La Señora (y 5)

Desenlace por el momento de las experiencias de la sumisa gerente del centro comercial en manos de su idolatrado Amo.

Allí delante, parados frente a mi en actitud satisfecha y prepotente, se hallaban dos de los vigilantes que normalmente hacían el turno de día: Marcos y Alejandro.

Aitor no dio muestra alguna de sorpresa por lo que deduje que estaba al corriente de tal visita y sin duda la había organizado él.

De hecho y pensándolo bien, era con ellos dos con quienes Aitor parecía haber hecho mejores migas y no era raro verlos a los tres almorzando juntos o tomando algún café.

Y un observador avezado, como yo misma me consideraba, fácilmente se hubiera dado cuenta que Aitor parecía tener cierto y sutil ascendente sobre ellos, o dicho de otro modo, era la personalidad dominante que siempre hay en cualquier tipo de grupos, ya sean de tipo laboral, amistad o simplemente ocasionales.

Alejandro, a quien solíamos llamar familiarmente Alex, era un hombre de unos veintipocos años, moreno, alto y fuerte, y que yo sospechaba desde hacía mucho tiempo, (Alex llevaba dos años trabajando en el centro), que me deseaba en secreto, pues a veces lo descubría mirándome un segundo mas de lo que el decoro y los convencionalismos sociales dictan, a las piernas, el escote ,o sentía su mirada penetrante y libidinosa fija en mi culo cuando me alejaba de él.

Y confieso que sus miradas y su deseo no me desagradaban lo mas mínimo, al contrario me halagaba que un hombre de su juventud sintiera tales deseos sobre mi.

Aunque por supuesto, jamás iba a permitir que su conducta fuera mas lejos de eso, admirarme y desearme en la distancia y platónicamente.

Marcos, por el contrario, era más cercano a la generación de Aitor, prácticamente de su misma edad.

Alto, casi calvo, y con una barriga incipiente, conservaba no obstante una gran vitalidad y fortaleza. Yo misma le había visto reducir solo y con las manos a cuatro gamberros que no hacía mucho habían intentado atracar una tienda de discos.

Su carácter, sin embargo, era muy cordial y educado, como un gran oso de peluche, y la verdad, su presencia en mi despacho esa noche si me sorprendió, pues lo sabía casado y jamás me había dado muestras mas que de una correcta familiaridad y educada cortesía, pero jamás hubiera sospechado que sentía en secreto esos deseos por mi persona.

Pero ahí estaban los dos parados delante de mi, con su uniforme de vigilantes, o no se habían cambiado o se los habían puesto para la ocasión, mirándome fijamente con un gesto de lujuria y deseo en sus enfebrecidos ojos que por unos instantes llegue a temer por mi integridad física.

Y solo me tranquilizó el saber que también estaba allí mi amo, y esperaba que éste tuviera las riendas de la situación bien atadas y no dejara que se le desmandaran aquellos dos hombres que hacía yo apenas unos minutos consideraba inofensivos y que ahora parecían dos lobos hambrientos dispuestos a saltar sobre su presa.

Me avergüenza reconocer, bueno, por expresarlo de alguna manera, pues a estas alturas ya no siento vergüenza ni reparo de nada, que pese a todo me sentía tremendamente excitada, quizás por el acusado sentimiento de humillación y vejación de verme desnuda, indefensa, de esa denigrante manera a cuatro patas, con la cabeza medio metida en un bebedero de perros y a la vista de varios de mis empleados, aunque supongo que también tuvo mucho que ver el progresivo estado de abstinencia sexual a que me había sometido mi Amo durante los últimos días.

El caso es que mi coño cada vez estaba mas hinchado, palpitante, y mojado, deseando sentir cualquier pedazo de verga caliente que estuviera a mi alcance.

Los muchachos saludaron a Aitor simplemente con un movimiento de cabeza, sin palabra alguna, lo cual me corroboró que aquello ya estaba preparado de antemano.

Acto seguido Alex se quedó mirando a Aitor de forma harto elocuente como pidiendo permiso para empezar a disfrutar de mi.

  • Cuando quieras, chico, eres mi invitado. Es toda tuya – contestó Aitor

Los siguientes hechos se desencadenaron de forma atropellada y sin orden ni concierto alguno.

En pocos instantes ya tenia la polla de Alex, que era mucho mas grande y gorda de lo que se podía imaginar por su aspecto, metida en el culo hasta el fondo, hasta tal punto que podía sentir claramente sus cojones chocando contra mis nalgas a cada furiosa embestida a que era sometida sin ningún tipo de miramiento.

Creía desfallecer de placer, me ardía el trasero, pero no era de dolor, tan solo de lujuria desatada y de placer tanto tiempo reprimido.

En el despacho pronto solo se oían mis gemidos y demostraciones de placer que estaban a punto de convertirse en alaridos descontrolados, mezclados con algún que otro gruñido de mi aguerrido amante de turno.

Pero eso duró poco, pues Marcos decidiéndose a unirse a la fiesta se colocó de rodillas frente a mi y en un inequívoco gesto me plantó su polla delante de la boca.

Concentrada como estaba en satisfacer mi propio placer cometí el error de demorarme mas de lo debido en ponerme a la labor, pero Marcos me puso rápidamente en mi sitio por el procedimiento algo brusco de cruzarme la cara con dos secos y dolorosos bofetones.

La sorpresa de tal acción hizo que por un instante parara de moverme y me quedara mirándolo casi por primera vez con la boca entreabierta de la sorpresa y con los ojos abiertos de par en par.

Y fue el momento que aprovechó para meterme la verga de un decidido empujón en la boca, tan profundamente que casi me llega a la campanilla.

En breve, las dos pollas se pusieron de nuevo en acción, y a los pocos minutos un caudal interminable de leche inundo mi trasero y mi boca, pues ambos se corrieron casi a la vez.

Por lo que parece me tenían bastantes ganas, y la excitación tantas veces reprimida había hecho que se corrieran casi como si fueran inexpertos colegiales.

De hecho aunque yo estaba disfrutando como una perra, y nunca tan bien dicho, aun no había podido disfrutar de un orgasmo.

Menos mal que ninguno de los dos había quedado satisfecho del todo y tenían ganas de una segunda porción de su jefa, pues rápidamente intercambiaron las posiciones y sin moverme del sito que yo ocupaba a cuatro patas, de nuevo sentí sus pollas penetrando y poseyendo mis partes mas intimas.

Marcos sin embargo eligió mi coño, imagino que porque no le hacia ninguna gracia meter su polla donde su compañero y colega se había corrido copiosamente hacía apenas unos instantes.

Esta vez estuvieron bombeando y empujando por lo menos una media hora larga, y cuando al fin se corrieron por segunda vez, yo me había corrido a mi vez al menos tres veces, y no mas hubieron terminado conmigo por el momento, me derrumbé en el suelo del despacho, exhausta pero satisfecha, con un sentimiento de plenitud y relax que hacia muchos días que no sentía.

Mi cabello y el rostro estaban completamente rebozados del semen de Alex, pues éste, sin duda en un intento por denigrarme un poco mas, en el momento de correrse había sacado su polla de mi boca y la había dirigido con mano segura, tal y como si fuera una manguera, dirigiendo sus chorros de esperma por los objetivos elegidos a su capricho.

En cuanto a mi Amo, simplemente estaba cómodamente sentado en mi sillón de cuero, degustando una cerveza y observando sin perder detalle como sus secuaces satisfacían sus instintos con mi entregado y sumiso cuerpo, pues a esas alturas yo ya no tenia voluntad alguna.

Los dos vigilantes se subieron los pantalones y dejándome tirada en el suelo, parecieron olvidarse momentáneamente de mi y se sirvieron unas cervezas de mi nevera privada.

Medio aletargada por el placer experimentado, oi como muy lejanas sus voces y sus risas mientras entre cerveza y cerveza comentaban la jugada haciendo todo tipo de comentarios obscenos a cual mas soez y grosero sobre mi y sobre como me habían follado y usado a su antojo ante la increíble pasividad y aquiescencia por mi parte.

Me sentía muy humillada pero a la vez satisfecha, en ese momento no quería pensar en el mañana ni en las futuras repercusiones que la inclusión de los nuevos "invitados" pudieran influir en mi vida cotidiana y mi relación laboral en el centro, ya habría tiempo para analizarlo con calma, ahora solamente quería disfrutar de todos y cada uno de los minutos y de los placeres que sin duda aun iba a recibir aquella desenfrenada noche.

No iba muy desencaminada en mis suposiciones como pronto iba a comprobar en seguida.

La exigua provisión de cerveza de mi pequeña nevera pronto se terminó, ya que estaba diseñada para una o dos personas máximo, y no para dar una fiesta.

Sin embargo, Alex y Marcos, parecían no haber saciado su sed, sin duda sus últimos desgastes y esfuerzos sexuales sobre mi cuerpo, unidos a la euforia por haberme poseído de aquella manera tan denigrante y satisfactoria les había dado una sed insaciable, y pronto comenzaron a quejarse y lamentarse de la falta de liquido.

Mi Amo, que en todo momento había decidido quedarse en un segundo plano y se limitaba a observar pero también a controlar y dirigir toda la velada, de esa manera sutil y desapercibida que tan bien sabia adoptar, de nuevo volvió a tomar las riendas de la situación, aunque en realidad nunca las había dejado.

  • ¿ Teneis mas sed, tíos ?

  • Tranquilos, eso lo soluciono enseguida. Esta noche sois mis invitados y no voy a dejar que os falte de nada.

Y dirigiéndose a mi me ordenó que fuera a la cafetería del centro y trajera una media docena de cervezas mas, bien fresquitas.

Naturalmente, yo disponía llaves de la cámara frigorífica, así como algunas mas, ya que mi condición de gerente llevaba tales privilegios, entre otros.

Así que no vi mayor inconveniente ni molestia en cumplir tal orden.

Al fin y al cabo, desde hacia unas semanas estaba acostumbrada a ir de noche por el centro completamente desnuda y a cuatro patas.

Y esta vez iría sin duda de pie, lo que me costaría apenas pocos minutos en complacer a mi señor, que era lo que mas deseaba en esos momentos. Que él se sintiera orgulloso y satisfecho de mi actitud, y que sus amigos admiraran la ejemplar manera en que éste me había domado y sometido.

Después de eso, fantaseé, tal vez pudiera sentir por primera vez su adorado miembro entrando en alguno de los ansiosos agujeros inferiores de mi cuerpo que tanto ansiaban acogerlo.

Me levanté de inmediato, olvidando mi modorra y entumecimiento, como dotada de un resorte secreto, espoleada por la orden de mi señor y deseosa de agradarle hasta el mas mínimo detalle. Y ya me disponía a salir del despacho cuando de nuevo su voz me detuvo en seco.

  • ¿Adonde te crees que vas tan rápido, pequeña? – me dijo

  • ¿Acaso te he ordenado que fueras YA a por esas cervezas?- Continuó interpelándome sin acritud pero autoafirmando su dominio absoluto sobre mi y mis actos.

  • Me gusta que seas tan dispuesta y obsequiosa, pero no me gustan las perras impacientes e irreflexivas. Recuérdalo para la próxima ocasión o me veré obligado a hacértelo saber a palos.

Naturalmente me paré en seco y soporté el aluvión de críticas vertidas sobre mi delante de sus amigos con total actitud sumisa y servil.

Creo que en el fondo eso es lo que pretendía mi señor, simplemente poner en evidencia delante de sus compañeros hasta que punto me tenía dominada y a su entera disposición, pues normalmente cuando estábamos solos no se mostraba tan severo y quisquilloso.

  • ¡ Hey colegas, pasadme vuestras esposas! – ordenó a sus compañeros.

Ciertamente dar ordenes era una cosa que se le daba bien a Aitor, allá donde estuviera terminaba organizando y haciéndose cargo del control de la situación, como yo ya le había visto hacer numerosas veces y no solamente conmigo.

Una vez tuvo sendos pares de esposas en sus manos ante la expectación y el desconcierto de sus amigos y de mi misma, pues ninguno teníamos la mas mínima idea de lo que Aitor había maquinado en su calenturienta e imaginativa mente y parecía llevarse entre manos.

Con movimientos ágiles y felinos se acercó a mi y arrodillándose me ciñó con habilidad profesional cada juego de esposas a uno de mis desnudos tobillos y luego los enlazó entre si por la argolla que quedaba libre. De esta forma había fabricado una tosca pero funcional cadena que me impediría dar los pasos con total normalidad y la zancada habitual de una persona, pues como mucho habría un espacio de 20 0 25 centímetros entre tobillo y tobillo cuando separaba y tensaba dicha cadena.

Es seguro, pensé para mi misma, que resultaré grotesca y patética andando con semejantes restricciones.

Parecerás una chinita o una geisha del siglo pasado, pero todavía menos digna, pues desnuda y desarreglada como una perra y con el indigno collar al cuello, en realidad tendría el aspecto de lo que era en aquellos momentos, una autentica y genuina esclava.

Esta vez permanecería completamente quieta hasta que mi Amo me lo ordenase, y menos mal que así lo hice, pues todavía éste no había terminado con la decoración y los morbosos accesorios que tenía preparados para mi.

Cogiendo su propio par de esposas, las pasó atravesando mi collar por delante del cuello para ceñírmelas a continuación en la muñecas, dejándomelas colgadas muy cercanas a éste y dejándome ahora si, totalmente indefensa y a disposición de cualquiera que se cruzara hipotéticamente a mi paso. Menos mal que la única persona con la que podría coincidir seria con la pervertida y odiosa Sonia, y esa era la menor de mis preocupaciones.

Pues así como estaba me iba a ser muy complicado, tanto abrir la cámara como coger las cervezas y trasladarlas.

Pero me negué a pensar en eso. Me dije: - ahora tienes que preocuparte de llegar a la cafetería, cuando llegues ya resolverás el siguiente problema.

Mientras pensaba en todas estas cosas estaba de pie, parada como estatua de sal en el medio de la habitación, hasta que la voz de mi Amo me sacó de mis abstracciones.

  • Vamos, perrita. Ahora si. ¿a que esperas? ¡ Tráenos esas cervecitas! Y rapidito, te voy a cronometrar.

De inmediato y con cierta precaución, traté de iniciar la marcha, con el mismo cuidado que pone un bebé al empezar a andar por primera vez.

Como sospechaba, no iba a ser tarea fácil, aparte de la imposibilidad de dar pasos cómodos y normales, había que añadir lo difícil que resultaba mantener el centro de gravedad y el equilibrio, ya que a cada paso daba unos tirones secos en mis piernas y con las manos pegadas al cuello no podía hacer contrapeso en absoluto.

Así que mis primeros andares fueron completamente torpes, ridículos, resultando grotescos e hilarantes para los ojos de mis dominadores, que no obstante debían experimentar también un sentimiento de morbo y excitación al verme reducida a tal estado, pues el semblante de los tres se asemejaba en conjunto a una manada de lobos salvajes y sangrientos dispuestos a devorar inminentemente a su presa de turno.

A los pocos metros, y muy poco a poco, pude al fin cogerle el truquito al dichoso caprichito de mi señor y fui retomando el ritmo a mis andares.

El secreto consistía en dar pasos muy cortos y controlados, sin tirones ni cambios de ritmo, algo muy parecido a pedalear en bicicleta a una misma velocidad.

Una vez solucionado el problema de mi locomoción, que seguramente seguiría y pese a todo resultando grotesca y humillante, llegué sin problemas ni contratiempos inoportunos y no deseados (Sonia) a la cafetería.

Allí comprobé que por una vez, había sido demasiado alarmista con mis estimaciones, pues no me resultó difícil coger las cervezas, y ahora con tres de ellas en cada mano y la llave metida en mi boca, comencé el regreso a mi despacho.

De nuevo la fortuna me sonrió y en todo el trayecto de vuelta a la relativa seguridad de mi despacho no tuve ningún encuentro inesperado y ya me las prometía muy felices cuando nada mas llegué,Marcos y Alex asiendo las cervezas de mis manos, rápidamente torcieron el gesto al tiempo que se quejaban amargamente.

  • Maldita sea, ¿serás estúpida, mala puta? – exclamaron, y dirigiéndose a Aitor.

  • Tu perra es una inepta ¿Pues no nos ha traído cerveza sin alcohol?.

Aitor les hizo un gesto como tratando de apaciguarlos. En realidad creo que él no estaba molesto conmigo y si en cambio estaba empezando a hartarse un poco de sus compañeros de fatigas y quizás ya se había arrepentido de invitarles a la caliente velada.

No obstante no podía ser descortés con sus invitados, así que me insto a que de nuevo desandara el camino y cambiara los botellines por cerveza con toda su graduación, tal y como querían sus compañeros.

Me maldije a mi misma por no poner la atención debida, aunque sin duda tenia todas las disculpas del mundo, ya que la bizarra situación me tenia por entero alterada y había sido incapaz de concentrarme en mi tarea a tal punto que había cogido las primeras cervezas que encontré sin leer las especificaciones, gran error que sin duda iba a pagar con creces.

Efectivamente, en el momento en que Marcos y Alex me estaban devolviendo los envases, uno de ellos no recuerdo bien quien fue le pidió permiso a mi señor para aplicarme un recordatorio con el fin de que fuera mas eficiente y resolutoria en mi cometido.

Naturalmente Aitor asintió, entre intrigado y perplejo por lo que me habrían preparado las degeneradas mentes, así me lo habían demostrado, de sus colegas. No obstante advirtió.

    • Pero no seáis demasiado duros con ella. Aun la estoy entrenando.

Pese a la advertencia de Aitor, yo no las tenía todas conmigo. Aitor siempre era muy imaginativo a la hora de inventar nuevos y morbosos juegos para mi, pero siempre controlando la situación para que no se le fuera de las manos. Pero no estaba tan segura de sus amigos.

Ciertamente y una vez mas, mis temores fueron desafortunadamente totalmente fundados, pues apenas tuve tiempo de reaccionar cuando Alex destapando una de las botellas de cerveza me la derramó completamente por encima de la cabeza tal y como si pretendiera darme una ducha del dorado liquido.

Incapaz de contenerme, di y un pequeño grito y traté de apartarme, pero semi amarrada como estaba por los tobillos se me hacia muy difícil escapar a la continua cascada de liquido que rápidamente me dejó calada de pies a cabeza.

Fue muy humillante, aparte de la gelidez de la cerveza, apestaba como si fuera una borracha de tasca, pero mis desdichas no habían terminado ahí.

Alex, quien se estaba destapando como un verdadero hijo de perra, con toda su carita de niño bueno, cogiendo el envase de cerveza ya completamente vacío, me lo introdujo con decisión y sin demasiados miramientos en el culo, por su parte mas gruesa, hasta que solo quedó fuera la parte mas delgada del botellón.

Era una sensación rara tener el trasero tan rellenado por esa superficie fría y dura al mismo tiempo.

Lo que hacia que mis movimientos se asemejaran todavía mas a un pato mareado.

  • Ahora si. Ahora ya estas lista para hacer el recado de forma eficiente. Seguro que esta vez no vas a olvidarte de elegir la marca correcta, ja ja ja ja.

Una vez más me puse en camino hacia la cafetería.

Si antes me había parecido incomodo desplazarme, imagínense ahora. Por un lado con los tobillos muy juntos y las piernas bastante apretadas y por otro, tratando de abrirlas todo lo posible para que el hecho de tener la botella en mi culo provocara el mínimo roce posible, algo casi imposible de conseguir.

Pude llegar a mi destino sin mas contratiempos aunque tardando considerablemente mucho mas tiempo.

Devolví las restantes cervezas a su sitio, y cogí, esta vez si, una media docena del otro tipo, asegurándome muy mucho de que tuvieran toda su graduación, no quería más sorpresas.

Pero a la vuelta y ya cuando estaba mitad de camino, tuve otro encuentro desagradable.

Nada mas torcer una curva del pasillo que casi daba al recodo que me llevaría a mi despacho me topé de bruces con mi odiada Sonia.

Claro, tanto había ido el cántaro a la fuente que había terminado por romperse.

  • Hola pedazo de cerda, ¿Dónde vas con tanta prisa?- me preguntó con sorna

  • Por favor, Sonia. Ahora no es un buen momento, te lo aseguro, créeme, tengo mucha prisa.

Yo era muy consciente de que debía resultar completamente ridícula, hablándole de prisas y de lo ocupada que estaba con el ridículo aspecto que presentaba, desnuda, con un collar de perro al cuello, encadenada de pies y manos, y…con una botella de cerveza atravesándome el trasero.

Por supuesto, Sonia hizo caso omiso de mis súplicas, y agarrándome una teta con cada mano y dándome unos fuertes y apasionados apretones, que todo hay que decirlo, me pusieron a mil, acercó lentamente como saboreando cada instante, su boca a la mía y nos fundimos en un lascivo e interminable beso que duró al menos dos minutos, durante los cuales exploró a placer todo el interior de mi boca con su lengua.

Cuando por fin nos separamos, ella respiraba trabajosamente a causa del deseo y sus ojos tenían ese característico reflejo, medio vidriosos por la lujuria.

Lentamente y sin prisas se desabrochó la bata de limpieza y dejó que se deslizara por el suelo. Iba bien preparada y lista, no llevaba ningún tipo de prenda interior, así que quedó casi tan desnuda como yo a excepción de sus zapatillas.

  • Se te ve muy atractiva con ese pedazo de botella en el culo- dijo

  • Creo que me das un poco de envidia, así que esto es lo que vas a hacer.

  • Méteme bien dentro la lengua por el culo y cuando consigas que me corra dejare que te marches a proseguir con esos asuntos tan importantes que tienes que hacer.

Y dijo esto lanzando una significativa mirada a las cervezas que milagrosamente aun conservaba en las manos impidiendo que ni una sola se me cayera al suelo y se rompiera. Yo daba gracias por ello, pues no quiero ni pensar lo que serían capaces de hacerme aquellos dos si no llegaba con la totalidad del encargo intacto.

La verdad es que no tenía demasiadas opciones en aquellos momentos. Por la expresión de Sonia sabía que no estaba en posición de razonar con ella, así que dejando cuidadosamente las cervezas a un lado en el suelo, y mientras Sonia se inclinaba y ella misma se abría las nalgas con sus manos para darme mas facilidad y un mayor ángulo de penetración, yo me arrodillé y me puse en posición acercando mi boca a su culo.

Lentamente y venciendo mi repugnancia inicial, saqué tímidamente la lengua y la posé suavemente sobre su ojete.

Inmediatamente note un respingo por parte de ella y como todo su cuerpo se tensaba y envaraba, sin duda a causa de la placentera sensación que le estaba procurando, y sin duda también por la sensación de poder al verme derrotada chupándole el culo a sus pies.

  • Más adentro, zorra. Mete la lengua mas adentro. ¡ Mas adentrooooo!- gritaba sin parar como una posesa.

Naturalmente yo obedecía lo mejor que podía. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Empujé todo lo que pude aunque mi lengua apenas entraría uno o dos centímetros.

La verdad es que pasados los primeros instantes de repulsa, aquello no era tan desagradable y yo misma empezaba a disfrutar y a excitarme con la situación.

Y en esas estábamos tan ricamente, cuando de pronto sentí como un fuerte brazo me cogía por los hombros y me apartaba de mi tarea sin demasiado miramientos.

  • Te dije que no te entrometieras en mis asuntos, maldita furcia. ¿era demasiado pedir que mantuvieras alejado tu nauseabundo coño de bollera lejos de mi propiedad por esta noche?

  • No digas que no te lo advertí.

Era mi señor quien pronunciaba estas palabras dirigidas duramente contra Sonia. Se le veía muy enfadado y cuando ésta trató de excusarse y empezaba tartamudeando a darle explicaciones, de dos secos y tremendos bofetones en la boca la envió al suelo, y allí quedo semiacurrucada y desnuda, sangrando ligeramente por las comisuras.

Mientras Aitor recogía el mismo las cervezas del suelo y me hizo un gesto para que le siguiera al despacho, oi los pasos de sus dos compañeros apresurándose a llegar a donde estábamos, sin duda alertados por el griterío.

Y pude ver sus caras de sorpresa y estupor al ver a Sonia medio tirada en el suelo, desnuda e indefensa, como un corderillo momentos antes de ser devorada por cualquier depredador nocturno.

No era necesario ser demasiado suspicaz para adivinar lo que vendría a continuación.

La mirada de los dos vigilantes era harto significativa, y solo esperaban el permiso de Aitor para abalanzarse voraces sobre la inesperada y nueva presa de la noche.

Y así fue, un momento antes de darse la vuelta y dirigirse conmigo al despacho, hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza como dando licencia a aquellos dos para que hicieran lo que les apeteciera con aquella pobre chica que había cometido el error de desafiar a mi Amo.

Y aun no había dado un paso cuando pude ver como se abalanzaban sobre ella que se dejaba hacer sin ofrecer resistencia, ya que de nada le hubiera valido, y se disponían a poseerla y a usar su cuerpo a su entero antojo.

Pero para ser sincera del todo, a mi todo eso me importaba bien poco.

Lo importante era como mi señor había venido en mi busca preocupado por la tardanza en regresar y como me había defendido de sus acosos.

Siempre recordaré esa noche como algo muy especial. Ya que descubrí no pocas cosas.

Una, que Sonia no era mas otra esclava mas al servicio de Aitor y que incluso llevaba sometida a él mas tiempo que yo. Seguramente no me molestaría mas con sus acosos de ahora en adelante.

La segunda me la explicó mi Amo no bien hubimos llegado al despacho.

Se disculpó a su manera por haber invitado a sus dos amigos a que disfrutaran de mi.

Pero me dijo que en realidad se trataba de una prueba con el fin de calibrar mi sumisión y obediencia hacia él.

Quería saber como iba a reaccionar cuando me entregara a quien él quisiera.

Y mi respuesta le había complacido enormemente.

Yo lo había hecho sumisa y dócilmente, sin hacer la más mínima pregunta ni el menor gesto de duda o rechazo.

  • Hoy por fin te siento verdaderamente mía, Luna- me dijo mirándome con un gesto algo extraño en su rostro, casi podría decir que estaba emocionado.

Y entonces cerrando el despacho con llave para que sus amigos no nos molestaran sucedió lo que yo llevaba largas semanas esperando.

Se desnudó y me hizo el amor.

Me seria difícil explicar la mezcla de ternura y rudeza a un mismo tiempo con la que tomó posesión de su propiedad mas sumisa. Yo era completamente suya y él lo sabía, esa noche mejor que nadie.

Mi relato llega a su final, aunque en realidad no lo tiene.

Han pasado apenas unos días después de aquella frenética noche rica en experiencias y sensaciones.

Mi relación de sumisión con Aitor se ha consolidado, y desde entonces no me ha compartido ya con nadie, dice que soy solo suya y no tiene intención de volverlo a hacer.

Marcos y Alex continúan contratados en el centro, al fin y al cabo lo que me hicieron fue a requerimiento de mi señor y todo lo que viene de él debo aceptarlo como el mas valioso regalo.

Aunque nada en su trato conmigo hace sospechar que una noche llegaron a conocerme más que íntimamente.

Pues siguen siendo tan amables y respetuosos conmigo como antes de aquella noche.

No se lo que les diría Aitor, pero sin duda debió ser muy convincente al respecto.

En cuanto a Sonia… Aaaaah, la pequeña y traviesa Sonia, desde entonces no ha vuelto a molestarme mas, incluso yo diría que me rehuye.

¿El motivo? Es muy simple.

Aitor me la ha cedido como regalo de graduación, dice él.

Por lo tanto además de su jefa, ahora también soy su Ama, gracioso ¿no?. Una esclava propiedad de una esclava.

Alguna tarde de doy una vuelta por los lavabos, donde la he destinado exclusivamente, y le hago que me lama y me coma todo el coño, cosa que hace, además de gustosamente, con todo servilismo.

Precisamente estoy pensando y barajando muy seriamente la posibilidad de convertirla en mi propio inodoro privado, pues leí algo de eso en un reciente relato de D/s y me pareció una practica muy morbosa y placentera, al menos desde el punto de vista del Amo, ja ja ja ja.

Como ven hoy estoy de un excelente humor, perfecto para despedirme de ustedes por el momento.

Quizás mas adelante les siga contando como evolucionan las relaciones entre mi señor y yo, pero ahora voy a limitarme simplemente a experimentarlas y disfrutarlas en mis propias carnes. Creo que me lo he ganado con creces ¿No?.