La señora María, mi casera

El alquiler de un piso en Madrid me reportará deliciosas sesiones de sexo con una señora madura necesitada

  • ¿Diga? -dijo una voz masculina con un tono algo áspero.

-Sí, buenos días-respondí-para a continuación añadir-llamo por lo del anuncio del piso que alquilan.

-Sí, es un piso que está en la calle Fuencarral, con una habitación, un salón comedor, un baño y una terraza donde está la caldera y el precio son 400 euros al mes-respondió la misma voz de forma atropellada, como una metralleta.

-Me interesa-dije tras una breve pausa de dos o tres segundos.

-De acuerdo-respondió el hombre-si le parece bien esta tarde se lo podemos enseñar sobre las seis.

-Perfecto-respondí.

Y así tras anotar cuidadosamente la dirección, colgué el teléfono, sin imaginar ni remotamente que me ocurriría poco tiempo después.

-Hola buenas tardes, soy María-me dijo la señora en el mismo instante en el que se acercó a mí.

-Buenas tardes, soy José-respondí de forma cortes.

-Me alegro de conocerte-continuo ella-para a continuación decir lo que procedía decir:si te parece, podemos ir a ver el piso.

-De acuerdo-dije. Y me situé a su par mientras abría la puerta del portal para a continuación comenzar a subir las escaleras.

-Es un tercer piso sin ascensor, pero se te ve joven y fuerte, no como una, que ya tengo una edad y cada vez me cuesta más subir estas escaleras-sermoneo de un tirón según íbamos subiendo hasta que llegamos a la puerta del piso.

-Pues no se la ve mal señora-repuse como quitando hierro al asunto mientras ella abría la puerta.

-Ya son 58 años y se notan en todo, créeme-contesto con un matiz de cierta resignación en su voz a la vez que entrabamos.

El piso me gusto de inmediato, de tal forma que no paso más de una semana hasta que estuve completamente instalado en el. Y es que la única habitación era muy espaciosa, el comedor no tendría menos de 15 metros cuadrados, el baño, de dimensiones aceptables, estaba dotado con un variado elenco de sanitarios color beige y con una ventana que comunicaba a un patio interior. En cuanto a la cocina, estaba completamente equipada destacando los electrodomésticos, muy modernos en su conjunto, al igual que la caldera de tiro forzado situada en la pequeña terraza que daba al exterior, todo lo cual me llevo a pensar de forma fugaz que no debía de haber pasado mucho tiempo desde que la vivienda había sido reformada.

El único, pero, por poner alguno, era el precio del alquiler. Esos 400 euros mensuales más la luz (el agua era comunitario) suponían una considerable sangría en mi modesta economía que a duras penas me reportaba 1000 euros mensuales, fruto de un trabajo mal pagado y peor valorado, pero como en la balanza de la vida no todo es malo, no me tenía que ocupar de la limpieza de la casa pues en el contrato de alquiler, como una clausula ciertamente” peculiar” figuraba el hecho de que la señora María vendría dos veces por semana a limpiar el piso, cosa que me pareció estupenda pues me exoneraba a mí mismo de hacerlo.

Fueron pasando las semanas y los meses y la señora María iba los sábados y domingos por la mañana a limpiarlo y yo como ambos días no trabajaba, invariablemente coincidíamos casi siempre. Ella llegaba y se ponía con las tareas de limpieza y yo solía estar en el comedor por lo que cuando ella accedía al mismo era cuando teníamos ocasión de departir de esto o de aquello y lo que comenzó con ciertos titubeos mutuos poco a poco se fue transformando en conversaciones agradables sobre heterogéneos temas, desde los estudios, trabajos y novias de sus treintañeros hijos, hasta mis problemas en el trabajo o lo cara que estaba la vida, todo tenía cabida en nuestras conversaciones y según subió nuestro grado de confianza, hasta el sexo entro en las mismas como ocurrió cierto sábado de junio a media mañana:

-José, para todo hay una edad-me dijo mientras limpiaba la pantalla del televisor ubicado en el comedor.

-No entiendo María… ¿A qué se refiere?

-Pues es bien sencillo de entender, cuando se jubila el del arriba, se jubila el de abajo.

Lo entendí a la primera, pero me hice el tonto para ver hasta donde desembocaba la conversación.

-Pues…no sé.

-El pues es que a mi maarido Alfredo ya no…ya no… ¡Que ya no se le pone! -exclamo de súbito, lo cual me llevo a no saber bien que responder.

-Ah, era eso-atine a decir mirando hacia otro lado.

-Ya te digo yo que es así-me dijo mirándome fijamente-a la vez que se dio la vuelta para seguir limpiando la televisión y decir que echaba de menos esos años donde todo era fogosidad y placer.

  • ¿Pero cuánto hace que no…que no…

-Se volvió de golpe y respondió de manera no anestésica a mi pregunta-¿Qué no lo hacemos? ¿Es eso lo que no atinas a preguntarme? ¿Es eso? Bien, te voy a responder… ¡4 años!

  • ¡4 años! -repetí yo manifestando sincero asombro

-Si, 4 años, Alfredo es 12 años mayor que yo y ya no es lo que era, los hombres tenéis una edad para ciertas cosas, lo comprobaras por ti mismo dentro de un tiempo tiempo-dijo mientras recogía los paños de limpieza, los depositaba en un barreño y salía del comedor

El tono retador con el que dijo esta última frase me hizo aconsejable dejarlo estar y seguir la conversación por otros derroteros a la vez que no la perdía de vista según me daba la espalda para salir. No sé si fue por el carácter de la conversación o por algo que ya estaba dentro de mí, pero el caso es que tome conciencia de lo buena que estaba: una mujer maciza de anchas caderas y culo apretado que la falda larga que llevaba no lograba disimilar, más unos pechos gordos y voluminosos que a duras penas podía contener la blusa que los apuntalaba, aparatoso binomio femenino acompañado por una bonita cara que solía llevar como escudera una sonrisa facilona y espontánea. Si, pensé para mis adentros, a pesar de tu edad, María, estás muy buena.

Durante los siguientes fines de semana que sucedieron a esta última conversación me notaba a mí mismo perturbado y quizás nervioso cada vez que hablaba con ella, cosa de lo que probablemente María no se daba cuenta y si lo hacía no lo manifestaba o yo no lo veía. El caso es que poco a poco ella me fue gustando de manera creciente y la mínima ocasión que podía sacaba el tema sexual para ir preparando un terreno quizá nebuloso, pero a la vez factible, debido a que ella me pareció que se dejaba querer , hecho constatado por sus comentarios atrevidos sobre un amplio abanico de cuestiones relativas al sexo... Animado por ello, decidí pasar de las palabras a los hechos.

Como era julio y hacía un calor respetable tirando a severo, un servidor dormía en pelotas, pero a diferencia de otras veces, un sábado por la mañana deje la puerta de mi habitación semiabierta unos 10 cm, me acosté boca arriba y fingiéndome dormido espere la llegada de mi casera que sabía que se iba a producir aproximadamente una media hora más tarde. Anticipándose 10 minutos a mis referidas previsiones, ella abrió la puerta, entro en la vivienda, la oí avanzar por el pasillo y de repente se paró. ¡Y mi corazón se tuvo que parar al unísono! Juro que deje de oírlo en unos interminables 3 o 4 segundos, oyendo en su lugar como se abría poco a poco la puerta y por el rabillo del ojo vi a María mirarme de forma subrepticia el tiempo suficiente para que yo me percatara de ello de manera fugaz. Luego cerró la puerta con el mismo cuidado con el que poco antes la había abierto y acto seguido la oí trastear por el piso, quedándome yo en la habitación sin salir a hablar con ella como había hecho durante tantas y tantas mañanas anteriores.

Al día siguiente repetí la misma jugada y todo sucedió exactamente igual por lo que decidí extender la misma acción al fin de semana siguiente y eso hice, con idéntico resultado que las otras veces, con la diferencia de que ese domingo, una vez que ella me volvió a ver en pelotas, si decidí levantarme y salir de la habitación y como el que no quiere la cosa, me puse a hablar con ella, encaminándome hacia el comedor donde esta se encontraba

-Buenos días María… ¿Como esta?

  • ¡Hola José ¡-su saludo fue exageradamente efusivo-Muy bien, llevo tres días sin verte y estaba preocupada por ti. ¿Te encuentras bien?

  • Si, si, no se preocupe, es que he salido algunas noches de marcha, me he desmadrado y me he levantado tarde.

-Como sois los jóvenes, como sois... ¡Quien tuviera 25 años! -exclamo en un comentario sobre la edad que ya me sonaba a bucle.

-Usted aun es joven y tiene muy buen cuerpo, está muy bien para su edad-solté de golpe atento a la respuesta de ella.

Me miró fijamente con expresión indescifrable, pero no respondió. En lugar de ello, se dio media vuelta y se encamino a la cocina mientras yo eche a andar pocos pasos detrás de ella, viendo cómo se situaba delante del fregadero de espaldas a mí y a la vez que cogía una fuente de cristal y comenzaba a fregarla, reanudo la conversación:

-Cuanto me gusta que me veas bien, te lo agradezco mucho

-No hay de que, es lo que pienso de verdad-dije a un par de pasos detrás de ella.

¿Ah sí? Que sincero eres, eso me gusta-respondió de forma un tanto plana, sin ningún alarde de emoción. Pero a continuación añadió-tú también estas muy bien chaval.

-Ya sé que lo estoy y le gusto, he visto como me ha mirado desnudo muchas mañanas-respondí-a la vez que con un movimiento rápido engullía la distancia que me separaba de ella a la vez que agarraba con ambas manos sus caderas, colocaba mí ya dura polla junto a su apretado culo y besaba su cuello por la parte interior, produciendo con un ligero escalofrió en María a la vez que esta murmuraba en un tibio intento de resistencia:

-No, no…José…no, no…estoy casad...;

Ahí feneció ese estéril amago, pues se dio la vuelta y en ese momento comencé a morrearla a la vez que con mi mano derecha magreaba sus tetas y con la izquierda agarraba su diestra para dirigirla hacia mi polla que ya estaba en situación desesperada pugnando por salir del pantalón corto que la oprimía, sintiendo como esta era sobada frenéticamente por María.

  • ¡Vámonos a la cama! -exclame más caliente que una tea a la vez que tiraba de ella-No, no-me dijo-espera que me seque las mano…

Su última frase quedo en el limbo, ya estábamos recorriendo el pasillo hacia la habitación, donde si dejar de besarla y toquetearla la fui quitando la ropa con una especie de ansia mezcla de frenesí y en menos que se tarda en decirlo ya me la tuve frente a mí en la cama, completamente desnuda , echando sus piernas hacia atrás de tal forma que su coño quedase completamente expuesto, comencé a introducir mi polla en ella, primero despacio y luego más deprisa, con una aceleración gradual a medida que ello iba provocando gemidos de placer en María, disminuyendo y aumentando, aumentando y disminuyendo las embestidas hasta que ella tuvo su primer orgasmo al que siguió otro casi de forma simultánea, mientras me miraba con los ojos como platos y una mueca de éxtasis a la vez que sus manos me apretaban el culo hasta el punto de rozar el dolor.

Sentí ramalazos de un primer orgasmo, pero me contuve y giré su cuerpo hasta ponerla en posición de cuatro patas, y sin dar tiempo a que recuperase el resuello, se la volví a meter otra vez a la vez que sobaba inmisericorde sus inmensas tetas que al tacto me parecieron una cosa maravillosa por lo blandas y flexibles que eran y al cabo de no más de un minuto, ella tuvo un nuevo orgasmo.-Debe de ser multiorgasmica-pensé-mientras seguía y seguía follándola cada vez más excitado por sus alaridos de placer, de tal forma que casi de inmediato alcanzo un nuevo orgasmo y jadeando me dijo que parara.

Me tumbe boca arriba y para mi sorpresa ella se giró y comenzó a chuparme la polla como una loca, deleitándose con una amalgama de los fluidos de su propio clítoris más mis líquidos pre seminales, llevándome a experimentar sucesivas oleadas de placer por lo hábil que era con la lengua y la lascivia que transmitía en cada uno de los movimientos de su boca. Presto ya correrme, separe su cabeza de mi miembro, volví a girar su cuerpo hasta tenerlo otra vez boca arriba y se la ha clave de nuevo, iniciando otro mete y saca por tiempo interminable que volvió a llevarla a otro par de orgasmos y a mí a no demorar más lo inevitable, porque después de no menos de 45 minutos follando, saque la polla y con un movimiento rápido eyacule en sus tetas que al tenerlas como montañas provoco que el semen corriera y serpenteara por uno de sus flancos como un caudaloso arroyo de primavera.

-Ufffffff-dijo María mientras suspiraba y me miraba de lado, todo en uno, a la vez que acariciaba mi sudorosa tripa.

Evité decir el habitual te ha gustado en su forma interrotativa que siempre lo había considerado sin saber bien porque, ofensivo y en su lugar solté un ha sido el mejor polvo de mi vida cosa que no era cierta y que sabía que ella no iba a creerse, pero que en todo caso sonaba bien. Despues de unos cuantos arrumacos y besuqueos esporádicos acompañados de una secuencia de susurros agradables, María miro el reloj y se sobresaltó: había quedado con su marido Alfredo para ir a comprar al Alcampo y ya era tarde. Sin más dilaciones, se vistió y se marchó, quedando yo en la cama con la polla aun dura a la vez que pensaba lo rara que podía llegar a ser la vida en el mas amplio sentido de su extrañeza.

Ese polvo dominical del último domingo de ese mes de julio fue el primero de otros muchos que siguieron durante el resto de ese año que estuve de alquiler en el piso de Fuencarral. Y es que la mecánica siempre era más o menos la misma: la señora María llegaba al piso, se ponía a limpiar, yo le daba conversación mientras la iba o no sobando y en un momento dado nos íbamos a la cama a follar como dos animales, salvo algunas veces que la folle en el sofá del comedor, más incómodo y duro que la cama, pero igual de valido para unas lides amatorias donde hicimos de todo: oral, vaginal y anal, aspecto este último que se convirtió en habitual y que ella me pedía casi siempre que practicara, a pesar de sus primeras objeciones debido al mucho tiempo transcurrido desde que no lo hacía por ahí. También recuerdo haberla follado un par de veces en el pasillo debido a lo caliente que ambos estábamos, pero la norma era la cama donde daba rienda suelta a todas mis fantasías con ella, gozando especialmente cuando la tenía encima de mí con la polla dentro, mientras sobaba y comía sus opulentas tetas de mujer madura que eran para conservarlas a perpetuidad en un museo.

Con el tiempo llegue a conocer a sus tres hijos y entable cierta amistad con su marido Alfredo, sintiéndome algo mal por el hecho de estar fallándome a su mujer, pero tampoco mucho, debido a que en el fondo el ya no podía satisfacerla, de ello me encargaba y el asunto no era tan malo. También llego a decirme varias veces que veía a María mucho más alegre y feliz que antes, e invariablemente pensé cada vez que me decía esto, que ello era por las folladas que yo la estaba propinando, cosa de la que él debía seguir siendo ignorante, no por nada en especial, solo por un elemental sentido común.

Pero todo en la vida se acaba, conseguí un trabajo en mi ciudad natal bastante mejor que el que tenía en Madrid y dejé el piso de alquiler, con la consecuencia del final del affaire María. El día de nuestra despedida fue bastante aséptico, ambos sabíamos que lo nuestro tenía fecha de caducidad y no hubo lugar para sentimentalismos ni lágrimas, aunque nos prometimos con fervor hacer eso que casi nunca se hace, mantener el contacto.

Ya han pasado más de 15 años de esto y no he vuelto a saber nada de ella. Ignoro si seguirá viva, aunque por edad y si no la ha ocurrido ninguna desgracia, si debe de continuar entre nosotros. Por mi parte muchas veces pienso en los fabulosos polvos que echábamos, en lo mucho que disfrutábamos y en sus descomunales y blandas tetas, las de la señora María, mi casera. Y al hacerlo, se me pone la polla como acero al carbono.

Si has leído el relato puedes decirme que te ha parecido al correo electrónico lanux2003@gmx.es. Muchas gracias.