La Señora (Jueves. El pago)

El caballerizo y marido del ama de llaves intenta chantajear a su Señora, la dueña de la mansión.

Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.

-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?

-Es dinero.

-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.

-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.

Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.

-¿Te ha contado Elise…?

-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.

No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.

-¿Qué te ha contado tu mujer?

-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!

No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.

-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.

-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?

-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.

-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.

-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…

-Tendrá que comprarme con otra cosa.

-¿Q…Qué?

-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.

Miró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.

-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?

-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.

Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.

Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.

-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?

-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.

La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?

-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…

-Pídamelo a 4 patas.

Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.

-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.

Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.

-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?

El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.

-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.

-Ten más cuidado, me haces daño.

-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.

-No seas tan cortés.

-¿Cómo?

-Nada.

-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?

-¿También vas a mirarme los dientes?

-¿Cómo dice?

Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?

Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.

El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.

-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.

La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:

-Papá, ¿Qué haces?

El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.

-¿Quién es esa mujer, papá?

El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.

-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!

El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.

-¿S…Señora Brucel?

-¡Fuera de aquí! Vete.

-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.

-¿Queeee?

La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.

-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.

-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.

-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.

-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?

Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.

-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.

Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.

-Jodd…dder, que tetas más grandes.

-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.

-¿Mamá también las tiene así de grandes?

-Y el coño. Son iguales. Mira.

Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.

-Que calentitas. Y que blanditas.

Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.

-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.

-¿Q…Queeé? ¿Por qué?

-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.

-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?

Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.

-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.

Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.

-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.

-Ah,…

Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.

-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.

El muchacho levantó la cabeza perplejo.

-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.

Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.

-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.

-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!

-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.

Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.

-¿Estas seguro papá?

Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.

Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.

-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?

-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.

-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.

-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.

-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?

-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?

Touché.

Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.

-Chúpesela.

-¿Cómo?

-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.

-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?

-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.

Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.

La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?

Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!

Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.

Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.

Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.

Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.

-Quieta jamelga, quieta.

-No, por el culo no.

-Te va a montar un verdadero semental.

-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.

-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.

Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.

-Galopa, galopa.

Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.

-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?

-¿Con tu madre? ¿Follar así?... eh… sí, claro.

Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.

La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.

-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?

-Y de mi madre. –Susurró con hastío.

Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.

-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?

-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?

Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?

Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.