La Señora (2)

Empieza el emputecimiento y doma de la altiva ejecutiva, que se ve reducida y convertida en lo que su dominador desea, incapaz de liberarse de su influjo.

Habían pasado dos días después de los últimos sucesos con Aitor, y aun no había tomado una decisión.

Era complicado, por un lado deseaba entregarme a él y experimentar todas las fantasías que había sentido desde que era una adolescente.

Pero tenía miedo, eran muchos factores los que me aconsejaban que lo dejara correr, que iniciara los trámites para trasladar a Aitor de emplazamiento y que me olvidara del asunto.

No se cuantas veces había abierto el cajón donde guardé las esposas y su correspondiente llave, y me quedaba embobada por tiempo ilimitado mirándolas fijamente, como si ellas pudieran darme la respuesta idónea a mi dilema.

Al fin, el tercer día amaneció, tristón y nublado, y el primer pensamiento que me vino a la mente nada mas despertarme fue que debía tomar una decisión u otra, pero ¿Cuál sería la más acertada?

Me puse una bata sobre mi desnudo cuerpo, siempre duermo completamente desnuda, y me encaminé al cuarto de baño a hacer mis necesidades cotidianas y a asearme, como todos los días solía hacer, pero esta vez decidí darme un baño en vez de la acostumbrada ducha matutina.

E hice algo que me sorprendió a mi misma, cogí mi pequeña maquinilla desechable y jabón de afeitar, y me los llevé a la bañera conmigo.

Sin duda mi inconsciente había tomado la decisión por mi, casi sin yo darme cuenta.

Esta bien, pensé, no hay nada de malo por arreglarme un poco el pubis, que la verdad esta un poco desatendido últimamente .Pero no pienso depilármelo completamente, de eso nada.

Y mientras mantenía estos pensamientos comencé con el delicado proceso, pasándome la cuchilla suavemente una y otra vez hasta que solo quedo un minúsculo triangulito de bello que le daba a mi vagina una apariencia algo ridícula, pero también cierto aire sexy y morboso.

Perfecto ,me dije, en el caso que esta noche decida entregarme a él, cosa que dudo mucho francamente, al menos que vea que no soy tan fácil de someter y manipular .

Sin un pelito como el culito de una niña, ¡Será presuntuoso!

Aun no sabe con quien esta jugando.

Y mientras tenía estos positivos pensamientos, como auto tratando de infundirme confianza, fui eligiendo mi ropa para ese día.

Una vez más, me sorprendí, poniendo especial cuidado en la elección de mis prendas.

Sopesé varios tipos de faldas y de blusas, más cortas, con más o menos vuelo, más escotadas, más suaves, más traslúcidas.

Esto es absurdo, por Dios, soy una mujer adulta, casada, con dos niñas preciosas y que ha triunfado en su vida laboral.

Entonces ¿Por qué me estoy comportando como una adolescente ante su primera cita, y que por otro lado aun no se si va a consumarse?

Al final me decidí por ponerme el mismo conjunto que había llevado aquella primera noche.

Desayuné como una autómata con aire distraído y me fui al trabajo.

Una vez en mi despacho traté de enfrascarme en mi trabajo para olvidarme del tema, pero era inútil, una y otra vez, Aitor volvía a mi mente, impidiéndome concentrarme en los innumerables papeles y documentos que exigían mi total atención pero que eran despachados casi sin leer, sin duda tendría que pasar los próximos días reparando los posibles errores que sin duda estaría cometiendo, pero nada de esto tenia importancia para mi por el momento.

El día fue transcurriendo lentamente, como si estuviera pasando a cámara lenta, pero al fin, llegó a su ocaso.

Eran las 21:30, hora en que cerraban los comercios y el personal empezaba a abandonar el centro, y el tan temido momento en que debía tomar una decisión.

Sabía de sobra que lo más sensato y prudente sería recoger mis cosas e irme a casa.

Pero a esas alturas ya sabía que no lo iba a hacer.

La curiosidad, el morbo, y la incertidumbre, eran demasiado fuertes para mi, y para que negármelo a mi misma, el incontrolado deseo que sentía en todos los poros de mi piel .

Así que fui a la cafetería del centro, compré un bocadillo y un refresco y me lo lleve al despacho.

Ni siquiera fui capaz de comérmelo todo, apenas un par de bocados y acabó en la papelera.

A medida que el tiempo pasaba mi excitación iba creciendo paulatinamente y no podía pensar ya en nada más que en esperar la visita de mi subyugante dominador.

Sabía que Aitor comenzaba su turno a las 22:30, así que un cuarto de hora antes, mejor ser precavida, me desnudé cuidadosamente y esta vez doblé mi ropa correctamente y la dejé en un rincón del despacho, cogí las esposas , dejé la correspondiente llave encima de la mesa, y me las ceñí a la espalda.

Solo quedaba arrodillarme como me había ordenado Aitor , y así me quedé, esperando su inminente visita .

Pronto dieron las 22:30 y después las 23 :00, y Aitor no había dado aun señales de vida.

Mi excitación y entusiasmo, dieron paso a un estado entre de humillación, enfado y desengaño.

¿Acaso aquel hombre estaba jugando conmigo? ¿Me había tomado el pelo, y ahora estaría riéndose de mi estupidez?

Allá en la lejanía sonó el toque de campana que anunciaba las 23 :30 .

Bien, es suficiente, me dije, esto ha llegado demasiado lejos. Estaba ya a punto de levantarme para coger las llaves de las esposas, cuando, de pronto, se escucharon unos sigilosos y característicos pasos.

¡ Alguien se estaba acercando!!.

Mi boca se resecó de golpe, noté de inmediato una incontrolable humedad en mi entrepierna, y un profundo escalofrío cruzó mi cuerpo, que empezó a temblar imperceptiblemente, y no era de frío precisamente.

Lentamente se abrió la puerta, y allí estaba, parado, con altanería y ademán de triunfo, mi anhelado y temido visitante.

Buenas noches,…. Puta.

Traté de contestar a su procaz y despreciativo saludo, pero las palabras se negaban a salir de mis labios, por lo que opté por quedarme en un prudente y sumiso silencio.

Sin decir más palabra, Aitor se acercó hasta quedar a mi altura, se saco la polla del pantalón, amorcillada como siempre, sin llegar a estar erecta del todo, y la acercó a mi boca.

No hacía falta decir más, arrodillada como estaba, me la metí lentamente en la boca, tratando de disimular el ansia que sentía por devorarla y sacarle hasta la ultima gota de su esencia y empecé a chupar y mamar frenéticamente.

Esta vez todo fue mucho más rápido, y a los pocos minutos, Aitor, dando un suave y controlado gemido derramó toda su leche directamente en mi boca esta vez, con lo cual no tuve mas remedio que tragar y tragar hasta que toda su corrida fue a parar a mi estomago.

Lentamente sacó su verga de mi boca y se la guardó de nuevo en los pantalones.

Yo estaba más ansiosa y expectante que nunca, ¿Qué sucedería ahora?

Pero no estaba preparada para lo que iba a escuchar.

Veo que te has arreglado ese chumino tan peludo que tenias, zorra estirada, pero me has desobedecido.

¿Estas sorda, o eres estúpida? Te dije muy claramente que no quería ver un solo pelo en ese coño de perra en celo que tienes entre las piernas.

¿Crees que esto es un juego?, ¿o que se puede tomarme el pelo impunemente?

Por lo pronto, esto es lo que vamos a hacer. De momento te has quedado sin probar mi polla en tu agujero, que ya se que estas deseando hacerlo desde la primera vez, y escucha muy atentamente porque es la última vez que te lo digo.

Mis órdenes tienen que ser obedecidas a la primera y sin rechistar. Este es el primer y único error que te permito, la próxima vez todo habrá terminado.

¿Lo has entendido, mala puta?

Imaginen mi estado de shock al escuchar tan severas y directas palabras expresadas de aquella manera tan brutal.

Mis defensas estaban rotas y mente se negaba a reaccionar con la suficiente cordura. Por lo que solo podía proferir unas excusas balbuceantes, rogando que me perdonara, que trataría de hacerlo mejor, que quería que estuviera orgulloso de mi, y no se cuantas tonterías mas, pero que en ese momento me creía de verdad.

Menos excusas y más hechos.

Pasado mañana, tengo guardia de nuevo. Ya sabes lo que tienes que hacer. Si quieres ser mi esclava y que me ocupe de ti deberás contemplar mis ordenes como si fueran la palabra divina. No lo repetiré otra vez, ni habrán más oportunidades.

Pero además, te has ganado tu primer castigo.

Si quieres disfrutar de mi cuerpo y de mis atenciones especiales. Además de afeitarte de una puta vez ese ridículo puñado de pelos que te has dejado en el coño, por tu insolencia al desobedecerme necesitas ser castigada como una niña malcriada, que es lo que eres en realidad.

Quiero que te escribas en la frente, con lápiz de labios y en letras bien grandes la palabra:"FOLLAME".

Tu sabrás lo que te conviene hacer, pero repito, es tu ultima oportunidad.

Y sin decir más, salió sin prisas de mi despacho, dejándome completamente descolocada, humillada, perpleja y atónita.

Lo peor del caso es que en ningún momento había levantado la voz ni una sola vez, lo había dicho todo tan tranquilamente y sin perder la compostura que sus palabras causaron en mi el doble de efecto que si las hubiera pronunciado nervioso o iracundo.

No, en todo momento había mantenido la calma, como si en cierto modo ya hubiera esperado una reacción similar por mi parte y lo tuviera todo controlado, incluso como iba yo a reaccionar ante sus palabras.

Y entonces rompí a llorar, tímidamente al principio, para terminar sollozando desconsoladamente, manteniendo la misma postura en que me había quedado, pues no había sido capaz de moverme aun.

El llanto tuvo un efecto tranquilizador y curativo sobre mi maltratado espíritu.

Me levanté como pude, cogí las llaves de las esposas de la mesa, donde las había dejado la ultima vez, y me quité las esposas que ceñían todavía mis muñecas. Esta vez, me costo mucho menos, sin duda la practica es la madre de los progresos, y en pocos segundos estaba de nuevo libre.

Me vestí apresuradamente y me fui a casa.

Sin duda, tenía mucho que pensar y meditar. Debía tomar una decisión inmediata, pero no sería hoy, en esos momentos me sentía demasiado confusa y frágil.

Mañana, mañana lo haría, mucho más despejada y sin tanta presión. Ahora solo pensaba en llegar a mi cama y dormir largo y tendido, como si quisiera la mañana no llegara jamás.

Al día siguiente desperté mucho mas tranquila y con las ideas muy claras.

Aquello había ido ya demasiado lejos, y no estaba dispuesta a dejarme humillar así, y mucho menos por alguien a quien yo misma había contratado.

Lo primero que hice al llegar a mi despacho fue redactar una carta de despido, alegando exceso de personal y con las mejores recomendaciones, y la rubriqué con mano firme, sin dudarlo ni un segundo.

Y luego, la releí para cerciorarme de que estaba todo correcto, y acto seguido, y aun hoy no se que demonios me impulso a hacerlo, la arrugué con gesto airado y la arrojé a la papelera .

Me asusté de mi propia reacción, ya que esto solo significaba una cosa.

Estaba atrapada en sus redes, no se como ni porqué, aquel hombre parecía ejercer un poder irresistible y magnético sobre mi persona, y supe irremediablemente que me entregaría a él y me sometería a todo cuanto quisiera infligirme.

Mi pequeño conato de rebeldía al no afeitarme el coño, y que claramente había sido un pulso, para tentar hasta donde estaba dispuesto Aitor a llegar, me había salido mal, y desde luego, habían quedado muy claras nuestras respectivas posiciones.

Él tenia el control absoluto de la situación, desde luego yo era libre de mandarlo al diablo, pero sin embargo, por mas que mi mente me decía: "hazlo, líbrate de él, te vas a complicar la vida". Todos los poros de mi cuerpo me empujaban en dirección contraria, y una vez más, la carne fue débil, mis deseos y fantasías fueron más fuertes que mi prudencia.

Así que puntualmente a las 22 :00 horas del día siguiente ,allí estaba yo, sola en medio de mi despacho, completamente desnuda, arrodillada con las piernas abiertas, y mi coño, COMPLETAMENTE DEPILADO, y además con aquella humillante palabra escrita en mi frente .

Nuevamente Aitor se hizo de rogar para hacer acto de presencia, esta vez llegó pasada la una de la madrugada, sin duda quería dejar bien claro quien mandaba allí, y desde luego, no quedaba ninguna duda al respecto.

Mis rodillas estaban completamente enrojecidas y doloridas por la larga espera, pero sin embargo, tenía las partes internas de mis muslos completamente mojadas del constante rezumar de flujo vaginal que yo había estado destilando durante todas esas horas de espera.

Estaba completamente excitada como no recordara nunca, esperando el inevitable momento en que Aitor vendría tomar posesión de su esclava sexual.

Cuando éste entró en el despacho, con su tranquilidad y parsimonia habitual, una vez más se quedo plantado ante mi y no dijo nada, examinándome en silencio.

Comprobó que todas sus instrucciones habían sido cumplidas siguiendo sus deseos a la perfección. Ambos sabíamos que yo estaba completamente vencida a su autoridad y a cuanto quisiera hacer conmigo.

De pronto rompió a hablar, con esa tranquilidad tan suya, dueño en todo momento de sus emociones:

Escúchame atentamente y bien, puta, porque no voy a repetírtelo dos veces.

Desde este momento y hasta que me canse de ti, eres mía, de mi propiedad, te has entregado libremente y sin coacción de ningún tipo, y tu único derecho de ahora en adelante será dejarlo cuando así lo desees, pero me parece que eso no sucederá. Debajo de tu capa de autoridad y frialdad externa, se esconde el corazón de una zorra caliente necesitada de una buena polla que sepa satisfacerte como mereces, y me parece que hasta ahora no has tenido demasiada suerte al respecto.

No te preocupes, tu suerte acaba de cambiar, pero vas tener que ganarte mis favores y mis atenciones. En esta vida nada es gratis.

No hablaras en mi presencia salvo para contestar a mis preguntas o si yo te lo permito expresamente. Desde ahora no volverás a llevar ningún tipo de ropa interior bajo ninguna circunstancia y los pantalones están desterrados de tu vestuario.

Llevarás siempre zapatos de tacón alto y con el pie descubierto, tipo sandalia, y a partir de mañana quiero ver las uñas de tus manos y de tus pies pintadas de color rojo sangre, como corresponde a una puta de tu calibre.

Si vuelvo a ver un solo pelo en ese coño de guarra que tienes entre las piernas, o desobedeces el mas mínimo detalle de lo que te acabo de decir "se acabó", ¿entiendes lo que te estoy diciendo, zorra incontinente?

Yo había ido excitándome más y más a cada nueva palabra y orden que me decía aquel hombre y ahora al pronunciar por primera vez el primer "si , Amo" que le dedicaba, algo en mi pareció estallar e inexplicablemente me corrí sin ni siquiera tocarme, en un poderoso y estremecedor orgasmo que parecía salir del fondo mismo de mi alma.

A Aitor no se le pasó por alto tal detalle, pues continuó.

Desde luego, veo que necesitas muchos cuidados sexuales, debes haber pasado mucha hambre, pequeña perra. Descuida, a partir de ahora lo voy a remediar con creces, pero hay otra cosa que debes saber.

Una esclava como tu, no tiene ni siquiera el control sobre su cuerpo, comerás cuando yo te diga y lo que yo decida ofrecerte, solo te correrás cuando yo te de mi expreso permiso y si sientes necesidad de mear o de algo mas contundente, deberes pedirme permiso para hacerlo.

Y si no estoy delante de ti en ese momento, pues me llamas al teléfono móvil, que para eso están ¿de acuerdo?

Yo asentí sumisamente, pero esa respuesta no pareció satisfacer a mi Amo, pues volvió a repetir, levantando ligeramente un tono de voz.

¿De acuerdo, putita? No te he oído.

Sabiendo lo que Aitor quería que hiciera, me apresure a complacerle una vez más, dispuesta a obedecer hasta el mas mínimo deseo que surgiera de su ser.

Si, mi señor, desde este momento soy suya completamente, su esclava, su puta, un objeto de su propiedad si así lo desea. Estoy a su disposición las 24 horas del día, durante los siete días de la semana. Le obedeceré en todo cuanto se le antoje ordenarme, y haré que se sienta orgulloso y satisfecho de esta indigna y necesitada esclava que acaba de poseer. Mi cuerpo y mi espíritu ya no me pertenecen, ahora es usted mi único Amo, señor, y propietario.

Sin duda, mis sumisas y sinceras palabras debieron de complacerle, pues la conversación terminó así, por el momento.

Se sacó la polla del pantalón y me la acercó a la boca, tal y como hiciera en nuestro último encuentro.

Una vez más, me abalancé sobre ella como si fuera la última polla del planeta y se la mamé, lamí, y chupé como si mi vida dependiera de ello, y a los pocos minutos se volvió a derramar sobre mi, dando uno de sus característicos y contenidos gemidos que yo estaba aprendiendo a conocer tan bien.

Como hiciera la primera vez, se corrió en mi cara, salpicando mis ojos, pómulos, nariz, y gran parte de su corrida fue a parar a también a mi cabello, que quedó en un estado lamentable, pegajoso y pringado.

Una vez le hube lamido y limpiado su polla adecuadamente, se la guardo en el pantalón y salió del despacho sin decir palabra.

Yo no sabía que hacer o como reaccionar, no me había dado ninguna orden al respecto, por lo que hice lo que creí mas prudente, me quedé en la misma posición que me había dejado, de rodillas y maniatada, recubierta de su leche, y esperando su retorno sumisamente.

Afortunadamente, esta vez no se hizo esperar demasiado, y a los pocos minutos retornó al despacho provisto de una abultada mochila.

De la que saco un objeto que me dejó helada pero a la vez presa de una gran excitación sexual.

Era ni mas ni menos que un collar de perro autentico, de piel, nuevo y reluciente, de color rojo, que no se como, pero había averiguado que era uno de mis colores favoritos, y del que colgaba una chapita de acero como de una moneda de 2 euros con un nombre grabado:"Luna", y en el reverso, simplemente y en letras mas pequeñas: "Propietario: A.".

Al mismo tiempo que lo ceñía en mi cuello, mi dueño me explicó que a partir de ahora ese iba a ser mi nuevo nombre, mi nombre de perra, y me confesó que lo había elegido porque siempre le había gustado mucho y le había parecido muy apropiado, pues nuestros encuentros mayormente serian nocturnos y aquel le había parecido muy apropiado: Luna, la perra nocturna.

Acto seguido y ante mi mansedumbre, ciñó a éste su correspondiente cadenita, de aproximadamente metro y medio, y me quitó las esposas que ceñían todavía mis muñecas, y se las ajustó de nuevo a su cinturón diciendo.

Ya está, de momento no vas a necesitarlas más.

Bueno, perra, ¿es necesario que te diga lo que tienes que hacer ahora?

A buen entendedor pocas palabras bastan, era obvio lo que mi dueño deseaba que hiciera, así que por el simple procedimiento de adelantar mis manos hacia el suelo me quedé a cuatro patas frente a él.

Buena perra –alabó

Se quedó mirándome fijamente, como observando el resultado final, pero no pareció quedar convencido del todo.

Uhmmm, creo que aun te falta algo.

Y dicho esto, sacó un par de pinzas de plástico blancas, parecidas a las de tender la ropa, y me aplicó una en cada pezón, a modo de adorno.

Siempre he tenido los pezones muy sensibles, así que reaccionaron a tal refinamiento endureciéndose inmediatamente y provocándome un largo y contenido gemido, mezcla de placer y dolor, que pareció complacerle.

Ahora si, se te ve perfecta.

Te diré lo que vamos a hacer a continuación, verás, a un buen vigilante siempre le gusta tener a mano a un buen perro guardián que lo apoye en su trabajo. Así que a partir de ahora, tu vas a ser mi perra, es mi intención adiestrarte en este sentido, y vamos a empezar ahora mismo con tu doma y primeras enseñanzas.

Y dando un suave tirón de mi correa, me instó a empezar a gatear en dirección a la salida de mi despacho.

Mejor te vas acostumbrando, Luna, porque a partir de hoy me vas a acompañar a hacer siempre la ronda, ya sabes, cuatro ojos vigilan mejor que dos, ¿no te parece?- dijo con aire entre divertido y cínico.

Dios santo, pensé para mi misma, me va a hacer recorrer de esta humillante guisa todo el centro comercial.

No obstante, empecé a avanzar sin hacer la mínima señal de protesta o repulsa. Aitor era mi Amo, y me había puesto en mi sitio, el de una perra faldera a disposición de mi dueño, y aunque me negaba a reconocerlo, estaba encantada de la situación y disfrutando como si en efecto fuera una de ellas.

Continuara ¿?

Nota del autor:

Hola, amables lectores, quisiera agradecer antes que nada, la buena acogida que ha tenido este nuevo relato. Me he quedado gratamente sorprendido por ello, y desde luego, muy agradecido.

Como ya sabrán quienes lean habitualmente mis escritos, soy poco aficionado a hacer sagas interminables, y todo lo mas, suelo hacer dos capítulos por historia.

No obstante y como sabrán quienes como yo han escrito un relato alguna vez, éstos parecen cobrar vida propia y desean establecer por ellos mismos el término de su andadura.

Es por esto que me he visto sorprendido, y casi obligado por él, a , de momento, añadir un capitulo mas.

Esta es mi intención, pero una vez más solo lo haré si percibo que les interesa la historia y el rumbo que esta tomando.

El procedimiento, ustedes lo saben mejor que yo, es haciéndome saber sus comentarios, observaciones, y valoraciones, tanto en la misma página de relatos, o bien si prefieren un contacto mas personal, enviándome sus e-mails a la dirección que siempre suelo adjuntar.

Animense, no le temo a una critica franca, sincera, y constructiva, siempre y cuando este expresada dentro de los limites del buen gusto y la educación.

Y como ya saben aquellos/as que han tenido a bien escribirme, siempre suelo contestar a dichos correos, ya que es la mínima cortesía que me merece quien se toma el tiempo y la molestia de hacerlo.

Asimismo, sus criticas me ayudan a mejorar y a tratar de superarme, por ejemplo, voy a tratar de acentuar mejor las palabras, cosa que confieso que odio hacer, y sobre todo a corregir mas exhaustivamente mis relatos de faltas de ortografía ,algo realmente imperdonable y que un amable lector me hizo saber con toda cortesía y tacto. (Gracias, Steve).

Bueno, esto es todo, una vez mas, gracias por su paciencia y comprensión.

El autor

Pacineo@yahoo.es