La señora del planchado 2: Camino al supermercado
Continua la historia de Mariela, aquella mujer que jamás había conocido un orgásmo, pero ahora, se estaba dejando sentir. ¡Y como estaba sintiendo!
LA SEÑORA DEL PLANCHADO II.
CAMINO AL SUPERMERCADO.
Como les relaté anteriormente, Mariela es una clienta de mi negocio, que tiene un muy buen cuerpo para su edad, aproximadamente 45 años. Y con quién tuve una experiencia sexual dentro de mi negocio, un día domingo antes de que abriera.
Habían pasado tres días desde que tuvimos ese corto encuentro con Mariela, en el que la hice tener un orgasmo sin penetrarla.
Yo, venía de hacer unas compras en mi auto, como a diez cuadras de mi casa, cuando repentinamente veo que Mariela va caminando en sentido contrario. Ella no me vio pasar, así que llegué a la esquina y me devolví. Acerque el auto a su lada y ella se sorprendió.
¡Hola Mariela!, ¿Cómo esta usted? ¿Para dónde va?
¡Oh que sorpresa! Voy al supermercado.
Súbete yo te llevo.
Mariela, andaba con el mismo vestido que el día domingo, un vestido bastante ajustado, que hacía resaltar sus formas. Tanto sus pechos, como so trasero.
Mientras se subía al auto, yo miraba para todos lados de que no hubiera alguien conocido.
Al cerrar la puerta, la tome de la barbilla, gire su rostro y le di un beso grande, al pillarla de sorpresa, tenía su boca abierta.
Hasta ese momento, no me había fijado en lo hermoso de su boca que era de tamaño mediano y sus labios gruesos y pronunciados.
Mariana se sobresalto, y me rechazo. Al mirarla, me di cuenta que se encontraba completamente ruborizada. Me miró con sus ojos oscuros y profundos. Estos demostraban más que temor o sorpresa, una pena profunda del alma.
Me dijo que como se me ocurría hacer eso en la calle, que alguien nos podía ver.
Le pedí disculpas y encamine el auto al supermercado. Al llegar a este, me metí a los estacionamientos del segundo subterráneo, busque rápidamente un espacio alejado.
Por suerte, en un rincón había dos camionetas altas y un espacio al medio. Me estacione de punta, cosa que nadie nos viera, detuve el auto y mirándola a los ojos le pregunte.
¿Cómo está mi Marielita? ¿Cómo la han tratado estos días?
A lo que ella respondió
Estos han sido los mejores días en mucho tiempo, aún recuerdo lo del domingo y siento que mi estomago se estira y se contrae.
¿Sólo tú estomago?
La verdad es que no, pienso en ti, y me pasan cosas extrañas. Pero yo creo que esto no está bien. Me siento muy mal engañando a mi esposo.
Pero Mariela, tú misma me contaste, que el te había engañado (cosa que fue motivo de nuestras primeras conversaciones) y que hasta el día de hoy no se lo perdonas.
Si, pero yo soy mujer.
Pero si eso no es materia de discusión, y yo creo que tú eres una gran mujer, y una mejor madre y esposa, es él, quién no ha cumplido su parte del trato del matrimonio.
Mariela me contesto que era verdad lo que yo le decía. Pero igual le daba miedo y vergüenza, y que a pesar de eso ella amaba aún a su esposo.
Mariela, lo que yo te ofrezco, tú lo sabes perfectamente, no es amor, solo es sexo, y si es bueno para ambos, mejor aún.
Eso es lo que me atemoriza. ¿Qué pasa si de solo sexo pasó a amor?
Mariela, el día que eso pueda ocurrir, lo dejamos, y tan amigos como siempre, como te dije, yo solo puedo ofrecerte sexo de vez en cuando.
Le pase mi brazo por su espalda la atraje fuertemente hacia mi y la bese.
Ella quiso zafarse pero no la deje, pero tampoco fue tanta la fuerza como para que resultara obligatorio. En el fondo ella también lo deseaba.
Mientras la abrazaba y besaba, con mi mano izquierda empecé a acariciar su pelo, mi mano se enredaba entre sus cabellos, mis labios pasaron de sus labios a su cuello y volvía con más fuerza a su boca. Luego mi lengua paso por sus encías, esto la volvió loca, sus piernas que en un principio estaban tensas y apretadas, se soltaron y abrieron delicadamente; mi mano bajo lentamente hasta su cintura y empecé a acariciar sus caderas, suavemente estire mi mano a un costado del asiento y busque la manilla para reclinarlo, con mi otra mano afirme el respaldo para que no fuera tan fuerte el golpe hacia atrás. Cuando sintió el vacío en su espalda, se asusto y abrió sus ojos la mire con cara de seguridad, pero a la vez muy dulcemente. Luego hice lo mismo con mi asiento para quedar en el mismo nivel.
Mariela me dijo.
Es muy peligroso aquí, nos pueden ver.
Sus palabras no eran convincentes, y la seguí besando con más fuerza, ella finalmente me abrazo y se dejo llevar por el calor de lo que estaba sucediendo.
Mientras la besaba, subí un poco su vestido, le veía sus rodillas y parte de sus muslos entreabiertos, esta escena hizo que mi pasión aumentara mucho más. Con mi mano izquierda empecé a tocar sus muslos sobre el vestido hasta llegar poco a poco hasta el final de estos, se hizo como una bolsa entre sus piernas y comencé a tocar su entrepierna con vestido y ropa interior; mis dedos podían sentir sus vellos, los que también tiraba suavemente, también me puse a tirar suavemente sus labios, sentía palpitar su entrepierna en mi mano. Tome su mano, y la puse sobre mi miembro, era primera vez que lo tocaba; su palma empezó a recorrer mi falo y mis testículos. Ella también podía sentir mis palpitaciones.
Subí mi mano, y empecé a tocar sus pechos sobre su vestido, se los apretaba suavemente y los soltaba, sus pechos estaban firmes y sus pezones duros. Comencé a desabotonar su vestido hasta llegar a los botones de su estomago, dirigí mi lengua a su ombligo y desde ahí comencé a subir hasta el canal que formaban sus pechos, libere con mi mano uno de ellos desde su sostén, y empecé a comérselo como si fuera un recién nacido hambriento, con el otro hice lo mismo. Lo único que escuchaba eran los quejidos de placer de Mariela. Este era a penas un susurro.
¡Ahhhhhhhhh! Que rico se siente, que rico se siente, por favor no pares, no pares.
El perfume de su cuerpo me embriagaba de placer, mientras los dedos de una de mis manos se los metía en la boca para que los disfrutara, la otra mano empezó a subir suavemente por sus muslos hasta llegar a su ropa interior, los susurros de placer se transformaron en gemidos, mientras su cuerpo se arqueaba pidiendo más; metí uno de mis dedos entre su ropa interior, tocando sus labios, que a esa altura no estaban húmedos, sino que derechamente mojados. Sume un dedo más para abrir sus labios inferiores y con un tercero busque su clítoris para jugar y llevarla a una excitación aún mayor.
Mientras yo trataba de volver loca a Mariela con mis vocaciones, ella. No lo hacía nada de mal conmigo, pues su mano se había colado entre el cierre del pantalón y mi ropa interior. Era el momento adecuado para seguir desabotonando su vestido. Una vez conseguido esto me subí sobre ella. Mariela a su vez desabotono mi pantalón y bajo toda mi ropa hasta las rodillas, y siguió con mi camisa. Cuando estábamos con nuestros pechos piel con piel, termine de sacarle su sostén y deje caer mi cuerpo sobre el de ella, termine de reclinar lo que quedaba del asiento y la subí un poco más por el respaldo, su cabeza quedo apoyada sobre el respaldo del asiento trasero, puse mis rodillas sobre el asiento, y haciendo un poco al lado su calzón, puse mi pene en la entrada de su casita del placer y la penetre de un solo empujón.
Mariela dejo caer su cabeza hacia atrás, como si se hubiese desmayado, de repente me tomo con sus manos de mi pelo y me dio un beso con toda su boca abierta, sus labios dejaban caer gotas de saliva, su lengua era como un torbellino jugando con la mía.
¡Ahhhh! Gritaba.
¡Quiero más! ¡Empuja más fuerte!
¡Más, mááááás! ¡Amor dame mááááás fuerte! ¡Dame más fuerte!
Luego de un rato, que no se si fue un segundo o una hora, pero que por el placer que sentía pareció una vida, mis embestidas de fuertes se transformaron en casi bestiales, la orilla de su calzón rozaba mi pene y me dolía, pero el placer era más grande que el dolor, sus piernas se apoyaron en mis caderas, mis rodillas apoyadas fuertemente en el asiento me hacían entrar y salir, entrar y salir, Mariela empezó a gemir.
¡Ahhhhh! ¡Hummmmmmmmmmmm! Que rico, que rico. ¡Ahhhhhh!
Se afirmo de mi cuello con una fuerza inusitada hasta ese momento, y se dejo caer hacia atrás extenuada. Había sentido un gran orgasmo, al sentir el relajo de su cuerpo, yo también eyacule, pero seguí empujando para que no quedara ni una gota de semen en las cavidades de mi pene.
De repente saque mi pene de su interior, subí un poco más por el asiento, Mariela tenía los ojos cerrados, y no captó lo que yo iba a hacer, la tome del pelo y aún duro se lo lleve a su boca, no tuvo tiempo a reaccionar.
¡Chupa Mariela, chupa! Le dije aún sobreexcitado.
Mariela me miro extrañada, solté una de mis manos que se encontraba en su cabeza, y me empecé a masturbar, un poco con su boca, hasta que Mariela me empujo un poco, se estaba ahogando.
Para no seguir forzando la situación, se lo saque, baje un poco, pero seguía sobre ella, nos besamos un poco más, y de repente sentí un ardor muy fuerte en mi pene, me vuelvo a mi asiento y lo miro. De tanto empujar por la orilla de su calzón, me había raspado mi propio sexo, y se veía un poco la piel en carne viva.
Mariela, mira como lo dejaste al pobrecito. Vas a tener que darle unos besitos.
Sabes que, yo nunca lo había tenido en mi boca.
¿De verdad Mariela? ¿Y a tu marido tampoco te lo pide?
Te juro que nunca.
¿Te gustaría aprender?
Si es tan bueno como lo de hoy y el domingo, quiero que me enseñes de todo.
Nos dimos nuevamente un gran beso, Mariela se abotono su ropa, me pidió unos pañuelos desechables, se limpió un poco, se puso unos entre sus piernas, y me dijo que se iba, pues se le hacia tarde.
Al bajarse, cerro la puerta, se volvió, por la ventana del auto me dijo.
Y no olvides que me faltan clases .
Me guiño el ojo y se fue del estacionamiento meneando sus caderas.