La Senda de un esclavo (parte 1)

Este es un texto que encontre hace muchos años en internet, traducido, he dejado todas las referencias al autor y traductor. Si alguien lo conoce mas alla del capitulo 11 le agradecería se pusiese en contacto conmigo. Espero les guste.

La senda de un esclavo

(fragmento)

Título original:

A slave's road

Autor:

Neil (c) severin98@aol.com, tomado de BDSM Library (

www.bdsmlibrary.com

)

Traducido por:

GGG, abril de 2007

Resumen: Este relato trata de un hombre que se conforma con sus fantasías de sumisión en

lugar de ser esclavizado de verdad. Contiene escenas de dominación femenina y masculina

sobre un hombre, fetichismo de pies, humillación y la mayoría de los otros actos y deseos de

una relación D/s.

Parte 1

Hola. Dejad que me presente. Soy un hombre de 38 años, atractivo, sensato, normal, de clase

media, al que le sucede que es sumiso sexual. Puedo contaros todas las chorradas de siempre

sobre las fantasías de sumisión que he tenido desde siempre, que yo recuerde, pero no quiero

aburriros con eso. Acepté mi sexualidad hace mucho tiempo. He estado con algunas mujeres

que se prestaban al juego, e incluso con unas pocas que disfrutaban con el papel dominante,

pero siempre parecía faltar algo. Incluso mi ex-esposa disfrutaba cuando la esperaba a cuatro

patas, pero no quería un esclavo permanente. Había relegado la idea de encontrar a mi

dominante soñada al terreno de la estricta fantasía. Y las cosas marchaban, después de todo yo

era el que era diferente en el terreno de la sexualidad. Luego, precisamente cuando pensaba que

mi vida se desarrollaba siguiendo una pauta cómoda y previsible, todo cambió.

Todo empezó hace poco más de dos años. Un jueves por la noche estaba leyendo algún material

sobre dominación femenina. Era lo habitual, artículos escritos mayoritariamente por Amas

profesionales. Como solía ocurrir me encontraba en aquel estado deliciosamente cachondo en el

que no había límites a mi servidumbre. Empecé a leer el relato de una esposa que estaba

entrenando a su marido para que se sometiera a todos sus caprichos. Le tenía en el punto en el

que, no solo la servía sexualmente, sino que también hacía todas las labores domésticas, la

colada e incluso lo prestaba los sábados para que limpiara el apartamento de su amiga. Era un

guión que ya había leído muchas veces antes, pero aún así me ponía cachondo. A medida que

continuaba el relato, el marido se sometía cada vez más a sus necesidades. Luego llegó la parte

que plantó la semilla fértil en mi subconsciente. Le decía a su marido que la noche de aquel

sábado en concreto iba a salir con alguien, y que esperaba que estuviera arrodillado delante de

la entrada cuando volviera a casa, fuera la hora que fuese. Le decía que tenía que llevar

solamente unas bragas rosa y un delantal. Varias horas más tarde, cuando llegó a casa, él estaba

obedientemente arrodillado delante de la puerta. Entró y le pasó el abrigo al marido. Cuando su

maridito iba a colgar el abrigo le dijo "puede que sea mejor que esperes, cariño, mi acompañante

llegará en cualquier momento". Yo pensaba que se habría llevado a la amiga. Un minuto más

tarde sonó el timbre, y le ordenó al maridito que abriera. Cuando abrió la puerta había un

hombre en el umbral. El maridito se quedó helado, obviamente pensaba (como yo) que iba a ser

una mujer.

La esposa se acercó a la puerta gritando a su esclavo, "¿te vas a quedar ahí mirando? ¡Deja pasar

a Nick!" Nick pasó al lado del maridito y los dos empezaron directamente con el tema. Por

alguna razón mi polla creció unas dos pulgadas (unos 5 cm). Cuando la esposa y Nick pasaron

a la sala de estar ella miró al maridito y le dijo que les trajera a Nick y a ella una copa de Chablis

a cada uno. Cuando el maridito, todavía impresionado, volvió con el vino, los dos amantes

estaban en el sofá. La esposa tenía la polla de Nick en la mano, acariciándola amorosamente.

Cuando el maridito empezó a recuperarse de la impresión preguntó que qué estaba pasando. Su

esposa simplemente afirmó que ahora él no era más que su esclavo. Dijo que todavía necesitaba

sentirse como una mujer de verdad, algo que él ya no podría conseguir. En ese mismo momento

le dio un ultimátum; la obedecía totalmente o le dejaba sin más. El maridito rompió a llorar en

ese punto, suplicándole que no le dejara, diciéndole que haría todo lo que deseara. Para

entonces mi polla estaba palpitando. La esposa sonrió perversamente ante la respuesta de su

marido. Se volvió a Nick y dijo, "¿Has oído Nick? Nuestro esclavo dice que hará lo que sea por

nosotros." Por alguna razón, el que ella usara las palabras "nuestro" y "nosotros" hizo que me

recorriera la polla un espasmo nervioso. Nunca en la vida había tenido sensaciones

homosexuales. Estaba confuso, pero más cachondo que nunca. Luego le dijo al maridito que

empezara a desnudarles a los dos, empezando por ella. Cuando el maridito le quitó los zapatos

de tacón le puso en la boca los dedos enfundados en nailon, mirándole directamente a los ojos,

y dijo "Nick y yo hemos sido amantes desde hace meses. Mañana se muda aquí. Serás

responsable de las necesidades de ambos, ¡y quiero decir de ambos! Espero una obediencia total

por tu parte cuando Nick te ordene hacer algo; sin que importe lo que sea. ¿Se me entiende?" La

única respuesta fue un sollozante "Sí, mi Ama". La esposa, trasladando el pie a la entrepierna

del maridito, le abofeteó viciosamente la cara. "Sí, mi Ama y ¿qué más, esclavo?". El maridito,

incapaz de levantar la vista susurró, "Sí, mi Ama y mi Amo". Es este punto del relato, sin ni

siquiera tocarme, exploté en un orgasmo increíble.

¡Era viernes, gracias a dios! Solo un día para el fin de semana. Finales de junio, en Indianápolis

y el tiempo era maravilloso. Es la mejor época del año en Indiana. Las máximas andan por los

ochenta (N. del T.: se refiere a grados Fahrenheit, entre los 27 y los 32 centígrados), y bajan a los

sesenta (entre 15 y 21) por la noche. El relato que había leído la noche anterior todavía me

rondaba la cabeza. Después del orgasmo de la noche anterior dormí como un bebé. Esa noche

iba a ir de pesca con mi amigo Tom. Tom y yo habíamos sido los mejores amigos desde el

instituto. Habíamos pasado juntos un montón de cosas. Tom se casó con su novia del instituto,

Sheila. Era novata cuando Tom y yo ya estábamos en primer ciclo. De hecho fui yo quien los

presentó. Debería haberla guardado para mí. ¡Qué mujer! No solo era guapa e inteligente, era

una persona auténtica. Tom y ella me habían apoyado mucho cuando pasé por mi divorcio tras

siete años de matrimonio. Podía contarles a estas dos personas cualquier cosa. Bueno, casi

cualquier cosa. Una cosa que siempre les había ocultado era mi sumisión sexual. No es que no

fueran a entenderlo, es solo que no pensaba que tuviera nada que ver con nuestra relación.

Además Tom siempre estaba haciendo comentarios sobre lo mucho que le gustaba que le

chupara la polla, o follársela en la barca, o hacerlo en público. Parecían tener unas relaciones

sexuales muy activas y saludables, pero no precisamente mi tipo de sexo.

Después de un largo día de trabajo llegué a casa, me duché, y me preparé para la excursión.

Tom me recogió alrededor de las seis. Me sorprendió ver a Sheila con él. Originalmente íbamos

a ir Tom y yo, pero los planes del fin de semana de Sheila se habían venido abajo en el último

momento. Había planeado ir de compras a Chicago con dos de sus amigas. No era ningún

problema. Tenían un bote fueraborda Ranger de veinte pies (unos 6 metros), una furgoneta

Ford completa y una tienda en la que podían dormir seis. Además a Sheila también le encantaba

pescar. Era un viaje de tres horas hasta el lago, de modo que paramos y cogimos una caja de

"Mich light" (N. del T.: supongo que se refiere a la cerveza Michelob Mich Light) y la pusimos

con hielo. Una vez fuera de la ciudad eché mano a la cerveza y la pasé a los demás. ¡Hombre!

Aquella cerveza fría estaba de miedo. Había sido una semana dura en el trabajo, y estaba

deseando un poco de diversión. Tom conducía, Sheila iba en el asiento delantero, y yo me

sentaba tras Tom. Todos los asientos eran del tipo giratorio tan de moda ahora en las

furgonetas.

Tom y Sheila eran un pareja llamativa. Los dos tenían muy buen tipo. Sheila era de 5 pies 8

pulgadas de alta (como 1,70 m), 135 libras (unos 61 Kg.) de peso, pelo rubio pelirrojo, ojos

verdes y el par de piernas más bonitas que se pueda imaginar. Sus pechos no eran enormes,

sino proporcionados a su cuerpo. ¡Ah! y su rostro era de lo más atractivo, un poco ancho,

pómulos altos, hoyuelos, piel perfecta, boca y labios ligeramente sobredimensionados, y una

sonrisa encantadora. Cada año estaba más guapa. Tom medía 6 pies 1 pulgada (como 1,82 m),

pesaba 190 libras (86 Kg.), pelo negro y ojos azules. Piel suave aceitunada y no mucho pelo en el

cuerpo. Anchos hombros y músculos marcados. Era un hombre guapo.

Habían comprobado al poco de su boda que Sheila no podía tener hijos. Aunque fue un duro

golpe para ellos, se recuperaron pronto y se dieron cuenta de que un matrimonio sin hijos

también tiene sus ventajas. Siempre estaban ocupados pescando, viajando, a veces se tomaban

vacaciones separadas. Parecían llevar una vida perfecta.

A propósito, ya sabes todos estos secretos oscuros y profundos sobre mí y ni siquiera sabes mi

nombre ni que pinta tengo. Me llamo John. Mido 5 pies con 11 pulgadas (aproximadamente 1,80

m). Pelo y ojos marrones. Peso 180 libras (unos 80 Kg.). No soy lo que se llama un hombre

musculoso, pero me mantengo en forma. Me dicen que tengo un culo bonito. Ahora que nos

hemos salido del camino volvamos a la historia. Íbamos por nuestra segunda cerveza, hablando

de chorradas como hacen los viejos amigos, cuando noté que Sheila estaba balanceando el

zapato en el pie. Tenía la silla vuelta a medio camino entre Tom y yo. Llevaba una blusa negra

que mostraba sus cremosos hombros desnudos y su firme estómago. También dejaba ver unas

tres pulgadas (unos 7,5 cm) de escote. Llevaba un par de pantalones negros cortos, cortos, de

algodón. Siguiendo sus piernas largas y musculosas hacia abajo hasta los pies llevaba un par de

zapatillas negras, de piel suave. Tenía la pierna derecha cruzada sobre la izquierda y estaba a

punto de perder el zapato. Entre el zapato y la historia de la última noche me resultaba difícil

prestar atención a la conversación.

"John, vamos John, vuelve a la Tierra desde Marte," decía.

Finalmente me di cuenta de que me estaba hablando a mí. Levanté la vista de su pie para

responder. Tenía en la cara una sonrisa de saber lo que pasaba. En ese momento me sentí tan

desnudo, como si lo supiera todo de mí.

Finalmente dije, "Lo siento, debo haber estado absorto en las percas que vamos a pescar

mañana."

Mirándome fijamente a los ojos dijo con sarcasmo, "Muy bien, John." Al mismo tiempo escuché

la caída de su zapato al suelo. Sus ojos no se apartaban de los míos. Los siguientes cinco

segundos me parecieron una hora. Podía sentir como me ponía a tope. No podía evitarlo. Bajé la

vista hacia su pie desnudo, con ella observándome. Volví a mirar sus ojos sonrientes. Algo pasó

entre nosotros en ese instante.

"Tom, ¿estás listo para otra cerveza?" Preguntó ella.

"No, gracias, cariño, todavía tengo que conducir un rato."

Luego ella me miró a mí.

"John, pásame otra."

No sé si mi imaginación estaba trabajando a tope o no. Quiero decir que su voz era amistosa,

pero al mismo tiempo un poco imperativa. No era una pregunta y no había nada de petición.

Decidí forzar un poco las cosas.

"Lo que la señora desee." Dije medio en broma.

"Oh, oh," se rió Tom. "No le digas eso a Sheila, se aprovechará de ti en un minuto de los de

Nueva York (N. del T.: expresión coloquial para indicar un período de tiempo muy corto)."

Tomé la cerveza, le quité la tapa y se la pasé.

"Gracias, John," dijo en tono un poco demasiado alegre.

Luego se volvió directamente a Tom, le puso el pie desnudo sobre el muslo. "Tom, he estado

todo el día con tacones, ¿qué te parece un pequeño masaje?"

"Tengo algo para darte masaje justo aquí," dijo Tom riendo mientras se agarraba la entrepierna.

"Seguro que a la señora le encanta que la mimen."

"Mira quien fue a hablar, siempre eres tan exigente como yo," se rió a su vez.

Tom le sonrió, "Tienes razón, lo que necesitamos es una veinteañera para que nos sirva a los

dos."

"¿Por qué tiene que ser una mujer? Creo que un hombre sería mucho más interesante, ¿verdad

John?"

Me miraba a los ojos con mucho cuidado. Era como si Wonder Woman (N. del T.: personaje de

cómic americano) me hubiera rodeado con su lazo de la verdad. No podía mentir.

"Yo también lo creo," dije.

"Bien," se rió Tom, "entonces puedes darle masajes en los pies."

Sheila giró su asiento hacia mí. "¿Te importa?"

"No, en absoluto," dije.

"Bien," sonrió Sheila. "Entonces, ¿por qué no te cambias al asiento de la derecha para que

podamos estar más cómodos?"

Cambié de asiento.

"Te dije que se haría la dueña," se rió Tom entre dientes.

"¿Y qué pasa si soy un poco enérgica? No te importa, ¿verdad John?"

Realmente me estaba poniendo a punto. No podía decir si Tom y ella estaban de broma o medio

en serio. Observé a Tom en el retrovisor. Sonreía pero era una sonrisa más de tipo "gato

cazando ratones". Decidí meterme un poco más a fondo.

"Puedes ser conmigo todo lo enérgica que quieras," dije.

"A por él, cariño," sonrió Tom. "Lo está pidiendo."

Se limitó a sonreír y colocó su pie desnudo en mi muslo. ¡Dios, tenía unos pies preciosos!

Supuse que gastaba un nueve (N. del T.: corresponde a un 40 europeo). Tenía el puente alto,

dedos largos un poco regordetes. El segundo dedo era más largo que el dedo gordo. Tenía que

cuidarse mucho los pies o se los había arreglado un profesional. Las uñas estaban cortadas a la

perfección, terminando en la punta del dedo. Cortadas al estilo europeo, con final cuadrado. Les

habían dado brillo con laca transparente.

Había dado muchos masajes con anterioridad. Las cosas como son, si eres sumiso ese es uno de

los principales requerimientos. Incluso había ido a clases y estudiado reflexología. Para mí era

una cuestión de amor. Apreté el pulgar con firmeza justo bajo la base de su dedo gordo y

empezó mi magia. A los pocos minutos los ojos de Sheila estaban medio cerrados. Tenía en los

labios una sonrisa débil y lejana. Me trasladé a los dedos, aplicándole masaje a cada uno y

también entre ellos. Subí a sus tensas pantorrillas y pronto conseguí que se relajaran.

Tom le miró a la cara. "Mierda Sheila, ¿es tan bueno?"

Sheila se limitó a ampliar la sonrisa y dijo, "No te lo podrías creer."

Pasé la hora que siguió mimándola. Estaba tan tentado de ponerle los labios en el pie, pero algo

me contenía. Justo antes de que llegáramos al lago nos detuvimos en un agradable restaurante

campestre y cenamos. La comida era buena y la compañía excelente. De repente me encontré

mirando a mis dos mejores amigos casi como si fueran extraños. Nunca antes había fantaseado

sexualmente respecto a ellos. No me entendáis mal, siempre había encontrado tentadora a

Sheila, pero me limitaba a mirarla a ella y a Tom como buenos amigos.

Finalmente llegamos a la zona de acampada un poco después de las nueve. Parecía

agradablemente desierta. Probablemente todo el mundo estaba esperando al fin de semana del

4 de julio (N. del T.: el 4 de julio es la fiesta nacional de los EE.UU.). Encontramos un lugar

perfecto. Era un pequeño claro rodeado de árboles. No creo que hubiera ningún otro campista

en una milla. Habíamos hecho todo esto muchas veces antes, de modo que para las diez el

campamento estaba preparado, incluso con el fuego encendido. Era una hermosa noche. Cielo

claro, estrellas brillantes, y los grillos sonaban con fuerza. Tom y yo nos bebíamos una cerveza

junto al fuego mientras Sheila estaba haciendo algo en la tienda, de modo que cuando me

preguntó si había disfrutado dándole masajes a Sheila le di una respuesta sincera.

"Me encanta darle masajes, pero no de la manera que piensas," contesté.

"¿Qué es lo que quieres decir con eso?"

"Puede que te sorprenda esto, viniendo de un hombre. Es bastante difícil de explicar pero yo...

disfruto más dando placer que recibiéndolo."

Me miró directamente a los ojos y dijo, "Sheila y yo no somos tan ingenuos como te piensas.

Sabemos que hay modos de vida sexual diferentes. De hecho podrías ser tú el que resultara

sorprendido."

En ese momento Sheila salió de la tienda. Se había cambiado, unos Levis, camisa de franela a

cuadros rojos y negros, y zapatillas de tenis. Su espeso pelo rubio estaba un poco despeinado,

cayéndole sobre la parte superior de los hombros. Tenía un aspecto perfecto. Sacó una cerveza

de la nevera y se sentó entre Tom y yo. Abrió la cerveza y echó un trago.

"¿De qué habláis vosotros dos, de pesca?"

Tom nunca fue de los que se andan con rodeos.

"Nada de eso. Estábamos empezando a tratar sobre las formas de vida sexual."

Sheila sonrió, "Umm, interesante. Suena como una buena ocasión para un poco de sinceridad y

atrevimiento."

"¿Quién empieza?" pregunté.

"Todos somos buenos amigos," dijo Sheila. "Así que dejemos a un lado el corte y seamos

totalmente sinceros unos con otros. Una pregunta por turno para cada persona. John, tú

empiezas."

"Voy a necesitar otra cerveza para esto." Dije.

Sheila se rió. "Tienen que ser unos cuantos los oscuros secretos de los que no sabemos nada."

"Podría ser."

"Mejor tráeme una a mí también." Dijo Tom

"¿Estás un poco nervioso, Tom? Pregunté.

"No, es solo que tengo la sensación de que una vez que empecemos con estas revelaciones,

nadie va a querer ausentarse, ni siquiera durante un minuto."

Agarré un par de cervezas y le pasé una a Tom. Me senté, abrí la cerveza y miré a Sheila.

"Está bien. Mi primera pregunta es para Sheila. ¿Has estado alguna vez con otro hombre? Si es

así, ¿cuántas veces y quiénes fueron?"

Sheila se rió nerviosamente. "No pierdes el tiempo. De momento son tres preguntas, pero la

respuesta a la primera es sí. Cariño, ahora puedes seguir tú."

La pregunta ni siquiera les afectó a ella o a Tom. Yo tenía un nudo en la boca del estómago. Me

tomé de un trago la mitad de mi cerveza. Sabía que para cuando terminase el juego mis dos

mejores amigos lo sabrían todo sobre mí. ¡Qué coño! Después de lo que ya había pasado estoy

seguro de que en todo caso ya tenían sus sospechas.

"De acuerdo, John. Es obvio que disfrutas dándole masajes a Sheila, también has admitido que

obtienes más placer en dar que en recibir. Mi pregunta es si también le darías masajes a un

hombre si se te pidiera que lo hicieses."

De repente se me quedó la boca seca. Di otro trago. Tanto Tom como Sheila me estaban mirando

a los ojos como si intentaran detectar algo. Decidí decir la verdad. No solo en esta pregunta sino

en todas las que vinieran, sin que importara lo personales que fuesen. Sabían que eran

suficientemente buenos amigos como para aceptarme como soy, incluso aunque no estuviera en

su línea. En cuanto tomé aquella decisión sentí que desaparecía el peso que notaba sobre mis

hombros. Les di la respuesta.

"Sí, si es el hombre adecuado y en la situación adecuada."

Los dos sonrieron, como si mi respuesta les hubiera gustado. Ahora era el turno de Sheila. Me

miró alrededor de un minuto sin decir nada. Estaba empezando a sentirme un poco incómodo.

Ella parecía disfrutar con ello.

"John, ¿eres fetichista de los pies?"

Hice una pausa de unos diez segundos, la miré a los ojos y dije que sí. No pareció sorprendida.

Es como si ya supiera cual era la respuesta, pero necesitara que lo admitiera verbalmente. No

sabía el por qué.

"Puesto que estamos con el tema de los pies," dije, "¿disfrutaste con mi masaje al menos la mitad

de lo que parecía? Y contesta con sinceridad, no vas a herir mis sentimientos."

"Es una pregunta muy fácil, John. Sí, disfruté plenamente. Tienes unas manos muy habilidosas.

Es por eso por lo que pensé que podías tener un fetiche con los pies. La mayoría de los hombres

habrían aguantado unos cinco minutos ahí abajo, pero tuve la sensación de que todavía

seguirías allí si hubiera querido."

Mierda. Era tan perspicaz. Parecía como si siempre estuviera un paso por delante de mí.

También estaba más excitado que nunca. Era una maestra en pulsar los botones adecuados en el

momento oportuno.

"Muy bien, me toca otra vez." Dijo Tom. "John, puesto que ya sabemos que eres fetichista de los

pies, ¿te habría gustado hacer algo más que limitarte a darle masajes a Sheila en los pies?"

El silencio era irreal. Creo que incluso los grillos dejaron de cantar. Sheila tenía en la cara una

expresión divertida. Tom también sonreía, disfrutando de mi embarazo.

"Vamos, John." Dijo Sheila, "Estás entre amigos. Además, me encanta que me chupen los pies."

Su total sinceridad y el no darle importancia a su franqueza parecieron empujarme más allá del

límite. En vez de contestar tranquilamente a la pregunta de Tom, mi voz se pareció más a la de

un criminal soltando una confesión.

"¡Está bien! Me habría encantado chuparte los dedos. ¡Podría haber estado adorándolos para

siempre!"

En lugar de escuchar la carcajada que esperaba, Sheila se acercó y me rodeó con los brazos.

"No te sientas avergonzado. Puedes confiar en nosotros. De hecho, cuanto más sabemos de ti

más interesante nos resultas."

"Todo el mundo tiene sus propias rarezas," dijo Tom.

"Entonces, ¿cuáles son las vuestras?" pregunté.

"Creo que vas a saberlo antes de que se acabe la noche." Respondió a su vez Tom.

"Además, me toca preguntar." Dijo Sheila.

Había retirado los brazos, pero todavía estaba sentada junto a mí. Cuando habló, tuve la

sensación de que mis confesiones no habían hecho nada más que empezar.

"Está bien, John. Ahora que sabemos que te gustaría adorarme los pies, voy a hacerte una

pregunta muy personal. Estoy segura de que conozco la respuesta. Si tu respuesta es la que

pensamos esta parte del juego se habrá acabado, pero el asunto no habrá hecho más que

empezar. Puesto que la mayoría de los hombres fetichistas de los pies son sexualmente sumisos,

me gustaría saber si lo eres."

Miré a Sheila y Tom. No podía saber que estaban pensando. Los dos tenían cara de póquer. En

todo caso solo había una respuesta, la verdad.

"Sí, soy sumiso sexualmente, servil, esclavo, como quieras llamarme."

En cuanto lo dije sentí que la sangre acudía a toda prisa a mi cara. Espero que no les pareciera

un pervertido. Se miraron el uno al otro y sonrieron.

"Esperábamos que dijeras eso." Dijo Tom. "Como dije antes, Sheila y yo no somos tan inocentes

como pudieras pensar. Puesto que tú has estado haciendo la mayoría de las confesiones déjanos

que hagamos alguna nosotros. Llevamos casi diez años haciendo intercambio con las mismas

dos parejas."

Me quedé anonadado ante su afirmación. No dije nada.

"Éramos muy buenos amigos de ellos, John." Dijo Sheila. "Y teníamos el acuerdo de que

ninguno saldría del círculo a menos que todos lo supieran. Hasta hace unos dos años nunca

ocurrió eso. Fue entonces cuando una de las parejas adquirió una esclava. Todos nosotros

habíamos hablado antes de las relaciones D&S. Y nosotros habíamos leído un montón sobre

ello. Sin embargo ninguno del grupo es sumiso. Las otras dos parejas son muy abiertas

sexualmente, pero son tan exigentes como lo somos Tom y yo. Bueno, casi tan exigentes. Sea

como sea, la otra pareja empezó a contar lo maravilloso que es tener una esclava. Así que le

preguntamos si les importaría traerla a nuestra próxima fiesta."

"Disfrutamos muchísimo de ella," dijo Tom. "No solo la usamos aquella noche, la pareja nos la

prestó para todo el fin de semana."

"Dios, era maravilloso levantarte a la mañana siguiente y no tener que preocuparte de limpiar el

desorden. Incluso nos trajo el periódico y nos sirvió el café en la cama," Sheila sonrió. "Y, por

supuesto, lo mejor era el sexo, realmente le encantaba servir. Después de aquel fin de semana

supimos que teníamos que conseguir un esclavo de nuestra propiedad."

"Colocamos un anuncio en algunas revistas," dijo Tom, "e incluso entrevistamos a algunas

candidatas, en sitios públicos, por supuesto. Pero ninguna parecía ser adecuada."

"Como sabes, John," dijo Sheila, "los dos tenemos carreras prometedoras. Tenemos que ser muy

cuidadosos con quién jugamos, especialmente cuando se entra en esta forma de vida. Tras

varias entrevistas decidimos que seguir adelante con un extraño no funcionaría."

"Casi nos dimos por vencidos," dijo Tom, "simplemente no valía la pena el riesgo de vernos

envueltos con alguien que podría arruinarnos la vida contándoselo a gente inapropiada. Quiero

decir, hay que hacerse cargo, que la mayoría de la sociedad todavía piensa que la D&S son

látigos y cadenas. No entienden lo erótico que es realmente en el aspecto mental. Dios, no

podría imaginar algo más desagradable que forzar a alguien a hacer algo contra su voluntad."

"Como dijo Tom, casi nos habíamos dado por vencidos. Luego el mes pasado estaba de compras

en el centro y me encontré con tu ex. Sabes que siempre nos hemos llevado bien con Susan. Fue

una pena que no os funcionara. En todo caso decidimos comer juntas. Tomamos un par de

copas de vino de más y empezamos a hablar de sexo. Susan dijo que estaba muy contenta con

su nuevo marido en casi todos los sentidos, pero que todavía echaba de menos tus habilidades

especiales. Por supuesto que mi interés se puso a tope. Le pregunté cuales eran esas habilidades

especiales tuyas. Dijo que mejor no contarlas. Tomamos un poco más de vino y se abrió por

completo. Me dijo que te encantaba ser su esclavo. Dijo que te encantaba estar horas

trabajándotela allí abajo. Susan me lo contó todo sobre tu fetichismo con los pies. Me dijo que

vuestro sexo se orientaba cada vez más hacia la D&S. Después de un tiempo resultó demasiado

para ella. Supongo que tú querías servirla todo el tiempo, y ella además quería un amante.

Todavía te recuerda con cariño. Intenta que su marido Scott se someta un poco, pero supongo

que no es del tipo esclavo. Incluso llegó a decir que lo mejor de los dos mundos sería tener a su

marido de amante y a ti de esclavo."

"Tendrías que haber visto lo excitada que estaba Sheila cuando volvió a casa aquella tarde." Dijo

Tom. "Pensé que había encontrado las mejores rebajas del año. Le pregunté que se había

comprado, y me dijo que nada. Le pregunté que entonces a que venía tanta excitación. Me dijo

que tal vez tuviera muy buenas noticias, y que saldríamos a cenar a nuestro restaurante favorito

y hablaríamos del asunto. Le dije que por qué no me lo decía ya, pero insistió que merecía que

lo celebráramos."

"Tom y yo conseguimos un apartado donde teníamos una privacidad total. Fui directamente al

grano con él. ¿Todavía te interesa un esclavo? Pregunté. Tom casi se ahoga con su copa. Por

supuesto, contestó. Le dije que pensaba que podía haber encontrado a la persona perfecta, pero

que podría haber un problema. Qué clase de problema, preguntó. Que la persona es un hombre,

le dije."

"Déjame que te explique algo, antes de que ella siga, John. No soy gay. He tenido alguna

experiencia bi en nuestro círculo de amigos. No voy a mentirte. Realmente me gusta que me la

chupe otro hombre, pero no me gusta hacerlo a mí. Supongo que es un tipo de ramalazo de

poder el que siento cuando veo a otro hombre, arrodillado haciéndome una mamada. Y tío,

Sheila se pone realmente caliente mirando."

No podía creer que estuviera oyendo esto. Era como si estuviera en trance. Eran tan abiertos,

tan confiados. Incluso cuando Tom admitió que era bi no vaciló ni un segundo. Me quedé sin

habla, pero colgado de cada palabra.

"Tom no pareció impresionado cuando le dije que era un hombre." Dijo Sheila. "Por supuesto,

preguntó quién era. Le dije que era alguien que conocíamos los dos y en quien confiábamos.

Ahora tenía auténtica curiosidad. Luego le dije, es uno de nuestros mejores amigos. Tom dijo,

¿te refieres a John? El único y verdadero, dije. Seguí explicándole que había comido con Susan y

como me había hecho fijarme en ti. Tom y yo hablamos de ti durante horas. Cuando volvimos a

casa seguimos hablando de ti la mitad de la noche, luego tuvimos una de las mejores sesiones

de sexo de los últimos tiempos en la otra mitad. Fue esa noche cuando preparamos el esquema

para sacarte el fin de semana. No tenía ningún plan para ir de compras. Toda la excursión ha

sido cuidadosamente planeada. No intentamos provocarte, John. Esta es la única manera de que

podamos estar seguros. Tú siempre fuiste uno de nuestros mejores amigos. Si decides que no

quieres este tipo de relación con nosotros no cambiará nada. Lo entendemos perfectamente y

aceptamos tu decisión. Si decides que te gustaría servirnos, seguirás siendo nuestro amigo. Sin

embargo también serás nuestro esclavo. Somos muy exigentes, John. No haremos nada contra

tu voluntad, pero estaremos continuamente intentando expandir tus horizontes. Nos hemos

informado lo suficiente sobre esta forma de vida como para saber que un verdadero sumiso

ansía esa sensación de ser propiedad de otros. Créeme cuando te digo esto, John, si decides

someterte a nosotros serás de nuestra propiedad.

"Tenemos mucho de que hablar esta noche, John." Dijo Tom. "Tenemos preguntas para ti, y

estoy seguro de que tienes un montón para nosotros. Si decides servirnos, deberías saber que

Sheila hará la mayor parte del entrenamiento. Fue idea suya originalmente buscar un esclavo.

Sin embargo, nos servirás a los dos. La idea de que seas tú, y no cualquier extraño, el que se

someta todos nuestros caprichos me excita realmente."

"Antes de seguir adelante," dijo Sheila, "Tom y yo necesitamos saber si estamos perdiendo

nuestro tiempo y el tuyo hablando de esta posibilidad. Sabes que tendremos que discutir un

montón de detalles, pero ¿te apetece la idea de ser nuestro esclavo?"

Las sensaciones que tenía en ese momento eran indescriptibles. Estaba excitado más allá de lo

que nunca pude imaginar. También estaba asustado de cojones. Sentía como si estuviera en

algún sueño erótico. No tenía absolutamente ninguna duda de que quería servirles.

"La idea de ser vuestro esclavo," dije, "sería un sueño hecho realidad. He estado con unas

cuantas mujeres que hacían el papel dominante. Para ellas era un juego a corto plazo, solo una

variante sexual. No me entendáis mal, les estaba agradecido por intentar representar mi

fantasía, pero parecía que nunca era realmente su fantasía. No podéis imaginar cuantas veces he

soñado con ser de verdad propiedad de alguien."

Tanto Sheila como Tom sonreían ampliamente. Podía notar que mi respuesta les agradaba

muchísimo.

"Ahora que sabemos que encuentras atractiva la idea, ocupémonos de los posibles obstáculos."

Dijo Sheila. "John, la única forma de que podamos superar esta parte es ser muy directos y

sinceros. Se espera de ti que sirvas sexualmente a Tom además de a mí misma. ¿Tienes algún

problema con esto?"

"No soy gay, y nunca he estado con otro hombre. Pero soy sumiso sexual. La noche pasada

estuve leyendo un relato sobre un marido que servía a su esposa y a su amante masculino.

Antes de que pudiera terminar el relato tuve un orgasmo tremendamente explosivo. Por tanto

la respuesta a tu pregunta es que no creo que tenga problemas en serviros a los dos."

"Bien el mayor obstáculo queda despejado," sonrió Sheila.

Noté que los dos se sentían aliviados después de mi respuesta.

"Ahora vamos a decirte lo que esperamos en términos generales de ti, John. Si tienes

comentarios o preguntas puedes interrumpirnos libremente. No se te permitirá ningún alivio

sexual sin nuestro permiso. Nos servirás no solo sexualmente sino también de otras muchas

maneras."

"¿Cuáles son algunas de esas otras maneras?" pregunté.

"De criada, chofer, cocinero, incluso como mueble." Se rió Sheila. "¿No crees que John resultaría

un magnifico reposapiés, Tom?"

"¿Sabes? Quedaría muy bien delante del sofá de nuestra sala," bromeó Tom. "No somos sádicos,

John, pero puedes esperar de nosotros un cierto grado de castigo, especialmente durante el

primer periodo de entrenamiento." Dijo Sheila. "También se espera de ti que realices algunas

tareas humillantes."

"¿Y cuáles podrían ser esas?" pregunté.

"Tenemos que guardar algunas sorpresas, John," sonrió Sheila.

Durante el minuto siguiente Sheila y Tom me observaron detenidamente. Los sonidos de la

noche resultaban tan espeluznantes. Los grillos, el crepitar del fuego, el susurro de las hojas

bajo la ligera brisa. Todo parecía amplificado. Esperé su siguiente movimiento. Luego habló

Sheila.

"John."

"Sí, Sheila."

"Tengo un esbozo de lo que esperamos de ti. Si decides someterte tu servidumbre empezará

inmediatamente. Tu palabra codificada será 'rojo'. En cualquier momento en que no aguantes

más, sin que importe de qué se trate, usa la palabra clave. Pararemos inmediatamente. Me

imagino que habrá veces en que suplicarás, incluso llorarás, pidiendo clemencia. Si no usas la

palabra clave habrá poca clemencia o ninguna. ¿Entiendes todo lo que he explicado?"

"Sí," contesté.

"¿Y ya estás listo para tomar una decisión?" preguntó Sheila.

"Sí."

"Entonces, ¿cuál es esa decisión, John?"

"Será un honor serviros a los dos," sonreí.

Tom saltó para acercarse a Sheila. Se abrazaron y besaron. Me sentí casi como un extraño

observándoles. Luego Sheila me miró. Sus ojos estaban llenos de deseo. Habló con suavidad,

calmadamente, y con total confianza.

"Ha sido una larga noche, John. Tom y yo vamos a retirarnos a dormir. Tú apagarás el fuego,

limpiarás todo esto y luego pedirás permiso para entrar a nuestra tienda."

"Como quieras, Sheila." Dije.

"Vamos a aclarar esto ahora mismo, John. Cuando estemos en privado te dirigirás a mí como

Ama, Señorita Sheila, o Señora. Te dirigirás a Tom como Amo o señor. ¿Entendido?"

"Sí, Ama." Dije.

Sheila se volvió hacia Tom. "Creo que va a valer la pena haber esperado."

"No podría estar más de acuerdo contigo," sonrió Tom.

"Nos veremos dentro de no más de quince minutos en la tienda, esclavo." Dijo Sheila.

"Y asegúrate de que fuego esté totalmente apagado." Añadió Tom.

"Sí, señor." Respondí.

... continua ...