LA Senda de un esclavo (parte 5)

Este es un texto que encontre hace muchos años en internet, traducido, he dejado todas las referencias al autor y traductor. Si alguien lo conoce mas alla del capitulo 11 le agradecería se pusiese en contacto conmigo. Espero les guste.

La senda de un esclavo (fragmento)

Título original: A slave's road

Autor: Neil (c) severin98@aol.com, tomado de BDSM Library (www.bdsmlibrary.com)

Traducido por: GGG, mayo de 2007

Parte 5

Bajé a mi dormitorio, me puse unos pantalones cortos y las playeras. Vi el delantal que me

había dejado en la cama. Era muy femenino, y provocativo. Fui a la cocina y tomé un cuenco

de cereales y unos plátanos. Me tomé una taza de café y salí hacia el establo. Me quité la

camisa para mejorar mi bronceado. El establo era una parte de la granja original. Era bastante

pequeño para lo que suele ser un establo de granja. En sus días probablemente solo albergó

unos cuantos caballos y vacas de leche. El piso de cedro era viejo y estaba desgastado, pero

todavía tenía buena pinta. Había dos postes de roble para dar soporte, desde el suelo al tejado.

Había seis cuadras donde se solían guardar los animales. Noté que en un par de cuadras

había heno fresco. El resto del suelo estaba sucio. Encontré el cortacésped y todo los

accesorios en la primera cuadra. El cortacésped era de motor. Tom y Sheila siempre en

primera clase. El motor arrancó a la primera vuelta de llave. Solo me llevó un poco más de dos

horas cortar la hierba, arreglarla y perfilar y barrer el camino de acceso. Realmente me lo

estaba pasando bien. Incluso aunque estuvieran fuera me sentía todavía bajo su control. Sabía

que me estaba sometiendo más y más a su poder.

Después de volver a dejar todo el equipo regresé al interior de la casa. Me duché y me afeité

según las instrucciones de Sheila. También me apliqué alguna loción corporal. Me sentía

realmente provocativo, en un plan un poco de puta. Quería que mis dueños me encontraran

atractiva, y haría todo lo posible para satisfacer sus deseos. Tomé el delantal de la cama. Era

tan suave. Estoy seguro de que era de seda. Era negro, pero también transparente. El borde

era de volantes. Me lo até atrás. La espalda quedaba completamente expuesta, a excepción de

las estrechas tiras que me rodeaban la cintura. Por delante el borde inferior solo me llegaba a

la mitad del muslo. Me miré en el espejo de cuerpo entero de la puerta del baño. Estaba

satisfecho. Con mi piel uniforme y el cuerpo bronceado parecía una furcia lista para ligues

fáciles. El contraste de mi culo firme y blanco con el resto de mi cuerpo parecía explotar aún

más mi servilismo. Nunca había tenido pensamientos de este tipo respecto a mí mismo. Tiene

que ser como se siente una mujer que se esta preparando para una cita caliente. Incluso usé

un poco de perfume que encontré en el baño. Olía a flores y resultaba provocador.

Después de arreglarme un poco más ante el espejo, salí para la cocina. Aclaré los platos del

desayuno en la pila y los coloqué en el lavaplatos. Limpié las encimeras y la mesa. Luego pasé

a la sala de estar y empecé a limpiar el polvo. Esta habitación era realmente cómoda. La gran

chimenea era el centro de atracción. Alineados con la chimenea había dos sofás de cuero, uno

frente al otro. En el otro extremo de los sofás había un sofá de dos piezas a juego. Las mesas,

lámparas y cuadros hacían juego perfectamente. Todo en conjunto creaba un área propicia

para las conversaciones íntimas. Cuando estaba limpiando el polvo de la repisa de la chimenea

oí que se abría la puerta de atrás. Seguí con mis labores, suponiendo que era Sheila que volvía

de su comida. Me quedé completamente anonadado cuando escuché un voz que no me

resultaba familiar.

"Vaya, vaya, ¿no resultas toda una visión para unos ojos delicados?"

Me volví lentamente para encararme con la mujer que estaba en la puerta. La había conocido

brevemente en una de las fiestas de Tom y Sheila. Se llamaba Linda. Era lo que llamo una

hermosa mujerona. Probablemente medía 5 pies y 11 pulgadas (cerca de 1,80 m), y pesaba

como ciento setenta libras (algo menos de 80 kg). Tenía un pelo negro como el carbón, suave

con grandes rizos, cortado a la moda. Era de complexión ligera, como una muñeca de

porcelana. Era muy guapa. Aunque fuera grande, era firme y proporcionada. Pero lo más

destacable de ella eran los ojos. Eran los ojos azules de bebé más hermosos que haya visto

nunca. Sonreían a la vez que taladraban.

Volvió a hablar. "Hola, soy Linda. Sheila y yo salimos a la vez del restaurante, pero debe haber

pillado unos cuantos semáforos más que yo." Luego sonrió, mostrando unos dientes blancos

perfectos. "Me ha estado contando todo sobre ti, John."

No sabía que decir. Estaba cortado más allá de todo lo que pueda creerse. Linda avanzó y se

sentó en el sofá. Cruzó sus largas y poderosas piernas. Llevaba un vestido de trabajo azul

turquesa con una blusa blanca. La falda se le subió por encima de las rodillas cuando se sentó.

Pantis oscuros con zapatos negros de tacón de tres pulgadas. Balanceó lentamente la pierna

mientras me miraba. Noté que el zapato le bailaba en la punta de los dedos.

Finalmente recuperé la voz y hablé. "¿Le gustaría algo de beber?"

"Estaría bien un poco de té helado."

"Entonces se lo prepararé. Por favor, perdóneme si tardo un poco. No estoy familiarizado con la

colocación de todo lo de la cocina."

"Lo pensaré," sonrió.

Leyó la expresión de perplejidad de mi cara. "Me refiero a pensar lo de perdonarte, John."

"Oh," fue todo lo que pude decir.

Mientras iba para la cocina podía sentir sus ojos fijos en mí. Me preguntaba cuanto le habría

revelado Sheila sobre mí. Dado que no parecía sorprendida de mi aspecto, supuse que se lo

habría dicho todo. Tuve suerte y encontré un jarro casi lleno de té helado en el frigorífico. Llené

un vaso con unos cubos de hielo y volví a la sala de estar. Mientras me acercaba noté que el

zapato había caído al suelo. Sus pies eran bastante grandes. No solo largos sino también muy

anchos. Los dedos parecían fuertes. Podía ver las uñas a través de los pantis negros. Las

llevaba pintadas en rojo escarlata. Le pasé el vaso de té, intentando que no resultara obvio que

le estaba mirando los pies. Sonrió y tomó el vaso. Cuando estaba a punto de darme la vuelta,

habló.

"John, ¿serías tan bueno de volverme a poner el zapato en el pie?"

Ahora no había duda de que Sheila le había contado todo. Que este escenario era un montaje.

Incluso sabiéndolo, era ya una mosca en su telaraña. No podía resistir más la tentación de lo

que una abeja puede resistir la miel. Me arrodillé y recogí el zapato de tacón. Sus ojos se

encontraron con los míos y levantó el pie a solo unas pulgadas de mi rostro. El aroma de su pie

inundó mi sentido del olfato. Era terroso y dulce. La polla empezó a crecerme

incontrolablemente. Le sujeté el pie con una mano. Estaba caliente y un poco húmedo. Le puse

el zapato en el pie con la otra mano. Antes de que pudiera dejar la posición de rodillas entró

Sheila en la sala.

"Veo que te lo estás montando en casa, Linda," se rió Sheila.

"¿Dónde encontraste tan buena ayuda?" bromeó Linda a su vez.

"No solo es bueno, es barato. ¿No es así, puta?"

"Sí." Dije suavemente.

"¿Sí qué, puta?"

"Sí Ama Sheila," contesté.

"Dios mío," dijo Linda. "Está tan bien educado."

"Todavía tiene mucho que aprender, pero progresa rápidamente," dijo Sheila sonriendo.

Sheila avanzó y se sentó en el sofá de dos piezas, cerca del extremo del sofá en el que estaba

sentada Linda. Una mesa de roble separaba las dos piezas del mobiliario. Yo estaba todavía a

cuatro patas junto a los pies de Linda. Noté que otra vez estaba haciendo bailar al zapato. Esta

vez estaba a solo unas pulgadas de mi pie. No podía soportarlo. Estaba hipnotizado por el

balanceo del zapato, viendo como oscilaba en la punta de sus dedos. Con atisbos de la parte

de atrás del pie, cuando casualmente se volteaba hacia delante, luego la parte de abajo del

zapato cuando volvía. Mientras esto ocurría las dos mujeres seguían hablando como si yo no

estuviera allí. Sabía que estaban hablando de mí, pero me parecía que sus voces estaban muy

alejadas. De repente el zapato de Linda empezó a darme golpecitos en la cara.

"¡John!" escuché la voz de Linda dirigiéndose a mí.

Salí de mi trance y le contesté, "¿Sí señora?"

"A tu Ama también le gustaría un vaso de té helado, y ya que estás en ello puedes rellenarme

el mío." Levanté la vista hacia Sheila. Me estaba sonriendo con suficiencia. Obviamente me

había dicho que le llevara un vaso, pero estaba tan ocupado con el balanceo del zapato de

Linda que ni siquiera la oí.

"John, a veces estás tan en las nubes. Se te pone un pie delante de la cara y tu cerebro se

vuelve de masilla. Vas a ser tan fácil de educar."

"Me estoy poniendo un poco celosa," dijo Linda medio en broma. "Creo que disfrutaría de

verdad teniendo un esclavo. Si fueran tan obedientes como John, sé que me encantaría."

"Todo el truco está en encontrar a alguien que sea sumiso por naturaleza. Creo sinceramente

que hay gente que ha nacido para ser sexualmente sumisa," respondió Sheila.

Mientras las dos mujeres seguían con la conversación yo me fui a la cocina a prepararles las

bebidas. Cuando volví las coloqué en la mesita auxiliar delante de ellas. Todavía estaban

hablando de esclavos. Linda me miró con brillo en los ojos.

"Sheila me dice que cuando estés totalmente educado te va a usar en nuestras fiestas de

intercambio de parejas."

No me había dado cuenta de que Linda fuera parte del grupo especial. No sabía que decir, así

que no dije nada.

"A la velocidad que estás yendo, John, puede que estés listo para este fin de semana," dijo

Sheila. "Te queda mucho camino, pero vas a ser nuestro esclavo seis días más, las veinticuatro

horas del día. Después de lo que tenemos planeado que superes, serás nuestro esclavo total.

Y Linda, si realmente estás interesada en un esclavo, puedes probar a John un fin de semana."

"Decididamente voy a tomarte la palabra. Sé que Jeff, mi marido, querría un esclavo, pero el

preferiría una hembra."

"Después de que John le haya chupado la polla puede que cambie de idea," se rió Sheila.

"¿En serio? Así que es un buen chupapollas, ¿verdad?"

"Chupó su primera polla precisamente este último fin de semana. Tom dice que es uno de las

mejores veces que se la hayan chupado nunca. Tienes que recordar que adora ser esclavo.

Cuando chupa una polla o se come un coño o incluso cuando da una masaje de pies, va más

allá de lo ordinario. No se limita a hacerlo sin más, te venera de verdad. Puedes sentir la

diferencia, créeme."

"Me estoy poniendo caliente, solo de pensarlo," respondió Linda. "Conozco a Jeff y comprobaré

sus aptitudes. Cuando nos lo prestéis, ¿tendremos vuestro permiso para castigarle cuando

fuera necesario?"

"Y cuando no lo fuera," rió Sheila. "Castigar a un esclavo, incluso cuando no ha hecho nada

realmente mal, le mantiene en el borde, más sumiso. Les recuerda que son de tu propiedad.

Les encanta sentirse poseídos. Además, me estoy encontrando con que tiene otra ventaja."

"¿Y cuál es?" preguntó Linda soñando.

"Pues resulta que hace que me ponga muy caliente. Realmente no me lo esperaba. Es tal la

sensación de poder. Ver como aparecen las marcas, oírle suplicar piedad, y luego observar

como su pasión alcanza casi una pendiente frenética. En ese punto hay un lazo mágico,

incluso espiritual, entre Ama y esclavo."

Las palabras de Sheila me estaban llegando de verdad. No solo a la polla, sino también al

corazón.

"Haces que suene tan romántico, Sheila," dijo Linda.

"Es muy romántico. Tienes que pensar que cuando eres dueño de alguien, tienes que amarle.

No es el mismo tipo de amor que con tu marido, pero es también un amor especial. Soy

responsable de su bienestar. Cuando se ponga enfermo, tendré que cuidarle. Es tu propiedad,

una propiedad viviente. Sí, nos encanta usarle y abusar de él, pero recuerda que es también lo

que él ansía más que ninguna otra cosa en el mundo. Somos realmente afortunados por

habernos encontrado con que uno de nuestros mejores amigos, del que sabemos que es

merecedor de nuestra confianza, inteligente, y sincero, sea también sumiso.

En este punto me arrodillé a los pies de Sheila y la miré a los ojos. "Soy yo el afortunado, Ama.

Siempre he soñado con ser esclavo, pero realmente nunca esperé que mi sueño se hiciese

realidad. No solo se ha hecho realidad, sino que ha sobrepasado cualquier sueño o fantasía

que haya tenido jamás."

Sheila bajó la vista y sonrió a mi figura arrodillada. "Si puedes decirme eso al final de esta

semana, esclavo mío, entonces sabré que estaremos todo lo cerca que sea posible de la

perfecta relación Ama/esclavo. Pero recuerda, la semana no ha hecho más que empezar."

Luego volvió su atención a Linda. "Linda, ¿te gustaría usar a John como alfombrilla?"

"Mmm... pensé que no me lo ibas a preguntar nunca."

"¡Esclavo! Túmbate de espaldas con la cabeza hacia Linda."

Obedecí, tumbándome de espaldas con la cara delante del asiento de Linda y el cuerpo

estirado hacia el de Sheila. Linda no perdió ni un instante en colocarme su pie izquierdo con su

tacón sobre el pecho. Luego se cruzó la pierna derecha por encima y empezó, una vez más, a

balancear la pierna, haciendo que el zapato le bailara en la punta de los dedos. Solo que esta

vez lo estaba viendo desde el punto de vista de un gusano. Luego sentí los pies de Sheila

descansando sobre mi cuerpo. Uno sobre mi muslo, el otro en mi entrepierna. Ni siquiera se

había quitado todavía los tacones. El peso de los dos pares de pies encima de mí me habría

resultado doloroso normalmente, pero estaba en un estado tal de lujuria que no me importaba.

El zapato oscilante de Linda estaba cada vez más bajo. Pronto el esbelto tacón estuvo

dándome en la cara. Luego miró hacia abajo y empezó a apretarme el tacón contra mis labios.

Luego habló.

"Ábrela esclavo, quiero que chupes este tacón como si lo hicieras con la polla de mi marido."

Dejé que el tacón me entrara en la boca. Luego empecé a chuparle la punta todo lo

sensualmente que pude. Luego fui metiendo cada vez más de él, hasta que la suela del zapato

descansó sobre mi rostro. Le estaba chupando el tacón como una puta total. También podía

sentir el tacón de Sheila hurgando en mi entrepierna. Notaba algo de dolor allí pero solo servía

para alimentar aún más las llamas de mi lujuria.

"Dios mío, es una putilla entusiasta, ¿verdad? Estoy seguro de que Jeff se retorcerá en su

asiento con este tipo de acción sobre su polla."

"No puedes imaginar lo devota que es su boca. Sigue adelante y déjale que te trabaje un poco

los pies. Te vas a desmayar en cuestión de minutos."

Al oír eso, Linda dejó caer el zapato del pie, me golpeó en la cara y cayó al suelo. De nuevo me

quedé hipnotizado cuando levanté la vista y vi la planta de su pie, ahora sin zapato,

absorbiendo todo su aroma terroso. Lo dirigió hacia mis labios con sus dedos cubiertos de

nailon, apretando suavemente para abrirlos. Respondí con total sumisión, chupándole el dedo

gordo con mi boca húmeda y caliente. Lo chupé suavemente, pasando la lengua por la parte de

atrás. Lo dejé salir de la boca solo para bañar toda la parte trasera del pie de besos suaves.

Empecé luego con su dedo meñique y fui chupándolos de uno en uno hasta volver al pulgar.

Desde abajo podía escuchar sus gemidos. Sabía que le estaba gustando.

"¡Oh Sheila... esto es la gloria! ¡Me estoy poniendo a cien!"

"También puede hacerse cargo de ese problema," dijo Sheila.

"Me temo que tendrá que hacerlo. No creo que deba conducir hasta casa en este estado," dijo

Linda riéndose.

"¿Por qué no te pones más cómoda, y traeré para ti el collar y la correa."

"Voy a tener que hacerlo. ¿Quieres que lo use aquí mismo, en el sofá?"

"¿Por qué no, estamos aquí los tres. Además, me interesa verle con otra mujer. Por otra parte

ensanchará sus horizontes como esclavo. Para él, ser prestado de improviso seguramente

tiene que dejarle grabado de que forma se está convirtiendo en un esclavo."

Linda se puso en pie y bajó la vista hacia mí, tumbado e indefenso a sus pies. Se quitó el otro

zapato de una patada y me ordenó arrodillarme delante de ella. Obedecí. Sheila había salido

de la habitación.

"Quiero que me quites el vestido, y luego los pantis."

"Sí señora." Obedientemente empecé a soltarle el vestido, luego se lo bajé y lo quité. Luego

deslicé los pulgares por la parte interior de la banda elástica de sus pantis y empecé a

bajárselos. Me di cuenta de que llevaba bragas negras de seda. Tenía unos muslos y

pantorrillas grandes pero muy firmes y bien formados. Se volvió a sentar cuando tenía los

pantis por los tobillos. Luego terminé de quitárselos. Sus pies eran aún más hermosos

desnudos. Eran tan cremosos y suaves. Seguí mirándoselos sin saber realmente que hacer a

continuación. Luego sentí su mano empujándome la parte de atrás de la cabeza hacia ellos.

Empecé a adorarle los pies apasionadamente, lamiéndole entre los dedos, recogiendo de ellos

la suciedad del día y, por supuesto, tragándomela. Ella se limitaba a mirarme en silencio. Creo

realmente que estaba sobrecogida por mi servidumbre hacia ella. Estoy seguro de que la

primera vez que una mujer siente el poder de utilizar a un esclavo, es un momento muy

especial. Seguí adorándole los pies durante varios minutos más. Luego oí que Sheila volvía a

la habitación.

"Espero que te esté tratando bien," dijo animadamente. Sheila se había quitado los zapatos de

tacón, y todavía llevaba su vestido de verano. Vi que tenía la correa y el collar. Se volvió a

sentar y me presentó el pie derecho delante de la cara.

"¿Ves lo que he comprado hoy, esclavo?"

Miré el anillo de jade de su segundo dedo. Parecía muy provocador.

"Es precioso, Ama. Tiene tan buen gusto." Le puse los labios encima y lo besé. Luego ella

retiró el pie.

"Pero ahora es el momento de Linda."

Luego le pasó a Linda la correa y el collar. Linda los recibió sonriente. Era evidente que estaba

disfrutando de cada momento. Eso hacía que me sintiera bien, que estaba agradando a la

amiga de mi Ama. Me colocó la mano bajo la barbilla, me levantó la cara y me miró

directamente a los ojos. Oh... que ojos. Me perdí rápidamente en ellos, sintiendo que me rendía

a su poder. Luego me pasó el collar por el cuello y enganchó la correa al collar. Agarró la

correa con fuerza a solo un pie (unos 30 cm) del collar. Tiró de ella unas cuantas veces como si

estuviera probando su resistencia. Sus ojos no se apartaban de los míos mientras ocurría todo

esto. Luego se volvió a colocar en el sofá y tiró de mi hacia la entrepierna de sus bragas. Su

aroma era fuerte, pero nada desagradable. Empecé a besarla a través de sus bragas mojadas,

pasando la lengua por debajo y lamiendo su raja rezumante. Comprobé que estaba afeitada.

Mis labios se juntaron aún más, mientras hundía suavemente la boca y la nariz en su coño. No

conseguía todo lo que quería de ella. Deseaba poner toda mi cara en él. Noté que se tensaba y

que los muslos se apretaban contra mi cuello. Sus gemidos y el repentino torrente de crema

que salió de su coño me indicaron que había tenido un orgasmo. Me retiró un momento la

cabeza y me dijo que le quitara las bragas. Cuando levanté la vista vi que se había

desabotonado la blusa y había dejado que sus grandes pechos desbordaran su medio sostén.

Los pezones estaban duros como si hubiera estado jugando con ellos. Ahora sus ojos miraban

a la lejanía, llenos de lujuria. Le bajé las bragas por las piernas y se las pasé por los pies.

Rehice a besos el camino hacia el coño. Sentí que la correa tiraba con fuerza, llevando mi cara

a la profundidad de su coño. Lamí y tragué su orgasmo. Sus jugos eran espesos y cremosos.

Luego empecé a mordisquearle el clítoris hinchado. Lo apreté entre mis labios suaves,

chupándolo con suavidad y luego chasqueándolo con la punta de la lengua.

Luego bajé de nuevo a su raja, dándole suaves y profundos golpes con la lengua. Podía notar

que se estaba poniendo cada vez más húmeda. Debía haber soltado la correa porque sentí sus

dedos en mi pelo empujándome más adentro. La oí gemir cada vez más fuerte. Sabía que

estaba al borde de otro orgasmo. Aceleré la velocidad de mi lengua para acompasarme con

sus embestidas. De nuevo sentí que sus muslos se tensaban alrededor de mi cuello. Ahora

gemía en alto, casi gritando. Y luego se corrió, y se corrió y se corrió. Sentí que estaba

tragándome su crema por litros. Finalmente todo quedó en silencio. Terminé de limpiarla y

retiré la cara. Alcé la vista hacia su rostro sonriente. Me palmeó la cabeza como si

recompensara a su perro. Esto me agradó.

"Bien hecho esclavo, muy bien." Luego se volvió hacia Sheila. "Gracias mi querida amiga por

esta experiencia total. Esto me ha convencido plenamente de que debo encontrar un sumiso

para Jeff y para mí."

La sonrisa de Sheila era radiante. Era evidente que había disfrutado inmensamente del

espectáculo. También que la había puesto bastante caliente. "Como dije antes, Linda, cuando

le hayamos adiestrado totalmente estaremos encantados de prestároslo a ti y a Jeff."

"Definitivamente te tomaré la palabra," dijo Linda sonriendo. Luego se volvió hacia mí.

"Esclavo, vísteme porque tengo que ponerme en camino para casa. Voy a necesitar algo de la

polla de Jeff esta noche. No sabrá lo que le ha pasado después de que acabe con él," se rió.

Luego la vestí y le besé la parte de arriba de los zapatos cuando terminé. Me palmeó la

cabeza. Luego se levantó, le dio un abrazo a Sheila y se despidió. Estaba claro que eran

buenas amigas. Sheila la acompañó a la puerta. Charlaron otros quince minutos o así en el

exterior. Oí que Sheila entraba por la puerta del garaje. Yo había vuelto a ordenar la sala de

estar y estaba poniendo los vasos en el lavavajillas. Me volví cuando escuché su voz. Sonreía,

pero había un tono de seriedad en su comportamiento.

"Me has dejado contenta esta tarde, esclavo. Pero no creas que todo serán juegos y diversión.

Cuando Tom vuelva a casa esta noche, vas a pasar una velada muy humillante."