La Senda de Keith (4)

4ª Entrega

Las dos figuras oscuras avanzaban agazapadas, corriendo y parándose entre las sombras de vez en cuando. Los ojos escrutaban la oscuridad esperando ver una patrulla de un momento a otro. Cuando llegaron a una distancia que Valandyl consideró suficiente, se giró a hablarle a Finuin.

-Chico, ahora me esperarás aquí. Si la luna se oculta y no he vuelto, volverás y le dirás a Rurik que me habéis perdido. ¿Me has entendido?

El niño asintió con la cabeza, algo asustado y con cara seria, aceptando la responsabilidad que se le otorgaba.

-Reunid a los 50 soldados más jóvenes de la Vanguardia. Necesitamos que se armen con hachas y lanzas, y que dispongan de todas las cuerdas que podáis encontrar. También necesitarán todos los cuchillos que haya en el campamento, incluso de cocina.-ordenó Rurik con semblante sereno. Que los acompañen todos los escuderos con sus tambores. En sus ojos brillaba una luz de esperanza, inaudita en un hombre común para las horas que estaban viviendo.

El hombre bajo y fornido que parecía un enano entró por la puerta, saludó al estilo militar y se dirigió a Rurik:

-¿Me habéis hecho llamar, mi Señor?

-Sí, mi buen Corben. Quizás os sonará extraño lo que voy a pediros. Os recuerdo a mi lado desde que era un niño y Dwayna me otorgó razón. Habéis estado junto a mí en momentos amargos, fiel a mis pensamientos. Habéis combatido conmigo más años de los que puedo recordar, y jamás habéis cuestionado una sola orden. Por eso hoy quiero que sigáis exactamente mis instrucciones. Lo que voy a pediros es arriesgado, pero podría resultar.-dijo el príncipe.

-Yo siempre he estado a vuestro servicio, Alteza. Os escucho.

El guardabosques se arrastró unos metros más, tras esperar a que la patrulla se alejara lo suficiente como para no oírle; llegó a la punta de la loma, y asomó con precaución la cabeza. Abajo, un poco más al oeste, unos setecientos hombres descansaban, custodiados por patrullas de 3 por aquí y por allá. Había grupos de elementalistas, nigromantes, hipnotizadores, monjes….y por supuesto, guerreros. Dos falanges completas al menos dormitaban en la parte sur de la hoya. Las capas plata y púrpura de los que velaban la noche contando sus historias y esperanzas brillaban a la luz de los fuegos. No necesitó quedarse mucho más. Aquello les dejaba con pocas opciones de victoria. Un grupo casi tan numeroso como el suyo y además mucho más equilibrado tenía una gran ventaja en combate abierto. Y era seguro que Keith estaba bien informado de los efectivos de Rurik. Valandyl se arrastró un poco más atrás, imaginando el amanecer…un pensamiento oscuro atravesó su mente. "Volvamos, no hay más que hacer aquí", se dijo a sí mismo mientras se ajustaba la máscara.

Al llegar a donde dejó a Finuin, se encontró al niño mirando hacia el oeste con preocupación, sin notar la figura que se acercaba reptando. Aunque el zagal no era corto de vista, el guardabosques era maestro en el arte de no dejarse ver, pero pensó que podía asustar al chico y se levantó un poco más para que notara su presencia. Instantes después, se sentaron juntos. Finuin estaba intrigado y no paraba de susurrarle preguntas:

-¿Los has visto? ¿Cuántos son? ¿Hay monjes? ¿Has podido ver si tienen nublamentes?

-Sí, Finuin, son muchos y están bien pertrechados…es un ejército poderoso. Nos costará vencerles, pero mañana…saldremos triunfadores. Nuestro Príncipe sabrá llevarnos a la victoria.-contestó Valandyl sin quitarse todavía su máscara para no ocultar una mueca de preocupación. Envidiaba, en cierto modo, la inocencia de Finuin, y se maravillaba de su ánimo y su coraje, y de una ilusión que antaño tuviera él ante gestas que cantaran su nombre, encumbrado en la gloria del héroe. Imaginó al niño, redoblando su destartalado tambor, con el pecho henchido de orgullo junto a Rurik y él mismo tras el combate, y ese pensamiento le hizo sonreír.

-¡Sí! ¡Mañana será una gran batalla!-respondió el muchacho ahogando un gritito; excitado, sin ver todavía la hora en que el sol brillara sobre un campo de batalla manchado por la sangre de muchos entre los que soñaba alzarse triunfal junto con sus compañeros.

-Volvamos, tenemos que informar de todo esto y prepararnos, no quedan más de 3 horas para el alba ya. Por cierto, necesito algo más de ti mientras, Finuin.

-¿El qué?

-Pedo de lobo, ¿lo conoces?

-¿El qué?

-Pedo de lobo.-repitió Valandyl-El hongo, ¿sabes cual es?

-Sí, claro, ese que apesta al aplastarlo.

-Bien, necesito que me traigas unos cuantos. Búscame en el campamento cuando los tengas, ¿de acuerdo?

El muchacho asintió con la cabeza, emocionado de poder ayudar en algo. Se dio la vuelta enseguida y echó a correr con su tambor siempre golpeando sus caderas. Valandyl lo vio desaparecer en pos de la noche que ya envejecía.

(Continuará…)