La Senda de un esclavo (parte 4)

Este es un texto que encontre hace muchos años en internet, traducido, he dejado todas las referencias al autor y traductor. Si alguien lo conoce mas alla del capitulo 11 le agradecería se pusiese en contacto conmigo. Espero les guste.

La senda de un esclavo (fragmento)

Título original: A slave's road

Autor: Neil (c) severin98@aol.com, tomado de BDSM Library (www.bdsmlibrary.com)

Traducido por: GGG, mayo de 2007

Parte 4

Tenía la mente a mil millas mientras estaba sentado en la terraza.

"¿Soñando despierto?"

Su voz me despertó del trance.

"Solo disfrutando de la mañana," dije

"Ponte de pie, déjame ver tu cuerpo recién afeitado."

Me puse en pie, de cara a ella. Me tomó los huevos en la mano. La polla empezó a crecer.

Luego me hizo levantar los brazos, abrir las piernas, darme la vuelta y doblarme. Me miró en

detalle, como se valora a un caballo, tocando de vez en cuando partes de mi cuerpo.

"Bien hecho," dijo sonriendo.

Podía notar que estaba contenta conmigo. Luego se sentó en la silla donde había estado yo.

Estaba bastante sudorosa del ejercicio.

"Arrodíllate y quítame los zapatos."

Me arrodillé y le desaté la zapatilla derecha. Luego se la quité. Un aroma acre golpeó mis fosas

nasales. El olor era embriagador. Repetí el procedimiento con la zapatilla izquierda.

"Ahora los calcetines, esclavo."

Le quité lentamente los calcetines. Sus pies eran tan hermosos. Femeninos, pero fuertes.

Levantó el pie hasta mi cara, de modo que la planta la cubriera por entero. Una vez más el olor

era embriagador. Me esclavizaba. No habría nada que no hiciera, o que no fuera, por ella.

También sabía que ella lo entendía. Después de todo, esta clase de poder era la raíz de su

sexualidad. Le encantaba de forma absoluta ser la dueña de otro ser humano. Y yo me sentía

tan afortunado de ser esa persona.

"Adóralo," fue todo lo que dijo.

Empecé a chuparle los dedos, lamiendo entre ellos. Podía de hecho notar las minúsculas bolas

de sudor en la boca. Me las tragaba. Seguí besándole y lamiéndole el pie, como si su placer

fuera la única cosa que importara. Me sentía como un escolar, queriendo impresionarla. Me

cambié a su otro pie, adorándolo como había hecho con el primero. Mi deseo tenía que haber

pulsado una cuerda dentro de ella. Noté que su respiración se estaba haciendo más pesada.

Puso ambos pies sobre mis hombros, uno a cada lado del cuello.

"Ahora quítame los pantalones y las bragas."

Hice lo que decía. Tan pronto las bragas de algodón blanco dejaron la punta de sus dedos,

colocó los pies en el suelo y me empujó la cara contra su entrepierna. Le besé, lamí y chupé el

coño, dirigiendo finalmente la atención hacia su clítoris. Pronto llegó al clímax, sujetándome la

cara con fuerza contra su montículo, asfixiándome casi. Finalmente me soltó, dejándome

recuperar el aliento. Nos relajamos en silencio, yo todavía arrodillado entre sus piernas. No

había pensado en absoluto en mi calentura. Después de todo yo solo era su esclavo y

realmente no tenía ningún deseo de follármela, sino un indescriptible deseo de servirla. "Ve y

ponme la ducha. Me gusta caliente, casi hirviendo. Cuando ya esté abierta, arrodíllate en el

suelo de la ducha hasta que yo llegué."

"Como desee Ama."

Abrí la ducha y me arrodillé en el suelo como se me ordenó. La ducha era por lo menos del

doble del tamaño de una normal. Había un banco de baldosa en la parte trasera. En la pared

cercana al banco había una pequeña manguera de plástico blanco con su propio grifo. Noté

una tapa de bisagra en la parte superior del banco y una puerta de bisagra en la parte de

abajo, a ras de suelo. También había una pequeña puerta en la pared lateral, cerca de la

manguera. Todas las puertas y la tapa estaban alicatadas. Encima del banco había una

ventana octogonal. La luz del sol entraba en la habitación haciendo que el agua resultara casi

mágica al golpear las baldosas color jade.

Oí que se abría la puerta de la ducha. Sheila entró y me miró sonriendo. "¿Estás listo para

aprender a bañarme?"

"Sí Señora."

"Todo lo que necesitas está en esa puerta lateral."

Abrí la puerta y eché un vistazo dentro. El compartimento tenía la misma anchura y longitud de

un botiquín, solo que era tres o cuatro veces más profundo. El interior estaba completamente

alicatado.

"Pásame la esponja vegetal, la pastilla de jabón, el champú y el acondicionador. Puedes

sentarte en el banco y observarme esta vez. Pon atención al orden en que baño las partes de

mi cuerpo y como lo hago. La próxima vez espero que te sepas el procedimiento."

Me senté en el banco y vi que empezaba por la cara, bajando a partir de allí. Utilizaba la

esponja vegetal en la mayor parte de su cuerpo, pero en la vagina usaba la mano. También

usaba la mano para llegarse a la parte interior del culo. Después de enjabonarse se echaba

champú en el pelo. Luego se aclaraba el pelo y se echaba el acondicionador. Se aclaraba el

jabón del resto del cuerpo mientras el acondicionador hacía su trabajo. Finalmente se aclaraba

el pelo. Luego cerraba la ducha.

"¿Alguna pregunta?"

"No Señorita Sheila."

"Bien, entonces puedes sacarlo todo y limpiar la ducha. Puedes usar la manguera para llegar a

todas las partes."

"Sí Señora. Oh, supongo que puedo preguntar algo."

"¿Y qué es?" dijo sonriendo.

"Para que son la tapa y la puerta del banco?"

Su sonrisa se hizo más grande.

"Íbamos guardarnos esto hasta que estuvieras un poquito más domado, pero en vista de lo

bien que te estás adaptando a este estilo de vida creo que estás preparado para ello ahora."

Seguía sonriendo, aunque de alguna manera el momento se estaba poniendo serio. Luego

levantó la tapa junto a la que estaba sentado. Miré hacia abajo. Bajo la tapa levantada había un

asiento de retrete. Mirando más adentro vi que el área que estaba debajo estaba iluminada.

Había probablemente un interruptor que se había activado cuando se abrió la tapa. El interior

tenía cuatro paredes alicatadas que se extendían un poco más allá de las dimensiones del

asiento. En el suelo había un gran sumidero. La puerta que estaba al nivel del suelo estaba

directamente debajo del asiento.

"¿Te comió la lengua el gato?" dijo, todavía sonriente.

Yo no decía nada. Estaba impresionado. Por supuesto que había leído, incluso fantaseado,

respecto a las lluvias doradas, pero nunca había imaginado algo tan elaborado.

"Estoy segura de que ya imaginas para que es la puerta de abajo."

Me quedé nuevamente sin habla. No sabía que decir. ¿Podía someterme realmente a este

extremo de humillación? Sí, en el pasado me había excitado leer sobre algún esclavo que

servía como retrete de su Ama, pero esto era real... en esto estaba yo. Una vez más la fantasía

y la realidad me estaban golpeando de frente. Cada vez que empezaba a sentirme cómodo con

mi esclavitud, me empujaban a un nivel nuevo. Luego Sheila habló suavemente, sus labios

plenos todavía sonrientes, y sin apartar sus ojos de los míos.

"Te dije que Tom y yo habíamos estado ocupados comprando y construyendo cosas

precisamente para ti. Tan pronto como supimos por tu ex que eras sumiso, nos volvimos locos.

Era como si fuéramos a traer un nuevo miembro a nuestra familia. El propio Tom hizo esto.

Estoy tan contenta de que aceptaras nuestra propuesta. Sería una vergüenza no usar esto,

¿no crees?"

"SSSí Señorita Sheila," tartamudeé. Me sentía tan estúpido. Estaba tan impresionado que no

podía pensar con normalidad. Realmente no sabía que decir. Sus ojos verdes me perforaban,

exigiendo mi atención.

"¿Por qué no te tumbas, y pones la cabeza dentro?"

Me quedé allí sentado, todavía estupefacto. Sheila sintió que necesitaba algo de persuasión.

Me puso las manos en los hombros e inclinó la cara hasta que estuvo como a un pie (unos 30

cm) de la mía, con su pecho desnudo casi tocándome. Cuando habló su voz era baja, calmada,

llena de confianza.

"Por tu propio bien fingiré que no me has oído. Sin embargo si esta vez no te mueves

inmediatamente, los azotes que recibiste la pasada noche parecerán un juego de niños. ¿Se

me entiende?"

"Sí señora."

"Entonces, ¡muévete!"

Inmediatamente me eché al suelo de la ducha y moví a un lado la puerta de abajo. Había

detrás de ella otra segunda puerta. Esta puerta era de aluminio y tenía una abertura en la parte

baja, con la forma de un semicírculo. El borde del semicírculo estaba protegido todo alrededor

con goma. Me di cuenta de que la cabeza no pasaría por la abertura. Sin decir ni una palabra

me tumbé y puse la cabeza dentro. Luego escuché como la puerta de aluminio se deslizaba

hacia abajo otra vez y como se cerraba el pestillo, atrapándome la cabeza dentro. Aunque la

puerta no me tocaba el cuello no había manera de que pudiera sacar la cabeza. Noté que se

podía poner un pequeño candado en el pestillo dejándome prisionero en su retrete. La cabina

de la ducha era lo suficientemente larga como para permitirme estirar cómodamente el cuerpo.

Era una sensación espeluznante. También estaba teniendo un profundo efecto en mi polla.

Sheila también lo había notado, porque sentí que su pie me daba masajes en ella.

"¡Dios mío! Está dura como el acero. Estoy empezando a preguntarme si tienes algún límite."

Luego apartó el pie, y la oí sentarse en el banco, cerca del asiento del retrete. Luego vi su cara

sonriente encima de la abertura, mirándome como si fuera una mascota en su jaula.

"¿Cómo te sientes!"

"Asustado, confundido y excitado," tartamudeé.

"Puedo ver que estás excitado. Así que, ¿de qué estás asustado y confundido?"

"Son distintas emociones, ideas y temores que se disparan en mi interior. Hasta ahora está

ocurriendo todo tan aprisa, necesito pararme a examinarlas."

Me miró un momento antes de hablar. "Cuándo aceptaste nuestra proposición de ser nuestro

esclavo, ¿qué pensabas que significaba?"

"Obedecerles." En cuanto lo dije supe que sonaba a estupidez.

"Escucha John, creo que deberías saber esto. No hablamos con Susan solo esa vez. Desde

nuestra primera conversación hemos tenido varias más. Sé todo lo que deseas. Se que querías

que ella te hiciera una lluvia dorada, incluso aunque ella no te la hiciera."

Nada más que silencio. Sheila se limitó a sonreírme. Estaba completamente cortado, y ella lo

disfrutaba a fondo. Sheila conocía todos mis sentimientos, de los que había hablado con mi ex.

Me sentía totalmente en su poder.

"También podrías saber esto, John. Susan sabe que Tom y yo te vamos a esclavizar. De hecho

está muy interesada en cómo vaya nuestro fin de semana. Hoy, más tarde, la voy a llamar y la

pondré al tanto de todo. Incluso activaré el altavoz y te dejaré que oigas nuestra conversación.

Eso te gustaría, ¿verdad?"

Vi que sus ojos miraban a mi empalme y luego volvían a mí.

"Pensaba que podrías," dijo sin ni siquiera esperar a mi respuesta. "Scott, su marido, también

lo sabe todo. Tom y yo incluso les hemos invitado a cenar. Todos habíamos bebido un poco, y

empezamos a hablar... de ti, por supuesto. La conversación era muy interesante, John. Parece

que Susan le contó a Scott todo sobre ti, antes de que se casaran. Scott piensa que eres el

perfecto ex. Como dijo él, ¿cómo podrías estar celoso de un débil? Incluso hablamos de

prestarte a ellos. Ya sabes, un fin de semana o dos. No te importaría, ¿verdad?"

Me quedé sin palabras una vez más. Estaba hipnotizado por su conversación.

"Por supuesto que no," contestó ella por mí. "Realmente no importaría en ningún caso, ¿verdad

esclavo?"

Era como si su conversación hubiera cambiado totalmente mi situación. Ya no estaba

confundido. Me había puesto en un estado tal de calentura sumisa que ahora haría cualquier

cosa sin vacilación. Y pensándolo lo había hecho con las palabras precisas. Dios, me conocía

mejor que yo mismo. Le contesté con entusiasmo.

"No Ama. No habría ninguna diferencia. Aunque les serviría bien para hacer que estuviera

orgullosa de mí. Y si necesita usarme para sus necesidades personales estaré feliz de serle

útil.

Su sonrisa se hizo más grande y sus ojos parecieron suavizarse. Supe que le gustaba mi

respuesta. "Realmente quiero que Tom esté aquí la primera vez. ¿Quién sabe? Puede que

también quiera aliviarse él. De momento puedes salir de ahí y limpiar la ducha rápidamente.

Cuando acabes con eso, coge una toalla limpia y reúnete conmigo en el vestidor, donde vas a

aprender a ocuparte de alguna de mis necesidades personales, solo que no tan personales," se

rió.

Luego levantó la puerta de aluminio y me dejó salir. Tras eso se dio la vuelta y salió. Limpié la

ducha en unos dos minutos, tomé una toalla del armario de la ropa blanca y me dirigí al

vestidor. Sheila estaba sentada en el borde de la tumbona de cuero.

"Puedes empezar por secarme los pies y de ahí para arriba."

Me arrodillé delante de ella y le levanté el pie izquierdo. Empecé por la suela, acariciándosela

hasta secarla, moviendo con suavidad la toalla entre los dedos y continuando el camino hacia

arriba por los tobillos y las musculosas pantorrillas. Luego le di masaje con la toalla detrás de

las rodillas, restregándole los firmes muslos. Cuando llegué a su montículo lo acaricié con

suavidad hasta secarlo. Luego pasé al pie derecho y de nuevo empecé el recorrido

ascendente. Entonces se levantó y se dio la vuelta de modo que su hermoso culo estuviera

justo delante de mi cara. Le acaricié el culo hasta secarlo y empecé a subir por la espalda.

Volvió la cabeza y me miró por encima del hombro.

"¿Sabes? No consigo recordar si me he lavado la raja o no. ¿Por qué no te aseguras de que

esté limpia, John?"

Tras esto se separó las nalgas con las manos. Miré dentro, a su pequeño ano rosado.

"A mí me parece limpia, Ama."

"Que parezca limpia no es suficiente, sube por allí la lengua y asegúrate de que esté limpia."

Le metí la boca y la nariz entre las nalgas. Empecé con la lengua desde el final de la raja y se

la lamí subiendo hasta el principio. Repetí esto tres veces. Me encantaba su culo. Podría estar

adorándolo eternamente. Quería penetrar en su ano, pero no sabía si querría que lo hiciera.

Sus siguientes palabras no dejaron duda.

"Sigue y límpiame también el agujero, John. Después de todo esa es la fuente de la falta de

limpieza."

Diciendo esto separó aún más las nalgas y dirigí la lengua justo hacia el interior de la entrada y

empecé a lamerle las paredes anales. Inmediatamente se puso a gemir. Me sumergí cada vez

más a fondo.

"Oh John, esto es increíble. Me encanta que me hurguen en el culo. No es esta una de las

aficiones favoritas de Tom. De hecho no puedo recordar cuando fue la última vez que me lo

hizo. Me estoy poniendo tan caliente."

De repente se apartó y señaló a la tumbona.

"Túmbate ahí, de espaldas. Volveré en un minuto."

Cruzó el armario y entró al dormitorio. Volvió con un consolador en la mano. Saltó encima de

mi cara y separó las nalgas. Su cuerpo miraba hacia mis pies. Empecé a servir de nuevo su

culo inmediatamente. Pronto escuché el rumor del consolador. Se lo estaba haciendo mientras

le hurgaba en el culo al mismo tiempo. Tenía tanto apetito de sexo. Y me encantaba que me

usara en todo momento, mucho más si se lo estaba haciendo. Tuvo un orgasmo tremendo

varios minutos más tarde. Luego se levantó un poco de manera que su coño estuviera sobre mi

boca.

"Aquí puta, adelante y limpia también esto."

Chupé y lamí su espeso orgasmo. Sabía más dulce que la miel. Finalmente se apartó de mi

cara y se sentó junto a mí. Me miró y sonrió. Pasó dos dedos por su nata, que me cubría la

cara. Luego me metió los dedos en la boca. Los chupé hasta limpiarlos, como si fuera mi

primera comida en una semana. Siguió con esto sin decir palabra. Finalmente se puso en pie.

"Sé que estás salido de cojones, pero esta vez vas a tener que sufrir. Forma parte de ser

esclavo el que se te niegue el placer. De hecho el placer para el perfecto esclavo sería el

placer de su dueño. ¿Crees que podrás soportar ese nivel de sumisión?"

"Con usted como mi Ama, creo que puedo."

Sheila se rió ante mi respuesta. "Oh vaya, ¿de verdad? ¿Y qué pasa si mi placer fuese dejar

que Tom te use en una de sus partidas de póquer. Nada de mujeres. Solo él y sus amigotes.

¿Obtendrías placer de eso?"

Dudé antes de contestar. "No lo creo, señora."

"De modo que todavía te queda un camino que recorrer, ¿verdad?"

"Supongo que sí, Ama."

"No te preocupes, ya puedo ver que tienes potencial para estar tan cerca del esclavo perfecto

como sea humanamente posible."

"Gracias, señora."

A continuación se sentó en el taburete, delante del espejo de maquillarse.

"Pásate aquí y empieza a aprender a prepararme el pelo y a maquillarme. Luego puedes

vestirme."

Después de peinarla y maquillarla siguiendo sus instrucciones, entramos al armario. Sacó un

bonito vestido azul de verano, con dos cintas finas que cruzarían sus hombros desnudos. El

vestido acabaría justo por encima de las rodillas. Sacó unas bragas de seda blancas y un

sostén sin tirantes a juego. La vestí como me ordenó. Me sentía realmente como su criada

personal. Luego la seguí al estante de los zapatos.

"¿Qué par crees que iría bien?"

Después de mirar un rato elegí un par de sandalias blancas con tacón de tres pulgadas (7,5

cm). La parte superior tenía finas correas de cuero que cruzaban el pie, deteniéndose en la

base de los dedos. Una única correa rodeaba el tobillo. El tacón y la suela eran muy delgados.

"Tienes muy buen gusto, John. Estos son, probablemente, los que hubiera elegido yo. Ahora

sigamos adelante y me los pones."

Me arrodillé, cogí los zapatos y los deslicé en sus pies desnudos. Los zapatos blancos sobre

sus pies bronceados con las uñas rojas me marearon de lujuria. Me incliné y besé con pasión

sus largos y carnosos dedos. Me dejó adorárselos unos minutos y luego se apartó.

"Voy a salir a comer con una buena amiga. Volveré cuando vuelva. Encontrarás mucho de

comer abajo, en la cocina. Después de comer quiero que cortes el césped y lo arregles. Todo

lo que necesitas está en el establo. Cuando hayas terminado entras y te das una ducha. Te

pones el delantal de encaje negro que te dejaré encima de la cama. Puedes limpiar el polvo

hasta que vuelva. ¿Está todo claro?"

"Sí señora, perfectamente."

"Bien. Entonces te veré dentro de unas horas."

Luego se fue y me quedé mirándola con lujuria. Me quedé allí, ordenando mis pensamientos

unos quince minutos. Deseaba hacerme una paja, pero no lo hice. Escuché al Mercedes salir

del garaje.