La separación
Pastelito vainilla..."no puedo vivir sin ti"
LA SEPARACIÓN
Presentía que pronto iba a terminar todo.
Desconsuelo, deshaucio, abandono, soledad, tristeza, incertidumbre, incredulidad, y un sinfín de calificativos más invadían mi alma.
Un cúmulo de sensaciones tormentosas aturdían mi mente y mi cuerpo sentía el desequilibrio propio de un síndrome de abstinencia real.
-¿Porqué se fue?
Dijo: -volveré, pero no volvió.
Me lanzó un último beso al aire mientras nuestros vehículos tomaban direcciones diferentes en una bifurcación del camino.
Sucedió en ese justo instante en el que sentí un escalofrío recorrer mi espalda, intuyendo premonitoriamente lo que iba a acontecer.
Se fue lejos, mas no a una distancia insalvable.
Se fue lejos, más sólo físicamente.
Mi cuerpo se debatía inconsolable entre el llanto y la ira,
entre la autocompasión y la culpabilidad.
Duele más saber que se ha fracasado, que no se ha sabido estar a la altura, que no se ha sabido hacer feliz a la persona amada, que el dolor de la soledad que provoca su abandono.
Pensé por unos instantes que tras venir y vivir juntos unos días, había entonado el “vini, vidi, vinci”, y habiendo creído concluido el asunto que le traía entre manos, que se las hubo sacudido y decidido esfumarse entre sonidos melódicos y sonrisa victoriosa.
¿Le vi sonreir cuando me lanzó el último beso?
¿Acaso no le sonreí yo también?
Demasiados compromisos sociales, demasiadas cargas personales, que nunca me confesó.
Su misticismo me sedujo.
Sus habilidades amatorias, su entrega y dedicación en hacerme feliz y su dulzura a la par que su rudeza, hacían de él... mi hombre perfecto.
De vez en cuando un amarga frase... “en esta vida nací para ser célibe”, un “yo no he sabido nunca amar”, o “eres la mujer que más cerca ha estado de ser mi pareja.
Me dolían sus palabras de desánimo, yo sí le amaba. Para mí él sí era mi pareja, y en ésta vida yo sí nací para compartirla con un hombre.
Decidí egoístamente disfrutar de su compañía el tiempo que durase, me ilusioné y le amé como nunca había amado, sin proteger mi corazón, dándole todo lo que le pude dar ... al hombre de mis sueños.
Recuerdo mis primeras lágrimas a su lado, y cómo fueron provocadas por la sencilla ofrenda de un plato de comida elaborada por su mano.
A su lado disfrutaba de todos los pequeños placeres de la vida, como la observación de la naturaleza, la contemplación de las maravillas de su Ciudad, el recogimiento espiritual al que acostumbraba a deleitar, y el no permitir que me preocupase durante los días que estuve a su lado de algún menester que no fuese el de ser feliz.
Jesús; Budha; Shiva; Thor...
No me hubiese importado profesar la religión que él profesaba y abrazar una diferente a la mía.
Era a él a quien adoraba.
-Me decía:- "no ames nunca a nadie que haga por ti menos de lo que hago yo",
"tú mereces ser tratada con respeto y admiración".-
Yo sonreía incrédula y pensaba: -¿porqué me dirá esto si no pienso irme nunca de su lado?
“No puedo vivir sin ti”, amor mío- le decía a veces, y sentía cómo él se entristecía-.
Notaba cómo si él quisiese consumir el tiempo con más premura, impaciente y ansioso.
Cuando observé cómo se distanciaban nuestros vehículos, adiviné entre lágrimas la consumación de una relación tan hermosa como efímera.
En ese justo instante quise negarme el presentimiento de que sería el último en el que estuviésemos juntos.
Sus ojos azules, su piel fina, su sonrisa de niño y su hermoso pelo blanco,... ¿no los iba a ver más?
Ese mes de Julio se convirtió en una pesadilla cuando nos separamos.
Una terrible angustia existencial proporcional al gozo del disfrute de su compañía, se apoderó de mi ánimo.
Él se me escapó de entre los dedos de las manos como se escapa la arena de la playa, sin poderlo evitar.
La distancia puso fin a lo que iba a ser una muerte anunciada, a la lenta desidia de la desnutrición progresiva de nuestro amor.
Le dije poco después: -"Mejor dejarlo ahora, que guardamos un bello recuerdo, antes de que éste se marchite para siempre. Así conservaremos intacto el frescor de los momentos en los que nos quisimos".
-Lloramos los dos y terminó todo-
Meses después recibí en casa un regalo suyo con una carta que decía:
-"Hoy he pensado en que tú al igual que yo, necesitabas un guía para no perderte en la vida y encontrar el camino"-…
...Su navegador lo ha utilizado casi toda mi familia, yo viajo poco.
Comprendí que la familia era mi estrella, mi timón, mi destino.
No amaré nunca a nadie más así, como le amé a Él, aunque cuando oigo… "gire a la derecha"… siento resbalar por mi mejilla casi siempre una lágrima.