La señora Lissy

La señora de mano andaba necesitada de sexo y se puso al día conmigo.

La señora Lissy

Ese día llegué cansado a casa y me tiré en el sillón del living a ver la tele, ajeno a lo que sucedía alrededor. Mi esposa llegaría varias horas después, según me había dicho en la mañana, y nada hacía pensar que esa tarde fuera especial, por lo que me dispuse a dormitar frente a la tele esperando que pasaran las horas que tenía por delante.

La señora que ayudaba a mi esposa con el aseo de la casa iba tres veces a la semana y cuando apareció ofreciéndome un jarro con jugo me percaté que ese era uno de sus días de visita.

La señora Lissy, que así se llama esta señora, es una mujer de mediana edad, que a ratos parecía joven y en otras oportunidades demostraba más años, tal vez porque no siempre se arreglaba con esmero. Pero esa tarde andaba con una falda apretada que, aunque le tapaba la rodilla, delineaba su cuerpo mostrando unas formas que me llamaron la atención de inmediato. Y mientras bebía el jugo no pude dejar de fijarme en cómo se movía por la casa, adivinando que bajo el vestido parecía haber un cuerpo digno de ser acariciado. No sé si ella se dio cuenta de mi inspección, pues seguía moviéndose con una armonía que cada vez me gustaba más. El caso es que al poco rato ya estaba abrigando ideas poco santas respecto y la posibilidad de intentar algo con ella me pareció atractiva y, sin pensarlo mayormente, me puse en plan de conquistarla.

Empecé a meterle conversación y ella me respondía con una cordialidad que hizo abrigar en mí la idea de que no sería difícil lograr avanzar en mis pretensiones, por lo que empecé a llevar nuestra conversación de manera que pudiéramos tocar el tema sexual, que era lo que me interesaba, y así intentar convencerla de aprovechar las horas en que estaríamos solos. Total, ella era una mujer de aproximadamente 45 años, por lo que todo lo relacionado con el sexo no era un tema que pudiera escandalizarla. Y, a fin de cuentas, si ella no quería meterse con el marido de su patrona, sabría rechazarme de la mejor manera y así  salir airosa del paso; yo, por mi parte, me quedaría con el deseo de probar ese cuerpo que se veía apetecible, pero no haría ningún escándalo y todo seguiría igual entre nosotros. En todo caso, nada se perdía con intentarlo, pensé, así que puse manos a la obra.

Señora Lissy . . .

¿Sí, señor Salvador?

¿Cuánto tiempo hace que dejó su país para venir a trabajar acá?

Como unos ocho meses, señor Salvador

Parece mucho tiempo separada de su familia

Si, ¿no es cierto?

¿Los echa de menos?

Mucho

¿Incluyendo a su marido?

Pero claro

Me imagino. . . tantos meses en abstinencia.

Ella nada respondió y siguió limpiando el piso del comedor, para lo cual estaba agachada y su trasero lucía precioso bajo la apretada tela de su falda rosada. Pensé que tal vez había sido demasiado directo en mi insinuación y que tal vez ella se habría molestado.

¿Le molestó lo que le dije?

No, no es eso. Es que . . .

¿Si?

No nada, señor Salvador

¿No me tiene confianza?

No es eso, es que me da vergüenza

¿Vergüenza? No entiendo

Vamos, si usted sabe.

Por lo visto la señora Lissy era una mujer directa y mucho más osada de lo que imaginaba, por lo que decidí que habría que jugarse a fondo y sin reparos.

¿Echa de menos el sexo con su marido?

Por favor, señor Salvador, las cosas que dice

Al parecer es eso, ¿verdad?

Bueno . .  la verdad que sí

Eso es natural, ya que el sexo  es parte de la vida de una mujer joven y usted es joven aún. ¿Es muy duro?

A ratos, sí.

¿Ahora, por ejemplo?

Ella dejó el piso, se levantó y me miró. Había comprendido perfectamente mi intención. Y enfrentó la situación de frente, como solo una mujer con experiencia puede hacerlo.

Sí, ahora

Si necesita ayuda . . .

Si necesito ayuda, ¿qué?

Bueno, aquí me tiene, pues

Pero, señor Salvador

Dejémonos de tonteras, Lissy. Tu lo necesitas y yo puedo dártelo

Si, pero . . .

Nada de peros.

Me acerqué a ella y la tomé de los hombros, acercándola a mí. Ella se pegó a mi cuerpo dócilmente. Busqué su boca y la besé metiendo mi lengua, a lo que ella respondió con la suya. La llevé al sillón y le subí la falda hasta la cintura, dejando sus muslos expuestos y al final de estos un calzoncito negro que tapaba un bulto que a la vista se veía apetecible.

Abrí sus piernas y mi boca apretó el paquete entre sus muslos, con suavidad pero imprimiéndole mi aliento caliente, el que penetró la tela y se metió entre sus labios vaginales. La señora Lissy se echó hacia atrás, cerró los ojos y se dejó mamar la vulva. Casi de inmediato sentí que su cuerpo de movía con espasmos y apretaba mi cabeza entre sus manos, apretándola contra su paquete. Estaba acabando con mi mamada.

¿Te gustó?

Mmmmm, fue exquisito, señor Salvador

Me encanta cuando me dices señor Salvador

Y a mí me encantó lo que me hizo

Desnúdate, que vamos a follar

Se quitó el vestido y quedó solamente con sostén y calzón, ambos de color negro. Hacían una hermosa combinación con su piel canela y el pelo negro. Por mi parte, aproveché de quitarme la ropa y quedé parado frente a ella, con mi verga en la mano, dispuesta a entrar en funciones.

¿Te gusta lo que ves?

Se ve tentadora, señor Salvador

¿La quieres?

Si

Entonces, pídemelo

La quiero

¿Qué es lo quieres?

Su cosa, señor Salvador

¿Cómo se llama?

Su sexo . . .

Anda, dime cómo te gusta decirle

Su . . pico

Dilo, entonces

Quiero su pico, señor Salvador

¿Quieres follar?

Si, quiero follar

Acá decimos culiar

Quiero culiar con usted, señor Salvador

Me arrodillé frente al sillón, donde la señora Lissy estaba sentada con los pies en el suelo, abiertos y lista para entrar en acción. Puse mi verga en la entrada de su vulva y empecé a empujar, lentamente.

Mmmm, ¿te gusta?

Si, es ricooooo

¿Lo quieres todo?

Si, lo quiero todo señor Salvador

La señora Lissy quería ponerse al día, eso era evidente. La tomé de los senos, que empecé a masajear, mientras metía y sacaba mi instrumento de su túnel de amor. Ella se movía con una energía que delataba su gusto por follar.

Por lo visto te gusta culiar, ¿verdad?

Si, me encanta

¿Te gusta el pico de tu patrón?

Me encanta, señor Salvador

¿Culiabas mucho en tu país?

Me encantaba culiar

¿Solamente con tu marido?

Qué va. Tenía muchos amantes

Bueno ahora te agarraste otro en este país.

Un amante con una verga rica, señor Salvador

Mientras manteníamos este diálogo erótico, nuestros cuerpos se movían en forma sincronizada, como si hubiéramos estado follando desde hacía mucho tiempo. Tal era la complementación que conseguimos de inmediato.

Ella era una hembra que gustaba del sexo, eso saltaba a la vista, y yo estaba dispuesto a darle lo que quisiera de un amante, por lo que decidí explorar algunas posibilidades que no era fácil conseguir con mi mujer.

Lissy subió sus piernas sobre mi espalda y me apretó, mientras su cuerpo se movía con energía, en busca de su segundo orgasmo, el que me regaló en una explosión de grititos y quejidos, en tanto los temblores del placer la invadían completamente.

Aghhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Gozaaaa, gozaaaaa

Mijitoooooooooo, ricoooooooooooo

No terminaba de acabar cuando saqué mi verga de su interior y la hice adoptar la pose de perrita, arrodillada frente al sillón. Ella comprendió de inmediato mi intención y se dejó hacer, quedando apoyada con sus senos apretando la tela del sillón y el culo parado, en tanto yo me ubicaba detrás suyo y enfilaba mi instrumento entre sus nalgas, en busca de su vulva, de la que seguía brotando gotas de líquido. Esta vez no me anduve con miramientos y le metí mi pedazo de carne con brusquedad, de un solo envión, hasta el fondo. Ella aguantó a pie firme, sin emitir ningún quejido.

¿Te gusta?

Si, señor Salvador. Es rico

¿No te molestó que te la metiera tan bruscamente?

Me encantó

Me imaginaba que  te gusta el sexo fuerte.

Gozo como condenada cuando son bruscos

Eres una gozadora

Es que es tan rico culiar, señor Salvador

¿Y que te digan cosas fuertes, también?

¿Quiere decirme cosas fuertes?

¿No te enojas?

Dele, señor Salvador

Lissy, eres una perra caliente

Si, soy su perra caliente

Una puta

Una puta que goza con el pico dentro

Te voy a dar por el culo, perra

Dele, señor Salvador, por el culo de su puta

Saqué mi verga de la vulva que chorreaba jugos y la metí en el culo de la señora Lissy, que al parecer estaba acostumbrada a este tipo de invasiones y no hubo ningún quejido de su parte. Al contrario, me alentaba a continuar mientras movía su culo de manera que mi pico golpeara  el fondo de su cueva de amor cada vez que entraba.

Ayyyyyyyy, ricooooooooooo

Puta, caliente, tomaaaaaa

Mijitoooooo, dame másssssssssss

Toma, perraaaaaa

Rico tu pico, cabrón

Puta, ricaaaaaaaaaa

Dale puto, daleeeeeee

Los dos llegamos al orgasmo al mismo tiempo y nuestros cuerpos, cubiertos de sudor, se desplomaron sobre el sillón, abrazados y con mi verga aún metida en el culo de la señora Lissy.

Cuando saqué mi instrumento del culo, ella se apoderó de él y se lo llevó a la boca, donde lo chupo y mamó hasta dejarlo completamente limpio, sin rastros de semen.

Ahora sí, no queda ningún rastro mío en su pico, señor Salvador.

Eres increíble, Lissy

Y eso que recién estamos conociéndonos de verdad

Me imagino que debes tener muchas sorpresas guardadas

Va a conocer muchas cosas nuevas, se lo aseguro.

Mmmmm, estupendo.

Cuando nos calmamos, nos vestimos y seguimos en lo nuestro, como si nada hubiera pasado, en un ambiente de calmaque no delataba la erupción de pasión que se desató entre ella y yo, por lo que cuando mi mujer llegó no encontró nada extraño y no se le pasó ni por si acaso por la mente la idea de que nuestro matrimonio ahora era un trío, con la señora de mano como tercera parte.

Solamente una mirada de la señora Lissy al momento de despedirse me dijo sin palabras que volveríamos a vivir otra sesión de sexo salvaje y que ella estaba dispuesta a mostrarme nuevos horizontes de pasión desenfrenada.

Y ella leyó en mi mirada la aceptación.