La separación

Mis padres se separaron y papá se fue a vivir solo, a una casa a penas cinco cuadras de lo que había sido nuestro hogar hasta que se fue.

La separación

Mis padres se separaron y papá se fue a vivir solo, a una casa a penas cinco cuadras de lo que había sido nuestro hogar hasta que se fue.

Yo al principio no lo quería ver, no sabía porque se habían separaron pero me parecía que estaba mal que fuera, también me parecía que era una traición a mi madre. Yo tenía, apenas 15 años.

Mi vieja es mayor que mi viejo, ella andaba por los cuarenta y él treinta y siete.

Se casaron muy jóvenes y enseguida quedaron embarazados. Mi vieja parecía mas vieja de lo que era en realidad, nunca se pudo recuperar de los embarazos, en cambio mi padre era un pibe, nadie le daba la edad que tenía… Mis hermanos, más grande que yo, son gemelos, vivieron de refilón todo esto, ya que no vivían en casa, Javier vivía en España y Gonzalo en Buenos Aires pero no daba mucha bola en casa y así que todo el peso del problema cayó un poco en mí

A los pocos meses empecé a verlo de día, almorzábamos o salíamos y después me acompañaba a casa.

Lo empecé a re valorar y a eso de los cuatro meses me empecé a quedar a dormir en su casa. Un departamento chiquito pero alegre.

Mi vieja se empezaba a deprimir y me tiraba todo su fracaso del matrimonio cada vez que se rayaba. Así que irme a la casa de papá era un descanso.

A mi viejo le encantaba estar conmigo y hacíamos de todo juntos, íbamos al cine, cenábamos o simplemente caminábamos por la calle, charlando o en silencio. Él también tenía esos días malos, pero nunca se las agarraba conmigo.

La verdad es que yo no cuidaba nada mi vestir en la casa. Me paseaba en pijama, o a veces solo con un top y bombachitas… Quizás, así me quedaba mirando a su lado la televisión, o me levantaba a la mañana.

Mi viejo sabía cuando estaba indispuesta, cuando me depilaba y todo sobre mi intimidad.

Pasaron unos meses, yo dormía dos o tres veces por semana en su casa y las otras con mamá. Yo ya había sido desvirgada por mi ex novio y desde que se separaron no volví a tener novio.

Una noche, nos habíamos quedado viendo televisión, mi papá y yo en el sofá. Yo como siempre medio en bolas y él con un jeans y una remera con cuello.

Al terminar el programa me despedí y me fui a acostar… pero como a la hora, después de leer un rato, fui al baño y vi que mi viejo todavía estaba despierto. Fui hasta el living y lo encontré sentado, tomando algo. Caminé despacio sin hacer ruido y lo abracé por detrás. Mis tetas explotaron en su espalda que ya no tenía puesta la remera. Él se asustó, se dio vuelta y con cara de susto me dio un beso en la boca. Me quedé petrificada, pero no dejé de besarlo en ningún momento. Sus brazos me abrazaron y mi boca dejó entrar su lengua. Me fui resbalando hasta que quedé sentada en sus piernas. No nos dejábamos de besar. En ese momento pensé que hacía mucho que no estaba con una mujer y que era comprensible que esté pasando lo que pasaba.

Viéndolo desde mis ojos de adulta, debo confesar que si bien no me esperaba nada de lo que pasó, pero seguro que yo lo provocaba vestida, como me vestía, cada vez que me quedaba a dormir en su casa. Pero en ese momento lo veía de esa forma más bien, de algún modo natural.

Después de muchos, muchísimos besos, mi padre me empezó a acariciar, pero como estábamos algo incómodos, me alzó, como si fuéramos recién casados, y me llevó a su cama. Estuvo como una hora acariciándome, recorriendo mi cuerpo con todos los sentidos, me olía, me tocaba me degustaba con su lengua, me miraba y escuchaba mis gemidos.

Yo apenas atinaba a devolver sus besos, acariciarle la espalda, el pecho o la cabeza, según sus caricias me lo permitían. Me dio una chupada de concha que me hizo acabar mas de una vez, para luego hacerme probar mis flujos, todo con un tiempo y una clase que ninguno de mis amantes lo a logrado hasta el día de hoy.

Que me decía nada, no había espacio para las palabras.

Yo ya estaba tan ardiente que necesitaba que me penetre y en un par de movimientos se lo hice saber.

Mi papá me dejó caer sobre el colchón y esta vez se subió encima mío y su pija gigante se posó en los labios de mi vagina, luego fue venciendo la poca resistencia que mi vagina podía darle, ya que estaba tan mojada que se resbalaba sin cesar hasta el fondo de mí ser.

Su verga era tan grande que me estaba llenando cada rincón de mi útero. Tuve que abrir las piernas al máximo para poder soportar tal trozo de carne que me había insertado. Parece que mi viejo la tenía tan clara que dejo que yo me acostumbrara a tenerla dentro, ya que no se movía… Lo empezó a hacer unos minutos después. Casi la sacaba toda y volvía a entrar, profunda, lenta pero intensamente. Cada vez que su cabezota, entraba y salía, me generaba casi un orgasmo y gemía como loca, creo que eso lo provocó aún más. Fue entonces que la sacó entera y la apoyó en mi panza y acabó sobre mí.

Yo estaba enchastrada desde las tetas para abajo… él se dejó caer, con todo su peso sobre mí y ahora éramos dos los enchastrados.

La luz del living era la única que alumbraba esa penumbra. Tomó de la mesita un paquete de cigarrillos y me ofreció uno, acepté. Nunca había fumado… pero ¿Qué me podía ocurrir? Y ese fue mi primera vez con mi padre y mi primer cigarrillo. Luego me besó y nos quedamos dormidos así, abrazados.