La Señora (Martes noche, la intrusión)
Aprovecha la oscuridad para intentar violar a su madre en su propio dormitorio. Su padre se presenta en la habitación antes de lo previsto.
Había estado todo el día acurrucada en la cama sin salir de ella. Solo había salido de su habitación para bajar a comer y fue por insistencia de su ama de llaves. Comió en compañía de su marido y su hijo. Su marido comió deprisa, en silencio, absorto en el plato de comida. Su hijo, que no paró de mirarla durante toda la comida, tampoco abrió la boca para decir nada. Solo sonreía cada vez que su mirada se cruzaba con la de su madre.
Más de una vez estuvo tentada de contarle a su marido toda la verdad y que cada uno asumiera sus consecuencias. Pero la vergüenza del adulterio podía más que el rencor hacia el bastardo de su hijo.
Fue la primera en levantarse de la mesa, no aguantó durante más tiempo su sonrisa de bobalicón. Pidió a su ama de llaves que preparase su dormitorio y se metió en la cama donde se pasó el resto del día hasta que su marido llegó entrada la noche.
Estaba acurrucada entre las sábanas, de espaldas a la puerta cuando entró él. Le oyó desvestirse en la oscuridad y meterse a la cama, se acercó a ella y la abrazó. Comenzó a palparla bajo el camisón. Esa noche, su marido, había venido con ganas de follar.
-Déjame, esta noche no me apetece.
Su marido no contestó. Le bajó las bragas y pegó su polla en su culo. Ella se giro enfadada.
-Que me dejes te he dicho. Hoy no me apetece.
Por respuesta su marido la empujó poniéndola boca abajo y le sacó las bragas por completo de un tirón.
-¿Qué haces?... ¡Dios mío!… Garse ¿Eres tú?
-¿Sorprendida, putita?
-Dios, no… ¡Para! Que pares he dicho. Suéltame. Tu padre llegará en cualquier momento.
Garse se echó encima de su espalda inmovilizándola.
-Te voy a follar el culo, puta.
-No lo hagas, por Dios Garse.
Le untó saliva en su ano. Colocó la punta de la polla en la entrada y empujó pero apenas entró. Bethelyn contuvo un grito y apretó su ano todo lo que pudo.
-Relaja tu culo zorra. Si sigues así no podré meterla y me voy a enfadar.
-Jódete cabrón. Quítate de aquí y sal de mi cama. Vete de mi dormitorio.
Garse tapó la boca y la nariz de su madre con una mano privándola de oxigeno.
-Mira madre. La situación es la siguiente. Tú me dejas follarte el culo y yo te dejo vivir.
Sin poder respirar, intentó golpearle hacia atrás, morderle, sacárselo de encima, pero todo era inútil. Estaba a punto de llorar. No podía ser. Otra vez no.
Garse notó como su madre relajaba sus glúteos, resignada. De una nueva intentona alojó la polla en el ano de su madre. Estaba calentito y la polla se deslizaba suavemente. Abrió su mano lo justo para que pudiera respirar lo necesario.
-Acabaremos pronto. Lo único que debes hacer es estar como ahora, tranquilita. ¿Entiendes lo que te digo, zorra?
Bethelyn asintió con un gesto de cabeza y se dejó hacer. A punto del llanto soportó pacientemente que la sodomizara. Incluso abrió las piernas algo más para que la penetrara con menos fricción y menos dolor.
Poco a poco notó como su ritmo empezaba a crecer. Se correría pronto y con un poco de suerte se iría de la habitación antes de que apareciera su marido.
Garse disfrutaba de nuevo de su madre. Era suya de nuevo. No paró de sobarla todo el tiempo que estuvo follándole el culo. Había sido muy fácil. Quería darle a su madre por el culo y correrse dentro.
Y se corrió.
Lo hizo abundantemente. Las primeras sacudidas de semen las recibió dentro de su ano. Pero inmediatamente después Garse, el muy cabrón, sacó la polla del culo y se la metió en el coño donde quería terminar su corrida.
Bethelyn dio un brinco al notar la polla atravesándola. Odiaba con todas sus fuerzas que le follara el coño pero más aun que se corriera dentro. El muy hijo de puta hacía ambas cosas.
Cuando acabó se quedó sobre ella como un león sobre una gacela. Cansado, feliz, casi podía dormirse allí mismo con su madre debajo. Pero de repente, en medio de la noche, unos pasos se oyeron en el pasillo. Eduard Brucel había abandonado su despacho en la planta baja y venia hacia su dormitorio para acostarse.
Bethelyn, con los ojos abiertos como platos, hacía lo posible por no llorar. De hecho, no sabía si llorar o mearse encima. Garse, por su parte, que aún se encontraba sobre la espalda de su madre con la polla dentro de su coño, había incorporado su cuerpo y su cabeza como si fuera un perrillo de las praderas que otea el horizonte. Sus ojos estaban abiertos casi tanto como su boca en dirección a la puerta del dormitorio. No esperaba que su padre se retirara tan pronto. Se le escapo un pedo.
La puerta se encontraba en un lateral de la habitación de tal manera que si alguien entrase por la puerta en línea recta terminaría tropezando con el lateral derecho de la cama. En cuanto su padre entrase les vería trabados como 2 perros.
Los pasos se detuvieron junto a la puerta. La luz de la candela que portaba Eduard Brucel se filtraba por la rendija inferior. Con la respiración cortada ambos vieron girar la manilla lentamente. La puerta se abrió solo un poco, haciendo aparecer una rendija vertical iluminada.
La luz a través de la puerta desapareció de súbito. El señor Brucel apagó la vela antes de entrar en el dormitorio. Terminó de abrir la puerta y se introdujo en la estancia en penumbra intentando no hacer ruido. La única iluminación provenía de la gran ventana en el lado inferior del cuarto con las estrellas como únicos focos de luz.
Se desvistió en silencio en el mismo sitio que otrora lo hiciera su hijo. Dejó la ropa sobre el galán junto a la pared y se metió en la cama.
Se acercó a su mujer e intentó abrazarla. Cuando lo hizo no pudo evitar levantar una ceja. Su mujer estaba acurrucada de espaldas a él y se hacía la dormida pero él supo que no lo estaba. Deslizó la mano por la cadera y la introdujo bajo el camisón. Levantó la otra ceja. Su mujer no llevaba bragas y eso significaba una cosa nada frecuente. Dirigió la mano hacia su coño.
Bethelyn sintió la mano de su marido deslizarse por su coño pringoso y empapado de semen de Garse con el corazón desbocado. En el último momento, Garse se había tirado al suelo junto a su cama por el lado izquierdo. Ahora estaba tumbado boca arriba a menos de un metro totalmente desnudo. Podía verle la cara a través de la penumbra. Bethetyn estaba a punto de desmayarse y Garse apunto de orinarse encima.
-Por lo que veo, hoy tienes muchas ganas de follar. ¿Me estabas esperando?
Bethelyn respiró aliviada. Si supiera que no eran fluidos vaginales lo que estaba tocando sino el semen de su propio hijo que acababa de correrse por todo su coño y su culo.
Eduard se quitó los calzones e intentó montar a su mujer. Quiso colocarse sobre ella entre sus piernas, pero ella le detuvo para que no viera a Garse desnudo sobre la alfombra. Le empujó de espaldas y se puso a horcajadas sobre su marido, le cogió la polla y se la puso en la entrada de su coño.
-Mejor así.
-Joder, desde luego que sí.
Se metió la polla hasta dentro. Se coló en su coño lubricado a base de semen como un pescado deslizándose entre los dedos llenos de mermelada y comenzó a follárselo. Su marido no tardaría mucho en alcanzar el orgasmo.
Eduard contemplaba a su mujer deslizarse a lo largo de su polla arriba y abajo. Le sacó el camisón por la cabeza y lo echó a un lado de la cama cayendo encima de Garse. Atrapó las tetas con sus manos y se las amasó.
-Me encanta que seas una señora en la casa y una puta en la cama.
Su mujer le dio una bofetada.
-¿Pero que coño haces?
-P…perdona, te di sin querer.
Garse sonrió. Miraba obnubilado como la puta de su madre follaba con su padre completamente desnuda. Bethelyn también le vigilaba de vez en cuando de reojo. Garse se estaba masturbando.
-Que buena estás, mujer. Con estas tetazas que tienes, la mayoría de los hombres de esta casa se pasarán el día pensando en follarte.
Bethelyn se mordió los labios. El jardinero y el cerdo de su hijo ya lo hacían.
-No me extrañaría descubrirte una noche con un hombre en la cama.
-¿C…Cómo?
-La tentación es muy grande. Y tú estás siempre tan sola.
-P…pues no hay nadie.
-Ya lo sé. Si lo hubiera, le reventaría los huevos. Y después te mataría.
Garse tragó saliva y dejó de masturbarse por unos instantes. Bethelyn comenzó a sudar todavía más. Giró la cabeza y miró a su hijo tumbado junto a la cama con la polla en la mano. Estaba muerta de miedo.
-A veces me das miedo.
-Es la verdad. Te mataría. No soportaría verte con otro hombre.
Se hizo el silencio.
-Aunque si te descubriera con una mujer… la cosa cambiaría.
-Vete a la mierda.
-En la casa hay alguna que otra sirvienta que…
-Cállate. No digas bobadas. ¿A ti te gusta follar con hombres?
-¿Cómo?
-Pues a mí tampoco con mujeres y menos del servicio. Lo que debes hacer es no dejarme sola tanto tiempo. Estoy harta de esperarte día y noche.
Garse nunca había imaginado a su madre con otra mujer. Aumentó su ritmo de masturbación.
-Sé que te he dejado sola durante estos últimos meses, pero tengo algo entre manos que no puedo dejar. Dame un poco más de tiempo. Voy a conseguir algo muy grande Bet.
Bethelyn no dijo nada más y siguió con el metesaca. En un momento dado sintió que su marido comenzaba a ponerse tenso. -Esto va a acabar enseguida. –Pensó.
-Mueve te más rápido, mi amor. Cabálgame mi puta.
Le soltó otra bofetada.
-Joder ¿Pero que haces?
-P…Perdona fue sin querer otra vez. No se que ha pasado.
Cerró los ojos, apretó los labios, y se concentró en las tetas de su mujer. Bethelyn lamentó haberle arreado. El orgasmo estaba a punto de llegar y no quería retrasarlo. Después se dormiría como un lirón. Apoyó los brazos en el pecho de él y aumentó el ritmo de su cadera.
-Así, así. Cabálgame potra mía.
Los ojos de Garse asomaban por el borde de la cama. La luz de las estrellas que entraba por la ventana iluminaba a su madre que brincaba como una posesa. Sus tetas botaban enloquecidas, su culo subía y bajaba sin cesar. Tenía el cuerpo empapado de sudor.
Betehlyn miró a Garse de soslayo. Se estaba pajeando con frenesí con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de las cuencas. El muy cabrón estaba disfrutando con su madre una vez más.
-¿Te falta mucho? –Preguntó su marido.
-¿Qué?
-Que si te falta mucho para correrte. –Respondió Eduard –Estoy aguantando todo lo que puedo.
Mierda puta. No se había dado cuenta de que su marido no pararía de follar hasta que ella también se hubiera corrido. Miró a Garse una vez más fulminándole con la mirada.
Se odió a si misma casi tanto como odiaba a su insidioso hijo. Tomó aire y muy a su pesar comenzó a fingir un orgasmo para disfrute de Garse.
Primero fue un leve gimoteo, después fue aumentando el volumen lanzando leves grititos de vez en cuando. Simuló el mismo orgasmo que tenía con él en privado. Eduard que disfrutaba como nunca de su mujer, se abandonó al placer y empezó a correrse abundantemente en su coño acompasando sus gemidos con los de ella. Garse, extasiado con el espectáculo, se corrió a la vez que su padre echando todo el semen en el camisón de su madre.
Cuando por fin terminó todo, Bethelyn se tumbó sobre su marido descansando unos momentos antes intentar retirarse a un costado.
-Chúpamela.
-¿Qué?
-Solo un poco.
-¿Ahora? Estoy muy cansada. Quiero dormir.
-Me apetece mucho.
-No, no quiero.
-Anda, chúpamela un poco y nos dormimos. Vamos mujer.
Miro de reojo a Garse. No le veía pero estaba segura de que estaría regodeándose. No quiso alargarlo más y gateó hacia atrás hasta que sus pies colgaron sobre la parte inferior de la cama.
Sostuvo la polla frente a la boca. Allí estaba el semen de los 2. Iba a lamer la corrida de su marido y su hijo juntos. Que desastre de noche.
Se la metió en la boca y sintió el sabor amargo del semen de ambos. Ahogó una arcada y continuó lamiendo. Se la chupó con prisa. No quería estar mucho tiempo lamiendo pero cuando apenas llevaba un momento, dio un brinco asustada.
-¿Qué pasa?
-Nada, solo un escalofrío.
Garse había reptado hasta los pies de la cama donde se encontraba el culo en pompa de su madre e intentaba meterle mano entre las piernas. Ella movía el culo hacía los lados para evitar su toqueteo pero Garse era muy persistente. Ese imbécil iba a descubrirse él solo. Resignada, enfurecida y a punto de llorar optó por dejarse hacer.
Los dedos de su hijo toqueteaban su culo y su coño hasta que uno de ellos consiguió introducirse por su ano. Comenzó a meterlo y sacarlo mientras ella chupaba la polla de su marido.
Bethelyn toleró paciente la intromisión a su ano una vez más. Cuando no lo soportó por más tiempo, estiró el cuerpo hacia delante sacando el dedo del culo y dejándolo en el aire. Se recostó junto a su esposo con el alma y el ano doloridos.
-Gracias Bet, eres mejor que la mejor de las putas. Que pases buenas noches.
Odió a su marido.
Transcurrió un tiempo hasta que Eduard quedó completamente dormido. Bethelyn vio a Garse levantarse del suelo. Mostraba su perenne sonrisa. Rodeó la cama hasta colocarse junto a su padre y allí de pie los miró a los durante un rato. Se rascó las pelotas y depositó sobre la cama el camisón de su madre, después se giró, recogió su pijama junto a la mesilla que su padre no había y abandonó la habitación en silencio.
Bethelyn respiró aliviada por fin. Se incorporó quedando sentada en la cama, recogió su camisón y se lo puso. Volvió a tumbarse junto a su esposo. Se sentía húmeda y le pareció que olía a semen en alguna parte. Nada extraño teniendo en cuenta que esa noche se habían corrido 2 personas sobre ella. Cerró los ojos e intentó relajarse.
Esa noche tampoco durmió.