La siesta

Mientras ella duerme, él no puede resistir tocarla, acariciarla... En el fondo, desea despertarla.

LA SIESTA

Voy a meterme en el descanso tenue, en la ensoñación leve que ahora estás teniendo. Estás es ese cuarto tuyo que nunca he visto, lleno de peluches, con el ronroneo del ordenador encendido. Estás sobre la cama, y el último sol de la tarde calienta la estancia. También te calienta a ti. El calor te obliga a estar sólo con un sujetador deportivo y unas braguitas grises, también deportivas. Estás sola, con sueño, pero al mismo tiempo tienes un poco de humedad por la conversación que minutos antes mantuviste con él. Te vence el sueño, tus ojos se cierran a pesar de la pequeña batalla que el deseo ha intentado ganar en vano. Te duermes con la mano relajada sobre tu sexo. Sueños rápidos, de siesta, esos de los que siempre uno se acuerda.

Te ves dormida sobre tu cama, y él aparece por la puerta. No te despiertas, pues él sabe ser silencioso. Se acerca y te contempla. Se acerca y piensa en lo que a ambos os gustaría que este sueño de siesta fuera real. No quiere despertarte, sabe que estás cansada, pero no puede reprimir las ganas de tocarte. Con una suavidad infinita su mano acaricia tu cuello, tú sólo das un pequeño escalofrío que no impide continuar tu sueño. Baja por el costado siguiendo el contorno de tus pechos relajados, saliendo levemente de la silueta de tu tronco debido a que estás acostada. Suavidad infinita. El calor hace brotar pequeñísimas gotas de sudor en tu vientre. Tus pezones se yerguen y tu entrecejo se frunce un poco. Sabe que no debe despertarte, este es tu sueño y quiere ayudarte a que sea más placentero.

Recorre la frontera de tu sujetador por abajo subiendo la colina de tus pechos muy despacio. La vista de tus pezones erectos le obliga a acercarse a ellos. Los roza y tu escalofrío es esta vez mayor, teme despertarte… Se para. Su respiración se acelera. Espera y comprueba que sigues dormida. Tu respiración también se acelera ligeramente. Sus dos manos abarcan tus pechos completamente, sin ejercer presión, pero palpando y notando la dureza y erección de tus pechos. Comienzas a sentirte más húmeda y comprendes que este sueño se está convirtiendo en un sueño erótico.

Cada vez con menos sigilo, él toca tus tetas duras. Tu respiración se hace cada vez más intensa. El sueño se mezcla con la vigilia. Quieres estar despierta para gozar, pero quieres seguir dormida para que sus manos sigan tocándote. Tus piernas, que están entreabiertas dejan ver una mancha de humedad deliciosa en tus braguitas. A él le encanta esa visión y le gustaría que esa mancha creciera. Por eso juguetea con tus pezones sobre el sujetador y tu coñito empieza a dilatar, palpitando… Te encanta sentir cómo te toca. Te excita sentir sus manos recorriéndote. Abres levemente los ojos y notas cerca de tu cara su sexo, bajo los pantalones, totalmente erecto. Tu sueño ha acabado, o quizás tan solo ha empezado… Sus manos desplazan tu sujetador hacia arriba dejando libres tus tetas. Tus pezones apuntan al techo, totalmente duros y apretados. Sus dedos juegan con ellos y tu excitación es casi insoportable. Despacio, le desabrochas el pantalón. Él ya no teme haberte despertado, de hecho lo deseaba. Su miembro duro sale como desesperado de su cueva, dando un respingo que te resulta gracioso. Empiezas a mover tu mano a todo lo largo de su polla. Sin apretar, despacio. Notas cómo sus caderas se mueven al compás del movimiento de tu brazo. Él baja por tu vientre y juega por encima de tus braguitas, le encanta notar lo mojadas que están por su culpa. Tus caderas también se mueven, apretando su mano contra tu sexo, denotando las ganas insoportables que tienes de que te lo toque.

Él lo sabe y mete la mano bajo tus braguitas, y se estremece al tocar tu vello púbico y al notar los pliegues de tu vagina empapada. Os masturbáis mutuamente, y vuestros suspiros atestiguan la enorme excitación de la que ambos estáis siendo víctimas. Sus dedos recorren magistralmente tus labios húmedos, introduciendo levemente el dedo medio y jugando con tu clítoris con el pulgar. Tu mano también sabe hacerle gozar y se mueve con soltura y delicadeza por su polla. Los dos estáis muy calientes y podríais correros casi en cualquier momento. Ambos intentáis mantener la situación sin llegar al clímax, pero verdaderamente está siendo muy, muy difícil. Él frota tu clítoris con parte de la palma de la mano y dos de sus dedos se humedecen con tus jugos, preparándose. Los mete en tu coñito caliente y empieza a mover todo el conjunto al unísono. Tu mano se mueve cada vez más rápido, dándole un placer especial en su frenillo y en su glande.

Los dos vais a explotar. Su orgasmo empieza sólo un segundo antes que el tuyo y derrama varios chorros abundantes de semen sobre tus tetas. Tú empiezas a vibrar y notas cómo un enorme cosquilleo, un calor placentero surge del interior de tu sexo recorriéndote el cuerpo entero. Ambas han sido unas grandes corridas, pero necesitáis más. Os miráis a los ojos por un momento, ambos con la expresión de excitación y con la respiración acelerada, y os dais un beso tórrido. Su polla sigue estando durísima, y tu coño dilatado, abierto y empapado. Él se pone sobre ti y sigue besándote, pero pronto baja y te chupa las tetas, tienen un ligero sabor salado por el calor que habéis pasado, pero le encanta ese sabor. Su lengua durita recorre tus tetas y se concentra en los pezones. Tú le agarras la polla y empiezas a restregártela suavemente contra tu coñito, produciéndote un placer exquisito a la vez que produce un sonido húmedo y carnoso totalmente morboso.

Él baja hacia tu sexo y empieza a hacer lo que deseabas: lamer tu vagina. Su lengua recorre tu sexo magistralmente y tú te retuerces de placer. Levanta la cabeza, te mira, y te dice, susurrando: "voy a follarte con mi lengua". El placer que su boca genial te proporciona es totalmente insoportable. Piensas que es un auténtico genio y le agarras la cabeza para impedir que se vaya. Le imploras que siga. Su lengua recorre tus labios para pasar a centrarse en tu clítoris. Se mueve a un lado y a otro a una velocidad vertiginosa, haciendo, claro, que tu orgasmo se acerque a una velocidad vertiginosa. Le imploras que siga, entre jadeos. Notas cómo te llega. Tu orgasmo viene como una enorme ola que hace que todo tu cuerpo se tambalee. Acabas de tener uno de los mejores orgasmos en mucho tiempo.

Él no puede más y tal cual estáis, te mete su polla. Empieza despacio, sintiendo el placer del contacto entre su polla y tu coño desnudos y, poco a poco, empieza a acelerar… Os besáis. Sus movimientos te hacen ver que está disfrutando como nunca, y en un acto instintivo, comienzas a tocarle los dos pezones suavemente. Como un ser en posesión, acelera el ritmo metiéndote su polla hasta el fondo. Puedes sentir perfectamente cómo choca contra el límite de tu cavidad vaginal. Lo miras cómo disfruta y el instinto acelera el ritmo en que estimulas sus pezones. Sus caderas embisten contra tu sexo de manera salvaje y él se estremece en un orgasmo fantástico que le dura largos segundos. Puedes notar cómo su leche caliente invade tu cueva y para ti eso es una sensación maravillosa. Tras aminorar su ritmo hasta la calma, os volvéis a besar apasionadamente, os miráis con una sonrisa, y él cae rendido a tu lado en la cama.