La Señora (3)

Prosiguen las peripecias y aventuras de la gerente en su propio centro comercial con alguna que otra inesperada sorpresa.

Afortunadamente, como ya dije al principio, el centro era de dimensiones bastante reducidas si lo comparamos con cualquiera de las grandes ciudades, y para su limpieza de mantenimiento nocturno solo manteníamos a uno o dos empleados por noche dependiendo del día, la mayoría de ellos mujeres, por lo que el riesgo de ser descubierta de esta humillante manera se reducía considerablemente pero no era desechable del todo, lo que producía en mi un terror incontrolable pero a la vez responsable de una insoportable excitación morbosa, por lo que mi coño no dejaba de chorrear imparable.

A los pocos metros de recorrido, empecé a estar agotada, además mis andares eran torpes es inseguros, ya que desde que era un bebe no había vuelto a desplazarme de esta forma.

Mi Amo entonces me dijo.

Mejor vete acostumbrando, no te preocupes, ya iras aprendiendo. Yo te voy a enseñar.

Para empezar, quiero que muevas ese culazo de zorra que tienes, ya sabes, ondéalo al gatear, como hacen las autenticas perras, en lo que tu te vas a convertir en poco tiempo. Además, quiero que saques la lengua y la mantengas colgando fuera de la boca. Seguro que habrás observado a algún perro alguna vez y ya sabrás lo que quiero decir ¿no?

Yo obedecía dócilmente cuantas instrucciones me daba mi dueño. Comencé a bambolear mi culo de un lado para otro muy exageradamente, como mi señor deseaba, y mantuve mi lengua todo lo fuera de la boca que me era posible, y naturalmente, a los pocos minutos empecé a babear y a dejar un rastro de saliva a mi paso, que salía incontroladamente al mantener tan inusual posición.

Al mismo tiempo, y pese a la perfecta conservación del suelo, mis palmas y rodillas pronto se vieron recubiertas de una fina capa negra de suciedad y mugre, dándome cada vez mas el aspecto que mi señor deseaba, el de una auténtica perra.

La extraña y morbosa ronda nocturna duró al menos una hora u hora y media. Un trayecto que apenas se efectúa en diez minutos, realizado de esta vejatoria e incomoda posición pero también muy excitante para mi, se convirtió en el paseo de nunca acabar, y pese a todos mis temores y naturales reparos al verme reducida de fría ejecutiva a insignificante perra, y sobre todo ,al temor que una de las dos limpiadoras (lo había consultado en el cuadrante)que en ese momento se encontraban efectuando sus tareas cotidianas de mantenimiento y limpieza, se cruzaran con nosotros o simplemente nos vieran a lo lejos .

Afortunadamente, la fortuna o la casualidad estuvieron de mi parte y no fue así, o si fui descubierta por ojos indiscretos, al menos yo no fui consciente de ello.

Al fin volvimos a mi despacho, yo completamente exhausta y dolorida por la incomoda posición, completamente recubierta de una capa de sudor pegajoso y de suciedad. Realmente empezaba a despedir un ligero hedor de perra, el cual aparte de humillarme frente a mi Amo todavía más, inexplicablemente me producía un extraño y malsano placer, por verme reducida a ese infrahumano estado animal.

Eran ya pasadas las 3 de la madrugada, jamás me había quedado tan tarde en mi despacho, pero pese a la intempestiva hora, yo no tenía prisa, mi Amo aun no me había montado, y lo anhelaba más que cualquier otra cosa en esos momentos.

Deseaba sentir su viril y poderosa tranca penetrando cualquiera de los dos agujeros que todavía le quedaban por estrenar. ¿Sería ahora el esperado momento?, o por el contrario. ¿Aun pensaría que su sumisa propiedad no lo merecía lo suficiente?

Sin duda, pronto iba a salir de dudas.

Lentamente abrí los ojos y el resplandor del sol me dio en ellos.

Estaba en casa. Eché un vistazo al reloj de la mesita de noche y comprobé con sorpresa y cierta pereza que eran más de las once de la mañana.

No importa, me dije para mi misma, un día es un día.

Ciertamente me había despertado de muy buen humor y muy relajada.

Decidí darme unos minutos más antes de abandonar el lecho y cerrando los ojos suavemente rememoré de nuevo los últimos sucesos acontecidos la pasada noche.

Después del humillante y también placentero paseo de vigilancia.

Mi señor saco una cerveza de la neverita que tengo siempre bien provista en mi despacho y la saboreo lentamente, mientras yo permanecía a sus pies a cuatro patas, inmóvil y en silencio, pues él no me había dado ninguna orden al respecto.

¿Tienes sed, Luna?

Si, mi señor, estoy sedienta – y era verdad, sentía la boca seca y estropajosa, sin duda a cusa del tremendo esfuerzo que acababa de realizar y a la tremenda excitación experimentada con ello.

Toma, pero no te acostumbres demasiado, las perras mimadas en seguida se echan a perder.

Y mientras decía estas palabras, escanció un poco de cerveza en el cenicero más grande que yo tenía siempre en mi mesa con forma de cuenco antiguo.

Luego lo depositó en el suelo con sumo cuidado para no derramarla, delante de mi cabeza, y me invitó a beber.

Naturalmente no hacía falta ser muy lista, y yo lo era, para adivinar la forma en que mi señor esperaba que tomara el fresco y delicioso liquido, así que agaché la cabeza y metí la lengua directamente en el recipiente, como una verdadera y autentica perra habría hecho.

Inmediatamente sentí su frescura y delicioso sabor y dediqué los siguientes minutos a lamer como mejor podía hasta que no quedara ni rastro de la bebida, y ya estaba casi terminándola cuando sentí de pronto y de improviso, un agudo dolor en mi recto, seguido de una insoportable oleada de calor que embargaba todo mi cuerpo.

Dios! - pensé - por fin mi señor se ha dignado tomar posesión de mi persona.

Pero una vez más estaba equivocada, lo que en un primer momento había confundido con la dureza y la porosidad de la polla de mi amo, no era otra cosa que parte de su extensión, en forma de la negra porra de goma que ya había tenido la ocasión de probar anteriormente en otro de mis agujeros. Ahora le había llegado el turno a mi culo, pero pese a que estaba disfrutando como una perra salida, no dejaba de preguntarme cuando pensaba penetr…follarme (aun no me había acostumbrado a usar el lenguaje mas soez, directo y grosero, tal y como mi señor me había ordenado) él en persona y porque no lo había hecho aun.

Estuvo bombeando y taladrándome el agujero del culo durante un largo rato, no recuerdo cuanto, pero fue mucho, y mientras tanto, yo gemía y gritaba cada vez mas fuerte y alto, y sin duda mis demostraciones de placer aunque algo ahogadas se debieron escuchar por todo el complejo, eso seguro.

Hasta que al fin estallé en un nuevo y agotador orgasmo que me dejó tendida en el suelo, casi desmayada, como una muñeca de trapo, rota, pero muy relajada y tranquila. Saciada.

Pero aun no había terminado mi sesión, ya que Aitor acerco entonces su porra, húmeda en mis propios jugos a mi boca para que se la limpiara.

Así que sin dudarlo un segundo saqué la lengua y empecé a lamer toda la porción que había entrado en mi ano, y que debieron ser unos 25 cm, y así estuve aplicándome a mi tarea hasta que ésta quedo bien limpia y brillante.

Afortunadamente y previendo esta posible situación ,ya antes en casa que había procurado una lavativa casera, por lo que en mi culo no quedaba ni el mas mínimo rastro de restos fecales.¡Gracias a Dios!,ya que me hubiera resultado muy desagradable tener que degustarlos en mi boca. Como sin duda mi amo me hubiera obligado a hacer.

Una vez terminé, y Aitor se hubiera guardado la porra. Se recompuso las ropas y se dispuso a marchar del despacho. La sesión ahora si había terminado.

Pero antes de salir, aun me recordó que tenía su próxima guardia pasado mañana, que me fuera preparando para nuevas experiencias.

La dulce y simpática voz de Clarita, me despertó de mis ensoñaciones.

Clarita era la muchacha, de apenas 20 años, que ejercía de domestica interna en casa desde hacia ya dos años, justo al cumplir su mayoría de edad.

Menuda, joven, y bonita, era una mezcla de criada, cocinera, y niñera, y mis hijas la adoraban, siendo para ellas casi más una hermana mayor que una empleada.

Yo también sentía gran afecto por ella, ya que su carácter dulce y abierto le había franqueado las simpatías y el cariño de todos los integrantes de mi familia.

Por lo que ella, aparte del respeto propio que se debe a su rango, me trataba con gran familiaridad y confianza.

Veo que a la señora se le han pegado las sabanas más de lo habitual y que además presenta un aspecto excelente, de lo más relajado y tranquilo, si me permite que se lo diga.

Una espontánea risita fue mi respuesta sus aseveraciones.

Realmente me sentía feliz y muy, muy relajada, con una gran paz interior.

Hacia semanas que no me sentía tan bien.

¿Se lo debería todo a mi extraño y severo dominador? – pensé para mis adentros

Sin duda esa era la única causa. Bueno, me dije, veremos que me tiene deparado el futuro, porque de lo único de lo que estaba segura es que no me arrepentía en absoluto de los últimos y extraños sucesos de los pasados días, y de la inusual y morbosa relación que había establecido con aquel apuesto vigilante de seguridad.

Decidí tomarme el resto de la mañana libre, me fui de compras, a la peluquería, en fin, cualquier cosa que me produjera placer y que se me pasara en aquel momento por la cabeza. Era feliz y tenia ganas de gritarlo a los cuatro vientos.

Comí sola en casa, mis hijas estaban internas a media jornada y solían regresar a las seis de la tarde, y mi marido, al igual que yo, solía comer cerca del trabajo.

Así que una vez terminado y casi sin dar tiempo a digerir bien la comida, cogí mi coche y partí de nuevo al centro comercial, para al menos terminar mi jornada.

Dediqué el resto de la jornada a organizar y rellenar los distintos documentos y formularios que diariamente se iban apiñando en mi mesa, y a media tarde, sentí ganas de orinar.

Como mi señor me había ordenado, cogí el móvil y le llamé para pedir su permiso, tuve que esperar cinco timbrazos para que mi amo me contestara.

Mi señor, tengo ganas de ir a mear y me preguntaba si me daba usted su permiso - dije en el tono mas sumiso y servil que pude encontrar.

Esta bien, Luna, permiso concedido, Ah, y otra cosa mas, a partir de ahora y hasta nueva orden puedes cagar, mear, y comer cuando te apetezca sin necesidad de pedirme permiso,¿entendido?

Desde luego cuando te aleccioné sobre tal instrucción no sabía lo cagona y meona que puedes llegar a ser.

Y sin una palabra de despedida, me colgó el receptor en mis narices.

Ciertamente no había levantado la voz ni un momento, pero su tono ligeramente fastidiado y la celeridad con que me había colgado produjeron en mi un sentimiento de vejación y desprecio tan profundos que lejos de desanimarme me hicieron sentirme todavía mas entregada a aquel hombre que me tenia completamente dominada y a su merced.

Prueba de ello es que nada mas colgar, una sospechosa humedad se había producido en la entrada de mi cada vez más incontrolable coño.

Y sentía unas ganas de ser follada como hacia mucho tiempo que no experimentaba.

Estaba lavándome las manos en el lavabo de uno de los tres urinarios públicos de que constaba el centro, después de haberme aliviado de mis acuciantes necesidades (ya he dicho varias veces que se trata de un centro relativamente pequeño), cuando entró en el recinto Sonia empujando su carrito de limpieza, lista para proceder a limpiar.

Buenas tardes, Sonia - la saludé educadamente pero con frialdad.

Sonia era una de las limpiadoras del centro que tenia bajo contrato temporal.

De unos 27 o 28 años, no recordaba bien, tiene una belleza salvaje, casi masculina, y sus modales también son mas propios de un hombre que de una señorita, bruscos y casi descorteses, por lo que no era santo de mi devoción, aunque todo hay que decirlo, en su favor contaba con que era una excelente limpiadora que trabajaba muy duro y muy eficientemente.

Estoy seguro que Sonia era consciente de mis sentimientos hacia ella, entre mujeres eso se nota en seguida. Y pondría la mano en el fuego a que tales sentimientos eran recíprocamente correspondidos y sentía un fuerte y mal disimulado desprecio por mi persona.

Buenas tardes, señora – dijo, y casi sin darse tiempo a respirar continuó -

Ayer la ví – y sin darse tiempo mas que para soltar una risita malévola y cargada de intención prosiguió -

Si, y también la oí.

Fui incapaz de contestar nada, pues mi estupor y mi sorpresa fueron tan grandes que las palabras simplemente se negaban a articularse en mi boca.

Aunque el gesto que debí de poner sin duda fue de lo mas elocuente, de culpabilidad, vergüenza y derrota, pues sentí un gran calor en mis mejillas, señal de que éstas se habían puesto de un carmesí profundo.

Esto debió estimular a Sonia pues alargó una mano con decisión y empezó a tocarme, casi rozándome con el dorso de la mano mis, a esa altura de los hechos, erectos y excitados pezones por encima de la blusa.

Si, mi "querida" señora, y para ser sincera, me dio la impresión de que se lo pasó usted bastante bien.

Yo….- empecé a decir, pero las palabras simplemente enmudecieron en mi boca, realmente estaba completamente desarmada y sin saber que contestar.

De hecho, no fue necesario, pues Sonia había tomado rápidamente las riendas de la conversación y de la extraña y humillante, pero también, a que negarlo, la morbosa y excitante situación.

A merced de mi propia empleada en los servicios públicos de señoras.

No se si les he comentado anteriormente que soy completamente heterosexual y que aunque como la mayoría de mujeres, alguna vez me he permitido tener alguna fantasía con alguna actriz o alguna amiga especialmente atractiva, jamás se me pasó por la cabeza llegar a consumar en realidad ningún tipo de relación sáfica.

Sin embargo, como ya empezaba a temerme, muy pronto iba a comprobar en mis propias carnes que se siente al hacer el amor con otra mujer o al menos a mantener con ella algún tipo de experiencia sexual.

Efectivamente, Sonia comenzó a empujarme suavemente pero con decisión hasta que fui reculando lentamente hacia atrás, hábilmente dirigida por sus manos, y pronto me ví dentro de uno de los pequeño receptáculos provistos de la correspondiente taza del inodoro, el expendedor de papel higiénico y la recia puerta con un pequeño cerrojo.

Una vez las dos dentro, Sonia corrió el pestillo, y se abalanzó sobre mi estática e indefensa persona con voracidad.

Inmediatamente sentí su carnosa y sensual boca sobre la mía, besando y lamiendo, y tratando de meter su lengua entre mis labios, cosa que no le costó mucho trabajo, lo reconozco, pues a esas alturas yo estaba vencida y resignada a lo inevitable.

Nuestras lenguas entablaron entonces furioso combate dentro de mi propia boca, y he de reconocer que la sensación no era desagradable, al contrario, me estaba resultando muy placentera, no se si a causa del beso, o por la sensación, una vez más, de sumisión e indefensión ante otra persona, en este caso una mujer.

Mientras nos besábamos, las manos de Sonia no habían quedado ociosas, una de ellas me había desabrochado completamente la blusa, por lo que mis colmadas y sonrosadas tetas bailaban libres y asequibles a sus procaces y pasionales caricias, ya que fueron manoseadas y sobadas a conciencia, en especial mis pezones que no se libraron de ser pellizcados y amasados a placer, mientras que la otra mano se había dirigido rauda a mi entrepierna, viajando por debajo de mi falda y encontrando no sin cierta sorpresa la ausencia de bragas, y por supuesto la gran cantidad de humedad que mi coño estaba acostumbrado a producir últimamente de una manera casi constante.

Uhmmm, estas hecha una puerca muy caliente.- me dijo casi dentro de mi boca, prescindiendo ya del tratamiento y tuteándome de repente, además de con tan poca falta de respeto (me temo que me lo había perdido del todo), y es más, con una grosería y desprecio que al fin salían a la superficie perfectamente latentes.

Sin embargo el efecto que produjeron en mí tales palabras fue contrario al que se suponía, pues lejos de ofenderme como habría sido lo natural, tuvieron la virtud de excitarme todavía más si cabe, y un gemido incontenible surgió de mi interior. Gesto que no paso inadvertido para mi nueva e inesperada compañera de juegos.

Pues acometió con más ansia sus ímpetus y acrecentó la voracidad con que me estaba devorando literalmente la boca y manoseando mis partes más íntimas, y en breves instantes un orgasmo poderoso e imparable se apoderó de todo mi ser explosionando de golpe en mis entrañas como si hubiera sido un trueno infernal.

Sonia me dio entonces un instante de pausa para que mi respiración y toda yo me recuperara del primer asalto del combate, momento que aprovechó para desabrocharse todos los botones que cerraban por delante su bata de limpieza , y …sorpresa.

Mi intrépida y decidida dominadora tampoco llevaba ninguna prenda debajo de ella, lo que me permitió admirar a placer sus también más que colmadas tetas, erguidas y desafiantes, y un espeso y tupido matojo de pelos negros y rizados, rebeldes como ella misma, tapando su sin duda, rebosante almeja del tesoro.

Es tu turno – dijo tan solo – Ahora me toca gozar a mi.

Y poniéndome sus manos encima de mi cabeza presionó levemente hacia abajo, en una seña inconfundible de lo que esperaba de mi.

Así que dócilmente me deje llevar y me arrodillé a sus pies, hasta que mi cara quedó justo a la altura y a pocos centímetros de su coño.

Coño que emanaba unos poderosos efluvios, mezcla de sudor, orines mal lavados y por encima de todo, predominando, olor a sexo salvaje.

Dudé unos instantes, más fueron solo eso, unos instantes, pues nuevamente su mano guió mi cabeza hasta su raja y me la empotro literalmente contra ella al tiempo que me ordenaba.

Vamos, puta,¿a que esperas? ¿o no me digas que una sucia perra como tu no sabe lo que tiene que hacer?

Nuevamente sus procaces y soeces palabras tuvieron el poder de enervar mis instintos más bajos, y ya vencidos todos mis reparos naturales, comencé a lamer y lamer, primero tímidamente y con cierto asco, pero muy pronto me acostumbré a su olor y a su sabor y empecé a incrementar la intensidad de la mamada que le estaba prodigando.

Sonia abrió sus piernas todo lo que pudo, así como estaba de pie, para facilitarme la labor, y además posó sus dos manos en mi cabeza cogiendo mis cabellos, tal y como hubiera hecho un hombre, a modo de bridas, y de esa forma iba dirigiendo mi cabeza hacia los puntos donde quería fueran dirigidas mis lamidas.

¿Cuánto tiempo duro aquello? Confieso que no lo se, pero debió de ser mucho pues mis rodillas comenzaban a dolerme y rojos rosetones comenzaban a formarse allí donde estaban en contacto con el suelo.

Al fin, Sonia empezó a temblar y convulsionarse y supe que su orgasmo estaba muy próximo.

En efecto así fue, en pocos segundos, empezó a gritar y gruñir sin control al mismo tiempo que una gran cantidad de flujo surgió de su abierta vagina, jugos que indefectiblemente fueron a parar a mi boca, no dejándome otra opción que tragar y tragar, hasta que Sonia dejando de ejercer presión sobre mi cabeza, que mantenía de esa forma sujeta a su coño impidiéndome moverla, me permitió al fin separarme de tan intimo lugar y respirar aire puro por primera vez en largo tiempo.

Luego me dio un ultimo y lento morreo, donde compartí sus propios jugos con ella y me dijo.

Has estado muy bien, putita, sobre todo para ser tu primera vez, eso se nota en seguida.

No te preocupes, la próxima lo harás mucho mejor .

Y sin darme tiempo a reaccionar se abrochó rápidamente la bata y cogiendo su carrito de limpieza me dejó sola en los baños, atónita e incapaz de reaccionar.

Sus últimas palabras me habían dejado helada: "la próxima vez lo harás mejor".

De nuevo mi vida acababa de complicarse todavía un poco más.

No obstante, reflexioné, habían cosas que tenia bastante claras, una de ellas es que no me quedaba mas remedio que aceptar la nueva situación, y por que no reconocerlo, tenía que confesarme a mi misma que había disfrutado con aquella joven e insolente limpiadora, que sin duda, me odiaba pero también me deseaba como acababa de demostrarme.

Lo que no tenia claro es lo que tenía que hacer con respecto a mi Amo, ¿debía poner en su conocimiento este nuevo e inesperado suceso, como sin duda yo sabía que era mi obligación de esclava? O si por el contrario, seria mejor dejar las cosas como estaban y mantener aquellas dos recién empezadas relaciones totalmente independientes.

Como no sabia cierto que opción era la mas correcta y acertada, decidí darme un tiempo más para meditarlo, aunque una cosa si estaba más que clara: desde ese momento debía cambiar todos los turnos nocturnos de Sonia para que coincidieran con los de mi Señor. Por encima de todo no iba a permitir que nadie más me viera involucrada y realizando mis humillantes pero satisfactorias labores de perra sumisa.

¿?

Nota del autor :

Como ya saben quienes acostumbran a ojear o leer mis relatos, aunque van dirigidos a todo tipo de lectores, naturalmente los disfrutarán mas los que como yo son aficionados a este tipo de fantasías de D/s.

No obstante sin ánimo de desmerecer a los varones, me gustaría recordar una vez más que mis escritos van especialmente dirigidos y dedicados a las mujeres, fuente de mi inspiración y de mis deseos.

Es por esto que valoro doblemente cualquier comentario o critica que cualquier aficionada tenga a bien compartir conmigo, ya sea en forma de comentario o bien si prefieren un contacto mas intimo y personal en forma de e-mail. Y como ya sabe quien se ha decidido a hacerlo, suelo contestar cualquier correo que recibo siempre que estén escritos con un mínimo de educación, cortesía, y coherencia.

En principio es mi intención escribir un ultimo capitulo que cierre la saga de Agata y sus experiencias en el centro comercial ,pero son ustedes quienes tienen ,como siempre, la ultima palabra al respecto, ya que si siento que ya han perdido el interés por la historia decidiré no continuarla .Espero sinceramente que no sea así, pero…nunca se sabe .

Gracias una vez más, por su paciencia y amabilidad con este autor aficionado pero entusiasta.