La Senda de un esclavo (parte 9)

Este es un texto que encontre hace muchos años en internet, traducido, he dejado todas las referencias al autor y traductor. Si alguien lo conoce mas alla del capitulo 11 le agradecería se pusiese en contacto conmigo. Espero les guste.

La senda de un esclavo (fragmento)

Título original: A slave's road

Autor: Neil (c) severin98@aol.com, tomado de BDSM Library (www.bdsmlibrary.com)

Traducido por: GGG, mayo de 2007

Parte 9

Le miré a él y luego a Sheila. También tenía los ojos llenos de lujuria. Me sentía como una

presa indefensa rodeada por una pareja de depredadores. Tenían el maletín de cuero lleno de

juguetes encima del sofá. Sabía que aquella noche iba a ser todavía más humillante para mí.

Tom volvió a hablar.

"Puedes empezar por arrodillarte y quitarme los zapatos y los calcetines."

Me arrodillé y empecé a quitarle los zapatos a Tom. Sheila sacó algo del maletín, se levantó y

se colocó detrás de mí. Sentí sus manos en los hombros y su cálido aliento en mi oreja. Su

susurro fue suave y excitante.

"Esta noche va ser muy especial para todos nosotros. Tu obediencia total es un requisito

necesario. Vas a satisfacer esta noche todos nuestros deseos, ¿verdad?"

"Sí Ama," contesté.

Luego avanzó las manos y me colocó una pinza en el pezón derecho. Empezó a apretar el

tornillo de ajuste manual. Tras unas cuantas vueltas empecé a gemir de dolor.

"Oh, pobrecito... ¿duele?"

"Sí Ama," dije con voz emocionada.

"Bien, entonces una vuelta más sería perfecta," dijo.

Luego hizo precisamente eso. Volví a gemir de dolor. Mi súplica fue ignorada.

A continuación me colocó y apretó una en el pezón izquierdo.

"Ya está preparado para ti, Tom."

Tom sacó una cadena de oro en miniatura. Tenía forma de Y. Los dos extremos más cortos

tenían pequeños enganches. Sujetó cada uno a los anillos de las pinzas de mis pezones.

"Eso debería ser un incentivo para que sirvas correctamente a tu Amo," dijo sonriendo. Luego

tiró con fuerza de la cadena.

"Oh, por favor Amo... por favor, ¡duele tanto!"

"Eso es lo que suponía, puta. Ahora termina de quitarme los zapatos y los calcetines."

Hice lo que me ordenaba. De sus pies salía un ligero olor. Tenía unos pies muy atractivos para

un hombre. Eran fuertes pero no callosos, con arco alto y bronceados.

"Ahora quítame los pantalones, y date prisa."

Siguió su orden con otro tirón de la cadena rápido pero más suave. Puse una mueca de dolor,

pero me dediqué a cumplir la orden. Pronto estuvo sin pantalones ni ropa interior. Tenía el

mástil a tope. Su enorme polla ya goteaba líquido preseminal. Empezó a tirar hacia él sin parar,

recortando la cadena según me iba acercando. Cuando tenía la cara a un pie (unos 30 cm) de

su pecho, la soltó. Sentí sus manos en la parte superior de mi cabeza, empujándome la cara

hacia la polla.

"Primero lame y trágate el líquido preseminal, Joanie," dijo, refiriéndose a mí, de nuevo, como

su puta femenina.

Utilicé la parte plana de la lengua para lamer sensualmente todo alrededor de la cabeza y la

parte superior del dardo, sin perder ni una gota. Luego cerré la boca sobre la mitad superior de

su polla, haciendo girar la lengua sobre ella mientras la chupaba. Incluso me eché hacia atrás y

utilicé la puntita de la lengua para penetrar por el agujero del pis, serpenteando lo más adentro

que pude. Podía oír y sentir la respuesta a mi actuación llena de veneración. Gemía de deseo,

y sus manos me agarraban y volvían a agarrar la cabeza mientras su pasión crecía con

extrema agitación. También oí a Sheila abandonar la habitación, ahora que había hecho que

me centrara en servir a su marido. Las manos de Tom empujaron con más fuerza hacia abajo,

forzándome a tomar la totalidad de su polla. Pude sentir la cabeza pasar más allá del fondo de

la boca y entrar en la garganta. Me asfixiaba una cantidad mínima, habiendo aprendido antes a

relajar el esófago y a dejar que se deslizara dentro. Realmente ahora me estaba ensartando.

Con sus fuertes manos sujetándome todo el tiempo la cabeza, la pelvis se movía forzadamente

dentro y fuera, clavándome la boca y la garganta con la polla. Intentaba hacer lo mejor para

acoplarme a él, manteniendo la boca húmeda y la garganta relajada. En este punto yo no era

para él más que un objeto. Mi boca era un juguete para dar placer. Yo era de su propiedad, era

su esclava.

"Veo que Joanie te está sirviendo bien," dijo Sheila volviendo a entrar en la habitacion.

"Oh," gimió Tom. "Esta puta es buena dando placer."

"Dímelo a mí," se rió Sheila. "La he tenido todo el día. Creo que estaría contenta de servirnos

las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana."

Tom me desplazó la cabeza fuera de su polla, colocó los talones en el borde del sofá y me

empujó la cara por debajo de los muslos hasta dentro de su culo. El sofá al aplastarme las

pinzas de los pezones me hizo gritar de dolor. No hubo compasión.

"Ponme la lengua en el culo, puta. Quiero sentirla subir por allí." Le metí la cara en el culo, con

el puente de la nariz muy dentro entre sus nalgas. Mi larga lengua serpenteó por su raja,

lamiéndole con pasión y obediencia. Encontré el agujero y penetré por él todo lo que pude.

"Más adentro, puta. No estás recorriendo todo el camino por allí."

Solté un si señor amortiguado, pero dudo que me entendiera. Lo siguiente que sentí fue que

me estaba sacando fuera la cabeza. Levantó la cadena de manera que mis ojos le miraran.

"Cuando digo que me pases la lengua por el culo, quiero sentir que recorres todo el camino

allí... ¿entendido?"

"L... Lo siento señor. La metí todo lo posible. Estaba en un ángulo malo, señor." Tiró con fuerza

de la cadena y mantuvo la presión sobre ella.

"¿Estás buscando excusas, esclavo?"

"Oh señor," grité. "Juro que lo hago lo mejor que puedo."

"Tal vez lo que para ti es lo mejor no sea suficiente."

"Quizás necesite un pequeño recordatorio de su situación," sugirió Sheila.

Sheila salió de detrás de mí y se sentó cerca de Tom. No la había visto desde su vuelta.

Estaba impresionante. Llevaba un sostén de cuero negro sin tirantes y un tanga a juego. Su

hermoso culo estaba totalmente al aire. También llevaba unas botas negras hasta los muslos,

con aperturas de 4 pulgadas (unos 20 cm) para los dedos. Incluso Tom se quedó embobado.

"Dios, estás para comerte, cariño," dijo.

"Lo dices porque aquí Joanie te tiene caliente y con ganas," le provocó.

"Eso no puedo negarlo, pero realmente tienes un aspecto de lo más caliente."

"Gracias. Parece como si estuvieras listo para explotar," dijo mirándole la polla.

"Umm... estoy tan caliente ahora. ¿Se te ocurre algo?" preguntó en plan provocador.

"¿Qué te parece un buen polvo lento, conmigo encima. Todo lo que tienes que hacer es

tumbarte de espaldas y disfrutar."

"¿Y qué hacemos con nuestra puta favorita?" preguntó mirándome. "¿Queremos dejarla que

mire y sufra?"

"Estaba pensando más bien, en que escuche y sufra," dijo sonriendo con malicia.

"Ya veo que tienes otra de tus ideas. Casi puedo oír las ruedas dando vueltas. Eres como una

Lucy vestida de cuero," se rió.

"¿Te gustaría de alguna otra forma?" bromeó a su vez.

"Tienes razón, siempre haces que las cosas sean excitantes. ¿No te digo siempre que eres un

demonio de mujer?"

"Hoy no," dijo ella.

"Eres un demonio de mujer, y yo soy un afortunado del demonio."

Con esto empezaron a montárselo mientras yo les observaba de rodillas. Su obvio amor y sus

mutuos sentimientos me llegaban de verdad. Después de varios años casados todavía se

ponían calientes el uno al otro. Sheila bajó la vista hacia mí y sonrió.

"Antes de que Tom y yo pasemos a algo demasiado fuerte," me dijo, "tú y yo tenemos que

hacer una pequeña excursión."

Yo no dije nada. Sabía que estaba preparando algo pero no sabía qué.

Se levantó y volvió a salir de la habitación. Momentos más tarde volvió con un par de

dispositivos electrónicos. Eran dos cajas de plástico blanco, del tamaño aproximado de media

caja de zapatos.

"Son monitores de audio inalámbricos de dos vías," dijo. "Son similares a los que se usan para

controlar a los bebés, pero bastante mejores. Puedes hablar y escuchar en los dos extremos.

Uno lo colocaremos aquí mientras Tom y yo hacemos el amor."

"¿Y dónde estará el otro?" pregunté.

"Contigo, por supuesto," Sheila bajó la vista hacia mí y me sonrió, sabiendo que no era la

respuesta que yo quería.

"¿Y dónde estará él?" preguntó Tom.

Mirándome como un gato a punto de comerse al ratón, dijo, "En ese sitio del baño, por

supuesto."

Sé que me estremecí visiblemente cuando lo dijo. Sus ojos y su sonrisa seguían fijos en mí. Le

encantaba hacerme sufrir, y sabía precisamente como hacerme sufrir.

"Todavía no lo he usado, Tom. Solo se lo enseñé. Quería que estuvieras allí la primera vez que

lo usemos nosotros."

Enfatizó la palabra nosotros. Oh... Ya sería bastante humillante ser su retrete, pero serlo para

los dos...

"Tal vez se lo piense dos veces antes de buscarse otra excusa," añadió Sheila. Pensé en

suplicar respecto a mi situación otra vez, pero sabía que no sería buena idea. Ellos sabían que

les estaba sirviendo lo mejor que podía. Esto era solo su manera de decirme que siempre

tenían razón, sin que importara en qué, y que no se me toleraría ninguna excusa. Desde luego

se me estaba enviando una potente señal de que sería mejor que les dedicara una dedicación

del 100% en cada orden.

"¿Estás lista para pasar al siguiente nivel, Joanie?" preguntó.

Me quedé sin habla, así que me limité a asentir.

"Bien," dijo. "Vamos a quitarte esto primero."

A continuación me aflojó las pinzas de los pezones y me las quitó. El dolor era insoportable. La

sangre se precipitaba sobre mis pezones. Realmente rodé por el suelo, restregándomelos con

las manos, mientras gemía de dolor. En pocos momentos el dolor se desvaneció por fin. Sheila

me dominaba desde lo alto. Colocó la puntera del zapato en mi entrepierna.

"Quiero que nos sigas, gateando a cuatro patas."

Tom y ella empezaron a caminar lentamente hacia las escaleras. Me puse a cuatro patas y

gateé tras ellos. Mientras les seguía escaleras arriba, la visión de sus dos culos me hizo

olvidarme del intenso dolor que había sentido solo hacía un minuto. Gateé hasta su dormitorio,

crucé el armario, crucé el vestidor y entré al baño. Sheila se metió en la ducha

sobredimensionada, mientras Tom me sujetaba la puerta. La seguí al interior con Tom detrás

de mí. Colocó el monitor sobre el banco de azulejos, cerca de la abertura. Levantó la tapa que

encendía la luz del interior de la cavidad. Luego abrió la puerta cubierta de azulejos de la pared

trasera del banco, que estaba directamente debajo del agujero superior. La sujetó a la pared

del banco. A continuación levantó la estructura de aluminio que permitía el acceso a la abertura

inferior. Bajó la mirada hacia mí. Cuando habló no sonreía.

"Ponte sobre la espalda, John."

Obedecí.

"Ahora desliza la cabeza dentro."

Moví la espalda hacia delante hasta que la cabeza estuvo dentro de la cavidad iluminada.

Luego ella deslizó hacia abajo la estructura de aluminio. El corte semicircular del fondo del

armazón se colocó justo encima de mi cuello. Sabía que no podría sacar la cabeza. Luego la oí

abrir la puerta del armario de la pared. A continuación escuché el sonido de un candado al

cerrarse.

"Ya está," dijo, agitando el armazón de aluminio. "Colocado en su sitio."

Su rostro apareció por la abertura. Ahora sonreía.

"¿Cómo te sientes al estar prisionero en nuestro retrete, John?"

Me había quedado sin habla. No sabía que decir. Luego sentí un pie en la polla. Tenía que ser

el de Tom, puesto que tenía a Sheila todavía delante de la cara.

"A juzgar por el aspecto de su polla, no parece importarle," dijo Tom.

"No hay que preouparse de si te importa o no, ¿no es verdad, John?"

"No Ama," dije.

Mi voz sonó como si procediera de un sintetizador barato. Muy baja y con un ligero eco. Tanto

Sheila como Tom se echaron a reír.

"Que sorpresa inesperada," dijo Sheila. "Tenemos un retrete parlante."

Los dos se echaron de nuevo a reír. Me sentía tan humillado, siendo el blanco de sus chistes.

"Tom y yo nos volvemos abajo. Pero no te preocupes, será como si no nos hubiéramos ido.

Escucharás todo lo que digamos y hagamos."

Luego se fueron, dejando el monitor cerca de la abertura. Me quedé allí tumbado unos

momentos. Luego escuché sus voces. Sonaban como si todavía estuvieran en la ducha.

"Me voy a poner otro vaso de vino," decía Sheila. "¿Quieres otra cerveza?"

"Claro," contestó Tom. "Aunque tengo la vejiga casi a reventar."

"Seguro que podrás aguantar un rato. Quiero asegurarme de que la mía esté a tope," se burló

con crueldad Sheila.

Supe que estaba saliendo de la habitación porque su voz se desvanecía. Obviamente estaban

jugando conmigo. Estaban pulsando cada uno de mis botones masoquistas. Incluso aunque

sus motivos fueran obvios, funcionaban como un encantamiento. Nunca había sentido un temor

y una excitación mayores que los que me recorrían en ese preciso instante. Sheila volvió con

las bebidas.

"Ah," gimió Tom, cuando echó un trago de su cerveza. "Está realmente en su punto."

"Lo mismo le pasa al vino, querido," gorjeó Sheila. "Pero yendo a algo más importante, como

esa hermosa polla dura tuya, voy a quitarme los zapatos, a montarte y a follarte en el sofá."

Pude incluso oír el sonido de sus zapatos de tacón al golpear en el suelo. Luego les oí

acomodarse en el sofá.

"Oh Tom, estoy empapada. Estoy tan caliente."

"Vaya Sheila, eso suena muy bien. Nuestra puta ha hecho que tenga los huevos llenos de

leche."

"Guárdala para mi, cielo."

Podía notar que sus voces sonaban cada vez más excitadas. Incluso podía oír que su

respiración se hacía más pesada. Ahora todo era puro deseo animal. Escuchaba los cuerpos

chocando el uno contra el otro y los gemidos de pasión. Seguían y seguían. Menudo control el

de Tom. Sabía que había estado a punto de correrse durante mucho tiempo, pero allí estaba

reteniéndose a la espera del orgasmo de Sheila.

"¡¡¡Ah... Ah... Oh Tom!!!"

La voz de Sheila traslucía una excitación extrema. Se estaba corriendo.

"¡Me corro Sheila!"

Los dos alcanzaron sus intensos orgasmos de forma simultánea. Yo estaba allí tumbado y

escuchaba como finalmente se quedaban en silencio. Durante varios minutos no oí nada.

Podía imaginármelos, con Sheila todavía tumbada encima, abrazándose mútuamente. No

hacían falta palabras. Finalmente les oí moverse.

"Pásame el calcetín, cielo," oí que decía Sheila.

"¿Para qué?"

"De compresa," se rió Sheila entre dientes. "No quiero perder nada de tu preciosa corrida."

"Oh, mira que eres mala," se rió Tom a su vez.

"Lo sé," dijo en tono bastante serio. "Dios, ha sido magnífico," dijo Sheila. "No puedo recordar

la última vez que tuve un orgasmo tan intenso."

"Yo tampoco," respondió Tom perezosamente.

Era evidente que los dos estaban relajados y contentos.

"Pásame el vino, querido."

Escuché el tintineo simultáneo de sus bebidas.

"Por nuestra propiedad, John," dijo Tom.

"Parece que todo va bastante bien, ¿verdad?"

Oí como bebían.

"Hablando de John," dijo Sheila. "Tengo que mear."

"Yo también," dijo Tom un poco adormilado.

Podía notar que se estaban excitando de nuevo. Se callaron un momento, pero podía escuchar

el movimiento de sus cuerpos, como si se estuvieran abrazando y besando.

"Umm," gimió Sheila. "No vamos a volver a empezar ahora. Realmente tengo muchas ganas de

mear."

"Vamos entonces," respondió Tom.

Oí que se levantaban y salían de la habitación. Un poco más tarde les escuché entrar al baño.

Esta vez el sonido no venía del monitor. Oí como se abría la puerta de la ducha. Podía notar

los pulsos sexuales recorriéndome el cuerpo. Sentía como si la piel estuviera viva. Sabía que

estaba alcanzando un nuevo nivel de sumisión. Sentí el pie de nailon de Sheila apretándome

con fuerza la polla.

"Tiene la polla como el granito. Menudo putón."

"Mucho mejor para nosotros, querida," contestó Tom.

Sheila avanzó hasta colocarse encima de mí. No podía creer lo que estaba ocurriendo. Su

peso se distribuía entre mi polla y mi estómago. No sentía dolor. Empezó a caminar sobre mi

cuerpo con pasos deliberadamente lentos. Se detuvo con los dos pies plantados en mi pecho.

Se dobló por la cintura, colocando las manos a cada lado del asiento del retrete. Al levantar la

vista hacia su hermoso y sonriente rostro, sentí que me recorrían oleada tras oleada de sumisa

felicidad. Sabía que no había vuelta atrás. Sería su esclavo de por vida. Haría todo lo posible

para darle placer; para asegurarme de que nunca me liberase.

"¿Estás preparado para esto?" preguntó con seriedad.

"Sí Ama," dije sin vacilación.

Luego se giró en mi pecho. Lentamente bajó su hermoso culo desnudo hacia el asiento. Podía

ver que el calcetín estaba todavía en su coño. Su culo se acercaba a mí cada vez más.

Finamente se sentó. Sus pies descansaban todavía en mi pecho. La luz iluminaba la mitad

superior de la cavidad. Podía verlo todo. Vi como pasaba la mano por debajo y se quitaba el

calcetín. Un enorme globo de corrida aterrizó en mi rostro. La oí gemir, luego gruñir. Podía ver

como se movía y abría su coño cuando presionaba su vejiga. Luego llegó. Su néctar dorado. Al

principio lentamente, luego cada vez con más fuerza. Me estaba empapando la cara y el pelo.

Incluso abrí la boca para tragarme algo. Quería paladear y olerlo todo. En aquel ansiado

momento yo era su retrete. Seguía viniendo y viniendo. Yo no quería que se acabase, pero

finalmente se redujo a un goteo. Incluso soltó un par de chorros, asegurándose de que se

vaciaba del todo. Allí estaba, tumbado, en el fondo de su retrete, empapado en su pis, oliendo

todo su aroma. Era su esclavo. Se quedó allí sentada un momento, sin moverse. Tom no decía

ni una palabra. Podía imaginarlo asimilando la escena, sobrecogido ante su bella esposa.

Finalmente ella se levantó. Se alejó de mí y se sentó en el banco, cerca del retrete. Bajó la

mirada hacia mí. Su rostro reflejaba inequívocamente su felicidad, sonriente y radiante. Cuando

habló estaba relajada y segura.

"Quiero que sepas que ha sido una de las cosas más fantásticas que he experimentado nunca.

Nunca me he sentido más poderosa y completa. Aprecio sinceramente tu sacrificio, John."

Me limité a levantar la vista para mirarle a los ojos, probablemente pareciéndole a ella una rata

empapada. No sabía que decir, de modo que no dije nada.

"Aunque había una cosa que desearía poder haber visto," siguió. "Desearía poder haber visto

el pis estrellándose realmente en tu cara. Observar tu expresión mientras te hundes tan bajo

como has ido por nosotros. ¿Te das cuenta de lo lejos que has llegado en menos de una

semana?"

No esperó mi respuesta. Le vi girar la cabeza hacia Tom.

"Ven aquí, cielo," dijo suavemente.

Vi la sombra de Tom acercarse a mí. Sheila volvió a mirarme.

"Pero aunque no pueda ver mi pis salpicándote, puedo ver la siguiente entre las mejores

cosas."

Avanzó la mano y le agarró la polla a Tom. Él estaba encima de mí, con un pie a cada lado de

mis hombros. Al acercarse se puso a la vista. Sheila, bajando la vista sonriente, le dirigió la

polla hacia mi cara.

"Es todo tuyo, cielo," fue todo lo que dijo.

Tom bajó la vista hacia mí y sonrió.

"¿Listo para la segunda parte, esclavo?"

"Sí Amo," contesté humildemente.

Luego, con Sheila sujetándole la polla, gimió con lujuria. Su pis empezó a chorrearme en la

cara. Sheila movía la polla en círculos, asegurándose de que el pis alcanzara todas las partes

de mi rostro. Su aroma era mucho más fuerte que el de ella. Las fosas nasales se me llenaron

de su olor. Tenía que tener la vejiga llena, porque parecía que iba a estar meando para

siempre. Por fin soltó el último chorro. Sheila aún se la meneó, mirando como me golpeaban

las últimas gotas. Sabía que nunca volvería a ser lo mismo. Mi mente se volvió hacia mi vida

anterior; trabajar, jugar al baloncesto de manera informal, pescar, tomar unas cervezas con los

amigos. Ahora todo parecía a un millón de años. Ya no volvería a ser aquella persona. Era un

esclavo. Era de su propiedad.

"Muy bien," dijo Sheila sacándome de mi trance. "Ahora puedes salir."

Quitó el candado al armazón y lo levantó. Me deslicé hacia fuera y me arrodillé delante de

ellos.

"Coge la manguera de la pared y enjuaga todo esto minuciosamente. Asegúrate de que todo el

retrete quede fregado y enjuagado. Echa un poco de lejía en el fondo del sumidero."

Se apartaron al otro lado, a unos quince pies (unos 4,50 m) y abrieron la ducha. Se bañaron

mutuamente mientras observaba y me dedicaba a mis labores. Tenía la cara y el pelo todavía

cubiertos de su pis. Cuando acabaron me dijeron que me duchara y me presentara a ellos en el

dormitorio. Por supuesto, hice lo que me ordenaron.