realidad creo que cuando las personas deciden casarse dejan su pasado atrás y emprenden una nueva vida desde cero, pero tú lo has planteado en estos términos y lo acepto.
Estuve pensando bastante y he llegado a la conclusión de que para cada una de tus confesiones tengo una que hacerte acerca de mí manera de ser.
- ¿Sí?, pregunté asombrado, porque en realidad no estaba preparado para escuchar nada que no fueran mis propias desviaciones, jamás hubiera imaginado que mi amada Mariela tuviera las suyas.
- Sí. La verdad es que después de analizar tus confesiones he concluido que me pasan cosas similares a las que a ti te ocurren, solo que nunca me imaginé confesándotelas. Por ejemplo luego de no tener sexo por unos días yo también me empiezo a transformar, me acaloro, cuando duermo me acaricio, doy muchas vueltas en la cama, coloco una almohada entre mis piernas, cuando me ducho enjabono excesivamente el coño, el culo y las tetas
- Pero eso no es grave…
- También tengo fantasías y me masturbo. Me encanta masturbarme y lo hago con bastante frecuencia, casi siempre después de haber tenido relaciones contigo
- Pero dijiste que lo hacías luego de varios días de no tenerlas
- Lo dije, pero también lo hago al rato de hacerlo contigo
- Debe ser normal…
- No lo sé, pero me he dado cuenta de que luego de hacerlo siempre quiero más. También pienso en otros hombres. Más de uno ¿entiendes?
- ¿Te gustaría tener sexo con varios hombres a la vez?
- Nunca lo había reconocido, pero ahora que tu lo has insinuado…
- Yo no mencioné nada de eso
- También acepto que podría pensar en hacerlo con alguna que otra mujer
- ¿También?
- Sí, y no descarto la idea de que tú lo hagas mientras te observo.
- ¿Qué yo lo haga con otra mujer frente a ti?
- O con un hombre, ¿por qué no?
- Me sorprendes…
- Bueno, entiende que tus confesiones abrieron mi mente y se convirtieron en una provocación. Al hacerlas tú temías que te dejase ¿no se te ocurrió otro tipo de consecuencia?
A esta altura ya no sabía que decir, estaba absolutamente confundido, me había quedado sin repuestas pero algo era seguro, mi polla comenzaba a erguirse. Mi novia en cambio se veía cada segundo más segura, convencida de cada palabra y con un dominio de la situación que la llevaba a seguir el tema con total naturalidad
- Lo que no se me ocurre que me produjese alguna excitación especial sería ponerme tus bóxer o tus calcetines. Eso no me pone pero en cambio me imagino desnuda, apenas cubierta con alguna camisa tuya que por supuesto me quedaría bien holgada. También puedo imaginarme atendiendo a algún amigo tuyo que viniese de visita desvestida de esa manera y cuando lo pienso siento cosquillas por ahí abajo.
- ¿Algún amigo en especial?
- Te devuelvo la pregunta ¿Cuándo te imaginas con alguna mujer, piensas en alguna en especial?
- No
- Entonces yo tampoco, creo que me daría igual cualquiera, siempre que…
- ¿Siempre que qué?
- Siempre que tenga una buena polla por que si no ¿para qué?
- Claro, es verdad. Dije, sin pensar.
- Lo de los masajes me va muy bien.
- ¿Si?
- Si. Me lo he pensado y me gustaría mucho probar. Igual que a ti me gustaría que me acariciaran las nalgas y que me metieran algunos dedillos.
- Que bien.
- Y me gustaría probar con profesionales de ambos sexos, juntos o separados.
- Claro.
- Y algo más.
- ¿Hay todavía más?
- Lo de tener sexo con mas de un hombre a la vez no sería una novedad en mi vida.
- ¿No? ¿Ya lo has experimentado?
- Si. Y me ha gustado.
- Nunca me lo dijiste.
- Bueno, una no anda por la vida diciendo esas cosas. ¿Cómo se oiría? ¿Te imaginas? Me llamo Mariela, mucho gusto, soy la que se ha pasado dos tíos al mismo tiempo y lo he disfrutado, joder. No, acepta que una no cuenta esas cosas, a menos…
- ¿A menos qué?
- A menos que una tenga un futuro marido como tú.
- Claro.
Igual que el día de mi declaración y pedido de matrimonio se hizo un largo silencio y me parece que esta vez fui yo quien revolvió el café por mucho tiempo dejando que se enfriara y sin probarlo después.
- ¿Me darías unos días para pensar?, propuse,
- Claro, me parece lógico.
- Pero, dime solo una cosa
- ¿Qué?
- ¿Me aceptas como soy?
- Claro que te acepto, tonto. No solo te acepto sino que estoy entusiasmada, creo que se nos abren un sinfín de posibilidades para disfrutar la vida y que tengo mucha suerte por tener un novio como tú.
Dos días después nos volvimos a encontrar en el mismo lugar y ya nada fue igual. Mariela vino vestida para el infarto, de buenas a primeras se transformó, ya no era una ingenua adolescente sino que ahora lucía como una auténtica mujer. No miento si afirmo que cada uno de los hombres del lugar se voltearon para observarla y alguna que otra mujer también.
- Hola amor ¿Cómo estás? Dijo como si nada
- Bien ¿Y tú?
- ¿Yo? Cachonda. ¿Has pensado?
- Si
- ¿Y?
- Y nada, que está bien, que somos lo que somos y no solo está bien que lo sepamos sino que me parece muy bueno que nos aceptemos
- Fantástico, entonces ¿tenemos un trato?
- Si, tenemos un trato
- Un trato y muchos secretos
- Si, muchos secretos
Y sin aparentes motivos nos tentamos y reímos un largo rato tomados de la mano, cruzando las miradas llenas de deseo y pasión. Esto merece un brindis, dije, y pedí unas cubatas para festejar.
- Dime, dijo cuando la tentación cesó
- ¿Has estado con alguna mujer u hombre durante estos días?
- No, para nada.
- ¿Y te has masturbado?
- No, estuve bastante afligido pensando en lo nuestro y me olvidé del sexo
- Y ya han pasado mas de cinco días
- Seis, para ser más exactos
- Y entonces ¿qué preferirías, mi tanga, mis medias, aceite en la cola, dedos o que me enrede con alguno de los tíos que me están mirando?
- Ya te he dicho que esas cosas se me cruzan en caso de abstinencia…
- ¿Seis días no son abstinencia?
- Si, lo son, pero…
- Pero nada. ¿Entonces?
- Que preferiría comenzar solos, por ahora sin terceros.
- Cobarde, dijo riendo.
- Lo acepto, soy un cobarde, dame un poco de tiempo, no estaba preparado para que lo tomaras tan bien.
- El que quieras, pero recuerda que tú lo empezaste. Solo algo quisiera pedirte…
- Dime.
- Que todo ocurra sin reproches, por favor.
- Sin reproches.
Unos minutos después de nuestro trato Mariela se dirigió al servicio dejándome a solas con un pequeño tiempo para reflexionar. No sabía bien qué pensar, mi novia me había ganado la iniciativa y me estaba costando bastante aceptarlo. Antes de mi confesión yo me había imaginado que asumiría el papel de demandante y ella pasaría a ser una especie de temerosa sumisa aceptando todo lo que le propusiera por temor a perderme, pero las cosas se habían dado vuelta de tal manera que ahora era yo quien temía que todo se nos fuera de las manos. Por otra parte tampoco descartaba que su reacción fuese fingida, que todo fuera una puesta en escena para medir mis reacciones y saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar.
Decidí dejarme llevar, que los acontecimientos sucedieran sin oponer resistencia, tolerando todo sin reproches en caso de que ella avanzara demasiado, colaborando, facilitando el desarrollo de todo lo conversado.
Mariela en cambio no parecía tener dudas, se la veía feliz y plena, relajada como si realmente hubiera encontrado la verdad y la felicidad, segura de si misma, amorosa conmigo, en fin, dispuesta a disfrutar todo lo que la vida y yo le estábamos ofreciendo.
Al regresar de los lavabos se detuvo en la barra acercándose a un hombre joven muy apuesto para pedirle fuego. Conversaron unos minutos, rieron y mientras encendía su cigarrillo ella le cogió la mano que sujetaba el cerillo con sus dos manos en una actitud que desde mi posición de voyeur forzado pareció una caricia muy sensual. Ella había regresado con su camisa abierta hasta por debajo del esternón lo que permitía observar generosamente la forma que adoptaba su sostén al sujetar tan voluptuosos pechos, el hombre no podía apartar sus ojos de semejante espectáculo y yo no podía contener mi calentura, por un lado por ver a mi novia en esa actitud y por el otro por lo novedoso de la situación. Mi excitación me servía para confirmar lo acertado que estuve al relatarle a mi novia mis fantasías, en ese mismo momento estaba confirmando por primera vez que era verdad que me gustaba ver a mi mujer con otro hombre, sin dudas tenía efectivamente vocación de cornudo, lejos de afligirme me sentí bien, dolía verla con otro pero a la vez me gustaba tanto que estaba seguro que muy pronto me acostumbraría. Mientras charlaban ella me miró, me guiñó un ojo y me lanzó un beso que yo me encargué de demostrar que lo había atrapado.
Luego de esos largos minutos regresó a nuestra mesa, se sentó a mi lado sin preocuparse de que sus magnificas piernas quedaban casi completas al descubierto llamando una vez más la atención de todos los que nos rodeaban y sin dudar y sin importarle que alguien viese lo que hacía dirigió su mano a mi polla que encontró en dureza extrema, a punto de explotar. Entonces me pidió: llévame a una cama, necesito follar.
No pude esperar a llegar a casa, la metí en el primer hotel que encontré que resultó ser un cuchitril de cuarta categoría, sucio, desordenado, con algunas putas y hombres de pésima presencia caminando por sus pasillos.
- Disculpa el sitio cariño, es por la urgencia.
- No te disculpes, está muy bien, es el tipo de lugar que elegiría una puta para iniciar a un cornudo consciente….
Llegamos hasta el cuarto casi sin ropas ya que fuimos tironeando de nuestras prendas con desesperación, besándonos, mordiéndonos como fieras salvajes mientras nos metíamos mano descaradamente. En cuanto traspasamos la puerta se arrodilló frente a mí pegando su boca contra mi paquete, aflojó el cinto y bajó la cremallera con suma urgencia, sacó mi erguido miembro que estaba duro como una roca y a punto de explotar y lo metió en su boca casi por completo. Y no es que la tenga corta, por el contrario es larga y gruesa, lo que ella llama una buena polla. Sentí su esfuerzo por hacerla traspasar su garganta, estaba loca, extremadamente perturbada, lamía con desesperación el glande, principalmente su cara posterior donde se encuentra el frenillo, seguía por todo el tronco y al llegar a los testículos los metía en su boca hasta hacerme doblar y entonces seguía su recorrido llegando a mi ano que también lamía como si de una paleta se tratase, haciéndome sentir sensaciones tan fuertes que en varias oportunidades estuve a punto de correrme. Mientras me daba tanto placer ella misma se auto estimulaba metiéndose los dedos en el coño sacándolos impregnados de sus jugos y dándomelos a beber.
- Venga, vamos a la cama que quiero darte lo que has pedido
- Yo solo quiero follarte…
- Cobarde, lo has pedido y lo tendrás, además me has puesto a mil y no pararé hasta volverte loco, deseo hacerlo más que nada en este mundo.
Me tumbó sobre la cama y me sacó la ropa con tanta furia que casi la rompe. Una vez desnudo me dio vuelta dejándome boca abajo y me pidió que esperara un minuto sin moverme. Ni se te ocurra darte vuelta me dijo, y yo obedecí. Sacó de su bolsa un frasco de aceite de masajes, volcó una buena cantidad sobre mi espala y nalgas y comenzó a acariciarme de una manera tan sensual que creí volverme loco. Montada sobre mis muslos subía con sus manos hasta mi cuello y luego descendía siguiendo el recorrido de mi columna vertebral, al llegar a las nalgas abría sus manos para abrazarlas una por una, primero con las manos abiertas haciéndome sentir el contacto de la caliente piel de sus manos contra mi culo y luego con los dedos, clavando ligeramente sus uñas. Repitió estos movimientos sin cansarse hasta que notó que me estaba acostumbrando y por lo tanto disminuyendo mis reflejos, entonces volvió a excitarme desplazando la punta de sus dedos por mi raja deteniéndose puntualmente en la puerta del ano que la invitaba a ingresar con creciente ansiedad. ¿Los quieres adentro, verdad? Preguntó y respondió al mismo tiempo y entonces con una mano cogió los pelos de mi cabeza jalando fuertemente hacia ella hasta hacerme gritar y en el momento exacto del grito me metió tres dedos juntos, que no me dolieron porque estaban muy lubricados con aceite pero que me hicieron estremecer de tal manera que no pude evitar eyacular sin siquiera haberme tocado.
Quedé tendido sobre la cama boca abajo, tal como me había ubicado siguiendo las indicaciones de Mariela, temblando, sintiendo mi polla palpitar y mi esfínter anal latir alternativamente. Estaba sofocado, jadeante, parecía que no podía respirar, no tenía voluntad para moverme ni para abrir los ojos. Mientras tanto Mariela permanecía montada sobre mis muslos frotando sus pechos contra mi espalda, con una mano jugaba con mis cabellos y con la otra seguía acariciando mis glúteos, regalándome el máximo placer, lamiendo mi cuello, susurrándome al oído hermosas palabras que auguraban momentos maravillosos a partir de nuestra nueva situación. Sin dudas esta era una nueva mujer a quien no sabía si podría llegar a satisfacer, todavía no imaginaba que seguramente muy pronto encontraría voluntarios que me ayudarían con ella, a consolarla y satisfacerla según sus necesidades.
En cuanto me recuperé sentí la necesidad de devolver favores pero no me resultaría tan sencillo ya que, como le había explicado a Mariela, yo funcionaba como dos personas, una cuando venía de un tiempo de padecer abstinencia sexual y otra muy diferente luego de haberme desahogado. El lamparón que terminaba de dejar sobre el colchón, que dicho sea de paso fue a acompañar groseras marcas de acabadas anteriores, influiría decisivamente sobre mi estado de ánimo. Por lo pronto mi pene se encontraba totalmente fláccido sin dar muestras de querer reaccionar, mi cerebro somnoliento, con más ganas de entrar en un profundo sueño que de estimularse con situaciones eróticas creadas o por crearse, mi cuerpo cansado y hasta podría decir que mis sentimientos habían entrado en un período de breves recreos. No obstante estas involuntarias condiciones una sensación del deber por cumplir me dio fuerzas para intentar complacerla. A pesar de mi desgano comprendía cabalmente sus ansias insatisfechas y su impostergable necesidad de un alivio.
Nunca antes le había practicado a mi novia el sexo oral pero ante mi desastroso estado que me impedía afrontar la situación con la eficacia requerida ésta me pareció la mejor ocasión para estrenar nuevas tácticas. Guiado por el instinto o la intuición, sin darle tiempo a oponer resistencia tendí a Mariela sobre la cama de manera que su cola quedara sobre el borde y las piernas quebraran hasta el piso. Me arrodillé frente a ella que se dejó hacer sin resistirse a pesar de que antes, por pudor, jamás me había permitido observar tan de cerca su intimidad más guardada, abrí delicadamente sus piernas y comencé a besar muy suave y muy lentamente la cara interior de sus muslos, primero uno, luego el otro, acercándome cada vez más a su cueva que al despedir un aroma nunca antes percibido me provocó una sensación de embriaguez que hizo que las tensiones acumuladas fuesen desapareciendo dando lugar a la llegada de un nuevo hombre, un nuevo Javier que disfrutaba del sexo plenamente a pesar de haber tenido un rato antes un más que satisfactorio desahogo. Me sentí maduro, adulto como nunca antes me había sentido, un hombre completo. Fue el mejor momento de mi historia, aquél en el que me di cuenta de cuán acertado había estado al sincerarme con mi mujer. Mi abuelo José sí que sabía de la vida y de las mujeres…
Mariela estaba empapada, su depilada vagina derramaba jugos dulces, limpios, cálidos, muy sabrosos que me llevaron a engolosinarme rápidamente. A medida que yo bebía ella levantaba las piernas abrazando mi cabeza fuertemente. La mezcla de sus jugos con mi saliva hizo que mi lengua se deslizara con maravillosa fluidez provocando sus jadeos y mi adicción y al concentrarme en su clítoris su tensión creció de tal manera que temí que con sus piernas me asfixiara. Nuestros cinco sentidos funcionaban y respondían a pleno. Disfrutaba tanto que lo seguí haciendo lentamente, dándome cuenta de que cuanto más me demoraba más la desesperaba y complacía. Dejé su botón divino y me concentré en los alrededores haciendo girar mi lengua muy lentamente dibujando círculos que terminaban luego de varias vueltas en su hoyo en el que metía toda mi lengua dejándola un rato para luego volver a circunvalar su punto máximo de placer otra vez y otra vez y otra vez. Su creciente tensión me llevó a sujetar sus brazos hasta inmovilizarla lo que solo logró desesperarla más, lo que a su vez me llevó a aprisionarla más fuerte, continuando hasta arrancarle un grito exasperado de dolor y éxtasis seguido de una súplica, pidiéndome que la dejara porque ya no daba más.
Me sentí triunfante y sumamente erotizado y, para mi sorpresa, nuevamente erecto y listo para otra vez comenzar…
Y así lo hice, sin dudar ni por un instante me monté sobre ella que me recibió con sus piernas muy abiertas, abrazándome muy fuerte y pegando su boca a la mía. Nuestras lenguas jugaron una batalla apasionada en la que el intercambio de saliva solo se podría comparar al que recién terminábamos de tener entre mi saliva y sus jugos. Duré todo lo que pude que lamentablemente no fue demasiado o, por decirlo de alguna manera, no se extendió todo el tiempo que ninguno de los dos deseaba pero fue muy bueno, por intenso y por pasional, tan sentido y disfrutado como nunca antes, me parece que en ese momento tanto ella como yo hubiésemos querido morir. No quiso que eyaculara en ella, me dijo que no deseaba embarazarse y yo no entendí de dónde sacó en ese momento semejante lucidez. También por primera vez acabé en su boca y ella por primera vez bebió mi semen y me regaló una mirada en la que me dijo todo lo que me amaba y todo lo que había disfrutado. Nos quedamos unos cinco minutos inmóviles y en silencio hasta que por fin hablé…
- Vamos Mariela, no aguanto más esta pocilga
- ¿No te ha gustado?
- Sí, me ha gustado más que nunca pero ahora que me enfrié me doy cuenta de lo desagradable que es este lugar
- ¿Y qué pasa con mi tanga y mis medias de lycra, ya no las deseas?
- Nada, nada, ahora no…
- ¿Y qué tal si salgo al pasillo a buscar a uno de esos tíos que se paseaban por ahí?
- Ahora no mi amor, vámonos
- A mí me gustaría…
- Ahora no Mariela, vamos
Y a regañadientes de Mariela, que se veía bastante molesta, nos fuimos. Me pidió que la dejara en la casa y apenas si se despidió. No fue el mejor final para nuestro primer encuentro transgresor. La dejé en la puerta de su casa, me despedí y por tres días no supe de ella. Al cuarto día me llamó y me pidió que nos encontráramos en el bar de siempre…
Llegó con cara de pocos amigos. Cuando le pregunté que por qué se la veía disgustada me contó de su enfado por lo del otro día…
- Creí que lo habíamos pasado muy bien, le dije
- De maravillas contestó, pero repentinamente quisiste irte, huyendo vaya una a saber de qué
- Ya te lo he explicado, soy como dos personas al mismo tiempo, una antes del sexo y otra muy distinta después
- Entiendo, pero ¿no has pensado que yo también podría tener una manera de ser?
- ¿La tienes?
- Claro que la tengo y muy distinta a la tuya. Yo no me apago inmediatamente, por el contrario, cada vez me enciendo más, ni siquiera imagino en donde estará mi límite.
- Pero ¿siempre has sido así?
- No sé, si lo era no lo sabía, ahora todo cambió. Tú me propusiste el cambio.
- Mariela, yo solo te conté cómo soy, no te propuse nada
Se le llenaron los ojos de lágrimas, su rostro demostraba enojo y frustración. Me pidió que nos marcháramos. Nos despedimos muy fríamente y cuando le pregunté cuando nos veríamos apenas si me dijo que me llamaría. Y dejó pasar diez interminables días hasta que hizo sonar el timbre del teléfono…
- Hola ¿Javier?
- Sí, soy yo, ¿cómo estás, sigues enfadada?
- Quizás, y tú ¿Qué sientes diez días después?
- ¿Qué siento? Que te extraño y quiero verte
- ¿Qué más?
- Que te necesito
- ¿No sientes todas esas cosas de las que me hablaste? ¿No te vienen a la mente ideas locas?
Dudé, me dolía mucho tener que reconocer mis debilidades pero yo mismo había provocado todo esto y no quería mentir
- Un poco
- Vamos, dijo riendo, ¿solo un poco?
- Está bien, bastante
- ¿Cuánto tiempo hace que comenzaste a pensar o sentir “bastante”.
- No me humilles por favor
- Solo dime cuanto tiempo desde que fantaseas
- Cuatro o cinco días, cada día con más intensidad
- Eso quería escuchar. Bien. Quiero verte, encuéntrame esta tarde donde siempre.
- Está bien, nos vemos…
En cuanto nos vimos nos abrazamos amorosamente retomando lo que siempre había sido nuestra relación. Nos extrañábamos sinceramente y todo me hizo pensar que nuestros sentimientos de amor seguían intactos. Estuvimos todo el tiempo tomados de las manos, acariciándonos y besándonos como dos tórtolos que éramos. Por más de una hora del tema que nos ocupaba últimamente no se habló pero a mí me pareció que flotaba entre los dos. Le pregunté a mi novia si sentía lo mismo y reconoció que sí, que no se engañaba, que sabía que teníamos una conversación pendiente pero que así como esas inquietudes se habían instalado entre nosotros eso no podía ser más importante que nuestra relación. Me dijo que para ella ese era solo un tema y una pequeña parte de la vida que de ninguna manera debería influir en nuestros proyectos.
- He pensado mucho en todo lo sucedido últimamente
- Yo también, respondí
- Quisiera que aclarases un poco que te ocurrió el otro día, me pareció que huías del hotel arrepentido de lo que hacíamos. ¿Estás arrepentido de algo?
- No. Yo quería confesarte mis debilidades y lo sigo sosteniendo pero insisto en que no estoy preparado para que tú lo tomes o aceptes como lo has hecho. Creí que me despreciarías y en cambio adoptaste la idea como propia.
- Se dice que “dios los cría y ellos se juntan”, descubrimos que somos muy parecidos
- Yo no diría que tanto, lo mío son solo fantasías, tú, en cambio, pareces ser de desear llevar a la realidad cualquier cosa que se nos pudiera ocurrir
- Ahí hay dos cosas: por un lado se me ha despertado un espíritu aventurero que no sabía que tenía y por el otro durante mis reflexiones he llegado a la conclusión de que no deberíamos mezclar el sexo con nuestro amor. Quisiera que pudiéramos ver al sexo como algo menor, sin importancia aunque muy placentero, como un deporte o como un entretenimiento. El amor y la relación de pareja, en cambio, es algo mucho más importante, mucho más profundo y serio que será lo que nos unirá para toda la vida. Lo otro, la diversión, pasará luego de un tiempo o nos acostumbraremos, ya verás.
- Pero no puedes negar que amor y sexo están muy relacionados.
- En casi todas las personas seguro que si pero me parece que existimos otro tipo de individuos que podemos separar las cosas disfrutando de una vida sexual liberada de las ataduras sociales sin perjudicar por ello nuestra relación de amor.
Me quedé muy sorprendido por la manera sensata en que Mariela analizaba la situación. Lejos de estar enojada aceptaba la forma de ser de cada uno de nosotros sin titubeos. De cómo era yo por mis confesiones y de ella por lo que se había despertado desde aquel día. Luego de otro largo silencio me preguntó:
- ¿Qué piensas?
- Me siento como un violador que al descubrir que su víctima está encantada con la agresión a la que es sometida, pierde repentinamente todo interés y huye.
- Me dejas en una situación incómoda, a partir de ahora si insisto en seguir adelante quedaré como la promotora, cuando has sido tú quien lo inició.
- Creo que estoy confundido
- Yo creo que estás asustado
- Es verdad, tengo miedo
- ¿Qué temes?
- Perderte
- No temas, no me perderás pero tendrás que aceptar que ya no somos las mismas personas. Tendremos que volver a conocernos y acostumbrarnos a lo que somos. Por mi parte te diré que no daré un paso atrás, quiero que cada una de tus fantasías se hagan realidad. Lo deseo con mucha intensidad. Durante estos días me he masturbado a diario y más de una vez por día.
- ¿Pensando en qué te has masturbado?
- En tus fantasías, que hoy son las mías
- Se más específica, por favor
- Bueno, he pensado mucho en vestirte con mis medias y con mis tangas. He pensado que por pedido mío las llevas puestas todo el día. Imaginé largas sesiones de masajes muy transgresores con hermosas personas de todos los sexos
- ¿Todos los sexos?
- Sí, todos, he podido “verte” hasta con una travesti, pero para serte sincera lo que más me excita es que puedas verme cuando otros me follen.
- Por lo visto esto no tiene marcha atrás
- No, tómalo o déjalo. Discúlpame Javier, no es mi intensión ponerte en una encrucijada pero como tú mismo has dicho: muy mal haría yo en no decirte la verdad. Esta soy yo o mejor dicho “ahora”, esta soy yo.
Pensé durante un largo rato, cuando el silencio se hizo insoportable Mariela me suplicó, - por favor, dime algo
- Si te propusiera que ahora mismo buscásemos un hombre para llevar a nuestra cama, ¿lo harías?
- Sí, sin ninguna duda
- Bien te diré lo que haremos. Como no creo estar preparado para soportar una circunstancia así pero como a la vez esta situación me calienta hasta el delirio (y al decir esto llevé su mano a mi polla para demostrarle que más erecta no podía estar) te propongo que seas tú quien salga de conquista, que lleves a tu presa a una cama o a donde se les plazca para hacer con él o ella todo lo que te dé la gana y que luego regreses a mí, que te estaré esperando en mi casa, y me relates cada detalle de lo sucedido.
- Pero entonces perderemos la esencia de lo que venimos conversando. La idea siempre fue que tu deberías estar presente
- Lo sé, pero como te dije no creo estar preparado
- ¿Y crees que si lo hago por mi cuenta te será más leve?
- Tampoco lo sé, tendremos que ver como reacciono luego de que suceda
- Entiendo, quiere decir que si te sientes mal me mandarás a freír buñuelos…
- La verdad es que tendremos que aceptar que es una posibilidad, también tú podrías dejarme, desencantada, luego de verme vestido con tus ropas íntimas
- ¿quieres correr el riesgo?
Volví a llevar su mano a mi polla y no hizo falta hablar más…
Esa misma noche, cuando Mariela llegó a mi casa, me encontró pálido, muy nervioso y fumando, cosa que hacía mucho tiempo que no practicaba. La espera se me había hecho interminable y para sobrellevarla me había puesto a cocinar, poner la mesa, ordenar la casa, cualquier cosa que me entretuviese con tal de evitar la angustia que me provocaba pensar que en esos momentos mi mujer estaba follando con alguien más con mi consentimiento y, peor aún, por pedido mío.
Ella también estaba alterada, irradiaba tensiones, claramente se veía que venía de pasar por una o varias situaciones muy excitantes. Su cara la delataba, las ojeras y el rictus tenso de la comisura de sus labios no dejaban dudas de que venía de una batalla. Encendió un cigarrillo y al sentarse despreocupadamente en el sofá pude observar que no llevaba ropa interior. Quiso comenzar a relatarme de inmediato todo lo que había sucedido desde que nos despedimos por la tarde pero la detuve, le propuse ir despacio, cenar tranquilamente para disfrutar de una velada que sería diferente a todas
- Entonces me ducharé y vendré para que me sirvas la cena, me dijo
- No, quédate así
- Estoy sucia, he sudado mucho
- … puedo imaginarlo dije acercándome desde atrás a lamer su nuca que efectivamente sabía salada, descendiendo luego a beber de sus axilas su copiosa transpiración de las que emanaba un intenso aroma que en cualquier otra oportunidad hubiese sido desagradable pero que ahora me parecía afrodisíaco y delicioso.
- Mi coño viene…, bueno, podrás imaginarte.
- Mejor, así habré de lamerlo hasta dejarte limpia.
- ¿No te molestará sentir otros sabores?
- Lo estoy deseando…
- Vaya, parece que la incertidumbre te sienta bien…
Como respuesta me separé y le ofrecí una copa de vino tinto al tiempo que le tendía mi mano para acompañarla hasta la mesa mientras lamía una vez más su cuello en busca de ese sudor intenso que me terminaba de fascinar. La adrenalina no nos permitió disfrutar de la cena pero la soportamos para alargar el momento en busca del placer máximo que sabíamos nos esperaba, ambos intuíamos que los buenos momentos había que disfrutarlos lentamente y a esta altura comprendíamos que este era uno de ellos, más que nada por la intensidad de lo vivido. Luego del postre nos acomodamos en el sofá con unas copas de brandy, le comenté que lo que más feliz me hacía era comprobar que a pesar de lo vivido, que aún no sabía qué era, ella estaba ahora conmigo y para mí, demostrándome de esa manera su amor incondicional y entonces le imploré: - Ahora sí, cuéntamelo todo…
- Preferiría que comenzaras tú
- ¿Yo?
- Claro, me parece que has sido tú quien ha vivido los momentos más intensos…
- Pero yo estuve aquí solo, esperándote, no hice nada especial, me resulta curiosa tu forma de pensar
- Si yo hubiese estado en tu lugar creo que hubiera muerto de impaciencia, vamos, que si me amas como dices habrás sentido miedo y curiosidad. Miedo por temor a que me ocurriera algo malo, curiosidad por saber con quién estaba y qué estaba haciendo, si lo estaba disfrutando o si estaba arrepentida, si era bien o mal tratada, en fin que tanta incertidumbre me imagino que genera una gran angustia
- Es verdad, he sufrido bastante pero debo reconocer que también esa angustia me ha generado placer. Es todo muy contradictorio, me he muerto de celos al imaginarte sobre una cama, boca arriba con las piernas flexionadas y muy abiertas lista para recibir el miembro de un hombre que no era yo y me he maldecido por sentirme tan excitado por esa situación, tanto que casi he eyaculado sin tocarme, de solo pensar…
- ¿Lo ves? Seguro que tienes mucho más para contarme…
- La primera reacción fue de enojo. Contigo, ¿con quién si no? Me dije que no eras otra cosa que una golfa, que siempre lo habías sido, que vaya uno a saber con cuantos me habías engañado antes y todo tipo de pensamientos contra ti. Luego me la agarré conmigo, me acusé de haberte enviado al matadero como una res sentenciada, me traté de inmoral, de flojo, de cornudo, llegué a decirme que seguramente no era otra cosa que un puto por las cosas que me imaginaba y que si algo malo te ocurría sería solo por mi culpa.
- Me imagino los momentos que habrás pasado, yo en cambio siempre supe con quién estaba, en donde estaba y lo que estaba haciendo, definitivamente estoy convencida de que lo tuyo ha sido mucho más denso.
- Pero, una vez más, reconozco que el placer ha sido igual de intenso. Con el correr de las horas fui modificando mi pensamiento y mi angustia se convirtió en razonamientos acordes con mi manera de ser, pude justificarme y darme los permisos que necesitaba para vivir mi vida junto a ti de la manera que más me place. Decidí que nunca más me importaría lo que la gente piense ni las reglas impuestas por una sociedad que nos llenó de imposiciones y normas sin habernos consultado jamás, según las ideas de vaya a saber qué tipo de personas y bajo qué circunstancias, que seguramente afectarían sus vidas pero que poco o nada tienen que ver con las nuestras. Llegué a la conclusión de que a partir de ahora solo me importaría buscar la felicidad y el placer y a pesar de los celos y de todas mis inseguridades y temores reconocí que esta situación que estamos comenzando a vivir me agrada tanto que supera con creces todas las adversidades que pueda verle.
- ¿Ya sabes qué es lo que te da tanto placer?
- No, ni me lo imagino, tampoco me importa, solo sé que lo disfruto y si me convenzo de que tú lo disfrutas tanto como yo me sentiré pleno. A veces he pensado que será por la transgresión, por la parte perversa de todo esto, hasta he pensado que quizás solo se trate de una búsqueda de libertad, quizás te permita todo para lograr que tú me lo permitas a mí. También el dolor me ha producido un gran placer, el dolor espiritual, el intrínseco, creo que también soy algo masoquista.
- ¿Qué es lo que más te ha dolido?
- Saber que disfrutarías con otro más que conmigo. Pensar que podría perderte. Me he comparado con un piloto de fórmula uno que sabe que puede morir por una mala maniobra pero que a pesar de los riesgos no puede dejar de correr porque necesita de esa adrenalina. Me parece que esto me hace segregar mucha adrenalina.
- Te tienes baja estima, no sabes con quien gozaría más o menos. No lo sabes
- Es verdad. Quiero que sepas que mi desesperación fue muy intensa, lo único que me hubiese calmado hubiese sido una buena paja ya que estuve todo el tiempo muy erecto pero no quise hacerlo porque quería esperarte completo para demostrarte mi valentía. Por eso decidí cocinar, para no pensar más y que la espera me resultara menos dura.
Mientras escuchaba Mariela fue desabrochando mi camisa, la quitó y acarició muy suavemente mi pecho. Besó mis tetillas, las lamió y mordisqueó hasta hacerme estremecer. Luego me consoló acariciando mi cabeza mientras apoyaba la suya contra mi pecho compadeciéndome por cuanto había sufrido, por el duro trance que había pasado y diciéndome que ella no hubiese soportado estar en mi lugar. Pudo comprobar cuan perturbado estaba. Cuando me quedé sin palabras apagó la luz general dejando solo un pequeño velador encendido lo que creó un clima muy íntimo, me besó apasionadamente aprisionando mi lengua, derramando su saliva en mi boca, mordiendo mis labios, clavando sus uñas contra la piel de mi nuca. Luego se dirigió a mi cintura, aflojó mi cinturón y quitó mi pantalón junto con el bóxer dejándome desnudo. - Quiero que estés desnudo para cuando te cuente mi parte, me dijo, necesito ver de qué manera crece tu polla con cada parte de mi historia, necesito comprobar que realmente te excita. Deseo que mi relato te enardezca y quiero que sepas que cada una de las cosas que te detallaré se ajusta exactamente a la verdad.
- Anda mujer, dime lo tuyo, vuélveme loco…
- Primero me gustaría contarte como ha sido que pude llegar a aceptar tus ideas y adoptarlas como propias… Aquel día luego de que te sinceraras me fui muy angustiada, estaba convencida de que lo que me habías querido confesar era que tú eras gay, que te gustaban los tíos, travestirte y todo eso. Me ha llevado unas buenas horas dejar esa idea de lado y comenzar a ver todo desde otro punto de vista. Lo primero que me ayudó a cambiar la idea fue pensar que si fueras eso me lo hubieras confesado de igual manera que lo hiciste con lo que me dijiste. Me pregunté por qué no habría de creerte ya que lo confesado no era liviano y también requería de una buena dosis de coraje. A partir de esa idea pude recordar y tener muy en cuenta nuestra vida amorosa llegando prontamente a la conclusión que siendo yo una mujer tan ardiente y por qué no decirlo, bastante calentona, un homosexual no podría hacerme el amor como tú me lo haces, muy bien, dejándome casi todas las veces muy satisfecha, provocando que cada día te ame más. No es que quiera adornarte la oreja, es la verdad.
A partir de que me fui serenando busqué en la red y encontré muchas páginas que tratan el tema de los cornudos y descubrí que son muchos los hombres que tienen fantasías de este tipo. Leí algunos relatos y me excité mucho llegando a masturbarme unas cuantas veces. Descubrí que hay gustos para todos, algunos consiguen y le traen ellos mismos hombres a sus mujeres, otros prefieren esconderse y espiarlas cuando ellas son folladas, algunos prefieren ser testigo presenciales sin participar, otros, en cambio actúan simultáneamente con su mujer y el amante. Hay quienes piden a sus mujeres que sean ellas las que se consigan quien las folle, como tú me has pedido hoy, lo tienen como sistema, no como tú que me has dicho que así quisieras que fueran solo las primeras veces hasta acostumbrarte, en fin, que la idea me fue entrando y al cabo de unas horas ya estaba ansiosa por comenzar la nueva vida.
Después de que me fuera tranquilizando recordé mi propia experiencia, ¿recuerdas que te dije que esto de follar con más de un tío no sería novedad para mí?
- Sí, claro cómo no recordarlo, si cuando me lo contaste me he empalmado como pocas veces.
- Ya veo, dijo Mariela mientras me acariciaba la polla con una mano y con la otra abrazaba mis testículos con firmeza, como si los quisiera arrancar. Te lo voy a contar…
Antes de comenzar a hablar se levantó, tomó cierta distancia para verme desnudo recostado sobre el sofá, con las piernas algo separadas y completamente erecto. Ella no se quitó su ropa, aunque ya sabía yo que debajo de ese delicado vestido estaba completamente desnuda. No dije nada, me pareció que el silencio era lo mejor, ella estaba muy entusiasmada con su relato, me pareció que se lo tenía muy pensado.
- Yo tendría unos diez y nueve años. Habíamos organizado una fiesta de fin de curso en casa ya que mis padres estaban de viaje y como es de esperar habíamos bebido bastante. Ya era la madrugada, se fueron casi todos, solo se quedaron Gonzalo y Pedro, dos buenos compañeros de curso, a beber su última copa y para darme una mano, según lo que me dijeron, con la limpieza.
Nos sentamos en un amplio sofá de la sala, yo en el medio y cada uno de ellos a mi lado. Copa va, copa viene, en un determinado momento Pedro me abrazó y besó en la boca metiéndome la lengua hasta casi la garganta como hacíamos a esa edad cuando creíamos que la cantidad superaba en importancia a la calidad. Me gustó y le hice el juego. Siguió con los besos mientras, como era de esperar, acarició mis pechos, primero sobre la camisa y lentamente fue metiendo sus dedos por debajo de la tela hasta agarrarlos desnudos, por debajo del vestido. Me gustó mucho y me hizo estremecer. Nos habíamos olvidado de todo y creímos que estábamos solos pero no era así. Mientras Pedro me sobaba por todos lados Rodrigo se acercó suavemente por mi otro lateral, cogió mi mano y la llevó a su polla que estaba afuera de su pantalón muy erecta, era gruesa y palpitaba. Mi primera reacción fue quitar la mano pero me sujetó fuertemente al mismo tiempo que Pedro bajó una de sus manos a mi entrepierna deslizando sus dedos por debajo de mis bragas y metiéndolos ágilmente en mi vagina, que ya estaba completamente inundada por la excitación, venciendo prontamente mi resistencia lo que hizo que agarrara la polla que tenía en mi mano con tanta fuerza que Rodrigo tuvo que obligarme a soltarla. Quisiera confesarte en este momento que estos chicos vencieron mis defensas con extrema sencillez, no quise negarme a nada porque disfrutaba como una loca, colaboré con ellos sin oponer resistencia, en una palabra: fui muy fácil, lo supe desde el comienzo pero mi debilidad por el placer pudo más. A partir de ese momento todo sucedió rápidamente, en un santiamén yo estaba desnuda y arrodillada con cada uno de ellos a mi lado, tomando sus pollas con cada una de mis manos y lamiéndolas y chupándolas alternativamente hasta que los hice acabar sobre mis pechos y mi cara.
- ¿No tragaste su leche? Pregunté alucinado
- No, ni se me ocurrió
- ¿Y qué pasó?
- Un desastre, como buenos adolescentes en cuanto se sintieron saciados se vistieron y se marcharon dejándome sola y los muy cabrones ni siquiera me ayudaron con la limpieza.
- No puedo creerlo, que imbéciles, solo te usaron…
- Cosas de la edad. Por suerte al día siguiente regresaron y se disculparon. Argumentaron que estaban muy ebrios. Pero no se disculparon por haberme acosado y sometido sino que lo hicieron por haberme dejado a mitad de camino a lo que les dije sin nada de vergüenza o pudor que todavía estaban a tiempo de quedar bien conmigo…
- Guau! ¿Qué pasó entonces?
- ¿Qué podría pasar? Los hice entrar y ahora sí, me follaron hasta dejarme exhausta. Primero, como para dejar las cosas como habían quedado la noche anterior se las chupé a ambos mientras se quitaban toda la ropa, luego los llevé a la cama y me monté a Pedro que se tendió boca arriba tentándome con un enorme mástil que se erguía firme, irresistible. Me lo clavé hasta los huevos mientras besaba a Rodrigo y le metía toda mi lengua bien adentro de su boca. Poco después me hicieron poner en cuatro y fue Rodrigo quien me clavó desde atrás, también hasta el fondo, mientras Pedro hacía que se la chupe. Volvieron a cambiar y así en cuatro mientras Pedro me la metía y sacaba con muy buen ritmo Rodrigo me ponía los huevos al alcance de mi boca para dejarme lamerlos.
Más de una hora de mete y saca y por fin terminamos los tres, ellos un par de veces cada uno y yo no sé cuantas porque perdí la cuenta, primero nos reímos y luego nos quedamos dormidos.
- ¿Seguiste con ellos mucho tiempo?...digo, si te siguieron follando
- No. Esas fueron las únicas veces. Nunca sentí culpa, siempre lo vi como una aventura de juventud y muchas veces pensé que la mayoría de las chicas tendrían en su haber historias similares. Los seguí viendo pero nunca más ni ellos ni yo nos volvimos a insinuar. Con el tiempo me olvidé hasta ahora que gracias a ti ha vuelto a mi memoria. ¿Sabes que me ha gustado mucho contarte esta parte de mi vida? Y hablarte de mis experiencias sexuales, sobre todo de esta que ha sido tan transgresora, me ha calentado aún más; mira, me dijo llevando mi mano a su coño que derramaba jugos copiosamente. Ahora te contaré lo que he vivido hoy…
- No puedo esperar, dije, al tiempo que Mariela se acomodaba a mi lado, pegando su cuerpo al mío mientras me acariciaba delicadamente el pecho, los brazos, los muslos y me besaba la frente diciéndome que esos tiernos besos eran para mis incipientes cuernillos que aunque todavía pequeños ya comenzaban a tomar buena forma. Le pedí que no se burlara y respondió que solo quería excitarme y creedme si afirmo que lo lograba.
- Antes de que me cuentes lo de hoy, dime, ¿cuál te gustó más Rodrigo o Pedro?
- Pedro, sin ninguna duda, era más fuerte, la tenía más grande, se movía mejor y era muy transgresor, casi un degenerado
- ¿Te gustaría volver a tenerlo?
- Ni lo dudes. Si un día me lo encuentro lo traeré para que tú mismo seas testigo de lo que te digo.
Hizo un gesto que claramente demostraba que estaba en medio de una reflexión y me dijo: no puedo creer que esté hablando contigo de estas cosas y de esta manera, es increíble, maravilloso, siento una sensación de libertad como nunca antes, me da mucho placer y te lo agradezco mucho…
- Bueno, a lo de hoy…
- ¿Recuerdas el día que hablamos, cuando me confesaste tus fantasías?
- Si
- ¿Te acuerdas que me levanté para ir al servicio?
- Si
- Y al hombre a quien pedí fuego
- Sí, claro
- A él fui a buscar
- Pero qué, ¿ya habían quedado?
- No, pero me ha dicho que todas las tardes pasa por allí por un trago y que cuando quisiera allí mismo podría encontrarlo, así que allí fui
- Te había gustado mucho ¿verdad?
- No es por eso que fui, me daba lo mismo cualquiera porque en esta historia que estamos edificando lo bizarro es lo que estamos haciendo y no con quién lo hacemos. Me pareció más seguro ya que de alguna manera no era del todo un desconocido, todavía me asusta un poco la calle, además sabía que el hombre estaba dispuesto.
Cerré los ojos y me dejé transportar por el relato que Mariela me haría sobre su primer encuentro sexualmente completo con un hombre que no era yo, a pedido o por insinuación mía. Quería imaginar todo de manera que encajase con mis fantasías, me ayudaría mucho en esta ocasión conocer el lugar del encuentro y al hombre, su contextura física y su rostro, por haberlo visto en aquella ocasión. Por otra parte Mariela se dirigió a su encuentro apenas una hora después de estar conmigo por lo que iba con las mismas ropas. Nos despedimos en la calle, ella fue a un centro comercial muy cercano para hacer un poco de tiempo, ir a los servicios y maquillarse como hacen todas las mujeres. Al rato regresó y de ahí en más dejaré que sea ella quien nos cuente lo que ha vivido…
- En cuanto entré me di cuenta de que no estaba. Pensé entonces que daba igual, sin dudas encontraría muy pronto un reemplazante. Si de algo estaba segura era de que esa misma tarde follaría con un extraño. Lo deseaba y no hacerlo significaría retroceder y tener que considerar todo nuevamente, tú podrías tomarlo como una renuncia de mi parte y yo estaba muy lejos de no querer concretar, mi pecho palpitaba agitadamente, mis piernas padecían de un ligero temblor igual que mis manos que no se aquietaban cuando tomé un cigarro de la cajetilla y de mi coño mejor ni te cuento, destilaba fuego…
Estaba buscando en mi bolso, que ya sabes lo desprolijo qué es, cuando sentí una mano que se apoyaba sobre mi espalda, al voltearme vi que se trataba de él que me ofrecía fuego iluminando su cara con la tenue llama, dejándome ver una sonrisa de lo más seductora
- Hola, ¿puedo ayudarte?, te ofrezco mi fuego
- Suena interesante, contesté mientras como la vez anterior sujeté su mano con las mías para encender el cigarrillo, pero fíjate, se apaga fácilmente, agregué mientras soplaba la tenue llama.
- No creas, en materia de fuego creo tener como para iniciar un incendio. ¿Estás sola?
- Si
- Si yo fuese tu marido jamás te dejaría sola, me dijo queriendo alagarme al mismo tiempo que su mano descendía, depositándose sobre mi nalga.
- No es mi marido todavía, es mi novio y él si me deja sola, es muy seguro, no teme y me ha pedido que viva todas las experiencias que desee. Él me hace sentir que no es mi dueño y yo no soy su propiedad.
- ¡Un valiente!, y tú ¿qué deseas?
- ¿Porqué no lo averiguas tú?, y lo miré acercando mi cara sin dejar dudas de que en ese momento estaba dominada por el deseo y él respondió tal como esperaba, me besó apasionadamente en la boca sin importarle las personas que nos rodeaban. Yo respondí abrazándolo con un brazo mientras que con mi mano libre sujetaba su nuca para prolongar ese beso que sabía tan bien, evitando que se alejara. Tendrías que haber visto la escena Javier…
- Es que los estoy viendo y me estremezco. ¿te dijo su nombre?
- No se lo pregunté, no quería saberlo, quería que quién me follase en el día de hoy fuese un perfecto desconocido. Todos serán extraños, el único nombre que me interesa saber es el tuyo. Al poco tiempo de besarnos no me pude contener y bajé mi mano a su polla que ya estaba muy parada, se notaba grande y tentadora.
- ¿Vamos? Preguntó
- Sí, respondí.
Me llevó hasta su coche que lo había dejado cerca del lugar. Al subir dejé a propósito que mi falda se subiera dejando ver casi por completo mis piernas, creo que por este lateral, dijo mi novia señalando su lado izquierdo, se levantó tanto que se me veían las tiras de mi tanga negra. Cuando el galán subió al coche y me vio de esa manera me abrazó con su brazo derecho para besarme y con su mano izquierda se apoderó de mis senos estrujándolos muy fuerte, casi con desesperación. Yo sentí que triunfaba, lo tenía exasperado, pensé en ese momento que ese hombre haría cualquier cosa por mí y me sentí poderosa como nunca antes. Imaginé que cuando te lo contara tú también te volverías loco de placer.
- Estoy loco, tú me vuelves loco, me encanta como me lo relatas, no pierdes detalle, se nota que lo saboreas así como también estoy descubriendo que has disfrutado mucho del encuentro con este extraño.
- Sí, he gozado muchísimo, por mí y por ti, sabía que te entusiasmaría, pero déjame continuar, no sabes todo lo que hemos hecho…
- Continúa, yo seguiré con mis ojos cerrados para imaginarlos mejor.
- Yo quería llevar su polla a mi boca en ese mismo momento pero él, prudentemente, me contuvo alegando que no debíamos correr riesgos. Me llevó de inmediato al primer hotel que encontró que resultó ser de pasajeros y familiar. Tuvo que llenar un formulario en el que me anotó como su mujer. Estoy segura de que el conserje no se lo creyó.
La habitación era muy agradable con una cama enorme a la que seguramente le sacaríamos el jugo con todas nuestras ganas y fuerzas. A diferencia de la última vez cuando fui contigo, no nos apresuramos, fue muy agradable porque nos tendimos en la cama y nos besamos casi podría decirte que con dulzura, metiéndonos mano con delicadeza, este hombre sabía bien lo que hacía. Lentamente nos fuimos quitando la ropa hasta quedar desnudos y entonces en tono de broma le pregunté si ahora me lo permitiría, se rió con ganas y me dijo que eso era lo que más estaba deseando. Respondí metiendo su polla casi por completo en mi boca y al sentirla llena me engolosiné tanto que no quería soltarla. Luego lamí el tronco de esa formidable verga por ambos laterales y dediqué un tiempo especial a sus pelotas que eran grandes y colgaban como las de un Gran Danés. Adrede quise ponerlo a prueba y descubrí encantada que a este hombre podría estar chupándole las bolas todo el día y él se dejaría encantado sin llegar a eyacular, tenía mucho aguante.
- No como yo, que me excito tanto que me vengo muy pronto
- No compares cariño, cada uno tiene lo suyo y si lo piensas bien yo estaba disfrutando de esa polla gracias a ti. Tú eres quien mejor me complace.
- Sigue, y no quieras hacerme una demostración de cómo fue la mamada porque acabaría en cuanto mi polla entrase en tu boca
- Luego de un buen rato de complacernos con estos juegos, él también me lo ha chupado e inmediatamente me ha besado provocándome considerar que a juzgar por lo agradable del sabor debería probar cuanto antes con una mujer, estábamos listos para follar y ahora viene lo mejor
- ¿Por qué?
- Porque le he pedido que solo me lo hiciera por el culo
- ¿Qué?
- Lo que oyes, que decidí que fuera este hombre quién desvirgara mi invicto trasero.
- ¿Puedo saber por qué quisiste eso? Yo creí que lo tenías reservado para mí.
- No mi amor, tendrás que acostumbrarte a que sea yo quién decida sobre mi cuerpo, quise que hoy fuera un primer día para todo lo que pudiera imaginar, además tenía otro motivo, el verdadero
- ¿Qué motivo?
- Que en este día los dos perderemos la virginidad, luego de terminar mi relato, que no falta tanto, te follaré como me han follado a mí, nos igualaremos y desde este momento seremos lo mismo, novios, esposos, amantes, perversos, putos, lesbianos, cien por ciento transgresores los dos pero también cien por ciento unidos. Seremos uno solo.
- Eres fantástica y yo me dejaré follar…
- No presumas maricón, que sé muy bien cuanto lo deseas, ja ja ja
- Anda sigue puta, cuéntame cómo fue que tu amante te ha agrandado el ojete…
A esta altura de la noche yo estaba descubriendo cuanto me hacía gozar poder hablar con mi mujer sin ningún tipo de tabúes ni eufemismos y comencé a exagerar mis palabras en busca de ensuciar lo más posible nuestra comunicación incluyendo groserías que antes jamás hubiese pronunciado, diciendo sin autocensurarme lo que pensaba, llamando a las cosas por su nombre. Esto era algo nuevo para mí que me estaba sorprendiendo con una buena dosis de placer adicional. A Mariela también le gustó o eso creo ya que jamás me lo reprochó y ella misma adquirió para esos momentos un lenguaje y actitud mucho más procaz.
- Quiero que me lo hagas por el culo le pedí, así nomás, sin vueltas, de la manera más descarnada
- ¿Estás segura? Preguntó incrédulo
- Si, lo quiero
- ¿Tu novio siempre te lo hace así?
- No, nunca me lo ha hecho, ni él ni nadie, tú serás el primero, tendrás el honor
- ¿Puedo preguntar por qué me has elegido?
- Por varios motivos, ante todo veo que aguantas muy bien y espero que no te corras enseguida, pero la verdad es que lo deseo, siempre ha sido mi fantasía
- Te dolerá
- Lo sé y es eso precisamente lo que quiero, que duela
- Eres muy extraña o muy puta
- Me gusta que pienses que soy una puta. Hay otro motivo, hoy, luego de estar contigo yo se lo haré a mi novio
- ¿Cómo dices? ¿le darás por el culo?
- Lo que oyes
- ¿Siempre se lo haces?
- Hoy será su debut, igual que el mío, he comprado un arnés de cuero que porta un consolador no demasiado rígido ni tan grueso, ideal para un debut pensando en él, pero no hablemos más, fóllame cabrón, ábreme el culo hasta hacerme pedirte por favor que te detengas
- ¿Así le has dicho? Pregunté, has sido muy directa
- Es que estaba loca, una alucinante insensatez no me dejaba margen para otra cosa que implorar por su polla en mi culo, créeme que si en ese momento hubiera estado en un club exclusivo para hombres me los hubiese pasado a todos, uno por uno o todos a la vez, estaba poco menos que desesperada, si bien mi coño ardía era mi mente la que se estaba quemando, pidiéndome, o peor que eso, exigiéndome, que le diera placer. Mi cabeza no solo quería contacto físico, que lo tendría y del mejor, quería morbo, transgresión, lujuria. Mi cerebro me instaba a degradarme, me invitaba a descender hasta el infierno y mi cuerpo aceptaba la invitación, quería quemarse vivo.
- ¿Cómo quieres que te lo haga? Preguntó
- Tu mandas, yo obedezco
- Ponte en cuatro entonces.
Así lo hice y en cuanto estuve a su merced se tomó un buen tiempo para lamer mi ano impregnándolo de abundante saliva para facilitar la inminente penetración. - Más tarde te lo lameré a ti Javier, ya verás que bien se siente -. Luego me metió un dedo moviéndolo de manera que pareciese que me estaba follando, cuando creyó que ya estaba acostumbrada metió otro y luego otro más. Yo sentía como mi agujero se iba dilatando y gozaba mucho, tanto por sentir la sensación física como por pensarlo y elaborar una reflexión que desnudaba mi pasión por la transgresión que vivía.
Por fin y por último me metió su polla, primero suave y lentamente hasta lograr que pasara el glande, después siguió empujando hasta acoplarse por completo. Cuando sentí que mis nalgas ya tocaban su pelvis y sus huevos, y se ve que él sintió lo mismo, cuando ya la tuvo toda adentro, empezó el bamboleo. Te juro Javier que este tío se ha movido adentro de este culo por más de quince minutos y yo no quería que terminara de hacerlo, he gozado como loca. Mientras me culeaba frotaba con sus dedos mi clítoris haciéndome llegar no menos de cinco veces. Cansada ya de soportar sus embates le he pedido que se acostara boca arriba para ubicarme con mis piernas a cada uno de sus lados, en cuclillas, me he metido yo sola su polla en el culo nuevamente y sin tocarlo con ninguna parte de mi cuerpo, solo mi recto y su polla, he fruncido con fuerza mi esfínter y me he movido de arriba abajo no más de cinco o seis veces llevándolo al placer máximo hasta que ya no pudo aguantar. Acabó adentro de mi intestino y fue maravilloso sentir su polla palpitar adentro mío y su leche, que parecía lava de un volcán en erupción, invadir mi interior quemando mis entrañas. Me sentí una hembra en el amplio sentido de la palabra y fui feliz, en gran parte gracias a ti.
- Tienes una novia muy zorra, Javier
- ¿Qué pasó luego?
- Disfruté de mostrarme sin prejuicios y descaradamente. Me ha encantado poder dejar la vergüenza de lado ignorando el pudor. He limpiado mi culo y mi coño en su presencia abriendo mis piernas y pasándome papel higiénico, he caminado desnuda por el cuarto atrayendo su mirada y comprobé que a él le agradaba mirar, me vestí, me pidió mis bragas para llevarlas de recuerdo y se las di satisfecha de considerarme su trofeo, quiso volver a comenzar pero me negué argumentando que en este día deseaba reservar un resto de fuerzas para ti, luego me preguntó si volveríamos a vernos
- Y que le has dicho
- Que no creía porque quería vivir diferentes experiencias y además que pretendía hacerlo con otros hombres frente a ti, mi novio, futuro marido.
- Si es por eso tienes que saber que no me molestaría integrar un trío
- ¿Y si mi novio te quiere para él?
- ¿Es gay?
- Ya te he dicho que no, pero nunca se sabe, además hará todo lo que yo le pida
- No importa, igual me interesa, resolveremos sobre la marcha
- En ese caso déjame un número, si cuadra yo te llamaré
Luego de esa conversación él se vistió, salimos del cuarto, nos despedimos en la puerta del hotel y aquí estoy.
Yo no quería abrir los ojos. La imagen que se había formado en mi cabeza me dominaba. Mariela montada sobre el extraño, abriendo su culo con sus manos que separaban sus nalgas para que su polla entrara más, sus caras de éxtasis, el contacto de sus cuerpos, sus besos apasionados, sus manos recorriendo sus cuerpos, sus jadeos, la desnudez compartida, las piernas entrelazadas, su transpiración, sus gritos de placer y de dolor, todo afectaba mis sentidos. Para colmo mientras me dejaba llevar por la fascinación sentí un roce suave sobre mis piernas y me di cuenta de que mi novia estaba dejando deslizar sus delicadas medias de nylon contra mis piernas provocando esa sensación deseada que tanto había imaginado. Las bragas se las ha llevado mi amante, me dijo, y yo solo escuchaba y sentía, no podía hacer nada más, hice un gesto asintiendo. - Abre los ojos me dijo, y al abrirlos la vi parada delante de mí con el arnés colocado de la misma manera que imaginé, ofreciéndome una apetecible polla que no quise rechazar.
- ¿Cómo quieres que te lo haga? Preguntó de igual manera que el hombre le inquirió a ella un par de horas antes.
- Tú mandas, yo obedezco, respondí como ella lo hizo, igualándome
- Entonces, ponte en cuatro
Sin decir una palabra más me arrodillé sobre el sofá, apoyé mis brazos sobre el respaldo y sobre ellos mi cabeza, levanté el culo lo mejor que pude y esperé a que Mariela me diera lo que necesitaba.
Su lengua contra mi ano me hizo estremecer de tal manera que me corrí inmediatamente dejando un charco de leche sobre el tapizado limpio de mi sillón, pero Mariela, que se dio cuenta, ni se inmutó, siguió lamiendo mi esfínter y sus alrededores como si nada mientras acariciaba mis testículos y me agarraba la pija con maestría. Logró su cometido, al poco rato yo ya estaba erecto otra vez y listo para continuar. Todo esto era nuevo para mí, antes jamás podría haber continuado luego de eyacular, y lo disfrutaba a rabiar. Cuando ella creyó que estaba listo apoyó la cabeza del juguete contra mi ano, me advirtió para que me preparase y se dispuso a invadir mi recto de la misma manera que el extraño la invadió a ella.
En este punto quisiera detenerme. Se habla mucho de la estimulación que provoca el masaje prostático. Para mi esto no es así. Creo que los hombres no nos animamos a revelar la verdad. Hay dos placeres diferentes fácilmente identificables a la hora de dejarse penetrar: el primero es mental, para un hombre “dejarse” es algo muy estimulante por la entrega y humillación que supone, para mi modo de ver la degradación excita y mucho, dejar la hombría de lado para dedicarse solamente a recibir placer requiere de mucho valor, vencer barreras, ignorar prejuicios, en una palabra “hay que ser muy hombre para ofrecer el culo ya sea para dar o para recibir placer”. Lo otro que creo es que al dejarse follar, si bien es placentero el verdadero goce no se siente en la próstata sino en el esfínter anal que al abrirse provoca un dolor sublime en el cuerpo, un sentir profundo en el cerebro, éxtasis en el alma. La sensación de entrega total a quien dejaremos que nos domine, se derriban mis defensas, tú serás quien se ocupe de mí.
Todo eso sentí cuando Mariela empujó sin piedad metiendo el aparato en mi culo hasta hacerlo desaparecer por completo haciéndome sentir pleno y agradecido. Nunca antes había experimentado algo así. Mi corazón latía con fuerza, mis ojos se llenaron de lágrimas, mis puños se cerraron y de mi garganta salió un grito que fue una mezcla de placer y dolor. Al darse cuenta de lo que me provocaba Mariela aprovechó el momento para masturbarme enérgicamente hasta sacarme la poca leche que aún me quedaba, me sacó el consolador del culo, me di vuelta y nos besamos como nunca antes nos habíamos besado. Todo fue extraordinario, la charla previa, su experiencia con el extraño, su relato de cómo lo ha vivido, el encuentro que terminábamos de tener. No nos dijimos nada y dormimos hasta el amanecer, los dos sabíamos que para hacer algún comentario deberíamos dejar pasar algunos días hasta que mi otra parte lo pudiera asimilar y al despertarnos hicimos el amor, serenos, cariñosos, amándonos. Habíamos encontrado nuestro camino a seguir…
Durante los siguientes días notamos que lentamente fue descendiendo el nivel de adrenalina que habíamos acumulado en nuestros cuerpos dando lugar a que se estableciera un estado de serenidad que nos acercó y llevó a disfrutar el uno del otro sin pensar en introducir a nadie en nuestra cama ni intentar alguna aventura exterior nueva como la recientemente vivida. Hicimos el amor casi todos los días, en más de una ocasión dos y hasta tres veces. Tal vez los recuerdos hayan influido en nuestra apetencia pero no nos lo dijimos por lo que nunca lo sabré, lo concreto es que vivíamos encendidos y deseándonos mutuamente. Uno de esos días me ubiqué detrás de Mariela sin ninguna intensión en especial y cuando quise penetrarla desde atrás esquivé su vulva y me dirigí a su ano. Ella no opuso resistencia y me permitió avanzar. La pude penetrar lentamente, sin eyacular como me hubiese sucedido otras veces, y al tocar fondo, una vez que supe que estaba totalmente adentro de su recto me quedé quieto dejando que nuestros cuerpos se aclimataran a esta (para mí) nueva situación, despejando cualquier posibilidad de correrme. Una vez acostumbrado al calor de su interior comencé a moverme lentamente y al recordar de qué manera Mariela me había contado que se lo había hecho el extraño dirigí una de mis manos a su clítoris y lo masajeé intensamente con frenéticos movimientos circulares logrando hacerla acabar antes que yo. Nunca olvidaré los jadeos y gritos que le provocaron mis embestidas, ni sus movimientos compulsivos apretándose contra mí, instándome a meterme más. Me sentí mejor que nunca y aunque mi meta era lograr que un día llegáramos juntos esta primera vez colmó tanto mis expectativas que jamás la olvidaré. Cabe aclarar que en ese momento por solo traer a mi mente el recuerdo de su relato, por poder volver a imaginarla dejándose follar por ese hombre se me agrandó el miembro un tanto más de lo que ya estaba, mi mujer acusó el impacto dejándome saber que me sentía mejor lo que provocó que mi pene se endureciera de tal forma que a partir de ese instante pude entrar y salir con mayor eficacia por lo que inmediatamente después de unos pocos movimientos liberé raudales de semen que a borbotones fueron a dar en su interior.
En otras ocasiones vividas por esos días, ya acostumbrados los dos a esta nueva realidad, mi novia se ha acostado directamente boca abajo invitándome a que yo me montara sobre ella y se lo metiera por atrás. A ella le agrada mucho sentir el peso de un hombre sobre su cuerpo cuando es sometida y si a eso se le agrega el intenso vicio que provoca la penetración anal, no creo equivocarme al pensar que ha comenzado a sentirse cada día más satisfecha. Yo, por mi parte, he descubierto que estando montado sobre su retaguardia puedo acoplar mi cuerpo perfectamente al suyo logrando de esta manera el mayor contacto entre nuestra piel que se pueda uno imaginar. Al encajar mi miembro exactamente en el medio de su cuerpo mi pelvis se adapta perfectamente a sus nalgas sin dejar luz alguna entre su piel y la mía, mi barriga copia milimétricamente la curvatura de su espléndida espalda, mi pecho reposa sobre sus omóplatos, mis brazos se extienden sobre los suyos en toda su extensión mientras la palma de mis manos sujeta el dorso de las suyas entrelazando al final del camino sus dedos, la cara anterior de mis muslos sobre la cara posterior de los suyos al igual que las piernas y mis pies empujan la planta de sus pies intentando subirla para hacerla mi prisionera al acorralarla contra la cabecera de la cama, en donde se encuentra su bella cabeza de la que solo diviso su enloquecida cabellera, revuelta y enredada por efecto de las frenéticas sacudidas provocadas por esa furia que la lleva a quemarse y fundirse hasta desfallecer. La transpiración logra adherir su piel a la mía provocando un poderoso vacío que impide que nos separemos, por el contrario, nos atrae más y más convirtiéndonos en una sola persona que goza y sufre las mismas sensaciones al mismo tiempo. Mis besos y susurros depositados amorosamente sobre su cuello y oreja la terminan de desarmar dejándola completamente indefensa, totalmente entregada a mí. Es imposible estar más unido a alguien que lo que nosotros nos unimos cuando nos amamos en esta posición.
Luego de unos cuantos días Mariela se excusó de tener relaciones aduciendo que estaba indispuesta. Tres o cuatro días después se sintió mal o se durmió temprano; cuando quise acordarme habían pasado por lo menos ocho días y con ellos volvieron mis pensamientos. Mariela lo sabía, solo estaba esperando a que llegara el momento.
- ¿Qué estás pensando? me preguntó una tarde luego de que ambos regresáramos del trabajo al verme taciturno, solo, recostado en el sofá.
- Nada
- ¿Tienes algún problema, te sucede algo, te sientes mal?
- No mujer, que estoy bien
No preguntó más nada, se retiró al cuarto, dejó pasar un buen rato y al regresar la vi vestida apenas con una camisa mía de color celeste que le quedaba un poco por encima de las rodillas. La camisa estaba desprendida y los hombros le caían groseramente, yo soy mucho más robusto, generándole un aspecto muy agradable, sexy y simpático. Pude ver que por debajo no llevaba nada, estaba desnuda. Ella se hacía la tonta, la que no se daba cuenta pero sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, fundamentalmente lo que estaba provocando. Se sentó a mi lado de manera que su mano quedó a la altura de mi sexo y me dijo:
- ¿Recuerdas el día que fui a follar con el extraño? Y apoyó su mano delicadamente sobre mi bragueta provocando una inmediata reacción. Sabía lo que yo quería, lo que pasaba por mi mente y más que nada lo que me encendía.
- Como no recordarlo, de solo pensar creo que me podría correr ahora mismo.
- ¿Tan así, tanto te excita?
- Sabes que sí
- ¿Quisieras repetirlo?
- ¿Tú quieres?
- Por supuesto, ¿lo quieres tú?
- Creo que sí pero ahora preferiría follar yo contigo
- No
- ¿Por qué no?
- Temo que podrías cambiar de idea luego de tener sexo
- Es verdad, soy uno antes y otro después. Entonces la que realmente lo desea eres tú.
- ¿Recién te das cuenta? Eres ingenuo Javier…
- Pero esta vez quisiera verte
- ¿Quisieras estar presente?
- No, solo quisiera ser testigo de lo que haces para conquistar a un extraño
- ¿Aceptarías que todo ocurra en esta misma casa?
- ¿Aquí y ahora? ¿cómo sería?
- Es sencillo mi amor, Yo pido un delivery, una pizza o helado o cualquier otra cosa, cuando llega el joven con el mandado tú te escondes y vemos que sucede…
- Déjamelo pensar, está bien, hagámoslo dije, sin dejar pasar un solo segundo, feliz de volver a la carga con una nueva transgresión. Recordé en ese momento una de nuestras primeras conversaciones cuando Mariela me comentó que imaginaba una situación como esa recibiendo a uno de mis amigos vestida de esa manera.
Mariela no perdió el tiempo, buscó en la guía barrial negocios con servicio de entrega a domicilio y de los seleccionados intentó recordar al personal encargado de esa tarea. Con una mirada radiante y una sonrisa que se dibujaba en su cara de oreja a oreja me hizo saber que ya había elegido. Hoy cenaremos sushi, me dijo, sin darme una mínima oportunidad de elección, apenas si atiné a preguntarle si estaba segura a lo que respondió casi riendo, ¡segurísima!, ya verás…
- Te diré mi plan, prosiguió. Tendrás que tener una ubicación privilegiada que te permita observar todo sin perderte detalle pero que a la vez no asustes o ahuyentes al chico
- ¿Dónde será ese lugar?
- Te sentarás en el sillón individual en este rincón de la sala. Desde allí puedes ver sin inconvenientes la puerta de entrada, toda la sala y gran parte de la cocina. No puedes ver el dormitorio pero si decido usarlo te levantarás y observarás parado desde su puerta. ¿Te parece bien?
- Si, está bien, pero tengo algunas dudas Mariela, me di cuenta de que dije estas palabras con una expresión de preocupación en mi cara, los fantasmas del temor volvían a acecharme.
- Nada de dudas, muero de ganas por comerme… el sushi o ¿Qué has pensado?
- Yo no he pensado nada, iba a continuar pero ella no lo permitió, enseguida me interrumpió dando por terminada mi frase
- Es mejor que no pienses cariño, solo tienes que imaginar, mirar y disfrutar, luego tendrás tu premio, una vez que obtenga lo mío te daré lo tuyo, hoy estrenarás ropa interior nueva, podrás experimentar cómo es sentirse una mujer y también te follaré como el otro día o mejor ya que cada vez aprendemos más.
A esta altura yo no tenía salvación posible, Mariela tenía el control y sabía muy bien como encenderme. Con solo mencionar referencias a su ropa interior en mi cuerpo, que sería follada o que ella me lo haría a mí, destruía cualquier defensa que opusiese y me dejaba absolutamente vulnerable. Aunque al principio me asustó un poco esta nueva locura, con sus palabras logró calentarme de tal forma que muy pronto me olvidé de cualquier riesgo y quise vivir la aventura con el mismo o más entusiasmo que ella.
- ¿Quisieras ponerte unas bragas mientras observas? La muy bruja me cortaba el aliento
- ¿Te parece?
- A mí no tiene que parecerme, quieres o no quieres y ante mis dudas preguntó que adonde había quedado ese discurso mío en el que afirmaba que solo quería disfrutar yendo en busca del placer sin importarme nada
- Bueno
- Bien hombre, ¡al fin te decides! ¿cuál prefieres? Y me acercó tres para que eligiera
- La blanca
- Toma, póntela, acomoda bien todo “esto” dijo agarrando mis bolas y mi pene que entraron casi por completo en su mano, porque dentro de un rato no cabrán en tan diminuta prenda, eres muy atrevido, has elegido la más pequeña. Te aconsejo que una vez que las tengas encajadas no te mires al espejo, guíate por la imaginación, te gustará más
- Eso haré.
Las bragas blancas eran un tanga cola less que mi novia había comprado por esos días junto con otras de diferentes formas y colores exclusivamente para mí, a ella le entusiasmaba la idea de que me las calzara tanto como a mí. Eran ropa íntima de mujer, aclaro esto porque como sabrán existe la lencería erótica masculina pero nosotros, ambos, deseábamos que la que yo usara fuese femenina. Por delante se componía de un generoso triángulo que me pareció que era lo suficientemente amplio como para poder albergar mi herramienta, por los laterales y por detrás eran solamente tiras de no más de un centímetro de ancho que dejaban al descubierto todo mi culo y las caderas. En una mujer se verían de maravilla, pensé, en mí no lo supe ya que seguí el consejo de no mirarme al espejo. Al cerrar los ojos pude imaginarme casi como una bella mujer, pensé que eso o algo parecido sentirían las travestis, muy sexy, desprejuiciada, alocada, dispuesta a compartir su intimidad con quien lo propusiese ya fuese mujer u hombre. Su tela era lo suficientemente transparente como para que se adivinaran mis partes y muy suave y delicada por lo que sentía que me acariciaba, provocándome gran excitación. Con este estímulo Mariela logró disipar todas mis dudas porque, ella lo sabía, me animó mucho y muy pronto estuve muy ansioso esperando que los acontecimientos sucedieran para poder observar.
Recién pude saber de qué manera se había producido Mariela cuando la vi dirigirse a abrir la puerta. Llevaba puesto un vestido que sería nuevo porque yo no lo conocía. Muy ajustado, quizás de una tela elástica, color rojo con un amplio escote cuadrado que dejaba ver que sus pechos estaban libres pugnando por salirse de su lugar. Por detrás no había nada o sea que su espalda estaba desnuda y expuesta sin nada que la cubriese y bien abajo se veía el nacimiento de la raya del culo. Se había soltado el cabello y se sentía un aroma a perfume francés con una fragancia exquisita. Imposible no tentarse con esta mujer, estaba irresistible. Además estaba descalza siendo sus pies un objeto de adoración soberbio para cualquier aficionado al sumo placer por vivir que ofrece la buena vida. Abrió la puerta luego de espiar por la mirilla
- Hola ¿traes el pedido?
- Si señora
- Pasa, déjalo sobre la mesa por favor, dijo señalando una pequeña mesa ubicada en el centro del lugar, mientras cerraba la puerta y se agachaba para supuestamente levantar su cartera del suelo dejando al descubierto sus esculturales piernas, el culo y el coño desnudo y recientemente depilado. Simuló no ver por lo que encendió una lámpara agachándose nuevamente en busca del dinero. Esta búsqueda le llevó bastante tiempo que el joven aprovechó para agacharse él también para observar mejor el excitante espectáculo que se le abría enfrente de sus propias narices.
Finalmente se levantó y dijo ¿Puedes creer que no encuentro el dinero? Se ve que lo he olvidado en la oficina
- Eso es un problema, dijo balbuceando el chico que no era tan chico, tendría unos veinte años, era robusto, muy apuesto y seguramente estaría muy bien dotado.
- Sí, acompáñame a la cocina, debería tener más dinero en algún cajón…
Sentir que las bragas ajustaban cada vez más mi polla que quería liberarse a cualquier precio, la tira del medio que separaba mis pelotas sacándolas también del diminuto envoltorio una para cada lado y ver a mi mujer intentando llevar la situación en un solo sentido que no era otro que ganarse esa joven polla que tenía en la mira y a su alcance me transformó. Sentí palpitaciones, sudor frio en la frente y caliente en los genitales, las manos me temblaban y solas, sin mi permiso, agarraron mi miembro apretándolo hasta hacerme doler. Ya en la cocina Mariela volvió a ofrecer el espectáculo de su vagina al muchacho al simular que buscaba el dinero en los estantes más cercanos al suelo hasta que por fin se le acercó pegando sus tetas contra uno de sus brazos y le dijo, - no te preocupes que de alguna manera lo solucionaremos, te pagaré ahora mismo, se agachó, bajó su cremallera, liberó una más que interesante verga y sin dar tiempo a nada la metió en su boca. Al verla por primera vez meterse otra polla que no era la mía en la boca deliré.
Mientras mamaba y lamía, sin darle al chico ninguna posibilidad de reacción, le quitó algo de ropa dejándolo desnudo de la cintura para abajo. Me resultó muy erótico ver de qué forma Mariela lo despojaba de sus prendas, por su actitud yo podía comprobar que la movilizaba un deseo ingobernable y mi goce se duplicaba cuando me miraba, sonreía o guiñaba un ojo, dándome muestras de una complicidad incondicional de ella hacia mí y de mi hacia ella. Por el esfuerzo que hacía al intentar tragarla toda, aún queriendo traspasar la barrera anatómica que impone la glotis, de su boca manaban grandes cantidades de saliva que ella se ocupaba de repartir por toda la superficie del miembro de su ocasional amante, sus ojos lagrimeaban como consecuencia de la gran tensión al tiempo que las arcadas la obligaban a doblarse sobre si misma dejándola aún más expuesta. Mariela no dejaba lugar para ninguna duda, deseaba hacer lo que estaba haciendo y lo disfrutaba enormemente, quería satisfacer simultáneamente a dos hombres y lo lograba con creces, desde mi posición perversa de mirón cornudo consentidor yo estaba encantado y el muchacho, que en definitiva era el principal receptor del verdadero placer estaba en la gloria. Yo porque siendo el amor mi principal vínculo con Mariela estas escenas que ella me estaba regalando me provocaban una tensión máxima, podría decir que sentía que un ser descomunal estrujaba mi pecho y mi corazón generando a través de mis sistemas endócrinos un hechizo y un dolor que solo podía soportar por la resistencia que se desarrollaba dentro de mi pene que de tanto recibir secreciones estaba a punto de estallar, y el chico… ¿Cómo no estar en la gloria a esa edad, viviendo una situación tan intensa, tan inesperada, con semejante mujer y a la vista de su marido? Con un ágil movimiento Mariela se quitó el vestido quedando completamente desnuda, se paró, besó al chico en la boca lo que provocó que él reaccionara sujetando sus glúteos, acomodando la polla entre sus piernas para su deleite y mi fascinación. Para mí el espectáculo de ver a un hombre agarrar el culo desnudo de mi mujer mientras le apoyaba la verga contra la vagina y le comía la boca fue una de las mejores escenas que he visto en mi vida y todavía es el día de hoy, que ya han pasado unos cuantos años, que de solo recordarlo me empalmo como la primera vez.
De pronto el chico tomó conciencia de que no estaban solos y con un gesto de preocupación le explicó a Mariela que le inquietaba mi presencia a lo que ella respondió que no debía preocuparse ya que se trataba de “su novio”, que era un mirón a quién le encantaba ver como se follaban a su novia. El chico me miró desconfiado y yo, sujetando mi verga con una mano y enseñándosela, le hice un gesto con la otra mano con el pulgar hacia arriba indicándole que todo estaba bien, que no había problemas, que siguiera. Y con mi permiso este aprendiz de amante continuó más por instinto y calentura que por valor.
A mí me parece que Mariela quiso repetir con este muchacho la misma experiencia que tuvo con el primer extraño que la folló sin estar yo presente. Quería hacerlo de la misma manera que me lo había contado para ayudarme a recrear las imágenes en mi mente, le pidió que como primera medida le abriese el culo, aduciendo en este caso que el sushi es una comida “muy cara” y ella quería pagar su deuda por completo y hasta con propina. Se dio vuelta, apoyó los antebrazos sobre la mesada, dobló la cintura y levantó bien el culo invitando al joven a que la penetrara por ahí y él, haciendo uso de mi consentimiento y de una potencia solamente explicable por su fuerza juvenil, no rehusó el convite, separó sus nalgas, escupió sobre el orificio anal para obtener algo de lubricación, no le lamió o chupó el culo solo lo escupió, acomodó la cabezota de su garrote mientras lo sujetaba con una mano, presionó un poco como para asegurarse de que estaba en el orificio correcto y la embistió sin piedad; qué le iba a importar que le doliera si ni el nombre le sabía, dejándola ensartada de un solo golpe, con toda la verga adentro del culo, completo, una vez más, hasta los testículos. Mi novia se estremeció, sus piernas se tensaron, levantó el pecho y la cabeza pero no se quejó, solamente llevó sus brazos y manos hacia atrás sujetando las caderas del macho que la poseía apretándolo fuertemente contra sí, indicándole que por un momento no se moviera, que la dejara acostumbrarse para luego, si, hacer lo que quisiera con ella.
A medida que era follada Mariela descubrió que la encendía, todavía más, hablar de mí. Mientras el chico iba y venía le preguntaba si le gustaba estar siendo observado por el “cornudo”, si se había fijado que el maricón llevaba puestas bragas de mujer, si a él le gustaría ver a su novia en una situación similar, si el morbo de este encuentro lo calentaba más. El chico escuchaba y se limitaba a follar sujetando con sus manos cada lado de las caderas de mi novia, yendo y viniendo cada vez con más ímpetu y velocidad, con la mirada perdida en alguna parte de su anatomía, transpirando profusamente, quizás esperando ansioso el momento glorioso en que le contaría a sus amigos la gran hazaña que terminaba de consumar.
También mi chica lo estimulaba diciéndole que no se preocupara por el dinero ya que su novio pagaría la cuenta, no tanto por la mercadería recibida sino para premiar la excelente performance que estaba demostrando entre las piernas de su mujer a lo que el muchacho respondía que no se fijara en eso, que estaba tan feliz que no le importaría perder su empleo si pudiese volver a follarla cada uno de los días de su vida. Mariela, agradeciendo el piropo, giró para besarlo y le ofreció su coño para que en él se saciara. Fue muy hermoso verlos follar, con cada embestida mis dudas se alejaban y me daba cuenta de que, por loca o insensata que fuese mi afición, era lo que realmente me complacía. Viéndolos follar acepté que me hacía feliz ver a mi mujer cada día con un amante distinto o sin verla, tan solo por saber que compartía su cuerpo con otros hombres. No busqué más explicaciones ya que seguramente lo mío no las tiene, me gusta y punto, lo reconozco y me acepto tal cuál soy. Puede ser que algún profesional tenga una explicación, yo tengo por seguro que ya no la necesito, solo sé que soy como soy.
En cambio me preocupaba un poco Mariela. Su cambio había sido muy brusco, convirtiéndose en poco tiempo en poco menos que una degenerada. Al principio dudó de mí creyendo que era gay, luego dudó de ella no sabiendo si aceptaría lo que de alguna manera yo le proponía y cuando lo aceptó pasó sin solución de continuidad de ser prácticamente una niña recatada a convertirse en una hembra insaciable, morbosa, perversa. Me pregunté si no habría creado un monstruo y por un momento me sentí culpable pero enseguida me tranquilicé al recordar otra de las charlas con mi abuelo José en la que me explicaba que la gente es lo que es y no cambia. “Si encuentras a alguien que deja ver sus defectos o vicios no quieras cambiarlo porque no lo hará, si lo amas o aprecias acéptalo tal cual es, si no lo estimas aléjate de él o ella” y si encuentras algún raro espécimen de esos que no tiene ningún vicio aparente recuerda que tarde o temprano mostrará la hilacha, entonces no te sorprendas, solo piensa que por fin se animó a mostrarse tal cual es. Pensé entonces que lo que Mariela era hoy estuvo siempre dentro de ella, solo estaba, sin saberlo, esperando que alguien la encendiera y ese fui yo. Seguramente con el tiempo iba a ser cornudo de cualquier manera pero no consciente o por mi provocación, hubiera sido uno más entre tantos que lo son y no lo saben o prefieren no saberlo. Me sentí mejor, seguía dando pasos seguros hacia la total liberación. Por estos días sentía que crecía. Solo me faltaba aceptar que mi novia me estaba proponiendo nuevas situaciones, cosas que yo no había imaginado, pero era justo, así como yo un día me sinceré y le conté la intimidad de mis pensamientos y debilidades ahora ella, con igual derecho, me contaba y proponía las suyas. La diferencia es que ella es mucho más decidida y va al grano, no se pierde en palabras, piensa y actúa, segura de sí, sabiendo que por mis debilidades yo consentiré.
Cuando no pudo aguantar más el chico sacó su pollón del interior de mi novia y meneándola enérgicamente se provocó una eyaculación digna de ser filmada en primer plano, descargando su tibia leche sobre los pechos de mi mujer primero, luego en la cara en la que un chorro le fue a dar en un ojo dejándoselo completamente inundado y por fin en la boca en la que descargó los últimos chorros que Mariela saboreó pasándose la lengua por los labios y ayudándose con un dedo a meter el resto en la boca para tragarlo inmediatamente. Mientras el chico se vestía se quedó desnuda sin importarle el espectáculo que daba. Me pidió dinero para pagar el sushi, quiso que se lo alcanzara, sin dudas quería verme caminar delante de ella y del chico vestido con el tanga. Lo hice obedeciendo su deseo, dándome cuenta de que al mandadero le causaba gracia verme ataviado de esa manera y a mi mujer le provocaba cierto placer morboso hacerme sentir la humillación que siempre provoca el ridículo.
Mariela cumplió con su promesa y en cuanto el muchacho se fue inundó mi ano con su saliva y luego lo completó con un nuevo dilatador anal, un plug de forma cónica que empezaba siendo muy delgado y se iba engrosando hasta llegar a un diámetro muy duro de tolerar. Una vez que traspuso el esfínter fue muy difícil retirarlo por lo que una vez que lo introdujo me lo dejó puesto y no lo quitó, me pidió que me girara hasta quedar boca arriba y me cabalgó devorando mi chipote con su vagina, moviéndose sin detenerse hasta sentir que me vaciaba en su interior mientras empujaba el dilatador obligándome a tenerlo adentro hasta que me durmiera. Y allí lo tuve hasta el día siguiente cuando quise retirarlo y no pude por el intenso dolor que me causaba. Ella me lo sacó mostrando muy poca compasión al tiempo que me decía que en lo sucesivo, si quería usar bragas y panty debería depilarme y que ya tenía reservado un turno con su esteticista personal.
A estas cosas me refiero cuando menciono los bruscos cambios de Mariela. No terminaba de hacerse follar por un mandadero en mi presencia, exhibiéndome con tanga de mujer, cuando ya me estaba ofreciendo una nueva situación, quería que me depilara el culo y los genitales y que quien me lo hiciera fuera otra mujer, no ella, ante la que seguramente me tendría que desnudar y dejar tocar en su presencia. A esta altura solo podía pensar que mi novia era genial, solo me faltaba saber hasta dónde llegaría. Me confortaba mucho verla tan feliz.
Dos días después nos presentamos a la hora señalada en el gabinete de Julia, una hermosa mujer especialista en el arte de dejar a las personas prolijas, bien presentadas y muy relajadas.
- Hola Julia, ¿Cómo has estado?, te presento a mi chico, Javier. A él atenderás hoy, dijo mi novia mientras besaba a la profesional con dos besos, uno por mejilla.
- Mucho gusto Javier
- Encantado
- Dime qué necesitas, a qué has venido
- Verás Julia, habló Mariela sin dejarme meter una basa, Javier y yo tenemos o disfrutamos, por decirlo de alguna manera, de una relación sexual diferente, algo alocada, muy liberal, desinhibida, no sé cómo explicarlo mejor
- ¿Y entonces?
- Pues que a mí me gusta follarlo con un consolador y a él le encanta que se lo haga. También nos gusta que se vista con mis bragas y que para poder disfrutar de esas excentricidades nuestras creemos que sería bueno que se depilara.
- Vaya con Javier, es muy excitante lo que me dices pero te diré que hoy en día son muchos los hombres que se depilan, no es necesario que des tantas explicaciones aunque reconozco que tu forma de decirlo me ha hecho cosquillas. Y tú Javier ¿qué dices? O te han comido la lengua los ratones.
- No sé, dije algo perturbado, quisiera darle el gusto a mi novia y también quiero complacerme. Yo también deseo que me depiles, quisiera sentir mi piel tan suave como la de mi mujer
- ¿Quisieras sentir lo que sienten las mujeres cuando se acarician?
- Creo que sí
- Te entiendo, a mi muchas veces me ocurre lo mismo, me acaricio luego de depilarme comprobando lo suave que quedó mi piel pensando que eso mismo sentirán todas las mujeres que pasan por mis manos, te confieso que me gustan mucho las mujeres y disfruto al saber que las hago gozar
- ¿Eres lesbiana? Preguntó Mariela con cara de asombro
- No es que lo sea
- Pero te gustan las mujeres
- De los pies a la cabeza
- ¿Y los hombres?
- De la cintura a las rodillas y lanzó una carcajada que acompañamos entusiasmados
- Lo tendremos en cuenta, ¿verdad Javier?
- Claro
- Cuando quieran chicos, Ustedes me agradan, son hermosos y muy deseables… Bueno al trabajo ¿qué quisieras que te depile?
- Los genitales por completo, la tira de cola y los glúteos
- No hay problema, anda, quítate los pantalones y los calzoncillos y súbete a la camilla…
- ¿Por qué mejor no te desnudas por completo? Sugirió Mariela…
Miré a Julia quien me devolvió un gesto levantando los hombros como quien dice: qué más da, por mí da igual, haz lo que desees o yo quise interpretar eso. Me quité toda la ropa y me quedé ahí parado no sabiendo qué hacer. Me sentía muy bien estando ahí de pie y desnudo entre las dos mujeres, soy un dios, me dije, claro que estaba bastante loco. Julia me miró de arriba abajo mientras caminaba a mí alrededor desplazando una de sus manos por mi cintura exclamando: - vaya con tu novio Mariela, está muy bueno, no te culpo por querer disfrutarlo intensamente.
- ¿Verdad que sí? Respondió mi novia
- Anda Javier, súbete a la camilla y acuéstate boca arriba, comenzaremos por adelante
Mariela se quedó a mi lado sujetando una de mis manos mientras me miraba con una mirada tierna y dulce con esa sonrisa suya que tanto me cautiva. Julia se acercó a mirar la zona al mismo tiempo que pasaba su mano más cercana por mi pierna y muslo más próximos a ella y luego de la breve inspección me anunció que antes de comenzar a depilarme recortaría un poco todo el vello con una tijera lo que me generó cierta preocupación que traté de disimular. Una vez puesta a trabajar Julia se metió de lleno en su tarea metiéndome mano sin reparos. Como tenía una piel muy suave y delicada, especial para la clase de trabajos a que se dedicaba, especialmente los masajes, no tardé en sentir un agradable estremecimiento que me llevó de inmediato a tener una erección. Me ruboricé y miré a Mariela preguntando con la mirada qué hacer y al mismo tiempo pidiendo ayuda, pero mi novia estaba encantada con lo que sucedía.
- ¿te das cuenta lo que es este hombre? Le dijo a Julia en tono jovial, y ten en cuenta que venimos de tener sexo hace apenas un rato.
- Me encanta, dijo la otra, te envidio sanamente, estáis en una etapa de la vida que si lo saben hacer bien disfrutarán muchísimo
- Descuida, lo estamos intentando y creo que vamos bien encaminados. Dime Julia no crees que para una buena depilación sería bueno que esa erección bajara.
- Seguro que sí. ¿Qué sugieres para lograrlo?
- ¿Te parece que le pidamos que se masturbe mientras nosotras miramos?
- Admiro tu creatividad. Ja ja. ¿Lo harías Javier?
- Si me lo piden las dos mujeres más hermosas del mundo no podría negarme. Tomen asiento que les daré el espectáculo y dejaré mi miembro bien fláccido para que puedas continuar tu tarea.
Ni qué decir que yo estaba más que feliz, masturbarme es una de las cosas que más disfruto de la vida, si además de eso lo haría frente a dos mujeres que seguramente se excitarían al verme no se me ocurre de qué otra manera podría sentirme mejor. Decidí dar lo mejor de mí con tiempo y mucha dedicación, cerré los ojos e imaginé estar solo y para excitarme mejor me hice a la idea de que dos mujeres que me miraban se mezclaban entre ellas disfrutando en plenitud el erotismo del momento.
Así acostado sobre la camilla estiré mis piernas dejándolas ligeramente abiertas, con el antebrazo derecho cubrí mis ojos, con la mano izquierda acaricié la cara interna de mis muslos y me dejé llevar. De los muslos pasé a los testículos agarrándolos por completo, abrazándolos con todos mis dedos pero sin apretarlos demasiado. El dedo mayor lo estiraba hacia atrás logrando con mucho placer que llegara a mi orificio anal. Encerrado en mi mismo mientras disfrutaba de estas primeras caricias imaginaba a Mariel entregándole el culo al extraño de su primer encuentro. La veía hambrienta de placer pidiendo más ante cada embestida, cuanto más puta me la imaginaba más duro se me ponía lo que me obligó a agarrarlo firmemente con la mano que no estaba utilizando. De esas imágenes pasé a la situación actual sabiendo que mi novia estaba muy cerca solo mirando o, lo que sería mejor, haciendo algo con la esteticista, quizás le estuviera lamiendo las tetas, besándola o tocando alguna parte de su anatomía. No lo sabía, debía seguir imaginando. Escuchaba ligeros rumores o algún que otro susurro pero eso no logró que abriera los ojos. Con el afán de seguir estimulándome recordé cual era mi propósito al estar ahí, imaginé a Julia poniendo la cera caliente contra mis pelotas, tirando fuerte hasta hacerme gritar, luego propinándome caricias para aliviar el dolor. Mientras tanto ya estaba plenamente dedicado a la tarea del sube y baja que me hacía gozar más y más. Seguí así hasta que recordé viejos trucos de mi adolescencia cuando lograba eyacular sin utilizar mis manos. Me incliné quedando de costado, acomodé la polla entre los muslos e inicié fuertes movimientos pelvianos apretando muy fuerte mis testículos y el pene logrando una sensación maravillosa mientras me acariciaba el pecho con una mano y el culo con la otra, estaba ansioso por sentir mi piel suave como la de Mariela y esta idea me calentaba aún más. Con solo cuatro o cinco movimientos muy enérgicos logre eyacular entre mis piernas pero las mujeres solo se enteraron por mis jadeos ya que mi polla quedó oculta, aplastada, rendida.
Quedé unos momentos inmóvil, el placer auto infringido, rayano al dolor, había sido muy intenso, cuando por fin me incorporé a medias, apoyando un antebrazo sobre la camilla, giré la cabeza buscando a mis espectadoras vi, encantado, que estaban fundidas en un beso tan explicito que pude distinguir sus lenguas saliendo de sus bocas buscando la otra lengua y la otra boca. Se las veía realmente muy entregadas la una a la otra, masajeándose mutuamente los pechos, extendiendo los besos a las orejas y los cuellos. Cuando se dieron cuenta de que las miraba se separaron y preguntaron
- ¿Ya has terminado?
- Si pero me parece que se lo han perdido…
- Quizás, pero no preocuparse que hemos estado bien entretenidas, dijo mi mujer
- Ya lo creo, el espectáculo me lo han montado ustedes a mi
- No creas, replicó Julia, te seguimos hasta que hiciste desaparecer la polla entre tus piernas, luego, como no había mucho más para mirar nos descubrimos mutuamente
- ¿Lo habéis disfrutado? Pregunté intrigado
- Mucho, contestaron a dúo
- Mejor continuemos con lo tuyo, tengo otros turnos dados, cerró el dialogo la profesional.
Julia se esmeró y me dejó la piel como la de un bebé. Cuando pasé mis manos por la zona genital y por los glúteos extendiendo mis dedos entre las nalgas me sentí feliz y excitado. Pensé que otra vez mi novia estuvo acertada, ahora sí que me pondría su ropa interior con mucho más propiedad, mi piel lucía igual a la de una mujer y tanto ella como yo lo estábamos disfrutando mucho. También Julia se dio el gusto de acariciarme, con el consentimiento de Mariela, sin dejar de tocar un solo centímetro del área y al separarse nos comunicó que definitivamente quería tener un encuentro sexual con nosotros, especialmente entre chicas, relegándome en esta oportunidad al rol de espectador. – Ya veremos si puedes resistirte a este, le dije riendo mientras le mostraba mi casi erecto miembro que ya estaba nuevamente reaccionando por toda la situación creada. Mariela me pidió que me pusiera sus bragas ya que ella iría al natural debajo de su vestido, quería sentirse libre y yo acepté la idea con entusiasmo mostrándome ante Julia antes de calzarme los pantalones. Me agaché para que viera mi culo y me dijo que lucía “hermosa”, que mi culo era irresistible y que si mi novia la autorizaba en un futuro me follaría. Mariela no respondió reservándose ciertos derechos, nos despedimos y así fuimos hasta nuestra casa ansiosos por entregarnos a otro encuentro de intenso placer. Fue una noche extraordinaria, pareció que éramos cuatro en la cama ya que además de nuestra lógica presencia que ya de por sí ocupaba todos los espacios que pueden ocupar un hombre y una mujer Mariela fue un hombre para mí y yo una mujer para ella. Nos amamos hasta el amanecer repetidas veces y con gran intensidad, si bien le dimos el gusto a cada uno de nuestros agujeros maltratándolos de todas las maneras imaginables no eran las cavidades las que deseábamos satisfacer tocando, acariciando, lamiendo, chupando, en fin, penetrándolas, nuestros cerebros eran los que necesitaban ser cogidos. Bien analizado todo se reducía a eso, mientras nuestra piel levantaba temperatura y nuestras partes segregaban jugos cada vez más copiosos eran nuestras cabezas las que ardían y todo indicaba que no habría por estos tiempos ningún extintor capaz de sofocar semejante incendio. Nos proponíamos una fantasía tras otra enriquecidas por ideas cada vez más osadas y con cada una de ellas se afianzaba nuestra complicidad que se convertía con cada nueva experiencia en nuestra principal fuente de satisfacción.
Todo lo vivido pareció serenarnos y así estuvimos por un par de meses teniendo sexo casi a diario pero disfrutándonos mutuamente sin pensar en nuevas fantasías hasta que un día mi novia me comunicó que para completar lo que habíamos iniciado nos faltaba aún cumplir unas cuantas asignaturas. Cuando pregunté en qué estaba pensando me dijo que así como ella había debutado en nuestra nueva vida de aventuras a solas con un extraño, sin mi presencia, ella consideraba que había llegado el momento de que yo saliera a buscar una mujer u hombre, lo que quisiera, con quién debería vivir mi aventura mientras ella esperaba a que yo regresara, si es que lo hacía. De nada sirvió que le dijera que no sabía dónde buscar a esa persona, que no era necesario que me devolviera el favor, por llamarlo de alguna manera, que no estaba obligada a nada, que lo pensara mejor. Solo dijo una y otra vez que si quería que fuéramos lo que habíamos decidido ser era imprescindible que saliera a conquistar a esa persona y que luego volviese a contarle lo vivido. Dos tardes después salí de putas.
Mariela se encargó de elegirme la ropa controlando cada detalle, sin dejarme partir hasta no sentirse segura de que me viese muy bien. Según me dijo se sentía orgullosa de mi y estaba segura de que la persona con quien estuviese la iba a pasar muy bien. Yo tomé estos gestos como una bravuconada y no creo haberme equivocado ya que a pesar de su entusiasmo pude ver en su rostro preocupación, una ligera angustia y algo de tristeza, o eso quise ver conocedor de la tensión que provoca saber que nuestra persona amada será compartida en breve por alguien más. De todos modos partí con bastante entusiasmo y buen humor.
En solo un par de horas me di cuenta de que no es tan sencillo para un hombre concretar una conquista cuando el apuro nos domina, todo lo contrario de lo que le sucede a las mujeres que con pequeños gestos y haciendo uso solamente de su voluntad, sin importar demasiado su belleza, consiguen lo que quieren en un abrir y cerras de ojos… o de piernas. Los hombres siempre estamos dispuestos, ellas no y aceptamos cualquier convite con tal de no pasar por maricones. Llamé a un par de viejas compañeras de cama pero ninguna de las dos mostró interés por reanudar algo conmigo con esa urgencia, perseguí por la calle a una mujer muy hermosa que me pareció que podría cuadrar pero me mandó al diablo, fui a un centro comercial y me acerqué a una barra a beber una copa pero tampoco conseguí nada. Me sentía bastante frustrado ya que había tomado esta empresa como cuestión de vida o muerte, algo parecido a lo que le pasó a mi novia en su primera experiencia, no quería fallar de ninguna manera pero sinceramente no sabía cómo resolver el problema hasta que se me ocurrió tomar el toro por las astas; lo que necesitaba sin ningún tipo de duda era una puta. Una profesional a quien no tuviese que conquistar, una mujer que accedería a cumplir todas mis exigencias a cambio de dinero. Y eso hice. Compré una revista especializada en la que obtuve algunos números de teléfono, llamé a varios y por fin encontré un lugar en el que me atendieron muy bien, un lugar en el que con el eufemismo de “casa de masajes” atendían a hombres necesitados como yo. La mujer que me atendió respondió a todas mis inquietudes adornándome la oreja con adulaciones como: mi amor, cariño, guapo y no dudé más cuando me aseguró que por algunos billetes adicionales podría lograr la “participación” de la señorita, solo tendría que proponérselo y ponerme de acuerdo con ella. Me dijo que el lugar era muy discreto y que me aseguraba total intimidad. Más no podía pedir y allí fui.
Estuve unas dos horas. Dos horas que siempre recordaré porque la pasé realmente bien pero que no fueron lo suficientemente agudas como para que me hicieran olvidar que el propósito de mi visita obedecía al mandato de mi novia, era a ella a quién debía complacer. La gran sorpresa me la llevé al salir, cuando estaba por trasponer la última puerta y posar un pie en la acera me topé con mi amigo Félix a quien no pude mentir y debí decir la verdad acerca de mi presencia en ese lugar. Se extrañó mucho, me dijo que no entendía como podía estar necesitado de putas teniendo una mujer tan hermosa. Lo ataqué para defenderme diciendo que él también tenía una esposa magnifica y sin embargo también estaba en el mismo lugar pero me ganó la pulseada al pedirme que no comparase, yo estaba de novio a punto de casarme y él tenía sobre sus espaldas doce años de matrimonio y cuatro críos de esos que destruyen cualquier posibilidad de intimidad entre los padres. No me quedó otra salida que invitarle a una copa para contarle la verdad. Además reconozco que quise hacerlo, el recuerdo de la fantasía de Mariela recibiendo a un amigo vestida tan solo con una camisa mía, que le quedaría muy holgada, dejando ver todo, despertó mi morbo y a pesar de que terminaba de tener una muy buena sesión de sexo enseguida se me disparó la libido metiéndome de lleno en una nueva aventura.
Félix no podía creer lo que le contaba ya que yo sin escatimar detalles le relaté absolutamente todo lo vivido desde mi propuesta de matrimonio, mi necesidad de sincerarme antes que nada siguiendo consejos de mi abuelo, el proceso de elucubración de todos los datos, su transformación en propuesta, la aceptación por cada una de las partes, las experiencias vividas. Omití en mi exposición todo lo referente a mis exóticos gustos sobre prendas íntimas femeninas y mi cada vez más marcada preferencia por aceptar una buena penetración por parte de mi mujer, un poco por vergüenza o por algo de machismo lo cierto es que de eso no dije ni media palabra olvidando, en esta ocasión, el consejo de mi abuelo José en cuanto a que la sinceridad debe prevalecer ante todo. Mi amigo se excitaba más y más con cada parte del relato y cuando le insinué que existía la posibilidad de tener sexo esa misma noche con mi mujer se desesperó por llegar cuanto antes a mi lugar. Tuve que frenarlo un tanto para que me diera la oportunidad de hablar previamente con Mariela, cosa que hice inmediatamente.
- Hola Mariela, mi amor, soy yo, Javi
- Muy bien, me ha ido muy bien
- Ya te contaré al llegar a casa
- Ya estoy en camino
- Si me apuro, ya voy. Una cosa…
- Me he encontrado con Félix y estamos tomando una copa
- Si, el marido de Susana
- Nada, que he pensado invitarlo a tomar unas copas en casa
- ¿Y tú qué crees?
- Exactamente
- Si tú te animas yo me animo
- ¿Recuerdas la idea de que usaras mi camisa?
- Si, esa…
- Bueno, entonces está arreglado, ya vamos los dos para allá.
- Un beso, yo también te amo…
¿Qué es eso de la camisa?, preguntó Félix en cuanto terminé la conversación. Una de nuestras primeras fantasías fue la de recibir un amigo en casa, en este caso tú, tomaríamos algo mientras Mariela se aparecería vestida tan solo con una camisa mía y nada por debajo, le respondí tratando de volverlo loco. Hombre, no me cuentes más nada prefiero enterarme por mi mismo y llevarme la sorpresa, dijo con una expresión desencajada. ¿Estás seguro de lo que me propones, no te arrepentirás luego?, me preguntó, a lo que le dije: absolutamente, estoy absolutamente seguro y ten en cuenta que no quisiera escuchar tus opiniones al respecto. Hicimos un pacto de hombres y no se habló más, terminamos nuestras bebidas y nos dirigimos a casa a vivir una locura más, quizás una de las mejores.
Llegamos, nos sentamos en la sala, traje unas cervezas y cuando nos disponíamos a charlar apareció mi novia desvestida como habíamos imaginado, después de todo estaba en su casa ¿verdad?, se acercó, nos besó a ambos, preguntó a Félix por Susana y los niños y se quedó ahí parada frente a nosotros con mi camisa celeste que le quedaba inmensa como única vestimenta de la que no se había abrochado ni un solo botón. A Félix se le salían los ojos de las órbitas pero se comportó con clase, no dijo nada ni dejó escapar ninguna exclamación, se limitó a seguir la conversación como si nada, como si la situación fuese de lo más común, de todos los días, creo yo que con bastante esfuerzo, lo que no podía era apartar su mirada babosa del cuerpo de mi mujer, su amiga, amiga de su mujer, tía adoptiva de sus hijos.
- Y donde se han encontrado, preguntó mi novia
- A la salida de una casa de masajes, respondí
- Muy bien mi amor, fuiste a cumplir nuestra consigna con una profesional…
- Si. Verás, no es sencillo conseguir una mujer justo en el momento que la necesitas
- ¿La has pasado bien?
- Muy bien, ¿quieres que te cuente?
- Muero por enterarme lo que ha hecho mi novio
- ¿Ustedes se lo cuentan todo?,, preguntó nuestro amigo como para meterse en el tema
- Todo, respondió Mariela con una sonrisa pícara, somos socios en esta aventura de disfrutar la vida
- Si mi amor, ya le he puesto al tanto de todo, dije ingenuamente, olvidando de que mi novia a pesar de su enorme transformación es una mujer y como tal hay ciertas cosas que no tolera, como por ejemplo que revele sus intimidades sin su aprobación. Lo considera una traición.
- ¿También le has contado que te gusta vestirte de mujer y que te dé por el culo con una polla de silicona?, quiso agredirme
Mi novia se había enojado, todavía hoy no he decidido si con justa razón o no pero lo cierto es que aquél día casi tuvimos nuestra primera discusión. Por suerte el agua no llegó al río, un poco porque hice un gran esfuerzo para no seguirle la pelea, y otro poco porque el ambiente ya se había comenzado a calentar y las ganas de sexo fueron más importantes que las de pelea. No respondí y seguí con el relato…
- Cuando me di cuenta de que no conseguiría ninguna mujer en tan poco tiempo se me ocurrió ir a la casa de masajes. Era un edificio de muchos pisos, yo iba al séptimo. Al anunciarme me hicieron pasar, me dijeron que me pusiera cómodo en un diván que había en la recepción y a los pocos minutos apareció una señorita vestida con un baby doll que le quedaba de maravillas. Era una chica muy joven, no creo que pasara de los dieciocho años, muy bonita pero con muy pocas pechugas, muy delgada. Me sentí un poco desilusionado pero inmediatamente apareció una mujer pelirroja, esta sin dudas estaba en más o menos los treinta, muy bien formada, bastante voluptuosa, muy tentadora porque se la veía muy sexy, estaba vestida como una colegiala con una falda escocesa bien corta, camisa blanca toda abierta con un nudo a la altura del ombligo, medias tres cuarto y zapatillas. Luego entró otra vestida como enfermera y luego otra más completamente desnuda a no ser por los zapatos. Era una maravilla, se exhibían ante mí para que eligiera la que más me gustara.
- Qué quieres que te diga mi amor, te mentiría si no admitiera que me sentía en la gloria.
- Ustedes sí que son una pareja bien moderna, dijo Félix
- ¿Tú crees?, respondió Mariela abriendo la camisa un poco para dejarle ver los pechos
- Si eso creo, dijo Félix. Mariela, me estás volviendo loco con semejantes tetas que tienes, disculpa Javier, dicho esto con respeto
- Claro hombre, di lo que sientas, me resultó graciosa su aclaración
- Un momento dijo Mariela, aquí las reglas las pongo yo. Sigue contando tu experiencia que eso, hoy, era lo más importante para nosotros
- Bien, no sé si fue la quinta o la sexta mujer que apareció la que me atrajo. Era de una belleza increíble al punto de que no entendí qué estaba haciendo en ese lugar, prostituyéndose por unos billetes, por muchos que fueran. La llamaban Loli.
- A mí también me gustaría trabajar en un lugar de esos dijo mi mujer, tengámoslo en cuenta en el futuro.
- Está bien.
- Si te excita prostituirte puedo pagarte, agregó Félix
- No es mala idea, ya veremos cómo te portas, sigue amor.
- Loli es una mujer de piel muy delicada, algo morena, muy suave, pelo negro, ojos verdes, irradiaba un aroma irresistible, muy sensual, femenina y apasionada, estaba vestida con un bikini negro que le quedaba perfecto y sandalias de tacos muy altos. Su piel era lo que más me atraía. Me preguntó qué deseaba hacer y le propuse bañarnos juntos. Me di el gusto de enjabonarle toda la piel despacio y muy suavemente, mis manos muy bien lubricadas por el jabón se deslizaban sobre su cuerpo con una facilidad asombrosa provocándome gran placer, como se imaginarán me dediqué muy especialmente al coño que lo tenía depilado, las nalgas y las tetas que aunque eran soberbias no superaban en belleza a las tuyas. ¿Tú qué opinas Félix?
- Lo dicho, que tu mujer tiene un par de tetas fenomenales, Me encantaría besarlas
- Hazlo dijo Mariela ofreciéndoselas generosamente. Félix no perdió el tiempo y se prendió como un recién nacido…
- Luego de que ella me enjabonara meticulosamente el miembro, los testículos y el culo, este por pedido mío, nos secamos y fuimos hasta la camilla, no olvidemos que se trataba de una supuesta masajista, me recosté boca arriba y le pedí que me masajeara con las tetas, lo hizo creo yo que con ganas, refregándose por todo mi cuerpo, primero boca arriba luego boca abajo prestando especial atención a mis nalgas y luego boca arriba otra vez cuando colocándose en cuclillas con un pie a cada uno de mis flancos se introdujo mi polla completa mientras me acariciaba el pecho y jadeaba dando muestra de una euforia que nunca sabré si era auténtica pero que me dio igual, lo disfruté mucho y me sentí un semental. En cuanto terminé quise irme, ya no la veía tan hermosa y ella también se apuró, seguramente iría nuevamente a la conquista de un nuevo cliente. Le agradecí, pagué, al salir me encontré con este sátiro y al verlo recordé inmediatamente tu fantasía.
Mientras se dejaba besar y acariciar las tetas Mariela dijo que su fantasía, y me pidió que lo recordara, era la de estar con dos hombres a lo que le dije que justamente eso era lo que había pensado yo. Félix y yo éramos dos hombres ¿O no?
- No, dijo Mariela, Félix y tú son un hombre y un novio. Dos hombres son dos hombres y tú, no lo olvides, eres un cornudo consciente consentidor. Seguía molesta.
- Me parece que tu novia tiene razón, acotó Félix, entonces por ahora estoy yo solo, tú te limitarás a mirar, amigo. ¿Estás de acuerdo?
- Yo no tengo problemas, lo que Ustedes decidan está bien para mi, quiero verlos follar, es lo que deseo.
- ¿No tienes un amigo que puedas traer ahora mismo?, le preguntó Mariela a Félix mientras le agarraba la polla para meterla en su boca.
- Si, puedo traer a uno que estoy seguro te volverá loca de placer pero antes te pediría que echemos un polvo, me tienes a mil
- No hay problema, pero como con todos mis amantes primero tendrás que hacérmelo por el culo
- Vaya sacrificio que me pides
- Son mis condiciones, primero me lo hacen a mí y luego de la locura con terceros yo se lo hago a Javier
- Eso me gustaría verlo, ¿te molestaría Javier que luego de que todo ocurra pueda ver cómo te folla tu mujer?
- Si te gusta te daré el espectáculo, ya me estoy sintiendo un actor porno, todos quieren verme dije recordando a Julia…
Mariela se arrodilló sobre el diván dándonos la espalda, apoyó los brazos sobre el respaldo, con ambas manos separó sus nalgas, le pidió a Félix que se ensalivara y la escupiera y se dejó meter la polla completa en el culo dando muestras de que la recibía encantada, sus jadeos no dejaban ninguna duda ni nada para imaginar. Mi mujer y mi amigo se entregaron a un ejercicio violento pero armonioso, mientras uno avanzaba la otra retrocedía, luego se separaban casi por completo y volvían a comenzar el fantástico encuentro que dejaba oír escandalosos encontronazos cada vez que la pelvis de uno topaba con las nalgas de la otra. Parecían una máquina especialmente diseñada en la que una pieza encajaba dentro de la otra con admirable precisión. Fue rápido pero intenso, sujetándola por los hombros Félix embestía con violencia desahogando la represión que se había impuesto, sin que nadie se lo pidiera, hasta que pudo vencer el poco respeto que aún le quedaba por un amigo a quien no comprendía. A la mujer ya no la respetaba, hacía rato que la había calificado de golfa y por lo tanto solo debía utilizarla para su satisfacción, se lo decía y lograba, incomprensiblemente para su manera de pensar, excitarla mucho más. Un momento antes de eyacular este hombre a quien conocía desde mi infancia sacó la polla chorreante del estrecho túnel en el que se había encajado y la pasó a la boca de mi novia que la recibió sedienta esperando la leche, premio sublime, máximo anhelo de cualquier puta que se precie de tal. La tragó toda e inmediatamente vino a mí y me dio un beso profundo en el que pude sentir el sabor del hombre y del culo, todo junto y al mismo tiempo. Te esperamos con tu amigo, esto recién comienza dijo Mariela, mientras se dirigía al baño a refrescarse.
- Amigo, me he follado a tu mujer, dijo Félix inquieto, demostrando cierta culpa mas no arrepentimiento
- Si, los he visto
- En tu presencia
- Si, si, los he visto, repetí
- ¿Estás bien?
- Perfectamente, ¿por qué no lo estaría? Y le mostré mi erección
- Se lo he hecho por el culo
- Si te he visto y me ha gustado tu estilo, anda Félix ve a buscar lo que Mariela te pidió, no tienes nada que explicar
- Claro, ya vuelvo…
Félix fue a buscar un amigo al club. Un carnicero a quien llamaban Toro, muy buen pelotari con fama de fornicador potente e insaciable. Lo encontró compitiendo, le pidió solo un minuto para explicarle el motivo de la urgencia. Al escuchar la propuesta Toro se entusiasmó de inmediato pero cuando Félix le describió el cuerpo de mi mujer y lo ardiente que era, además de contarle acerca de mi complacencia y presencia en el lugar del encuentro no lo dudó ni por un minuto, dio por terminado el partido y así como estaba, con todo el esfuerzo del match reflejado en su piel y su playera, que se veía empapada por el sudor, se vino a casa sin perder un minuto a pesar de que se jugaba por dinero y perdería una suma considerable.
Cuando entraron no dijo una palabra, no consideró necesaria ninguna forma de presentación ni cumplir con ninguna formalidad, se dirigió a Mariela quien lucía la camisa mía que le quedaba sumamente holgada toda desabrochada dejando ver su desnudez, la observó detenidamente y sin decir nada dirigió su mano a la entrepierna de mi mujer aprisionando su coño con fuerza mientras me miraba a mí, su marido, fijamente a los ojos, desafiante, sin siquiera pestañar. Me costaba mucho sostenerle la mirada, desvié la vista y miré a Mariela, ella me miró a mí y ante un repentino quejido comprendí que le había metido un dedo que seguramente habrá entrado con facilidad ya que mi novia a esta altura estaría muy mojada. Miré las manos de este hombre que incursionaba en nuestras vidas de manera salvaje y cada uno de sus dedos me pareció una morcilla. Todo él era grande. Me seguía mirando hasta hacerme sentir violado, este hombre me estaba haciendo lo que necesitaba, me estaba follando el cerebro y a mi novia también, nos destruía la cabeza a los dos y al mismo tiempo. Temí por mi chica pero aún así nunca antes sentí semejante excitación y ella que no atinaba ni a suspirar no aguantó más y se entregó, extendió sus brazos y lo abrazó por el cuello acercando su boca a uno de sus hombros del que bebió la copiosa transpiración que de él manaba, pegó su cara a la suya y con una mano acarició su cabeza revolviendo su cabellera al tiempo que se abrazaba fuertemente con las piernas a su cintura facilitando la inminente penetración. Esta vez prudentemente Mariela eligió entregar primero el coño, el tamaño descomunal de la verga de esta impresionante bestia la cohibió ahorrándose un sufrimiento extremo.
Toro se dedicó por completo a follarla sin quitar la vista de mis ojos ni por un momento, por lo visto le encendía muchísimo hacerme cornudo desafiándome de alguna manera a que intentase evitarlo. Tan excitados estaban que en un momento de desesperación Mariela clavó sus uñas sobre la espalda de quien la embestía tan eficazmente dejando huellas rojas de cinco arañazos, uno por dedo. El hombre acusó el impacto y como respuesta a la injuria recibida caminó por la sala con mi mujer a cuestas hasta chocar contra una de las paredes contra la cual la penetró repetidas veces con más fuerza aún logrando meter por completo un instrumento que a esta altura ya me parecía del tamaño de un sifón. Cuando la tuvo acorralada con una mano le apretó la garganta y con la otra le pegó un fuerte cachetazo que sonó estridente, Mariela no se achicó y se lo devolvió, el hombre rió con muchas ganas.
Como la violencia jamás estuvo en mis planes y por sentir mi orgullo de hombre afectado hice un amago por defenderla pero Félix me contuvo. Déjalos, me dijo, en este momento no es tu mujer es su hembra y si te metes te hará mucho daño, sería lo mismo que quitarle la comida a un animal salvaje hambriento y de todos modos no creo que tu mujer la esté pasando mal
- Oye Toro, dijo Félix, deja algo para mí, después de todo yo te traje
- Puedes ponérsela por el culo si te apetece
- Es que está contigo
- No importa, yo estoy por delante, tú colócate por detrás…
Sin dudarlo Félix aceptó la invitación, Toro se giró, siempre con mi mujer cargada y ella colaboró levantando el culo lo suficiente como para que mi amigo la metiera también y cuando sintió las dos pollas adentro lanzó un grito desgarrador que me hizo pensar que moriría y resultó que estaba en lo cierto, mi chica estaba muriendo pero de gusto y placer.
Cuando se bajó de la cintura del carnicero a mi novia se le doblaron las rodillas por lo que se dejó caer y estando en el suelo se acercaron los dos hombres para terminar en su boca lo que habían comenzado pero un poco antes a Toro se le iluminó la cara y con una gran sonrisa me pidió que trajera algo para beber y copas. Traje un espumante y quise servir pero me advirtió que solo llenara tres copas, luego hizo señas para que me acerque y nos ordenó a Félix y a mí que nos masturbáramos junto con él hasta derramar la leche dentro de la copa vacía, luego brindamos por el gran momento vivido, nosotros tres con el espumante y Mariela con su copa repleta de semen que bebió con deleite. Cuando nos relajamos nos quedamos un rato más charlando, más que nada querían saber de nuestro estilo de vida y cómo era que habíamos llegado a estas instancias. Toro resultó mucho más agradable de lo que me había parecido al principio cuando desafiante se metió con la entrepierna de mi mujer sin pedir permiso, preguntó si este encuentro se podría repetir a lo que Mariela se apresuró a responder afirmativamente. Félix preguntó si no temíamos caer en la boca de la gente y otra vez Mariela respondió que no temía al qué dirán y que si así lo deseaba podía ir ya mismo a su casa a contarle a su mujer que había estado follando con su amiga. Félix sonrió y dijo: sabes que no lo haré y no hicieron falta más palabras.
La relación con Toro duró por más de un año. Venía a casa a follar con mi novia dos o tres veces por semana teniéndome siempre como espectador. Nunca se metió conmigo ni yo con él aunque en su presencia yo me presentaba con las tangas y medias que Mariela me compraba. Félix no vino más, quizás por pedido de su amigo. Y fue mejor que la relación con Toro terminara porque se estaba poniendo cada vez más violenta, tal como una vez lo había expresado mi novia no encontraba límites a sus apetencias. En otra oportunidad, si es que me tienen paciencia podría relatar los encuentros más violentos vividos, sobre todo aquél cuando Toro nos llevó al matadero porque quería follar con Mariela entre la carne fresca de animales recién carneados.
Cuando mi abuelo José murió sus restos fueron incinerados y arrojados al mar. Todo por su expreso pedido. Igual que yo mi abuelo amaba el mar y me amaba igual que yo a él. Al contarle un día a Mariela que todo lo sucedido tenía una fuerte relación con los consejos que él me había dado me dio una buena idea: fuimos de vacaciones a una zona turística en la que no faltaba una playa nudista, allí fuimos y desnudos arrojamos unas rosas rojas al mar en su memoria. Pensábamos que de haber podido mi abuelo hubiese vivido la vida con un estilo parecido al nuestro o quizás lo habría concretado discretamente, ¿cómo saberlo? Varios se acercaron dando muestras de simpatía por nuestra acción pero ninguno preguntó nada respetando nuestra intimidad, gesto muy común, el del respeto, de los habitúes de la vida naturalista. Hicimos muchos amigos con quienes compartimos excelentes aventuras pero la más trascendente de todas ocurrió ese mismo día cuando al arrojar la última rosa al mar me arrodillé y volví a pedirle a Mariela que se casara conmigo y ella con lagrimas en los ojos me abrazó y besó como única respuesta mientras nuestros nuevos amigos aplaudían y se apresuraban a proponer un brindis por la “nueva pareja”.
Gracias por soportar este extenso relato.