La Sicóloga me engañó (2)

Allí estaba yo en mi oficina, tirado en el piso, humillado por mi secretaria, ahora mi Ama y dueña porque yo mismo lo había permitido y propiciado o tal vez inconscientemente deseado. ¿Cómo llegué a esta situación tan absurda?

LA SICÓLOGA ME ENGAÑÓ II

"II propedéutica"

Por: Vanessa Xaviera Machiotti: vanessaxaviera@yahoo.com.mx

Allí estaba yo en mi oficina, tirado en el piso, humillado por mi secretaria, ahora mi Ama y dueña porque yo mismo lo había permitido y propiciado o tal vez inconscientemente deseado. ¿Cómo llegué a esta situación tan absurda? Ahora, después de algunos años de haber comenzado mi entrenamiento como esclavo y con la ayuda de mi terapeuta, solo atino a decir que aquello ya estaba en mí a pesar de las apariencias. Yo era un líder, gerente de esta compañía, acostumbrado a que todos me obedecieran sin chistar, campeón en deportes, fisicoculturista, picaflor y coqueto empedernido, acostumbrado a poseer a las chicas más atractivas. Pero y entonces, ¿Qué pasó?

¡Marcela por favor! Otra bofetada, no me acostumbraba, soy su Ama imbécil, Marcela, su secretaria, acaba de fallecer, perdóneme Ama, ¿qué debo hacer? Dije intentando resignarme y someterme, a pesar del ardor de mis mejillas, lo cual me producía una rabia que estaba a punto de revelar una furia incontrolable, pero al mismo tiempo sentía una excitación increíble. Mire pedazo de escoria, por una única vez, voy a tener caridad con usted y le voy a explicar la situación. Así parezca un juego, no lo es, yo me estoy tomando varios trabajos y riesgos en lo que estoy haciendo. Al aceptarlo como mi sirviente a prueba estoy rechazando otras posibilidades y, le voy a pedir varios sacrificios que de cumplirlos es lo único que garantizará que ésta relación tenga futuro. Si Ama, asentí. Antes que nada, le prohíbo a partir de ahora que tenga sexo con su mujer, aunque intuyo que de igual forma por allí poco hay de eso. Así es Ama, no se equivoca. Los fines de semana son totalmente míos, mi marido, quien maneja la contabilidad general de un prestigioso banco, tiene que viajar cada semana como auditor a las sucursales regionales y mi hija está empezando su carrera como cadete naval en la costa Atlántica –Cartagena-. Usted tendrá que inventarse alguna historia para contarle a su mujer y así justificar las desapariciones cada viernes y sábado. Si señora, así lo haré.

Así empezó mi calvario, digo mi calvario por la cantidad de emociones encontradas que empezaron a aflorar en mi interior y que al principio eran una llama excitante que quemaba y devoraba, pero que poco a poco se fue convirtiendo en un infierno del cual no podía o no quería escapar. Nunca he consumido drogas ni me ha interesado siquiera el hacerlo, pero he contado con amigos muy cercanos y muy queridos a los cuales he visto sucumbir por una adicción demandante y persecutora que no pueden evadir. Saben que les hace daño, saben que los va a acabar, así como que su vida se está yendo por el caño, pero la siguen consumiendo. Yo no estaba ahora viviendo una situación diferente, me estaba volviendo adicto a esta mujer que ahora me trataba con un lenguaje soez y mas encima me pegaba y yo que quería más, que me golpeara como quisiera, que me pateara, pero que no me apartara nunca de la presencia de sus pies. Nunca me había dejado pegar por nadie y mucho menos por mujeres, tipos enormes y musculosos, habían terminado en el piso con un puñetazo de mi mano zurda por una simple diferencia de opiniones. Sí, yo era peleador y agresivo. Y ahora estaba en cuatro patas como un perro rogando para que mi Ama me ordenara lo que tanto deseaba y que me había llevado a esta situación, "bésame los pies esclavo". Pero la orden no llegaba.

Añoraba que llegara mi primer fin de semana con ella, mi Diosa. Mi esposa se trago mi mentirosa historia sin siguiera masticarla, asegurándole que mi cargo de gerente demandaba ahora sacrificios nuevos y muchos viajes lejos de mi familia, no pareció molestarle, más bien diría que sintió alivio ya que yo era muy insistente sexualmente y en especial los fines de semana cuando había posibilidad de estar en pareja, más relajados. Alisté mi maleta de mano con algunos artículos de aseo y ropa interior y me dirigí a la residencia de mi Ama como ella me lo había indicado. Al llegar allí, una casa en el sur de la ciudad, fui recibido por una mucama quien me entregó unas llaves y un sobre cerrado. La señora no se encuentra –dijo- pero me dejó claras instrucciones de que le entregara esto y de que no trabajaba yo aquí más los fines de semana y que usted ahora haría mi trabajo, diciendo esto se marchó. Entré a la casa e inexplicablemente empecé a temblar, no me controlaba, era una mezcla de miedo a lo desconocido y emoción. Procedí a abrir el sobre, en una hoja perfumada y con buena caligrafía, mi Ama me había dejado sus primeras instrucciones para ese, mi primer día a su servicio.

Esclavo mío, espero no haber tomado una mala decisión al tomarlo a mi servicio particular y espero con seguridad no ser defraudada. Antes que nada, cada que yo le hable y en mi presencia usted siempre estará de rodillas y con la cabeza agachada mirando al piso. No estoy presente, pero cada que reciba instrucciones que usted sepa que son enviadas por mi, se arrodillará inmediatamente como símbolo de adoración a su Dueña. Me arrodillé de inmediato y continué leyendo. Salí a bailar con unos amigos, y no sé a qué horas regrese. ¡Desilusión, mierda, fue lo primero que le dije a Marcela, perdón, a mi Ama -ya empezaba yo a entrar en la historia así ella no estuviera- me da celos y rabia, y ahora qué –dije en voz alta- me cogió de pendejo. Me había hecho toda una historia de las mil y una noches, con sexo incluido y danza del vientre. Pero espera, a que vine aquí sino a servir, yo lo acepté, estoy en el juego, ¡o no! Ella me advirtió que esto no era solo un juego. Aquí se mueven muchas cosas de manipulación psicológica, lo sé, lo he leído, lo he estudiado. ¿Me doy media vuelta y salgo de esto? Pero no, quiero ver en que para esta mierda en la que me metí sin querer, o ¿lo quería? Maldito colgandejo que tengo entre las piernas y decide por mi sin pedirme permiso.

Seguí leyendo, necesito que se desnude totalmente y que se bañe muy bien, no quiero olores por toda la casa ni mucho menos en la ropa que se va a poner y que es prestada –mi pene empezó a erectarse- . En el cuarto de la servidumbre, bajo llave –en sus manos están las llaves- en un cajón del armario, encontrará un delantal y una cofia, con la ropa sucia le dejé unas medias veladas negras que ya no uso, unos zapatos, planos por ahora y espero sean de su número ya que los compré especialmente para esta ocasión, y una tanga vieja, póngaselas después del baño y empiece con diligencia las labores que le encomiendo en el listado a continuación. ¡A no, eso si no, de eso no se había hablado, servir y hacer el aseo es una cosa, pero vestirme de mucama es otra bien diferente, de mariquita ni por el putas! –pensé molesto, para mis adentros-. Y dos advertencias, una, si no le parece, aquí se rompe el contrato, cierra la casa y me entrega las llaves el lunes y si le parece, se baña ya y se viste y continuamos. –mi erección ya llegaba hasta el techo o la pared, ya que estaba arrodillado- Y, segunda advertencia, ni se le ocurra masturbarse sin mi permiso, yo soy la dueña de sus erecciones y corridas.

Sin aliento ni respiro, empecé a darme cuenta que mi Ama no solo me tenía atrapado sino que más encima anticipaba mis pensamientos. Ahora se que una Ama experimentada como la que me tocó en suerte, es total y absolutamente previsiva y gran conocedora de la psicología conmportamental de los hombres como yo. Así que a bañarme y a vestirme antes de seguir leyendo. Salido del baño, donde no se porqué solo había agua fría -Bogotá es una ciudad que se encuentra a 2700 metros sobre el nivel del mar y la temperatura a esa hora estaba por los 4 grados centígrados- me dirigí a buscar el cuarto de la sirvienta. Allí estaba mi ropa en un cajón del armario con llave como decía la nota. Y había otra nota, lo quiero todo rasurado. En el baño encontrará mi maquina eléctrica de depilar. Bueno eso era menos difícil, yo ya lo había hecho en innumerables ocasiones en los concursos de físicoculturismo y digamos que era experto. Ya completamente rasurado o depilado, me vestí como pude, pero con mucho cuidado de no romper nada. Al ponerme las medias veladas, sentí algo indescriptible, la seda en mi piel rasurada tuvo un efecto único, electrizante, no lo puedo explicar. Lo había experimentado hacía muchos años en mi temprana adolescencia y ese capitulo de mi vida, ya casi lo tenía por olvidado y clausurado, y pensaba erróneamente que superado.

Había sido en un viaje a mi tierra natal, Cali, después de que mi padre me sacara del colegio por malas calificaciones. Mi tía, entonces soltera, me había acogido en su casa y allí presencié como se vestía para su amigo con ropa interior muy bella, con ligueros y seda fina, para ser acariciada por el, pero sin sospechar que yo la espiaba. Me convertí sin saberlo en voyeur, empecé a ponerme la ropa de mi ella, para verme en un espejo y vivía la fantasía de agradar al amigo de mi tía. De allí nacieron muchas cosas que narraré en otra historia a manera de regresión a mis primeras experiencias sexuales, y que empecé a descubrir y encontrar en ésta relación de dominación que apenas empezaba. Aquella experiencia, bella para mí, y el rechazo posterior de lo allí vivido, me llevaron a matricularme en un gimnasio para verme musculoso, "como un hombre debía ser", mi padre, al regreso forzado a mi casa, me había obligado a sufrir una terapia de readaptación, dada mi "disfunción y el trastorno psicológico que padecía".

Me vi en el espejo, nada mal, un poco grueso por mis músculos, pero ya mi Ama pondría remedio a ésto antes de que yo pudiera decir algo. Seguí leyendo. Tengo mucha ropa sucia acumulada de mi esposo, mía y aún de la mucama. Va a competir con la sirvienta, ella se va de vacaciones y no la dejé hacer nada esta semana que termina. Por mi hija no se preocupe que, como ya le dije, está en Cartagena como cadete naval y solo viene cada seis meses con su novio a visitarnos. Necesito que lave toda la ropa, espero que sepa usar la lavadora, pero la ropa delicada la lava a mano. Haga primero eso y después se ocupa del aseo. Necesito que aspire toda la casa y después encere y brille los pisos de madera. Como puede ver, la casa es grande y necesita mucha atención. Quiero ver los baños relucientes, mi esposo es muy exigente con su baño privado. Después pase a la cocina y me lava toda la vajilla y los trastos sucios, también los deje acumular, tiene que trapear muy bien la cerámica con los detergentes que le dejé a la vista. Después sacude el polvo de mesas, mubles y cuadros. Un pensamiento no me dejaba concentrar, mi Ama estaba bailando con otros sujetos y yo haciendo la labor de la sirvienta. Bueno, como ella misma dijo: "no soy su mujer ni lo seré". Entonces que soy yo, un ¿masoquista? Si no va a ser mi mujer, ¿entonces que espero? El problema era que a medida que pensaba estas cosas más me excitaba y mi pene reventaba en la tanga que tenía puesta la cual era bien estrecha. Tenía unos deseos enormes de masturbarme, al fin y al cabo nadie se daría cuenta. Pero era extraño, la pulsión de obedecer al pie de la letra las instrucciones de mi Ama y de sentirme sometido, era más grande que el deseo de acariciarme y eyacular. Era toda una novedad para mí, otras alturas de excitación, otra locura, la adrelanina golpeaba mis sienes con fuerza y empecé a sentir fiebre.

Me puse en la labor y créanme que lo hacía con un gusto y un cuidado desconocidos. Jamás en mi casa lavé un plato o use la lavadora., la verdad, tuve que aprender sobre la marcha, no sabía lavar ni planchar, mucho menos cocinar. Estos y otros oficios que fueron apareciendo, los tuve que aprender rápidamente para sostenerme al servicio de mi Ama, ya que, en medio de mi adicción creciente, no quería, no deseaba por nada del mundo, perder la subordinación a ésta Diosa, quien aun no me había permitido siquiera besarle sus adorados pies. Me llevó toda la noche hacer el aseo de aquella enorme casa, solo esperaba que mi Ama llegara, para mostrarle con orgullo que había cumplido al pie de la letra sus ordenes y que su residencia estaba reluciente gracias a este esclavo sumiso y diligente. Mi Ama llegó bien entrada la madrugada, cuando estaba dando los últimos toques de cera y brillo al piso de la sala. Inmediatamente me arrodillé, pero antes pude observar por la ventana, como la traían en un carro de lujo y la besaban y acariciaban apasionadamente antes de bajarse de aquel auto. Empecé a llorar como nunca lo había hecho en mi vida como adulto. (Continuará).