La Senda de Keith (3)
Tercera entrega.
Las hogueras ardían desde hacía unos minutos cuando Valandyl salió de la tienda apretándose una cinta de cuero que le mantenía el largo cabello castaño sujeto en la coleta que descansaba en su espalda. La Vanguardia de Ascalon, como se conocía al ejército leal al Príncipe Rurik, preparaba los calderos y asados, prestos a hacer acopio de energías. Algunos bebían cerveza arremolinados junto al fuego, conscientes de que el trago podía ser el último dada la batalla que se avecinaba en unas horas, o al menos ese era el sentir general. Otros, más cautos, preparaban sus arreos y armas sabedores de que era un factor determinante. La mayoría hablaba de sus familias y seres queridos con la esperanza de volver a verlos algún día no muy lejano. El guardabosques se acercó a una de las hogueras en la que empezaban a asarse un par de carneros. Había un grupo de hombres fantaseando con cierta nostalgia.
-Si esto sale bien, dentro de una decana partiré con mi familia a Kryta. Dicen que ya hay ascalonianos asentados allí, desde la hoja pasada. El clima es bueno, la tierra es generosa y aunque hay que trabajar duro se vive bien. Mi mujer está deseando que partamos. Mi tercera hija, Nuima, está enferma, y no puede respirar. Los sacerdotes dicen que es por este maldito polvo, que en un lugar más sano la niña se pondría bien rápidamente.-contaba un hombre menudo y fornido con una gran barba oscura. Si no fuera por el acento hubieran pensado que era un enano.
-También dicen que hay muchos peligros allí. Se habla de dragones de fuego, manadas de gárgolas y no muertos por doquier. Yo no cambio Ascalon por nada.- replicó otro con una cicatriz tremenda que le recorría el mentón sin dejar de mirar al fuego.
-Nada que no tengamos aquí, Dentell. Y ya me dirás qué nos da aquí la tierra sino cenizas. Está yerma. Maldita. Algunos dicen que para siempre.
-¡Bah! Nada es para siempre.-replicó el llamado Dentell con un gesto de desaprobación.
Alguien le acercó un vaso de cerveza a Valandyl, invitándole a que se sentara junto a ellos en la lumbre.
-¿Porqué estás en la Vanguardia, Dentell? La gran mayoría de nosotros confiamos en una vida mejor, luchamos por los nuestros pero deseamos, sobre todo, prosperar. Aquí o allí, pero legarles un mundo mejor a nuestros hijos.
No respondió. Un gorgoteo imperceptible se levantaba poco a poco, como un "Hummm" que se iba prolongando en el tiempo y subiendo de intensidad. No se habían dado cuenta hasta ese momento. Todos empezaron a levantarse del suelo y a mirar al oeste.
-Ya están aquí.
Los cabos dejaron los vivacs y quehaceres, ordenando a las compañías. "Avivad los fuegos, todas las antorchas prendidas, necesitamos luz. Doblad las guardias y todos prestos. Que nadie patrulle ni permanezca solo bajo ningún concepto. Guardias de a dos."
El murmullo seguía de fondo, desalentador.
"Hummm"
-Va a ser la noche más larga de mi vida.-dijo un soldado joven, temblando de miedo. No sobrepasaría la veintena, y era evidente que sería su primer combate.
-Entonces, tu vida será larga.-trató de animarle el que parecía un enano, acompañándole en la mirada hacia el oeste.
"Hummm"
El mayor enemigo de la tropa empezaba a aparecer: el miedo.
Un chiquillo que llevaba un tambor colgando de la cadera surgió corriendo entre las tiendas como un perro asustado.
-Valandyl Minyatur, busco al guardabosques.
-Ya lo has encontrado, zagal.-respondió algo asombrado al ver la mugre que tenía al niño en la cara. Sin duda había estado jugando con las cenizas de algún fuego.
-Bien, seguidme señor. El Príncipe Rurik os ha hecho llamar.
El arquero se dió la vuelta hacia los hombres que antes hablaban animados, dirigiéndoles un saludo de despedida.
Tuvo que correr detrás del chiquillo enseguida, que no hacía más que apremiarle. Llegaron al puesto de mando al instante, donde estaban los capitanes reunidos con Rurik.
Tras la cortesía inicial, Rurik habló.
-Bien, Valandyl. Sé que tienes muchas preguntas, aunque es bueno para mi seguridad y la tuya que no sepas demasiado acerca de todo esto. Como ya has visto, estamos en ciernes de una batalla. Posiblemente, la mayor batalla desde nuestra retirada del Muro del Norte. Esos que oyes y que encogen nuestros corazones son el Clan Némesis de Grenth. Ya conoces a su líder, Keith Vozamarga y a uno de sus principales oficiales, Abdezigul. -una sonrisa casi imperceptible apareció en el rostro del guardabosques al recordar el sombrero del oficial.- Estás aquí por expreso deseo de Keith, el mío propio y avatares del destino. Me explicaré lo más brevemente posible, dada la situación: Keith ha osado retarnos formalmente a una lucha entre su clan y mi ejército. Ya sabrás que últimamente, mi padre el Rey Alderbern nuestro Señor y yo nos hemos...distanciado un poco, por decirlo en términos corteses. Tenemos planes completamente diferentes respecto al futuro de nuestro bienamado pueblo. Conmigo luchan la mayoría de los que comparten mis ideas de un futuro mejor, que pensamos que no podrá ser en Ascalon, al menos durante las próximas 50 o 100 hojas. Estamos decididos a partir hacia Kryta. Tenemos buenas noticias de un asentamiento que ha pasado allí casi dos hojas. Por el contrario mi padre se ha vuelto...reservado, piensa que Ascalon recuperará su antigua gloria. Pero de esto hablaremos más adelante, si Dwayna quiere que sobrevivamos a esta batalla.
Los capitanes escuchaban en silencio, y Valandyl miraba con aire sombrío a los ojos de Rurik. Este continuó hablando. El murmullo seguía sonando afuera.
"Hummm"
-Tenemos enfrente a uno de los clanes más poderosos y sangrientos de Ascalon, y sin duda al líder más ambicioso de todos ellos. Keith Vozamarga nos ha retado por varias razones, me temo. La más importante, dividir las fuerzas del Rey definitivamente. Ansía sobretodo, el poder. Sueña con derrocar a mi padre y alzarse como Señor de Ascalon. Sabía que mi Vanguardia estaba lo suficientemente alejada de la capital como para convocar al ejército de mi padre. Así mata dos pájaros de un tiro: destruye al heredero de la corona, dejándola castrada de su futuro; a la vez impide que las noticias lleguen a Kryta, desde donde podrían enviarse refuerzos antes de la llegada de la Estación de Grenth y su gélido aliento. Espero que entiendas mi silencio durante el viaje, que fué debido a mi juramento y al amor que profeso a mis compañeros.
Rurik hizo una pausa, la mirada se le entristeció. Se oyó el rumor persistente.
"Hummm"
-Siendo así, mi señor, puedo entenderos, y no os preguntaré nada concerniente a nuestro viaje, pero... ¿por qué yo?
-Es una cuestión de honor y azar, mi muchacho. Por un lado no podía permitirme el lujo de viajar solo y caer bajo una estúpida manada de ojos ancianos en un descuido, además de que Keith necesita derrotarme en el campo de batalla para reclamar el trono. Sin ello, cualquier otro clan podría disputarle en asamblea tal honor. Por el otro, como habrás observado...eres el único arco en mi ejército. No dispongo de guardabosques, ni monjes, ni nigromantes, ni siquera de hipnotizadores capaces de confundir al enemigo. Somos todos guerreros, exceptuando un pequeño grupo de elementalistas del que ya has dado cuenta.-el gigante sonrió en su ironía, el resto de capitanes hizo lo propio- En cambio, presumo de que Némesis de Grenth son casi parejos en número, quizás un centenar menos, pero mucho más equilibrados. Son muy poderosos. No te mentiré, la situación es complicada.
-Sois mi señor, y os ayudaré en lo que pueda.-contestó Valandyl bajando la vista-...pero no sé cómo.
-Sin duda lo harás. Y yo si sé cómo debes empezar. Necesitamos hacernos una idea más aproximada de su localización, de su número y sus componentes. Sé que puedes aproximarte a su campamento sin que te detecten. Llévate a Finuin, ya lo conoces, te ha traído hasta aquí. Lo encontrarás junto a las elementalistas y Mans. Parte enseguida y vuelve presto, el tiempo es esencial para prepararnos. Aunque quizás...
"Hummm"
Rurik quedó dubitativo, como si una idea descabellada hubiera aparecido en su mente de repente.
-Salgamos ahora, los hombres están asustados.-continuó. Seguidme.
"Hummm", el murmullo se hacía más patente bajo el suelo encapotado.
Al salir al centro del campamento, donde se había dispuesto un claro para la formación, los soldados se empezaron a acercar a su Príncipe, cuya sola visión los animaba. "Está aquí Rurik, en el foro."Acudid todas las almas disponibles al foro, nuestro Señor desea vernos." "A formar, rápido", ordenaban los sargentos. Cuando más de la mitad de la tropa estuvo reunida en perfecta formación, Rurik habló en voz alta:
-¡Hombres de Ascalon, mis hermanos! Habéis jurado luchar por mí y por vuestra patria hasta el último aliento. La hora ha llegado. Nadie os obligó a comprometeros. Nadie os obligó a venir. Sois hombres libres. Y un hombre libre no teme a nada. Veo en vosotros miedo. El mismo miedo que encogería mi corazón, si no pensara en vosotros. Si no pensara en mi patria. Si no pensara en lo que realmente amo. Nos unimos porque amamos las mismas cosas. Amamos a nuestros amigos, a nuestros compañeros, a nuestros hijos, a nuestra sangre, a nuestras esposas-Rurik hizo una pausa mirando a un soldado con una lanza- aunque quizás Tordal ama a muchas más.
El ejército estalló en risas, y un soldado veterano en la primera fila de la formación empujó en un gesto de camaradería al llamado Tordal, que tenía fama de saber llevar muy bien a las mujeres a su terreno. Rurik esperó sonriente a que las risas se acallaran. Después continuó con semblante sereno:
-Puede que algún día el juramento se rompa, que olvidemos a nuestros hermanos de armas y huyamos. Pero ese día todo se perderá, no será más que el principio de nuestra agonía. ¿Ha llegado ese día?
"No, no, jamás".-gritaron muchas voces casi al unísono.
-Las casas caerán, nuestras esposas e hijos morirán o serán esclavizados y torturados, y nuestra sangre se perderá para siempre. Es cierto que para que la sangre no se pierda, alguien, quizá yo mismo, debe derramarla por otros. ¿Estáis dispuestos a derramarla? ¿Lucharéis junto a mí hasta el final, si este llegara?
-"Por Rurik, por Rurik".- se levantaron más voces, y se hicieron oír más alto.
-Hoy, lucharemos.-siguió Rurik desenvainando su espadón del que surgió un fulgor de fuego rojo- ¡Por la libertad, y por Ascalon, luchad a mi lado!
Un clamor se levantó en el campamento, los soldados golpeaban los escudos con sus espadas y lanzas. En ese preciso momento, una bengala surgió del final de la formación, estallando en un fulgor blando y azul arriba en el cielo, tornando la noche en día.
"Ascalon, Ascalon"
Un griterío inundó el foro; y pasados unos minutos, Rurik y sus capitanes se retiraron al puesto de mando.
El murmullo no se oía ya.
Valandyl caminó un trecho entre las tiendas, hasta que vió a Finuin sentado junto al fuego, royendo un hueso de una pata de pollo del que acababa de dar buena cuenta. Al lado se encontraba un elementalista joven rodeado de las mujeres, el único de entre todas de la Vanguardia con esta profesión.
-Finuin, tu señor nos requiere de nuevo. Debemos ir a inspeccionar.- dijo Valandyl.
El niño se levantó de un salto, tirando el hueso por encima del hombro.
-Y yo sirvo a mi señor.-dijo el chico secándose los labios con una manga mugrienta de su jubón.
A Valandyl le picó la curiosidad, y no pudo evitar preguntarle.
-¿Cuántas hojas tienes, Finuin?
-Casi catorce.- respondió el muchacho estirándose para parecer más alto.
El elementalista miró al niño de reojo, estiró una mano apuntando a su trasero, y la abrió. Enseguida surgió una centella fulgurante que fue a dar en su objetivo.
-!Doce, doce hojas!-chillaba el chiquillo arrastrando las posaderas para intentar apagar sus mallas.-!Maldito seas, Mans!
-Tú debes ser Mans, es un honor conocerte.- dijo Valandyl haciendo una reverencia.
-De la casa de Foc. El honor es mío, aunque la hora sea aciaga, Valandyl Minyatur.-respondió el otro haciendo lo propio.-Espero compartir batalla con vos mañana, será un placer.
-Para mí será además, una garantía de éxito. Pero ahora debemos irnos. Vamos, Finuin.