La Senda de un esclavo (parte 10)

Este es un texto que encontre hace muchos años en internet, traducido, he dejado todas las referencias al autor y traductor. Si alguien lo conoce mas alla del capitulo 11 le agradecería se pusiese en contacto conmigo. Espero les guste.

La senda de un esclavo (fragmento)

Título original: A slave's road

Autor: Neil (c) severin98@aol.com, tomado de BDSM Library (www.bdsmlibrary.com)

Traducido por: GGG, mayo de 2007

Parte 10

Me duché y me restregué minuciosamente una y otra vez. Me lavé el pelo tres veces. Me aseguré de que no

hubiera señal ni olor del acto que acababa de tener lugar. Lo divertido era que no lo hacía tanto por mí como

por ellos. Sabía que querían un esclavo impecablemente limpio cuando volviera. Me sequé, me cepillé el pelo,

y los dientes con el dedo y pasta de dientes. Luego caminé al dormitorio.

Sheila y Tom estaban tumbados desnudos encima de su enorme cama, estrechándose mutuamente, mirando

a medias las noticias de las once. Levantaron hacia mí la vista cuando entré. Ahora me miraban de forma

distinta. Sabía, igual que ellos, que nuestra amistad era ahora una parte muy pequeña de nuestra relación. Mi

esclavitud era ahora lo que realmente les importaba. Sheila fue la primera en hablar.

"Arrodíllate a los pies de la cama, esclavo."

Hice lo que se me ordenaba, arrodillándome, mirando a las plantas de sus pies.

"Quiero que nos des las gracias por el privilegio de ser nuestro retrete," ordenó Sheila.

"Gracias, Ama y Amo, por permitirme ser su retrete. Ha sido un verdadero honor recibir su precioso néctar

dorado."

"Ahora termina tu declaración besándonos las plantas de los pies," continuó.

Me incliné hacia delante y apreté los labios en las plantas de los dos pares de pies. Los besé suavemente y

con reverencia.

"Ha estado bien, esclavo. Nos has servido bien esta noche. Te deseo que tengas un buen sueño esta noche

en la habitación de invitados, porque mañana estarás bastante ocupado."

Yo no quería dejarlos. Incluso dormir en el suelo junto a su cama sería mejor que ser separado de ellos. Me

estaba dando cuenta de lo importantes que eran para mí. Se estaban convirtiendo en cada vez más decisivos

para mi autoestima. Deseaba y necesitaba su aprobación. No quería que pareciera que contrariaba la orden

de Sheila, de modo que suavicé y humillé todo lo posible mi siguiente frase.

"Ama y Amo... yo esto... me gustaría... bueno..."

Finalmente Sheila puso fin a mis balbuceos.

"Adelante, dilo. Has sido un esclavo perfecto esta noche. Puedes darnos tu opinión."

"Gracias Ama... Yo esto... ustedes dos se han convertido en algo muy importante en mi vida... y esta noche

he llegado a un nivel de sumisión que nunca soñé alcanzar. Les estaría tan agradecido si pudiera dormir en la

misma habitación. Aunque sea en el suelo, con tal de que sea cerca de ustedes."

Ambos me miraron. Parecían afectados por lo que había dicho. Sheila volvió a hablar.

"Verdaderamente te estás volviendo muy dependiente de nosotros, ¿verdad John?"

Era más una declaración que una pregunta. Pero, sabía que esperaba mi confirmación.

"Sí, más de lo que nunca hubiera imaginado, señora."

Tom miró a su esposa y habló.

"Dios mío, Sheila, ¡le has esclavizado totalmente en menos de cuatro días!"

"Ha sido labor del amor, cielo. No tenía ni idea de que pudiera ser tan fácil. Es el sujeto perfecto. Sus

fantasías de toda una vida le han estado preparando para esta hora de su vida. Todo lo que he tenido que

hacer es reconocer sus debilidades y explotarlas. Gracias a la suerte de estar con su exesposa aquel día

fatídico, ahora tenemos un esclavo con todas las de la ley."

Sheila bajó la mano y agarró la polla creciente de Tom.

"Parece que te gusta la idea, cielo," dijo sonriendo.

"Cada vez más," contestó Tom. "La idea de tenerle junto a nuestra cama y llamarle cada vez... bueno, es

excitante de cojones y muy poderoso para mí."

"Para mí también, para mí también," respondió Sheila como soñando.

Era obvio que los dos se estaban poniendo calientes de nuevo. Tom tenía ahora un empalme completo y era

evidente que Sheila se estaba humedeciendo.

"Entonces," dijo Sheila, "te permitiremos pasar la noche con nosotros. Por supuesto habrá que pagar un

precio," sonrió.

"Cualquier cosa que desee... lo que sea," supliqué.

"Realmente eres muy puta, John," dijo Tom riéndose.

"¿Sabes?" dijo Sheila. "No terminaste de hacerle a Tom la mamada."

"Lo sé, señora. Para cuando conseguí que estuviera realmente excitado, usted se lo llevó."

"Pero le hiciste que generase tanta leche en sus huevos que un orgasmo no iba a ser suficiente. No hay más

que mirarle. Está otra vez duro como una roca."

Al decir eso empezó a acariciarle la polla, sin apartar sus ojos de los míos.

"Sé lo que estás pensando," siguió. "Piensas que chuparle la polla no es pagar mucho precio por el privilegio

de dormir en nuestra habitación. ¿Estoy en lo cierto?"

"Sí señora," admití.

"Bien, entonces, ¿qué piensas que deberíamos hacer al respecto?"

Pensé durante unos segundos para encontrar algo. Me sentía como un alumno de tercer grado al que le

preguntan algo que no sabe, delante de toda la clase. El dormitorio estaba tan silencioso, podía escuchar el

tictac del reloj. Sé que disfrutaban con mi incomodidad. Al final balbuceé la única cosa que se me vino a la

mente.

"Pensaba... esto... que puesto que les he servido bien esta noche... ya saben siendo su retrete y todo... eso...

que tal vez aceptarían que el precio... esto... ya está pagado."

"Vaya John," se rió con ganas. "¿Es eso lo mejor que se te ocurre? Ser nuestro retrete es dar servicio a

nuestras funciones corporales. Eso solo forma parte de ser esclavo. Si piensas que fue cosa de una sola vez

será mejor que lo vuelvas a pensar. De hecho, si esta noche tengo que hacer pis, y no me apetece

levantarme de la cama... ¿te imaginas qué? Vas a tener que enganchar tus talentosos labios a mi raja, y

tragarte hasta la última gota."

Hizo una pausa de unos segundos después de aquella declaración. Dejaba que lo que acababa de decir me

calara. Y así fue. El temor y la excitación me cruzaron de forma rampante hasta la última pulgada del cuerpo.

Sus rientes ojos verdes me estaban escrutando minuciosamente. Sabía exactamente lo que sentía yo. Luego

habló de nuevo.

"Puesto que no se te ocurre nada, John, supongo que tendré que estimar cual es el sacrificio que se

necesita."

"Siempre y cuando incluya el ocuparse de esta polla dura," añadió Tom.

"No te preocupes por eso," dijo Sheila riendo. "Estoy segura de que nuestro esclavo ya lo está deseando...

¿verdad puta?"

"Sí Ama," contesté.

"¿Por qué no le dices a tu Amo lo mucho que lo estás deseando," me dijo.

Seguía acariciándole la polla a Tom. Podía ver que las venas se estaban volviendo púpura. El líquido

preseminal se escapaba por el agujero del pis. Los dos me sonreían, esperando la respuesta.

"Señor. Deseo con todas mis fuerzas darle placer."

"Puedes hacerlo mejor," contestó Tom. "Quiero escuchar cuanto vas a disfrutar. Quiero que me supliques por

ese privilegio."

Oh señor, esto resultaba duro. Este hombre había sido mi mejor amigo durante la mayor parte de mi vida.

Hasta hacía unos pocos días nunca había tenido un pensamiento sexual respecto a él o a Sheila. Ahora me

ordenaba que le suplicara que me dejara chuparle la polla. Abrí la boca, y las palabras salieron sin esfuerzo.

Incluso me sorprendí yo mismo.

"Por favor señor... le suplico que me deje darle placer oral. Lamerle y chuparle los huevos... tomar hasta el

fondo de mi garganta hasta la última pulgada de su hermosa polla. Luego, por supuesto, sería el mayor honor

tragarme su corrida... y limpiarle hasta el último residuo que le quedara."

"Eso ha estado mucho mejor, puta. Ahora quiero que gatees hasta aquí y empieces a cumplir tu promesa.

Hice lo que se me ordenaba. Gateé por encima de la cama y me retorcí el cuerpo de los pies hacia arriba

hasta que tuve la cara en su virilidad. La mano de Sheila estaba todavía en su polla. Con la cara a unas

pulgadas la empujó hacia delante hasta que me tocó los labios. Empecé a besarla y a lamerle la cabeza

sensualmente. Le pasé la lengua desde la raja del culo, por encima de los huevos, hasta la punta de la polla.

Sentí las manos de Tom empujando la parte de atrás de mi cabeza, forzando con la polla a que abriera la

boca. La tomé entera... ya no me asfixiaba cuando la deslicé en la garganta. Estaba tan absorto en darle

placer que apenas noté que Sheila abandonaba la cama. Tom gemía en voz alta, disfrutando del talento de mi

boca. Sabía que él podría correrse en cualquier momento que quisiera, pero disfrutaba tanto con mi sumisión

que se estaba reteniendo todo lo que podía. Sentí que la cama se movía un poco. Sheila se me estaba

subiendo por detrás. Se tumbó sobre mi espalda y me restregó los labios en la oreja. Me besó el lóbulo y me

pasó la lengua por dentro. Luego me susurró. Su voz era suave pero exigente.

"John. Quiero que levantes las rodillas, con el culo al aire. No apartes la boca ni la atención de la polla de

Tom."

Hice lo que me ordenaba. Luego sentí su mano entre las nalgas. Estaba aplicando algo cremoso y

resbaladizo en el interior de mi raja, concentrándose sobre todo en el agujero. Cuando la mano desapareció,

sentí que la reemplazaba algo grande y bastante duro. Me agarró las caderas con las manos y empujó hacia

delante con el cuerpo. Ahora sabía cual era el precio que iba a pagar. El gran consolador se hizo camino con

la cabeza dentro de mi orificio. ¡Sentí que era enorme! Ella empujaba lenta pero continuamente. Finalmente

pasó la entrada del agujero. Me relajé todo lo posible. Sheila siguió follándome más a fondo. Sentía cada

pulgada como si estuviera abriéndose camino subiendo por mi rampa. Finalmente su cuerpo tocó el mío.

Estaba todo dentro. Me sentía tan lleno, como si todas mis entrañas estuvieran estiradas al máximo. Ahora

que estaba dentro, Sheila empezó a marcar el ritmo. Me estaba follando sin descanso. Mientras tanto Tom me

estampaba la polla dentro y fuera de la boca. Me agarraba realmente del pelo y me forzaba la cabeza hacia

abajo, mientras movía la pelvis hacia arriba. Me mareaba de deseo. Sentía cada vez mejor la polla de Sheila

en el culo. Incluso me encantaba la forma ruda con que Tom me estaba follando la cara. Me sentía como una

fulana... ¡y me encantaba! El ritmo de ambos se hacía cada vez más rápido. Sus gemidos eran cada vez más

fuertes. Podía notar que la polla de Tom se hinchaba aún más dentro de mi boda. El agarre en mi cabeza se

hizo más fuerte y firme. Le temblaba el cuerpo.

Luego hilo tras hilo de corrida espesa y caliente se estrellaron en el fondo de mi garganta. Se estaba

corriendo. Me lo tragué todo... sin dejar ni una gota. Después de un par de minutos me soltó. La polla se

encogía en la boca, y pronto la sacó. Ahora mis sentidos estaban centrados únicamente en la polla de Sheila

en mi culo. Me acometía con extrema excitación. Nunca había sentido las sensaciones que ahora sentía.

Sentía como si me estuvieran rascando eróticamente un picor de las entrañas profundas. Tenía la polla dura y

los huevos a tope. Su bombeo y sus gemidos seguían intensificándose. Sabía que estaba al borde del

orgasmo. Podía haberme corrido yo mismo, pero necesitaba el permiso de ellos. Empezó casi a gritar de

deseo. Su cuerpo se retorcía sobre mi espalda. Y luego ocurrió. Su clímax fue largo y poderoso. Finalmente

se desplomó, con el cuerpo descansando encima de mí. Tras unos minutos de silencio se salió de dentro de

mí. Tom miraba sobrecogido. Era evidente que la había gustado el espectáculo. Sheila se bajó de la cama y

yo me tumbé sobre la espalda. Vi por primera vez lo que me había estado follando. Era una polla color carne

de lo menos ocho pulgadas (unos 20 cm). Tenía incluso su propio juego de huevos. Tras los huevos había

una base de plástico suave que se amoldaba al montículo de ella. Por el otro lado sobresalia otra polla que se

metía en el interior de Sheila. Se la quitó y la mantuvo en alto en mi dirección.

"Eres un polvo maravilloso, John. Tan prieto. Ahora puedes llevar esto al baño y limpiarlo minuciosamente.

Déjalo encima del lavabo, porque mañana limpiarás toda la casa."

Hice lo que me decía. Cuando volví al dormitorio las luces estaban apagadas. Sheila, al oír que entraba, me

dijo que me acurrucara al pie de la cama y me durmiera. Estaba tan salido, pero sabía que ella había decidido

negarme el orgasmo. Cuando me tumbé sobre la espalda, bajó la planta del pie y la hizo descansar en mi

cara. Con los huevos llenos de leche y su pie maravillosamente oloroso en la cara, tuve problemas para

conseguir dormir. Podía escuchar a Tom roncando ligeramente y la respiración tranquila de Sheila.

Finalmente yo mismo caí en el país de los sueños.