La sexta pasajera

Un día rutinario de playa se convierte en una sesión inolvidable de morbo y sexo entre yo y mi cuñada.

Aquel día fuimos cinco personas a la playa. Yo, mi mujer, mi sobrina (20 años y bien dotada), mi suegra y mi hija.

El día transcurrió placentero, hasta que acertó a pasar por delante nuestro caminando mi cuñada, 31 años pizpireta, tremendo trasero estilo brasileño y tanga de infarto que hacía las delicias de los mirones del paradisíaco entorno.

  • Hola chicos qué suerte veros por aquí, llevo una hora caminando y se me hacia pesada la idea de tomar el autobús de vuelta a casa, ¿puedo ir con vosotros?

  • Te tendrás que fastidiar hermanita, ya vamos cinco en mi coche y no me voy a arriesgar a una denuncia de la policía por viajar seis personas en el vehículo.

  • No seas así cariño, el trayecto es corto, y si vemos un control de la policía ya procuraremos agacharnos detrás para que no vean a tanta gente. No vamos a dejar a tu hermana esperando sola en la parada de autobús.

Una perversa perspectiva iba cobrando forma en mi mente: con un poco de suerte todos nos colocaríamos de forma que mi cuñada tuviera que ir sentada encima de alguien, y ese alguien podría ser yo.

  • ¡Ays cuñado gracias! eres adorable, esta hermana mía siempre haciéndome la vida más difícil.

  • Pues dicho y hecho - intervino mi suegra - vámonos todos antes de que se forme caravana, que a esta hora todo el mundo emprende el viaje de vuelta.

Sin duda aquella jugada me iba a costar tener de morros a mi orgullosa mujer el resto de la jornada, pero la posibilidad de tener el miembro viril aplastado contra el culo orondo de mi cuñada, era lo único que me importaba en aquel momento.

Asignadas las plazas delanteras con mi mujer al volante y mi suegra en el asiento del copiloto, solo nos quedaba repartirnos los lugares traseros.

Con mucha agilidad me adelanté a mi cuñada, a mi sobrina y a mi hija, y me coloqué junto a la ventanilla izquierda. Las jóvenes, por su parte, corrieron a disputarse la parte derecha, pues nadie quería quedarse en el centro. Quedando al final dicho lugar para mi sobrina, bien pegada brazo con brazo conmigo, y a escasos centímetros de sus enormes ubres.

Aquel viaje prometía ser inolvidable.

  • ¿Y ahora yo dónde me siento? mmm no voy a colocar todo mi peso encima de mi sobrina.

¡Está bien cuñado te tocó! déjame pasar.

Abriendo la puerta izquierda, mi cuñada hizo realidad una fantasía de años: pasó su pierna derecha sobre mis piernas y procedió a sentarse encima de mis muslos, refregando sin ningún rubor su tremendo culo contra mis partes nobles.

Mi polla se transformó al instante en un erecto mástil, que de no haber mediado en un escorzo por mi parte para colocarla sujeta contra la espalda de mi cuñada, casi hubiera desembocado en una temprana penetración, pues ambos íbamos en ropa de baño para no perder tiempo y sortear los embotellamientos. Yo con un minúsculo bañador talla xs pues estoy en forma y esbelto, y mi cuñada con el mencionado y excitante tanga.

-¿Estás bien cuñado? si te molesto me lo dices.

  • No te preocupes, tu hermana irá despacio teniendo en cuenta que vamos cuatro personas detrás.

Para colmo, el primer trozo del camino era de arena, que debido al contínuo tránsito de vehículos se había llenado de baches y agujeros, haciendo que todos fuéramos saltando dentro del coche.

Las risas de todos hicieron que nadie fijara la atención en lo que estaba sucediendo en la parte trasera izquierda del vehículo...

Mi cuñada culeaba de manera frenética contra mi polla y mis huevos, como novia primeriza en su luna de miel cabalgando al novio.

Tal era era el zamarreo, que en alguno de sus culazos impactó contra el brazo de mi sobrina, que por su parte hacía titánicos esfuerzos por sujetarse las tetas que de tanto bote en más de una ocasión golpeaban contra mi brazo.

Entre las dos me tenían enfermo; un culo delicioso rebotándome encima como si me estuviese follando y unas tetas grandes como flanes masajeándome el brazo.

Cuando una corrida por mi parte parecía inminente, el camino se allanó al comenzar el asfalto.

Aún así, mi cuñada me regaló un par de culazos extra que con gran sonoridad llamaron la atención de mi mujer, la cual a partir de aquel momento nos miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor, a ver que hacíamos "por ahí detrás".

  • Mamá, para, tengo sed. Necesito comprar agua.

  • Un momento hija, ahí delante hay una gasolinera.

Todas aprovecharon para estirar las piernas y refrescarse excepto ya pueden imaginarse quien.

  • Hermana, ¿no bajas con nosotras?

  • No, hermanita estoy bien aquí, ya queda poco para llegar.

  • Cuñada, quítate de encima, quiero comprar agua.

  • Tú de aquí no te mueves, me tienes hirviendo con esa polla dura pegada a mi culo, vamos a aprovechar este momento...

Pasando su mano derecha por detrás, me sacó la polla fuera del bañador, y elevándose hasta tener que doblar totalmente la cabeza contra el techo del coche, se la introdujo entera dentro del coño aprovechando el movimiento de bajada.

  • Pero que haces.. mmmm...me encanta cuñada pero nos van a ver, ya mismo están de vuelta.

  • No te preocupes, me pongo esta toalla por encima, tócame el clítoris, ¡me vuelves loca cabrón!

Como los cristales traseros tintados no dejaban ver con claridad lo que pasaba dentro, me animé y comencé a masturbar a mi cuñada mientras ella subía y bajaba mordiéndose los labios para no ponerse a gritar en voz viva allí mismo, en el parking de la gasolinera.

Con la mano libre le apretaba las tetas, y le metía alternativamente un dedo en la boca tras masajearle el coño para que probara el sabor a néctar de su tesoro de hembra en celo.

La tardanza del resto de la familia se prolongaba, y presos de la lujuria las embestidas aumentaron de intensidad.

Mi cuñada se volcó hacia un lado y amplié mi libertad de movimientos, follándomela de lado como si llevara milenios sin ensartar a una mujer.

Al fin, puse todo mi empeño en correrme no sin antes avisar a mi cuñada.

  • ¡Ahhhh cuñada me corro!

  • Mmmmm... Ahhhh... ¡dentro no desgraciado que me vas a preñar!

  • ¡Abre la boca!

En un gesto felino, le saqué la polla del coño, me senté, y tomando a mi cuñada de los cabellos le agaché la cabeza hasta tener al completo el pene recio dentro su boca.

Como el surtidor de una fuente exploté, era tal la calentura que calculo que estuve no menos de quince segundos eyaculando dentro de la boca de mi cuñada.

El líquido blanco se desbordó fuera de los límites de sus labios, y gracias a la toalla no manché de semen el asiento trasero del coche.

Sentado en esa posición observaba si las demás volvían de vuelta, y visto que no era así, opté por mantener a mi cuñada sujeta del pelo lamiendo los restos de la batalla de mi polla, cuya erección apenas había decaído.

Cuando reanudamos el viaje de vuelta, mi cuñada aún siguió refregándose contra mi polla; el futuro nos depararía grandes y morbosos encuentros amorosos.

Aquella noche ya en la cama, mi mujer me confesó que se hizo una paja de bandera en el baño de la gasolinera.

Había sido consciente en todo momento de la corriente sexual que circulaba entre su marido y su hermana, y aquel sentimiento morboso la llevó a eyacular tres veces en un baño desconocido mientras nos imaginaba a mí y a su hermana follando en el asiento trasero de su coche.

Terminamos haciendo el amor presos ambos del morbo que nos poseía, confesándole en el esplendor del clímax a mi esposa, un deseo que hubiera sido inimaginable que saliera de mis labios antes de aquel día:

  • QUIERO FOLLARME EL CULO DE TU HERMANA.